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Elkarrizketa
Entrevista a: Jaume Funes
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Jaume Funes Artiaga (Calatayud, 1947) es psicólogo, educador y periodista. Se ha especializado en el mundo de la adolescencia y sus dificultades sociales y educativas, y el próximo mes de Marzo, ofrecerá una charla en Iruñea, organizada por San Fermin Ikastola, en el marco del proceso de transformación educativa “Gero bat Gugan 2030”
Hay mucha literatura sobre la complejidad de la adolescencia, pero ¿cómo deberíamos entenderla?
Deberíamos entender que es una etapa educativa diferente, aunque no siempre ha habido adolescencia. En otra época solo la vivían las clases pudientes, ahora ya tenemos adolescencia obligatoria. Los adolescentes de hoy en día tienen padres y madres adolescentes que ya desesperaron en su día a sus padres… Lo que pasa es que, a veces, olvidamos y una madre puede pensar: “que mi hija no salgo como yo”. Creo que hay que mantener una confianza mínima. Si tu eras una adolescente que la liaba y has llegado a ser una madre razonable ¿por qué no confías en que tu hijo o hija será así? Pero, claro, como es una etapa desconcertante, en una sociedad en la que ellos y ellas van por delante de nosotros… Y es que, al desconcierto adolescente, se le suma el desconcierto de cómo se educa para ser personas en esta época. Ante la inseguridad, en lugar de pensar cómo vamos a ser útiles, tendemos a volver al pasado y a utilizar fórmulas que entonces no sirvieron, pero que ahora servirían todavía menos.
¿Cuál debe ser el papel de las personas adultas y educadoras en esta etapa vital?
Padres y madres deben entender que si hay algo necesario en esta etapa es que haya diversos adultos alrededor de esos adolescentes. Ya no son sus niños. Si algo necesita un adoslecente es adultos diversos, suficientemente positivos. Por eso es tan importante que en la escuela no pidan todo el rato buenas notas, sino buenas tutoras y tutores. También hay que entender que al último al que acudirán cuando tengan una duda serás tú, por lo que has de garantizar antes que existirán otros adultos con los que puedan hablar. Eso no va a impedir en absoluto que sigan siendo personas enormemente referentes en sus vidas, probablemente las más influyentes, pero lo han de hacer desde un lugar que nos molesta mucho, desde la trastienda.
Por su parte, los profesionales de Secundaria tienen que asumir que son adultos que acompañan adolescentes, mediante aprendizaje, mediante las relaciones… Pero no profesores que ayudan a descubrir que la vida es dura,
que es lo que a veces algunos de estos colegas intentan. Entiendo que quieras explicar el sistema de ecuaciones y, probablemente, es importante que lo aprendan, pero has de entender que el resultado no va dar igual en primavera que en otoño, que, si estás enamorado, la variable x no es lo mismo para él que para tí. Las formas de aprender tienen que ver con la propia condición adolescente y que éste te podrá decir tranquilamente aquello de “me la suda”, porque tú le estarás proponiendo cosas que no conectan para nada con su vida. Necesitan profesores razonables que conectan la vida con el aprendizaje; que muestran que se conectan con su mundo, sus intereses.
Se dice también que la adolescencia es una fase importante para la construcción de la identidad.
A veces la importancia la ponemos los adultos y no coincide con la importancia que ellos le atribuyen. Ahora que está sobre la mesa el tema de la salud mental, un adolescente, en términos emocionales, es una olla a presión. Con emociones que en parte no ha experimentado nunca. Cuando te dice “estoy agobiado”, igual el adulto debe preguntarle ¿qué quiere decir agobiado? ¿Cuáles son los matices? Es una etapa clave para que aprendan a gestionar ese mundo interior.
Por otro lado, la concepción que tenemos de la adolescencia se asocia siempre al conflicto.
