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José Antonio Pérez Sánchez, nacido en Tamames (Salamanca, España), es miembro de la Sociedad de San Pablo. Ordenado sacerdote en Roma el 29 de junio de 1972, después de los estudos teológicos en la Pontificia Facultad Teológica de San Buenaventura (“Seraphicum”), desempeñó em España diversas responsabilidades de dirección y animación, de promoción vocacional y formación, así como en el campo editorial (revistas y libros). Actualmente es Postulador general de la Familia Paulina.
José Antonio Pérez
Beato Santiago Alberione Una luz para comunicar el Evangelio
En el calendario litúrgico se recuerda al beato Santiago Alberione el 26 de noviembre
Textos José Antonio Pérez Fotos Archivo Sociedad de San Pablo Gráfica ArancioneArt Cubierta Augusto Maraffa Redacción de Roma Enrica Carioni enrica.carioni@alice.it © 2013 Editrice Velar 24020 Gorle, Bg www.velar.it
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Presentación
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na visión que se hace proyecto, un proyecto que toma forma y llega a convertirse en una empresa imparable: así revolucionaba el P. Santiago Alberione el concepto de evangelización el siglo pasado. Para él, la difusión de los buenos periódicos, revistas, libros y luego películas y programas de radio y televisión, se convirtió en un verdadero desafío para una propagación eficaz y decisiva de la Buena Noticia, en sintonía con la evolución del tiempo. La audaz iniciativa del Beato Fundador de la Familia Paulina pasó por el fragor de las grandes rotativas, de las grandes tiradas, de las grandes redes de distribución de los productos de la comunicación, que llegarán a ser, cada vez más, patrimonio de la gente. Vivió intensamente su vocación, recorriendo un periodo histórico cargado de acontecimientos y circunstancias que marcaron profundamente a la sociedad; y a las necesidades más urgentes de la gente respondió haciendo “la caridad de la verdad” a través de sus múltiples iniciativas apostólicas y con sus multiformes fundaciones que constituirán las diez magníficas ramas de un árbol grande y frondoso. Pablo VI, poco después del concilio Vaticano II –que, a través del Decreto Inter Mirifica, había consagrado las ideas del P. Alberione–, tejió su más bello elogio y su retrato más completo con pocos y significativos rasgos: “Nuestro Padre Alberione, siempre atento a escudriñar los signos de los tiempos, es decir, las formas más geniales para llegar a las almas, ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para dar fuerza y amplitud a su apostolado, nueva capaciBeato Santiago Alberione
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dad y nueva conciencia de la validez y la posibilidad de su misión en el mundo moderno y con medios modernos”. En esta hermosa y ágil biografía me ha gustado especialmente que el autor, el P. José Antonio Pérez, haya planteado el relato de la extraordinaria vida del Beato Santiago Alberione sobre la metáfora de la luz, una luz que, como dice el Señor, no puede esconderse bajo el celemín, sino que debe iluminar eficazmente desde el candelero. Como fuego ardiente, la luz del Evangelio impregnó por completo su existencia, en perfecta armonía con su carácter valiente y humilde, con su formidable capacidad de intuición, con su tenaz clarividencia, con su incansable espíritu práctico. El resultado ha sido una obra maestra de santidad para todos los tiempos y para todas las culturas. E incluso cuando la noche, que le llegó como a todo ser humano, parece haber apagado definitivamente su luz, en realidad no ha hecho más que encender otra aún más potente, más original, más completa: es esa que desde la santidad eterna acompaña y guía no sólo a su Familia Paulina, sino a la Iglesia y a la humanidad entera, dejándonos la certeza de que el P. Alberione mantendrá su palabra cuando afirmó: “Así quiero pertenecer a esta admirable Familia Paulina: como servidor ahora y en el cielo, donde me ocuparé de quienes utilizan los medios modernos más eficaces para el bien: en santidad, en Cristo y en la Iglesia”. Me siento, pues, sumamente contento y honrado de poder presentar este libro sobre el Beato Santiago Alberione, protagonista de la historia, pionero de la moderna evangelización, y espero que, en nuestra realidad de hoy, en la que su misión se desarrolla por autopistas telemáticas, a través de Internet y de los nuevos medios, en un universo de comunicación radicalmente cambiado, siga transmitiendo, sobre todo a las nuevas generaciones, su ejemplo y su luminosidad evangélica.
Card. José Saraiva Martins
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Beato Santiago Alberione
Introducción
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uando se piensa en Santiago Alberione, viene enseguida a la mente la multitud de sus obras. Efectivamente, además de numerosas iniciativas apostólicas en todos los campos, es conocida su fecundidad como fundador: cinco congregaciones religiosas, cuatro institutos de vida secular consagrada, una asociación apostólica de laicos y otras instituciones. En cambio, no se conoce tanto la fuente de toda esa actividad: su corazón de apóstol. Él hizo suya la sed del Maestro Jesús, expresada en las palabras: “Venid a mí todos...”, que se convirtieron en el punto de partida de una vida dedicada, al estilo de su inspirador el apóstol san Pablo, a llevar la luz de Cristo a todos los pueblos, a hacer penetrar su palabra de salvación en el corazón de las masas, a hacerla llegar pronto y al mayor número posible de personas, llegando hasta ellas allí donde se encuentran, hasta en los lugares más
Beato Santiago Alberione
La luz del Evangelio impregnó totalmente la existencia del beato Santiago Alberione. Él fue un instrumento elegido por Dios para llevar esta luz a los hombres de nuestro tiempo, con el espíritu de san Pablo.
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lejanos. Para ello vio la necesidad de utilizar todos los medios “más rápidos y eficaces”, especialmente los medios de comunicación social o de masas. Y con ese objetivo fundó toda una Familia que deberá vivir y actuar de tal modo que llegue a “ser san Pablo vivo hoy”. Su intensa actividad pastoral, sin embargo, no le impedía estar constantemente inmerso en Dios, como los grandes contemplativos; es más, su increíble dinamismo provenía de una profunda vida interior, convencido como estaba de que “las obras de Dios se hacen con hombres de Dios”. Descubrió el tesoro precioso, y aprendió a vivir intensamente en torno a él, en unidad admirable, todas las dimensiones de su personalidad. El P. Santiago Alberione, fundador de una gran Familia, apóstol y profeta de los medios de comunicación social al servicio del Evangelio, fue, ante todo y sobre todo, un hombre de Dios, dócil al Espíritu y fiel a la misión que el Señor le había encomendado.
