A propósito de la poética del fracaso

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a propรณsito de la

POร TICA DEL FRACASO



LA POÉTICA DEL FRACASO COMO PREMISA LECTORA PARA LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO TIPO TEXTUAL IDEAL


Junio 2018

Sandra Calvo Avellaneda UB - MĂĄster en TeorĂ­a de la Literatura y Literatura Comparada


#LógicasGenéricas #LógicaAnalógica #PoéticaDelFracaso

Según Schaeffer, la lógica analógica, dentro de todas las lógicas genéricas, es la que construyen los lectores. El presente artículo expone la propuesta de un modelo virtual subjetivo, bajo la etiqueta de poética del fracaso, el cual aglomera obras de diversas épocas y disciplinas artísticas en las que dicha temática es el factor común que las reúne y agrupa, el detonante que las pone en diálogo.

#ModeloVirtual #Schaeffer #Elasticidad


Sobre cómo clasificamos contenidos constantemente David G. Torres, comisario, profesor y escritor de, entre otros libros, No más mentiras y Cielo, suele poner como ejemplo de “curatoría” en sus clases la exposición Red, dirigida por Bob Nickas en el año 1986. El leitmotiv de dicha exposición fue que todas las obras que se presentaron debían compartir una característica (en este caso de tipo formal): el color rojo1. Este gesto, esta manera de conectar obras y decidir que formarían parte (en un momento y lugar determinado) de un mismo conjunto, se basa en una relación análoga, establecida por un sujeto que, en dicha ocasión, ajeno a factores históricos, opta por establecer un nuevo orden relacional, configurado en una experiencia lectorial subjetiva.

1. Bob Nickas destaca en su práctica curatorial por moverse en los márgenes de la convencionalidad. La exposición Red fue realizada en el año 1986 en la Galería Christine et Isy Brachot, y se caracterizó por disponer en un mismo espacio expositivo tanto obras de artistas consagrados como obras emergentes de las nuevas generaciones de artistas del momento. 6

El caso de Nickas es un ejemplo extremo que responde a lo que el teórico y filósofo Jean-Marie Schaeffer define en su libro ¿Qué es un género literario? como “modelo virtual” de lógica analógica, que desarrollaremos más adelante. La propuesta pragmática de Schaeffer se basa en preguntarse cómo son usados a nivel comunicativo los géneros literarios. Grosso modo, el autor parte de la base de que éstos son una convención, profundiza en la relación que el texto guarda con el supuesto género al que pertenece y advierte y conceptualiza cuatro tipos de convenciones genéricas: las constituyentes, las reguladoras, las tradiciones y las “de lectura”. Centrémonos en las últimas. Si bien es cierto que existen diversas maneras de encasillar y/o clasificar textos, focalizaremos la atención en la óptica que responde a una lógica analógica, es decir, la que pone en el epicentro del estudio al lector (si especificamos el campo


de la literatura) y/o al público, espectador o “sujeto que experimenta” si nos adentramos en el mundo de las artes visuales. En la actualidad, existen plataformas virtuales que permiten desarrollar este ejercicio clasificatorio analógico de manera inmediata. Hoy por hoy, la convivencia de los individuos en una sociedad hipermediatizada nos somete a un bombardeo constante de imágenes y textos que consumimos de manera masiva. La leyenda urbana de que las nuevas generaciones (denominadas por una gran mayoría como la generación de los millenials) “no leen” es una falacia con la que se debe acabar. Al encontrarnos en estas condiciones (que, como todo, tienen sus pros y sus contras), se han desarrollado aplicaciones que, a través de nuestros smartphones, nos permiten “guardar”, “componer” y “clasificar” las imágenes y textos que consumimos a diario bajo premisas reguladas por nosotros mismos. Un ejemplo de este hecho es la aplicación de Google Play Pinterest, popular por sus “tableros” de imágenes donde cada usuario puede organizar sus ideas con tan sólo un click. La propuesta de dicha App hace un llamamiento al público de la siguiente forma: “La próxima vez que encuentres una idea que quieras guardar, simplemente piensa en Pinterest. Organiza todo en colecciones y, cuando sea la hora de ponerse manos a la obra, te resultará muy fácil encontrar las ideas que has ido guardando”.

