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INFIERNO ENTRE LOS BOSQUES Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida, ni en toda ni en parte, de forma digital o impresa, sin la autorización de su autor. Todo material incluído en la obra que no sea poseído por el autor está reservado en los derechos de sus autores o creadores correspondientes. Esta es una obra de ficción. Todos los hechos, referencias, y personas vivas, muertas, o de otra índole, son trabajos de ficción, y cualquier parecido con hechos o sucesos de la realidad son pura coincidencia, hasta demostrar lo contrario de estos.
Para todo el que disfrute de algo mĂĄs que la realidad cada dĂa.
INFIERNO ENTRE LOS BOSQUES
SAMUEL BLANCO
El salvajismo en el hombre nunca es completamente erradicado.
Henry David Thoreau
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And so a secret kiss Brings madness with the bliss And I will think of this When I’m dead in my grave Mientras le colocaba nuevas baterías a su cámara para filmar todo lo que pasaría esa noche, y escuchaba una canción en su computadora, Campbell solo podía pensar en una cosa: esa fiesta en la casa de campo nunca sería olvidada. Era una noche especialmente fría y muy brumosa, una de esas en las que normalmente la familia se acomodaba en sus hogares, junto a un fuego enternecedor, una cena caliente y deliciosa, y quizá ver una película o dos frente al zumbido titilante de la televisión. Esa podría ser una buena forma de terminar la noche, pensaba Campbell, mientras pensaba una buena excusa para salir a las 9 pm de su casa, e ir a la fiesta de Lori Cardille. Era una de esas fiestas en las que los más populares, o lo más adinerados, podían hacer historia, en donde pasaban las noches, acompañados por una botella de tequila, o una compañera de clases en una cama ajena, y se amanecía con resaca y botellas desde el lavamanos hasta la mesa de la cocina, confeti y lentejuelas como polvo en el aire, y quizá una ida a la estación de gas más cercana, para tener un desayuno frito y en bolsa plástica. Por alguna razón, por algún motivo sin explicación, Campbell quería ir, quería participar en eso. ¿Lo veía cómo una clase de rito de maduración, una celebración de que ya a los 16 podía salir de la casa, y terminar la noche con alguien, y amanecer sintiéndose un héroe cubierto de licor y papas fritas? ¿O solo quería ir, y tener la memoria de que hizo algo fuera de lo común en su vida? Ambos, pensaba Campbell, o quizá ninguno, porque quizá no necesitaba excusa alguna para salir esa noche. De acuerdo, quizá su idea de ‘fiesta’ era algo precipitaba. No todas las fiestas pueden terminar en excesos y borracheras y camas deshechas por gente que apenas si se hablan en clases, pensaba él. La vida no es como en las películas, se recordaba. Pero, diablos, como quería que fuera todo así, como en el celuloide, donde todo se puede planear de antemano, porque ya se sabe cómo será todo. ¿El chico atleta, al que todos admiran, chocan manos, y que siempre anda con su séquito de amigazos? Terminará con la chica popular. ¿La chica más hermosa de entre todas, que siempre saca altas notas, aunque no haga nada en clases, que tiene su propio grupo de amigas, que además son sus fans? Terminará con el chico más malo de la fiesta ¿Pero, qué hay del grupo que nadie aparenta conocer, o siquiera reconocer? ¿Qué hay del roquero, la gótica, el matado, la nerd, los geeks, la gente que siempre sale fuera de cámara, de las que solo se ven fotos sino años luego, en sus propias cámaras? No irán a la fiesta. No porque no quieran ir, aunque haya algunos que ni les interese eso, en realidad. Pero, de una forma u otra, no se verán en esa fiesta. Por esa noche, él sería el único de su grupo que iría a terminar la noche allá. ¿Suerte? ¿Popularidad? Quizá tenga, o consiga, una de ambas al terminar la noche. Pensaba filmar todo lo que pasara esa noche, no importa si la ley pudiera prohibirle grabar todo lo que pasara en esa cinta, estaba seguro de que algo histórico pasaría, lo sentía en su interior. Y, si lograba capturar a alguien bailando sobre una mesa, sería un recuerdo gracioso para guardar, o subir al internet, cualquiera que se le ocurriera en ese momento. La canción se cambió, y sintió que le hablaban. Sintió que lo convencían. You’re just a storyteller You’re not trying to escape responsibility If we believe you then you’re successful But you don’t make claims of verity Eran ya las 8:36 pm, con un bolso lleno de comida, un par de botellas de vodka, y la cámara que se compró reuniendo, y aún no se le ocurría una buena excusa para decirle a su madre. Se echó en la cama, tratando de pensar en algo, mientras
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veía la bombilla del ventilador, que se había quemado hace ya más de un año, cerca de su poster de Star Wars II. La peor de la saga, pensaba él, aunque le gustó como Yoda dejó de ser un anciano enano y luchó contra Dooku. Le entraron dudas, de repente, sobre la fiesta. ¿Quería ir de verdad? ¿Para qué iría? ¿Quién asegura que se divertirá? ¿O incluso que filmará algo? ¿Algo además de lo que se supone que debe filmar esa noche? Solo hay una persona que lo quiere ahí, y que sabe que irá, y que de hecho lo obliga a ir. Entonces, ¿para qué si quiera pensar en ir? Cuando volteó a mirar su reloj en la mesa de noche, justo pasó a las 8:37, y sonó el teléfono cual alarma. - ¿Si, diga? – contestó su madre, al otro lado del pasillo. Campbell pensó como en las películas, las personas usualmente repiten o ‘exponen’ lo que la otra persona al teléfono les está diciendo, para que la audiencia pudiera seguir la historia sin problemas. - Aquí está. ¡John! – gritó su madre, mientras abría la puerta al cuarto. – John, te llama un amigo. Recuerda que a las 9 iré a cenar con Walter, le mandaré saludos de tu parte. - Si, okey. ¿Alo? – habló Campbell por el auricular, mientras su madre salía del cuarto. - ¿Campbell? ¿Me escuchas? – se oía a través del zumbido del teléfono a Trevor, el novio de Lori. Era asistente del entrenador de fútbol americano de secundaria, y era lo único que podía salvarlo de trabajar por completo en una gasolinera. - Ajam… - contestó Campbell, mientras olvidaba la excusa que se le había ocurrido para su madre, y comenzaba a pensar otra para decir por qué no podía ir a la fiesta. - Campbell, contesta bien. Suenas muerto – dijo Trevor, entre risas. Detrás de su voz, se escuchaba otro par de risas. Una, que sonaba a un gorila tratando de imitar a un humano, era de ‘Slasher’ Adams, capitán del equipo de soccer. La otra era irreconocible. Podría ser cualquiera, Patrick, Art o Frank. - Trev, disculpa, yo… - trataba de decir Campbell. Una excusa bien pensada podría librarlo de una golpiza en clases la próxima semana. - No, no quiero oírlo, Campbell – dijo Trevor, con un tono serio – enserio, sé que lo que me vas a decir no me va a gustar, lo sé. - Trevor, yo… no puedo… yo… - Campbell, dije que no quiero excusas. Planeamos esto desde hace un mes… - Pero, Trev, n— - ¡Campbell, tengo las manos atadas! –comenzó a gritar Trevor. Su voz de asistente de entrenador comenzaba a resaltar. Campbell sentía ya las ganas de correr para complacer al tipo. Pero si ni siquiera estoy en el equipo de fútbol, divagaba en su mente. – La casa de Lori ya está lista para la fiesta. Hay más de 70 personas que ya confirmaron que vendrán. ¡Son más de 30 personas permitidas en esa casa, hermano! ¡Y eso sin contar los que vendrán fuera de la lista! - Dios, Trev, yo n— - ¡Campbell! – ladró Trevor, tan fuerte que Campbell creyó que su madre podía oír. – Campbell… ja, oh Campbell, amigo – retomó de forma calmada, riéndose, y tomando aire – te invitamos a esta fiesta, hermano, de entre muchas otras 100 personas o más que, no diré que no lo merecían… pero no más que tú, hermano. - Trev, yo n— - ¿Eres mi hermano? - Tre— - ¿Lo eres? – preguntó Trevor, subiendo algo el tono de nuevo. Ambos lados del auricular estuvieron en silencio. Solo se escuchaba el ventilador del computador de Campbell, sonando como si fuera un refrigerador nuevo. Trevor comenzó a tomar aire, sonoramente, cuando… - Si… si… - dijo lentamente Campbell, sin duda, sin ánimos – si, lo soy, y si… yo… si… Campbell soltó el teléfono, y se tendió completo en la cama, mirando hacia el techo, hacia la bombilla quemada, y las miradas de decepciones de Anakin y Padmé, y se escuchaban gritos de festejos y barullo en el auricular. Ahora, ¿qué le iba a decir a mamá?, se preguntó de nuevo, por veinteava vez esa noche. - Cuídate, ma, que la pases bien. Sus últimas palabras a su madre le rezumbaban una y otra vez en la mente, mientras tomaba las baterías extra de la cámara, las cual había recargado la noche anterior, o al menos estaba seguro de eso. No terminó diciéndole mentira alguna. Solo dijo lo que le diría cualquier noche en la que Walter, el novio banquero de su madre, la invitara a salir, y lo dejara solo. ¿Para qué decir alguna excusa para salir, si solo tenía que esperar a que se dejara de oír el motor del Jaguar de Walter, y se perdieran a la vista, y salir sin pena ni gloria? Se montó su bolso en el hombro, y echando una última mirada por su ventana, para doble asegurarse, se lanzó por las escaleras, y salió por la puerta principal. Recordó, por un momento, que podría no estar del todo seguro, si la gente lo podría ver. Quizá era la paranoia inyectada que lo hacía pensar que lo podían confundir con un ladrón. Quizá solo pensaba como
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uno. Quizá solo pensaba demasiado eso. No era la primera vez que hacía algo parecido. Antes había salido muchas veces así para ir a jugar el nuevo juego de Tony Hawk en casa de George, o para irse con los muchachos al arcade más cercano, y durar hasta pasada la medianoche entre monedas y House of The Dead, para luego terminar comiendo un desayuno de burritos en la gasolinera de al lado. Pero nunca había salido tan tarde de su casa para ir a una fiesta, y menos a una fiesta con los más populares de la secundaria. Aún se preguntaba porque simple y llanamente no le preguntó a su madre si podía ir. ¿A qué le tenía más miedo? ¿A los golpes de Trevor, o a un simple “no” de su madre? Campbell veía su reloj, la luna, y a todos lados, mientras caminaba rápidamente hacia la parada del autobús. No había ni un alma en la calle. Comenzó a bajar por la esquina hasta ver las banquetas y la señal del autobús. La luna iluminaba todo frente a él, por lo que no necesitaba de la linterna que llevó, en caso de que cualquier cosa pasara. Sonaba en sus oídos una canción acústica, rock o algo, no sabía bien, en los audífonos de su mp3, mientras cruzaba la calle hasta llegar a las banquetas, y se sentó a esperar el autobús. Hoping for the best, just hoping nothing happens A thousand clever lines unread on clever napkins Aprovechó para revisar la cámara, desde la lente, la resolución, la batería, el zoom, la iluminación, el obturador... Miró a su alrededor, y comenzó a grabar algo, para practicar. Veía por la lente, usando el iluminado, mientras se desplegaban frente a él las casas y árboles y jardines al otro lado de la calle. Todo en una oscura visión nocturna. Viró hacia la izquierda, apuntando a la empinada que daba a su casa, mientras relataba, en una voz imitando a la de los narradores de documentales, cómo salió de su hogar y todo lo que logró a partir de ahí. Se sentía un director y camarógrafo. Un documental, si. Sin guión, pensaba, aunque estaba en su mente. El autobús llegó cuando Campbell comenzaba a sentirse nervioso sobre la hora. Eran las nueve y media. Trevor lo iba a matar. No, no puede hacerme nada, se decía Campbell, él me necesita.
Pagó su monto, y se sentó en los últimos puestos, mientras seguía con la cámara en la mano. Comenzó a filmar las pocas personas que tenía frente a él. Una señora con un montón de bolsas, y un sombrero muy pequeño para su cabeza. Un muchacho, mayor que él, dormido con la cabeza en la ventana. Y una madre con su hijo pequeño, recostado en sus piernas, mientras ella veía por la ventana. El conductor tenía la mirada fija en el retrovisor, mientras veía a Campbell grabar todo. - Apaga eso, niño – le dijo el conductor, mientras hacía que todos los pasajeros miraran a Campbell, y luego voltearon sin nada más Campbell solo bajó la cámara, pero seguía grabando lo más que podía. Si tenía que hacer lo que Trevor quería que grabara, al menos podía darle un toque personal, pensaba él. Comenzaba a sonar una canción en sus audífonos, que no reconocía al principio. In denial, Who will come clean all the ravenous debris? In disguise Sideswiped by penance cerecloth sentencing A su lado, en su suéter, comenzó a vibrar su celular. - ¿Alo? – contestó fuerte, y luego lo repitió, ahora más bajo
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- ¿John? John, habla fuerte – le contestó Jim del otro lado - No puedo, estoy en un autobús - ¿Y eso qué tiene que ver, soquete? – le contestó extrañado Jim – Mira, estoy en casa de George, y estamos viendo quiénes quieren ir a ver The Lord of The Rings 2, y… - ¡Es The Lord of The Rings: The Two Towers! – gritaba desde el fondo la voz de George, mientras se oía tinks tinks digitales, y la voz de alguien diciendo “Oh, yes!” de forma emocionada. George llevaba al menos 5 veces que terminaba el juego de Sonic Adventure 2. - Si, si – decía Jim – en fin, ¿vienes? - ¿Lord of The Rings? – dijo Campbell - Si – contestó Jim - ¿De nuevo? - Si... - Ahmm… - comenzó a decir Campbell – ¿a qué hora sería? - A las 10, creo, no averiguamos bien – dijo Jim – vendrán James, Terrance, y hasta la hermana de Terrance. - ¿Sasha? - ¡Aléjate de Sasha, amigo! – gritaba George en el fondo, entre los tinks tinks de los anillos de Sonic. - Solo está molesto porque Sasha no le ha respondido un mensaje que le dejó al teléfono – dijo Jim, riéndose - ¿La invitó a salir? – dijo Campbell - Si, hace una semana - Ouch – dijo Campbell, riéndose - ¡De seguro tiene mucha tarea! – se excusaba George en el fondo - En fin, en fin – dijo Jim, riéndose - ¿vienes? - Oye, creo… - comenzó Campbell, cortando la risa de Jim en seco – creo que no podré… - ¿Y eso es por qué…? – comenzó Jim, con tono algo serio - Pues… - Espera… ¿fuiste a la fiesta? – dijo Jim, casi gritando - ¿Qué?! – gritó George en el fondo, mientras los sonidos del juego se detuvieron por completo - Yo… si… si voy… estoy en camino – dijo Campbell - ¡Imposible! ¿Fuiste a la fiesta? – dijo Jim – fuiste a la fiesta… - Si, si, voy a la – - Luego de que nos dijiste, nos aseguraste, que ninguno debería ir a la fiesta de Lori Cardille… ¿y aún así fuiste? Nos abandonas, ¡abandonas! – siguió en un tono dramático y sobre actuado - ¿por qué, John Campbell, por qué--? - ¡Trevor! – dijo Campbell, luego tomando un tono más calmado - ¿Ah? – preguntó Jim - Trevor… fue Trevor – dijo Campbell – me dijo que… nos iba… que nos iba a hacer la vida imposible… si yo no… si no iba… y… - Y grababas todo lo que él te dijera que quería grabar, ¿no? – dijo Jim, con voz algo más razonable – Guao… - Si… guao… - dijo Campbell, ahora calmado de que Jim quizá entendía su posición… - En realidad, esa no es una mala idea – dijo Jim, luego de un momento de silencio ¿O no? - Ahmm… - comenzó a decir Campbell - Solo piénsalo – dijo Jim – puedes grabar todo lo que puedas. Todo, si me entiendes. - Ahmm… - seguía Campbell, sin tener muchas ganas de oír el resto. ¿De verdad estaba siendo usado por sus amigos, y sus compañeros de clase, todo a la vez? - Muy bien, te lo explico – dijo Jim, con tono cansado – solo vas, prendes la cámara, y si vez algo vergonzoso, o algo que pueda, en resumen, y con palabras modestas, arruinar la vida escolar y social de alguien, lo grabas, y listo. Fácil, tendríamos con qué morder a quién quiera buscárselas con nosotros. - ¡Si, amigo! – decía George en el fondo, aunque no estaba seguro si era por el video juego, que había prendido de nuevo, o por la idea de Jim. - Jim, no puedo, yo… - decía Campbell - John, vamos – dijo Jim – ¡te están usando! Es obvio, y tú lo sabes, y no necesitas que yo te lo diga… - Jim… - dijo Campbell - Sabes que tienes el poder de que eso no pase más. De que te dejen en paz. De que no nos pueden dañar más… - Oh, por el amor de… - comenzó Campbell, cansado
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- ¿Lo harás, John? – dijo Jim - ¿Lo harás? Campbell solo escuchaba a Jim al fondo, mientras sus palabras se ahogaban en la siguiente canción en su auricular. And they all want to love the cause ‘Cause they all need to be the cause They all want to f*ck the cause
Mirando por la ventana, veía como su calle cerrada se perdía, y comenzaban a verse las residencias de la ciudad. Comenzó a filmar este paisaje de concreto, con sus luces, sus estructuras, sus personajes activos y vivos siempre de noche. Veía como los autobuses se detenían, llevaban y traían a sus pasajeros, y seguían su rumbo con música y libertad dentro de ellos. Este autobús no iba hacia donde aquellas almas vivas deambulaban. Seguía derecho y fuera de nuevo de la ciudad y de regreso. Aquí, en la estación principal de la ciudad, se quedó el muchacho que estaba dormido en la ventana. Entraron a su vez una pareja de fiesteros, que tuvieron mucho que celebrar esa noche, él con la corbata desatada y la camisa mal abrochada, y ella con una peluca tan colorida como sus mejillas. Detrás de ellos, venía un hombre muy mayor con bastón, dentadura postiza que se caía cada vez que hablaba, y una actitud de mil fuegos. Se quejaba del sonido, de las luces, de la vida de la ciudad, mientras se sentaba lo más lejos de la pareja. Se sentó justo al lado de Campbell, mientras le replicaba que debería cortarse el cabello lo más corto posible, hasta que no crezca más, y se fue de nuevo hacia el frente, cerca del conductor. Campbell no podía aguantar mucho la risa, así que decidió seguir viendo por la ventana, filmando, mientras salían del mar de luces y música de fiesta. El viejo había dejado en su asiento a su lado un periódico, o lo que quedaba de él. Solo titulares y algo de noticias, y el horóscopo detrás de él, nada más. Igual lo tomó, al menos para entretenerse un rato, mientras pasaba el tiempo en el autobús. Los titulares eran lo mismo de siempre, nada fuera de lo usual, el alcalde reelecto de nuevo, la policía demandando nuevos fondos, cambios de algunos edificios en el pueblo, entre estos la vieja fuente de sodas, y nuevos casos de gripes entre las personas. Mientras escuchaba música por el audífono izquierdo, escuchaba las noticias en el radio dañado y falto de buena señal del autobús. Apenas si se captaba algo de información entre los zumbidos y la estática que producía. Distraído por la música, y el paisaje carnavalesco fuera de la ventana, solo pudo tomar palabras al vuelo. Palabras como ‘atención’ y ‘precaución’, frases como ‘no salir ni abrir puertas ni ventanas en sus casas’. Estática y estática, y luego un simple ‘cuidado’. Trató por un momento de pensar en esto, como si todo lo que estaba frente a él, el bus, la música, la ciudad, alejándose, se iban todos, y solo quedaba él y las palabras entre los zumbidos. Por un momento, pensó en su madre, en como salió sin que ella supiera, en qué pensaría ella, en qué sentiría ella si a él… Campbell sintió otra vez esa paranoia, un apretón por encima de su estómago, hasta que apartó su mirada, de nuevo hacia la ventana, pensando que nada había pasado y nada pasará. Esa sería una noche que nunca sería olvidada, se recordaba. - ¡Te dije ya que apagues esa cámara, o te bajas aquí mismo, niño! – gritó el conductor, voltéandose de golpe
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Eran ya las diez y tres de la noche, cuando por fin habían llegado a la parada fuera de la ciudad. Todos los pasajeros ya se habían ido, y solo quedaba Campbell viendo como el campo se desplegaba, y las casas comenzaban a perderse en el fondo, hasta que la última nota de la música fiestera no dejaba ni un eco. La parada del campo era mucho más solitaria que la de su casa, y sin nada de civilización a la vista. Ni un perro se veía. Solo podía ver luces a lo lejos, luces fantasmales, que solo eran linternas de camino, guiando el camino para caminantes y conductores nocturnos. Según recordaba lo que le había dicho Trevor, en clases, era caminando derecho al camino, luego pasando una barda, y una cabaña, luego por entre los árboles de un pequeño bosque, hasta llegar a la casa de campo en una colina en un claro. Comenzó a caminar, por el camino, cuando se le ocurrió revisar bien la dirección, que tenía anotada en un papel de cuaderno. Esta vez sí estaba seguro: primero era pasando por el bosque que tenía frente a él, fuera del camino, salir, y luego encontrar el camino. Pasó los árboles gigantescos, que tapaban la luz de la luna casi por completo, mientras sacaba su linterna. Apuntaba a todos lados, en todos los troncos huecos, viendo como las ramas se acercaban y trataban de agarrarlo con sus dedos largos y deformes. Campbell se recordaba de los trucos de la películas clásicas,los árboles vivos que lo perseguían y lo querían atrapar, “rostros” en los troncos, un bosque malévolo. Siguió grabando con la cámara, notando que ésta seguía grabando desde el autobús, solo bajándola lo suficiente como para que el conductor no la notara. Seguía ahora con un diálogo, con su voz de locutor de documental, siguiendo la narración con tomas y acercamientos, y haciendo creer que estaba dirigiendo una película barata de terror. Apuntaba hacia el cielo, cubierto de hojas y árboles, siempre tapando la luz. A veces tropezaba con las raíces sobresalientes, y aprovechaba a veces para hacer preguntas retóricas, ‘¿qué fue eso?’, ‘habría jurado que sentí que me agarraban los tobillos’, y cualquier otra frase que se le ocurría, para asustar a su “público”. A veces tapaba y movía el pequeño micrófono de la cámara, para que no se entendieran mucho sus palabras, haciendo pasar esto como interferencias y estática “sobrenatural”. Apagando su linterna, casi sentía lástima de que ya salía del montón de árboles tan pronto, y retomaba el camino hacia la cabaña. Hacía un fresco viento en el campo, mientras Campbell seguía su caminata. A través de su lente, podía ver como el camino seguía y seguía, solitario y extraño. Campbell recordó una película, que no le venía el título a la mente, donde había un camino muy similar a este, desierto y agobiante, sin un alma en kilómetros. En esa película, alguien era perseguido por un avión, que le disparaba constantemente, mientras el hombre gritaba y huía desesperado. Campbell se volteó instintivamente, sintiendo como las balas de un avión que no estaba ahí lo perseguían a cada paso. Es el instinto que tenemos todos, cuando estamos solos, o cuando estamos acompañados, donde sentimos que somos perseguidos y que algo nos atrapará en cualquier momento. Luego de ver, leer, o haber oído algo de terror, suspenso, o cualquier otra cosa, sea real o de ficción, tenemos ese sentido que nos dice, detrás de nuestros ojos, a nuestras espaldas, atravesando el muro de nuestro espacio, algo nos puede agarrar y jalar hacia nuestra perdición. Campbell seguía filmando, grabando todo lo que veía, que no era mucho más allá que lo que esperaba. Era un campo abierto, lleno de trigales, bardas, manzanales por aquí y por allá. Un desierto de maleza de un color sepia, oscurecido tenuemente por la noche, con algunos manchones verdes por aquí y por allá, bosques separados uno del otro. Esperaba una o dos vacas, pero ni una a la vista. Esperaba un grupo de gansos o patos pasando por el camino, frente a algún letrero que tuviera un dibujo de ellos. Esperaba al menos un caballo, solitario, mirando la luna, esperando a su jinete. En su lugar, veía como un toro y un gorila venían con un montón de chicas, a lo lejos, gritando y aullando a la luna, entre clink clinks de botellas entrechocando. Campbell pensó un momento en irse por otro camino, y evitar encontrárselos… pero era mejor ir con ellos que andar al menos solo 3 kilómetros y a pie. - ¡Campbell! – gritaron los dos gorilones; eran Patrick y Frank, llevando sus chaquetas deportivas, amigos y compañeros de juego de Trevor - ¿Cómo está todo esta noche, amigazo? - Ahmmm… - comenzó a decir Campbell
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- ¿Qué hace por aquí Campbell, cielo? – dijo una de las chicas, rubia, con camisa hasta el ombligo, quien comenzó a mirar despectivamente al chico - Karen, baby, está invitado a la fiesta – contestó Patrick - ¿Qué?! – lanzó un alarido una de las chicas que estaba al lado de Karen. Era una alta, morena, con suéter, con ojos que no podían ver más allá del mareo de quizá unas dos o tres botellas de cerveza - ¿Qué… qué hace… steaqu… aquí…? La saliva, mezclada con cerveza y maquillaje, se corría a través de sus sonrojadas mejillas morenas. La chica no podía mirar bien, y sus ojos lanzaban miradas perdidas. Lanzó un par de arcadas, antes de taparse la boca. Solo salieron un par de brotes de espuma a través de sus dedos. - ¡Oh, Katrina! – dijo otra de las chicas, una pelirroja alta, mientras tomaba a Katrina y le levantaba el cabello oscuro - ¿Por qué tuviste que ser tan descuidada? Denme espacio, la voy ayuda a llevar a la casa… - Te acompañamos – dijo otra de las chicas, una de cabello corto rubio, seguida por otra chica asiática, de cabello recogido - Campbell… - comentó Frank – ¿estás… grabando esto? - Yo, yo… - comentó Campbell. ¿Por qué no podía responder a una simple pregunta, sin terminar balbuceando? - ¡Campbell, coño! – se le acercó Patrick - ¡tienes que guardar batería y memoria para esta noche! - Pensaba… yo, pen-- - dijo Campbell, bajando la cámara, sin apagarla aún - Pat, tranquilo, hermano, ya – dijo Frank al otro gorila
- ¡Y una mierda! – dijo Patrick - Toma, otra cerveza, hermano, ya pasó – dijo Frank, dándole otra botella, sin notar que Patrick tenía ya una en la mano. De igual forma la tomó. Luego de un gran trago, Patrick comenzó a mirar hacia el suelo, y luego al cielo, mientras resoplaba y aspiraba, cerrando los ojos. Campbell podía jurar que oía al gigante contar números en murmullos, mientras cerraba los ojos con fuerza. Problemas de ira, jugaba en el equipo de fútbol de la secundaria, borracho hasta las cejas… Imposible.