Con la misión de llevar la luz de Cristo al mundo de hoy, el P. Alberione fundó la Familia Paulina, que “debe ser san Pablo vivo hoy, en un cuerpo social”, y tiene que servirse de los “medios más rápidos y eficaces”, bien representados hoy por la “Red”. A esta misión quiso asociar también a la mujer. 6
Beato Santiago Alberione
Las primeras luces del alba y la noche santa de la luz
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l pequeño Santiago vio la luz la mañana del 4 de abril de 1884 en San Lorenzo di Fossano, provincia de Cúneo (Italia), quinto de siete hijos de una familia campesina. Frágil de salud desde el primer momento, sus padres, Miguel Alberione y Teresa Alocco, decidieron administrarle el bautismo al día siguiente. De ellos recibió la primera educación a una vida honesta y laboriosa y una fe fuerte, profunda y coherente, que él recordará siempre como una gracia de Dios. A los seis años Santiago comenzó a asistir a la escuela en Cherasco, adonde la familia tuvo que trasladarse en febrero de 1887. Recorriendo a pie el sendero que atravesaba la campiña, cada mañana tenía que subir al antiguo centro del pueblo. Antes de la clase, le gustaba estar un rato rezando en el pequeño santuario de la Virgen de las Gracias. San Lorenzo di Fossano (CN). La iglesia de San Lorenzo (arriba) donde Santiago fue bautizado, y la casa natal (izda.). La familia Alberione ocupaba la habitación inferior a la derecha. Beato Santiago Alberione
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En edad madura el P. Alberione, escribiendo de sí mismo en tercera persona, recordaba así sus raíces: “Él agradece al Señor el haber nacido de una familia profundamente cristiana, campesina, muy trabajadora”. En aquel terreno fecundo aprendió las grandes virtudes humanas y cristianas que lo acompañaron toda su vida. 8
Un día la maestra preguntó a algunos de sus alumnos qué querían ser de mayores. Cuando le llegó el turno al pequeño Santiago, se sintió como iluminado y respondió: “Quiero ser sacerdote”. Esta determinación lo acompañó los siguientes años y le ayudó a orientar todo en esa dirección. Más adelante dirá que había sido “la primera luz clara” sobre la futura vocación. En la familia, todos debían trabajar, “y cada uno –recordará– tenía que hacer pequeños o grandes trabajos, según sus fuerzas: desde el cuidado de los polluelos a los trabajos más pesados del campo”. Las primeras horas de las noches de otoño, el pequeño Santiago, delante del grupo familiar, sostenía a veces un pequeño farol que iluminaba a pocos metros. Cansado, jugueteaba inquieto, dejando a veces a los trabajadores a oscuras. Su madre tenía que reprenderlo: ¡Giacu, fa ciair!” (¡Santi, alumbra!). Seguramente la buena mamá Beato Santiago Alberione
Teresa no imaginaba que esta sería precisamente la misión encomendada a su pequeño: iluminar al mundo con la luz del Evangelio, utilizando los medios de comunicación social. En octubre de 1900, a los 16 años, después de una profunda crisis juvenil, ingresó en el seminario de Alba, donde encontró un ambiente de espiritualidad sencilla, pero profunda y dinámica. Y allí encontró también al canónigo Francisco Chiesa, que lo acompañaría sabiamente y por mucho tiempo como maestro, consejero, director espiritual, colaborador, amigo y modelo.
El joven Santiago con un compañero seminarista. Cherasco (Cúneo). El pequeño santuario de la Virgen de las Gracias, donde a Santiago le gustaba rezar todos los días antes de ir a la escuela. Alba (Cúneo). El patio del seminario, testigo de sus años juveniles. Beato Santiago Alberione
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En el seminario de Alba, Santiago encontró al canónigo Francisco Chiesa (hoy “venerable”), que lo guió sabiamente y colaboró de muchas formas en la fundación de las primeras Instituciones. Catedral de Alba, fachada.
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Precisamente en la catedral de Alba, con ocasión de la clausura del Año santo, en una vigilia de oración eucarística, la noche entre el 31 de diciembre de 1900 y el 1 de enero de 1901, el joven seminarista sintió el impulso del Espíritu a dedicarse a una misión especial, intuyendo la dirección que determinaría toda su vida. Con una “luz especial” de la Eucaristía –como escribió él mismo años más tarde–, comprendió mejor la invitación de Jesús: “Venid a mí todos...”. Le pareció comprender el corazón del Papa, las invitaciones de la Iglesia, la verdadera misión del sacerdote, el deber de ser apóstoles de hoy, utilizando los medios que usan los adversarios. “Se sintió profundamente obligado a prepararse para hacer algo por Dios y por los hombres del nuevo siglo, con quienes habría de vivir”. Beato Santiago Alberione
El 29 de junio de 1907 fue ordenado sacerdote y enviado como coadjutor a la iglesia de San Bernardo en el pueblecito de Narzole. Fue una experiencia breve pero decisiva, porque lo puso en contacto inmediato con las necesidades espirituales de la gente, y también porque allí encontró a un jovencito, José Giaccardo, que llegaría a ser su más fiel colaborador, primer sacerdote y primer beato de la Familia Paulina. En 1908 Don Alberione se licenció en teología en Génova, y el obispo le encomendó las tareas de profesor y director espiritual del seminario. Además de otras varias responsabilidades diocesanas se dedicó a la acción social y a la promoción del nuevo movimiento político de los católicos italianos. Todo le sirvió de preparación, teórica y práctica, poniéndolo en contacto con el pensamiento y las activiEl P. Alberione, joven sacerdote. Arriba:
Narzole (Cúneo). Iglesia de San Bernardo, donde el joven sacerdote fue coadjutor.
Alba (Cúneo). En la Catedral de Alba, a los 16 años, Santiago recibió la “luz especial” que marcó su vida y su misión. Beato Santiago Alberione
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El P. Alberione queria llegar a todo el mundo. Con los modernos medios de comunicación social esto sería posible.
Mons. José Francisco Re, Obispo de Alba, comprendió la intuición del P. Alberione y apoyó siempre su obra fundacional.
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dades de las principales personalidades del tiempo. A pesar de su intensa actividad pastoral, el joven sacerdote no se sentía plenamente satisfecho. En contacto con la realidad, se iba delineando en él el proyecto de dar vida a una organización de escritores católicos, técnicos, libreros, distribuidores y agentes en el campo de la prensa, a quienes él daría orientación, trabajo y animación apostólica. Se veía rodeado de multitud de jóvenes entusiastas a quienes podría encaminar al nuevo apostolado. Alrededor de 1910, como él mismo confió años después, “con una mayor luz”, aquel primer sueño se transformó en proyecto: “formar una organización, pero religiosa, donde las fuerzas están unidas, donde la dedicación es total, donde la doctrina será más pura. Una sociedad de personas que aman a Dios con toda la mente, con todas las fuerzas y con todo el corazón, y que se ofrecen a trabajar por la Iglesia, conformes con el salario divino”. De ese modo se garantizaría la unidad, la estabilidad, la continuidad y la sobrenaturalidad del apostolado. El 12 de septiembre de 1913, en el conocido santuario de la Moretta, en Alba, el obispo, Mons. Francisco Re, después de oír su sermón, llamó aparte al P. Alberione y le dijo: “A tus muchas ocupaciones añadiré una más: asumirás la dirección del semanario diocesano Gazzetta d’Alba”. El joven sacerdote vio en este pequeño gesto la señal de Dios Beato Santiago Alberione
