SAN AGUSTÍN, EL HIJO DE TANTAS LÁGRIMAS

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SAN AGUSTIN, EL HIJO DE TANTAS LÁGRIMAS


Dedicatoria: A Santa Mónica y a San Agustín, como un homenaje de mi gratitud y devoción, por despertar en mí la gracia de la conversión. Reconozco la dureza de mi corazón para convertirme, sin embargo seguiré intentándolo una y otra vez, y las veces que sea necesario, con la seguridad de que Santa Mónica y San Agustín intercederán por mi hasta el fin de mi existencia.

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CONTENIDO INTRODUCCION……………………………………………………………………………………………… PAG 3 BREVE BIOGRAFIA………………………………………………………………… …………………….. PAG 4 EL MISTERIO DE LA TRINIDAD……………………………………………………..…………………. PAG 14 EL MILAGRO DE LA CONVERSION………………………….………………….……………………. PAG 16 TARDE TE AME………………………………………………………………………………………………. PAG 32 ORANDO POR LOS HIJOS……………………………………………………………………………….. PAG 37 CONSIDERACION FINAL..………………………………..……………………………………………… PAG 41

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I N T R O D U C C I ON

San Agustín, es sin lugar a dudas, un modelo de conversión. Un hombre que como tú y como yo, por su fragilidad humana cae en pecado, pero gracias a la misericordia de Dios que escucha el clamor de su madre (Santa Mónica), le concede no sólo el milagro de la conversión sino que lo premia con el don de la santidad. Que bueno sería que tu papá y mamá nos encomendáramos a Santa Mónica y a San Agustín (o al Santo de su devoción), para que intercedan por nuestra conversión y la de nuestros hijos, con la confianza de que por su mediación, Dios también nos hará el milagrito. Así podremos exclamar como San Agustín: “Señor, calma primero mi sed para poder ir a calmar la sed de los demás”. 3


BREVE BIOGRAFIA

Aurelius Augustinus Hipponensis o San Agustín de Hipona nació el 13 de Noviembre del año 354 en Tagaste Numidia, una pequeña población ubicada al Norte de África, hoy en día conocida como el nombre árabe de Souk-Arhas (en Argelia). Sus padres fueron Patricio y Santa Mónica. Su madre deseaba dedicarse a la vida de oración y soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con Patricio, un militar de carácter violento, 4


mujeriego, jugador y pagano, pero que gracias a la conducta de su esposa fue bautizado antes de morir en el año 371. En su niñez no le gustaba estudiar y su formación académica estuvo marcada por el temor al castigo que en esa época le imponían los padres. En una enfermedad ante el temor a la muerte, propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Estudiaba con gusto el latín, aprendido con las sirvientas de su casa y otras personas.

SANTA MONICA 5


A finales del año 370, a la edad de los 17 años, fue enviado a Cartago a estudiar Filosofía, Literatura y Oratoria distinguiéndose en la Escuela de Retórica ya que su padre solo le interesaba que su hijo fuera reconocido socialmente, pues para nada le importaba la vida espiritual. Allí entabló relaciones amorosas con una mujer ajena, con quien tuvo un hijo al que llamó Adeodato (Que significa dado por Dios) en el año 372. En su adolescencia y juventud se deja arrastrar por los malos ejemplos,

LE SIT DES RUINES ROMAINE DE SOUK ARHAS 6


llevando una vida licenciosa, dando rienda suelta a sus pasiones y los males de la ociosidad, influenciado por las malas compañías, propias de su edad. Sabiéndose odioso y deshonesto, trataba en su vanidad aparecer educado y elegante. Esos malos ejemplos, unidos al del orgullo, hicieron que San Agustín profesara el maniqueísmo hasta los 28 años, una corriente filosófica que busca resolver el dualismo metafísico y religioso, afirmando que Dios era el principio de todo bien y la materia el SOUK ARAS VUE GENERALE 7