Campbell colocó la cámara bajó su axila, sosteniéndola bien, siempre virando de vez en cuando, para seguir filmando mientras caminaban hacia la casa de campo. Patrick y Frank comenzaron a hablar de cuál chica sería mejor para el último. Frank se asqueó con solo pensar en la boca de Katrina. Y Campbell también. Y su futuro público, pensó Campbell, viendo la cámara. El camino hacia la casa era divergente y rocoso, lleno de parches de pasto y yerba aquí y allá. Una que otra rata se movía en la maleza, pero nadie las notaba, siempre iban y se ocultaban detrás de alguna valla y luego se perdían. A pesar de estar en compañía, Campbell se sentía solo, mucho más que en la parada del autobús, o en el autobús mismo. Su mente fue donde sus amigos, Jim y George. ¿Qué estarían haciendo en ese momento? ¿Habrían ido a ver la película? ¿Quizá se quedaron, invitaron a algunas personas, y jugaron en las consolas? Sus pies se querían detener, querían regresar, aunque sea caminando, a la ciudad, a su casa, regresar a su computadora, regresar a su tranquila usual noche normal. Se preguntaba una, y otra, y mil veces, en diferentes idiomas, entendibles e incomprensibles en esta u otra galaxia, por qué, por qué, por qué había terminado yendo una hora en autobús, atravesando la ciudad, para terminar caminando, por un campo tan vacío como su estómago, en compañía de… - Burp – eructó Patrick - ¡Patrick, por el amor del cielo, estás frente a mis amigas! – dijo Karen, pero vio a su alrededor, y recordó que las otras chicas se habían ido a ayudar a una de ellas, Katrina. - Baby, ¿de qué hablas? – dijo Patrick, entre risas - ¿saben? Mi nena me supera en eso. ¡Oh, si, denle un par de tacos y una gaseosa grande, y…! - ¡Coño! – dijo Karen, mientras le agarraba fuerte el brazo al borracho, con una fuerza que hizo que él se arrepintiera. Un leve ronroneo de un motor se acercaba frente a ellos, mientras entre un montón de nubes polvorientas, una camioneta, de esas oxidadas y ruidosas, que llevaban paja y montones de tanques llenos de leche o agua, se les acercaba poco a poco. El grupo se detuvo un momento, mientras Frank paraba la camioneta, y le pedía direcciones al conductor, un granjero de overol y gorra, de frente sudorosa y mirada triste. - … a llamada de la secretaria de justicia, pidiendo que los oyentes a esta noticia se mantengan tranquilos y en sus hogabzzzztz bzzzttztz... aún no se sabe por completo lo que ell… bzztz bztztztz… e sanidad pueda proponer, pero ciertas
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medidas preventivas, tales como cortar el agua hasta nuevo avibzzzzzttzzz bzzzzzztztzzz bzzzzzttzzz… El granjero le bajó casi por completo el volumen al radio, mientras le indicaba a Frank el camino más cercano, otro que se dirigía a un pueblo de a unos 10 km, y otro para devolverse. Campbell trataba de escuchar lo que decía el radio. Podría jurar que serían coincidencias (estaba seguro de que no lo era), pero la noticia que se escuchaba en la radio del autobús estaba relacionado a esto. Campbell desistió, y se alejó un poco de los otros, viendo las luces del campo. Una por una se iban apagando. Luces que venían de granjas tan lejanas que ni se veían, o linternas de granjeros que se iban, quién sabe. Eran luces que atravesaban la oscuridad, pequeñas luciérnagas que seguían estáticas y morían. Filmaba todo el solitario paisaje, como un cuadro que se movía lentamente Campbell decidió ahorrar cinta para luego. Este camino sería lo suficientemente largo y tedioso como para grabarlo por completo, y si algo interesante pasaba más tarde, quería tener la cinta suficiente para eso, y no en… - Burp - ¡Baby, ya para! Con un leve pitido, la cámara indicó que pasaron ya 20 minutos de grabación, mientras el pequeño grupo comenzaba a llegar a la cabaña por un camino rocoso y claro a través de los árboles. Campbell seguía al grupo de cerca, mientras detrás de él estaba Patrick, aún borracho luego de 3 cervezas más, comenzaba a balbucear solo acerca de cómo estaría de buena la fiesta, sobre si necesitaba otra cerveza, y una cama. Frank aún seguía lúcido, aún después de un par de botellas, igual que Karen, quien decidió alejarse de Patrick lo más posible; comenzó como una pequeña pelea entre ellos, entre cosas insignificantes, como la hora a la que la fue a buscar, que si trabajos, dinero, y otras cosas, y terminó en una gran cachetada y un severo caso de hombro frío para el mareado de Patrick, mientras ella se iba al frente del grupo. Ninguna señal de las otras chicas, las cuales de seguro se quedaron en la cabaña, ya que habían llegado allá. No se veía ningún edificio o casa, excepto una vieja cabaña casi destruida, de la cual solo quedaban poco más que dos o tres paredes y parte de la puerta. Campbell juró escuchar un caballo proviniendo de la cabaña, pero eran solo cosas suyas. Miraba el reloj, ya casi eran las diez y cuarenta y ocho, y aún seguían buscando la cabaña. - Está cerca de un pequeño río que pasa por aqui – comenzó a decir Frank, para cortar la atención en los, quizá aún, novios – ahí se encuentran también un par de molinos, y cerca hay otras cabañas grandes, de otras familias, y… - Riachuelo – cortó Karen - ¿Qué? – dijo Frank - Riachuelo, es un riachuelo – siguió Karen. Su mirada estaba perdida en la tierra que veía mientras caminaba – no es un río pequeño. Es un riachuelo. - ¿Qué diferencia hay en…? - Un riachuelo no es tan fuerte como un río, entonces el río… - Ya, ya, basta, ¿por qué estamos hablando de esto? - Tú empezaste por— - Tú empezaste con lo de río-riachuelo, así que… - ¡Seeed! – se oyó un grito atrás del grupo. Campbell giró, esperando no abrir más sus ojos, luego de ver… pero solo era Patrick. Siendo él mismo – Tanta… tanta sed… - ¡Ay, por el amor a…! – dijo Karen, parando al grupo por un momento – ¡compórtate como un adulto! No tenemos ni veinte minutos caminando, solo… solo aguanta, no queda nada hasta la cabaña. - Tanta sed… - seguía Patrick, con una voz que solo un mundo podría tener. Patrick solo exageraba, y mientras estaba del todo ido por la bebida, tenía sed, pero actuaba como si le faltaba aire, solo porque si. - No queda nada de agua, ni cerveza, obviamente – decía Frank, mientras retomaba el paso, y los demás lo seguían – te aguantas hasta que lleguemos a la cabaña porque sí, hermano, entonces deja de llorar. - Se… sed… - seguía Patrick, esta vez, de lo más fingido y payaso posible. Un loco corriendo entre los árboles, babeando como un perro loco, enfermo de matar y de atrapar a sus víctimas, con una máscara, y una hacha, o un machete. Campbell solo podía esperar eso, o algo peor, entre tantos árboles tapando la luna, iluminando apenas el camino. Sacó su linterna y apuntaba a los lugares donde las ramas eran brazos que querían atraparlo,
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y donde los troncos eran máscaras de asesinos, riéndose y babeando por sangre y vida ajena. Una parte de su mente, la parte sana e intacta, que la ficción no había tocado aún, pensaba que esto no estaba pasando, que solo era una cabaña entre los bosques y ya, nada más ni nada menos. La otra parte de su mente, la que lo llevaba a escaparse de la realidad y a estos pensamientos, quería ver un filo, un brillo fantasmal entre los troncos de los árboles, y ver qué sucedería con el resto del reparto. ¿Llegarían a la cabaña? ¿Sobrevivirían al asesino del bosque? ¿Habría una terrible y ambiciosa secuela? Se comenzó a escuchar un sonido profundo, que apagaba todos los demás ruidos del bosque. Mientras iban avanzando más y más, aquel sonido se hacía más y más profundo, y más y más fuerte y agobiante. - ¡Escuchen, escuchen eso! – gritó Frank, con una sonrisa y alivio - ¡ya llegamos, por fin, puta madre, ya llegamos! ¡Escuchen esa fiesta, como retumba! Ohhh… Las luces de la fiesta se veían a través de las hojas y ramas, y si hubiera un asesino entre el bosque, ya estuviera ciego por éstas, y sordo por la música. Mientras más se iban a acercando, un techno se escuchaba por debajo del bajo que las cornetas desplegaban. Apartando las molestas ramas, salían del bosque como animalejos inocentes, viendo qué era todo ese alboroto. Un grito de gorila y una chica correteando frente a ellos les indicó que habían llegado a casa. La cabaña podría llamarse solo así de nombre, pensaba Campbell. Era enorme, de tres pisos, con al menos dos techos, de un pórtico de tamaño considerable sobrepasando los topes de algunos de los árboles. Al frente, un grupo de autos se amontonaban como podían. A lo lejos se veía una pequeña casa, quizá el garaje donde los padres de Lori le dejaban estacionar el auto que le compraron el año pasado. Cómo no podía haberla visto antes, se preguntaba. Quizá los enormes árboles le tapaban la vista, y apenas si podían ver entre las ramas las luces de las estrellas y la luna. Quizá porque no estaba buscando la cabaña. Quizá porque en realidad no estaba buscando más que la salida de ahí. Quería volver a su casa, a su cuarto, a su poster y su computadora, o incluso simplemente haber dicho “sí”, olvidar que había una fiesta, e irse con sus amigos a ver de nuevo el The Lord of The Rings, quizá, seguramente recibir unos cuantos golpes en los costados el lunes siguiente, y olvidar, olvidar, olvidar y seguir con la vida normal. ¿En realidad era necesario que estuviera él ahí? Lo dudaba, y la verdad es que a cada paso que daba hacia la cabaña, quería dar dos hacia el lado contrario. Algo en un rincón de su cerebro le decía varias veces que no era necesario ahí, y que no debería estar ahí. Podía decir que se sentía mal del estómago, y regresar a su casa en el autobús, si es que pasaba, y si no, en algún auto que pudiera pedir por la carretera… pero se recordaba que a fin de cuentas, no importa cuántas películas de terror, o cuantos libros de terror y misterio, o cuántas veces haya visto los seriales viejos de terror… la realidad era otra. Estaba asustado de que, si no es en la cabaña, que podía estar completamente seguro, era afuera, donde sus recuerdos de asesinos con máscaras y machetes y garras y sangre en los dientes podrían hacerse realidad. De todo hay en este mundo, pensaba. De todo. Hasta yo.
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- ¡Chicoooos! ¡Por fin! – los recibió Lori en el pórtico, llevando un vestido largo, sumamente caro, cuidado, todo de satín, y tacones altos que la hacían parecer tan alta como las demás chicas (en realidad era más baja que Campbell, algo con lo que siempre la molestaban en los pasillos) y un peinado de cabellos pintados casi rubios, largo de extensiones. Detrás de ella, como salido de una película de John Hughes, con mirada renuente y desafiante, vistiendo una camisa demasiado pequeña para él bajo su chaqueta deportiva, se encontraba Trevor. Más alto que sus hermanos de fútbol americano, casi se golpeaba con el dintel de la puerta. Sosteniendo la cintura de Lori con una mano, miraba a Campbell, y Campbell sabía de qué era esa mirada. Ahora si podía decir que no le temía a ningún asesino con máscara y machete. Trevor era el matón personal de Campbell y sus compañeros. Era en especial con Campbell con quien practicaba antes de sus partidos de fútbol. Desde primaria y desde que se conocen, Campbell ayudaba a Trevor en lo que necesitaba, y era obligado. Sus amigos siempre le decían que dejara esto y aquello, que dejara de estar siempre bajo el látigo del grandulón. Imposible, pensaba y se repetía Campbell, si me desato, me buscara como un gorila y me despedazará. Eran chicos de secundaria, es verdad, pero eso no era suficiente lógica para cambiarlo. Tomó una cerveza que alguien le puso en la mano, y entró en la locura. O, por lo menos, lo que pensó él que era una locura. La sala de la cabaña era enorme, con muebles por todos lados, desde alacenas, sofás, sillas y sillones, un par de escaleras, una que daba hacia el sótano, donde no había una sola luz, y otra hacia el segundo piso, por supuesto. Separada por una pequeña pared, daba hacia la cocina y todos sus utensilios. A pesar de lo que Campbell se imaginaba de cómo sería una fiesta, era en realidad algo pasivo y tranquilo. Un par de amigos de Trevor en un sofá de la sala (‘Slasher’ Adams y alguien cuyo nombre no se acordaba por el momento), un par de chicas hablando en una esquina, otros tres chicos en la cocina y abriendo otras cervezas, y por ahora ellos nada más, sin contar a Frank y Patrick que entraban y agarraban sus botellas y un plato de nachos de la mesa. Todo estaba tranquilo y calmado. Por ahora, se decía Campbell, quién sabe quién más vendrá. Campbell sintió un jalón desde el cuello de la camisa, y se devolvió. Trevor lo llevó a hablar afuera de la casa, mientras Lori hablaba con Karen, y atendía a los invitados (aburridos, por los momentos, cambiaron de música en la radio gigantesca de la sala. Casi de inmediato, se escuchó otra clase de bajos desde las enormes cornetas.) - Campbell – dijo Trevor, tomándolo de los hombres y bajando su cabeza para estar a la altura de su pobre víctima – por fin. ¡Pensé que no vendrías! Pero no, ¡no! No eres un cobarde, después de todo. - Je – dijo Campbell, tratando de esbozar una sonrisa – mira, Trevor, yo… yo… no creo realmente deberíamos… - ¿Qué? ¿De qué hablas, Campbell? No seas sonso, hermano. Amigo… ¡ella accederá a todo, todo, lo que le diga! Solo deja que pase la noche, ella ni se dará cuenta, y BAM… allí estarás tú, y tu amiga cámara, ¿eh? - Pero… - No quiero oírlo, Campbell. No… ya sabes. Cuando te llame, estarás ahí, listo – dijo Trevor, como si estuviera hablando de un negocio importante y clandestino. Luego, terminó con una sonrisa, cual si fuera un padre hablándole a un hijo en un parque – por ahora, ve y haz lo que quieras. ¡Aún es temprano, y no ha venido casi nadie! Ve, termínate esa botella, si no me la terminaré yo, y búscate otra, baila, come, liga con una chica, ¡ve, ve!
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Get this party started on a saturday night Everybody’s waitin’ for me to arrive Sendin’ out the message to all of my friends We’ll be lookin’ flashy in my mercedes benz I got lotsa style, got my gold diamond rings I can go for miles if you know what I mean Se escuchaba la música desde la sala, mientras Campbell regresaba con los pies pesados. ¿Qué haría por ahora? Quizá iría a comer algunos nachos y otras cosas del bol, y echarse en un sofá, no bailar (no era buen bailarín, y nunca le interesó bailar), quizá ponerse los audífonos, y si tiene suerte, dormir y que no lo molesten o le hagan alguna broma pesada. Tomó unos sorbos de la botella, y fue a buscar el bol. Bajando las escaleras, venían las amigas de Lori, junto con Katrina. Karen y Lori fueron directo a ayudarla. La pobre niña aún estaba mal aún, desorientada, y trataba de hablar pero no podía. Lori comenzó a gritarles que cómo era posible que la haya bajado así, si ella aún se sentía mal y se veía peor, y esto y lo otro. Mientras una de las chicas iba a buscar algo de agua, las otras iban subiendo con cuidado a Katrina, y un par de los amigos de Trevor se ofrecieron para ayudar. Lori iba subiendo igual, mientras gritaba un nombre que Campbell no pudo escuchar bien, Naría o María, algo parecido. Comenzó a filmar los alrededores de la sala, buscando algo interesante que apareciera en el video final, mientras se tomaba su segunda botella. La fiesta seguía igual de tranquila, todos hablando con todos, conversaciones desde lo más simple hasta lo más idas de lugar. Campbell trataba de capturar lo más que podía cada uno de estos momentos. Capturaba cada momento, dándole vida a cada uno de sus “personajes” en su propia película, humanizándolos. Campbell comenzaba a pensar que quizá la noche no estaría mal después de todo. ¡Pues sí! Quizá revisando su cinta, en casa, tranquilo, a las 2 am, podría verla y reír por todo lo que pasó para llegar a una fiesta de entre personas que no conocía a fondo, entre gente que no sabía que existía hasta ahora. - ¡Campbell! – oyó tras de él, y se sobresaltó. De un salto, Patrick saltó hacia el sofá y cayó, haciendo que Campbell rebotara. – Por fin entre los mortales, ¿eh? ¿Ya dejaste a tu grupito de matados? - Yo… - comenzó a balbucear Campbell - Te diré, hermano – comenzó Patrick, mientras le ponía un brazo encima. Campbell podía olerle el hedor a cerveza que despedía aturdía. Patrick apenas si podía poner los ojos totalmente quietos para hablar. – aquí, aquí, es aquí que en… encontrarás una buena. Una chica buena, de verdad. Solo, solo tómate, tómate otra, y sal y lígate una, y, y… - Patrick, de verdad, gracias, pero yo… - ¡No seas mierda, hermano! Mira, mira, te, te hemos ligado con Katrina, ¿eh? Qué, ¿qué te parece? – dijo Patrick, y a Campbell se le revolvió el estómago. Frank comenzó a cambiar de nuevo la canción, mientras bailaba en el medio de la sala. Trataba de animar las cosas, y sacó a una de las chicas a bailar, una de las amigas de Karen, la asiática de cabello recogido. Era linda, pensaba Campbell, hasta que vio como ella, con una actitud de diva y autosuficiente, rechazaba a Frank de forma cruenta, y se iba a otro lado. Frank la siguió hasta el piso de arriba, mientras las otras chicas, sin Katrina, seguían hablando. Según agarró Campbell, la habían dejado dormir en una habitación, ya que se sentía mal por algún incidente y andaba en una serie de borrachera desde la mañana.
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Un tiempo después, seguían llegando invitados. Chicos y chicas que Campbell no había visto antes en los pasillos o casilleros, ni menos en los salones. Algunos con lentes oscuros (aunque ya eran más de las 11 pm), otros con camisas llamativas de logos y marcas famosas y no famosas. Un pequeño grupo llevaba la chaqueta del equipo de fútbol. Imposible, pensó Campbell, quería grabar algo que no pareciera una película de los 80, y aquí están ellos, en toda su gloria. Ahora sí comenzaba a parecer una fiesta de esas que él imaginaba. Solo tomaba tiempo y las personas indicadas para subir el espíritu. Filmaba a todos, sus saludos, mientras comían, sus gritos, sus risas. Muchos de ellos le sonreían a la cámara, o ponían caras, algunos pocos apartaban su mirada, o incluso hacían como que no la notaran. ¿Se preguntarán qué hago aquí?, pensaba Campbell. No se notaba a través del lente, o quizá si, costaba verlo con los propios ojos, pero cada una de esas personas estaba feliz en ese lugar, pudieran recordarlo o no. Campbell se sintió contagiado por algo de esa felicidad. Una felicidad ajena, y nada que ver con él, pero una felicidad en sí. Nadie es igual, todos somos diferentes, y aún así, todos nos tomamos el tiempo de tratar de estar todos juntos en un solo lugar, y olvidar que el mundo está dividido, pensaba Campbell, mientras bajaba la cámara una vez más. Palabras y pensamientos muy profundos para alguien de 16 pequeños años sin experiencia en nada, pensaba luego, con una sonrisa burlona para sí mismo. I know I may be young, but I’ve got feelings too. And I need to do what I feel like doing. So let me go and just listen. - ¡Esta fiesta está de locos, hermano! ¡Woooo! - ¿Escuchaste a esa estúpida de Karen? ¡Le dijo a todos en clase que uso relleno en el sostén! ¿Qué edad se cree que tiene, 12? ¡Solo fue una vez, y ahora todo el mundo cree que vivo con relleno! Pff, como si Karen tuviera... - ¿Ves esto? ¿Lo ves? Directo de casa de mi padre. 15 años, puro. Solo para los amigos. Tienes cara de que no le dirás a nadie. No lo hagas, yo te diré, y te vienes con nosotros, ¿de acuerdo? - Si, man, yo hice de DJ en la fiesta de Gregory el año pasado. Buena fiesta. Mucha bebida, y chicas lindas. Ninguna se me acercó, claro, me imagino porque estaba siempre con la música, o porque soy una chica. Bah, niñas cuadradas. - ¿Escucharon lo del radio? Si, no sé qué pasa. Y la señal de los celulares no llega, ¿qué tan lejos estamos, de todas formas? Campbell grababa a todo quien quisiera estar presente, o hablarle a la cámara. Algunos no aceptaban, y otros conversaban con él mirando al lente. Cada quién decía lo que quería, o lo que pensaba. Incluso grabó un discurso político republicano de uno de los mayores de la fiesta. Interesante, aunque ya le parecía aburrido por el minuto 16, y seguía y seguía. Ya eran casi las 12, y Campbell sintió que tenía ya casi todo lo que necesitaba en la cinta, mientras seguía la música de la fiesta. Una película sobre lo real de los adolescentes. Nada de esas series reality, donde todo es falso, ni ninguna serie sobre adolescentes, donde todos aprenden. No, nada de eso ficticio. Esta vez tenía seguro que podía representarlos de forma natural y normal, sin guiones, sin múltiples cámaras, sin dinero que ayudara. Solo adolescentes viviendo su vida, y su noche. Por allá, un chico y una chica besándose, ella sentada encima de una mesa en la cocina. Por allá, otros chicos jugaban a ver quién podía tomarse diez cerveza de una sentada, terminando en el “ganador” desamyándose en la silla. Las chicas hablaban y paseaban de aquí allá, iban al baño juntas, subían y bajaban. Gente venía, iba, salía a seguir tomando o pasear o fumar, bailaban en la sala, se sentaban en el sofá, comían se servían un trago, otro más, un último, y otro. Algunos ya dormían, mientras otros aprovechaban para molestarlos. Una fiesta normal, común y corriente. Campbell veía como chicos y chicas en pareja subían y bajaban a los pisos. Él seguía en la sala en su sofá, tomando de una que otra botella, y comiendo y comiendo. Muchas veces fue al baño, y una vez se topó con un chico vomitando, y otra con una chica arreglándose, de la cual recibió el sermón de su vida, que lo dejó con la cara roja de la vergüenza. Decidió ponerse sus audífonos, quizá alguna canción que le relajara, y la música de la sala le comenzaba a hacer doler la cabeza. Le dio a play, y cayera lo que cayera.
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Twenty four years overdue, What kind of role model are you? Very least learn not to do, I think I might be over you. La música comenzaba a relajarlo hasta dormirlo poco a poco, y sus ojos se iban cerrando. Campbell se imaginaba en su cuarto, cansado de un día largo, durmiéndose poco a poco y olvidándolo todo y negando que hubiera luces, negando que estuviera en una sala, en un sofá, que aquel almohadón no era un almohadón, era su almohada, donde reposaba su cabeza y dejaba que su mente se fuera y volara. Algo le hizo salir de su pesado sopor y saltar del sofá. Se quitó un audífono, notando que nadie hablaba, solo un pequeño murmullo aquí y allá, y la música estaba completamente apagada. Miró sobre su hombro, y vio como un anciano comenzaba a gritarles a Trevor y sus amigos frente a la puerta de la cabaña. El anciano tenía venas hinchadas en su frente, y sus ojos casi se salían de sus cuencas. Subía su bastón de forma amenazante, casi dándole a Trevor en la cara, si no se hubiera apartado. Campbell notó de inmediato que el señor tenía una venda larga, ensangrentada, en su brazo izquierdo. Quizá se haya cortado trabajando, pensaba Campbell, o quizá lo mordió un perro, o un lobo, ¿un hombre lobo?, pensaba mientras se reía bajo para sí mismo. - ¡… y que sea la última vez que tengo que venir a decirles que bajen el volumen de esa mierda! – decía el anciano – se escucha hasta mi rancho, y mi mujer no puede dormir. ¡Tenemos que levantarnos temprano para trabajar, y ustedes siguen haciendo ruido como si nada, drogándose y subiéndole a esa mierda todo volumen! - Señor, nosotros no estábamos… - comenzó a decir Trevor. Ya se le notaba un mareo en la voz. - ¡Y aquí se respeta! – siguió el anciano, ahogando las palabras de Trevor - ¡será en el campo, en un desierto, en un establo, pero hay reglas! ¡O le bajan de una vez a esa mierda, o llamo a los jodidos policías y se los llevan a todos de aquí! - Señor, pero… - ¡Se los llevan a todos de esta mierda, dije! Y con esa última frase cortés, se fue con un portazo el anciano, dejando un eco en la sala. Todos se veían entre sí, algunos con caras pálidas, otros aguantándose una risa que no podían contener cuando hablaba el anciano, de esas que te pueden dejar mal en una reunión seria, un funeral o una boda o una reunión de una empresa con tu jefe que te detesta y espera a que hagas el menor sonido para echarte a patadas de la sala. Pasaron al menos dos minutos. Alguien prendió de nuevo el equipo de sonido, y todos comenzaron a moverse y hablar, como si hubieran salido de una congelación temporal, y así siguió la fiesta como si nada. Woman get busy, just shake that booty nonstop When the beat drop Just keep swinging it Get busy Trevor comenzó a hablar con Lori sobre el anciano, cosas sobre cómo anciano se atrevía a venir y esto y aquello. Lori apenas si lo escuchaba, mientras se tomaba un sorbo de su botella; ya se sentía muy mareada, y le decía que quería recostarse, y que mientras, ellos no hicieran ningún problema de nuevo. Trevor le prometía lo que quisiera, con una sonrisa suspicaz. Campbell ya sabía lo que se aproximaba, con desanimo, así que se fue al baño del piso de abajo, sin voltear miradas. Comenzó a pensar de cómo haría para evitar esto, mientras se echaba agua en la cara y buscaba una toalla. Abrió la puerta un poco, y sintió un jalón en el brazo, con la fuerza que solo el asistente del entrenador de fútbol podría tener. - Trevor, yo, yo – comenzó a decir Campbell, mientras era arrastrado - Lori se fue a recostar un momento, Campbell – decía Trevor, mientras lo llevaba a la puerta de la cabaña – mientras, esperaremos un momento afuera. Como te necesito luego, vendrás conmigo para que no te pierdas. No quieres que te pierda de vista, ¿eh Campbell? Cualquier cosa mala podría pasar si te pierdo de vista. Y trae tu cámara, para que no te la quiten. Justo después de esto, la necesitaremos. Ya la luna estaba en todo su esplendor, sin ninguna nube que le tapara su esplendor, con las estrellas resplandecientes, que no se ven en la ciudad a simple vista. Afuera de la cabaña, estaban Patrick y Frank, junto con otros dos amigos de Trevor. Cada uno llevaba una botella en la mano, y Patrick en especial llevaba un bate sobre el hombro.