para dar comienzo efectivo a su proyecto. En poco tiempo adquirió las primeras máquinas, y el 20 de agosto de 1914, con sólo un par de adolescentes, abrió la “Escuela Tipográfica Pequeño Obrero”. Era la semilla de la futura Sociedad de San Pablo, una congregación religiosa compuesta de sacerdotes y hermanos laicos (llamados estos últimos “Discípulos del Divino Maestro”), con la misión específica de evangelizar a través de la “buena prensa” y, más tarde, con todos los modernos medios de comunicación social. A partir de ese momento el joven Fundador se centró cada vez más en el semanario y en la desafiante y difícil tarea de preparar a la nueva misión a los jóvenes que llegaban para unirse a su ideal apostólico. En 1915 quiso involucrar también a las mujeres en la misión de la buena prensa
Con algunos jóvenes entusiastas puso en marcha la “Escuela Tipográfica Pequeño Obrero” donde, entre otras publicaciones, se imprimía la “Gazzetta d’Alba”. Beato Santiago Alberione
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Tecla Merlo encarnó de modo extraordinario el carisma paulino en femenino. Las instituciones paulinas le deben un inmenso agradecimiento. Arriba:
Jóvenes paulinas en el centro de expedición. 14
y, en un “Taller Femenino”, reunió a las primeras jóvenes. Al principio se dedicaron a confeccionar ropa para los militares, a enseñar el catecismo a los niños, y a gestionar una pequeña tienda de libros y objetos religiosos, colaborar con los primeros jóvenes del P. Alberione en la obra de la buena prensa... Así nacieron las que la gente llamó muy pronto Hijas de San Pablo. Una de las primeras fue Teresa Merlo, mujer de grandes cualidades humanas y evangélicas, colaboradora incondicional del Fundador, que adoptó el nombre religioso de Tecla, en memoria de la primera discípula de san Pablo. Ella supo interpretar y encarnar tan fielmente el carisma paulino, que realmente puede considerarse no sólo la primera Superiora general de las Hijas de San Pablo, sino la madre de toda la Familia Paulina. La Iglesia ha reconocido sus virtudes heroicas. Mientras tanto crecía el número de jóvenes, chicos y chicas, y con ellos los problemas, especialmente desde que, el 24 de mayo de 1915, Italia entró en guerra y muchos jóvenes paulinos se vieron obligados a tomar las armas. Sin embargo, a pesar de las dificultades, ellos se sentían felices, fascinados por la personalidad del Fundador y por su entusiasmo hacia los grandes ideales apostólicos. El 30 de junio de 1917, el P. Alberione consiguió la aprobación diocesana de la Unión Cooperadores de la Buena Prensa. Con ella quería reunir en torno a sus ideales a sacerdotes, religiosos y laicos que, a través de la oración, la ayuda económica y otras formas de colaboración, reforzarían las iniciativas del nuevo apostolado. Beato Santiago Alberione
El Señor no derrocha la luz
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l 8 de diciembre de 1917 algunos jóvenes del grupo emitieron sus votos religiosos privados de castidad, pobreza y obediencia. José Giaccardo, que en la profesión tomó el nombre de Timoteo, discípulo de san Pablo, recuerda en su Diario las palabras del P. Alberione para la ocasión: “Las borrascas son necesarias para que recordemos que sólo Dios es el Dueño... Y no obstante, hay jóvenes que se sienten llamados por Dios para esta misión... Esta es la señal más fuerte de la voluntad de Dios. Yo no lo dudo ni lo dudéis tampoco vosotros”. Estaba convencido de que “el Señor va encendiendo las lamparitas según se va andando y en la medida en que son necesarias; no las enciende todas de golpe, desde el principio, cuando aún no hacen falta; no derrocha la luz; pero la da siempre en el momento oportuno”. Basta tener fe. En 1918, un grupo de las primeras “hijas de San Pablo” fueron enviadas a Susa, donde comenzaron a imprimir el boletín diocesano y abrieron la primera librería. Ese mismo año, Dios llamó a sí a algunos de los primeros hijos e hijas del P. Alberione. Entre ellos, el 27 de julio, con sólo catorce años, murió Mayorino Vigolungo, apóstol entusiasta de la buena prensa, tenaz en el esfuerzo por alcanzar la santidad, que la Iglesia ha declarado venerable. Beato Santiago Alberione
Cuando las “hijas” enviadas a Susa le presentaron sus propios límites, el P. Alberione les respondió: “¡Mejor que no sepáis hacer nada! Así será Dios quien lo haga todo”.
Susa (Turín). Puerta de Saboya.
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El secreto de tanta vitalidad está en la fe que el P. Alberione conseguía contagiar a sus muchachos y muchachas. El Fundador cuidó ante todo la vida espiritual de los jóvenes por medio de un coherente y equilibrado compromiso contemplativo y activo.
Algunos jóvenes ocupados en la fábrica de papel.
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Las dificultades de todo tipo eran poco menos que increíbles. En la nochebuena de ese mismo año, un incendio destruyó la imprenta, causando grandes daños. Los jóvenes se vieron obligados a trabajar todo el día para salvar lo salvable. Uno de ellos expresó su disgusto; pero el Fundador le respondió tranquilamente: “Es menos grave que un pecado venial”. Más de una vez los socialistas de Alba lo amenazaron con prender fuego a la imprenta y hasta de muerte, por lo que se vio obligado a pasar varias noches “vigilando para que, si era el caso, al menos los jóvenes no corrieran riesgo o se asustaran demasiado”. Escribió el P. Alberione: “A veces las necesidades eran urgentes y graves y todos los recursos y esperanzas humanas estaban agotadas: entonces se rezaba y se intentaba expulsar el pecado y toda falta contra la pobreza, y llegaban soluciones impensables: dinero recibido a través de desconocidos, préstamos ofrecidos, bienhechores nuevos y otras cosas que él [el P. Alberione escribe en tercera persona,
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refiriéndose a sí mismo] no supo nunca explicarse...; los años pasaron, las predicciones de quiebra, las acusaciones de locura... se desvanecían y todo procedía tal vez con fatiga, pero en paz”. La vida de los primeros jóvenes era muy dura y exigente: el trabajo abundante y pesado, aunque vivido como apostolado; la comida más bien escasa; en los días de frío la única calefacción consistía en trabajar, correr o saltar; las clases se impartían en los dormitorios, de camino a la tipografía o tal vez en horas intempestivas de la mañana o de la noche...; a veces el P. Alberione mientras sostenía el libro con una mano, con la otra tenía que remover la polenta para los chicos que, después de varias horas de duro trabajo, tenían más hambre de pan que de filosofía... Él compartía con los chicos todas estas penurias, paseaba y, a menudo, jugaba con ellos a orillas del río Tánaro. Por la noche, después de recibir la bendición del padre, muchos se acercaban a su despacho para hablarle de sus necesidades, preocupaciones o dudas y para pedirle consejo... “Atraía con su dulzura, su santidad y su amor, pero también con su fortaleza... No se le podía resistir mucho tiempo”, afirmaba uno de sus hijos. Todos se sentían fuertemente unidos y amados por el padre común. Vivían un ambiente de laboriosidad y sentido del deber, pero tamBeato Santiago Alberione
Los chicos tenían que hacer de todo: desde los ladrillos para las casas y la iglesia, hasta la tinta, e incluso el papel para los libros y revistas. 17
Siguiendo el ejemplo del Maestro y por inspiración y estímulo de san Pablo, el P. Alberione buscó el modo, los medios y, sobre todo, las personas adecuadas para comunicar la buena noticia al hombre de nuestro tiempo. Consiguió hacer entender a los jóvenes la urgencia del nuevo apostolado. El grupo de los jóvenes del P. Alberione en 1917.