Por otro lado, en 2017, la red social Instagram actualizó su aplicación ofreciendo, entre otras funciones, una pestaña que permitía a los usuarios guardar (en la misma plataforma) las imágenes que deseara conservar, para poder volver a verlas cuando éste quisiera. De este modo, a partir de un “caos” visual al que nos enfrentamos constantemente, el usuario tiene la opción de crear carpetas virtuales donde establecer un orden, un régimen amateur de intereses propios. Consumir datos en la red de manera masiva ya no es ninguna novedad. Tal vez en lo que se deba profundizar o reflexionar hoy es en qué uso le damos a tales imágenes y textos, de qué modo los interiorizamos, cómo las imágenes que decidimos guardar en nuestra carpeta de “Post Guardados” o la creación de un nuevo tablero en Pinterest acaban por hablar de nosotros mismos y, a la par, se convierten en un reflejo de las relaciones que establecemos entre 7


todas ellas, es decir, prestar más atención a cómo estos actos (que de tan automatizados, parecen involuntarios) construyen, en cierto modo, una lectura de nuestra propia subjetividad. Pues que alguien decida guardarse tales posts y otra persona otros, nos diferencia y, en la medida en que nos acerca o nos distancia, define nuestra construcción como sujetos. Pensemos en un sujeto que agrupa las imágenes que consume, en dos niveles: uno inmediato (basado en conservar imágenes por el simple hecho de que gustan o llaman la atención) y otro con la voluntad de organizarlas en categorías. Si bien es cierto que es lícito guardar imágenes por un simple y superfluo gusto estético, pensemos en el segundo procedimiento, es decir, en guardar imágenes porque éstas tienen un “algo” (probablemente todavía indefinible) que las relaciona. En este caso, la elección de dichas imágenes, obras, textos, canciones, etc., no será gratuita, sino que se basará en una “esencia” que, en sí, las engloba. El escritor y docente David Viñas Piquer define este “algo”, esta “esencia”, en el capítulo De cómo A se parece a Z y B se parece a Z pero A y B no se parecen entre sí, en su libro El enigma Bestseller, de la siguiente forma:

2. David Viñas Piquer, El enigma best-seller, Editorial Ariel, S.A., Barcelona, 2009, pg. 34. 8

“Son los lectores quienes, tras leer ciertas obras, tienden a relacionarlas sin que hayan apreciado ningún conjunto de rasgos textuales compartidos por todas ellas. Después de la lectura, les ha quedado la sensación de un vago parecido, pero no hay manera luego de justificar ese parecido apelando a ciertas marcas textuales concretas y sólo queda entonces la búsqueda de un referente común para todas ellas.”2

Se trata, entonces, de una manera inédita de relacionar obras, un proceso que desarrolla la


configuración de un nuevo paradigma genérico a partir de fenómenos externos a los propios textos, los cuales convergen en una nueva clasificación gracias a una experiencia lectorial común, parecida. En este proceder, se genera lo que Schaeffer llama un “tipo textual ideal”. Este modelo virtual vendría a ser, dicho de una manera coloquial, un “cajón” en el que se depositan obras que, aunque tengan poco o nada en común entre ellas, comparten una misma etiqueta establecida bajo unos parámetros propuestos e intuidos por el lector. De este modo, tal y como apunta el autor: “En cuanto a los nombres de géneros relacionados con clases basadas en una relación de semejanza causalmente indeterminada, su descripción pasa por la construcción de un tipo textual ideal: este tipo, construido generalmente a partir de ciertas obras consideradas como «ejemplares» del género, es a menudo tratado como una definición de comprensión del género, mientras que, en realidad, se trata de una ficción metatextual.”3

Así pues, el conjunto de obras que se establecen dentro del nuevo modelo virtual, se adhieren a él con mayor o menor intensidad, participan más o menos de dicho ideal. La relación entre los textos y el modelo genérico sólo se puede leer en clave de variación o de desvío, ya que detrás de cada elección existen unos argumentos a los que hay que prestar atención, para poder comprender por qué el lector decide incluir (o no) un texto dentro de tal categoría. La intuición lectora no debe considerarse un factor complementario, secundario o vacuo a la hora de establecer convenciones genéricas, sino que debe tenerse en cuenta y dedicarle el tiempo y espacio que merece.