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- ¿Qué haces, Pat? – dijo Trevor - ¿de dónde sacaste el bate? Campbell se acordó de las escenas de A Clockwork Orange, donde sus antiguos droogies atacaban a Alex hasta dejarlo medio muerto con bastones de policía. De solo recordarlo, le dolieron las entrañas. No sería raro que le pasara eso a él mismo, pensaba con temor. - Eseeeee viejo nnnnos molestó, Trev – dijo Patrick, con temblores de voz y una mirada que no enfocaba nada más allá de su nariz; estaba borracho hasta los talones – podeemooosss hacerlo pa pagar, pensaba yo, ¿eh? ¿Eh? - ¿De dónde sacaste el bate, Pat, dime? – repitió Trevor. Campbell veía como él no bromeaba. - Ahhhh es del, del papá de… de Lori – dijo Patrick, poniendo la punta del bate en el suelo, como un bastón – vamos, Trev, el vi viejo nos echó a perder la fiesta, vaaaaamos a la su suya. Frank negaba con la cabeza, mientras se mantenía detrás de Pat. Campbell veía que los otros no reaccionaban, solo estaban ahí siguiéndolos sin nada más que hacer. - Muy bien – dijo Trevor, luego de pensarlo un momento, titubeando – muy bien, vayamos a ver al viejo, por ahí debe estar. Vamos a arruinarle su fiesta. Patrick dejó salir un alarido callado y de poca emotividad, terminando con un sonoro eructo, y comenzó a caminar hacia los bosques, seguido por los demás. Frank comenzó a hablar con los otros dos, mientras Trevor empujaba a Campbell hacia el frente, terminando el grupo. - No puedo… no puedo creer que van a atacar a un anciano, a un simple viejo – dijo Campbell, no notando que lo había dicho en voz alta. - ¿Mm? – dijo Trevor, algo sorprendido de ver a Campbell decir más de una palabra seguida por balbuceos – oh, no vamos a hacerle nada al viejo. Patrick solo irá a desquitarse, y nosotros estaremos ahí para detenerlo si quiere algo más que solo asustar al anciano. No vamos a lastimar a nadie… quizá a romperle las ventanas de su camioneta o algo. Campbell los seguía, con los pies pesados. Primero no quería ir a la fiesta en la cabaña, y ahora menos querría ir a “vengarse” de un anciano. La tercera es la vencida, pensaba, a la tercera simplemente me negaré y me iré, o lo que sea. Pasaban por entre los árboles, buscando alguna luz donde indicara la localización del rancho, alguna lámpara o algún cártel de esos que ponen en las rejas y portones. Siguieron por un camino donde no había muchos árboles, y las ramas ya no tapaban la vista hacia el frente. Patrick se tambaleaba de vez en cuando, y una vez se cayó en un pequeño barranco, haciendo que Frank lo levantara, quizá con la esperanza de que volviera, pero Patrick simplemente seguía, como si nada, ahora con un pequeño tumbo que se le iba quitando con cada paso. Luego de un par de desvíos (mientras Patrick se ponía furioso, y bateaba con rabia un par de troncos), llegaron frente a una cerca alta, donde más allá estaba un rancho de una casa y un pequeño garaje, bajo un pequeño iluminado del pórtico. Más allá, estaba el gran establo, y luego un gran claro donde en el día las vacas se la pasaban pastando y paseando. - Okey, okey – dijo Patrick – ayuden ayúdenme a pasar la cerca, va vamos, vengan. Frank y uno de los otros chicos colocaron las manos cerca del suelo, y Patrick se
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las ingenió para ayudarse con ellos y pasar hacia el otro lado. Patrick los guió hasta donde estaba el portón de la cerca, y les abrió. Ya dentro, comenzaron a buscar si habría algún perro guardián cerca, pero no había ninguno por donde miraran. Sigilosos, iban yendo hacia el garaje, Patrick liderando al grupo. Campbell no perdía nada de esto, y filmaba cada segundo, sin perder detalle. Filmó el enorme rancho y todos sus parajes, y filmaba a los chicos subiendo hasta el garaje, y buscando cómo abrirlo. Vieron por un lado, encontrando una ventana abierta, y repitieron la misma operación, con Patrick volviendo a abriles camino. Dentro, un montón de bolsas de abono, herramientas en la pared, rastrillos, hachas, martillos, latas de pintura y de resina, unos cuantos tablones y cajas, y frente a ellos estaba la camioneta del señor, antigua y oxidada, llena de paja, tierra y lodo, con un vidrio retrovisor dañado y guindando. Patrick se inclinó hasta el capó de la camioneta, tratando de balancearse en su mareo. Campbell se alejó un poco de los demás grabando lo que podía, y viendo hacia el pórtico del rancho, esperando en cualquier momento que el granjero anciano saliera con una escopeta en mano. Mientras los muchachos veían qué hacer con la carcacha (aparte de, lo usual, partir los vidrios y dentar el capó con el bate), Campbell veía a través de una ventana iluminada del edificio, cerrada con cortinas. Se veían solo un par de sombras a través de ellas. Se oía poco lo que decían, y muy poco lo que hacían, pero parecía como si una de las sombras empujara a la otra. - Martha, por favor… - se oía apenas. Era la voz del granjero, casi irreconocible por la distancia, y porque esta vez era tranquila y normal – Martha… Rufus… pobre, pequeño Rufus… por qué… por qué…. que… ¿qué te pasa? ¿Por qué andas… andas… así? Así… Martha… por… por favor… quieta… no te quiero... no te quiero volver a encerrar en el cuarto, pero… tú… Martha… me… me mord… BAM. BAM. BAM. Patrick comenzó a darle al capó y al vidrio. Los demás solo lo veían, mientras él se divertía con la camioneta. Ahí iba el otro retrovisor. Luego, las ventanas laterales. El parachoques se cayó a los cuatro golpes. Ya el bate comenzaba a tener astillas, pero Patrick seguía, balbuceando y gritando. En ese momento, comenzaron a sonar gritos desde la ventana. No era el anciano, no, eran gritos de otra clase. No se escuchaban gritos normales. Parecían de animal, pero no eran ladridos de un perro, sino un grito vicioso y violento, que sonaba a un chillido de un animal salvaje. Las sombras de la ventana comenzaban a moverse, una de ellas se movía de aquí allá, como presa de una convulsión. Los chillidos y alaridos animalescos seguían, y el anciano comenzó a gritarle a alguien. - ¡Martha, no! ¡Tranquila, amor, tranquila! ¡No, no lo… no lo hagas! ¡Martha, suéltame! ¡Suéltame! ¡No! ¡Martha, no me hagas…! No me hagas… no me hagas usar esto… Martha… yo… te amo… Al momento, todos escucharon un débil click metálico, y comenzaron a correr, buscando la salida en la reja. A tan solo unos pasos de la salida, se oyó un disparo de la escopeta, y todos se echaron al suelo, y esperaron un momento. Ningún herido, al menos no a la vista. Los chillidos salvajes, que antes se escuchaban con gran claridad, habían parado. Se levantaron y siguieron corriendo, mientras oían a lo lejos desde los establos a las vacas mugir, despertadas por el tiro. Campbell seguía filmándolo todo, yendo de último mientras los demás pasaban y apartaban ramas y piedras mientras corrían. Campbell solo podía pensar que en cualquier momento algo le saltaría encima, y moriría ahí, moriría ahí mismo, ahí mismo entre los árboles, y que fuera lo que fuera, quizá o quizá no atraparía a los demás, fuera lo que fuera que haya lanzado ese alarido del infierno, estaba seguro, estaba seguro que moriría ahí, que este pensamiento que tenía sería el último, que este aliento lleno de tierra y sudor sería lo que se llevaría como sabor a la otra vida.
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Seguían el camino que habían recorrido, subiendo el pequeño barranco, y así hasta que, como si el diablo los persiguiera, llegaron al pórtico de la cabaña. Los demás los veían sorprendidos, pero siguieron con la fiesta. Campbell sudaba la gota gorda, con el latido del corazón en los oídos, mientras se recostaba en la pared fuera de la cabaña, limpiando la cámara y limpiándose él, mientras recuperaba aire. Patrick fue corriendo hacia el baño, desde donde se le oyó vomitar y eructar. Trevor estaba muy distraído aún, así que siguió de largo, preguntando dónde estaba Lori. Frank y los otros se quedaron hablando con los demás, contándoles lo ocurrido. Solo Campbell se encontraba solo, y aún así quería regresar y estar en compañía de los demás; no quería sentarse afuera de la cabaña, solo en la oscuridad, mirando hacia el bosque, esperando que alguien, o algo, lo atacara. Escuchando en sus oídos, en sus recuerdos, el chillido bestial, entró y se fue a buscar algo de agua. A little bit of weed mixed with some hard liquor Some vodka that’ll jump start my heart quicker Than a shock when I get shocked at the hospital By the doctor when I’m not co-operating When I’m rockin the table while he’s operating (hey!!) La fiesta seguía como si nada hubiera pasado. Patrick estaba en el baño aún, al parecer dormido y desmayado, y los demás, incluso Trevor, estaban ahí para ayudarlo, o por lo menos planear alguna broma hacia el pobre. Campbell solo pensó en ir a otro lugar, quizá escapar y ver si podía escapar de la vista de Trevor, aunque sabía que al final terminaría de nuevo siendo buscado y halado a cualquier lado, pero mientras, despistarlo sería una distracción entretenida. Pensó en quizá salir de la cabaña de nuevo, sentarse y escuchar música, quizá mandarles un mensaje de texto a sus amigos, a ver si habían salido del cine y se habían ido al arcade o algo. Pero aún seguía recordando y recordando el alarido en el rancho, y los eventos se volvieron a repetir una, y otra vez en su mente. Decidió ver el segundo piso, ya que nunca tuvo un tour de la casa ni nada parecido. Se colocó otra vez el audífono, y a ver que caía de música.
And find somewhere to go Go somewhere we’re needed Find somewhere to grow Grow somewhere we’re needed.
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Campbell se comenzaba a preguntar, con una sonrisa, si su aparato le estaba hablando, o solo se estaba burlando de él. Mientras él subía, un chico y una chica bajaron tomados de la mano. Campbell pasó por el balcón de las escaleras y llegó al pasillo. Todo estaba algo oscuro, ni una luz prendida excepto la de las escaleras que subían hacia el tercer piso al final del pasillo. Trató de abrir la primera puerta, pero estaba cerrada, y escuchó unos murmullos y risas calladas detrás de la ella. Sintiéndose incómodo, trató con una siguiente, y abrió con cuidado. Adentro estaban Lori y sus amigas, charlando y riéndose, sentadas en la cama, en la que estaba acostada Katrina, aún con su vestido algo manchado. Sin querer, Campbell se acercó mucho, e hizo rechinar la puerta. Antes de que pudieran verlo, cerró la puerta, y siguió rápido por el pasillo. Justo cuando iba a llegar hacia la luz del final del pasillo, se abrió una puerta, y algo súbitamente lo agarró de la mano, y lo encerró ahí. Campbell no sabía cómo reaccionar, pero cuando escuchó que las chicas habían salido al pasillo, y comenzaban a hablar entre sí con tonos de molestia, se sintió aliviado. - Te hubieran matado si te encontraban en el pasillo, espiándolas o algo – dijo una voz femenina en la oscuridad, que hizo que Campbell se sobresaltara - ¿Qué? Yo… yo no estaba… - comenzó a balbucear Campbell. ¿Acaso podría terminar alguna frase sin balbucear? - Pareciera que sí – seguía diciendo la voz, ahora desde otro lado del cuarto – ¡y con una cámara! Debería sacarte del cuarto y lanzarte a los leones. - ¿Quién… quién eres tú? – dijo Campbell. - ¿Yo? – comenzó a decir la voz, mientras se le escuchaba tomar un respiro – yo… soy la mayor pesadilla de esta fiesta. Soy quien dejó que comenzara, sin problemas, esperando a que todos se sientan felices y contentos, alegres de que están a salvo, pero que con un simple dedo, en un botón… puedo acabar con ella… soy… la hermana de Lori. Al segundo, se prendieron las luces en el cuarto. Campbell se había quedado ciego por un momento, pero entrecerrando los ojos, pudo notar que estaba en una habitación. Era pequeña, con una cama individual, un closet, un escritorio con lámpara montada y una computadora apagada. Había revistas, zapatos, papeles desordenados por todos lados, una camisa en la cama, y un cuadro algo surrealista adornando la pared al lado del closet. Una ventana se encontraba a la derecha del escritorio con la computadora, en cuyo alfeizar se sentaba una chica algo paliducha de cabellos castaño oscuros, algo cortos, hasta el cuello, y algo alborotados. Llevaba un suéter gris muy largo para ella, con unos jeans. - ¿Lori? – comenzó a decir Campbell, viendo el cuarto a su alrededor - No, soy su hermana – dijo la chica, bajándose de la ventana y sentándose en la cama – María. ¿Cómo la canción? Ya sabes, Maria, you’ve gotta see her, y eso, ¿sí? - Ahm… Blondie, ¿cierto? – dijo Campbell - ¡Si, exacto! – dijo Maria, con una sonrisa Se quedaron callados por un momento. Es este momento en el que debería decir “incómodo”, ¿o no?, pensaba Campbell. - Tu cámara – dijo María, en un tono calmado - ¿Ah? - Tu cámara – repitió María, señalando el bolso en el que sobresalía el lente de la cámara - ¿por qué, sino era para espiar, traes esa cámara a la fiesta? - Que, yo… - comenzó a explicar Campbell, tratando de guardar la calma – no, por… por nada, yo… - Pervertido – dijo María, mientras se acercaba y lo veía de forma más amenazante – era para espiar a las chicas, ¿verdad? ¿Verdad? - ¡No, claro que no! – dijo Campbell, irguiéndose y mirándola fijamente – simplemente es una, una tontería que Trevor quiere, eso es… eso es todo… - ¿El novio de mi hermana? – dijo María, pensativa – una cámara… El rostro de María empalideció más y miró sorprendida a Campbell. - Qué… ¿Qué?! – dijo María, dando un grito enorme - ¿Mi hermana?! ¿Su novio?! ¡Y tú! Tú estás en esto, ¡tú! ¿Cómo… cómo puedes contribuir a esto? - No… yo… - comenzó a decir Campbell, pero calló. Se escucharon pasos rápidos detrás de la puerta. María lo tomó de un brazo, y lo metió dentro del closet, encerrándolo. Campbell se quedó entre camisones, blusas y jeans, mientras veía por la pequeña rendija entre las puertas como Lori y una amiga entraban en la habitación. - ¿Estabas gritando? – preguntó Lori, mientras miraba por la habitación. - ¿Gritando? Obvio que no… - respondió María con un dejo.
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- ¿Por qué gritabas? – seguía preguntando Lori. - Era la computadora, Lor… - respondió María, sentándose en el escritorio. - Está apagada, María. ¿Había alguien aquí? ¿Quién estaba aquí? - ¡Nadie! Era la compu, Lor, ya vete - Siempre mentirosa, tú. Ridícula. - Estúpida, déjame tranquila. - ¿Quién estaba aquí? - ¡Dije que nadie! ¡Estaba viendo The Evil Dead, es todo! - ¿Esa no la vimos cuando eramos pequeñ…? - Si… si, es verdad – dijo María, poniendo un tono más fuerte - ¿recuerdas, Lor? ¿La escena del árbol? ¿Y la chica que…? - ¡Agh! ¡Cállate! – dijo Lori, mientras enviaba a su amiga al pasillo – te dejo con tus, tu sangre y tus, tus monstruos y mierda, lo que sea. Agh… Lori cerró la puerta fuerte tras de sí, haciendo tambalear uno de los cuadros del cuarto. María comenzó a reírse en el escritorio, hasta que no pudo más. Campbell, mientras, se acercó y creyó que ya podía salir sin problemas. - ¡Un… un momento! – dijo María, recuperando el aire - ¡Ya va! Aún no puedes salir de ahí. - ¿Qué? – dijo Campbell, viendo hacia el vacío frente a él; no podía ver a María, ya que el escritorio estaba muy a la esquina - ¿Por qué? ¡Vamos, tengo que salir! - ¿Tienes que salir? – dijo María, sin levantarse del escritorio. Campbell escuchaba un sonido de un ventilador; era la computadora prendiéndose – huh. No, no creo que tengas que salir. Si de verdad me dices que no estabas espiando a nadie, pero que en realidad ibas a filmar… ciertas… cosas… entonces, ¿qué derecho tengo a dejarte salir, eh? ¿Crees que dejaría que dañaras, que dañaran, a mi hermana de esa forma? Mientras decía esto, María se levantó y miró a Campbell por entre las puertas del closet. Campbell se sobresaltó, pero se calmó casi de inmediato, mientras veía sus ojos de color verdoso azulado, idénticos a los de Lori.
- Pues… ¿sí? – le replicó tranquilamente, esbozando casi una sonrisa - Pues… sí, de hecho sí, ¿por qué no? – dijo María, regresando al escritorio – pero no de esa forma. Aún así, ella me culparía, encontraría la forma de hacerlo, siempre lo hace… María se apartó de la puerta del closet, y Campbell volvía a ver el cuarto solamente. Hubo silencio por un momento. Se oyó una silla moverse, y un tecleo en una esquina, mientras Campbell escuchaba desconcertado. - Ahm… - comenzó a decir Campbell - ¿hola? Sin respuesta. - ¿Hola? – siguió Campbell – de acuerdo, ¿por qué estoy aún aquí? Campbell abrió las puertas de par en par y salió, sin mirar hacia el escritorio, tomando el pomo de la puerta de la habitación. - ¡Hey! – se oyó la voz de María desde el otro lado – pensé que no ibas a salir nunca del closet. Cuando Campbell volteó, vio que María tenía una enorme sonrisa. - Jaja, muy gracioso – dijo Campbell, irritado – okey, si ya te divertiste lo suficiente, me iré, regresaré a la fiesta y veré qué hare luego. Nos vemos, fue un placer y hasta luego. - ¡Espera! – dijo María, levantándose del escritorio – okey, ya sé… no le diré a mi hermana que estabas aquí, o que estabas espiándolas… - ¡No las espiaba! - Si… si… si me muestras que has grabado esta noche... ¿de acuerdo? ¿Te parece? Campbell la miró con ojos extrañados, dudando de si le mostraba los videos o no. En realidad no sería nada, simplemente
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le mostraría algo de lo que grabó, se iría y volvería a la fiesta, nada fuera de lo normal, se despediría de ella, y nada pasó. Lori no se enteraría, Trevor… conseguiría lo que quiere, y así de simple. Le dio la cámara y la colocó para que viera desde lo que había grabado hasta el momento. Por unos pequeños errores, colocó varias grabaciones que había hecho el año pasado, con sus amigos haciendo un pequeño grupo de teatro. Jim y George, sus amigos, habían quedado completamente avergonzados frente al público, mientras el público los veía machacar Rosencrantz & Guildenstern Are Dead. Campbell reconoció la voz de Sasha, que estaba entre el público. Recordaba que ella se sentó cerca de él, ya que sus amigas no habían venido, y los amigos de él estaban sufriendo las risas del público en el escenario. En ese momento le entró una nostalgia de verlos a todos. Quizá los llamaría después de la fiesta, o luego de salir de la habitación. Luego vería. Después de esto, venían cortes de él grabando a sus amigos jugando video juegos. - ¡Oh, cielos! – dijo María, riéndose – ¡son una bola de nerds! - Ahm, si, si, ja ja – dijo Campbell, nervioso – era una tarde que estábamos todos, y comencé a grabar como vencían varios juegos. Y luego, nos fuimos al centro comercial cerca, y… - Espera, creo que los reconozco… - dijo María, acercándose algo a la lente – ¿no son Price y Cushing, de la secundaria Lorre 101? - ¡Sí! Jim Cushing y George Price, están en el mismo salón conmigo. - Entonces, tú debes ser… Campbell, ¿no? - Pues… si – dijo Campbell, con algo de duda - ¿cómo sabes quién soy? - Bueno… aparte de ser uno de los tres nerds más grandes de la secundaria, son amigos de Sasha, que es amiga mía. - ¡Oh, enserio! ¡Guao, no lo sabía! - ¿Qué? ¿Qué Sasha tenga otras amigas? ¿O que yo tenga amigas? – pregunto María - No, no, solo decía… que no sabía que uds eran amigas – dijo Campbell, algo nervioso - Y… ¿cuál es tu nombre? – preguntó María, mientras seguía viendo por la lente. Ahora se veía la primera grabación que hizo Campbell sobre la noche, una grabación sobre su habitación, antes de que saliera y se fuera. – me gusta tu habitación, es toda geek, con posters y cosas. ¡Guao, cuantas películas! Deberías prestarme alguna, ja ja, pero enserio. - Ahm, soy John – dijo Campbell, mientras se sentaba en la cama de ella, y ella seguía viendo las grabaciones. Hubo un silencio por un momento, mientras ella seguía viendo y riéndose, pero con toda la atención que podía darle. Campbell veía el cuarto de ella. Tenía muchos libros, muchos de los cuales Campbell había leído o quería leer. Desde Rimbaud hasta Baudelaire, Wilde, Verne, Wells, Freud, Nietzche, Wool, Christie, incluso Stoker y Stevenson. Bajo el escritorio, tenía una estantería donde había un número de películas. Apenas si podía verlas, pero vio que tenía muchos títulos famosos, nuevos y viejos. Lang, Bergman, Welles, Burton, Jonze, y otros. - Buenos libros y películas – dijo Campbell, como si nada. - Gracias – dijo María. Seguía viendo y viendo, pero ya no se reía. Campbell sabía qué parte estaba viendo. – tengo algunos comics, pero son de mi papá, y algunos que me regalaron unos amigos. Están en una gaveta, quizá los saque ahorita. - Genial. - Pondré algo de música mientras, si no te importa – dijo María, buscando en sus archivos – ah, esta está bien. Quizá te guste, salió hace poco. See all those people on the ground Wasting time Try to hold it all inside But just for tonight - Todo se ve muy borroso – dijo María, mientras alejaba un poco el rostro de la lente – todo está también muy oscuro… De pronto, se oyó el terrible chillido que Campbell logró captar. En la cámara, el grito fue tan fuerte que logró poner algo de estática en la cámara por unos segundos. - El granjero West no estaba de buen humor, ¿verdad? – dijo María, tratando de esbozar una sonrisa, pero se le notaba algo de miedo en la comisura de la boca, un tic de esos inconfundibles – digo, dudo que los burdos de los amigos de Lori hayan podido hacerle daños irreparables a la camioneta, pero… - No, espera – dijo Campbell – creo… que los gritos no veían del viejo. Creo que venía de alguien, o algo, cerca de él. Mira, los gritos seguían sonando mientras él habla… - No escucho al viejo – dijo María – el grito es muy fuerte como
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para escuchar algo más. De todas formas, espero que esté bien. El viejo es un cascarrabias, pero es muy amable cuando está de bueno humor, y es amigo de mi papá. Han salido a pescar y todo por un lago cerca de aquí. Creo que hasta han ido de casería un par de veces, según mi mamá. - ¿Casería? - Pues mi papá tiene un arma, un revolver que le legó mi abuelo, de la guerra, y también un rifle, por allí. Según mi abuelo, él y el viejo West lucharon en la guerra juntos, pero no lo sé, el anciano West dice que no lo recuerda, y mi abuelo tampoco tiene la memoria, eh, muy bueno, así que, ¿quién sabe? - Bueno, ¿digamos que los dos no se recuerdan? Se rieron y se olvidaron de la cámara y lo que había filmado. Campbell miró por la ventana. El bosque formaba un mar oscuro, sobre el cuál se elevaban las nubes. - Y… ¿por qué no estás en la fiesta, con los demás? – preguntó Campbell. De una vez se dio cuenta de lo inoportuna de su pregunta - ¿Qué? – dijo María - ¿piensas que no fui invitada a la fiesta? - Bueno, yo… - No, no fui invitada – dijo María, tomando un tono serio, algo apagado – mi hermana me dijo específicamente que no me quería en la fiesta. Al menos, que no quería que hiciera algún alboroto que la avergonzara… mis padres la escucharon, y le dijeron que podía ir a la fiesta si quería… pero yo no quería, y ella tampoco quería que estuviera aquí… aún así… vine… y bueno… Campbell la observaba, mientras ella comenzaba a hablar sobre esto. Parecía algo que se estuviera guardando un largo tiempo. - Mi hermana y yo no nos llevamos nada bien – seguía María, con una sonrisa en su expresión triste – y no digo en el sentido de como algunos hermanos se llevan, sino de otra forma. Ella y yo siempre hemos estado separadas, desde pequeñas. Como ella no quería estar en el mismo salón que yo, decidió ir terrible en todas sus notas, y quedar en el salón en el que está contigo y los demás… - ¿Estás en un salón más adelantado que yo? – preguntó Campbell – con razón, no te reconocía, pensaba que no eras de la secundaria, pero si te he visto por los pasillos. - En fin… mi hermana siempre ha tratado de ocultar que somos algo. Por eso seguro no has escuchado nada de mí, ella nunca me menciona, y niega tener una hermana. Hasta se tiñó el cabello, de ese rubio horrible, para parecerse menos a mí… lo mismo hice yo, je, mi cabello es más claro – decía María, mientras se tomaba un mechón de su flequillo – mis padres realmente no saben cómo es ella, pero bueno… ¿qué puedo hacer? María se quedó callada por un momento. Campbell la veía. No sabía que decirle. No sabía por dónde comenzar. - Hey… - comenzó a decir Campbell, primero sin tener nada de confianza, y luego con un nuevo aire – no tienes que pensar en cómo ella te trata. Trata de vivir tu vida como tú quieres. Ella vive su vida, quizá bien, quizá mal, y créeme que por lo que he visto, no es tan alegre su vida con sus amigos y novio. Quizá haya otro mejor consejo, pero… bueno… es… es el mejor que se me ocurre ahora, de hace poco conocerte… y además, su cabello teñido se ve mal. ¡Se nota a leguas! María río de buena gana, con algunas lágrimas, que solían ser de tristeza. Se secó con la manga de su suéter, y sonrió. Era una sonrisa sincera y hermosa. - Lo que grabaste es… es… guao, realmente horrible. De verdad que… no puedo explicar cómo estos gritos… y… bueno… realmente… no sé qué decir… y lo del viejo también. Nunca lo había escuchado tan asustado... - Quizá lo mejor es esperar a ver qué sucede – dijo Campbell – el viejo quizá regrese para acá, y quiera decirnos para bajar la música de nuevo. - ¿Les dijo que bajara la música? – dijo María - ¡Ja! Típico. - Sí, bueno, ya veremos. Si regresa… - dijo Campbell – no, seguro regresará. - Y, ¿el disparo? – dijo María – ¿fue un disparo que él les…? - No, no, el disparo vino de la casa, pero no vi que el viejo saliera… - ¿No se encontraron con su perro? Ya sabes, un pastor alemán grande y algo fiero. Creo que lo llamaba… - ¿Rufus? - Si… oye, ¿cómo…? - Lo escuché decir algo sobre un Rufus, creo, no se escucha bien, pero… súbele el volumen algo. Miraron el video de nuevo. Esta vez, se podía escuchar más al anciano, pero María tuvo que apagar sus cornetas. La música y el bajo de la fiesta se podían escuchar y sentir débilmente a través de las paredes. Algunos de los libros se movían por las vibraciones que venían. - ¿Sabías que el anciano vive con su esposa? – dijo María. - Martha… - dijo Campbell, sin lugar a dudas - ¿crees que él…?