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bién de serenidad y alegría, de fe y deseo de santidad, iluminados por la “gran misión” de la buena prensa. Y eran muy felices. Las condiciones para el éxito en la nueva y nada fácil vocación eran sencillas: creer en la palabra de Dios, no poner ninguna confianza en sí mismos, sino toda en él, y aprovechar bien el tiempo. Y “quien no tenga esta fe, mejor que se vaya a otra parte”, decía a sus chicos. La vida del Fundador de la Familia Paulina estuvo siempre marcada por el sufrimiento. Sufrió en el cuerpo, por problemas de salud precaria, y sufrió en el espíritu por los muchos obstáculos externos, por las incomprensiones y hasta calumnias. Sin embargo, “las verdaderas dificultades son siempre las internas”, decía el Fundador: lograr el concepto y la orientación justa en las diversas iniciativas, el sentido profundo del apostolado, los ca-
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minos para llegar a todos, la educación y la formación de los jóvenes... Temiendo “cometer una grave imprudencia reuniendo personas para una misión, con un fuerte riesgo de abandonarlas a mitad de camino”, se preguntaba si no sería tal vez un soñador, un iluso. Él mismo admitía que “hubo un largo período de experimentación y vaivenes, incluso con dolor”. Y todo eso fue para él “un tormento espiritual durante algunos años”. En los momentos más dramáticos, tuvo la respuesta reconfortante del director espiritual: “El Señor piensa y provee mejor que tú: ve adelante con fe”. A sus treintaiocho años, las numerosas ocupaciones y el duro régimen de vida condujeron al P. Alberione a una gravísima tuberculosis pulmonar, de la que parece haberse recuperado de manera prodigiosa por mediación de san Pablo. De hecho, nadie podía imaginar que el Fundador, a quien los médicos daban por desahuciado, tenía todavía por delante nada menos que 48 años de intenso trabajo y realizaciones apostólicas, un tiempo en el que haría muy poco por cuidar la salud. ¿Vacaciones? El P. Alberione no las tomó nunca. Cuando alguien lo invitaba a descansar, respondía: “Mi puesto está aquí”. Los años 1922-1923 fueron muy difíciles para el Fundador y para su obra. Él mismo dirá más tarde que “en momentos de especiales dificultades, revisando toda su conducta, por si hubiera impedimentos de su parte a la acción de la gracia”, en un sueño misterioso, tuvo la respuesta del Divino Maestro: “No temáis: yo estoy con vosotros. Desde aquí (desde el sagrario) quiero iluminar. Vivid en continua conversión…” Estas palabras, escritas en todas las iglesias paulinas, recuerdan que la Eucaristía es la raíz de la vida y la fuenBeato Santiago Alberione
El P. Alberione aprendió y practicó un sabio dinamismo: la experiencia de la realidad que estaba a su alrededor, iluminada a la luz de Jesús Eucaristía, se transformaba en el desafío que lo impulsaba a dar respuestas concretas a los problemas que su gran corazón apostólico descubría.
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Ante las dificultades, decía: “No hay que afanarse agitando las toallas para alejar las tinieblas. Lo que hay que hacer es encender la luz”. Los muchachos de la Casa Madre utilizan los “medios más modernos” de transporte.
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te del apostolado en todas sus formas. Desde ese momento orientó desde el sagrario toda su vida y su actividad y no volvió a tener dudas sobre los planes de Dios y sobre la misión que se le había encomendado. Convencido de que el pecado es el verdadero obstáculo a la Providencia, en los momentos más difíciles, la constancia estuvo siempre sostenida por su gran fe, que también intentaba transmitir a los jóvenes. Y muchas veces tuvieron la oportunidad de comprobar que no era infundada, al contrario, no eran raros ciertos episodios sorprendentes. Faltando en una ocasión la leche, el P. Alberione instó a los jóvenes a rezar a san José y después le dijo a uno de ellos que fuera con fe a buscar una vaca. Mientras caminaba vio a un campesino que llevaba precisamente una vaca. Se acercó sin atreverse a decir nada. “¿Qué quieres?”, le preguntó el campesino. “El Teólogo me ha mandado a buscar una vaca, porque nos hace falta”, contestó el muchacho. El campesino le puso la cuerda en la mano y le dijo: “Toma esta y vete”. Casos semejantes serían innumerables.
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Hacia un mediodía radiante
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a preocupación del Fundador por dar una sólida consistencia espiritual a las varias obras y fundaciones lo llevó a dar comienzo, el 10 de febrero de 1924, a la segunda congregación femenina, las Pías Discípulas del Divino Maestro, que tendrán que ser como el alma del nuevo apostolado, las raíces que, con la adoración eucarística, transmitan la savia vital a todas las ramas de la Familia Paulina. La dimensión eucarística se prolonga en el servicio sacerdotal: como María, la madre de Jesús, acompañan y sostienen a los apóstoles de hoy. Completan su misión con el apostolado litúrgico, mediante el cual ayudan a la gente a acercarse a Dios a través de la formación litúrgica y las varias expresiones artísticas que dan decoro y belleza a la oración de la Iglesia. A la cabeza de esta congregación puso a la joven Úrsula Rivata, que en el momento de la profesión, el 25 de marzo de 1924, asumió el nombre de Escolástica, en memoria de la gran contemplativa, hermana de san Benito. La Madre Escolástica vivió hasta los noventa años, y murió en concepto de santidad. Está en curso su causa de canonización. Beato Santiago Alberione
A Úrsula Rivata se le encomendó la primera comunidad de las Pías Discípulas del Divino Maestro.
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El papa Pío XI
El P. Giaccardo En la página siguiente arriba:
Roma. Basílica de San Pablo Extramuros. Los benedictinos de la Basílica, sobre todo en la persona del abad Ildefonso Schuster, futuro cardenal, actualmente beato, ayudaron mucho al P. Giaccardo y a su joven y pobrísima comunidad. Abajo:
Alba (Cúneo). Fachada e interior del templo de San Pablo 22
El 14 de enero de 1926 el P. Alberione mandó desde Alba a Roma al P. Timoteo Giaccardo, con un grupo de chicos y algunas jóvenes, para que fundase la primera casa filial y “para sentir mejor que la Familia Paulina está al servicio de la Santa Sede”. Unas semanas más tarde, comenzaron a publicar La voz de Roma, que debería ser especialmente el órgano de difusión de la voz y del pensamiento del Papa. Enseguida comenzaron los trabajos de construcción de la nueva casa en un terreno llamado “Viña de San Pablo”, cerca de la Basílica de San Pablo Extramuros. El Fundador seguía llevando adelante las diversas iniciativas, tratando de obtener el reconocimiento de la Sociedad de San Pablo como congregación religiosa, dedicada a difundir el evangelio sólo con la prensa. Pío XI comprendió la importancia de la nueva propuesta y, contra toda expectativa, dijo: “Queremos también una congregación para la buena prensa”. La Sociedad de San Pablo obtuvo en 1927 la aprobación diocesana, y el 10 de mayo de 1941 la pontificia. Mientras tanto, el 28 de octubre de 1928 fue solemnemente bendecido y abierto al culto, en Alba, el grandioso templo de San Pablo, milagro de fe, construido en dos años con grandes sacrificios, que debería ser la “iglesia de los Cooperadores”, la “iglesia de los periodistas”, la “iglesia de los comunicadores”. En la decoración, síntesis del carisma paulino, tuvo un papel decisivo el P. Timoteo Giaccardo, que en 1936 regresaría a Alba como superior. “Aquí trabaja Dios”, exclaBeato Santiago Alberione
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mó admirado un campesino que pasaba por delante, contemplando el imponente edificio. A pesar de la mordaza, cada vez más estrecha, impuesta en aquel momento a la prensa católica por el régimen fascista, el P. Alberione decidió fundar las primeras revistas. Quería responder a las necesidades de las varias edades y de las diversas clases de personas. Algunas tuvieron gran éxito y alcanzaron tiradas muy altas, como es el caso de Famiglia Cristiana, el semanario católico más conocido y difundido actualmente. El impulso misionero comenzó a manifestarse en los primeros años de la década de los 30, cuando los miembros habían llegado a ser ya bastante numerosos. En 1931 dio comienzo la gran expansión en el extranjero: Argentina, Brasil, y después Estados Unidos y Francia, Polonia, España, China, Japón, India, Filipinas...
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Estas fundaciones tenían poco a poco su complemento natural con la llegada de las otras congregaciones paulinas femeninas. “Sintámonos como san Pablo, y en san Pablo –exhortaba el Fundador–, deudores de todos los hombres: ignorante y cultos, católicos, comunistas, paganos, musulmanes. Amemos a todos. A todos llegue nuestro apostolado”. El método del envío a las diferentes fundaciones era casi siempre el mismo: una nota del Fundador donde estaba escrito más o menos: “Creo que podrías ir a fundar una casa en...”. Y había que pasar inmediatamente a los hechos, siempre con un proyecto muy claro: “Vengo a daros el programa –escribió el P. Alberione a los primeros enviados–: ¡Gloria a Dios! ¡Paz a los hombres! El mismo del Divino
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“El mundo necesita una nueva, amplia y profunda evangelización”, decía el P. Alberione. Y esto lo impulsaba a enviar a sus hijos e hijas a todo el mundo para llevar a Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida a todos los hombres de todos los continentes.
