INTRODUCCIÓN A L A CUESTIÓN POLÍTICA CHANTAL DELSOL
CURSO DE FILOSOFÍA POLÍTICA
Este curso sólo pretende aportar algunos fundamentos para una reflexión de filosofía pol´ticia,. Se trata de preguntarse brevemente qué es la política como tipo de organización particular nacida en Grecia (Capítulo I). Se estudiarán sus finalidades (Capítulo 2). Se verá de que manera este gobierno específico está anclado en la valoración de la diversidad (Capítulo 3). Finalmente, se planteará la cuestión de la autoridad política (Capítulo 4).
Capítulo 1 – la invención de la política. El ciudadano. Toda sociedad necesita un gobierno para sobrevivir (esto es, sobrevivir inicialmente al caos). En el tiempo y en el espacio, no existen sociedades sin autoridad gobernante (si acaso es posible citar formas de poder extremadamente sucintas, como la organización esquimal, privada de brazo armado y de sanción por la fuerza, donde el consenso somete al ostracismo por la ironía; o tipos análogos en el África antigua; el thing islandés no tiene jefe, pero decide, ejecuta y castiga; de hecho, la democracia ateniense no tiene, en principio, más que un jefe fantasmal). Pero son los griegos quienes inventan la política como categoría particular de gobierno.
Es necesario
distinguir entre gobierno como actividad ligada a la organización de un grupo humano reunido por azar, y la política que se define como el “arte de gobernar hombre libres” (Aristóteles). Mediante la introducción d ela reflexión moral sobre la felicidad individual en la reflexión sobre el gobierno, los griegos inventan la política (aun si las sociedades antiguas no son individualistas
como las nuestras: diferencia entre la democracia antigua y la democracia moderna).
Lo
podemos ver al commparazr las preguntas que se hacen los hcinos y los griegos en la antiuedad. En la Disputa sobre la sal y el hierro, en el año 81 antes de nuestra era, el joven emperador de la China, Tchao, llamó a unos letrados para discutir con sus ministros sobe la forma de conducir correctamente el Estado (en particular sobre el problema d elas nacionalizaciones). Las dos partes se preguntan: ¿Cómo fortalecer el Estado? ¿Cómo hacer que los súbditos sean más laboriosos? Como favorecer la virtud? ¿Cómo hacer eficaces la fabricación y el comercio? Pero las dos partes aceptan este postulado que sale de la boca del Gran Secretario: “El hijo del cielo es el padre y la madre del pueblo; y este no piensa sino en servirle como su esclavo”, dicho de otro modo, el gobierno en este caso sólo tiene como objetivo evitar la anarquía, en el orden de un mundo ya descrito (la diferencia de la naturaleza entre el jefe y los súbditos). En los siglos V y IV antes de nuestra era, los griegos, sobre el mismo tema, se hacen otras preguntas más fundamentales:¿Qué es el poder? ¿es necesario y a nombre de qué? ¿puede hacer felices a los hombres? ¿Qué es la felicidad para un pueblo? ¿Es posible conciliar poder y felicidad? ¿De qué manera? ¿Debe el poder organizar la igualdad o favorecer la libertad? ¿Debe aumentar la potencia, esto es, la potencia sirve a la felicidad de un pueblo? Así es como los griegos se lanzan en busca del mejor gobierno: gran distancia frente a las tradiciones y a las costumbres… ¿Cuál es el mejor régimen ideal? ¿Se identifica éste con el mejor régimen posible? ¿y no varía a lo posible con el tiempo? La profundidad de estas preguntas intempesitvas, y de los debates que las siguen, comprometerán a los griegos en la creación de un gobierno radicalmente diferente a todos los demás: la política, entendida como el gobierno de la ciudad. Lo que permite a Moses I. Finley escribir en L’invention de la politique: “La política tal com la entendemos se cuenta entre las
