En los brazos de la Misericordia
En los brazos de la Misericordia. Triduo para celebrar la Misericordia Divina Preparado por el Equipo Editorial SAN PABLO © Editorial SAN PABLO Paraguay, 2019. De distribución gratuita. Montevideo 761, e/Humaitá y Haedo, Asunción. [2]
En los brazos de la Misericordia
Saludo En medio de la alegría pascual hoy te saludamos, deseando que cada día de tu vida sea un tiempo de gracia en el que puedas experimentar el amor de Dios, que es Misericordia, y que sale a nuestro encuentro, allí en las calles donde transitamos, en nuestros lugares de trabajo, apostolado, oración, amistad. Esta pequeña compilación la compartimos para celebrar juntos la fiesta de la Divina Misericordia, y, como tal, busca acompañarte, darte algunas pinceladas de esta devoción y dejarte un desafío siempre actual: Que seamos misericordiosos con el Padre. El Equipo Editorial
[3]
En los brazos de la Misericordia
Hoy más que nunca, ¡Misericordia! Los tiempos actuales nos empujan a una revisión de vida, tanto en lo personal como en lo eclesial y social. Nuestras fragilidades llaman a nuestras puertas cada vez que nos sentimos autosuficientes o autorreferenciales, y es entonces que, mirando tanto amor de Dios y tan poca correspondencia nuestra, brota de nuestros labios la aclamación del salmista: “¡Misericordia, Dios mío!”. Quizá nuestra situación sea distinta, y hayamos estado lejos de “Casa”, de la presencia de Dios, de la comunidad, por años, de repente peleados con Él, con los demás, con nosotros. Y así como el hijo menor de la parábola, añoremos al menos un poco del amor que antes teníamos gratis, el amor del Padre, y digamos arrepentidos: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti…” O, por último, las contrariedades de la vida nos estén haciendo caer en la cuenta de que nada era como lo esperábamos, de que necesitamos descansar de tanta lucha y abandonarnos en los brazos de alguien. Hoy sabemos que ese Alguien tiene rostro y nombre concreto, el mismo Padre Dios nos lo ha dado: Jesucristo. Es así que, sostenidos por esa certeza, podemos decir con confianza: “Jesús, en ti confío”. Que ello sea lo que nos anime a celebrar la fiesta de la Divina Misericordia. Desde siempre misericordia Si bien en la actualidad se ha dado importancia a la palabra Misericordia como tal, la noción es más antigua, desde [4]
En los brazos de la Misericordia
toda la historia de la humanidad. Ya cuando el hombre pudo tener conciencia de Dios, se dio cuenta, a tientas, de que estaba ante un ser superior, al que debía referirse con respeto… ¡Que ese Dios tremendo y fascinante se haya revelado es un gran acto de misericordia! En la experiencia del pueblo de Israel, la misericordia de Dios fue una constante, tratando de expresarlo en imágenes tiernas y revolucionarias. Para ellos, a Dios se le revolvían las entrañas por su pueblo, era compasivo y misericordioso, alguien que jamás abandona a sus hijos, etc. Todo esto llegó al límite de lo que se podía pensar con la persona de Jesús de Nazaret, el rostro de la Misericordia del Padre. Durante su ministerio público, este mismo Jesús, en su afán apasionado de anunciar el Reino de Dios, nos fue mostrando al Padre misericordioso a través de sus gestos y palabras. El acercarse y tocar a los enfermos, el abrazar y mirar a los marginados y proscritos, el devolver la dignidad a la mujer y a los pequeños. Por último, la prédica más elocuente de la Misericordia la tenemos en la cruz, en su entrega hasta las últimas consecuencias. De ese costado abierto, traspasado, nace la Iglesia. A lo largo de su historia, la Iglesia, impulsada por el Espíritu Santo, ha continuado la misión de su Esposo y, a través de varones y mujeres, de comunidades enteras, ha abrazado cuanto ha podido, a tantas personas necesitadas del abrazo misericordioso de Dios. Así lo vemos en santos de la talla del diácono san Lorenzo, san Vicente de Paúl, san Martín de Porres, san Damián de Molokai, san Luis Orione, santa Josefina Bakhita, [5]
En los brazos de la Misericordia
santa Teresa de Calcuta, y tantos otros. Entre luces y sombras, hoy la Iglesia, animada por fuego del Amor Divino, sigue siendo anunciadora del Dios que es misericordia, y nos recuerda a todos, que somos Iglesia, el encargo de ser testigos de esa misericordia. La devoción a la Divina Misericordia Fue en el siglo XX cuando esta devoción a Jesús Misericordioso se hizo patente, a través de la revelación privada que tuvo santa Faustina Kowalska en 1931, en la cual Jesús mismo le dio a conocer a esta santa religiosa la necesidad de ahondar en la Misericordia Divina, encargándole propagar la devoción en la Iglesia. La devoción fue propagándose y la Iglesia la asumió de la mano de san Juan Pablo II, quien, además de canonizar a santa Faustina, proclamó el II Domingo de Pascua como Domingo de la Divina Misericordia. Un año de gracia Fue en 2015 que el papa Francisco, a través de la bula “Misericordiae vultus” convocó el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, a iniciarse el 8 de diciembre de ese mismo año y teniendo como fecha conclusiva la solemnidad de Cristo Rey (20 de noviembre de 2016 en aquella ocasión). Fue, sin duda, un año de gracia, en el que se interiorizó el tema de la Misericordia de Dios a través de diversos gestos, acciones, reflexiones, y sobre todo, la oración de todo el Pueblo Santo de Dios, con los ojos fijos en su Señor.