Principio de todo mal. El Santo confiesa: “Buscaba yo por el orgullo lo que sólo podía encontrar por la humildad. Henchido de vanidad abandoné el nido, creyéndome capaz de volar y solo conseguí caer por tierra”. Decepcionado de la doctrina maniquea, decide viajar a Roma a dictar clases como maestro. En Milán conoce a San Ambrosio, Obispo de la Ciudad, quien lo atrajo por su conocimiento y personalidad. Al escuchar sus sermones con atención y respeto, empezó a cambiar su opinión que tenia acerca de la

SAN AGUSTIN Y SANTA MONICA

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iglesia, de la fe, y de la imagen de Dios. Empieza entonces a notarse cambios favorables en San Agustín y poco a poco fue abriendo su mente y su corazón a las verdades de la fe católica, convirtiéndose en el año 387. En ese mismo año muere Santa Mónica, a la edad de 55 años, feliz de haber logrado la conversión de su hijo. Gracias a la escucha de la predicación de San Ambrosio, San Agustín fue conociendo la Sagrada Escritura y su interpretación espiritual, entonces

SAN AGUSTIN EN EL MOMENTO DE SU CONVERSION

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empieza a escribir y a predicar a Cristo resucitado. En el año 391, después de estudiar y prepararse es nombrado sacerdote y cinco años más tarde fue consagrado Obispo de la sede de Hipona, ejerciendo su episcopado durante 34 años, lapso en el cual defendió la fe cristiana contra las herejías, especialmente los Donatistas, quienes sostenían que la Iglesia Católica había dejado de ser la iglesia de Cristo por mantener comunión con los pecadores.

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Autor de varias obras, entre las que sobresalen “La Ciudad de Dios” y “Las confesiones”. En su enfermedad terminal, pidió a sus discípulos que escribieran los Salmos Penitenciales en las paredes de su habitación y lo cantaran en su presencia y no se cansaba de leerlos con lágrimas de gozo. Enfermo de fiebre, comprendiendo que era el final de su vida, escribió: “Quien ama a Cristo, no puede tener miedo de encontrarse con Él”.

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El 28 de Agosto del año 430 murió en Hipona a la edad de 76 años, 40 de los cuales había dedicado al servicio de Dios. Fue consagrado Doctor de la Iglesia el 20 de Septiembre de 1925 por el Papa Bonifacio VIII. Junto a Jerónimo de Estridon, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán, es considerado como uno de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia Católica Latina. BASILICA DE SAN PIETRO IN CIEL D`ORO DONDE SE ENCUENTRAN LOS RESTOS DE SAN AGUSTIN

El cuerpo de San Agustín fue sepultado en Hipona y más tarde trasladado a PAVIA en el año 725 por voluntad de Liutprando, Rey de los Longobardos, a la 12


basílica de San Pietro in Ciel D’Oro, donde descansa hoy. A finales del Siglo XIV, la familia Visconti mandó construir un Arca de mármol, que representa la vida y milagros del Santo.

SAN PIETRO, ARCA DE SAN AGUSTIN DEBAJO DEDL ARCA SE CONSERVAN LOS RESTOS DE SAN AGUSTIN

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EL MISTERIO DE LA TRINIDAD En cierta ocasión paseaba San Agustín cerca de una playa, meditando sobre la realidad de Dios, una de ellas el misterio de la Trinidad. De pronto, al alzar la vista ve a un hermoso niño (seguramente un ángel enviado por Dios), que está jugando en la arena, a la orilla del mar. Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena un cubo de agua y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo. El niño hace esto una y otra vez hasta que San Agustín, sumido en una gran curiosidad, se acerca al niño y le pregunta: ¿Qué haces? Y el niño le responde: Estoy sacando toda el agua del 14


mar y la voy a poner en este hoyo. Y san Agustín dice: ¡Pero eso es imposible! Y el niño responde: Más imposible es tratar de hacer lo que tú estás haciendo; tratar de descifrar el misterio de la Santísima Trinidad. Dicho esto, el niño desapareció.

fe, y el entendimiento por sí solo no puede comprender ni penetrar.