Bendición de una nueva máquina para la imprenta.
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A partir de su breve pero determinante experiencia parroquial, el P. Santiago Alberione maduró también la inspiración de comenzar, treinta años más tarde, la fundación de las Pastorcitas, llamadas a cuidar del pueblo cristiano, junto a los pastores de la Iglesia. “Jesús Maestro, me has enviado a predicar –rezaba–. Me has dado como protector a un gran predicador: san Pablo. Me has dado personas estupendas para formar: jóvenes elegidos. Me has proporcionado medios diversos, poderosos…”.
Maestro, que los ángeles cantaron. Iréis a difundir la palabra de Dios con la prensa: dadla con el mismo sentimiento que tuvo Jesús Maestro cuando predicaba; con el ardor que animó a san Pablo a difundirla; con la gracia y la humildad por las que la Virgen llegó a ser madre del Verbo encarnado... Vuestras ediciones sean las más pastorales, las que haría san Pablo, si viviese ahora”. Después tenían que partir inmediatamente, comenzando siempre “desde Belén”: sin recomendaciones, sin dinero, sin saber las lenguas, a menudo sin ningún otro medio, con el recelo de las autoridades civiles y eclesiásticas, con26
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fiando sólo en la Providencia. Eran tiempos de gran fe y verdadero heroísmo. En 1936 el P. Alberione se trasladó definitivamente a Roma, estableciendo la primera Casa General de la Sociedad de San Pablo, y dio vida a la tercera congregación femenina: las Hermanas de Jesús Buen Pastor (Pastorcitas), para llevar el carisma paulino a las parroquias y colaborar con los sacerdotes en la formación cristiana del pueblo, en la catequesis y en la liturgia. Desde hacía algunos años entre los jóvenes paulinos se hablaba del cine como posible campo de apostolado. Un día el P. Alberione invitó a dos de ellos a visitar la basílica de San Pablo y a “rezar por una gracia muy importante”. Después, superando las dudas de los más escépticos, decidió: “Adelante. El apostolado del cine ya no puede esperar más. La
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“El apostolado consiste en esto: dar a conocer a Jesucristo, Maestro divino – decía el Fundador –. Es inmenso el mal que difunde el cine; pero es también inmenso el bien que puede promover”.
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Roma. El santuario dedicado a María, Reina de los Apóstoles y Madre de la humanidad, debe ser centro de devoción mariana y faro de vocaciones.
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divina Providencia estará con nosotros. No tengáis miedo”. Y en 1937 adoptó decididamente este medio para difundir el Evangelio, lo mismo que haría más tarde con la radio y la televisión... Todos los medios debían servir, directa o indirectamente, para dar a conocer a todos el Evangelio de Jesucristo. El estallido de la segunda guerra mundial (1940-1945) impuso un freno a las fundaciones y una pausa forzada al celo misionero del Fundador y de sus hijos e hijas, algunos de ellos incluso internados en campos de concentración. En algunos países, muchos de sus hijos e hijas estaban expuestos a los efectos de los bombardeos y a otros horrores de la guerra. El P. Alberione los encomendó a la Virgen María, prometiendo construir un gran templo en su honor si todos salían ilesos. Así fue. En 1947 comenzó la construcción del grandioso Santuario de la Reina de los Apóstoles –hoy basílica menor y parroquia–, que fue consagrada el 30 de noviembre de 1954. En aquella ocasión, dijo el Fundador: “En esta iglesia no decaerá nunca la oración; y por eso, Madre y Reina, no faltarán nunca tus gracias... Continúa, oh María, desde el cielo tu apostolado de dar al mundo a Jesús, Camino, Verdad y Vida”. Beato Santiago Alberione
La urgencia de iluminar
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penas enmudecieron los cañones de la terrible guerra, a finales de 1945, el P. Alberione comenzó su primer largo viaje, con el exclusivo propósito de visitar a sus hijos e hijas dispersos por el mundo. Sobrevolando los varios países, pensaba, estudiaba cifras, veía necesidades, proyectaba... Con el atlas en una mano y la agenda en la otra, visitó varias veces las distintas comunidades. Para todos su presencia era una bendición, y él procuraba estimular y dejar siempre la semilla de nuevas iniciativas apostólicas. En esos años tuvo lugar una nueva expansión, con la fundación de comunidades paulinas en Portugal, Canadá, Irlanda, México, Suiza, Chile, Colombia, Ciudad del Vaticano, Inglaterra, Venezuela, Australia, Cuba, Alemania, Congo, Corea... Una expansión llena de dificultades, de sa-
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Sobre el escritorio del P. Alberione había siempre un mapamundi. Para hacerse todo a todos, como san Pablo, estaba constantemente lanzado hacia el futuro, hacia una meta nunca totalmente alcanzada.
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crificios y generosidad hasta el heroísmo, explicable sólo por la fe de los paulinos y paulinas en Dios y en el Fundador. El 24 de enero de 1948, concluía su misión en esta tierra el P. Timoteo Giaccardo, pocos días después de la aprobación pontificia de las Pías Discípulas, por cuya existencia como congregación autónoma había ofrecido su vida: siervo bueno y fiel intérprete del pensamiento del Fundador, maestro del ideal paulino, fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 22 de octubre de 1989. El 4 de abril de 1954, el P. Alberione cumplía setenta años de edad y el 20 de agosto coincidía con el 40 aniversario del comienzo de la Sociedad de San Pablo. En esa ocasión, el Fundador, respondiendo a insistentes peticiones de un grupo de sacerdotes, entregó unas notas (publicadas póstumamente con el título Abundantes divitiae gratiae suae), con esta recomendación: “Necesito que se sepa una cosa: que, después de mi muerte, no se deberá hablar más de mí, sino sólo de san Pablo. Es necesario que se sepa que es él el Padre, el Fundador...”. En esas notas relata el origen de 30
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su vocación personal, pero sobre todo la extraordinaria obra de la gracia de Dios en la fundación de la Familia Paulina, sirviéndose de él, su “instrumento indigno e incapaz”. Algunos años más tarde, el 29 de junio de 1957, con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales, el Fundador, hablando de las instituciones de la Familia Paulina, presentó oficialmente por primera vez a las Hermanas de María Reina de los Apóstoles (Apostolinas), cuarta congregación femenina ideada por el P. Alberione, dedicada a la orientación vocacional de los jóvenes, con el ideal de involucrar a “todos los católicos, con todas las fuerzas, con todos los medios, por todas las vocaciones y para todos los apostolados”. En esos años el Fundador podía cosechar los frutos más preciosos de la obra paulina, con la introducción de las causas de canonización del sacerdote Timoteo Giaccardo, de su venerado maestro Francisco Chiesa, del joven Mayorino Vigolungo, del Discípulo del Divino Maestro Andrés Borello y de la Primera Maestra Tecla Merlo, que brillan ya en el firmamento Beato Santiago Alberione
“El hombre en el orden físico –escribía el Fundador en 1915– es incompleto sin la mujer… Algo parecido sucede con la misión sacerdotal y la misión de la mujer”. Un año después de comenzar la Sociedad de San Pablo, en 1915 fundó las Hijas de San Pablo; en 1924 dio comienzo a las Pias Discípulas del Divino Maestro; en 1938 a las Hermanas de Jesús Buen Pastor, y en 1957 a las Hermanas de la Reina de los Apóstoles, para las vocaciones. Además, en 1960 obtuvo la aprobación de los Institutos paulinos de vida secular consagrada, entre ellos el de las Anunciatinas.