actividades humanas menos difundidas en el mundo premoderno. Fue una invención griega o, para ser quizás más precisos una invención hecha de forma separada por los griegos y los etruscos y/o los romanos” (p. 89). Podríamos agregar a los escandinavos, ya que sus asambleas más tardías pero imaginadas sin influencia del Sur, funcionaban de manera bastante análoga. Estos debates ven aparecer dos formas diferentes de comprender el gobierno: la de Platón y la de Aristóteles, de la que se desprende lo que llamamos propiamente política. Platón considera la política (gobierno de la ciudad) como “el arte de pastorear a los hombres”. Se trata de una actividad de pastor. Se ve en la misma definición la idea de una diferencia cualitativa entre el gobernante y sus súbditos. Platón soñó mucho tiempo con un “tirano” iluminado, lo que narran sus incursiones en la casa de Dion de Siracusa. Pensaba que un buen jefe, al conocer el bien de sus súbditos mejor que ellos mismos, gobernaría el Estado de la mejor forma posible. La cuestión era encontrar a dicho jefe. En esta óptica, la política es menos un arte que una ciencia. De hecho, Platón propone dos comparaciones significativas: sobre un barco, no se hace votar a los marineros para decidir la dirección ni las maniobras: el capitán sabe lo que hace, por lo que conviene remitirse a el; un enfermo no discute la prescripción, traga los remedios, incluso si son desagradables al gusto, que su médico le ha ordenado.
Así, el
gobernante es aquel que sabe, mientras que los demás no saben o, en todo caso, no saben tanto. Platón se encuentra en la línea histórica del despotismo ilustrado, que se encontrará de nuevo durante los siglos del Imperio Romano (la apología del buen emperador), y más tarde en la era de las Luces. Esto, aun si Platón en las Leyes, llega finalmente a dudar de la existencia de un tirano ilustrado y lo remplaza por la ley. El análisis de Aristóteles es totalmente diferente. Él concibe la política no como una ciencia sino como un arte “el arte de gobernar hombres libres”. Esto es, libres y que piensan seguirlo siendo
aun gobernados. Veremos más adelante que esta distinción entre una cie3ncia y arte tiene consecuencias inmensas y toca hoy de cerca la cuestión política. Aristóteles dice: la dirección de un barco o la prescripción de remedios no tienen nada que ver con el gobierno de la ciudad. Porque en los dos primeros ejemplos, los individuos a dirigir o a curar son evidentemente inferiores en conocimientos a su capitán o a su médico, y la acción que se debe llevar a cabo sólo require una competencia científica o experimenta. Debe, por consiguiente, obedecer sin discutir. Pero ¿Qué sucede en la ciudad? La acción a llevar a cabo, depende mucho menos de ciertas competencias o experiencias, que del juicio, de la convicción, de la conciencia moral, del buen sentido. Cosas todas compartidas por todos. Habrá por lo tanto, que imaginar una suerte de dios que conozca las leyes ocultas y el porvenir, superior por naturaleza a sus súbditos. Si este hombre casi perfecto existiera, un pueblo estaría feliz de conocerlo. Pero no existe. La realidad es que en relación con la ciudad, todos aquellos a quienes ésta concierne son iguales. Se trata de decidir el destino común, y nadie a este respecto tiene una opinión más confiable que otro. Cada individuo, considerado capaz de determinar su propio destino (por ejemplo fundando una familia), es considerado también capaz de determinar el destino común. La ddefinición de lo que será la “política” proviene entonces de una cierta apreciación de la capacidad humana general, o de una idea del hombre, a la vez optimista y pesimista. Porque Aristóteles al mismo tiempo alerta sobre el peligro del poder: quien lo detenta tiene la tendencia a perder ese buen sentido natural descrito antes (el poder enloquece). Todo aquel que detenta poder tiene tendencia a abusar de él. Dicho de otro modo: el poder no está hecho para un mortal. Y, sin embargo, el poder es necesario. Consecuencia: es necesario compartir el poder. Es un gran realismo sobre el hombre, a la vez capaz y proclive a los excesos, el que subyace a esta reflexión específica sobre el gobierno.