Lo que se puede deducir, es que Dios solo pretendía enseñarle a San Agustín, que ningún ser humano por muy sabio que sea, puede penetrar su insondable grandeza. Pretender descifrar el misterio de la Santísima trinidad no es posible, porque la fuente de la que procede sólo Dios la conoce y sólo él puede revelarla. Es el misterio más profundo de nuestra

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E L M I L A G R O DE LA CONVERSION

San Agustín en su libro “Las Confesiones” expone pública y abiertamente su proceso de conversión, que en resumen es, un himno de alabanza, gratitud y exaltación a la grandeza y misericordia de Dios. Al confesar los excesos de su conducta abominable, lo hace no con la intención de satisfacer la curiosidad de las gentes que les gusta enterarse de las vidas ajenas, sino con el propósito de que las personas que caigan en pecado así como él, mediten la posibilidad y necesidad de clamar al Señor misericordioso, desde los 16


más hondos abismos de su miseria espiritual. El efecto que produjo en mí al leer su obra, además de admirar su humildad y valentía para confesar su pecado ante los ojos del mundo, es el sentimiento que transmiten sus enseñanzas, dignas de imitar, de las cuales hago referencia a las siguientes:

1) El proceso de conversión inicia cuando somos conscientes de la gravedad de nuestros pecados y con dolor y 17


verdaderamente arrepentidos recurrimos a la misericordia de Dios, única fuente de salvación, para que nos conceda su perdón y la gracia de convertirnos. Mientras uno permanezca en pecado el diablo duerme tranquilo, pero si escucha que alguien desea convertirse, entonces el enemigo invisible se vale de trampas y artimañas para hacernos pecar, lo curioso es que el Señor lo permite, para que nos demos cuenta de la gravedad de nuestras faltas y desde el fondo del abismo clamemos su auxilio. San Agustín

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afirma “…Me ponías frente a frente de mí mismo para que viera mi fealdad, cuán sórdido y deforme era yo, cuán manchado y ulceroso. Me horrorizaba verme así, pero no tenía manera de huir de mí mismo…..y Tú persistías en enfrentarme a mí mismo y ponías viva luz en mis ojos para que viera mi maldad y la aborreciera”. Al respecto Santa Teresita del Niño Jesús, enseñaba que “el demonio es la gracia de la que Dios se vale para hacernos caer en la cuenta de que por donde vamos, vamos en pecado”. Así mismo, el Santo 19


cura de Ars afirmaba también que “el demonio trabaja para Dios, pues sólo logra ir hasta donde Dios se lo permite”. Cuentan que el Santo curita llegó a agradecerle al demonio todos los meritos que le hizo alcanzar para llegar al cielo. En síntesis, para enfrentar esta lucha espiritual entre el bien y el mal, debemos abrir nuestro corazón para que el Señor entre y actué a nuestro favor, ya que sin su ayuda todo intento de conversión fracasa. “Haz que te ame con hondura –decía San Agustín- y apriete tu mano

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con todas las fuerzas de mi corazón, y así me vea libre de todas las tentaciones”.

2) La conversión implica reconciliarnos sinceramente con Dios, lo cual solo es posible a través del sacramento de la confesión. “Mientras no confesé mi pecado, mi cuerpo iba decayendo por mi gemir de todo el día, pues de día y de noche tu mano pesaba sobre mí. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía decaer. Pero te confesé sin 21


reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste” (Salmo 32-3, 5). Pareciera ser que el clamor del Salmista es el mismo de San Agustín (y de todos los que buscamos la conversión), quien decide desnudar su alma ante el Señor e implorar su perdón, para romper las cadenas que lo tenían sumido en pecado. Muchas veces uno tiene la intención de convertirse pero no tiene la voluntad ni la fuerza para derrotar el pecado. El mismo San Agustín lo admite al afirmar 22


