A Pablo Antonio Pizzurno

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A Pablo Antonio Pizzurno. Un homenaje hecho poesĂ­a


Evocación Homenaje a la memoria de don Pablo Pizzurno en el día de su muerte.

Ya no tendremos el sabio Consejo de su palabra, La elocuencia arrobadora De sus eruditas charlas, El apretón de sus manos, Manos puras, manos blancas Cual magnolias, que en los niños Y en los libros se posaban. Ni la eterna juventud Que a su espíritu animaba, Vistiendo de primavera Su sonrisa y su mirada. Y ya no veremos más Aquella figura hidalga Pletórica de bondad; Aquella cabeza alba Que como aureola de luz A su rostro iluminaba, Y la perenne sonrisa Que de sus labios brotaba Como si un rayo de sol Cautivo en él se quedara


¡Ya no lo veremos más Al apóstol de las aulas! ¡patriarca de los maestros, Maestro que honró la patria! Hasta las campañas tañen En sus escuelas amadas Que habrán prendido un crespón En la bandera a media asta., Él nos guiará sonriendo Y el azul de sus miradas será un poco más de cielo, De nube, de flor y de agua. Él se durmió para siempre En una clara mañana, Pero su alma se hizo estrella Que nos da su luz de plata. Por todas las bellas obras Que en su bondad se inspiraban, Por los ensueños azules Que sus ojos inundaban, Por su noble corazón Cáliz de paz y bonanza, Por la ternura de abuelo Que a los niños prodigaba, Por la virtud y el talento del apóstol de las aulas., ¡Que el Señor tenga en el cielo, Un lugar para su alma! LUCHIA PUIG.



Elegía a Pablo A. Pizzurno Enmudecieron las campanas del Jueves Santo. Un canto litúrgico se adueñó del nido; Y el viejo maestro que quisimos tanto Soñando en los niños se quedó dormido…

Era como el agua limpia y rumorosa Que un día tuvimos gozoso en la mano… Como el aire suave que mece a la rosa, Con algo de apóstol y mucho de humano.

Don Pablo era eso; el vino que embriaga; La palabra nueva que siempre esperamos, La caricia dulce y el celeste halago; Lo que en sueños vimos y al fin encontramos!

Don Pablo era eso: la nube viajera…; La luz que ilumina por doquier que pasa; El leño y el árbol, el libro y la escuela, El santo y el templo y el amor sin tasa!

Recemos en nombre de todo lo bueno; Don Pablo era eso, una antorcha de paz! Don Pablo era eso, Jesús Nazareno… ¡don Pablo era eso y muchísimo más! José Primo Saracchi Semana Santa de 1940



A Don Pablo A. Pizzurno

IN MEMORIAM 21 de marzo del 40 ¡Ha muerto un maestro! Que fue el gran maestro de los argentinos. Afanosamente recorrió en la vida todos los caminos Y fue apasionado por lo que era nuestro.

¡Ha muerto un maestro! Que dio su entusiasmo, que dio su talento Por el pensamiento, Pensamiento nuestro. Su voz siem pre puso anim osam ente A servir ideales Todos nacionales Y fue tesonero y fue consecuente.

Y retó al vencido. Increpó al rastrero E hizo de la vida mas que un ministerio, Y asentó bien firme, con poder de imperio Su credo argentino valiente y sincero.

¡Ha muerto un m aestro que fue entre los buenos sin dudas el mejor Q ue no supo nunca de claudicaciones Y fueron ejem plos todas sus acciones Inspiradas siem pre por su gran amor, Por el Magisterio al que dio su vida y su inteligencia Y ejercicio a conciencia Siempre la enseñanza com o un ministerio!

¡Maestro querido que se nos ha ido! ¡Maestro admirado que nos ha dejado! ¡Después de admirarte debemos llorarte! ¡Maestro querido!¡Maestro admirado! Maestro que has sido un abanderado de ideales bien nuestros!

¡Ha muerto un maestro! Dejemos que el alm a rece un Padre Nuestro….

C anción pronunciada por «TABANILLO» ante el m icrófono de RADIO CALLAO


EL MAISTRO,

al gran educador don Pablo Pizzurno, al cumplir 71 años de edad

¿Ven ese hombre, m´hijos, Ven ese hombre güeno, sencillote y franco, Que mira a la gente, Que mira los campos, Como si yevara pegáos en los ojos Tuitos los ensueños de tuitos los gauchos? ¿ven ese hombre m´hijos? ¡Ese hombre es el Maistro! Tuitos lo conocen y tuitos lo quieren Se llama Don Pablo.