[6]
En los brazos de la Misericordia
Pero, sin duda, todo lo que podamos reflexionar en torno al amor divino no puede acabarse por completo, es por ello que, junto a la reflexión de nuestros pastores y maestros, está la oración del Pueblo y su experiencia diaria de la misericordia de Dios, tanto en las maravillas que obra Dios en cada uno, como en la práctica de la misericordia por parte de cada fiel. ¡Feliz fiesta de la Misericordia! En muchas parroquias y santuarios se celebra la fiesta de la Divina Misericordia, la conclusión de la Octava de Pascua, el contemplar junto con Tomás el costado abierto del Resucitado, que nos invita a dos cosas fundamentales: agradecer tanto amor y pedir perdón con el compromiso de saber corresponder con amor encarnado, concreto. Que el celebrar la Misericordia Divina sea motivo para que, siendo testigos privilegiados de Dios, podamos abrazar a un mundo tan envuelto en la violencia, en la indiferencia, en el individualismo y el descarte.
[7]
En los brazos de la Misericordia
TRIDUO EN HONOR A LA MISERICORDIA DIVINA PRIMER DÍA Palabra de Dios “Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo –¡ustedes han sido salvados gratuitamente! – y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo”. (Ef 2, 4-6) Nos enseñan nuestros pastores Podemos pensar que cada pecado nuestro, cada alejamiento de Dios enciende en Él una llama de amor más intenso, el deseo de recuperarnos y reinsertarnos en su plan de salvación. Esta revelación de la misericordia es original en el evangelio. Nadie, con la imaginación humana y la fenomenología común, llega tan lejos. (San Pablo VI, homilía 23/06/1968). (Decimos la intención que acompañará el rezo de la Coronilla). Coronilla (Pág. 11). Oración final del primer día Padre Dios, que eres rico en Misericordia y ternura, que la Luz del Espíritu Santo nos ayude a reconocer siempre nuestra fragilidad, impulsándonos a abandonarnos en tus brazos misericordiosos, fieles a la enseñanza de tu Hijo Amado. Amén. [8]
En los brazos de la Misericordia
SEGUNDO DÍA Palabra de Dios “Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos”. (Rm 5, 15) Nos enseñan nuestros pastores ¡El Corazón de Cristo! Su "Sagrado Corazón" ha dado todo a los hombres: la redención, la salvación y la santificación. De ese Corazón rebosante de ternura, santa Faustina Kowalska vio salir dos haces de luz que iluminaban el mundo. "Los dos rayos -como le dijo el mismo Jesúsrepresentan la sangre y el agua" (Diario, p. 132) … A través del misterio de este Corazón herido, no cesa de difundirse también entre los hombres y las mujeres de nuestra época el flujo restaurador del amor misericordioso de Dios. Quien aspira a la felicidad auténtica y duradera, sólo en él puede encontrar su secreto. (San Juan Pablo II, homilía 22/04/2001) (Decimos la intención que acompañará el rezo de la Coronilla). Coronilla (Pág. 11). Oración final del segundo día Maestro Divino, Rostro de la Misericordia del Padre, enséñanos a ser verdaderamente misericordiosos con el prójimo, con [9]
En los brazos de la Misericordia
nosotros mismos, y así ser testigos creíbles de todo cuando creemos. Amén.
TERCER DÍA Palabra de Dios “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes»”. (Lc 6, 36-38) Nos enseñan nuestros pastores Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado. (Francisco, Misericordiae Vultus 2) (Decimos la intención que acompañará el rezo de la Coronilla).
[10]
En los brazos de la Misericordia
Coronilla (Pág. 11). Oración final del tercer día Padre misericordioso, infunde en nosotros tu Espíritu de Amor, que nos haga capaces de acercarnos a los sufrientes, a los alejados, a los postergados, que muchas veces viven al lado nuestro. Que el celebrar la Misericordia Divina nos impulse a ser anunciadores del Reino, de tu amor providente para con toda la humanidad. Amén. -------------------------La Coronilla a la Divina Misericordia 1. La señal de la Cruz: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. 2. Oración al principio (opcional): Expiraste, Jesús, pero la fuente de vida brotó para las almas y el mar de misericordia se abrió para el mundo entero. Oh fuente de vida, insondable Misericordia Divina, abarca al mundo entero y derrámate sobre nosotros (Diario, 1319). Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío (Diario, 84). Primero se reza una vez el Padre Nuestro, el Ave María y el Credo de los Apóstoles. 3. Padre Nuestro: Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea Tu nombre; venga a nosotros Tu reino; hágase Tu voluntad [11]
En los brazos de la Misericordia
en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. 4. Ave María: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. 5. Credo de los Apóstoles: Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, Su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén. 6. En las cuentas grandes del Padre Nuestro antes de cada decena: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero (476). 7. En las 10 cuentas pequeñas de cada decena: Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. [12]
En los brazos de la Misericordia
8. Repita el "Padre Eterno" y "Por Su dolorosa Pasión": (Números 6 y 7) Rece cuatro decenas más. 9. Después de cinco decenas, la doxología final (tres veces): Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero. Oración final: Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentamos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia Mismos (950).
- GDPH -
[13]
En los brazos de la Misericordia
Distribuciรณn gratuita [14]