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Tecla Merlo, Andrés Borello y Mayorino Vigolungo, con los otros Beatos, Venerables y Siervos de Dios, son los mejores frutos de la Familia fundada por el P. Alberione. 32
cristiano como astros luminosos de santidad paulina. La publicación de la Constitución apostólica Provida Mater Ecclesia de Pío XII (1947), sobre los institutos seculares, dio al P. Alberione la oportunidad de concretar un proyecto soñado desde hacía tiempo: la fundación de los Institutos de vida secular consagrada, agregados a la Sociedad de San Pablo: Jesús Sacerdote (para el clero diocesano), San Gabriel Arcángel (para hombres) y Virgen de la Anunciación (para mujeres). Fueron aprobados el 8 de abril de 1960. La última fundación, el Instituto Santa Familia (para cónyuges cristianos) comenzó su andadura sólo tras la muerte del Fundador. Los miembros de estos institutos se consagran a Dios en la realidad de la vida ordinaria y se comprometen a difundir el Evangelio, como levadura en la masa de la sociedad. Para comprender las convicciones apostólicas del P. Alberione hay que partir de su sensibilidad misionera y pastoral. Desde su adolescencia, advirtió el creciente abismo entre Iglesia y cultura, entre religión y masas, entre fe y vida. Pero ante las dificultades “no hay que afanarse en sacudir la toalla para ahuyentar la oscuridad. Hay que encender la luz”. Y a eso dedicó todos sus esfuerzos, convencido de las palabras oídas “en sueños” a Jesús Maestro: “Desde aquí quiero iluminar... Yo soy vuestra luz y me serviré de vosotros para iluminar; os doy esta misión y quiero que la cumpláis”. Y esta misión el P. Alberione la tenía bien clara: él estaba convencido de que “revoluciones pacíficas y rápidas suceden a través de la prensa, la radio, el cine, la Beato Santiago Alberione
televisión...” Y la evangelización debe recurrir a estos medios “que son hoy los más potentes para la difusión del pensamiento” porque “actúan poderosamente en las masas”, y “pueden sacudir gravemente o reforzar muchísimo los cuatro pilares de la convivencia humana: la familia, el orden social, el orden religioso y el orden humano-moral”. “Hoy el gran mundo, los jóvenes, la clase dirigente, reciben diariamente otras doctrinas, escuchan otras teorías en la radio, asisten a toda clase de espectáculo de cine, se fijan en la televisión... muchas veces amoral o inmoral... Y nosotros seguimos tal vez predicando en iglesias casi vacías en muchas regiones...! Y entonces vemos la necesidad urgente de un cambio radical de mentalidad y de método; de lo contrario, en el espacio de pocos años habremos creado el desierto alrededor del Maestro de la vida”, afirmó el P. Alberione hablando al Congreso de Superiores, en noviembre de 1950. “La prensa, el cine, la radio, la televisión, son hoy las más urgentes, las más rápidas y las más eficaces obras del apostolado católico. Puede ser que los tiempos nos reserven otros medios mejores. Pero en la actualidad parece que el corazón del apóstol no podría desear nada mejor para dar a Dios a las almas y las almas a Dios”, decía el P. Alberione en 1960. Y añadía: “Nuestros más grandes santos se agarrarían hoy al micrófono para lanzar con fervor de espíritu y corazón alegre su mensaje de verdad, de justicia y de paz... Pensemos que estaba reservado a nuestros tiempos realizar a la letra el mandato de Jesucristo: Mi palabra se proclamará en todo el mundo”. Beato Santiago Alberione
Inspirándose en san Pablo, el Fundador ha dejado a la Iglesia un nuevo impulso misionero y un nuevo estilo de santidad. 33
La devoción a la Iglesia fue una constante en el P. Alberione. Pío XII lo recibió más de una vez; Juan XXIII afirmó de él: “He visto la humildad en persona”. Pablo VI expresó el mejor elogio que un papa haya dirigido jamás a un fundador: “Querido P. Alberione, permita que el Papa goce de esta amplia, fiel e incansable fatiga y de los frutos que ha producido para la gloria de Dios y para el bien de la Iglesia... En el nombre de Cristo, le damos las gracias y lo bendecimos”. (28 de junio de 1969)
En el Concilio Vaticano II. 34
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Por invitación especial de Juan XXIII, el P. Alberione participó en el Concilio Vaticano II. Es fácil comprender la alegria inmensa que experimentó cuando, tras largos años de luchas, obstáculos e incomprensiones, se aprobó el Decreto Inter mirifica (4 de diciembre de 1963). Como él había sostenido desde 1914, la Iglesia consideraba deber suyo anunciar la salvación también con los instrumentos de comunicación social y enseñar su recto uso a los hombres. Todas las tecnologías de la comunicación pueden servir para la “nueva predicación” en la “nueva evangelización”. “La actividad paulina queda declarada apostolado junto a la predicación oral, rodeada de alta estima ante la Iglesia y ante el mundo”, escribía exultante el Fundador en diciembre de 1963.
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El P. Alberione firma la constitución Sacrosanctum Concilium sobre
la liturgia, el mismo día de la promulgación del decreto Inter mirifica sobre los instrumentos de comunicación social.
(4 de diciembre de 1963)
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Irradiar a Jesucristo Maestro, Camino, Verdad y Vida
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Cristo Maestro, Camino,Verdad y Vida, presente en la Eucaristía, es el centro absoluto de la espiritualidad que vivió y promovió el P. Alberione. 36
a experiencia de la unidad de todo en Cristo Maestro Camino, Verdad y Vida fue el objetivo y la cumbre de todo el itinerario del P. Alberione en respuesta a su vocación. “En esta visión está la religión, dogma, moral y culto; en esta visión está Jesucristo integral; por esta devoción el hombre queda asumido, conquistado por Jesucristo... hasta sustituirse en el hombre o al hombre: Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí (Ga 2,20)”. El Fundador repitió hasta lo infinito esta frase paulina, aplicándola a la asimilación a Cristo Maestro de todas las dimensiones de la personalidad, y trazando las líneas básicas de una espiritualidad capaz de orientar al hombre de nuestro tiempo, marcado por la cultura de la comunicación. Explicando esta opción, expresaba su intención de presentar el Cristo total, según la concepción de san Pablo, capaz de envolver a la persona entera: el Cristo síntesis del cosmos y de todos los valores, principio dinámico de todo desarrollo humano. Todo el Cristo a todo el hombre, a todos los hombres, con todos los medios: era la obsesión del Fundador. Hay que ser cristianos en el pensamiento, en los sentimientos, en la acción; crecer hasta la perfecta configuración con Cristo, en un proceso de “cristificación”. Esto constituye el núcleo de la santidad del “hombre de Dios”, llamado a realizar “las obras de Dios”. Beato Santiago Alberione
El P. Alberione se dejó fascinar intensamente por el apóstol Pablo. Seguramente lo que lo había llevado a ver en el Apóstol el ideal que su Familia espiritual tendría que encarnar, era precisamente su maravillosa síntesis entre la profunda relación con Jesucristo y la incansable actividad para darlo a conocer a todos: “Se requería un santo que sobresaliera en la santidad y al mismo tiempo fuera ejemplo de apostolado. San Pablo unió en sí mismo la santidad y el apostolado”. Y quiso dar continuidad a la misión de san Pablo: “La Familia Paulina ha sido suscitada por san Pablo para continuar su obra; es san Pablo, vivo, pero que hoy se compone de muchos miembros. No es que hayamos elegido nosotros a san Pablo; es él quien nos ha elegido y llamado a nosotros. Quiere que hagamos lo que haría él si viviera hoy”. En la vida del Fundador tuvo además una importancia decisiva la presencia de la Virgen María. También en su Familia religiosa es alentadora y estimulante la presencia materna de María, Reina de los Apóstoles, discípula antes que maesBeato Santiago Alberione
El P. Alberione es ante todo un “hombre de Dios”. A ejemplo de san Pablo, su profunda intimidad con Cristo se transformaba en celo apostólico. Decía: “Nosotros hemos nacido para dar a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Hemos venido para realizar un apostolado con el espíritu y con la fuerza de san Pablo y esto es lo que debemos hacer”.