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- Estás loco. Llevan más de 30 años de casados. Viven discutiendo, pero son felices como están. Campbell tomó la cámara de nuevo, mientras repasaba las últimas escenas de lo que había grabado. Una larga toma del vacío oscuro entre los árboles. No se veía nada, más que la sombra de él mismo en el suelo del pórtico, y las estrellas y parte de la luna. La toma estaba estática, sin un movimiento, como una foto con sonido. Si no fuera por alguna que otra sombra que observó en la toma, una de alguno de los muchachos que salió a fumar, pensaba que la toma era solo una foto. Una foto de una penetrante oscuridad. Campbell subió la mirada. Se encontró con que María lo veía. Ella volteó la mirada, y se fijó en algo en la pantalla. Pero lentamente lo miraba de reojo. - Eres un buen chico – dijo María, mientras se sonrojaba un poco – pero no entiendo aún, ¿por qué dejas que Trevor te esté mangoneando como si fueras un títere? Si te está obligando a algo que no quieres, no deberías dejarte. - Bueno… - dijo Campbell, sabiendo que tenía razón – Trevor suele hacer eso con muchas personas. Lo hacía con mis amigos, pero ellos decidieron alejarse de él lo más posible, huyendo de él y evitándolo. Simplemente me escogió como su chico de recados y lo que sea… y… estoy realmente cansado… de hacer lo que quiere… de siempre terminar en el suelo con un puñetazo en el estómago si no hago lo que dice… - ¿Entonces? – dijo María – creo que ya no hay nada más que decir, ¿eh? Si eres más fuerte que el novio de mi hermana, tienes que demos… - ¡CAMPBELL! – se oyó un grito detrás de la puerta, desde el pasillo. Campbell miró la puerta, esperando algún tornado que gritara su nombre entrar y lanzarlo por la ventana. Se oyeron como se abrían pestillos y puertas, y voces de otros chicos. - ¡CAMPBELL! – volvieron a repetir. La voz era inconfundible, a pesar de que unas cuantas botellas de cerveza la estaban ahogando ya. La puerta se abrió con tal rapidez que volaron algunas hojas que estaban en la cama de María. Sosteniéndola, como un ciego de un bastón, Trevor casi se abalanzaba desde la entrada hasta Campbell. Se detuvo al ver a María, que lo miraba con miedo. - ¿Qué, qué demonios se supone que haces aquí?! – preguntó María, levantándose de la silla, tratando de colocar una expresión de imponencia. - ¡Campbell, te estaba buscando, mierda! – dijo Trevor. Sus amigos se habían quedado en el pasillo, tratando de ver hacia adentro – María, esto no tiene que ver contigo. Campbell tiene cosas qué hacer, si me permites… - ¡Sabes que no puedes entrar en mi habitación sin tocar, Trevor! – seguía María, tratando de evitar el tema – Lori te lo ha dicho miles de veces. - Oh, vamos, María – dijo Trevor, tratando de fijar su mirada – sabes que me deseas, nena… - Eres… asqueroso – dijo María, mientras se devolvía a su silla – Sal de mi habitación, y ya. - Campbell, ven, ya es hora – dijo Trevor, mientras tomaba el brazo de Campbell - Trevor, no, espera… - trataba de decir Campbell María y él cruzaron miradas, él de búsqueda de ayuda, ella de algo de decepción y desaprobación. Entre frases entrecortadas y balbuceos, Campbell era arrastrado por el pasillo hacia la puerta donde casi lo atrapaban. - ¡Perro! – dijo Trevor – Con que tratando de ligar con la hermana de Lori, ¿eh? Lo admito, es guapa, si quizá se cambiara esa pinta de vaga que tiene… - Hey, Trevor, mira, creo que… no debería… yo… - trataba de hablar Campbell, sin decir virtualmente nada Cuando llegaron al cuarto, solo entró ‘Slasher’ Adams con Trevor y Campbell. Era una habitación iluminada, con todo lo que uno esperaría encontrar allí, closet, escritorio, ventilador, peinadora y otras cosas. Allí, dormida aún en su vestido de la fiesta, estaba Lori, entre las sábanas de su cama. Aún cuando estuviera dormida, se veía igual de guapa que siempre. Seguía aún con el maquillaje, algo caído y manchado, pero todo bien. - ¿Baby? – le susurraba Trevor, mientras le movía el hombro. Ella solo respondía con suaves gruñidos, acomodándose la sábana. – Baby, ¿estás despierta? Baby, ya todos se fueron de la fiesta. Estamos solos… - Y… ahmm… ría… rmana… ahmm… - solo decía Lori, moviéndose en la cama. Algo del vestido se le caía de los hombros, mostrando algo de su sostén rosado. - Si, si, tu hermana también se fue, tus padres se la llevaron. Estaba fastidiosa, y solo quería irse… - decía Trevor – estamos totalmente solos… Trevor comenzó a besarla en las mejillas, y luego los labios, mientras ella lentamente le respondía el afecto. Comenzó a
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acariciarle en los hombros, en los costados y las caderas. Le tomó una mano, y la besó en la frente. Lentamente, comenzó a quitarle las tiras del vestido, mientras seguía besándola.Trevor miró a Campbell, y le hizo una seña con la cabeza. Campbell levantó la cámara, con temblores, y comenzó a apuntarla a ellos. No podía creer que iba a hacer esto. No solo pensaba en sí mismo, pensaba en cómo le afectaría en la secundaria cuando lo descubrieran. Algunos lo amarían, otros lo odiarían. ¿Qué diría su mamá? Estas cosas siempre se encuentran, aunque sea por accidente. El director lo expulsaría. Sus amigos lo aislarían. Lori quedaría destruida frente a todos, aunque la apoyaran y le dijeran que todo está bien, que le pasa a cualquiera, quedaría humillada frente a todos. Ella era una chica que quizá no sea la más agradable de todas, quizá una de las menos agradable que haya conocido, pero… no, no se merecía algo así. A los cinco segundos, bajó la cámara y la apagó.
No lo iba a hacer. No. - Campbell… - murmuró Trevor - ¿Campbell? Vamos, ya… - No – dijo Campbell. Estaba seguro de que no lo haría, pero aún así miraba a ‘Slasher’ de reojo, viendo si éste avanzaba hacia él – no lo haré, Trevor. - Campbell, no te lo estoy pidiendo, te… - Lo estoy exigiendo, sí, he escuchado esa frase miles de veces, y no es la primera vez, ni eres el primero en decírmelo de una u otra forma. Y no me convence. No lo haré – Lori comenzó a abrir más los ojos, y veía a Campbell y a ‘Slasher’ en el mismo cuarto. Abría los ojos de par en par, y se comenzaba a erguir – Que venga lo que venga. No me importa si me harás la vida imposible. Ya me la haces. Un ladrillo más en la pared no me hará nada más. Me voy de aquí. Me voy de la fiesta. No lo haré… - Campbell – dijo Trevor, levantándose de la cama, con los nudillos tensados – ya sabía que esto iba a pasar. Ya sabía que esto iba a pasar, coño. Desde que te llamé, sabía que te acobardarías, pero no de esta manera, no ahora que estamos aquí. La puta madre, Campbell. Si te hubieras quedado en casita, con tu camarita y tus amiguitos y tus peliculitas y… y demás mierda, no estarías aquí, y no sabrías por qué, por qué, no se discute conmigo. ¿Me oyes, Campbell? Y estoy harto de ti… ¿’Slasher’? Slasher comenzó a acercarse a Campbell, con una sonrisa que trataba de esbozar en algo serio y amenazante. Campbell abrió la puerta, saliendo al pasillo, frenéticamente, hasta que llegó al balcón del segundo piso. Apenas llegó, escuchó un grito de una chica, y varias personas hablando alto. Desde allí pudo ver como alguien llegaba cojeando, sostenido por otras personas, mientras los demás los ayudaban. Campbell bajó, cámara en mano, y se acercó a la multitud, luchando para llegar al frente. Era Frank, llegando apenas al centro de la sala, casi sin poder hablar. Estaba cubierto de lodo y algo de sangre, con el bate que antes llevaban, ensangrentado en una parte. Llevaba algo de la camisa, la chaqueta y el pantalón roto, ensangrentados, con dos grandes marcas rasgadas y llenas de sangre, una en la manga, que le atravesaba la chaqueta y la camisa, y otra en su pantorrilla. Tenía rasguños en la cara, pálida como de muerto. Se cayó en el suelo de pronto, de rodillas, y los demás lo ayudaron a sentarse en el sofá. - Mie… mie... – trataba de decir Frank, temblando débilmente y manchando de sangre los cojines, mientras se agarraba su brazo. Tenía una mirada perdida, desenfocada, y los ojos también le temblaban. - Tranquilo, tranquilo. Respira, hermano – le decía uno de los chicos, mientras le pasaba un vaso de agua.
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- ¡Mi bebé! ¡Mi bebé! ¡Déjenme pasar, déjenme! – se escuchaba entre la multitud. Karen se acercó, pero se quedó estática frente a Frank – qué… Frank… y… ¿Patrick? Frank miraba el suelo, perdido, tratando de encontrar como poder hablar. Movía sus labios, como un pez en el agua, pero nada salía. Viró lentamente el rostro, y miró a Karen. Le temblaba el rostro por completo. - No… no… - Fue horrible – dijo de pronto Frank, mientras tomaba algo de agua y pedía otro vaso– te lo juro, fue lo peor que he vivido. En mi vida. Dios… Entre los murmullos de todos, Frank seguía murmurando “mie… mier…”. Trevor se acercó, apartando a todos, seguido de ‘Slasher’. Lori solo los veía desde el balcón. Campbell se apartó un poco y se colocó lo más lejos posible de Trevor, pero grabando todo lo posible. - ¿Frank? Frank, qué diablos… dónde está… - dijo Trevor - ¡Trev! ¡Trev, no estabas… no estabas…! – decía Frank, y de sus dedos se caía el vaso con solo hielo – Trev, si hubieras estado… Patrick no hubiera… no se hubiera metido… oh, Dios… oh, Dios… - ¿Qué? ¿Qué pasó? – decía Trevor, mientras se sentaba en la mesa frente a ellos - Estábamos… bueno – comenzó a contar Frank – estábamos afuera, en el porche, y Patrick estaba, bueno me imagino que sigue, borracho como una cuba. Hablaba sobre el viejo. Molesto, estaba molesto. Seguía con el bate, como si fuera a matarlo. Simplemente quería matar al viejo. Nada, no te vi, así que pensé que debía meterle yo la sensatez en su coco vacío. Lo halé del hombro, le invité otra cerveza, ver algo de tele en el cuarto de los padres de Lori, lo que sea. Patrick seguía sin decirme nada sensato, seguía con la idea del viejo. Luego de quedarse un rato sentado, lo escuché roncar. Pensé en arrastrarlo a la sala, pero bien, estaban las luces prendidas y siempre anda saliendo gente. Lo dejé ahí, pues y me fui a buscar algunas salchichas y eso. Cuando regresé, lo vi casi de lejos, se iba yendo de nuevo a lo del viejo, con el bate en la mano. Lo seguí y lo traté de detener. El… bastardo no se detenía. Seguía caminando, sin escucharme ni nada, solo estaba ahí y seguía caminando como si nada. Lo halé de la chaqueta y la camisa, y nada, y lo detuve, lo empujé y casi le doy un golpe para que entrara en razón. Fue al rato que se calmó. Por ahí, de regreso, escuchamos un sonido entre los árboles. Fuimos a ver, y paramos frente al garaje de la cabaña, normal, prácticamente al lado de la fiesta. La puerta estaba algo abierta, pero no había luz. Aún así… bueno…
Frank se quedó callado. Tomó más del agua que le trajeron, y vio un momento a Karen. Ella se sentó, y alguien le colocó una mano en el hombro. Tenía los ojos algo llorosos, y solo esperaba lo peor para lanzarse en llantos. - Entramos. Pat iba al frente, bate en mano. Bromeaba con que esperaba que fuera el granjero, para que así pudiera, ya sabes, toc – decía Frank, mientras hacía un pequeño movimiento de bateo con la mano – y bueno, no veíamos absolutamente nada, no teníamos lámparas ni encontramos el interruptor. Solo tenía el yesquero. Lo prendí, pero le quedaba poco gas, así que no se veía mucho aún. Fue de pronto que… bueno… lo escuchamos… coño… este… un… como un sonido de… como de… no era un murmuro… era como un… como… un bostezo, como un… mugido… no, no… era un… gemido… un gemido, si… un gemido, ahogado… casi literalmente sonaba ahogado, un gemido como viniendo bajo el agua o algo… algo así… y apunté a donde escuché, y no veía nada. Le… le decía a Pat: “Pat, hermano, vá… vámonos ya, déjalo así, vamos”, y no, no, él no… él no me hacía caso, solo estaba ahí con el bate en la mano, viendo adónde se iba ese, eso, que gemía, y seguía buscándolo, y lo veía, y… y seguía yo apuntando con la luz, pero no veía nada, no veía… nada… disculpen… ya va… entonces… bueno, entonces Patrick… Patrick gritó: “¡ya, ya lo tengo, está aquí!”, y BAM lo golpeó con el bate… se oyó seco, como si hubiera golpeado un gran saco. Patrick igual estaba contento con golpearlo, sea lo que sea, y le dije para ya irnos, porque de verdad… pero no, el gemido seguía, ahogándose ahí… Patrick no lo había golpeado… apunté a donde vi que había pegado… y resultó ser un madero de la pared del garaje… solo pensé, pensé… Pat, coño, tenemos que salir,
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tenemos que… Patrick no, quiso quedarse. Lo halé, lo halé, lo… lo halé tantas veces, y no me hacía caso – Frank comenzó a sonar un poco la nariz; estaba en la punta del llanto – no me hiciste caso, Patrick. Volvió a abanicar con el bate, y nada, seguían los gemidos, nada, seguía abanicando, y nada. Hasta que… apunté… frente a él… una… un rostro… algo… algo… Tomó un sorbo. - El granjero… el granjero. ¡El maldito granjero, estaba ahí! Pero no estaba bien, no… no, era otra cosa… era el granjero, pero… pero… Tomó otro sorbo. - Se nos abalanzó. Patrick trató de darle un golpe con el bate, pero solo le dio en un costado. El tipo siguió lanzándose, y tumbó a Patrick. Sol, soltó el bate. Lo tomé, y le di en la espalda. No dejaba a Patrick. El, el pobre, el, comenzó a gritar. El granjero… lanzó… un grito… casi un aullido, y… Dios… mordió… mord… coño… mordió a Patrick… en… en el cuello – decía Frank, apenas si pudiendo decir cada palabra. Karen estaba ya con una lágrima en la mejilla, y una mano en la boca. Estaba anonadada – y comenzó a, a, a rasguñarlo en el pecho y en los brazos… le di otra vez, otra vez en la espalda… esta vez, se levantó y se me abalanzó. Me tumbó… y… me… me tumbó y me… me mordió… a, aquí – dijo mientras levantaba su brazo. De entre el gran rasgado, se podía ver una gran herida, roja y negruzca, que parecía hecha por un animal salvaje – dolía… y duele… demasiado… y lo vi… el granjero… era él, pero no parecía él, pero era él, era él… pálido… gris, casi como tierra… con manchas negras en la nariz y en otras partes del… rostro, y con los ojos blancos, como un ciego… y gemía, y gritaba y, y, tenía ese sonido, ahogado… ahogado en sangre… un monstruo, un monstruo sanguinario… Frank se limpió la boca con la mano, y los ojos. Revivía cada segundo de lo que decía, y lo sentía una eternidad. - Lo empujé con el brazo, y le traté de dar con el bate… esta vez, le di cerca de los hombros, quizá en el cuello, no sé, no sé… no sé… y… bueno, no escuché más… me quedé un momento, tomando aire, esperando a que pasara lo peor… y me levanté… me acerqué a Patrick, para ver si… para ver… Karen… Karen, lo siento… lo siento, yo – decía, mientras acercaba su mano ensagrentada a Karen. Ella no pudo contenerse más. Se levantó, llorando y gritando, mientras otras de las chicas, y Lori bajando las escalaras, la acompañaban. Frank suspiró fuertemente, y se apretaba el brazo. Empezó a temblar de nuevo, y miraba a quienes lo veían. Por un momento, miró la lente de Campbell, y luego volvió a mirar a Trevor. Y continuó. - Pensé que, saben, traerlo y, bueno, qué más da… pero no pude. Justo cuando pensaba en agacharme, sentí una enorme… punzada… en mi pierna… terrible… dolorosa… pateé hacia atrás, y ya, no podía más, no podía hacer más nada… dejé a… a… Pat… lo dejé allí, y salí corriendo, como podía, no podía correr tanto como quería… no podía correr… solo cojear como podía… no miré atrás… no vi nada atrás… yo… Frank se calló por completo. No pudo decir más nada. Trevor se sentó a su lado, y le colocó su brazo alrededor de él. Lo miró con tristeza. Era la primera vez que Campbell veía a Trevor, o a alguno de los dos, profundamente tristes, fuera de sí. Veía como Frank solo podía poner una mano en su rostro, y tratar de olvidar esto. Trevor solo lo veía, sin nada más qué decir. Patrick. Conocían a Patrick desde bachillerato, creía Campbell, y siempre fue el tercero entre ellos, el payaso, el burlón. Trevor apartó a todos, y llevó a Frank a ayudarlo como podía, vendas y antisépticos. Frank decidió irse a la cama después de esto. Trevor le dijo para ver si podían llevarlo a una clínica ahora, pero Frank decidió quedarse y dejar que pasara eso, que se sentiría mejor y se iría con todos en la mañana siguiente. Campbell pensó en qué haría. Esta vez estaba completamente asustado, mirando a cada rato a la puerta de la sala. No era el único. Todos, absolutamente todos, no solo estaban tristes por Patrick, sino también estaban hasta la médula con el miedo metido. Apagaron la música. Ya nadie comía. Algunos se terminaron sus bebidas y no tomaron más, otros solo dejaron de beber y ya. Una chica comenzó a llorar en silencio. Otra igual. Uno de los chicos en chaquetas de fútbol se tapó el rostro, mientras un amigo suyo le ponía la mano en el hombro. El ánimo estaba apagado. Muerto. - Ya, eso es todo. Me voy de aquí - Si, no voy a estar para que me coma un lunático por aquí, de verdad… - Patrick… pobre Patrick… - Lo conocí hace poco, ¿eh? Pero me cayó muy bien. Lo iba a invitar a casa a cenar, quizá a jugar en la computadora… - Patrick, no… y el pobre Frank… - Esperen, esperen – dijo ‘Slasher’ – no pueden salir de aquí así como así… - ¿Por qué no? Tenemos los autos aquí cerca. - Tan solo unos pasos, y… - ‘Slasher’, tenemos que irnos de aquí. Todos. - Miren, de verdad que no deberían salir de aquí – siguió ‘Slasher’ – miren cómo está Frank. Miren lo que le… le pasó a Patrick. No pueden salir de aquí. Ese anciano loco de mierda los puede agarrar. ¿Quién puede ser el siguiente, ah? ¿Abby? ¿Reginald? ¿Gus? ¿May? - ‘Slasher’…
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- Por Dios, ‘Slasher’, cállate y… - No, no, miren, no quiero sonar fatalista – seguía Slasher, tomando el teléfono de la cabaña – pero solo podemos esperar aquí, ¿eh? Solo… quedarnos aquí, como un grupo, y no dejar que nadie salga ni nadie entre. Miren, llamaré a la policía, ¿les parece? Llamaré a la policía, y así podrán venir y arrestar y golpear al anciano, o lo que sea, y así podremos irnos, ¿está bien? Aún callados. Decidieron quedarse, y su silencio era la afirmación. Se escuchan de nuevo las papas y las botellas, entre murmullos y suspiros. Campbell pensaba que era mejor ocupar la mente fuera de eso, y que lo que pasara luego pasara. Eso sí, se iría con los primeros que se fueran. Se iría de ahí y basta, se acabó esa terrible noche. Con lo que había grabado tenía suficiente. De hecho, pensaba, las borraría. Nada que le pudiera recordar esa terrible noche. Suficiente. Sentía que lo observaban desde arriba. Subió la mirada, hacia el balcón, pero solo vio una sombra yendo hacia el pasillo. Subió las escaleras, y solo vio alguien entrando en un cuarto. - María… - dijo Campbell, mientras entraba de nuevo en su habitación - ¿Qué quieres? – le respondió ella fríamente, tecleando en su computadora - María… yo… - seguía Campbell – no… no lo hice… - ¿Ah? – contestó ella, sin voltear a verlo - No lo hice, no, no grabe – dijo Campbell – salí del cuarto y eso, y no grabé… antes de que Frank llegara así de… - Con que no grabaste, ¿ah? – dijo María, mirándolo de reojo – está bien… está bien, pero seguro lo hiciste porque te acobardaste, y no por tu propia cuenta, me imagino. No lo hiciste pensando en… - ¡No, no me acobardé! – siguió Campbell. Suspiró y siguió – ya estaba listo para grabar, de hecho creo que tengo algo de seis segundos o algo… pero, da igual, apagué la cámara y no grabé más… le dije a Trevor que no, no grabaría más, que no está bien, y…
No pudo decir más. María le había propinado una cachetada. Campbell se llevó una mano a su mejilla, mientras la veía. La veía contener unas lágrimas, mientras evitaba verlo a los ojos, y su mano temblaba un poco aún en el aire. - Dis… disculpa… - comenzó a decir ella, mientras se tapaba la boca, y luego el rostro entero. Se veía aún parte de sus mejillas coloradas. - Tran… tranquila, hey… me lo merecía… - dijo Campbell. Notaba como su rostro también agarraba color, y se sobaba la mejilla. Campbell terminó de cerrar la puerta tras de sí, mientras ella hacía como que seguía en la computadora, haciendo clicks en el escritorio de la pantalla, sin abrir nada. - Que… que terribles cosas, ¿eh? – dijo Campbell, mientras se sentaba cerca de ella – digo… digo, lo de Patrick y eso… - Sí, claro, de hecho… - decía ella, sin voltear a mirarlo; aún tenía ruborizadas las mejillas – pobre chico… digo, sé que no era el ser más agradable de la historia, pero… - Si… - Y, bueno… por lo que pude escuchar, murió de forma… muy horrible… casi… casi increíble… - ¿Qué pudiste agarrar de lo que contó Frank? - No sé cómo comenzó, pero al oír que todo estaba callado, me acerque al balcón y escuché desde que contó cómo le había saltado el… - ¿El granjero? Aún no lo creo… el granjero… - Ya te conté, era un anciano amable, cascarrabias como él solo, pero no le haría nada, nada de daño a nadie, menos a unos chicos… - dijo María, mientras tomaba la cámara de Campbell – seguramente fue un perro salvaje, o algo así…
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- ¿Quién sabe? De lo que estoy seguro es que aquí no me quedo. Para nada – dijo Campbell, prendiendo la cámara – apenas comiencen a irse todos, me voy en el primer auto. Y tú… tú deberías irte también. Dile a Lori… cuando esté mejor… que te lleve. O llama a tus padres, y… - Están de vacaciones – dijo ella – si, están en Aspen o algo así. No podemos contactarlos, no tengo números ni nada, los dejaron allá en la casa. Y aunque pudiéramos, Lori no los llamaría; no con esto que está pasando, nos culparían de algo. Ellos ni sabrán que murió un chico en su garaje… oh, Dios, ahora, ¿cómo haremos con el chico en el garaje? - Quizá, quizá Trevor tenga alguna idea… - pensó Campbell - Mmm… - dijo María, con un tono algo decepcionado - ¿y tú? ¿Tienes alguna idea? ¿O esperaras a que Trevor lo solucione todo? Campbell lo captó enseguida. Comenzó a pensar quién podría ayudarlos en ese momento. ¿La policía? ‘Slasher’ los estaba llamando ahora. Y en el caso en que no pudiera irse con los demás… - Creo… que mis amigos podrían ayudarnos – dijo Campbell, tomando su teléfono - ¿Tus amigos? – dijo María – ¿qué son, detectives, policías, qué? - Jim y George – dijo Campbell – quizá ellos… - ¿Cushing y Price? – dijo María – No lo creo. ¿Seguro que ellos…? - Creo que andan en la calle aún – dijo Campbell, viendo su reloj en el celular; la una y 23 de la mañana – sí, estoy seguro que andan aún por ahí. George siempre nos lleva en el auto de su padre, y él se fue de viaje también, así que lo devolverán a las cuatro, me imagino. Los podemos llamar, y ver si nos pueden venir a buscar. Le damos tu dirección, y… - Bien, ¿y los demás? No podemos dejarlos aquí. Los demás tienen sus autos, ¿cierto? - Muy bien… - dijo Campbell, dejando el teléfono en la cama – okey, no sé, es la única idea que se me ocurre, lo demás que pienso es quedarnos aquí y esperar a los demás e irnos con ellos. Es más fácil, pero no creo que se vayan ahora, no sin que la policía venga primero… Campbell seguía pensando en qué más podía ayudar para salir de ahí, lo más pronto posible, sin nada que le llegara. María comenzó a meterse en el buscador de internet, quizá podría encontrar algo que le interesara. - Pon esta canción, es muy buena – decía Campbell, mientras se metía un momento en una página de radio online. I drove up to the city at night and found the place Where you grew up and then where you stayed And we walked around and stayed up late under city lights I spent the night, next to you in the house where you grew up Next to you I miraculously woke up In your parents’ house I laid in bed with you - Me gusta – dijo María – okey, quizá esto te interese. Estas últimas horas, comenzaron a salir artículos y noticias muy extrañas por todo el internet. Este… (click click) el distrito de sanidad… discurso, discurso, blah blah… dice que se ha cortado el agua en muchos estados, hasta nuevo aviso… blah blah blah, se protestan, solo se da una excusa de “ahorro” y cosas así… okey, este… (click click… click) este va de casi lo mismo… si, dicen pocos estados, pero dicen los mismos que en el anterior… otra página… este… (click click)… okey, este habla de el secretario de seguridad… un resumen de un discurso que comenzó a dar esta tarde. Habla sobre una intervención militar, las tropas preparadas que serán enviadas en ciertos estados para la defensa… protestas de los ciudadanos en los estados… mira eso, fotos y fotos de personas protestando, fotógrafos y periodistas que estaban cerca de los sucesos… la policía los trata de retener, y… espera… mira esta foto.