3. Jean-Marie Schaeffer, ¿Qué es un género literario?, Ediciones Akal, S.A., Madrid, 2006, pg. 122. 9


Bajo la sombra de una misma sospecha: la poética del fracaso “Comparing myself to others and losing” @sosadtoday4

4. @sosadtoday es la cuenta de Twitter de Melissa Broder, quien se ha convertido en una usuaria de culto en la comunidad de dicha red social por publicar estados deprimentes, como contra-respuesta a las lógicas dominantes que abogan por el alcance de una supuesta felicidad impuesta, encabezada por el marketing popularmente extendido de cadenas como Mr. Wonderful. 5. Sobre este tema, recomiendo leer: Martí Peran i Rafart, INDISPOSICIÓN GENERAL. Ensayo sobre la fatiga, Hiru, 2016. 10

Podríamos hacer una lista más o menos extensa de todas las obras que, a lo largo de la historia, han abordado la temática del fracaso. Probablemente nos cansaríamos. Sería ésta una actividad entretenida, pero en cierto modo estéril y vacua. Si, en cambio, pensamos en lo que significa el fracaso, lo que nos han enseñado que éste representa, podemos exponer que fracasar equivale a perder. En una competición, en el mundo laboral, en situaciones que devienen adversas en nuestra cotidianidad. Dicho esto, existen diversas formas de afrontar una derrota, a destacar: a) Recrearse en el drama. b) Reponerse de la desdicha (normalmente no de manera inmediata, sino después de cierto distanciamiento). En cualquier caso, la autoflagelación es una respuesta coherente (a la par que inútil) ante el malestar que generan las expectativas no saciadas. La nuestra es una sociedad basada en las competencias. Competencias académicas, competencias laborales, competencias económicas, competencias que supuestamente deben ser superadas para alcanzar unos objetivos previamente impuestos por un mercado que genera un ideal globalizado de lo que se supone que es el éxito, generando y alimentando así un mar de expectativas que algunos logran copar y que otros tantos, muchos, pues no.5


Si bien tanto autoflagelarse como salir hacia adelante después de una situación compleja son opciones legítimas, el modelo ideal que definiremos a continuación, esta poética del fracaso, se caracteriza por mantener una actitud frívola ante las adversidades que nos plantea la vida. Esta frivolidad no posee connotaciones negativas, sino que más bien se basa en una contradicción, en un oxímoron, el de proponer una actitud festiva ante una situación dolorosa, comúnmente asociada con la tristeza. Dicha actitud genera en el lector una situación de extrañeza: si en su mente la alegría y la tristeza forman parte de una dicotomía, en dichas obras estos conceptos se presentan y transmiten como una misma cosa, de manera holística. En definitiva, este tipo de sensaciones podrían definirse en la siguiente frase, pues tal y como dice Charlie (dirigiéndose a Sam a través de una carta) en una de las escenas finales de Las ventajas de ser un marginado: “Quiero que sepas que ésta es mi vida, y quiero que sepas que estoy feliz y triste, y que todavía estoy tratando de averiguar cómo es eso posible.”6

Surfear por obras, canciones, escenas de películas y demás formatos culturales que tienen que ver con este agridulce sabor de boca, con este absurdo de carácter existencialista, nos obliga a replantearnos cualquier certeza que creíamos dar por sentada. El modelo virtual que se desarrollará a continuación como poética del fracaso, como ya hemos dicho, habla de una

6. Charlie es el protagonista de la película Las ventajas de ser un marginado, estrenada en 2012 e inspirada en la novela que contiene el mismo título, escrita por Stephen Chbosky, quien también dirigió el film. 11


desconcertante actitud frívola y distanciada que abraza al fracaso desde una serena alegría. De este modo, navegar a través de las obras que configuran el paradigma de esta nueva propuesta de género, servirá para analizar cuánto se acercan y cuánto se alejan de dicho modelo virtual, y así comprender por qué éstas y no otras obras (de momento) lo configuran. Recuperando el desarrollo conceptual de Schaeffer: “La definición de un género de este tipo sólo podría ser definida como «estadística», en el sentido de que sólo puede medirse la curva de las desviaciones que las obras reales trazan respecto a ese patrón metatextual que es el ejemplar genérico ideal.” (Schaeffer, 2006:122)