Y es maestro endeveras, Un maistro de engaño, Y es maistro valiente, No maistro payaso. Siempre ha andao diciendo, con voz melodiosa, Palabras divinas, palabras de santo; Siempre ha andáo sembrando, sembrando, sembrando…


Y ha indicáo caminos de luz y esperanza, Y ha hecho muchos hombres felices y láidos, Y ha amado a los niños con amor grandioso, Y ha volao muy alto Trabajando juerte por el bien del pueblo, Dando a tuitas parte fulgores de faro… Don Pablo, hijos míos, Que es maistro de maistros, Hace yo lo vide Cosas de milagro: En tuitas las almas Que encuentre a su paso Pone un sol hermoso, Nuevecito y raro, Sol que dá la vida, Que mata lo malo, Que ayuda al que lucha, Que levanta al caído, Que en las frentes hace florecer la idea, Que en los labios hace florecer el canto. Es cierto, muy cierto, Que el sol de los cielos, generoso y cálido, Vuelca en los caminos su luz primorosa, Cubre de esplendores el verdor del prado, Tira, pa´los pobres, moneditas de oro, Priende, de endegusto, la paja del rancho. Dios siempre le dice, Con voz de mandato: «Dale luz al hombre, y al árbol, y al perro, Y al agua del río, y al buche del pájaro» Y el sol obediente, cargao de alegrías, Hasta cuando muere se muere alumbrando…


Pero el sol del cielo No basta, hijos míos, pa ver tuito calro. Vemos con más gusto, Vemos más despacio, Cuando en nuestras almas, honradas y juertes Pa andar por las sendas otro sol llevamos. Y ese sol de adentro Nos harta de halagos, Nos vuelve más puros, Nos hace más mansos. El sol de los cielos, vestido de fiesta, Brilla en el camino por donde marchamos; Pero el sol de adentro, con juerza amorosa, Nos guía, nos habla, nos empuja el paso. Al sol de la altura tuitos lo tenemos, Tuitos lo encontramos; Pero al sol de adentro no tuitos lo tienen. Por eso hay algunos que se cain al fango. El sol de los cielos no brilla en la noche Ni en los días malos; Pero el sol de adentro, cargao de


Por eso hay que darle canciones de amores Canciones que tengan perfumes extraño, Y algo de la fresca lindura del pasto, Y algo de la estrella que brilla Por eso hay que darle montones de flores, Flores de ternuras, flores de entusiasmo, Flores de promesas, Flores de recato, Y hay que bendecirlo, Y hay que rispetarlo, Sacarle el sombrero, Tenderle la mano, Seguir su consejo que es olor de rosas, Beber su palabra que es agua de cántaro… La Patria, hijos míos, La Patria que amamos, Será más hermosa, más rica, más grande, cuando tenga muchos, pero muchos máistros. Máistros de endeveras Como este Don Pablo, Como este Don Pablo que sabe de esjuerzos Como este Don Pablo que ha luchado tanto, como este Don Pablo que siempre está joven, Como este Don Pablo, como este Don Pablo, Que en los labios lleva las santas palabras Y en los ojos tiene fulgores extraños, Y anda, en este suelo que fue de Sarmiento Sembrando, sembrando, sembrando,


Hijos de mi sangre, Juertes y criollazos, Llenos de las dulces canciones del b osq ue, Cargaos de la fresca b ondad del regato. Hijos de mi sangre, Glorias de mis años: Quizás de ripente, quizás muy prontito -Puede que este invierno, tal vez el veranoMe vaya en el pingo de la oscura muerte P a los otros pagos.

