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Periodo intertestamentario
Khirbet Qumrán es un sitio ubicado en el desierto de Judea en la costa noroeste del Mar Muerto, que se conoce como khirbeh (un término árabe que significa ‘ruinas’) porque aún se pueden observar las ruinas de diferentes estructuras sobre el suelo. Khirbet Qumrán ha despertado gran interés debido a su proximidad a las cuevas donde se descubrieron los manuscritos del mar Muerto. Por lo tanto, muchos lo han asociado con la comuni- dad que escribió estos documentos. Algunos han identifi- cado Khirbet Qumrán con la Ciudad de la Sal (‘ir hamalēh) (Jos. 15: 62), mientras que otros consideran que se trata de la antigua Secaca (Jos. 15: 61). Ambas ciudades estaban ubicadas en el territorio asignado a la tribu de Judá. Roland de Vaux y el general Lankester excavaron el sitio por primera vez en 1949. Tras varias temporadas de excavaciones, De Vaux creyó haber identificado cinco fases ocupacionales. La primera corresponde a un asentamiento de la Edad del Hierro Tardío que él consi- deraba que pertenecía al periodo israelita. Los vestigios arquitectónicos y cerámicos pertenecientes a la Edad del Hierro datan del siglo VIII al si- glo VI a. C. La arquitectura pertenecien- te a la Edad del Hierro que se des- enterró consistía en un edificio rectangular con una cisterna de agua. Los restos cerá- micos incluían cerámica del siglo VIII al VI a. C. y un asa de vasija inscri-
JERUSALÉN aproximadamente el cuatro por ciento de la población egipcia era judía en el siglo I d. C., y alrededor de la mitad de ellos vivía en Alejandría (lo que constituía la tercera parte de la población total de la ciudad).
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La dinastía griega ptolemaica, adoptando las costumbres religiosas egipcias, erigió el templo de Horus, aún bien conservado, en Edfu, en la orilla occidental del río Nilo. Los antiguos egipcios a menudo representaban al dios Horus como un halcón.
El Egipto ptolemaico proveyó el marco para una Edad de Oro judía, a medida que el concepto de ciudadanía (helenismo) se extendió a todas las personas de los territorios conquistados por Alejandro, quienes podían hablar griego y sirvieron a la dinastía real de buena gana. Así fue como la población judía pudo ser enteramente griega mientras practicaba, al mismo tiempo, su fe judía. Desafortunadamente, ese estatus privilegiado se desvaneció cuando Egipto se convirtió en una provincia del Imperio romano, dado que el concepto de ros días de la revuelta del año 66 d. C., y las numerosas piedras de balista romanas dan testimonio del asedio posterior. Grandes restos de Jerusalén en la época de Jesucristo fueron descubiertos en la colina occidental del barrio judío de hoy y el «monte Sión». Estos descu- brimientos revelaron inesperadamente vecindarios de la élite con una lujosa cultura material. Las excavaciones en el monte Sión también expusieron la posible casa de Caifás, el sumo sacerdote, evidencia de un barrio y la Puerta de los Esenios y el Cenáculo, la ubicación proba- ble del aposento alto. ta con la frase hebrea Tales asas son importantes otros sitios de Judea y del Hierro Tardío. Por lo melek que se encontró propio sitio arqueológico. restos de cerámica como los que se habían encontrado dos pertenecientes al mismo Edad del Hierro pudo haber talezas y torres construidas el rey Uzías, como se menciona El sitio fue destruido en el inhabitado hasta el periodo De Vaux identificó las dos nales como Fase I (hasmonea) riodos: Fase I (a) y I (b). La Fase I mitad del siglo II a. C., posiblemente del gobernante judío Juan Hircano I. aproximadamente en el año 100 a. C. 30 a. C. tras un incendio. Unos rremoto golpeó la zona. Las pruebas la fase ocupacional I (a) consisten recolectaban lluvia desde dos canales queólogos también excavaron dos en la parte sureste. Los académicos sobre la identidad de los nuevos gunos creen que marcan el comienzo posiblemente los esenios. Las escasas lógicas para este periodo han generado el sitio fue ocupado durante la Fase I
«ciudadanía» era mucho más estrecho para los romanos. Como resultado, los judíos recibieron el estatus legal de «egipcios» y fueron considerados al mismo nivel que los habitantes indígenas. Eso produjo el ocaso de la vibrante diáspora judía en Egipto. En último término desencadenó la rebelión judía de 115-117 d. C., lo que llevó a la destrucción final de la comunidad judía egipcia por parte del emperador Adrián.
Los dos legados más grandes del Egipto ptolemaico y de la comunidad judía helénica de Alejandría son la Septuaginta y las obras de Filón. Ambas proveyeron de herramientas para esparcir el cristianismo al mundo de habla griega y, más ampliamente, contribuyeron a los fundamentos de la civilización occidental.
Desde 1863, cientos de excavaciones tanto queña como a gran escala en Jerusalén y a sus dedores han mejorado mucho el conocimiento Jerusalén del Antiguo y Nuevo Testamento. Algunas de las más notables y recientes incluyen los siguientes: el trabajo de Kathleen Kenyon en la ciudad de David otros sitios de la ciudad (1961-1967), los emocionan- tes descubrimientos de Nahman Avigad (1969-1982) en el Barrio Judío; el proyecto a largo plazo de Benja- min y Eilat Mazar (1968-2010) en el Ofel la