Estamos ante un personaje que necesita que le des besos, pero pobre de tí si intentas darle uno. No he visto nunca a un adolescente que quiera vivir su adolescencia en soledad, pero pobre de tí si intentas inmiscuirte en su vida. Esa distancia es difícil de descubrir y es lo que, a veces, los adultos no sabemos llevar. Muchas veces, solo necesitan saber que estamos. Y saber que los miramos con otra mirada que no es la de descubrir el problema. Pero hay una variable que los hace aún más insoportables, la más incómoda, que es el tema de los conflictos. ¿Para qué te quieren a tí de tutora? Pues para pelearse contigo. ¿Para qué quieren a un padre? Para liarla… Porque una de las maneras de afirmarse es mediante el conflicto. Y eso, claro, a veces se lleva mal. Llegas a casa cansado de trabajar y te está esperando un adolescente que quiere pelearse contigo. Es complicado, por eso creo que no hay que pelearse por todo. Y nos cuesta entender, también, que no vale cualquier respuesta. Los adultos podemos explicar todo lo que nos dé la gana, pero, a veces, las respuestas que les damos complican mucho más la propia dificultad. La cuestión es esa habilidad que podemos tener para gestionarlo, siendo conscientes, por ejemplo, de por qué hacemos las cosas. ¿Por qué les ponemos una hora para que lleguen a casa? Pues para que puedan llegar tarde, si no, no pueden hacerlo. Hay que poner límites pero luego saber saltárselos. El/la adolescente, mientras tanto, vive con la pregunta permanente: ¿Quién demonios soy yo ahora?¿ Quién acabaré siendo? Viven, muchas veces, rebotados con adultos que les quieren definir la identidad: estudia, saca buenas notas, pórtate bien… Se pasan el día rebotados con una serie de imposiciones que ellos entienden que no son su vida. Algunos se adaptan, como muchas chicas, que se convierten de una manera extraordinaria en buenas estudiantes, responsables, aunque a la larga acaban teniendo que romper algún día con esa historia… También creo que los adultos no entendemos que no son un proyecto nuestro; son personas que van descubriendo poco a poco cómo vivir en un mundo cambiante en el que han de sentirse seguros .
¿Y cuál cree que debería ser la función de la escuela en esta etapa?
Si aceptamos que la adolescencia es una etapa educativa en la que la influencia adulta es importante, lo que no podemos hacer es simplemente escolarizarla, que es lo que se hizo cuando la escuela era solo hasta los catorce y no se podía trabajar hasta los dieciséis. La escolarización obligatoria, en términos políticos, es una etapa nueva al servicio de una etapa evolutiva nueva. En la práctica, es un mercado de trabajo que no necesita mano de obra a partir de los catorce y, por tanto, va inventado dónde tener ocupados a estos jóvenes para que no la líen.
Pero la escuela no está para formar operarios, la escuela está para ayudar a construir personas que se conocen a sí mismas, que saben convivir y en qué sociedad están. La escuela está para garantizar un conjunto de oportunidades educativas que no habría si ésta no existiera. Y esas oportunidades son, entre otras, mantener el deseo de saber. Claro, imagínate, si no tuviéramos escuelas obligatorias ¿que significaría que hubiera personas formadas solo por lo que les dijera Google? En la escuela les enseñamos lo que cuenta google, o wikipedia, pero también les enseñamos a que aprendan a descubrir qué hay detrás de eso. Ya no somos meros transmisores del saber, somos mantenedores del deseo de saber, de hacerse preguntas y encontrar respuestas. Después viene la educación post-obligatoria, y es donde viene esa historia que no hemos aceptado, que es que la escolarización obligatoria de la adolescencia no quiere decir escolarización uniforme de la adolescencia, sino itinerarios vitales y aprendizajes diversos. Tenemos confrontaciones enormes entre unas pretensiones cada vez más académicas de la escuela y unas necesidades adolescentes en un mundo en el que saber y descubrir es otra cosa.
El gran drama pueden ser personajes desconectados de preguntarse por qué pasan las cosas en el mundo. Se convierten en personas víctimas del dogma político, del religioso, del mercado… Porque son personas que han abandonado las preguntas.
¿Y que debería hacer en esa situación el profesorado?
Creo que esos profesionales han de olvidar la seguridad de la transmisión de los conocimientos que aprendieron en la universidad. Creen que son contenidos importantes, que los tienen que aprender, pero su conocimiento es mínimo comparado con lo que pueden encontrar en el universo digital. Claro que es importante que aprendan, pero sedúcelos para que valga la pena… Y es que, cómo aprenden y cómo saben es diferente. Creo que los docentes somos oportunidades en vidas que se están construyendo; y somos sujetos activos que acompañan en vidas que van cambiando. Esa función no la podemos perder. Vale, habrá de todo, probablemente menos chapuceros que entre los arquitectos, pero aclarémonos. Y luego está un poco la dimensión política, el maldito debate de los currículos. En el siglo XXI, hablar de asignaturas es una ofensa a la inteligencia. Como mínimo estamos hablando de áreas de conocimiento. Que alguien me diga si hay algo en alguna asignatura que se puede explicar sin conectarlo con otra. Somos especialistas en educar mediante el aprendizaje, y luego tenemos nuestra subespecialidad. Somos especialistas en educación y lo hacemos mediante un área en el que nos movemos mejor.