P ero antes de dirme Yo q uiero, muchachos, Que en honor al hombre que sabe de luchas Y es padre del libro y es maistro de maistros Se tiren al suelo todos los somb reros Se enciendan los fuegos de tuitos los ranchos, Se alegren los jojos de tuitas las chinas, Se ensanchen los pechos de todos los gauchos

Que en honor al homb re q ue adora a los niños, Y ama la Justicia, la P az y el Trabajo, De sangre nuevita se enllenen los ceibos, De azul inefable se cub ran los cardos Y den las guitarras suspiros más hondos, Y entonen más bellas canciones los páj aros


Y que en tuitas partes, Por montes y llanos, En el Norte ardiente, Y en el Sur helado, Vayan los guireses de tuitas las madres Diciendo: «Don Pablo! ¡Don Pablo! ¡Don Pablo!» Pa que así a ese nombre lo aprenda la brisa, Y el agua del río, y el verdor del prado, Y el zorzal poeta que vive en el bosque, Y el clavel del aire que se sube al árbol, Y el trébol florido, Y el pétalo blanco, Y el nidito suave, y el arroyo plácido, Y hasta la calandria, pa que en las auroras Lo diga en las puertas de tuitos los ranchos. Y pa que en el Cielo -Dios debe ser gauchoSe llena de nuevas, bellas alegrías El alma grandota de Manuel Belgrano. Y ráindo dichosa, Como nunca ha ráido, Diga estas palabras Cargadas de encanto: «Yo crié la Bandera de los argentinos, ¡Y no ha sido en va Gervasio Melgar.



Pablo A Pizzurno La vida fue su mar: nave gigante La escuela; timonel, su alma sencilla, y el niño, esa suprema maravilla, Lo hizo luchador perseverante.

¡Maestro y soñador! Su palpitante Palabra tiene vuelos de avecilla. Y su fe es una lámpara que brilla Y su idea una chispa fulgurante.

Guió destinos, forjó espíritus llenos De inquietud y saber, y en los serenos Embotes del vivir, brindó cariños;

Tan sólo a la bondad pudo acogerla, Y engarzó el corazón como una perla En el oro del alma de los niños.

Félix B. Visillac. Gualeguaychú marzo – 26 - 1940



A Pablo Pizzurno Tu venerable cabeza Que peinaba nobles canas Al entrar por las mañanas Al aula de tus amores, Como un rocío de flores Vertía luz en las almas. Alto, de porte gallardo Bondadoso en el mirar Y en la manera ejemplar De comprender a los niños, Les brindabas tu cariño Lleno de fe paternal. Hoy la parca despiadada Puso un silencio en tu acción Y los que en vida, varón, Lloran tu ausencia sentida Te erigirán mientras vivan Su altar en el corazón. Juan F. Poggi Publicado en el diario «La voz» abril de 1940



Profesor Pablo A. Pizzurno Sabio tenaz, sencillo y elocuente; Optimista, burlón, lleno de gracia, Valeroso y con fe en la democracia… Así es Pizzurno, el pacifista ardiente. Este San Pablo laico, sonriente, Aniquila el error y la falacia, Y prueba que es la guerra una desgracia Producto de la bestia o del demente. M aestro de maestros, que se afana Hace ya medio siglo, sin desmayo, Por hacer racional la vida humana, Su fecunda labor educadora La envidiarían los próceres de mayo Pues supera su obra redentora. Juan Torres Publicado en el diario «El Trabajo» el sábado 20 de abril de 1940.



Ofrenda ¡Te fuiste, maestro! Tu dulce sonrisa No nos habla ahora…¡triste realidad! ¡mas la luz que irradias nos hace más fuertes, y en las justas luchas nos alentará! Tu comprensión clara de todas las horas, De todos los seres, de toda verdad, Te hizo buen amigo del impulso sano, Del esfuerzo noble, del progreso audaz! Respetuoso siempre del pensar de todos, Valiente atacaste cuando hay que atacar; Y sin cortar alas, tendiste las tuyas; ¡venciste a la vida, sembrando bondad! ¡No has muerto, maestro! Tu espíritu alienta En el magisterio!...¡Quién te supo amor Con tezón inculca tus grandes amores: Trabajo, justicia, paz y libertad! Pilar. C. Gironella Buenos Aires, marzo de 1940



Pablo A. Pizzurno En su muerte Tus manos tan fecundas de sembrador, Volcaron en el surco tanta semilla, Que el más valiente luchador se humilla Frente al prodigio de tu gran amor. Tuya fue la verdad. Conquistador Del alma nueva y la razón sencilla, Usabais como espada la cartilla Y el libro fue tu escudo protector. Los ojos turbios… dolorido el gesto, Postrada el alma y la oración de armiño, Porque enseñasteis a escribir, mamá…