María es Reina de los Apóstoles porque ha dado al mundo a Jesucristo “completo”, Camino, Verdad y Vida.
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tra. “No se puede dar a este mundo pobre y orgulloso ninguna riqueza más grande que Jesucristo... El mundo necesita a Jesucristo camino verdad y vida... María lo da por medio de los apóstoles y de los apostolados. Ella los suscita, los forma, los asiste y los corona de frutos y de gloria en el cielo”. “Todo apostolado es una irradiación de Jesucristo”, decía el P. Alberione. No es exagerado afirmar que él ha sido un gran místico de nuestro tiempo. Leyendo algunas de sus meditaciones se percibe hasta qué punto consiguió encarnar el ideal de la identificación con Cristo. De manera natural, esta experiencia mística se transformaba luego en actividad apostólica para comunicar lo vivido, en una simbiosis perfecta que lo mantenía siempre contemplativo, en profunda intimidad con Dios, e incansablemente activo en el esfuerzo por dar a Cristo a los hombres. De aquí la necesidad de una vida santa para ser verdaderos apóstoles. Como muestra en su Diario el beato Timoteo Giaccardo, ya desde el principio el Fundador decía a sus muchachos: “Sólo hay dos cosas que me 38
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fastidian: que yo no soy todavía suficientemente bueno y que vosotros no sois todavía suficientemente santos... Es una necesidad urgente y Dios nos lo exige…”. Y no se trataba de una santidad de corte espiritualista, sino volcada al apostolado: “¡Quién sabe cuánto más podríamos hacer si fuéramos más santos!”. “Dar a Dios todo: eso es la santidad”, decía a sus hijos. “En la Familia Paulina la primera preocupación será la santidad de la vida, la segunda la santidad de la doctrina”, afirmaba. Y esto lo vivió intensamente en primera persona: “Para llegar a ser cada vez más auténtico discípulo del Señor y testigo eficaz del Evangelio –se lee en el Decreto que lo declaró venerable el 25 de junio de 1996–, se negó a sí mismo, realizó con diligencia la voluntad de Dios, multiplicó sabiamente los talentos recibidos de lo alto, mortificó su carácter fuerte e impulsivo y adquirió la mansedumbre y la dulzura del buen Pastor... Iluminado por la fe e inflamado por la caridad, amó a Dios con todas sus fuerzas y al prójimo más que a sí mismo. Su lema fue: Todo y únicamente por la gloria de Dios y el bien de las almas... Así, libre de las vanidades del mundo y totalmente orientado hacia Dios y hacia los bienes eternos, cantó las alabanzas del Señor con la bondad de las obras, de las palabras y los escritos y llegó a ser como una antorcha ardiente que iluminó a toda la Iglesia”. Beato Santiago Alberione
“El mundo va evolucionando rápidamente –afirmaba el P. Alberione–. Los medios técnicos actuales dan a la palabra una ayuda de inmenso valor por su amplitud y rapidez, de inmensa potencia”.
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Hacia la luz eterna para seguir iluminando
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A sus primeros hijos les dijo el P. Alberione en abril de 1960: “La mano de Dios está sobre mí... La voluntad del Señor se ha cumplido... Ante Dios y ante los hombres, siento la gravedad de la misión que el Señor me ha encomendado; que, si hubiese encontrado una persona más indigna e incapaz, la hubiera preferido”. 40
oda la vida del P. Alberione estuvo marcada por el sufrimiento físico, aunque nunca le impidió llevar a cabo su misión. A la edad de 70 años tenía todavía un dinamismo increíble, aunque padecía fuertes dolores de espalda y otros trastornos; y sin embargo seguía rezando durante varias horas de rodillas, inmóvil. Con el paso de los años los dolores se fueron intensificando cada vez más. Las noches las pasaba casi sin dormir. Testificaba su médico: “Su sufrimiento era una oferta continua a Dios por su Instituto... Puede decirse que todas las cosas grandes que hizo, el P. Alberione las maduró en el dolor”. A los jóvenes que querían confortarlo, les decía: “¡Ofrezco! ¡De corazón! ¡Por todos! ¡Reparación! ¡Purificación! ¡Santificación! ¡Debo reparar! ¡Dejadme reparar!”. Pasados los 80 años, el lento pero inexorable declive natural lo obligó a renunciar a todas las actividades. Sólo una continuó hasta el final, la que él llamaba “trabajar con las rodillas”: la oración, en medio del sufrimiento de todo su ser ofrecido. Todos los días concluían con la bendición a toda la Familia Paulina: “¡Para todos, de corazón!”. El 28 de junio de 1969, durante la audiencia concedida a la Familia Paulina, Pablo VI, en presencia del Fundador, trazó la mejor descripción de su figura y de su obra. Dijo entre otras cosas: “Ahí lo tenéis: humilde, silencioso, incansable, siempre Beato Santiago Alberione
vigilante, siempre recogido en sus pensamientos, que corren de la oración a la acción (según la fórmula tradicional ora et labora), siempre atento a escudriñar los signos de los tiempos, es decir, las formas más geniales para llegar a las almas...”. Los últimos años, a pesar de su difícil situación física, acogía siempre con alegría, aunque con gran sacrificio, a los hijos e hijas que iban a visitarlo. Sólo bendecir o pronunciar una palabra significaba para él un gran esfuerzo. Entonces su única invitación era: “Rezad... Oh, recemos”. Y acababa siempre animando a los visitantes: “¡Adelante... con alegría!”. El 26 de noviembre de 1971 su estado se agravó de manera alarmante a causa de una bronconeumonía y un bloqueo renal. Con un esfuerzo extremo, bendijo a todos sus hijos y susurró: “Me muero... Paraíso... Rezo por todos”. Pablo VI, informado del curso de la enfermedad, fue espontáneamente a visitarlo. “¡Oh, Padre Alberione”,
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Con palabras conmovedoras, el 28 de junio de 1969, Pablo VI impuso al anciano Fundador la condecoración Pro Ecclesia et Pontifice, “en señal de nuestra benevolencia y agradecimiento, como estímulo para toda la Familia Paulina…”.