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Campbell se acercó a la pantalla, con la cámara sostenida. La foto a simple vista era algo controversial pero normal, de un policía, rodeado de similares, con escudo y máscara luchando contra un hombre que lo empujaba, seguido de muchos otras personas tras de él. Pero, viendo más detenidamente, Campbell percibía algo extraño en el rostro del hombre. El hombre era moreno, pero aún así tenía un rostro pálido, sin casi nada de color, grisáceo como una piedra, con manchas por algunas partes de éste. Tenía los ojos blancos lechosos, como si estuviera ciego, y sin embargo aún se podían ver algo de las pupilas, que solo tenía un borde negruzco y casi imperceptible. Con la boca abierta casi por completo, tenía los dientes de un color oscuro, podridos quizá, llenos de sangre que le caía por la cara y la barbilla. Tenía una expresión de rabia, animalesca, como si no pudiera controlarse así mismo, tal cuál como un… - Oh, mierda… - dijo de pronto Campbell, abriendo los ojos de par en par, dejándose caer en la cama. Le comenzaron a temblar las manos, y la cámara consigo comenzó a sonar como si se le cayeran sus partes –… mírale la cara... se ve terrible, como un... ¿un muerto? - ¿Qué... es esto? - dijo María, que comenzó a palidecer más y más en su ya blancuzca tez. Se agarró del espaldar de la silla, y se alejó algo de la pantalla – esa foto debe estar manipulada. Siempre manipulan eso para bromas. A ver, otra. María comenzó a buscar más y más fotos del incidente. Comenzó a buscarlas por los estados, por las fechas, en artículos donde confiaba más las noticias. Eran páginas oficiales, con noticias y eventos confiables. Una misma foto, la de una mujer mordiendo a un oficial en el antebrazo, mientras éste caía, se repetía una y otra y otra vez en muchos artículos. Era la misma foto, sin lugar a duda. La mujer tenía la piel y el rostro muy similar al del sujeto de la foto anterior, y así igual otro número de personas, todos cubiertos en sangre, con dedos oscuros, negros y rojos, y rasguños y ropa rota y llena de sangre. - Ay, vamos, no... no… no lo puedo… creer, yo… Dios… – dijo María – imposible… - Va… vamos, no puede ser… - dijo Campbell, frotándose el sudor de la frente – estos artículos... tomaron la misma foto manipulada y... esa... foto no está manipulada, ¿verdad? - ¿Qué, estás loco ya? – dijo María, tratando de componerse - ¡Claro que sí! Creo... esto es, es solo un engaño… esto es… - ¿Todas, todas las páginas y noticias? – dijo Campbell – ¿todas con una noticia falsa? ¿Todas con fotos que se repiten sin el menor cambio? - Suena creíble, e increíble a la vez, como esas cosas que oyes y dices algo como ‘¿oye, has oído que tal chico y tal chica se reúnen y hacen esto y aquello?’, y uno dice ‘no, ¡mentira! ¡Nadie hace eso!’, pero no sabes si las personas hacen eso o no, y aún así… aún así… - Esto es una película... es una película… es una… no es una película… esto es el ahora, esto está pasando… - decía Campbell – sonará loco, y quizá enfermo, pero honestamente… honestamente… no sé cómo sentirme… - Tengo que buscar más sobre esto, no estaré tranquila, no estaré convencida de que esto pase, hasta que tenga pruebas – dijo María, y siguió buscando entre los artículos Honestamente… ¿estoy… emocionado? ¿Estoy… asustado? ¿Qué… cómo… pudo… pasar esto? Campbell se preguntaba esto una y otra y otra vez. El granjero, mordidas, sangre, rasguños, protestas, pánico comienza a aparecer en lugares… todo estaba pasando, mientras él estaba en una cabaña en el medio de los bosques, donde podría haber uno de ellos afuera, uno que ya mató a uno de los chicos… Campbell tomó la cámara, y continuaba filmando las páginas que María veía. - ¿Sigues… sigues filmando? – dijo María, sin voltear a verlo - ¡guarda eso, John, diablos! - Vamos, María, si podemos grabar esto, podemos… podemos… - ¿Podemos qué? ¿Qué? ¿Ver toda esta crisis nacional, un secreto público que nadie conoce a fondo, ver gente morir aquí y allá y lanzándose en masa contra todos, ver al ejército baleando a todo lo que vea moverse de estado en estado, y ver todos los edificios y establecimientos y cosas destruirse, verlo todo en la comodidad de tu casa, en tu sofá, juntos con tus amigos? Campbell se quedó callado, con la boca algo abierta, sin poder pronunciar nada ni mover un músculo. Los ojos de María lo veían de forma acusadora, a él y a su cámara. Campbell la bajó, sin nada que objetar. ¿Tenía razón? Si no la tenía, algo en él le decía que lo que menos debía pensar era en su cámara, en su video, o siquiera en otra cosa que no fuera en cómo salir de ahí con vida, y qué pasaría si lo hicieran. María se volvió a la pantalla, clickeando aquí y allá, mostrando artículos y otras cosas más, fotos y fotos de otros incidentes. Campbell se sentó algo más alejado de ella, y él mismo también se sentía molesto. Su amor por filmar todo lo que podía de esa noche, todo suceso que pasara, inolvidable… esfumado con una sola frase. - Lo siento… - dijo Campbell, sin mirar a María – no fue mi intención hacerte pensar que… yo… sabes… solo, con la cámara y eso… que haría algo como…
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- No, yo… lo siento también – dijo María, sin mirarlo tampoco – es que leyendo esto… yo… no puedo… aún no puedo creer de verdad que esto esté pasando… lo admito, pensar que algo así, algo así ocurriera de verdad, antes pensaba que sería algo… guao, algo… asombroso, ¿no?... algo que uno ya sabía cómo sería… je, realmente pienso que de verdad vivo en las películas y en las cosas que leo, ¿no? - No, créeme que te entiendo… - dijo Campbell, mirando el lente de su cámara – te entiendo perfectamente… Ambos suspiraron. Se trataban de tranquilizar lo más que podían. Tecleos y clicks, un artículo aquí, otro por allá. Campbell abría la puerta a ver si alguien pasaba por ahí, pero nadie. La música seguía baja, casi sin poder oírse, y no se oía hablar a la gente, pero si algunos pasos y caminatas en la madera. Pudo escuchar a Lori y Trevor, hablando fuerte, quizá discutiendo, pero no sabía de dónde venía. - Veré si pudieron llamar a la policía – dijo Campbell – ¿te quedas buscando algo más en los artículos? - Sí, claro, si encuentro algo te avisaré – dijo María, sin apartar la mirada de la pantalla. Su expresión no calmaba para nada al joven. Campbell salió, con los ojos de María en su mente, como el recuerdo de un sueño, y cruzó el pasillo. Por casualidad, miró en una de las habitaciones, donde la puerta aún no estaba del todo cerrada. Allí estaba aún Katrina, pero ya sola, sin luces, dormida. Mirando por entre el hueco de la puerta casi cerrada de otra habitación, vio como Frank descansaba igual en una cama, con las luces apagadas. Tenía vendas aquí y allá, cubriéndole los rasguños y las heridas del brazo, la pierna y otras más pequeñas, y la cama y el piso tenían manchones de sangre. Campbell pensó en algo que lo dejó paralizado, viendo al pobre chico herido… había sido… mordido. Por el granjero, aparentemente. El granjero que mató a Patrick había mordido igual a Frank, y lo dejó medio muerto. Con simples bandas y antisépticos, Frank se despediría de todos en nada de tiempo, y podría pasar mientras dormía y mientras nadie se dé cuenta. ¿Y… qué tal si ya estaba… si ya se había ido? No podía verlo bien, así que abrió un poco la puerta. No veía muy bien, y no se atrevió a prender las luces. ¿Respiraba o no? No sabía decir. Apuntó con su linterna hacia donde se veía bien. Respiraba. Respiraba aún, poco y lentamente, pero respiraba… poco… y lenta, cada vez más lentamente ¿Cuánto había pasado desde que lo mordieron? ¿Cuánto pasaría antes de que… se convirtiera? ¿Horas? ¿Minutos?... ¿Segundos? Un momento, pensaba Campbell, ya estoy llegando a conclusiones. Hay fotos, si, y todos los artículos son vagos, pero no hay razón para pensar que de verdad hay… allá afuera. No las hay, no existen, por el amor a… todo, no existen. Bajó las escaleras hacia la sala. La gente continuaba hablando, murmurando y viendo qué hacer, mientras ‘Slasher’ estaba en el teléfono todavía. ¿Le diría a ‘Slasher’ sobre Frank? No sabía cómo comenzar. ‘Hey, ‘Slasher’, hermano, mira, creo que el viejo asesino de afuera no es un problema tan grave, no, para nada, pero creo que tu viejo amigo, hermano del alma, Frank, meterá la pata en el hoyo, estará listo para vestirlo de traje y lanzarlo a la caja, y es posible que, es quizá algo que pase, no lo sé, en poco tiempo, pero podría regresar en cualquier momento y, no lo sé, quizá, tratar de comernos un pocos, matarnos quizá, es posible que un brazo o una pierna o quizá la cabeza, como los conejos de chocolate de pascua. ¿No me crees?. Bien, yo tampoco me lo creo.’ Campbell no sabía que decir aún, y aún así iba hacia él, con un nudo en la garganta. Esperaría risas y quizá un golpe en el hombro y volver a ver qué hacer para salir de ahí vivo. - ‘Slasher’, hey, mira… - comenzó a decir Campbell, pero una mano lo detuvo de decir algo más. - Espera, Campbell, no hables… ¿Qué? ¿Cómo que…? No… no esperen, no es una bro… esperen, no, no es una broma… ¡esperen! ¡Coño! – trancó de un golpe, y se sentó – ya es la tercera vez, y solo dicen lo mismo: preguntan por la secundaria donde estamos, el salón de dónde venimos todos, y luego dicen que es una broma, y que llamaran a nuestros padres. Coño, coño, coño, no vamos a salir de aquí, no vamos a… - ‘Slasher’, ya, vámonos de aquí… - Si, ya gastamos mucho tiempo. No debe haber nada afuera, ya… - De verdad, olvídalo, hermano. - No, no, esperen, esperen – decía ‘Slasher’ mientras se iba hacia la puerta, bloqueándola – esperen… muy bien… muy bien, entonces… entonces saldremos todos, ¿de acuerdo? Alguien que le avise a Trevor y a Lori, que se preparen. Todos aquí, quédense un momento, tomen lo que trajeron, lleven todo ligero, llaves, linterna, todo lo que puedan, y prepárense bien. Estaremos todos listos para salir en cualquier momento, directo hacia los autos, linternas y todos, y nos iremos de aquí, ¿de acuerdo? Ahora, los más altos los quiero atrás, las chicas en el medio, los más rápidos serán los que nos abran las puertas para salirnos de aquí en lo que diga. Si no tienen con quién
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irse, pregunten pero ya. Llámame a Trevor, ahora. De acuerdo, ya tomaron to… BAM. Un enorme golpe en la puerta de la sala que asustó a todos, muchos lanzando gritos ahogados, y otros quejándose. ‘Slasher’ se encorvó instintivamente, como si lo hubieran golpeado, y volteó lentamente, mientras se arqueaba lo más que el miedo le permitía. Palideció. Tembló un poco de los pies a la cabeza. Campbell se acercó más. Vio hacia arriba, y en el balcón estaba María, viendo todo. Ella igual tenía los ojos de par en par, fijos en la puerta, y luego miraba a Campbell y a ‘Slasher’. Los demás comenzaban también a acercarse, o a alejarse, mientras murmuraban de miedo. - No abras, ‘Slash’… - No seas loco hombre… - Hermano, no hagas… No escuchó. Colocó la mano en la manilla. Respiro hondo. Y abrió de golpe. Y se quedó pasmado. Cómo era posible, no sabía, pero palideció aún más. Los dedos antes temblorosos quedaron estáticos. Las piernas, sentía que le fallaban. El esfínter, que no podía más. Y que su cerebro estaba en el espacio. Y ahí, ‘Slasher’ Adams, estaba ahora, en la puerta de la sala de la cabaña, frente a Patrick. Un Patrick blanco y gris, de ojos vacíos, de boca abierta y oscura, con la ropa rasgada, enlodada, ensangrentada, y con heridas por todo su cuerpo, mostrando músculos, algo de hueso y piel, todo sangrando hasta que un río de sangre le brotaba y le chorreaba por el costado, cubriéndole todo un brazo de rojo oscuro, cayendo y brotando. - Pat… - dijo ‘Slasher’, con labios temblorosos - …hermano… es…tás… Patrick miraba a ‘Slasher’ de forma pasiva, como si pudiera reconocer a su antiguo compañero, como si aún estuviera ahí. Muchos esperaron una sonrisa, quizá alguna palabra, o mínimo un eructo, como haría el viejo y bueno de Patrick. Pero nadie esperó que, como si fuera un animal, abriera más la boca, frunciera el ceño de forma bestial, lanzara un grito ahogado y sangriento, se abalanzara, lo tumbara hacia el suelo, y mordiera a ‘Slasher’ entre el hombro y el cuello. ‘Slasher’ empujó a Patrick lo más que le permitió, y lo pateó en la cara, lanzándolo hacia afuera. Todos gritaron, muchos se apartaron, otros se adelantaron hacia el herido. Campbell cerró lo más pronto la puerta. Apenas la cerró, se escuchó otro BAM más fuerte y sonoro, y más gritos y chillidos. Chillidos iguales a los que escuchó en el rancho del granjero. Se comenzó a oír como Patrick seguro arañaba la madera de la puerta. Y luego… nada. Nada más. Levantaron a ‘Slasher’, mientras ahogaba un grito de dolor. El mordisco le había atravesado la chaqueta y la camisa, y chorreaba y salpicaba sangre a volúmenes. Se agarró la herida, y gritó. Un chico le preguntó si estaba bien, y ‘Slasher’ lo empujó como respuesta. Se sentó en el sillón, adolorido, y se quedó ahí, temblando, completamente fuera de sí. Su amigo, viejo, su hermano del alma, lo había mordido tan profundamente que sangraba sin poder parar. Una chica fue a buscar a Trevor y a Lori, y otro fue a buscar algo de vendajes y antiséptico, algo que pudiera ayudar. Alguien le acercó algo de agua, pero estaba aún en shock como para poder tomar algo. Ese no podía ser Patrick. Campbell se le acercó a ‘Slasher’. Viendo la herida, solo podía pensar en una cosa. Está condenado, pensó, y luego se sintió mal por pensarlo. - Frank… - se le salió a Campbell - ¿Ah? – respondió ‘Slasher’, aspirando lo más que podía, conteniendo el dolor ¿qué… de qué…? - Frank… también fue mordido – siguió Campbell, sentándose en el sillón – ‘Slasher’… Patrick regresó. Patrick… volvió. Estaba muerto, y… - No, no – lo interrumpió – ese no era Patrick. No, ese no, no era Pat. Ese… maldito… me mordió… me lanzó y me mordió… mira, como sangro… estoy… agh… me siento… - ‘Slasher’… ese era Patrick. Tú mismo lo dijiste. Lo viste. Era él. No cabe duda. Volvió. Lo mataron. Él también fue mordido… y volvió… regresó… viste… viste la herida en el cuello, como dijo Frank. La viste. Es la misma. Patrick fue mordido antes de morir. Frank también fue mordido, antes de escapar. Y tú, tú tamb… - No, no, no… no me vengas tú con tus… tus tonterías y me vengas a decir que Patrick revivió como, como, como un…
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no… no… maldita sea, no… ‘Slasher’ comenzó a balancearse en el sillón, como una mecedora. Se le aguaron los ojos, mientras repetía una y otra vez ‘no… no…’, hasta el silencio. Campbell había grabado parte de lo que había pasado. Esta vez fue involuntario. Prendió la cámara, sin darse cuenta, y grabó lo más que pudo, hasta ahora. ¿Qué pensaría María sobre eso? María. ¿Tendría algo nuevo, que pudiera explicar todo esto? ¿Qué haría con ‘Slasher’? A los mordidos, siempre tienen que… - No… no, no, no – dijo de pronto ‘Slasher’, pensando lo mismo que Campbell – ya sé, ya sé lo que estás pensando… pero… pero no. No, no lo permitiré. Saldré de aquí vivo… saldremos todos de aquí vivos, ¿me escuchas? No habrá quien se quede aquí. Todos sobreviviremos esto... ‘Slasher’ se levantó, y le quitó las vendas y demás cosas al chico que ya las traía. Lori y Trevor bajaban las escaleras, y comenzaron a hablar con ‘Slasher’, mientras se lo llevaban al baño del piso de abajo. María seguía en el balcón, mirando toda la sala. Los demás estaban en pánico silencioso. Nadie ya se atrevía a hablar más de tres palabras, y todos veían hacia los lados, y hacia la puerta y las ventanas de la sala. No escuchaban ni veían nada, pero sabían, ahora sabían, que algo estaba afuera. Los esperaba. Quizá los olía. Quizá los veía.
- Lo vi todo… que horrible – dijo María, con una mano en los labios – pero ya no hay dudas, entonces… todo es cierto… - Tenemos que salir de aquí, todos – dijo Campbell, tomándola de la mano, yendo al cuarto de ella - ¿encontraste algo más? - Solo encontré artículos que confirmaban esto – decía María, sorprendida de que él la llevara así – solo cosas de los centros de sanidad, agua, plantaciones, están cerrando todo, sin ninguna explicación, y el ejército, la policía y otros medios de seguridad siguen invadiendo las ciudades. Demandan cerrar establecimientos, edificios, hoteles, centros comerciales… desalojan edificios departamentales, y en los suburbios hay cuarentenas. Las noticias van y van escaseando, y de hecho, he perdido artículos que tenía, las páginas ya no cargaban, y no podía encontrar más sobre eso, así que me puse a copiar y guardar las que ya tenía abiertas... Mantienen las noticias, se decía Campbell, mientas veía de nuevo hacia la habitación de Frank, aún inmóvil en su cama. Mientras menos sepa el público, menos pánico habrá. Es obvio, por supuesto, pero si pudieran advertir todo esto que pasara, antes de que los medios pudieran engañarlos… si pudieran… - María – dijo Campbell, mientras cerraban la puerta de la habitación – María… mi cámara… - Si, te vi filmando de nuevo – dijo María, sentándose de nuevo en el escritorio – al menos esta vez hiciste algo más que solo filmar y cerraste la puerta de la sala. ¿Dime, alguna vez has soltado esa cámara esta noc…? - No, no, mira… mira, tengo grabaciones de todo lo que ha pasado hasta ahora, todo lo que se ha dicho, y lo que grabé de la computadora. Si pudiera editarlo algo… podríamos crear… - ¿Un video? Que quizá pudiera… alertar a todos. Okey, eso sí es una muy buena idea… Quizá subirlo a un blog o algo así, pero… no, ya va… ¿y si solo lo toman como algo hecho en casa, una película amateur, o algo así? Digo… hasta yo no me lo creo del todo aún... ¿Zombies? ¿Zombies que nos invaden y están apareciendo en todos los estados? Imposible, y aún así fíjate, tocan nuestras puertas... - ¿Qué tal… si los incluimos con datos? Direcciones de páginas web, donde están los artículos que son completamente fieles y reales, donde no puedan borrar el video, que la gente sepa que les están ocultando la verdad. Que algo está ocurriendo, y que no son simples epidemias de... de gripe, o de lo que sea. Que esto es real. Esta vez, pensaba, no es por mí. No, ni por mi película, ni por nada. Es por todo lo que pasará esta noche, por todo lo que ha pasado y se ha construido y se puede derrumbar en cualquier momento. Un diario. Su video será un diario. Si él no lo logra… su video será su legado. Ego, pensaba bromeando Campbell, te estás volviendo una prima donna. - ¿Qué hacen los demás en la sala? – preguntó María, apagando la computadora - Antes planeaban irse, pero ahora… no lo sé… - respondió Campbell – con dos chicos heridos, y uno muerto que ronda
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por ahí aún, creo que pensarán en irse de una vez. Aunque, luego de lo que acaba de pasar, seguro lo estarán reconsiderando. No sé qué podríamos hacer... - ¿Será que les decimos sobre todo esto? – dijo María
Bajando las escaleras, veían como todos seguían aún con el shock en el aire. Hablando, moviéndose de un lugar a otro, trataban de relajar el ambiente, pero era muy difícil. Muchos tenían rostros de resignación, morirían ahí, morirían terriblemente, en medio de la nada y nadie lo sabría. Otros, veían de un lado para el otro, viendo si quizá podrían escapar, algún plan, pero nada fraguaba. Y el resto… el resto seguía con ojos desorbitados, empalideciendo, con sus mentes aún no comprendiendo nada de lo que pasa, y si les decías algo, solo te miraban por un segundo, y luego volvían a dormitar su mente, y olvidar, olvidar, olvidar que esto estaba pasando. Lori estaba en la cocina, mientras Trevor seguía en la sala. ‘Slasher’ se encontraba en el sofá, con vendajes en su herida profunda y violenta. Sudaba, y empalidecía, abriendo y cerrando los ojos por la luz de la sala, y respirando fuertemente, como si en cualquier momento se fuera a desmayar. Apenas llegaron, Trevor les dio una mirada fugaz a Campbell y María. - María… - dijo Lori – pensé que seguirías allá arriba. ¿Sabes… sabes de todo… esto que ha…? - Si, lo sé – dijo María – lo sé todo… un chico muerto, otro herido allá dormido, vi como lo llevaron y lo dejaron allá, vendajes y todo, y ahora él – señaló a ‘Slasher’ – mordido también… Dios… mamá se molestará si ve la cocina hecha un desastre, ¿eh? - ¿Mamá? ¿Qué hay de papá? Un extraño entró en el garaje – dijo Lori, esbozando una sonrisa nerviosa – a nosotras ni nos deja tocar el auto, ¡y ya el anciano West se metió en el garaje y todo! Las hermanas se rieron por un momento, y luego callaron. La sonrisa, esperaban, quizá cortaría la tensión del momento. No lo hizo. La tensión se sentía en el aire, se veía en el rostro de todos, se hablaba en el mismo idioma en sus bocas. ¿Qué harían? ¿Qué harían? ¿Qué diablos harían ahora, en medio del bosque?
- Lor, tenemos que contarte algo… - dijo María – algo que quizá asuste a los demás… mira, lo que está pasando por aquí… el chico muerto, y los otros heridos, no… no es algo que está pasando solo aquí. Es… algo más allá… algo… - ¿Qué? – dijo Lori – ¿Campbell y tú estaban en tu cuarto? María, que te dije sobre… - Olvida eso, Lor – dijo María – y no, no hicimos nada. Nosotros no, por lo menos – dijo ella, mientras veía como Lori se ponía algo sonrojada – mira, buscamos algo en artículos por internet, noticias y otras cosas. Al principio no lo creímos, pensamos que eran bromas de páginas, como si fuera una leyenda urbana o algo, pero… - María, que me estás… - Ya viste a... ¿‘Slasher’, cierto? Viste quién lo hirió. Viste cómo era. No estaba... vivo.
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- No puede ser que de verdad… haya sido… él… si, si Frank dijo que… - Y a tu amigo Frank… también lo mordieron, ¿no? - No… no, María, me estás diciendo, con cara seria, me estás jurando que… - Sí. Sí, te lo digo Lor, te lo estoy diciendo ahora. Mira, si no me crees, pon las noticias en la radio, o en el televisor, o algo… algo debe aparecer. Lori se quedó completamente anonada por esto. María no estaba jugando, y Lori lo sabía, lo sentía. La historia del anciano… Patrick muerto… Frank… y ahora ‘Slasher’… no, no podía ser algo que pasara ahora en todos lados, tenía que ser casualidad… - Campbell… - se acercó Trevor – Campbell… tenemos que hablar… - Trevor, no… - dijo Campbell entrecortadamente - Ahora. - Trev, déjalo en paz, ¿quieres? – dijo Lori de pronto, tomando del brazo a su novio – mira, ve con Marshall a buscar el televisor, ¿de acuerdo? Tenemos que ver si hay algo, una noticia o lo que sea. May, ¿puedes ir a buscar a Karen? Debe seguir en el baño, devastada la pobre… Trevor se fue con pies pesados, viendo a Campbell de reojo. Lori prendió el equipo de sonido, y le comenzó a buscar alguna sintonía. Por un rato buscó, y solo encontraba emisoras que ya habían sido apagadas, estática, DJs que colocaban música nocturna, chistes nocturnos, historias de antaño y otras, estática, noticias viejas, ventas de navidad (¿Ya tan pronto?) y más estática. - Lor, déjala en una sola estación, las noticias no se van a poner mágicamente si le cambias a eso tan… - dijo María, sentándose en el sillón, que tenía manchas de sangre en el espaldar - María, espera, sé cómo es esto – dijo Lori, mientras seguía sintonizando – ¿dónde está la estación de las noticias? Juraría que estaba aquí… - Mira, aquí… - dijo María, mientras apartaba la mano de Lori – es aquí donde escucho las noticas… - Tú no escuchas noticias… - Bueno, pero papá las escucha aquí, así que shhh. Se reunieron todos a escuchar las noticias, algo estáticas, todos en silencio, como alrededor de una fogata.
…bzzzt bzzzt… como se indica en los tabloides, y no hay motivo para alarmarse, reclama el jefe oficial Sherman. Siguiendo con su discurso frente a la alcaldía, proclama que no hay ningún “asesino de Upper West Side”, refutando teorías de que un número nuevo de accidentes e incidentes blancos de asesinato o de exposiciones violentas. Los incidentes, según dice la jefa de patrullaje vecinal, Constance Ellis, son similares, sino idénticos, a los incidentes y numerosas desapariciones que ocurrieron hace casi 11 años. El oficial Sherman niega cualquier incidente, y sugiere a todo público a seguir con sus vidas sin ningún problema, hablando sobre las posibles ventas de navidad, ventas de Gucci, Vuitton y otras marcas… bzzzt… bzzzt Alarmante, pero quizá no tenía nada que ver con la situación actual. María decidió dejar la radio un momento más para que apareciera algo importante, lo que sea. Campbell igual seguía filmando todo lo que podía. Desde la reacción de frustración y cólera mezclado con miedo de todos, hasta al pobre ‘Slasher’, que fue a tomar el bate que Frank había traído, y se sentó en el sofá, con un gruñido fuerte, agarrándose las vendas de la herida. Ya está paranoico, pensaba Campbell, y aún no saben qué puede pasar con él, o con Frank arriba… ¿Cuánto faltará para que alguno de los dos se… convierta? ¿Cuál será el primero? María seguía tratando de sintonizar bien la estación, que comenzaba a agarrar estática. Lori se sentó, rodando los ojos y suspirando. María la escuchó, y se detuvo un momento, pero luego siguió. Trevor y un chico aparecieron en la sala, con un televisor de tamaño regular, y lo colocaron en la mesa de la cocina, conectándolo y moviéndolo lo mejor posible para que todos lo vieran. Movieron los muebles un poco, apagaron la radio, y se volvieron a reunir a ver las noticias.
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…(click)… ientras el senador Cleveland sigue declarando que el presidente no toma medidas preventivas para la economía. Se está proclamando el lanzamiento al puesto presidencial, que comenzará este septiembre. Datos populares proclaman que el nuevo candidato Cleveland tiene apoyo popular, casi a la par con el presidente, y que los otros dos candidatos, Ford y Craven, no están a la par. El puesto de secretario de la casa aún está disponible, dice el presidente, mientras se despedía de los medios y se iba en asuntos gubernamentales internacionales a Jamaica. ¿Clara? Gracias, Fred. En nuevas noticias, el derrumbe de la semana pasada de las casas de la costa está siendo financiado, y pronto podrán reconstituir, perdón, reconstruir las nuevas casas para los habitantes. Por ahora, éstos están viviendo en edificios y en centros de damnificados, esperando nuevas para poder regresar a sus vidas, y con suerte, reconstruir y volver a todo lo que perdieron. Ahora, las noticias del tiempo. Jim, ¿tienes algo para…? Cambiaron de canal… … utoridades mencionan posibles testigos de lo que están llamando una serie de golpes criminales en los suburbios. Y no solo en un área común, sino en varios lugares apartados. Entrevista con algunos de los residentes, en vivo… No pude ver nada claramente, la verdad. Estaba en mi casa, eran las 11, leyendo un libro, ya listo para dormir, cuando escucho algo como un ladrido. Y luego un grito. Y me asomo a la ventana, y veo alguien que están en el suelo, y hala algo, un perro, quizá, pero mucho más grande. Parecía era una persona. Como le dije, no pude ver… Es inconcebible. Veinte años viviendo aquí, y no había visto algo similar, tan fuera de lugar. Una mujer, le digo, quizá desahuciada, con ropa rota, y cubierta de sangre. Estaba obviamente ebria, o drogada, y mis hijos tuvieron que verla. Los perros le ladraban, y ella como si nada, por la calle. Cuando vi que venía hacia nosotros, seguro a pedirnos dinero, nos fuimos de ahí. Pobres de mis niños, esta sociedad… Así es, lo vi directamente. El hombre se abalanzó, y… y… lanzó a mi prima al suelo. Ella gritaba, y yo trataba de apartarlo, pero él no me dejaba. Le… oh, dios mío, le… mordió la pierna… le desgarraba la falda… y me miró con esos ojos… vacíos… asustados… y tuve que correr… prima, lo… siento, lo siento tanto… ¡Es horrible, es una pesadilla! Mis niños llegaron cubiertos de sangre, y con las ropas rotas. ¡Un criminal anda suelto! ¿Dónde están las autoridades, que permiten esto? ¿Dónde?