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Del I don’t want to be a loser al I’m a loser baby, so why don’t you kill me? A medida que Olive va preparando su número para el show que mostrará en el concurso de belleza Little Miss Sunshine7, se da cuenta, en momentos puntuales, de que no encaja precisamente en el ideal de it-girl (aunque en este caso tal vez sería más preciso decir it-little-girl) que ensalza el programa al que va a enfrentarse. A pesar de su entusiasmo y de su corta edad (Olive tiene ocho años), la protagonista ya es consciente de los supuestos beneficios que implica el éxito y las consecuencias negativas que acarrea el fracaso. Es probable que una de las escenas más coherentes de la película se de cuando Olive invita a su abuelo a que entre un momento en su habitación (pocos días antes de su actuación), para confesarle que tiene miedo. Miedo de no estar a la altura y de no copar las expectativas que en sí misma ha proyectado, miedo de perder, plasmando el temor en la siguiente afirmación: “I don’t want to be a loser”. Reconocer cierto pánico a fracasar es un acto bastante maduro para una niña. El abuelo, enternecido por la confesión de su nieta, no duda en hacer todo lo posible para subir su autoestima.Este personaje, que será clave en la trama del film, es uno de los apoyos principales de la protagonista y, además, el coreógrafo de la pieza de baile que Olive va a mostrar ante el tribunal del concurso. Lo que nadie sospecha es que el show que ambos preparan es un simulacro de streptease, hecho que dejará estupefacto al público y a su propia familia. ¿Qué clase de abuelo anima a su nieta a “hacer el ridículo” en un lugar donde todas las participantes son una versión de la Barbie pero a escala real? El gesto de Edwin Hoover habla de

7. Little Miss Sunshine es una película dirigida por Valerie Faris y Jonathan Dayton, la cual se estrenó en 2006, en Estados Unidos. Dentro de la ficción, Little Miss Sunshine es un concurso de belleza de California, al que la protagonista de la película (Olive) asistirá como participante, acompañada de toda su familia, los Hoover. 13


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1 Olive bailando en el concurso de belleza. Frame de la película Little Miss Sunshine. 2 te, dentro de la serie Signs that say what you want to say and not Signs that say what so videoclip donde el artista Beck canta el estribillo de su single Loser. 5 Antonio Ortega. A 6 Shana Moulton, Wishpering Pines 3, 2004. Video, color, sonido, 7’ 33’’. 7 Dalila Virgolin Photo Fun with Govind Tiwari, 2008. Fotomontaje para blogspot. 9 Beatriz Lobo. Sin Blin proyección y objetos sobre pared.


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Joan Cornellà. Nobody, 2015. Póster, 297x420 cm. 3 Gillian Wearing, I’m desperaomeone else wants you to say, 1992-3. Fotografía, color, 122x92 cm. 4 Frame del Antonio Ortega pretending to be taller for the London Bienalle, 2000. Fotografía, b/n. ni. Fan Art Exhibition, 2015. Instalación en la Galería Cero, Madrid. 8 Govind Tiwari. ng Bling no hay gloria, 2013. Instalación. Altar con lonchas de óleo sobre cerámica,


transgredir unas reglas preestablecidas que dividen a la sociedad en ganadores y perdedores, los cuales practican el rechazo hacia todo aquello que se diferencia, que se sale de unas bases estandarizadas. El baile de Olive sobre el escenario, acompañada de la canción Super freak de Rick James, no deja de ser un canto inaudito a favor de los perdedores, y es precisamente esta actitud la que, a través de un viaje que parte del miedo y que desemboca en el empoderamiento del perdedor, abandera la poética del fracaso. No son pocos los gestos que, a lo largo de la historia, se han adueñado de la desdicha, la han hecho suya y la han convertido en el motor de sus prácticas artísticas. Sin embargo, lo que converge hoy aquí es el empoderamiento que trasciende los límites de una banal actitud dramática, y este ir más allá tiene que ver con la literalidad, con “llamar a las cosas por su nombre” pero a través de una estética desenfadada, la cual no solamente ayuda a evocar significados opuestos en un mismo mensaje, sino que nos invita a transgredir la concepción común de lo que significa fracasar. Una de las obras modelo que ilustra con su música dicha idea, es la canción Ya se ha muerto mi abuelo, de Juaneco y su combo. Aunque la formación nació en los años sesenta, no es hasta principios de los setenta que emerge a nivel nacional. Este grupo de cumbia amazónica, se caracteriza por un conglo la jungla del Perú hasta un ruido más metalizado otorgado por órganos eléctricos (heredados del rock psicodélico), ofreciendo un sonido selvático y dinámico a sus canciones. La región de este grupo, Pucallpa, es conocida por el carácter alegre de sus gentes. Juaneco y su combo reflejan en sus canciones dicha actitud vital, convirtiendo incluso a la muerte en un motivo de carnaval. El título que da nombre a uno de los hits más conocidos de este grupo, podría llevarnos a suponer que se trata de un bolero o de una balada, sin embargo, al escuchar la melodía de su canción uno se da cuenta de que este género musical tergiversa el significado de la pena y lo convierte en algo dinámico, sensual y festivo. El culto a la muerte es una celebración que se practica en multitud de culturas de América del Sur desde la época precolombina, y dista bastante de la concepción que, en gran parte debido a la influencia del cristianismo, se tiene en occidente acerca de la defunción. Este juego que altera conceptos, este gesto matemático es compartido, también, por Joan Cornellà, un ilustrador barcelonés que se ha dado a conocer por libros como Zonzo y Sot. Las obras de Joan Cornellà abordan la temática de la defunción desde un distanciamiento apabullante, con un toque de humor negro que propone un profundo absurdo existencial. La narrativa secuencial 16