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Imágenes del misterio Pascual que vivió el P. Alberione: sus últimos años estuvieron marcados por el sufrimiento, ofrecido siempre por la gloria de Dios y la paz de los hombres; así “llegó a ser como una antorcha ardiente que iluminó a toda la Iglesia”. Juan Pablo II lo proclamó beato el 27 de abril de 2003. En la foto arriba a la derecha:
Pablo VI visita al P. Alberione agonizante. 42
exclamó al entrar en la austera habitación del Fundador. Y arrodillado junto al lecho del moribundo se recogió en oración. Luego le dio la última absolución, lo bendijo y, profundamente conmovido, dejó su firma en el registro. Poco después, a las 18.25, el P. Alberione entraba definitivamente en la casa del Padre. Tenía 87 años. Periódicos de todas las tendencias se hicieron eco de la desaparición de este apóstol contemporáneo: “El P. Alberione se ha ido en silencio, como siempre había vivido”; “El sacerdote pobre que ha construido un imperio”; “Ha sabido hablar a las masas”; “Apóstol del mundo moderno”; “El P. Alberione: un santo de las comunicaciones sociales”; “Ha creado la mayor empresa de prensa católica”... En realidad el P. Alberione fue un hombre que amó de verdad: amó a Dios con todas sus fuerzas, amó sinceramente a sus hijos e hijas como auténticos tesoros de la Providencia, y amó intensamente la misión que se le había confiado. Beato Santiago Alberione
Juan Pablo II lo elevó al honor de los altares, tras reconocer la curación milagrosa en favor de M.ª Librada González Rodríguez, miembro del Instituto paulino Virgen de la Anunciación, que había sido hospitalizada en Guadalajara (México) el 4 de abril de 1989, a raíz de un grave accidente. El 20 de diciembre de 2002 el Papa leyó el Decreto de beatificación del venerable Santiago Alberione, cuya proclamación solemne tuvo lugar en la plaza de San Pedro, el 27 de abril de 2003. Su fiesta litúrgica se celebra el 26 de noviembre, aniversario de su nacimiento para el cielo.
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Una herencia luminosa
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El beato Santiago Alberione “intuyó la necesidad de dar a conocer a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, a los hombres de nuestro tiempo con los medios de nuestro tiempo... ‘Para usar estos medios debe haber un grupo de santos’, solía repetir este apóstol de los tiempos nuevos” (Juan Pablo II).
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l P. Alberione supo encarnar esa síntesis vital que había descubierto en san Pablo y que es también el ideal propuesto a sus hijos e hijas: “Apóstol es uno que lleva a Dios en su alma y lo irradia a su alrededor. Apóstol es un santo que acumuló tesoros; y comunica de su abundancia a los hombres. El apóstol tiene un corazón encendido de amor a Dios y los hombres; y no puede comprimir y sofocar lo que siente y piensa... Es un templo de la Santísima Trinidad, que actúa en él de forma suprema: con las palabras, las obras, las oraciones, los gestos, las actitudes; en público y en privado; de todo su ser. ¡Vivir de Dios y dar a Dios!”. Así decía en 1960. Además de sus geniales intuiciones –que es seguramente el aspecto más característico y conocido–, el P. Alberione fue sobre todo un santo que descubrió, vivió y donó a la Iglesia un carisma, que consiste en vivir en integralidad un nuevo modo de encarnar y comunicar la fe en Cristo. Un carisma inspirado en san Pablo y adecuado a los nuevos tiempos; y una espiritualidad que alimenta un estilo de evangelización, capaz de traducir a Cristo y la cultura cristiana a las formas y lenguajes de la comunicación actual. Además de un “nuevo impulso misionero”, dio a la Iglesia y al mundo un “nuevo estilo de santidad”. Una herencia muy comprometedora y exigente. Beato Santiago Alberione
Cuando el Fundador dejó esta tierra, el pequeño grupo inicial se había convertido en una gran Familia de varios miles de hombres y mujeres que, compartiendo sus ansias misioneras, estaban comprometidos en dar testimonio de Cristo, poniendo al servicio de la evangelización todas las formas de comunicación. Hoy sus seguidores están presentes en más de 60 países de los cinco continentes y, en fidelidad creativa al Fundador, adoptan todos los medios modernos para la gloria de Dios y la paz de los hombres. Después de su muerte, su figura ha ido agigantándose, y hoy son muchos sus devotos, no sólo dentro de la Familia Paulina. Muchos piden y reciben gracias a través de él. Curiosamente, parece que se está convirtiendo en el santo protector de los desempleados en busca de trabajo,
“¡Qué herencia tan formidable nos deja…! ¡Ojalá sus hijos e hijas espirituales sepan mantener inalterado el espíritu de los orígenes, para corresponder adecuadamente a las exigencias de la evangelización en el mundo de hoy” (Juan Pablo II). Beato Santiago Alberione
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Juan Pablo II en oración ante la tumba de los beatos Santiago Alberione y Timoteo Giaccardo. En la audiencia a los miembros del Capítulo general de la Sociedad San Pablo, el 22 de marzo de 1992, dijo entre otras cosas: “Seguid caminando por el recto camino indicado por el P. Alberione... Sed santamente inteligentes, atentamente críticos, apostólicamente equilibrados y eficaces”. 46
hoy desgraciadamente tan abundantes: muchos testifican haber encontrado trabajo tras haberlo invocado a él. Y no es casualidad: porque él fue un gran trabajador que veía el trabajo como una manera de colaborar con Dios creador y de imitar a Jesucristo, que pasó la mayor parte de su vida como humilde y escondido artesano. Escribió el P. Alberione: “Así quiero pertenecer a esta admirable Familia Paulina: como siervo ahora y en el cielo, donde me ocuparé de quienes utilizan los medios modernos más eficaces para el bien: en santidad, en Cristo y en la Iglesia”. Por eso, todos los que quieren testimoniar a Cristo con la comunicación mediática y digital de la cultura actual, pueden encontrar en el beato Santiago Alberione un seguro protector e intercesor.
Beato Santiago Alberione
Oración Santísima Trinidad, que quisiste hacer revivir en la Iglesia el carisma apostólico de san Pablo, revelándote a la luz de la Eucaristía al beato Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, haz que la presencia de Cristo Maestro, Camino, Verdad y Vida, se irradie en el mundo por medio de María, Reina de los Apóstoles. Glorifica en tu Iglesia a este apóstol de la nueva evangelización, y suscita hombres y mujeres abiertos a los “signos de los tiempos” que, siguiendo su ejemplo, utilicen los modernos medios de comunicación para conducir a ti a toda la humanidad. Y, por intercesión del beato Santiago, concédeme la gracia que ahora te pido… Gloria al Padre…
Beato Santiago Alberione
San Pablo, mosaico de la capilla de la Sociedad de San Pablo en CiniselloBalsamo (Milán).
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Índice Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 3 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 5 Las primeras luces del alba y la Noche Santa de la luz . . . . . . . . . . .. 7 El Señor no derrocha la luz . . . . . . . . . .. 15 Hacia un mediodía radiante . . . . . . . . . . 21 La urgencia de iluminar . . . . . . . . . . . . 29 Busto del beato Santiago Alberione, obra de sor Angélica Ballan, pddm.
Irradiar a Jesucristo Maestro, camino, verdad y vida . . . . . . . . . . . . . 36 Hacia la luz eterna para seguir iluminando . . . . . . . . . . . . 40 Una herencia luminosa . . . . . . . . . . . . .. 44 Oración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Uno de los sueños irrealizados del P. Alberione: una nueva síntesis de la cultura, centrada en Cristo Maestro Camino, Verdad y Vida. Debía orientarse a una nueva visión del mundo, pero también a la propuesta de un sistema de valores que instaurase en Cristo toda la realidad.
Para pedir información, para recibir reliquias, estampas, medallas y libros, o para señalar gracias recibidas por intercesión del Beato Santiago Alberione: Postulatore Generale della Famiglia Paolina Società San Paolo Via Alessandro Severo 58 - 00145 ROMA posgen@paulus.net www.alberione.org
COP ALBERIONE SPAG:Copertina
28-07-2014
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José Antonio Pérez Sánchez, nacido en Tamames (Salamanca, España), es miembro de la Sociedad de San Pablo. Ordenado sacerdote en Roma el 29 de junio de 1972, después de los estudos teológicos en la Pontificia Facultad Teológica de San Buenaventura (“Seraphicum”), desempeñó em España diversas responsabilidades de dirección y animación, de promoción vocacional y formación, así como en el campo editorial (revistas y libros). Actualmente es Postulador general de la Familia Paulina.