“Concédeme la gracia de la castidad, pero todavía no; porque tenía yo miedo de que me escuchases demasiado pronto y me librases de esa enfermedad y lo que yo quería era que mi lujuria se viese satisfecha y no extinguida”. Al final, después de tantas batallas, San Agustín pone su esperanza en el Señor: “….Hay aquí un hombre que es parte de su creación y que, como todos, lleva siempre consigo por todas partes su mortalidad y el testimonio de su pecado. No obstante su miseria, ese hombre te quiere alabar y tú lo estimulas para que 23


encuentre deleite en su alabanza; nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”.

encubrimos con la máscara de las apariencias, para que los demás se formen un buen concepto de uno, escondiendo lo que realmente somos.

Cuantas veces vacilamos para buscar a Dios y nos inventamos razones para dejar pasar el tiempo y diferir nuestra conversión. Cuántas otras veces, la mayoría de nosotros, tenemos el propósito pero no la voluntad de convertirnos, y hacemos confesiones vanas, sin ningún propósito ni compromiso para lograr cambios favorables en nuestra vida. Todo lo

Solo cuando confesamos con honestidad nuestras faltas sin reservarnos ningún pecado, nos liberamos de la carga que nos producen; es quitarnos ese peso de encima y experimentar la sensación de un nuevo renacer.

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3) Las plegarias de las madres por la conversión de sus hijos, siempre son escuchadas con agrado por Dios. “Las plegarias de mi madre – relata San Agustín- me asistían en todas partes y en repuesta a su clamor, el Señor tenia misericordia de mi”. Santa Mónica, madre de San Agustín, clama insistentemente a Dios por la conversión de su hijo y con paciencia

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aguardaba una respuesta por parte de Dios, quien no se hizo esperar y en un sueño consolador le manifiesta la siguiente visión. “vio a san Agustín comer con Ella en la misma mesa, cosa que Ella no aceptaba por el horror que le causaba sus blasfemos errores. Se vio de pie en una regla de madera y que Ella sumida en la tristeza, llegaba un joven alegre y esplendido que le sonreía. No por saberlo sino para enseñarla, le preguntó el joven por la causa de su tristeza, y Ella, respondió que lloraba por la perdición de su hijo. Le mando entonces que se tranquilizara, que pusiera atención que 26


viera cómo en donde Ella estaba, también estaba él. Miro ella entonces y, junto a sí, lo vio de pie en la misma regla”.

Y es que una madre hace lo que sea por sus hijos, no ahorra esfuerzos y se entrega incondicionalmente a ellos. Es paciente y comprensiva y hasta se humilla ante los actos de rebeldía de sus hijos. Recurre a quien sea buscando la ayuda que le puede proporcionar paz y felicidad: Santa Mónica le pide a San Ambrosio que aconseje a su hijo, que tantas lagrimas y sufrimientos le había ocasionado, para que abandone esa vida descarriada, y él la aconseja: “Déjalo en paz, solamente ruega a Dios por él. El mismo acabará por descubrir su error y la

Al comentarle esta visión a su hijo, es interpretada erróneamente por el Santo, quien lleno de orgullo concluye que su significado es que algún día su madre llegaría a ser como él. La oscuridad espiritual en que se hallaba no le permitía ver los signos de santidad que Dios tenía preparado para él.

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mucha malicia que hay en él. El hijo de tantas lagrimas no puede perderse”.