Otro canal… …forman que los paramédicos están llegando a la zona del desastre. Podemos ver cómo el camión atravesó la pared del colegio, dejando donde en escombros y metal esparcido. Ya vemos cómo van sacando a las personas del lugar. Heridos, por todas partes. El chófer se confirma muerto en el sitio. Una terrible tragedia para esta comunidad… Otro canal… … mientras se ven como sacan a las personas en camillas del edificio. Los heridos recibían heridas de lo que parecían mordidas y rasguños. Sin ningún animal a la vista, ni perros ni gatos, se supuso que el criminal fue el culpable. Las autoridades reportaron que el perpetrador se resistió al arresto, sin decir una sola palabra, e incluso llegó a herir de una mordida a uno de los oficiales. Se reporta que no tuvieron otra opción que eliminarlo en el acto, y… Otro canal…
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… y me mordió el brazo! ¡Me arrancó el pedazo de carne de un golpe! ¡Miren, miren, filmen esto! ¿Cómo es posible? ¿Caníbales? ¡Asesinos! ¿Dónde está mi perro? ¿Georgie? ¡Georgie! ¡No, no me voy a quedar quieto, déjenme ir! ¡Me quiero ir de aquí! Otro canal… ¡Noticia de última hora! ¡Noticia! El secretario de seguridad Casablancas confirma la cuarentena de treinta, si escucharon bien, treinta suburbios, incluidos Burbank, California, en San José, igual en California, en Colorado Springs, y en New Orleans, Louisana. Las calles comienzan a vaciarse, los autos están solos en el asfalto. Ni un alma en los suburbios, gente, solo miren estas tomas que pudimos tomar fuera de las líneas de cercado. Tratamos de entrevistar a un oficial, pero no nos dio respuesta. Terrible, ¿no, Fred? Una catástrofe, Clara, una simple catástrofe. En las tomas, se puede ver claramente como un grupo de militares entran en las casas, las invaden. Miren, miren esto. ¿Se puede hacer un acercamiento, señor director? Ajá, miren, ¿pueden verlo bien? Parece… gente con trajes… blancos… amarillos… y… Trajes aislantes, sin lugar a duda. ¿Qué está ocurriendo en el país, y por qué nadie habla sobre esto, que ya es obvio y se está saliendo de control? ¿Una nueva enfermedad? ¿Una plaga asesina? ¿Una nueva peste bubónica? ¿Quién sabe? Lo único que podemos hacer es rogar que no nos toque en nuestras propias casas, y que pronto salgamos de esto. América, mantengámonos juntos. Y recemos porque esto acabe pronto, señores. Seguimos con las noticias… y… e… ios… … ayud… n… s… bzzzt… zzzzzzzzzzzzzzzzttttttttttttttttttt… Estática. Estática y nada más. Trevor le cambió al canal, pero nada en ningún lado. ‘Señal ida’, ‘no hay señal’, ‘cartas de ajustes’, ‘fuera de servicio’, ‘no signal’, ‘volvemos en unos instantes’, ‘mantenimiento’, y otros cartelitos en fondos negros, rojos, blancos, verdes, multicolores, borrosos. No había más nada que ver. Lori prendió de nuevo la radio, pero también era ruído y estática en todas las sintonías. Nada. Estática y nada más. - Okey… - dijo Trevor, colocándose frente a la televisión y frente a todos – okey… muy bien, ya sabemos qué está pasando. Algo está pasando ahí afuera, y si está relacionado con lo de… con lo de… Patrick, y lo de Frank, y cómo ‘Slasher’ está ahí, perdiendo sangre. Y no podemos salir, porque… lo que sea que esté ahí… - Zombies – dijo una voz detrás de todos ellos. Todos se voltearon, y miraron a alguien que no había hablado, una voz callada pero segura. Campbell tenía, por primera vez en su vida, la atención de todos y cada uno de sus compañeros de clases en la sala – son zombies, Trev. Muertos, no vivos. Están afuera. ¿Cómo en las películas y los videojuegos? Pero son… son… reales. - ¿Zombies? – dijo Trevor, acercándose a él, apartando a la multitud – zombies… ¿me has visto cara de estúpido, Campbell? Me estás tratando de decir que esto que está pasando en todos lados, esto que al parecer llegó a nuestra puerta, son un montón de monstruos que regresaron a la vida, unos come cerebros, que quieren… - Trevor, sabes que es verdad – siguió Campbell – son zombies, son muertos. Mira, mira Patrick. Frank lo vio morir, y Patrick se apareció, y… - Estás demasiado, en exceso, pegado a las películas y la televisión y tus comics, niño – dijo Trevor, acercándose e imponiéndose más hacia Campbell – madura. Deja esas niñerías, y enfrenta esto, mocoso… - Lo estoy enfrentando, Trevor – dijo Campbell, él mismo acercándose al gigantón que tenía al frente. Aunque le llegara al hombro, trataba de no parece intimidado. Pensó en ponerse de puntillas, pero sabía que haría el ridículo. Igual se puso de puntillas – lo estoy enfrentando. Lo negué, le busqué otras explicaciones, revisé mi cámara, y todo apunta solo a eso: Patrick estaba muerto, regresó, y está allí, rondando la cabaña, esperando agarrar a quien pueda primero, comérselo, devorarlo vivo. No importa quien sea, seas tú, sea Lori, sea un sacerdote o un criminal, seas popular o un nerd, le da lo mismo. Está afuera, y así como él está ahí, seguro muchos otros están igual afuera, esperándonos, como animales salvajes hambrientos. ¿Cuántos hay allí? No sé, no sabemos. Pero tienes que saber que está pasando. Hay zombies. Esta vez, son reales. – Campbell dejó atrás a Trevor, y se dirigió a los demás en la sala – y
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tenemos que seguir juntos, si queremos sobrevivir. Nadie sale, nada entra ¿de acuerdo? Trevor lo miró seriamente, abriendo los ojos de par en par. Y luego esbozó una sonrisa. Y soltó una carcajada, una sola, nerviosa. - Por un momento te creí, enano – dijo Trevor, mientras lo golpeaba en el hombro con más fuerza de la usual – zombies, muertos. ¡Por favor! Esas cosas de películas, tonterías y boberías de verdad. Los muertos no caminan, no pueden regresar, no hay forma de que algo así pase. ¡Y tú! Tú queriendo convencer que, sea lo que esté pasando en este lugar, a estas horas, es a causa de… zombies. Seguro, claro, ajá. Dándole la espalda a Campbell, se alejó y se dirigió a los demás. Los fiesteros veían con extrañeza a Campbell, algunos murmurando entre sí, otros sonriendo nerviosos, otros completamente serios. - Escúchenme bien, todos, y esta, se los aseguro, es la pura verdad – dijo Trevor – no sé qué le habrá pasado a Patrick, qué lo habrá hecho actuar así. Pero hay algo que nos quiere matar, algo afuera, que volvió loco a mi amigo, e hirió gravemente a Frank. Y no me voy a quedar con esto de que sean “zombies”. Si es gente que nos quieren robar, secuestrar, o ver muertos, tenemos que salir de aquí. Ahora. - Trevor, no – dijo Campbell, regresando a tomar la palabra – si salimos, nos matarán. - Escucha, Campbell— - No, Trevor, nos van a matar si salimos. Mira a Frank, mira a Slash. Y míranos a nosotros. Nos matarán. - Te dije que me escucharas, demonios. Nos tenemos que ir, y ya. No nos vamos a quedar en un lugar donde nos agarrarán a todos cuando estemos desprevenidos. - Este lugar es lo suficientemente fuerte para aguantar, Trevor, y podemos sobrevivir. Y, y buscar ayuda en la mañana, que podamos ver mejor, y— Campbell sintió una punzada en su pómulo. Trevor lo había golpeado tan de súbito, que Campbell solo podía ver en negro, y sentía un pitido en su oído. Alguien ahogó un grito, pero nadie dijo nada. Trevor se sonó los dedos de su mano, y se alejó de Campbell sin decir nada. - ¿May? May, ¿dónde está Karen? – preguntó Lori - Lor… Karen… Karen – contestó May, tratando de recuperar la voz – Karen… Karen salió… ¡salió! - ¿Salió? ¿Cómo salió? Qué ca… - Se fue, se fue, Lor… dijo que debía buscar a Patrick, que estaba vivo ahí afuera, que lo estaba escuchando llamarla… se salió por la ventana, la ventana del baño y, y se fue… ¡se fue! Lori se tapó la boca con las manos mientras escuchaba, y se le aguaron los ojos. Volteó hacia Trevor, y se le lanzó encima. Antes de que él la confortara, se apartó de él, y se fue con sus otras amigas. Trevor le echó una mirada acusadora a Campbell, y éste comprendió que las cosas entre ellos estaban en pique. Pero, ¿por qué le estaba echando la culpa a Campbell, si no era culpa suya? De cualquier forma, Campbell no pensó más en eso. Los demás en la sala se miraron, y comenzaron a hablar de forma baja. - ¿Qué hacemos con ella? – le preguntó Campbell a María – no podemos dejarla allá afuera, pero si nos arriesgamos a salir, Patrick… debe seguir rondando por ahí… - ¿Dejarla afuera? – dijo María – no conozco bien a la niña, pero no dejaría a un ser humano, vivo, allá. ¿Un rescate, quizá? Pero no de una persona, eso sería suicidio… - ¿Y… si ya la agarró? - Es mucho más posible eso, e indefensa… - ¡Alguien tiene que ayudarla! – gritó Lori Trevor se adelantó a los demás, mirando por la ventana, en vano. - Coño… okey, okey, tenemos que ir a buscarla. No vaya a ser que uno de esos… locos vayan y se la lleven. ¿Qué dicen, un grupo de rescate? No todos a la vez, no podemos ir todos, je. Okey, okey, de verdad, creo que tenemos que ir a buscar a la chica. Haríamos lo mismo con cualquiera de ustedes, ¿de acuerdo? Ahora, ¿quién viene con nosotros? - Iré yo, jefe – dijo ‘Slasher’, levantándose y gruñendo del dolor - No, hermano, te quedas aquí – dijo Trevor – solo mírate. - Trevor, no me dejes aq… - Ashley… - No me llames, Ashley, hermano, sabes que odio ese nombre… - Tu madre te lo puso. - Bueno, mi madre me odia. No me digas que me quede aquí, tengo que salir, me necesitan… - No diré más, hermano – dijo Trevor, quitándole de las manos el bate – lo necesito. Quédate aquí, toma agua, descansa, y cuida a los demás… y a ti mismo
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Trevor buscó tres linternas, guardándose una y dándole las demás a dos de los chicos. - Tú – dijo Trevor, acercándose a Campbell – tú vendrás con nosotros. Si quieres venir y asustar a los demás con tus locuras, entonces saldrás, y te asustarás de verdad. Y te quedarás cerca, ya estoy harto de ti. Campbell miró al suelo, y respiro fuerte, lleno de rabia. Ató su lámpara a su cámara con algo de cinta adhesiva que había en una gaveta de la cocina. Respiró profundamente, mientras se preparaba para lo que venía después. Los demás lo veían como si ya lo hubieran dado por perdido. Campbell sintió el ánimo a flote. - ¿De verdad vas a salir? – dijo María, viéndolo preocupadamente – no tienes que salir, ¿sa, sabes? Los demás pueden salir y podrán encontrarla sin problemas, no tienes que salir y, y arriesgarte de esa forma… - Ellos no me escuchan – dijo Campbell – pero descuida. Regresaré. Tomaré algunas cosas con la cámara, y veré si puedo escapar con vida. Filmaré lo que pueda, y así verán lo que nosotros decimos. - No juegues con eso – dijo María. Se le notaba como sus ojos comenzaban a brillar – regresa. Sabes que tienes que regresar, ¿okey? Así, así podremos cambiar algunas canciones y eso, quizá te preste algún comic, o un libro, o alguna peli, y… y… si no… si no, le diré a Lori que sí la estabas espiando. Ambos sonrieron, y se abrazaron. Ella le dio un beso en la mejilla, que los sonrojó a ambos. Campbell sonrió de oreja a oreja, mientras notaba como se ponía rojo y caluroso. Trevor y Lori no se dirigieron la palabra, pero él la miró, y ella a él, y ella no dejó de mirarlo ni cuando cruzaron la puerta.
Ya afuera, seis chicos estaban frente al pórtico, caminando lentamente, mirando hacia todos los lados. Los que tenían linterna apuntaban a todas partes, solo mirando piedras, césped, troncos cortados, y parte del camino hacia la cabaña. Escucharon la puerta cerrarse detrás de ellos. Trevor vio como los demás los veían desde adentro, pegados a las ventanas, y les hizo gestos para que se alejaran de éstas. Comenzaron a buscar por todos lados. Solo árboles, cientos de árboles, rodeándolos como gigantes verdes, viéndolos como sobrevivían a las penurias de altas horas de la noche. Campbell grababa y apuntaba con su linterna todo lo que podía, o trataba, de ver. Nada aún. Ni con cámara nocturna. Una mezcla de decepción y alivio lo invadió, y volteaba siempre para estar seguro de estar con los demás. Resolvieron en rodear la casa, pero no se topaban con nada en el camino. De pronto, comenzaron a escuchar un jadeo. Era algo como un gemido, un sonido de alguien ahogándose. Campbell sintió un frío en la espina, y le echó un codazo a Trevor. Trevor asintió, y les susurro que el paso. Terminaron en la parte de atrás de la cabaña, donde estaba un portón gigante en el suelo, el portón del sótano. Trevor aprovechó para acercarse y asegurarse que estaba bien sujeto el candado. Siguieron rodeando, buscando a la chica. Los jadeos y gemidos se hacían cada vez más fuertes, pero seguían sin ver absolutamente nada más allá de lo que sus lámparas le permitían. Apuntaban donde escuchaban de pronto algo, pero nada. Campbell apuntó a un lugar donde escuchó una rama, y vio un par de puntos amarillos, como reflejos, como… ojos… reflejándose… Campbell sintió el corazón dar un vuelco, y comenzó a adelantarse a los demás, diciendo que tenían que moverse aún más rápido. Llegaron al otro lado de la cabaña, y no veían ni rastro de Karen. Se la llevaron, pensaron. Se la llevaron, se la comieron, ya no está ahí. Se la llevaron y se la comieron, o peor, la dejaron ahí a morir, y en cualquier momento se levantaría de regreso. ‘Coño’, susurró Trevor, diciendo para que se movieran y volvieron a la casa. Siguieron hacia delante, pasando el costado de la cabaña, y vieron las luces de las ventanas. Ya no escuchaban más los jadeos, ni gimoteos, ni nada. Un alivio los atrapó. Lo habían logrado. Ella no, lamentablemente, pero un alivio para el resto de los sobrevivientes sí. - Trev… Trev – dijo uno de los chicos – mira, mira ahí. Ahí, a casi nada… El chico apuntaba con su lámpara hacia un punto, donde algo, una superficie metálica y brillante se encontraba. Era uno de los autos. Los autos, apenas visibles, se encontraban a algunos metros de la cabaña, muy cercas de los árboles y donde el camino comenzaba adentrarse en el bosque y perderse.
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- Tenemos una oportunidad, Trev, podemos aprovecharla – dijo el chico – podemos ir, escapar, y… - ¿Qué? ¿Qué te pasa? – dijo Trevor - ¿Qué no piensas? ¿Qué hay de los demás? ¿Los dejarás aquí, como si nada? ¿Qué te ocurre? - Lo… espera… llamaré, buscaré por ayuda, créeme – dijo el chico, y salió corriendo hacia el auto, llaves en mano - ¡Gus! ¡Gus, coño, no! El chico salió corriendo, desesperado, apuntando con su lámpara lo más que le permitía el trote. Apuntaba también hacia los lados, esperando que algo le saltara encima. Nada. Los sonidos enfermizos se acabaron. El chico salió, y llegó a su auto. Sonrío. Sonrío, y saboreó su victoria. Había llegado, vivo, sano, y los demás lo veían como se detenía frente al auto. Campbell lo apuntaba, así como los demás con sus lámparas. De una vez, Campbell pensó, no lo logrará. El chico sonó las llaves, mientras trataba de abrir las puertas con su nerviosismo. Trataba de meter las llaves, hasta que… con un fuerte click, las puertas se abrieron. El chico volteó, sonriendo de su victoria. Pero no le devolvieron la sonrisa. Los demás miraron con horror, mientras el chico sentía como algo lo halaba lejos del auto, con una fuerza que le atravesó los hombros y la carne. Forcejeó, y gritó, y los demás lo perdieron de vista. Pidió ayuda, gritó auxilio, y así, hasta que se calló por completo. Un silencio hermético se mantuvo en el aire. No se escuchaba absolutamente nada. Y luego… crack, de la nada, un sonido que partió la atmósfera. Se comenzaron a escuchar gemidos, voces ahogadas, que llamaban sin sonidos humanos, solo animalescos, bestias que los rodeaban, jadeos y risas como de hienas muertas. Los demás se comenzaron a alejar de la escena, lentamente, volteando para ver las luces de las ventanas. Frente a ellos, se comenzó a acercar algo, que no podían ver bien. Todos temieron, pero decidieron apuntar lo que sea que tenían frente a ellos y verlo, ver la muerte de frente. Un par de luces brillaban, reflejando las linternas, como ojos de gato. Las luces se acercaron pasivamente, y vieron un par de manos subiéndose, unas manos podridas, blancas y grises, con dedos negros… negros… y de un rojo chorreante y oscuro. Ahí, perdieron los estribos y salieron corriendo hacia la cabaña. Campbell escuchó un grito a su lado, y un sonido en la grama; habían agarrado a otro de los chicos, pero nadie se atrevía a voltear a ver, y nadie podía ayudarlo. Frente a ellos se comenzó a acercar uno de ellos. Trevor no lo pensó dos veces, no le importó qué fuera, y lo golpeó de lleno con el bate en la cabeza. Un jadeo y grito le respondió, y cayó en el suelo. Se abalanzaron a la puerta, y la cerraron lo más rápido tras de ellos. Respiraban. Respiraban. Se recuperaban. Se mareaban, y se sentaban en el suelo y en el sofá. Les dieron agua. Les dieron una palmada en las espaldas. Algunos preguntaron qué vieron, si vieron a la pobre de Karen, si vieron de nuevo a Patrick, o incluso al granjero. Campbell solo les respondió una cosa. - Son… mu… muchos… y… estamos… rodeados… Se tomaron unos segundos para que la noticia les cayera encima. Lori lloraba en el hombro de sus amigas. Karen estaba afuera, y estaba perdida, pero lo más seguro... muerta. Estaban rodeados, y no había forma de salir. Perdieron a dos chicos más, y no había nada que hacer. Estaban rodeados, y nadie los podría ayudar. Campbell y María se miraron, y ambos sabían qué pasaría ahora. Les quedaba a todos quedarse en la cabaña, y esperar a que llegara la mañana. No podían dormir, por si ocurría algún otro incidente. Cuando llegara la mañana… ¿Qué harían? ¿Intentarían irse de ahí? ¿Qué podían hacer? Estaban rodeados, y podían morir allí, sin ayuda, sin más comida y bebida que cervezas y tentempiés, y no podrían hacer nada. - Gente – dijo Trevor, luego de un rato – esto es lo que tenemos. No sé si… si lo que decían antes… zombies, y… eso… sea verdad. Pero… pero sí sé que estamos rodeados. No podemos usar los autos, ellos mismos los rodean igual… Coño… coño, ¿qué podemos…? Trevor se sentó, sintiendo un peso en los hombros. No podía pensar en qué hacer. La policía ya los había tomado como una broma, y nadie vendría a buscarlos. Campbell igual pensaba. Odiaba estar ahí. Odiaba estar rodeado, sin esperanzas, sin poder escapar de ahí, pensar que moriría joven, que todo lo que había hecho hoy, incluso… incluso conocer a María… nada, no valdría para nada… pensaba en qué estarían haciendo sus amigos ahora, seguro en el arcade jugando con los demás, seguro saliendo por ahí, comiendo o lo que sea… quisiera estar en el auto de George, con ellos, y… y… - María – dijo Campbell – María, creo que sé, creo que sé cómo irnos. Okey, ¿te acuerdas que te dije que podía llamar a Jim y a George? Quizá si los llamamos, y eso, pudieran… - Te dije que no podremos llevar a todos con ellos, no creo que quepan – dijo María – en un auto así no cabrían tantas personas. Y, además, no creo que si les dices que hay zombies por aquí, se acerquen. De hecho, ni te creerán, se reirán de ti y te colgarán.
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- Bueno, pero al menos hay que intentarlo, ¿de acuerdo? – dijo Campbell - Campbell, ¿alguna idea sobre esto? – le dijo Trevor – mira estamos todos desesperados. Al parecer nos quedaremos aquí, no queda de otra… Campbell lo miró extrañado, y sorprendido. - Si nos quedamos… - dijo Campbell – en cualquier momento podrían entrar, como hizo Patrick… - Por lo que sé, los atraen los sonidos y las luces – dijo María – si apagáramos las luces de la sala, quizá podríamos alejarlos… - Y quizá… si ya no nos toman en cuenta – dijo Trevor – podríamos salir, montarnos en los autos, ¡e irnos de aquí! ¡Excelente, excelente! Muy bien, chicos – dijo, hablando para todos – miren, apaguen las luces, de la sala, el baño, los pasillos, todo, ¿de acuerdo? Solo usaremos las linternas ahora, y solo en caso de que necesiten algo, y las mantendremos hacia el suelo. Si ellos dejan de buscarnos, quizá se alejen, o lo que sea, y listo, tendremos camino libre para irnos. ¿Muy bien? Okey, apaguen las luces.
La sala se oscureció por completo. Apenas si se podían ver las siluetas de las personas, gracias a la luz de la luna. Nadie se reconocía. Campbell recordaba como en viajes en autobús, en los tiempos de primaria, cuando entraban por un túnel, todos se reían y comenzaban a gritar, y aún así no se escuchaban dentro del túnel. Y cuando, más antes, les apagaban las luces en primaria, y todos se colocaban la cabeza entre los brazos y se recostaban en las mesas de los escritorios, y se comenzaban a reír, por ninguna razón aparente, pero era gracioso, algo era gracioso. Campbell sintió algo parecido. No había nada de que reírse, pero todo oscuro, algo le colocó una sonrisa. Algo le hizo olvidar por un momento la terrible situación en la que estaban. - Oh, dejé el celular en tu cuarto – le dijo a María – vamos, acompáñame a buscarlo Subieron con cuidado las escaleras, mientras él sostenía la cámara con linterna, apuntando bien los escalones antes de poner un pie. Desde el balcón, todo era un gran vacío frente a ellos en el piso de la sala. Escuchaban pocos murmullos, quizá una risa nerviosa, o quizá fue un ruido que nadie escuchó. Cruzaron el pasillo, viendo el suelo iluminado por la lámpara, y entraron en el cuarto, apenas si tocando las cosas, sillas, puertas y cosas. - Si quieres, aprovecha y toma lo que puedas, en un bolso o algo – dijo Campbell - Déjame prender la lámpara un momento – le respondió María Desde el escritorio, la lámpara les iluminaba algo del cuarto. Campbell vio por la ventana. Pudo ver como unas dos manchas se movían de un lado a otro de la cabaña, como buitres a la carroña. Buscó entre las sábanas de la cama, y encontró el celular.