del ilustrador se caracteriza por microhistorias donde la muerte y la sonrisa en la cara de sus personajes van de la mano. Todas las escenas que representa contienen en mayor o menor medida sangre, explosiones y/o elementos susceptibles de convertirse en cualquier momento en armas letales. En el póster Recco8, por ejemplo, vemos como una cría no puede escuchar música porque el cable de su tocadiscos está roto. Al instante, aparece un señor que no duda en formar parte del circuito eléctrico para que el aparato funcione y que la niña pueda bailar aunque él vaya a morir electrocutado. Si focalizamos la atención en la cuarta viñeta, vemos como el hombre está sangrando por la nariz pero su actitud es impasible ante este hecho. Es más, esboza una sonrisa. En Nobody, del mismo modo, el personaje escribe en el buscador de su ordenador: Who loves me?, a lo que el aparato contesta: Nobody. Más allá de la gracia que pueda suscitar (o no) dicha situación, es la sonrisa incrustada en la cara del hombre la que despierta sentimientos encontrados en el espectador, pues a pesar de hallarse en una situación que roza el patetismo y lo lamentable, es incapaz de mostrar tristeza. El autor desarrolla su trabajo con una gama cromática caracterizada por colores pastel, colores que habitualmente eran usados en la pintura aristocrática del siglo XVIII conocida como Rococó, la cual plasmaba escenas campestres dulces y agradables9. Este contraste es el más relevante en su obra, el más llamativo.

8. Recco, impresión digital, 297x420 cm, 250 g. Disponible en: https://joancornella. net/product/19/recco

Cornellà podría haber utilizado una gama basada en la escala de grises, o contrastes y claroscuros en blanco y negro, para otorgar cierta sobriedad al concepto constante que se identifica en sus dibujos. Sin embargo, decide

9. Uno de los cuadros más conocidos que se desarrollaron durante esta época es El columpio, de Jean-Honoré Fragonard, del año 1766. 17


elegir el rosa, el azul, el naranja (entre otros colores) en su grado más apastelado, para justamente contraponerlos al mensaje que está lanzando. Se trata de una elección formal y estética que juega al despiste y que sitúa al público en un lugar incómodo, y es precisamente esto lo que nos permite pensar las ilustraciones de Joan Cornellà desde la óptica de la poética del fracaso. “I was looking for a job and then I found a job, and heaven knows I’m miserable now…”, canta Morrissey con un ramo de flores mustias en el bolsillo trasero de sus tejanos oscuros, en un concierto grabado en el estudio Top of the Pops10. La banda británica The Smiths, lanza el single Heaven knows I’m miserable now en 1984. A pesar de la corta pero intensa vida de la banda (empezaron a tocar en 1982 y el grupo se disolvió en 1987), The Smiths han sido reconocidos por la crítica como una de las bandas de rock alternativo más influyentes e importantes de la escena británica de los años ochenta. En dicho concierto, el baile espasmódico y lánguido de Morrissey, además de la feliz melodía que desprende la Gibson ES-355 de Johnny Marr, acompaña y contradice a una letra que, entre otras cosas, se pregunta: “¿por qué concederé mi valioso tiempo a gente a la que no le importa si vivo o si muero?” Un contraste que caracterizaría al grupo a lo largo de su carrera y que los etiquetaría en una escena de índole existencialista, con la que muchos de sus seguidores se sentirían identificados.

