Educar es una verdadera experiencia espiritual porque es dar vida, prolongar la creación de
Dios, despertar “el alma” que anima un cuerpo siempre más capaz y potente, educar es continuar
los signos evangélicos con los que Jesús comenzó el anuncio del Reino: Curar y liberar del
mal. Por eso la educación está íntimamente ligada a la evangelización.
Una nueva evangelización pide una nueva formación: estamos convencidos de que la evangelización
propone a la educación un modelo de humanidad plenamente lograda y que la
educación, cuando alcanza a tocar el corazón de los jóvenes y desarrolla el sentido religioso de
la vida, favorece y acompaña el camino de evangelización: Sin educación, en efecto, no hay
evangelización duradera y profunda, no hay crecimiento y maduración, no se da el cambio de
mentalidad y de cultura” (Benedicto XVI, mensaje al CG 26, N. 4).