Rarotonga

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Publicado originalmente en RARATONGA tomos 1–5 por GRUPO EDITORIAL VID, S.A. DE C.V. ©1999


gui贸n GUILLERMO DE LA PARRA arte ANTONIO GUTIERREZ portadas LUIS REY adaptaci贸n JULIA ESTHER ESPINOZA


MANELICK DE LA PARRA VARGAS FERNANDO CASTILLO MARIN ENRIQUE ESPINOZA DE LOS MONTEROS ELIZABETH MANI NORMA MONROY FLORES EUGENIO DE LA PARRA ANGEL D. HAGGARD FRANCISCO IBARRA IMEZA SERGIO GUTIERREZ ORALIA CORTES AMERICA ZARAZUA OLIVIA MELESIO GUILLERMINA SALAZAR LEONEL MONTOYA PAULINA VILLADA SALVADOR SANCHEZ ERASMO VIGUERAS SAID ATALA

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M a r e s . . . s e l v a s . . . b r i s a s t r o p i c a l e s . . . i s l a s p e rdidas en lo más recóndito del mundo... ritos y exóticas costumbres... hombres fuertes... mujeres de piel de ébano... y en medio, ella... la muje r... l a leye n d a ... ¡R A ROTONGA! R a r oto n g a f u e e d it a d a p or p r i m e r a v e z e l 10 d e m a r z o d e 1973 , c o m o r e s u lt a d o d e l a f e r v i e n te imaginación de Guillermo de la Parra. Se dice que Guillermo, su esposa, la escritora Yo l a n d a V a r g a s D u l c h é , y u n g r u p o d e a m i g o s , re a l i z a ron u n c r u c e ro p or lo s M a re s d e l S u r. En el barco conocieron a una fantástica mujer de bellísimas y delicadas facciones, realzadas por costosísimas alhajas y peinado exuberante. F ue así como su rgió el personaje que se ría inmortalizado en los sensuales trazos del maestro A ntonio Gutiérrez. Las portadas de Luis Rey enriquecieron la publicación. En esta nueva presentación, Rarotonga recobra to d a s u f re s c u r a y e s ple n d or, m a nte n ie n d o, s i n embargo, los trazos y los diálogos originales de sus creadores. A mables lectores, les invitamos a disfrutar de todo el misterio, la fantasía y la sensualidad de una mujer cuyo nombre marcó una leyenda en el mundo de la novela gráfica y en el imaginario colectivo de todos los mexicanos.




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El eminente científico A lejand ro R ivera había dedicado su vida por completo a la investigación de enfermedades tropicales. Su existencia estaba dividida entre el amor hacia su esposa y sus hijas y el amor a la ciencia, que implicaba v iajar constantemente a los lugares más alejados de la civilización. En esta ocasión partió hacia Batiki, una isla de lo s M a re s d e l S u r, pa r a i nv e s t ig a r u n a e x t r a ñ a enfermedad. Acompañado por su ayudante, el joven docto r L a r r y We l c h , l l e g ó p o r f i n a l p obl a d o d e Nuyaka, punto final de su travesía. A llí montó un laboratorio y se dedicó a recolectar datos que le sir vieses para determinar el origen y la cura de las extrañas llagas de los nativos. Nicola Plazza, científico italiano de singular aspecto, lo reconvino para que desistiera de su propósito pues, de otra suerte, el “espí ritu” de la selva lo devoraría. Mas A lejand ro prosiguió su tarea, acompañado de Tuitila, una pequeña nativa que comen zó a trabajar a su ser v icio. Pero u n a noche de lu n a l len a el “ ta m ta m” de tam bores lejanos lo atrajo hacia ella... Ella... Rarotonga... la diosa de la selva, presenciaba un ritual salvaje: Otorgaría sus favo res al hombre más fuerte. Después de presenciar el exótico rito, el científico buscaba una explicación, sin lograr encontra rla. A lejand ro R ivera se encontraba al borde de un oscu ro precipicio, y una fuerza salvaje y sensual le haría dar un paso adelante...




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L a r r y We l c h , e l a s i s te n te d e l d o c to r R i v e r a , murió ahogado misteriosamente, pero el doctor sabe que detrás de esa muerte se esconde la tenebrosa sombra de Rarotonga. Rarotonga decide entonces en frentarlo direc tamente, y le ordena que deje la isla, a lo que el galeno responde con furia. Esta reacción, inesperada, exacerba a la mu lata, q uien uti li za toda clase de artimañas para hacerlo caer en sus redes, atrayéndolo a su palacio, pero sus planes no dan buenos resultados. Finalmente, en un ataque de ira, Rarotonga destruye personalmente el laboratorio del científico, y acaba con sus apuntes, fruto de sus importantes investigaciones. Como respuesta el médico va a reclamar el at rop e l lo a l a muje r, s i n s a b e r q u e c on e s a v i s i ta estaba encendiendo la mecha de una bomba, u n a b om ba q u e e x plot a r í a e n u n tór r id o a m or, donde la ciega pasión lo degradará moral y socia l mente en u n ca m i no... ¿aca so si n retor no?




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A nte la falta de noticias del doctor R ivera, se organizó una comitiva para ir a Nuyaca, presid id a por el señor Steven son . Después de e xhu m a r e l c a d á v e r d e L a r r y We l c h y h a bl a r c o n A lejand ro, el grupo partió de regreso. Martha, la joven doctora hija del científico, fue en su busca sólo para encontrarse con una ob cecada resistencia de su padre para volver con ella a la civilización. F inalmente, después de ser atacada por Koro, y ante la amenaza de la chica de entregarse a él, A lejand ro no tuvo otra alternativa que dejar la isla. Rarotonga, desesperada, trató de de tener el jeep de Lujac, pero no lo consiguió, y la rabia y la frustración se apoderaron de todo s u s e r. Una vez que el investigador se reincorporó a sus actividades, le fue muy difícil apartar de su mente el recuerdo de la mestiza, mas la comprensión y el amor de su esposa y sus hijas lograron que se olvidara casi por completo de aquella enfermiza pasión. La diosa de la selva, por su parte, no pudo arrancarse de la mente y del corazón la imagen del ser amado, por lo que decidió ir a su encuentro. T uitila trató de impedirlo arrojándole una pie d ra a la cabeza, que sólo la hirió, despertando su furia.




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A lentada por la ilusión de recuperar a A lejand ro, Rarotonga fue tras él a la civilización. Su secretario, A lex Munthe, finalmente dio con el paradero del científico y le consiguió a la mestiza una entrada al baile anual del Instituto. A hí, ella pudo ver de nuevo al hombre amado. Decidida, se presentó ante él en su consulto rio, pero el galeno la despreció. L a mujer no claudicó en su empeño por reconq uistarlo, así q ue se va lió de Rogelio Cifuentes para llegar hasta él. El joven ayudante del doctor Rivera se enamoró perdidamente de la diosa de la selva, al g rado de proponerle matrimonio. Faltando unos días para la boda, Rarotonga le habló diariamente a A lejand ro a las seis de la tarde, haciendo f laquear su firme determinac ión d e n o v olv e rl a a v e r. Ve n c i d o , e l d í a q u e n o r e c i b i ó l a a n s i a d a l l a mada, A lejand ro R ivera fue en su busca a la casa que ella había rentado camino a la costa. Rogelio no resistió el no verla hasta la fecha del matrimonio, por lo que se encaminó hacia un amargo destino.





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RAROTONGA, TOMO 2

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RAROTONGA, TOMO 3

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RAROTONGA, TOMO 4

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RAROTONGA, TOMO 5

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