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- Aquí la señal es débil – decía María, mientras guardaba algo de ropa en su bolso - normalmente, cuando viene la señal, todos los celulares la tienen a la vez, así que si mandan mensajes o llamadas, las reciben es en ese momento. Es raro, pues, pero bueno estamos en todo el bosque… - Vamos, vamos, vamos – decía Campbell, mientras esperaba el tono – no… vamos, esta vez… - dijo, de nuevo marcando - ¿Jim? ¿Jim, me escuchas? - ¿Campbell? ¿Eres tú? – dijo Jim– oh si, mira, es tu número en la pantalla. - Sí, sí, sí, soy yo. Mira, ¿andan aún afuera, en el auto de George? - Sí, claro, seguimos aún por aquí. Te lo perdiste, Lord of the Rings, que clásico hermano, que clásico, aunque aún no me convence que hayan dejado a la araña sino para la próxima película. Te lo digo, se hubieran perdido de una buena pelea, y… - Sí, sí, mira, mira Jim, escúchame. Escúchame con atención… necesito tu ayuda… - Sasha vino y trajo a unas amigas suyas. Preguntó por tí, hermano, ¿qué te dice eso? - ¿Sasha? - Mira, George me dijo que no te dijera, pero aprovechando que anda dormido en la parte de atrás… le dio un beso a George. ¿Qué te parece? En el cachete, claro ¿No te molesta? - Ahmm, no, no, tranquilo ¿Sasha no anda con ustedes? - No, se fue, estaba cansada luego de la película y se fue con su hermano. Los llevamos a su casa, y nos fuimos al Arcade. Estamos solo aquí George, Teddy y yo. - Okey, muy bien. Mira, necesito que me ayuden… que nos ayuden en algo. - ¿Aún andas en la fiesta? - Bueno, fiesta… - ¿Grabaste algo interesante, director? - Se… podría decir que… sí… - ¿Y para qué necesitas nuestra ayuda, hombre? Quédate en la fiesta y nos vemos en la mañana, John, hablamos luego. - No, no, no, Jim. ¡Jim! Oh, cara… - marcó de nuevo - ¿aló? - ¿Campbell, eres tú? - Que sí, mira no me cuelgues. De verdad, de verdad, necesito tu ayuda. ¿Me oyes bien? Necesito que me ayudes. Antes de contarte, ¿has visto las noticias? - ¿En la tele? Bueno, no, solo en parte, mientras estábamos en el Arcade, vimos algo sobre unos disturbios en los suburbios, pero nada más así. ¡Hey! Disturbios en los suburbios… buen nombre para una banda, ¿eh? Quizá una banda punk o algo… - Jim, Jim, escucha. Estas noticias podrían... son... mira... - ¿De qué hablas, costal de papas? - Jim… okey, no sé cómo decírtelo sin que suene estúpido, y sé que no me vas a creer, pero… okey… okey, aquí va… Jim, tienen que venirnos a buscar, a mí, y a otras personas de la fiesta, ¿me oyes? Son… son… son zombies. Jim, hay zombies aquí, afuera de la cabaña, nos tienen rodeados. No podemos salir. Mataron a tres chicos, uno de ellos era Patrick, e hirieron a otros dos, y no sabemos cuándo ellos se convertirán, y… y… no… ¿no me crees… verdad? Jim no contestaba. Luego, con una risa algo socarrona. - No, si, de hecho, sí te creo, por más loco que parezca. - ¿Ah? - Si, de hecho te creo. Mira, no sé qué podemos hacer, pero despertaré a George, le diré a Teddy para que vayamos a su casa a buscar el rifle de casería de su papá… - ¿Qué? ¿El rifle de papá? ¿Para qué quieres usarlo, loco psicópata? – dijo una voz de fondo. Era Teddy, un amigo de la infancia y vecino de Jim - … e iremos a buscarlos – siguió Jim, luego adoptando un tono serio – diablos, ¿de verdad mataron a tres? ¿Y Patrick? Guao, no me caía nada bien, pero eso no me parece. Quizá se lo merecía, ¿eh? - Jo, créeme que estando aquí, no le desearías nada de eso a nadie – le respondió Campbell – mira, te pasaré a María, la hermana de Lori, ella te dará los detalles de la dirección, ¿okey? - Okey, llegaremos lo más pronto que podamos, ustedes relájense y resistan, o lo que sea – dijo Jim Campbell le pasó el teléfono a María, mientras ella le daba los datos a Jim. Apuntó con la lámpara hacia afuera de la habitación. La oscuridad le aumentaba la paranoia, y veía manos que lo atrapaban en cada sombra. María colgó, y terminó de guardar algunas cosas en la mochila. - Creo que estamos listos – dijo María – entonces…
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- ¿Lista? – dijo Campbell Ambos asintieron. Ambos asintieron y se acercaron. Se acercaban, y no se detenían, y lentamente seguían. Cada vez más, Campbell podía ver de cerca los ojos, esos hermosos ojos verdosos y azulados, que brillaban con la lámpara. Lentamente, dejó de verlos, mientras cerraba los suyos, y ella igual. No sabía quién fue el primero y quién le siguió, pero sintió una calidez húmeda en sus labios. Ambos suspiraron casi al mismo tiempo. Fue corto, pero no se detuvieron, y volvieron a darse otro beso, esta vez tan largo como la vida misma, y hubo una explosión profunda en lo más recóndito de sus mentes. Soltó su cámara, y la dejó en la mesa, y sus manos se movieron detrás de la cabeza de ella, y él sintió como las manos de ella se colocaban suavemente sobre sus hombros y en su espalda. Se acercaron más, y él le acaricio sus mejillas. Se acercaron más, y ella le acarició el cuello. Se acercaron más, y se quedaron así. Y el tiempo voló más allá de lo que podían saber o pensar. No había nada más después de esto. Y, así como comenzó, sin saber quién fue el primero o el segundo, así terminó, sin saber quién se alejó y quién se quedó atrás. Ambos se miraron, y sintieron el rubor subir a las mejillas y las orejas, y les invadió una mezcla de felicidad y de pena. Miraban a cualquier otro lado, al techo, al suelo, a las paredes, pero terminaban siempre viéndose de nuevo. - Entonces… bien… - solo podía balbucear Campbell, mientras tomaba nerviosamente la cámara – entonces… sí… - Sí… claro, sí… - le respondió de la misma forma María – si… si no lo… si no
lo logramos… solo quería… yo… - Lo lograremos – le aseguró Campbell, con una sonrisa – podemos, podemos salir de aquí, y… bueno… yo… No podían decir nada más. Solo les quedaba en los labios el calor del otro. Solo les quedaban sus miradas. Solo les quedaba ese momento.
Saliendo de la habitación, un recuerdo terrible detuvo en seco a Campbell, arruinando todo lo que había pasado antes. Al otro lado, detrás de una de las puertas, estaba Frank. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Los había escuchado? ¿Y, lo más importante, qué harían con él? Campbell se acercó a la habitación donde debería estar acostado Frank. Trató de abrir lentamente la puerta, que hiciera el menor ruido posible. Apuntó con la linterna hacia adentro. Lo que encontró adentro lo aceleró más que el haber encontrado a Frank levantado y dispuesto a atacarlo. Encontró algo peor, algo que no se ocultaba en la oscuridad. No encontró nada. Frank no estaba en la cama. Frank no estaba allí. Frank rondaba la casa. Campbell miró por el pasillo, apuntando la linterna sin ver nada. - ¿Qué pasa, qué ocurre? – preguntó María, sintiendo el miedo de él Cerró los ojos por un momento, y trató de escuchar. Sus latidos. El viento en la madera. Y un jadeo. Un gimoteo callado en una habitación cercana. Campbell se acercó a la habitación de al lado, donde estaba… donde estaba… oh no, oh no, oh no, oh no, se repetía Campbell, mientras lentamente comenzaba a abrir lentamente la puerta de la habitación. Antes de ver nada, escuchó sonidos húmedos, y luego algo rasgando papel. No, no era papel. Era ropa. Con un suave chirrido, apuntó con la lámpara hacia adentro. Le devolvieron el saludo un par de luces hipnotizantes. Se movían, como si estuvieran independientes del cuerpo que llevaban. Frank se tapó el rostro con una de sus manos. Campbell creyó que estaba vivo, que quizá solo estaba despertando a Katrina, y saldrían de allí juntos a reunirse con los demás. Bajo algo la luz, y la apuntó a la cama. Campbell sintió el estómago volverse, y se llevó la mano a la boca. Si alguna vez había una chica ahí, ya no se sabía. Pero Frank lo supo, y llevaba muestra de ella en su boca, manchada de rojo, con pedazos de ropa u otra cosa, Campbell no sabía decir ni quería averiguarlo. Frank se llevó las manos a la boca con un pedazo grande de algo, y comenzó a masticar y arrancar tajos. Campbell no lo soportó más, y cerró fuertemente la puerta. María se estremeció de pronto. - ¿Qué… qué pasó? ¿Qué viste? - No… no puedo… tenemos… tenemos que irnos de aquí – dijo Campbell, viendo a María entre las sombras Los jadeos terminaron. Se quedaron quietos un momento. Sabían que tenían que
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correr, pero no podían. Seguían ahí. Estaban estáticos. Un golpe sonoro y seco en la puerta los hizo moverse. Otro golpe hizo que se oyera seco entre madera y madera. María arrastró a Campbell a otra puerta del pasillo, mientras trataban de ver en la oscuridad. Cerraron la puerta tras de ellos, y Campbell se quedó frente a ella, atento, dejando la cámara en el suelo. María fue corriendo hacia el otro lado de la habitación. Él apenas si podía ver adónde se encontraba ella, pero no podía ver más de lo que podía iluminar la linterna. Podía ver estanterías, quizá de libros o películas o algo, y algo de madera que parecía un closet frente a él al otro lado. Oía lo que parecía un reloj sonando en el fondo, pero no lo veía. María abrió las cortinas, y todo se iluminó. Era un cuarto parecido a una oficina, lleno de librerías, mesas, un reloj de pared, el escritorio grande frente a la ventana, y una cabeza de venado montada. A sus espaldas, la puerta vibró de un golpe muy fuerte. Campbell empujó la puerta, y otro golpe hizo que la madera crujiera tras de él. ¿Cómo nadie llegaba y trataba de rescatarlos, o al menos para distraer a Frank? ¿Qué diablos hacían abajo que nadie viene por ellos? Otro golpe. La madera sonaba como una galleta partiéndose detrás de Campbell. María comenzó a buscar algo en el escritorio, totalmente desenfrenada. - ¿María? – le preguntaba nervioso Campbell, mientras se sostenía lo más que podía de la puerta - ¿qué…?
CRACK. CRACK. Astillas volaban, polvo esparcido por doquier, un pedazo de madera cayó encima de él y Campbell miró sobre él, y vio un brazo ensangrentado, moviéndose ciegamente, tratando de agarrar algo. Se agachó lo más que podía, y el brazo se le abalanzaba. Por unos centímetros, estuvo a punto de rasgarle la cara. Campbell escuchó un click metálico, y luego un BAM. El brazo del zombie salió por el agujero que había hecho, y se quedó afuera. Campbell volteó, y vio a María con un revolver en la mano.
- Creí… creí que no lo tendría aquí – dijo María – pero pensé, que mamá no lo querría en la casa, así que lo guardó aquí, y… y… - Casi… casi… ¡casi me das a mí, podrías haberme dado! – dijo Campbell, jadeando - De nada – dijo bromeando ella Abrieron la puerta, y vieron a Frank tendido en el suelo. Estaba pálido y grisáceo, con un color de tiza manchado. Se podían ver venas azules y verdosas en sus manos, sus brazos y alrededor de sus ojos, que eran de un color lechoso, vacíos y oscurecidos en los bordes. De sus labios descolorados comenzaba a salir lo que parecía un líquido negruzco y espeso. María y Campbell sostenían el aliento, mientras lo veían detenidamente. Ella se llevó una mano a la boca, mientras él miraba hacia otro lado. Ya no era Frank, pero era algo que no pensaban que harían. Se escucharon pasos apurados que se acercaban. María
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sostuvo el revólver fuertemente, temiendo que algo más ocurriera. - María, ¿eso… eso que se oyó era… el revólver de papá? – dijo Lori, con una voz innaturalmente tímida para ella, acercándose – se molestará si sabe que lo tomaste - Bueno, no creo que esté molesto al saber que sus dos hijas tratan de sobrevivir, ¿me imagino? – dijo María, guardando el revólver en su bolso Trevor, Lori y otros dos chicos habían subido apurados, escuchando los ruidos y el disparo en el piso de arriba. - ¿Por qué no subieron antes, no escucharon los golpes? – dijo Campbell, señalando la puerta rota - Pensamos que había sido cualquier cosa, una cama, o la madera crujiendo – dijo Trevor – en la noche siempre hay ruidos extraños, sabes… Espera, espera, ese… ¿ese es… Frank? ¿Qué… qué hace…? - Yo… Trevor, mira… – dijo Campbell, tragando con dificultad – Frank… Frank despertó… - ¿Qué… qué mierda…? – dijo Trevor - Murió. Por las heridas que Patrick le hizo, murió, se convirtió, y regresó. Tratábamos de escapar de él. Nos persiguió y trató de matar. De hecho… Lori… Katrina no… bueno… - No… no puede ser… - dijo la voz de Lori, sonando lagrimosa – no puede… Karen… y Katrina… oh, Dios, no… ¿por… por qué? ¿Qué demonios hicimos para merecer esto? ¡Oh, Dios, no! - Frank… mierda… no – dijo Trevor, desesperado, con una mano en la frente. Se agachó para ver a su amigo caído, pero no lo reconocía en esa mirada perdida y salvaje. Lori sollozaba agitadamente. Trevor y María trataron de consolarla, pero solo lograron que bajara un poco la voz. Estaba perdiendo las esperanzas. Trevor estaba perdiendo las esperanzas. ¿Qué pensarían los demás? Bajaron a la planta, mientras Campbell lograba captar palabras como “perdidos” “salida” y “muertos” a lo lejos, entre las sombras. Se sentía el terror en el aire. Se sentía la presión en la oscuridad de la casa. Eran ya las dos de la mañana. Campbell no sabía más nada de Jim o de George. El silencio era increíble, nadie hablaba más de dos palabras, por miedo a ser oídos. Todos se mantenían en silencio lo más que podían, y a cualquier crujido de madera, o cualquier soplo de viento, el corazón les rebotaba y los ojos se les abrían de par en par. Veían a través de las ventanas sombras que rondaban alrededor de la casa. Eran cada vez más. Cada vez más cerca. Escuchaban un golpeteo en las paredes. Las pisadas en el césped, y en el pórtico de madera. Eran cada vez más. Se escuchaban sus gemidos, sus lamentos, sus estertores, y a veces un grito desgarrador. Los chicos se apretujaban, y veían atentos a las ventanas, miraban las sombras, escuchaban todo. Los nervios los invadían. Comenzaron a pasarse vasos de agua y comida. Comían los tentempiés de a poco, guardando lo más que podían, sin saber hasta qué hora podrían estar ahí. Quizá actuaban algo extremistas. Solo había pasado al menos 1 hora o 2, pero el sentimiento y culpa de sobrevivientes los llenaba. ¿Cuántos muertos más habría, si no actuaban con cautela? - Lori… Lori, yo… - se escuchaba decir calladamente a Trevor – por favor, discul… - No, Trevor – le respondió Lori, susurrando – no te quiero escuchar. Estamos aquí no por decisión. Créeme que por mí estaría lejos de aquí, lejos de ti. - No, baby, por favor, no digas… - Trevor, lo que hiciste, lo que planeabas hacer es… es… no tiene excusa… no, no, suéltame… - Baby, no me digas que no querías que… - Suéltame, te dije, y lo que te diga es solo a ti, ¿está claro? Bueno, lo que te decía… - No, no digas eso, Lor, de verdad, estoy arrepen… - Lo creeré cuando lo sienta, Trevor. Por ahora, déjalo a… - Lor… - Déjalo así. Campbell se sentía en parte culpable de eso. Sentía que María también lo veía de forma terrible. Ser cobardemente arrastrado hacia algo que no quería, y ahora algo se derrumbaba frente a sus ojos. ¿María lo habría perdonado ya por eso? Trevor seguramente seguía molesto por lo que ocurrió. ¿Por qué, por qué se sentía culpable por cosas ajenas a él? - No es tu culpa – le dijo María, adivinándole los pensamientos – que Trevor sea un cerdo no es culpa tuya. Que Lori no lo haya visto como es, tampoco. Por mi parte, me alegra que no hayas participado en eso. Bueno, que no hayas decidido terminar parte de eso. Aunque ya eso no importa ya, en estos momentos, ¿cierto? Mientras los demás se sentaban en el suelo y algunos banquillos de la sala, el sillón y
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el sofá y sus respaldares, Campbell se sentaba con María en los últimos escalones del segundo piso. Campbell le colocó una canción, y le dio uno de sus audífonos, para ayudar a pasar más el rato. Savage things wash over me A crime that leaves a heated greed Oh machine, machine I washed it for you Machine, machine - ¿Crees… que saldremos de aquí? – preguntó María, jugando con sus dedos de las manos - No lo sé… - dijo Campbell, honestamente –. Quizá sí, quizá no… ¿Y qué dices tú? ¿Podremos salir? - Yo… creo que sí… sí… saldremos de aquí... Campbell la rodeó con su brazo, y sintió sus brazos alrededor de su torso. Le dio un beso en el cabello, y se quedaron así juntos, sin importarles sin alguien los veía o no. Siempre había alguna voz que rompía el ambiente, una tos a lo lejos, que se perdía en el silencio. La oscuridad se desvanecía por un momento, por la luz de la luna, y las estrellas Campbell vio en su celular. Ningún mensaje de Jim o de George. De hecho, revisó en su teléfono, no había señal de nuevo. Ya iban a ser las tres y media, y ninguna señal de que podrían escapar. No quedaba más que esperar a la mañana y ver qué hacer. Pero Campbell sabía que llegando la mañana, nada podría cambiar. Los zombies quizá no se irían solo porque sería de día. Quizá seguirían ahí, y aunque no podían verlos, ni olerlos, sabrían que algo dentro de la cabaña podría salir en cualquier momento, y ellos se abalanzarían sobre comida recién salida que trata de escapar de sus fauces, como lobos. Una respiración muy fuerte y acelerada se escuchaba entre los que estaban presentes. Escuchaba gruñidos de dolor, de movimiento. ‘Slasher’ Adams se recostaba solo, en el sillón, lejos de muchos, mientras trataba de respirar lo más que podía. Los vendajes hace tiempo ya estaban mojados y llenos de pura sangre y sudor, y ya no sentía casi su brazo. Campbell no lo podía ver desde aquí, pero Trevor les contaba cómo seguía él. ‘Slasher’ era alguien que no quería rendirse, ni siquiera que le faltaran los cuatro miembros. Solo diría algo como ‘es solo una cortada’, y seguiría peleando hasta el último aliento. ¿Miedo? ¿Temor a irse sin dar pelea? ¿O solo temor a morir? Campbell solo podía preguntarse una cosa, curiosa y mórbidamente. ¿Cómo se sentiría convertirse en uno? La mordida, obviamente, dolería. ¿Solo dejabas de respirar, y morías, y luego revivías? En algún lado, hace tiempo, leyó que uno sentía una fiebre muy fuerte, delirios y alucinaciones, deshidratación bestial, hasta que el corazón se detenía, y te vas. Sería algo interesante de experimentar, pensaba Campbell. Se río para sí mismo, ¿de verdad estaba pensando en eso, en estos momentos, ya cuando lo único que hay que hacer es esperar y salir de ahí? - Trev… Trevor… - decía una voz, entre jadeos y gruñidos – Trevor… no… no me siento… siento… - ‘Slash’, hermano… - le contestaba Trevor – ¿la herida? ¿Pero… qué podemos…? - No… no creo… no voy a llegar… tienen que… tienen que ma… - No, ni lo pienses, hermano, ni lo digas… no podría… no podría… - Tienes que hacerlo, Trev… si no lo haces… si no… entonces yo… todo estarán en... peli... peligro... y no… Campbell no podía ver lo que pasaba, solo una silueta inclinándose cerca del sillón. De pronto, algo comenzó a sonar débilmente en el salón. Era el tono de un celular. Dejó de sonar. Luego, de nuevo comenzó. Y ahora otro por ahí. - Shhh, apaguen esas cosas, que no ayudan – dijo Trevor, con un sentido de estrés en su voz De pronto, otros tres celulares comenzaron a sonar a la vez. Y otro más. Un quinto, de un tono especialmente fuerte comenzó a sonar terriblemente, con una canción electrónica.
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- ¿Ma… mamá? – contestó alguien en la sala, comenzando a gritar por no poder escucharse entre todo el ruído – no… no, no… estoy… estoy con mi primo, si… enserio, ma, estoy con mi primo, de verdad, créeme… no… ¿cómo crees que te menti—? ¿Qué, las noticias? Pero… - ¿Quién es? ¿Pa-papá? Papa, yo… escúchame, por favor, yo… ¿qué? ¿qué mamá qué? ¿Papá, no te entiendo, qué… - Abuela, no llores, ¿qué…? ¿Mi tío qué? ¿Herido en la…? - Tía, no… no me digas eso… Ahora toda la sala comenzaba a sonar entre celulares, mientras la señal iba y venía, y seguían llamando las madres de todos los presentes. - Malditos… malditos… policías… - decía ‘Slasher’, mientras su voz se retorcía en dolor El mar de celulares sonaba y sonaba en la sala, a veces más fuerte y más débil que antes. Hasta la propia María comenzó a recibir llamadas de su madre y su tía, al igual que Lori. Cuando Campbell pensaba que no se podía poner peor, su madre también llo llamó. No pasó ni un segundo de que contestó para que su mamá le llenara el oído de gritos y ‘cómo es posible que hicieras esto’ y por ‘qué no me avisaste’ y ‘con quién estás’ y ‘por qué no me avisaste’ y ‘por qué te fuiste sin decirme nada’ y ‘no has visto las noticias’ y otras cosas más. Cacofonía en la oscuridad. Nadie se podía entender, nadie sabía qué excusa poner o qué decir, mientras esperaban a que todo terminara. De todos los teléfonos, se escuchaban pocas palabras entrecortadas con sonora estática y silbidos, pero se podían entender voces llorosas, gritos preocupados, sirenas de bomberos y policíacas, y todos les repondían y le gritaban a sus teléfonos. Pero no iba a terminar muy pronto, ya que la señal iba y venía. Todos comenzaban a colgar y apagar los celulares frenéticamente, algunos con éxito, otros dejando que sonara su teléfono en la oscuridad. Nerviosos, todos se quedaron callados. Se veían a los rostros. Cada uno congelado en su lugar. Ni un movimiento. Ni la madera crujía, ni el viento soplaba en la sala. Ni el pitido que suena cuando no hay nada de ruido. Solo se escuchaban latidos. Sus latidos en sus oídos. Acelerados, nerviosos, palpitante sudor que se le notaba y le hacía temblar sus labios. No sabían qué decir. Solo esperar. Y ver qué pasaría. El silencio era inquietante. Les decía que todo estaba bien. Que nada malo les pasaría. Les mentía. CRACK. Un crujido los sobresaltó a todos. Un crujido que venía de una de las ventanas. No, no venía de ellas, eran las mismas ventanas las que sonaban así. CRACK. Otra vez el crujido. Y otra vez. Todos ahogaban gritos, mientras sus latidos se hacían más fuertes. Era una mano, golpeando el vidrio, una, y otra, y otra, hasta que lo rompió. Miles de pedazos de vidrio comenzaron a volar, mientras la mano entraba, y le seguía otra, y otra más, entre gemidos y gritos. La otra ventana resistió menos, y se rompió al primer golpe de todos ellos. Las paredes comenzaban a sonar, golpes secos y rasguños. La puerta comenzó a retumbar. La madera se partía. En el centro de ésta ya se veían rayos de luz de la luna. Las astillas y el polvo comenzaban a caer. Cada vez más, se escuchaban los gritos de los muertos afuera. Y adentro, en la cabaña, los gritos de sus próximas víctimas se escuchaban cual ovejas y vacas esperando en un corral al matadero. Muchos se lanzaron a la puerta, y a las ventanas, intentando empujar y dejarlos afuera. Golpeaban los podridos brazos que entraban con cosas, libros, botellas, lo que tuvieran a la mano, mientras se agachaban para que no los agarraran. - ¡Oh, no, no! - ¡Empujen, empujen allá! - ¡Miren eso... estamos... estamos...! - ¡Me agarró! ¡Me agarró, agh! - No... esto... esto no está pasando, no... - ¿Qué… qué podemos…? – preguntaba una voz nerviosa en la oscuridad - Lori, Lori, tranquila – le contestaba la voz de Trevor – tenemos… tenemos que… La puerta cedía. Ya las paredes comenzaban a tener sus propias aperturas, y la madera se abría y se resquebrajaba. La luz de la luna entre las grietas iluminaba todo en la sala. Todos se veían claramente. - ¡Vamos a morir! - ¡Mierda, estamos condenados! - ¡Soy tan joven! ¡Soy tan joven, y moriré!
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- Papá… lo siento… lo siento tanto… - ¡Todos, ya, al sótano! – gritó Trevor, sin pensarlo dos veces
Justo cuando lo ordenaba Trevor, la puerta cedió por completo, cayendo abajo. Todos quedaron en un completo miedo paralizante, viendo como desde la entrada donde todos vinieron a pasarla bien esa noche, entraban los muertos. Los zombies se quedaron detenidos en la entrada destruida. Muchos cargaban overoles, o vestidos de flores, camisas rayadas, botas, alguno que otro con gorra; eran, fueron, gente local, de granja, muertos y regresados a la vida. Trevor vio con terror como Patrick estaba allí, junto con todos ellos, como si siempre hubiera estado entre ellos. Lori observaba al granjero West, entre todos los muertos, viéndola como lo hacía desde siempre, y ella esperaba que en cualquier momento gritara y se quejara del sonido, o contara alguna de sus viejas historias de guerra. Pero no. Uno de ellos lanzó un grito ahogado, y otros le siguieron, un aullido mortal y furioso, animalesco, más bestial que cualquier bestia de cuatro patas. Campbell veía todo como si pasara lento el tiempo. Y así se tambaleaban hacia los vivos, con las manos y garras listas para atacar, y abrieron sus bocas, babeantes y ensangrentadas, oscuras por alguna bilis negra que les saldría. Lanzaban sus gritos y sus lamentos, con sonidos húmedos y huecos. Miraban con sus ojos, vacíos y lechosos, a sus próximas presas. Y fue luego cuando todo regresó de nuevo en cámara rápida. Y todo se volvió una pesadilla.
Se volvieron. Comenzaron a correr. Alguien lanzó un grito de dolor; uno de los muertos se abalanzó y lo atrapó antes de que corriera. Y luego otro. Una chica se cayó en el suelo, mientras uno de los muertos se le clavaba en la espalda, y la mordía y rasgaba. ‘Slasher’ seguía en su sillón, y logró patear a uno cuando se le acercaba, pero otro lo había agarrado por
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un brazo. Una pareja quería subir por las escaleras, pero fueron lanzadas y atrapadas por cuatro manos que los regresaron a la sala, donde rápidamente se acercaron una docena de manos más, despedazando, desgarrando. Uno de los chicos trató de salir por la ventana, viendo que ya los muertos no estaban ahí, pero lo agarraron d una pierna y se cayó de bruces. Uno de ellos se acercaba lentamente. Trevor lo rechazó con un batazo en la cabeza, que casi desnuca al muerto, y cayó de bruces en el suelo. Un chico tomó una de las lámparas de la sala y empujó a un zombie con ella, mientras otro le mordía en el brazo y le rasgaba la cara con sus manos. Los que pudieron, salieron hacia la cocina, algunos sacando cuchillos o lo que sea para tratar de defenderse, todo en vano. Eran atacados lo más pronto que se acercaban a los gabinetes, y solo podían ver en horror como eran rodeados. Se defendían con botellas, libros, golpes, empujones, pero los susperaban en número, en agresividad y brutalidad. No importa lo mucho que los empujaban, no dejaban de avanzar hacia ellos. Los agarraban de los brazos, los mordían, los tumbaban. Algunos de ellos trataban de esconderse bajo las escaleras, las mesas, tras los muebles, en vano. Los chicos que no podían soportarlo más se lanzaban al suelo, se rodeaban sus piernas con sus brazos, tapándose los ojos y los oídos y rogaban porque todo se terminara. Se escuchaban más alaridos fuera de la casa, y seguían viniendo más y más por el hueco que solía ser una puerta, y escalaban las ventanas. Estaba mucho de la sala llena, y a la luz de la luna solo se veían nubes rojizas y partes de ropa y carne volando y esparciéndose por todas partes, entre una celebración de que la muerte destruía pedazo por pedazo a los vivos, y los sobrevivientes no podían hacer más, pensando que el fin ya había llegado. Trevor se lanzó hacia la puerta del sótano, y la abrió de una patada. Todos los que pudieron entraron empujándose. Los que quedaron atrás no pudieron hacer más nada que ser arrastrados por los predadores. Campbell veía las caras de los que dejaban atrás, en shock, y se le escaparon lágrimas. Y la puerta se cerró. Sentían punzadas en el cuello, como eran atrapados y llevados, sentían las ropas rasgadas, los músculos tensándose, muchos trataban de pelear, otros se entregaban por completo, algunos veían todo a través de lágrimas, y otros ya ni podían ver. La sala se había convertido en una masacre más allá de todo lo imaginado. Pero no lo podían ver. Todos los pocos que sobrevivieron, menos de ocho personas, estaban reunidos en el sótano, oyendo gritos de ayuda y auxilio, chillidos salvajes, golpes, madera. Sabían que en cualquier momento, ellos entrarían, después de saber que están allí, y los buscarían, los encontrarían, y serían devorados, uno por uno, todos ahí en el sótano.