10. Véase en: https://www. youtube.com/watch?v=SPg7C3I-4bo

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Dicho contraste, melodías alegres para letras más bien tristes, también bebe de la obra discográfica del cantautor Daniel Johnston, quien previamente, en 1983 distribuye su cassette autoeditado Hi, how are you, del que destaca-


remos Desperate Man Blues, una canción que invita al oyente a dar un paseo desenfadado por un sentimiento común: la desesperación. Casualmente, diez años después, la artista visual Gillian Wearing, encasillada en la conocida generación de los Young British Artists de la que también surgieron artistas hoy emblemáticos como Damien Hirst o Tracy Emin, decide salir a las calles de Londres para preguntarle a la gente qué está pensando en ese preciso instante, ofreciéndoles un rotulador y una cartela para que escribieran un mensaje y registrarlo con su cámara fotográfica. Wearing, artista conceptual interesada en la construcción de la identidad personal, se siente atraída por la gente y su trabajo consiste en proponer y materializar escenarios donde los relatos de los sujetos con quienes trabaja se convierten en el centro de su obra. Así, del 1992 al 1993 realiza la serie fotográfica Signs that say what you want them to say and not signs that say what someone else wants you to say, jugando a convertir un pensamiento privado en algo público. Su primera exposición, que data del mismo año, formalizada en el espacio City Racing, fue titulada por la artista como I’m desperate, una referencia directa a una de las más de 600 fotografías por las que estaba compuesta la serie. Se trata del retrato de un joven vestido de traje, que bajo la confesión de estar desesperado, se muestra ante el objetivo con una actitud impasible, esbozando en su rostro un gesto casi perturbador: el principio de una sonrisa gélida. Una vez más, ni un atisbo de drama, ni de melancolía, simplemente serenidad y calma. Imaginemos entonces la siguiente escena: El chico desesperado devuelve la cartela a la artista. Mientras desaparece, Desperate man blues suena de fondo. Si el fracaso anida en todas partes, quizás debamos replantearnos de qué modo lo afrontamos. Paralelamente a la obra de Wearing, un año antes de que Kurt Cobain se despidiera de este mundo y de Boodah11 con una importante sobredosis de heroína en sus venas y un tiro en la sien, el cantante Beck lanzó el single gracias al que probablemente se dio a conocer en el mundo del mainstream: Loser12, considerado uno de los himnos de la generación X de los años noventa. El autor no esperaba la trascendencia de la canción y, aunque en algunas declaraciones afirma que la composición del tema fue rápida y fruto de un collage de estilos, fue acogida por la mayoría del público como una parodia de dicha generación, habitualmente acusada de “vaga”. Tanto el videoclip como la letra de la canción son un mash-up. Sin embargo, el estribillo es catalizador y directo: “Soy un perdedor. I’m a loser baby, so why don’t you kill me?” Lo que caracteriza a semejante afirmación es la voz arrastrada de Beck, la cual envuelve el significado de sus palabras en una atmósfera desentendida de cualquier atisbo de drama. Así mismo, la actitud del cantante en el videoclip 19


es desenfadada y en el minuto 01:22 podemos observar cómo se posiciona en el centro del frame, desenfocado de manera radial desde los límites de la pantalla hasta el centro del encuadre, donde el cantante se sitúa con una pose absurdamente sencilla y despreocupada, ensalzando así los versos que lo acompañan.

11. “Para Boodah” es tal y como empieza la carta de despedida que encontraron junto al cadáver de Cobain y que iba dirigida a Courtney Love y a su Hija Frances. 12. Puede visualizarse en: https://www.youtube.com/watch?v=YgSPaXgAdzE

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Una vez desatada esta actitud un tanto descarada, en el año 2000 el artista Antonio Ortega decide retratarse en la Bienalle de Londres con dos cartones que emulaban las cotas que se usan en los planos de diseño arquitectónico. Es sabido que, dependiendo de la dirección que dispongan dichos símbolos en las líneas que acotan, consiguen surgir un efecto de acortamiento o de alargamiento. Esto es: si se acota del siguiente modo, <->, la línea intermedia parece más pequeña de lo que es, si por el contrario, se acota así, >-<, el segmento simula ser más largo, a pesar de que en ambos casos mida lo mismo. Dado que Antonio Ortega se considera un hombre bajito, decide retratarse de modo que las cotas simulen que es más alto de lo que es y parece en realidad. Así mismo, decide titular a esta obra Antonio Ortega pretending to be taller for the London Bienalle. Asimilando complejos banales y a través de la ironía, Ortega se retrata desde una postura que conlleva asumir livianos contratiempos que nos vienen dados.