José F. Cagnin



Pablo, el maestro Vieja cab eza, corazón de niño, Como raíz que se resuelve en flor; Pulcro, elegante en su modesto aliño; Templo de obrero en alma de señor. Barro mortal que blasonó el armiño; Cara sonriente, aunque en su cruz dolor; ¡todo por bueno se le fue en cariño, Al que a la gloria prefirió el amor! Dulce su nombre, amargo el ejercicio De desmontar con la virtud el vicio, sembrar estrellas donde no hubo luz. ¡Pablo! Tu acción te consagró «El Maestro» Tus lib ros fueron como el Padre nuestro Del noble corro que adoró Jesús. Mary Rega Molina



Se ha ido el maestro Don Pablo Pizzurno, el Maestro, ha emprendido Su viaje postrero a la Eternidad. El blanco Patriarca de la Paz, se ha ido A ocupar su sitio en la Inmortalidad. Se fue el santo laico, el maestro querido, De palabra llena de luz y bondad. -Palabra como ésa, otra no se ha oído. Era un evangelio de amor y verdad-. ¡San Pablo Pizzurno: Ya estás en la gloria! Haz que, en esta trágica hora de la historia, En que Marte asoma su sombría faz, El mundo se libre, por fin, de la guerra Que azota a los pueblos y sobre la tierra Brille eternamente el sol de la Paz. Anselmo Beltrame



Memoria

en la muerte de Pablo A. Pizzurno Solo una vez lo ví. Radiante el día, Cruzaba el sol sobre los altos árboles; Mañana fresca sin romanos mármoles, Pero con un jardín que florecía. Las primerizas flores que veía, Desde la negra tierra alzarse al cielo, Desde que fue el invierno; frío hielo, Que amenazó en sus ojos la armonía. Una mirada clara, azul, serena, de quien se eleva sobre la terrena Prisión del alma y libra el corazón. Y en el dorado otoño que hoy cruzamos Recuerdo muchos, claros, frescos ramos Y su mirada plena de emoción. Carlos Oscar Cupo.



Evocación

homenaje a la memoria de don Pablo A. Pizzurno, en el día de su muerte, 20 de marzo de 1940 Ya no tendremos el sabio co nsejo de su palabra, La elocuencia arrobadora de sus eruditas charlas, el apretó n de sus mano s, mano s puras, manos blancas Cual magnolias, que en los niños y en los libros se po saban, Ni en la eterna juventud que a su espíritu animaba, se hizo Vistiendo de primavera su sonrisa y su mirada. Y ya no veremo s más aquella figura hidalga Pletórica de bo ndad; aquella cabeza alta Que como aureola de luz a su rostro iluminaba, Y la perenne sonrisa que de sus labios brotaba Como si un rayo de sol cautivo en él se quedara. ¡Ya no le veremos más al apósto l de las aulas! ¡Patriarca de los maestros, maestro, que honró la patria! Hasta las campanas tañen en sus escuelas amadas Que habrán prendido un crespón en la bandera a media asta. El no s seguirá so nriendo, y el azul de su mirada S erá un po co más de cielo , de nube, de flor y de agua. Él se durmió para siempre en una clara mañana, Pero su alma se hizo estrella que nos dá su luz de plata. Por todas las bellas o bras que en su bondad inspiraban, Por lo s ensueño s azules que sus o jos inundaban, Por su no ble co razón cáliz de paz y bonanza, Por la ternura de abuelo que a los niños prodigaba, Por la virtud y el talento del apóstol de las aulas. ¡Que su vida sea una estela luminosa, en esta casa!

Do ra M de Luchia Puig



Himno a Pablo A Pizzurno Fue Pablo Pizzurno maestro de almas; Señor, que hasta él llegue la veneración De todos los niños, de todos los hombres, Que han hecho un sagrario de su corazón! Su vida de afanes, de luchas y triunfos Con sed de esperanzas, de veneración, Temblaba en sus manos cuando acariciaba, Llenaba los pechos de dulce emoción. A Pablo Pizzurno, el hombre hecho emblema Vibrante, que nadie lo pueda torcer, Cantemos el himno de los colegiales Para que nos llegue la luz del saber. ¡Loor al grande que en el aula Es figura secular; Loor al sabio que ha llenado Con su ejemplo nuestro hogar! María Elena Rosas Directora Escuela N° 773 Rosario Agosto 1941


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