4) Dios nos envía a sus ángeles para que nos ayuden y nos sostengan en el proceso de conversión. En nuestro proceso de conversión no estamos solos, Dios nos envía a sus ángeles, unos celestiales y otros de carne y hueso, para que nos sostengan y nos guíen por el camino de la salvación, ya 28


que sin su ayuda difícilmente podríamos convertirnos. En el caso concreto de San Agustín sus ángeles fueron en primer lugar, su madre, quien implora a Dios por la conversión de su hijo; también lo fue la voz del niño que cantaba en la casa vecina una canción que decía: “Tolle lege, tolle lege” (toma y lee, toma y lee), cuando el santo sostenía una batalla por poner fin a sus iniquidades. Las palabras del niño como una señal del cielo, lo llevaron a consultar el libro de las Epístolas de san Pablo, al abrirlo leyó en 29


silencio las primeras palabras que cayeron bajo sus ojos: “No en las riñas y la embriaguez, no en la lujuria y la impureza, no en la ambición y la envidia; poneos en manos del Señor Jesucristo y abandonad la carne y la concupiscencia”. La escena a que se hizo referencia tuvo lugar en septiembre de 386, cuando San Agustín tenía 32 años. De igual manera lo fue San Ambrosio, quien con sus sermones y la convicción de su palabra, hablaba de la salvación de 30


manera muy saludable, logrando que San Agustín renunciara al maniqueísmo para acogerse al catolicismo, llegando a convertirse en obispo de Hipona durante 35 años.

últimos; lo importante es, ser merecedor de ese boleto de salvación. Esta aclaración la hago con un solo propósito: Al preparar este escrito, Clemita, mi esposa, mofando y haciendo genuflexión me decía “San Víctor”. Qué bueno que pudiera serlo, pero para alcanzar ese título no estoy ni tibio.

Finalmente, permítanme hacer una aclaración: Conversión no significa necesariamente alcanzar la gracia de la Santidad, ya que ello es un regalo que Dios tiene reservado para sus elegidos. Conversión, en el caso particular mío, es ganarme un boleto para la vida eterna, sin importar el puesto que me corresponda, tal vez sea uno de los 31


T A R D E T E AME

Si no fueran en Ti No podrían existir.

“Tarde te amé Hermosura tan antigua y tan nueva, Tarde te amé.

Me llamaste y gritaste Y quebrantaste mi sordera. Brillaste y resplandeciste Y curaste mi ceguera.

Sí, porque Tú estabas dentro de mí y yo andaba fuera de mi mismo y allí te cercaba. Y yo deforme, me aventuraba Entre las cosas por Ti creadas. Estabas conmigo pero yo no contigo

Exhalaste tu perfume y lo aspiré Y ahora te anhelo, Gusté de Ti. Y ahora siento hambre y sed de Ti me tocaste y deseé con ansia La paz que proviene de Ti”. Amén.

Me mantenían alejado de Tí Aquellas creaturas que, 32


Tarde te amé, así empieza la oración escrita por San Agustín, cuya interpretación no puede hacerse en forma literal, ya que a mi juicio, nunca es tarde para amar Dios. Seguramente lo que quiso expresar el Santo, es el pesar que siente por haber desperdiciado parte de su juventud en acciones mundanas y no haber sido solícito en la búsqueda del Señor. Considero que no es uno quien determina cuándo convertirse a Dios,

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es El a quien le corresponde hacerlo. De esta manera, el señor llama a unos a temprana edad, a otros en su juventud, a otros en la edad adulta y a otros cuando son ancianos, con la seguridad, que independiente de la edad, a todos nos llama. Por esta razón, debemos estar alertas a su llamado, para abrirle el corazón y permitirle que actúe en cada uno de nosotros y nos conceda la gracia de la conversión. Este llamado, lo asimilo con la parábola de los trabajadores (San Mateo, 20, 1-16) en la que el dueño de la finca salió a 34


contratar trabajadores para su viñedo. Muy temprano de la mañana contrato a unos, luego a las nueve de la mañana contrató a otros. Lo mismo hizo, al medio día, a las tres de la tarde y al finalizar el día. Al final de la jornada, el pago fue el mismo para cada uno de ellos, empezando por los últimos y terminando por los primeros. Así mismo, el pago para cada uno de los que se convierten al Señor será el mismo: La vida eterna.