Dentro de ti hay una estrella, si lo deseas brillará Llegados a un punto en el que la ansiedad contemporánea, el fracaso cotidiano y los complejos con los que lidiamos en nuestro día a día pueden y deberían ser aceptados y manejados desde una posición y perspectiva más auto-reflexivas y conscientes, los Whishpering Pines13 de Shana Moulton destacan por su frescura y brillantez. Cinthya, el alter ego de la artista, no es una excusa, ni la delegación de sus problemas reales en una figura imaginaria, sino que precisamente es el “aparato” a través del cual proyecta una realidad virtual en la que se toma la libertad de dar paso al absurdo. Cinthya escapa de toda moralidad. Tal y como afirma la artista: “Cynthia es tal vez una versión más ingenua de mí, o una versión más solitaria. Es una herramienta para descifrar mis propias ambigüedades y ambivalencias sobre las cosas en el mundo, me ayuda a lidiar con ellas, con un poco de humor y de perspectiva.”14

Su alter ego transita y se mueve por los espacios que habita con una actitud naif que se asombra por todo. Obsesionada con cosméticos de belleza y programas de ejercicio, Cinthya manifiesta un malestar general fruto de las exigencias del siglo XXI. Asistir a una de las performances y acercarse a la propuesta artística de Shana Moulton equivale a sumergirse en un mundo fantasioso, que bajo sus propias reglas no deja de ser un espacio paralelo al nuestro. En este caso, aunque Moulton no explicite de manera literal sus no virtudes (tal y como hace Beck, por ejemplo), transforma su desidia en algo nuevo: crea un universo alterna

13. Whishpering Pines son una serie de videos (diez concretamente) donde la artista, a través de Cinthya, proyecta algunas de las frustraciones a las que se ve sometida en su vida real. Sus animaciones se caracterizan por recrear un mundo onírico de carácter colorista, donde su alter ego se enfrenta a su malestar con una actitud naif e incluso divertida. Whispering Pines nacen de una serie de vestidos ortopédicos que la artista decidió exponer a través de este personaje inventado. En el siguiente enlace pueden visualizarse los Wishpering Pines 6, 7 y 8: http://www. ubu.com/film/moulton_pines. html 14. Estas declaraciones son extraídas de una entrevista que la artista concedió a New York Close Up. Disponible en: https://www.youtube.com/ watch?v=_LqrtjP3at8 21


tivo desde donde le es más fácil acceder a sus propias dicotomías internas. ¿Qué hacer, entonces, con las múltiples proyecciones de nosotros mismos que no nos es posible abarcar? En este tipo de absurdo se mueve la obra de Dalila Virgolini, artista emergente de procedencia argentina y que reside actualmente en Madrid. Al igual que Moulton, Dalila también ha desarrollado como herramienta de trabajo un alter ego. En este caso, se trata de una versión famosa de ella misma. Dalila se abraza al ideal de una fama inventada donde proyecta todas sus expectativas artísticas. La artista declara que “vive su vida tal y como si fuera una obra de arte”15. A través de este personaje, Dalila actúa sin prejuicios, lejos de pensar en nadie más que en ella misma. En 2015 expone Dalila Fan Art Exhibition, en la Galería Cero de Madrid. En dicho espacio la artista realiza una muestra de objetos que sus “fans” le han dedicado y regalado después de hacer una petición a través de sus redes sociales. El resultado contiene desde retratos de Dalila hasta coronas, espejos y todo tipo de ofrendas personalizadas. 15. En la descripción de su biografía en la red social instagram declara lo siguiente: “My life is my message”. Y en su página web destina un apartado a explicar su obra detalladamente. Disponible en: http:// www.dalilavirgolini.com/html/ statement.html 16. El bogspot de Govind Tiwari puede consultarse en: http:// gballahabad.blogspot.com/