Se sentaron, se levantaban, caminaban en círculos, nerviosos, cansados, en un completo shock de horror, con el miedo hasta los tobillos. Veían las paredes, veían a los monstruos en todos lados, veían claramente como sus dientes podrían estar en sus cuellos y rostros en cualquier momento. Esas imágenes en sus mentes. Esos rostros. Y esos gritos. No se los quitarían fácilmente. Les temblaban las manos. Les sonaban las rodillas. Movían sus pies nerviósamente. María se tapaba los oídos, Campbell veía a todos lados, Trevor golpeaba una mesa de taller, lleno de frustración, y Lori se sentó cerca de una de las vigas, limpiándose el rimel caído; no podían soportar el horrible ruido de allá afuera. - No, no, no – decía Trevor, caminando en círculos, pensando en qué hacer – piensen, piensen ya, tenemos que salir de aquí, no podemos, tenemos que, tenemos que, oh Dios, oh mierda… - Es inútil... van a entrar... - dijo Lori en un tono sombrío - solo toca quedarnos aquí... y... oh... dios... - La puerta… - dijo Campbell – el portón del sótano. - Está… está cerrada, y con candado – dijo María - Hay que abrirla, mierda, hay que abrirla con lo que se pueda – dijo Trevor Prendieron la luz del sótano, una luz brillante que venía de un bombillo desnudo en el medio del lugar. Un lugar tétrico, gris y mohoso. Un lugar digno de una tumba para todos ellos. Una que otra araña y lagartija se deslizaba por las paredes. El calentador de agua hacía un ruido molesto en la pared. Había gavetas y estanterías. Había cajas con botellas de cerveza, traídas por los chicos para la fiesta. Unas bombonas de gas. Herramientas en la pared, cosas de jardinería, rastrillos, paletas, tijeras, un hacha pequeña, palas, mangueras, bolsas y bolsas de abono, tierra, concreto y otras cosas. Trevor se lanzó
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directamente hacia las herramientas. Le lanzó el bate a Campbell, y un rastrillo a un chico, mientras él agarraba el hacha, y otro chico tomaba la pala. Lori y María tomaron unos tubos de plomería, y una chica una llave inglesa grande, que se encontraban en una mesa de herramientas. En total, cuatro chicos y tres chicas habían sobrevivido. Todos se reunieron lo más cerca posible. Tomaron con lo que se defenderían fuertemente. Miraban al suelo, pensando en lo que tendrían que enfrentar luego. Los nervios en punta. Los dedos tensados. Los nudillos ensangrentados y pálidos. Las frentes sudorosas. Los ojos llorosos. Y sus mentes, perturbadas por todo lo que tuvieron que ver, lo que tuvieron que sentir, lo que pudieron comprender. No, no, esa no era la noche en que ellos morirían. No sin intentar escapar. Estaban en lo más abajo. Ahora, tenían que escavar lo más abajo posible, escavar hasta el infierno si era posible, y atravesar todo lo que tenían frente a ellos, hacer todo lo posible, para sobrevivir. BAM. Un golpe en la puerta del sótano por donde entraron los despertó. Era ahora, o nunca. - Okey, okey, esto es lo que haremos – dijo Trevor – no podemos salir por aquí, es obvio. Nos queda es abrir a la fuerza la puerta con el enorme candado. Y de ahí… okey, de ahí, ¿correr? ¿Hacia la carretera? - Nos seguirán – dijo María – los zombies nos seguirán a través de los árboles. No nos dejarán en paz. - ¿Y qué hacemos? – dijo uno de los chicos – Igual son lentos, solo nos superan en número. No podemos quedarnos aquí, y esperar a que se vayan de nuevo. Saben que estamos aquí, en cualquier momento… BAM. - Muy bien, muy bien, propongan algo, ¡pero ya! – decía Trevor, mirando la puerta intranquilamente. - Lo que nos queda es… quemar la casa – dijo Campbell, mirándolos a todos BAM. - ¿La cabaña? Pero… - dijo Lori, nerviosa - Lor, Lor, tranquila, podremos salir de esto – dijo la chica - Abby… no puede ser… no puede ser… todas nuestras… todas… murieron, Abby, todas… murieron…– decía Lor, limpiándose los ojos - Si, toda la cabaña – replicó Campbell – están muchos en la sala, así que queda es quemarla. No todos quedarán atrapados, pero… podremos escapar mientras no nos siga una gran masa. - Aja, ¿y luego, qué? – dijo la chica, Abby – ¿qué haremos aparte de eso? - Muy bien, tranquila – dijo María, lanzándole una mirada furtiva – miren, está la carretera. Está algo lejos, pero con suerte, y sin imprevistos, podremos llegar hacia ella, y bueno… tomar aventón o lo que sea, no creo que pasen camiones o autos muy seguido, y menos a esta hora, o… en esta situación… pero no… no nos queda de otra, ¿o si? - Muy bien, eso suena a una idea – dijo Trevor, mientras destapaba unas cervezas, y les colocaba pañuelos rotos, que encontró por allí, en las boquillas – Reginald, dame tu yesquero. Manu, te tocará llevar una de las bombonas de gas. Reggy ayúdalo con eso, lleva tú otra. Los demás abrirán paso lo más que puedan para que podamos lanzar eso lo más lejos posible, ¿de acuerdo? Los demás, tomen esto, y láncenlas cuando les diga. Podremos salir todos de aquí, pero hay que cooperar lo más posible. - No tienes que decirlo, hermano – dijo Reginald - ‘Slasher’… coño… - dijo de pronto Trevor. Respiró hondo, y continuó – muy bien. Hay un solo camino ahora. ¿Lo tomaremos, o bifurcaremos? BAM. El chico llamado Manu comenzó a golpear la puerta que daba hacia el patio trasero con la pala. Caían astillas y pedazos de madera mohosa, pero nada más. Los golpes en la puerta del sótano se hacían cada vez más fuertes. Todos sentían el estrés y la presión. Veían hacía atrás, esperando a que cayera de un golpe. Campbell se colgó la cámara dentro de su bolso, cerrándolo lo más posible para que no se cayera, y dejando el lente afuera. Tomó su bate fuertemente, preparándose para lo peor. - Tre, Trev... esto… esto no… ¡no cede! – dijo Manu, tratando de golpear más duro los portones - Oh, por el amor a… ¡déjame a mí! – dijo María, sacando la pistola, apretando el martillo y apuntando bien en el centro de todo – tápense los oídos. POW. El disparo hizo un hueco enorme en todo el medio de los portones, mientras todos veían aún sorprendidos a María. Click. POW. Se escucharon tintineos metálicos afuera, y la puerta tenía un hueco de buen tamaño. María se guardó el revolver en un bolsillo, mientras recogía sus cosas. - ¿Cómo…? ¿Pero…? – dijo Trevor – María, ¿quisieras darme el…? - ¿Qué? Debes estar bromeando – dijo María – papá solo me dejaría a mí, y solo en casos de emergencias. - Oh, no, debes estar bromeando, esto es… - Miren, no hay tiempo para esto, ¿de acuerdo? – dijo Lori – empujen esas puertas y salgamos ya de aquí. - Muy bien… ¿listos? – dijo Trevor, respirando fuertemente, y comenzó a empujar las puertas.
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Tan pronto como las empujaron, el corazón de todos dio un vuelco. En verdad iban a salir de ahí, con todas las de perder, y tratar de sobrevivir a un mar lleno de cuerpos podridos y sangre y muerte alrededor. Escalaron por la salida, y vieron a su a todos lados. Unas cuatro figuras sombrías los veían, y se acercaban lentamente. Subieron las bombonas de gas, y se alistaron. Uno de los muertos se acercó. Reginald lo golpeó con la pala en la cabeza. Lo vió por un momento en el suelo, y dudó por un momento, antes de asestarle un golpe final en la sién, y el zombie dejó de lamentarse. Otro venía. Esta vez, Campbell tomó la inciativa, con un bateo en una rodilla. El zombie se arrodilló, y el chico aprovechó para darle un batazo que le rompió el cuello. Campbell lo miraba con asco; sangre negruzca decoraba el bate ahora. Miraron que ningún otro se acercara, y comenzaron a caminar con cautela, mientras protegían todos sus flancos. Aún se escuchaban aullidos a lo lejos, dentro de la casa. Pero lo que les helaba la sangre era que ya no escuchaban gritos. Ni una voz de auxilio, ni nada parecido. Escucharon un crujir detrás de ellos; los zombies se acercaban más. Doblando ya la esquina, podían ver muchos más frente a ellos en gran número, moviéndose lentamente, merodeando. Siguieron hasta llegar hacia el frente de la cabaña. Veían como algunos muertos seguían entrando, tratando de subir las escaleras del pórtico tórpemente. Se escuchaban los salvajes gritos ahogados de los muertos que se aglomeraban más y más adentro y disfrutaban de su macabro banquete. Sonidos húmedos y grotezcos para todo oído humano. Trevor encendió el trapo en la botella, y les indicaba a todos para aminorar el paso. Ya podían ver con claridad a los muertos, como seguían llegando de entre los bosques, como si la cabaña fuera un gran faro para ellos, o una iglesia o capilla que llamara a sus feligreses. Reginald lanzó una de las bombonas, por una ventana, rompiéndola. Se escuchó inmediatamente un grito que los alertó. Los muertos los habían visto ya. Los de afuera volteaban lentamente, y los veían con sus ojos vacíos. Los sobrevivientes apuntaban con sus lámparas, apenas si viendo frente a ellos como se comenzaban a acercar. Manu se acercó a otra ventana, más allá, y lanzó otra bombona. Al tiempo, sintió como algo lo agarraba de un pie, y sintía una punzaba que lo paralizó y lo lanzó al suelo. Abby, que estaba cerca de él, golpeó al zombie en la cabeza con la tubería, noqueándolo a un lado. Manu se sentó, pero no podía con el dolor. Trevor no perdió más el tiempo, y lanzó su botella encendida. Le lanzó el yesquero a Lori, y prendió el trapo de su botella, y la lanzó hacia otra ventana. Lanzó el yesquero, y así mismo hicieron María y Campbell. Se veía ya como el fuego comenzaba a arder dentro de la sala. Uno que otro de los muertos ya estaban prendidos en llamas. Más allá, veían a Abby intentando levantar a Manu del suelo. Uno de los zombies lo agarró del hombro, y los lanzó a ambos. Manu gritó de dolor, y Abby solo podía ver horrorizada como el monstruo le arrancaba al chico un pedazo de su hombro. Lori corrió y ayudó a levantar a la chica, mientras Trevor le atravesó la cabeza al zombie con el hacha. Otros más venían a aprovecharse de ellos, distraídos. Manu no se podía
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levantar, y ya no podía casi mover sus brazos o sus piernas del dolor. Se oyó una enorme explosión, y una de las paredes de la cabaña se derrumbó en llamas. Trevor les hizo una seña para que se fueran de ahí. No podían hacer más que mirar a Manu de vuelta, que yacía en en el suelo, sin moverse. Otra explosión, y la pared de la cocina cedió. La cabaña comenzó como un festival de pólvora, destruyéndose madera por madera, clavo por clavo, paredes, columnas, ventanas, todo se destruía bajo un fuego que la consumía lenta pero seguramente, y a todos los que estaban dentro y cerca. Otra explosión más. Muchos de los muertos salían apresuradamente, quemados, gimiendo y gritando, cayendo en la hierba y consumiéndose. Frente a ellos, algo se acercaba rápidamente, gritando y chillando, completamente en llamas, como un demonio de los infiernos. Trevor levantó el hacha, dispuesto a asestarle en la cabeza. Levantó el hacha sobre su cabeza, pero se detuvo en seco. Todos los demás lanzaron un grito. Trevor no podía decir nada. Frente a él, en llamas, estaba ‘Slasher’ Adams, con ojos lechosos, y su herida abierta de par en par, y trotaba en llamas hacia ellos. Lanzó un grito, un aullido ensordecedor. Y Trevor le respondió. Bajó el hacha, y cayó fuertemente en la cabeza. Se oyó un crack muy fuerte. La sangre le comenzó a brotar desde su frente hasta su barbilla, y los ojos comenzaban a entintarse de rojo. Cayó de bruces en el suelo, y Trevor le sacó a duras penas el hacha de la frente. Apagó algo del fuego que se quedó en el mango. Se limpió la frente, y se quedó un momento mirando el suelo. Respiró hondo. Y comenzó a caminar determinadamente, sin mirar a los demás, sin levantar la mirada. Los demás se detuvieron solo por un momento a ver el increíble horror frente a sus ojos, un espectáculo sorprendente y espeluznante, lleno de gritos y chillidos, y la muerte apestaba todo, caminantes y caídos. Un infierno desatado. Siguieron el paso frente a ellos, y siguieron su camino, oyendo más gritos que venían de la casa, alejándose de la pesadilla infernal detrás de ellos.
Se adentraron en el bosque, y dejaron de ver la luna entre las copas de los árboles. Encendieron linternas, y comenzaron a acelerar el paso. Siguieron por el sendero bajando y cuidando ramas y caminos, barrancos o huecos que pudieran encontrar. Aún escuchaban gemidos entre las hojas. Las ramas semejaban brazos amanezadores. Los latidos se hacían cada vez más fuertes, mientras les palpitaba el corazón en sus oídos. Se cansaban, mientras el estrés los movía. Pensaban que la pesadilla podría terminarse en cualquier momento. Frente a ellos, unas siluetas comenzaron a acercarse. Trevor fue primero, y se lanzó, hacha en mano, contra ellas. Le cortó un brazo a una de ellas, y le clavó el hacha en el cuello a otra. Un tercer muerto se acercaba por un lado, y Campbell lo logró lanzar al suelo con un batazo. Seguían bajando, atentos a cualquier sonido que los alertara. Escuchaban con cuidado, y sentían los pasos en la hierba. Un gemido se convirtió en grito animal, y uno de los muertos salió de sorpresa, agarrando a Abby. La chica gritó, y trató de alejarlo con golpes. Los demás corrieron hacia ella, pero otros dos muertos se lanzaron contra María. Campbell le dio en la espalda a uno, y lo remató en el suelo, mientras Lori y Trevor lograron sacar de encima al otro. Cuando voltearon, Abby había desaparecido, y aunque fueron adonde estaba ella, no pudieron verla más allá de entra los troncos que los sofocaban, y sus gritos se escuchaban aún entre los árboles, como un vago y miserable recordatorio de que quiso escapar y vivir. Las ramas les tapaban y les impedían cruzar lo más que podían. Otros dos les tapaban el camino. Reginald tomó la pala, y se lanzó contra uno, directo hacia la cabeza, dejándola guindando por un pedazo de carne del cuello. Trevor le dio en el pecho a uno, y lo lanzó al suelo con una patada, decapitándolo. Un grito salvaje se escuchó detrás de ellos. Uno de los muertos se lanzó contra Lori. La chica, Abby, la apartó del camino, y el muerto la tumbó hacia el suelo, mientras ella gritaba desesperada, y cayó justo encima de una roca, quebrándole su delicado cuello. María sacó el revólver, y le disparó en uno de los pómulos al asesino, que murió en un ahogo sangriento. El eco del disparo resonó entre los troncos. Se escucharon varios gritos y chillidos como respuestas. Se miraron, y siguieron el camino, frenéticos. Seguían oyendo los pasos en la
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hierba, y seguían viendo los monstruos a sus lados. Veían sus horripilantes ojos, reflejando sus linternas, como un par de lunas moviéndose, amenazándolos, depredándolos entre los bosques. Sintiendo una paranoia terrible, apartaban las ramas con lo que tenían en la mano, cortándolas y rompiéndolas. Miró al frente, y veía a María perderse entre dos troncos. Lori ya no estaba a cerca. Y Trevor se detuvo, y se lanzó entre los árboles. Seguía corriendo, y Campbell sentía algo a su lado. Pero solo estaba Reginald. Y fue Reginald el que sintió que algo lo miraba. Y lo tomaba. Una mano podrida y ensangrentada jaló al chico hacia atrás, y lo lanzó al suelo, mordiéndole la cara, ahogando su grito. Campbell se detuvo para tratar de ayudarle, pateando al muerto lo más que podía, y rompiéndole el bate en la cabeza. Ahora, un simple palo astillado, lo lanzó a un lado. Reginald estaba muerto, con la quijada desencajada y la piel de ésta rota y mordida. Campbell cerró los ojos ante el horror, y se detuvo. Miraba a todos lados. Entre las ramas, veía figuras que se movían lentamente, algunas hacia él mismo. Sentía su pecho inflarse, mientras tomaba aire, y su palpitar a mil por hora. Se limpió el sudor de la frente, y sentía la tierra en sus manos. Miraba a todos lados. Escuchaba las hojas, el crujir de las ramas. Pero no veía a nadie. ¿Dónde están todos? No debieron apartarse, no debieron, no debieron seguir por su cuenta. Escuchaba los gemidos de los que se acercaban a su lado, y comenzó a caminar lentamente, cuidando todos sus flancos. Escuchó un grito que rompió el silencio del bosque. Una chica. ¿María? Demonios, no. Comenzó a trotar. Apartaba las ramas. Y otro grito. Un chico. O, demonios, no. Sintió un escalofrío, pensar que lo dejaron atrás por su cuenta, y lo que les podría haber pasado, no lo salvarían. Campbell corría y corría por todos lados, recordándose que ya no le quedaba más tiempo, que era solo carne caminando, esperando ser atrapado y ser presa de los muertos. Frente a él, sin embargo, se comenzó a hacer un claro, y los árboles disminuían ya, apartándose, dejando espacio para respirar. María le gritó algo que no pudo escuchar. La veía. La veía en la salida de entre los árboles. Veía su mano ofreciéndose. Sonrió. Podía lograrlo. Fue cuando sintió que algo lo hacía caer. Sintió algo en su pierna, que lo obligó a caer hacia al suelo. ¿Una rama? ¿Una roca? ¿Uno de los muertos? María corrió hacia él, y le dio una mano, ayudándolo a levantarse. Fue cuando sintió una punzada en la pierna, fuerte, agresiva, dolorosa, como si un montón de garras le estuvieran arrancando la piel. Pateó hacia atrás, y sintió que pateaba algo fuerte. Se levantó a duras penas, y María lo ayudó a ponerse en pie. Siguieron corriendo, él ahora con un enorme dolor punzante en su pierna, que lo obligaba a cojear mientras corría. No. No podía caerse ahora. No podía dejar de correr, dejar de escapar, dejar de ser libre del horror que se desataba a sus espaldas. María lo sostuvo lo más que podía, y lo lleva en su hombre. Recorrían el campo abierto, por el que Campbell se había encontrado en un principio a los demás. Mirando atrás un momento, pudo ver como un grupo de muertos los seguían muy de cerca. Campbell no podía mover bien la pierna, le picaba y le apretaba el pantalón. Estaba herido. Sabían que no llegarían a la autopista. Sabían que ya no había más nada que hacer. No estaban
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listos para morir, no así, no ahora, no luego después de luchar tanto, de recorrer todo, ver rostros conocidos perderse en un mar de árboles y llamas. Campbell se dejó caer en el campo, entre la hierba, sin nada más de energía. Respiraba. Se calmaba. Estaba mareado, y todo comenzaba a darle vueltas. Quería aceptarlo, pero no podía. María trataba de subirlo de pie, pero sus piernas le fallaban. Escuchaban en todos lados los chillidos infernales de los muertos, dientes y garras listos para atacar. Y frente a ellos escuchó un ruido metálico, un sonido como el de una abolladura. Comenzaba a vibrarles en los oídos el motor de un auto, que se hacía cada vez más fuerte. El sudor le entraba en sus ojos, y apenas si podía ver bien, pero juraba que veía dos luces gigantescas acercándose. Escuchó un disparo, más fuerte que el del revólver. Escuchó otro. Y otro. Se levantó, y tenía frente a él un auto viejo, con golpes en todas partes, que había llegado frente a ellos. De él, habían salido dos chicos, uno de ellos con un rifle de cacería, y se acercaba a ellos.
- Llegamos muy tarde, me imagino – dijo el chico, de cabellos negros y camisa suelta - Jim… Jim, no, no… llegaron… lo suficientemente… - trataba de decir Campbell entre jadeos – todos… todos están… - ¿Solo ustedes dos lo lograron? – dijo otro de los chicos, subiendo a Lori al auto – diablos, esto está mal, peor que mal… - Teddy, tenemos que salir de aquí ahora, mira, están detrás de nosotros… - decía Campbell, acercándose a Teddy. - María, ¿cierto? – dijo Jim – no caben más atrás, suban a la maleta y acomódense ahí. ¡George, abre la maleta! George estaba al volante, un chico de cabello negro, pareció a Jim excepto en ser algo más robusto. Abrió la maletera, y cerró todas las demás puertas. - ¡Apúrense, los veo venir! – dijo George, pisando el acelerador - Ya, ya subimos – decía María, ayudando a Campbell Lanzaron todas sus cosas al suelo, y subieron al auto. Jim los ayudó a subir en la maleta, subió la puerta y se metió en el auto, no sin antes lanzar otro disparo a los muertos, que ya estaban muy de cerca. Campbell se acostó en el piso de la maletera, pensando que ya podía descansar, cuando comenzó a escuchar unos gemidos de nuevo. Frente a él, tratando de escalar la puerta, un brazo asqueroso, huesudo y grisáceo se deslizaba hacia adentro. Campbell pateaba su cara como podía, pero el muerto se aferraba de sus piernas. Arrancó el auto, y el zombie ya estaba casi adentro, listo para abalanzarse contra ellos, arrastrando los pies en el suelo, cuando María le disparó en la frente, y lanzando un chorro de pútrida sangre rojiza y negruzca, se cayó en el camino, y se quedó tirado. María, como pudo, cerró la puerta del auto. Respiró, nerviosa, con una mano en su pecho. Lanzó el revólver a un lado. Se llevó una mano a la frente, limpiándosela. Tenía su rostro lleno de lodo, y algo de manchas de sangre, y una mirada exhausta y perdida. Miró a los chicos en el frente, hablando sobre cómo la invasión estaba tomando partes los lugares, y otras cosas que habían pasado. Veía a Teddy sufrir y poniéndose muy pegado a su puerta, y George hablando mientras conducía con una mano. Prendieron la radio, para mejorar el ambiente, y bajaron las ventanas. El viento soplaba un frío del campo, mientras dejaban atrás todo. Y luego, miró a Campbell. Le ofreció una sonrisa, que a duras penas le devolvió. - ¿Cómo estás? – le preguntó María, tocándole la frente - ¿pudiste grabar algo? - No lo sé… estaba muy ocupado corriendo por mi vida – dijo Campbell, riéndose - Todos los estábamos – le respondió María, riéndose ella también – ¿qué… qué título le pondrías? Si lo editas, claro, podrías hacer una película o algo, y bueno… - ¿Una película? Basada en la vida real, se podría decir – dijo Campbell, riéndose – no lo sé… quizá le pondría el título de una canción que me guste… o algo de un pasaje de un libro… o algo… o quizá algo simple, algo como... como “Entre Los Bosques”… - Suena más a una historia sobre niños salvajes, o algo así – decía María riéndose – pero me gusta, me gusta como suena. - Ahora… ahora te conocerán con algo como… como… María, Reina de los No Muertos, o… o algo así… - decía Campbell, tomándole la mano
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- No creo, me gusta más solo María. Es llamativo. Solo María. - Quizá… quizá cuando lleguemos… quieras… no sé… ¿salir? ¿Oír algunas canciones? ¿Ver alguna película, o algo? – decía Campbell - Pero... qué pasó con los demás afuera, y las noticias, y los... – dijo María, preocupada. Luego, lo pensó mejor, ruborizándose - Sí, claro, seguro Se miraron un rato, en silencio, tratando de olvidar todo lo que habían pasado hasta ahora. Tratando de pensar en algo mejor, al menos. Tampoco pensaban en el futuro que vendría. Si es que vendría. ¿Qué podían pensar? Solo pensaban en el ahora. En el auto en el que estaban. En los que pudieron lograrlo. En los que podrán lograrlo. Algo lo regresó a la realidad. Algo en su pierna. Campbell aún sentía el dolor en la pierna, más punzante y fuerte que antes. Sentía como agujas bajo su piel. Trataba de aguantar el dolor. - Hey… hey, creo… creo que me caí, y una rama, o algo, me rompió aquí… aquí en la pierna – dijo Campbell, tratando de reír, nervioso por preguntar – cómo… ¿cómo se ve? No necesitó respuesta. Los ojos de María se abrían de par en par mientras pasaba su mirada desde su rostro hasta su pierna. Su sonrisa se venía abajo, y se abría de par en par. Y sus ojos brillaban. Se aguaban, y brillaban más. Y Campbell sintió una gota que le caía en su mejilla. Y solo veía, mientras cerraba sus ojos, un par de estrellas en un cielo muy oscuro. Sintió algo tibio y húmedo en sus labios, y lo devolvió también cerrando sus labios, sintiendo los de ella. - Todo… todo está bien… todo estará bien… muy bien… - oía, entre ecos, la voz de María. Y sintió un alivio en su pecho. Respiraba. Fuerte. Y luego lento. Pensaba en regresar a su casa. Editar la película. Disculparse con su madre. Quizá salir con sus amigos. Vivir de nuevo. Sentía las vibraciones del auto. Sentía la mano de María en la suya. Sentía la canción que la radio le dedicaba. Una canción que le gustaba mucho, de un artista que le gustaba mucho. La canción era para él. Disfrútala, John, se decía, y descansa. Duerme un rato. No has dormido nada. Disfruta la canción, y duerme.
Nothing’s ever as it seems Climb the ladder to your dreams And if I die Before you wake Don’t you cry Don’t you weep Nothing’s ever yours to keep Close your eyes Go to sleep
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CRÉDITOS MUSICALES Tom Waits – Alice Letra por Kathleen Brennan, Tom Waits. Disquera ANTI-, Epitaph Records. Belle & Sebastian - Storytelling Letra por Stuart Murdoch, Belle & Sebastian Disquera Jeepster Records The Mars Volta – Concertina Letra por Omar Rodríguez-Lopez y Cedric Bixler-Zavala, The Mars Volta Disquera Gold Standard Labs Taking Back Sunday – Cute Without the ‘E’ Letra por Taking Back Sunday Disquera Victory Broken Social Scene - Cause = Time Letra por Kevin Drew, Brendan Canning Disquera Arts & Crafts, Paper Bag
The Get Up Kids – Overdue Letra por The Get Up Kids Disquera Vagrant The Microphones – The Moon Letra por Phil Elvrum Disquera K Records Yeah Yeah Yeahs - Machine Letra porYeah Yeah Yeahs Disquera Touch And Go The Used – On My Own Letra por The Used Disquera Reprise Records Tom Waits - Lullaby Letra por Kathleen Brennan, Tom Waits Disquera ANTI-, Epitaph Records
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CRÉDITOS MUSICALES Eminem – Without Me Letra por Marshall Mathers Disquera Aftermath, Interscope, Shady Britney Spears - I’m a Slave 4 U Letra por Chad Hugo, Pharell Williams Disquera Jive Sean Paul – Get Busy Letra por Sean Paul Henriques, Steven “Lenky” Marsden Disquera VP/Atlantic Records P!nk – Get The Party Started Letra por Linda Perry Disquera Arista Records
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SAMUEL BLANCO
Ilustrador, artista, escritor y diseñador gráfico. No fue invitado a la fiesta. Igual fue. No se quedó. El ron es su peor enemigo.
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En el año 2002, un grupo de jóvenes, en una fiesta en las afueras de la ciudad, vivirán una noche de terror desgarrador bajo las estrellas. ¿Quién sobrevivirá, y quién les creerá lo insólito de su velada?
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