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Creyendo que a mí también se me había hecho tarde, a mi edad (57 años), cuando todo lo daba por hecho, por los logros y las metas que había alcanzado y sentía que mi misión en la vida había concluido, una voz interior me decía: “Tu vida hasta ahora comienza”. Así que ánimo, nunca es tarde para volvernos al Señor.

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O R A N D O P O R L O S H I J OS

El denominador común de los jóvenes de esta época es la rebeldía, a causa de ella, es común ver a muchas madres cómo sufren por sus hijos. Sin importar la razón de su sufrimiento, ellas en su angustia, hacen hasta lo imposible por enderezar su camino, en busca de su verdadera felicidad y bienestar. A esas madres, yo les aconsejo, apropiándome de las palabras de San Ambrosio: “Déjenlos en paz, solamente rueguen a Dios por ellos. Ellos mismos acabarán por descubrir su error y la mucha malicia que hay en ellos.”.

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El mejor regalo que una madre (o un padre) pueda hacerle a un hijo, es elevar una oración a Dios por él. No hay oración más sublime que la que brota del corazón adolorido de una madre, con seguridad que el Señor la escucha con agrado y la retribuye con abundantes bendiciones. No permita que su oración se vea extinguida si los resultados no ocurren con la rapidez que esperas, porque el Señor permite que todo ocurra a su debido tiempo, él es quien señala el día y la hora en que todo debe ocurrir. 38


La siguiente oración corresponde a la bendición sacerdotal (Números 6.22-27). El Señor se la recomendó a Moisés para bendecir a los Israelitas por intermedio de Aarón y sus hijos. Te la recomiendo hacerla diariamente para bendecir a sus hijos antes de salir de casa. El señor ordenó hacerlo de la siguiente manera:

“QUE EL SEÑOR TE BENDIGA Y TE PROTEJA; QUE EL SEÑOR TE MIRE CON AGRADO Y TE MUESTRE SU BONDAD; QUE EL SEÑOR TE MIRE CON AMOR Y TE CONCEDA LA PAZ”. Al hacer esta oración pronunciarán mi nombre, y yo los bendeciré, dijo el Señor.

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“Padre Dios, te damos gracias porque nos permitiste participar de tu paternidad divina, al darnos los hijos que tenemos. Son tuyos: queremos que los lleves de tu mano por el camino de la vida, que crezcan bajo tu protección y hagan tu voluntad aquí en la tierra. Cuídalos y consérvalos buenos y sanos, en su alma y en su cuerpo, para que un día alcancen la verdadera felicidad en el cielo. Ayúdanos a ser buenos papás. Para que a través de nosotros, ellos descubran el amor que Tú les tienes. Amén”.

Adicionalmente, te recomiendo la siguiente oración, extractada del libro “Oraciones de Liberación” de Guillermo León Morales Morales, Pbro:

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CONSIDERACION FINAL

solamente nos movíamos al mal. Y mientras tanto, Tú, Dios, suma unidad y sumo bien, nunca dejabas de hacernos beneficios”.

No somos nosotros, por si solos, los artífices de nuestra conversión, es el Señor que por su misericordia nos atrae con su mirada amorosa y compasiva y nos lleva cogidos de su mano por el camino de la salvación.

El mismo Rey Salomón, hijo de David, después de haber hecho un análisis exhaustivo sobre el fin supremo del hombre, concluye: “honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos, y aunque lo hayamos hecho en secreto” (Eclesiastés 12, 13-14).

Este reconocimiento ha sido de siempre y lo será por toda la eternidad. San Agustín decía: “Nosotros nos movemos hacer algún bien luego que nuestro corazón concibe ese bien por obra del Espíritu Santo; pues antes eso, apartados de Ti, 41


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