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A su vez, otro ejemplo paradigmático, de índole similar a la de Dalila, lo encontramos en la práctica artística desarrollada en el ámbito del net art por Govind Tiwari16, un joven hindú que se convirtió en Trending Topic en 2011 y que pasó a ser un fenómeno viral por la creación de un blog donde colgaba composiciones fotográficas en las que difuminaba su cara en todos tipo paisajes, imágenes donde proyectaba su rostro en cualquier tipo de superficie. El trabajo de Govind se basa en el apropiacionismo, se adueña de fondos de pantalla disponibles en la red para convertirlos en múltiples espacios


posibles y paisajes irreales donde reproducir su imagen de manera constante. Así, podemos encontrar montajes fantásticos donde el ex-presidente de los estados unidos Barack Obama está sonriendo frente a una televisión de plasma donde está la cara de Govind u otros en los que el cantante Ricky Martin sostiene un marco con una banda donde pone “superstar”, en la cual Govind es de nuevo el protagonista. El capitalismo psíquico nos incita a pensar que del anonimato a la viralidad en Internet sólo hay un paso. Pero en realidad el algortimo es el sistema que determina qué consumimos. El caso de Govind, desde la perspectiva de la poética del fracaso, debería pensarse como un ejercicio de crítica irónica. El autor es consciente de que no pertenece a ninguna élite de estrellas consagradas, y a través de la ingenuidad e incluso de una actitud virtualmente fantasiosa, decide ser él mismo el protagonista de su cosmos virtual, repensando así los estatus sociales que se jerarquizan en la red y reconociendo que para que unos pocos sean adorados, deben existir otros muchos que los adoren. A día de hoy, es posible que la televisión continúe siendo uno de los medios de comunicación que más ha convertido a anónimos en famosos, y que más ha explotado el formato de entretenimiento basado en el concurso. Recordemos, en particular, Lluvia de estrellas, presentado por Bertín Osborne desde 1995 hasta 2001. Al final del programa musical, tanto el presentador como los aspirantes que no habían superado las fases para continuar en el concurso y que se despedían de sus 15 minutos de fama, entonaban la siguiente melodía: “Dentro de tí hay una estrella, si lo deseas brillará”. Una bonita manera de acabar el concurso y de intentar gratificar a los perdedores de la noche. Con el paso del tiempo, esta canción ha sido sustituida por premios de consolación que varían según la temática de los concursos, que van desde juegos de mesa familiares a electrodomésticos o aparatos electrónicos. Beatriz Lobo, ilustradora, artista y componente junto a Dalila del dúo musical Calor Humano, atenta a todos estos detalles, diseñó en 2013 una instalación titulada Sin bling bling no hay gloria, dentro del marco de la exposición El boceto del mundo, para el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo. Esta propuesta se basa en un altar recubierto de lonchas de choped hechas con cerámica y diversos objetos que conforman en su totalidad una oda al fracaso: una fotografía firmada por un imitador de Elvis Presley, la proyección de la canción final del programa previamente mencionado, flores de plástico y demás ornamentos que invitan a adorar, precisamente, a los que no triunfan ni alcanzan un éxito reconocido. 23


Quizás el objeto más significativo sea la peana blanca, un elemento sobre el cual culminan, dentro del campo artístico, las obras que los entendidos de cada época deciden colocar, definiendo así qué es y qué no es arte. El hecho de que la artista rodeara un objeto tan alegórico con algo tan banal como un embutido, habla precisamente de una transgresión necesaria sobre los cánones convencionales. Sin bling bling no hay gloria es una instalación peculiar y pintoresca, que adopta el inteligente y enternecedor gesto de dedicar un reconocimiento mayor para los losers, proponiendo un espacio privilegiado para éstos, e invitando al público a repensar las reglas del juego de la fama. Así pues, todas las obras aquí expuestas nos invitan a comprenderlas desde la lógica de la poética del fracaso. Esta lógica se configura como un ejercicio que, a través del apropiacionismo, elabora un mapa logístico en el que un compendio de obras responden a una misma sensación lectora, fruto del extrañamiento que comporta el oxímoron inevitable que se da al encontrar dos sentimientos comúnmente entendidos como opuestos en una misma manifestación artística. Esta poética del fracaso no debe entenderse como un nuevo género a partir del cual establecer un cánon, sino que se entiende como una propuesta abierta, desde la cual cada sujeto puede añadir sus propias obras ejemplares en él, entendiendo así al conjunto como una masa susceptible de expandirse en cualquier momento.

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