CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL BEATO DANIEL 6 de Noviembre
Daniel Mora Nine, Fray Daniel de la Sagrada Pasión, nació en esta parroquia de Santa María la Mayor, en la ciudad de Pontevedra, el 17 de Febrero de 1908, viendo por primera vez la luz del día en el domicilio paterno, ubicado en la Rúa Nova de Arriba, entre las callejas del arrabal. Tal y como reza su fe de bautismo, recibió las aguas bautismales en la pila de esta Real Basílica el día 8 de Marzo del mismo año, siendo administrado el sacramento por el sacerdote D. José Salgueiro Blanco. Sus 1
padres, Robustiano y Rosalía, tuvieron 8 hijos. Daniel fue el séptimo. Si la parroquia de Santa María la Mayor, en Pontevedra, fue su cuna, Toledo habrá de convertirse en su sepultura. Pero desde el alumbramiento al sepulcro pasarán veintiocho años de vida, con sus dificultades, con sus ilusiones, sus inquietudes y sus alegrías, hasta que todo termina para Fray Daniel con una dichosa muerte, marcada por el admirable sacrificio del martirio.
Pila donde fue bautizado, en la Parroquia de Santa María
Era de condición humilde. Su hermana Clotilde recordaba que cuando Daniel tenía 2 ó 3 años sufrió un amago de parálisis infantil. A juzgar por los 2
efectos que este mal dejó en el niño, hubo de ser acaso alguna dolencia de mayor gravedad de lo que suponía su hermana. La formación primaria la recibe en el colegio Balmes, cuyo director era a la sazón D. Gerardo Santos Méndez. Durante su niñez, tiene la oportunidad de oír las prédidas del P. Calpena y de Amor Ruibal en esta iglesia. El 20 de abril de 1915, en la Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor, el Obispo Auxiliar de la Sede Metropolitana de Compostela, Mons. Ramón Fernández Valbuena, le administra el Sacramento de la Confirmación. Poco tiempo después recibe el cuerpo encarnado de Jesús: la Primera Comunión. Al parecer, ya de niño siente la necesidad y fervor de compartir sus vivencias con buenos y fieles amigos, de los que siempre se hacía acompañar. Parece que su estado de salud le impide dedicarse a trabajos de gran esfuerzo físico. Vive con sus padres, aprende el oficio de sastre y trabaja en un taller de Pontevedra. Y es que el sufrimiento le sale muy pronto al paso: la poliomielitis le dejaría algunas secuelas para el resto de su vida, como recuerdo indeleble de la futilidad y crudeza de la existencia carnal y como anticipo de los padecimientos que todavía habría de soportar antes de abandonar este peregrinaje por la Tierra. A pesar de su destreza y su buena voluntad, como resultado de la polio, no puede valerse con plenitud de su mano 3
derecha. Pero el joven Daniel es piadoso, despierto y entregado, virtudes con las cuales equilibra estas lagunas de su fisiología. Pronto se aficiona al servicio de la Iglesia. Sus padres intuyen sus inquietudes y potencialidad moral, si bien no parecen muy animados a facilitar su desarrollo, más que nada, por el peligro que para el joven Daniel podría suponer, como finalmente supuso.
Músico en la Banda del Regimiento de Santiago y en la Catedral 4
A sus 16 años obtiene plaza de militar en el Regimiento de Zaragoza, con guarnición en Santiago de Compostela. Como siente gran atracción por la música y además tiene cualidades para ella, solicita un puesto en la Banda del Regimiento como flautista, compaginando este empleo con el de músico en la Catedral de Santiago, donde toca la chirimía. Igualmente desempeña la labor de acólito del capellán del Regimiento. De esta forma, es a la vez acólito, músico y soldado durante el cumplimiento de su servicio militar, donde perfecciona sus inclinaciones como flautista. De la armonía de los sonidos Dios le va a llevar a la “música callada” de San Juan de la Cruz, infundiéndole el sentimiento de la vocación religiosa, que va a cristalizar en una sincera y profunda vocación carmelitana. Dedica su tiempo a la lectura, al estudio y a la oración: es el retrato de un espíritu generoso, amante de la libertad, profundamente enamorado del amor… Sin duda, es el suyo un temperamento entrañable y cordial, que cautiva e influye en sus devotos. Siendo todavía soldado, comienza a preparar sus papeles para ingresar en el convento, con el permiso de sus padres y la carta de presentación del rector de su parroquia natal. Así, cierto día de 1930 se presenta a las puertas del convento de San Juan 5
de la Cruz en Segovia, solicitando el hábito. Parece que influyó mucho en la maduración de su vocación una pariente suya, llamada Melania Nine. Tanto su madre como alguno de sus hermanos se opusieron entonces a que profesase como religioso, al comprender que corrían tiempos tempestuosos para la práctica pública de la fe y el ejercicio del sacerdocio, con gobiernos poco propicios para los religiosos. Ciertamente, tenían base fundada para temer por la vida de su hijo y hermano, a lo cual Daniel contesta con una sonrisa: “Tanto mejor; así estaré más cerca de Dios”. Consta que su padre, Robustiano Mora Pastoriza, hace declaración jurada en la rectoral de Santa María la Mayor de Pontevedra ante dos testigos, concediendo a su hijo la licencia solicitada para ingresar en los carmelitas descalzos de Segovia. Los frailes, enterados de sus antecedentes, lo admiten en su buena compañía y el 4 de diciembre de 1930 el superior del convento le envía una tarjeta postal expresando su conformidad. Es admitido a la comunidad el 29 de enero de 1931 y hace su Profesión religiosa en 1933. Es un joven de veintidós años y algo excepcional debieron ver en él los carmelitas, cuando, a pesar de sus pequeños defectos físicos, consienten y animan esta vocación, como experimento primero, ya como profesión religiosa definitiva después. Los monjes eran admirados por los fieles 6
cristianos, que apreciaban en ellos su experiencia religiosa, su hospitalidad y su caridad para con los más necesitados. Y Fray Daniel no va a desentonar con este sistema de vida. Reservado y cauto, nada precipitado, servicial, devoto con algo de sentimentalismo… Seis años pasa en el Carmelo, santificándose en el recogimiento y el silencio propios de los carmelitas descalzos y, como hermano lego, siempre afanado en el trabajo. Era, en efecto, muy útil para resolver el problema de los “quehaceres manuales intra claustra”. Dan testimonio de él el P. Heliodoro: “Por el año 1931 conviví con él en el Colegio-Seminario de Medina del Campo. Allí fue Fray Daniel a prestar sus servicios como hermano donado. Era silencioso, recogido, humilde. Si la obediencia no le tenía ocupado, no descuidaba la asistencia a los actos de comunidad, sobre todo a la oración mental. No sabía lo que era ociosidad: siempre estaba ocupado. En las Navidades imitando a la Madre Teresa de Jesús, se le veía tocar la flauta, y para dar realce a los cultos en la grandes solemnidades, tocábala en el coro, acompañando a otros dos religiosos que también lo hacían”. El P. Valentín, que era el maestro de novicios, dejó una cuartilla en la que habla de Daniel, elogiando “su carácter, dulce y suavemente abierto y comunicativo”; “sonriente como su tierra 7
nativa. Tal vez por su misma dulzura, tenía complacencia en tocar en sus tiempos libres oportunos, en tocar la flauta tanto en las solemnidades religiosas como en alegres recreaciones”, “con muy profundo sentido religioso”. En 1934 sus superiores le destinan a Toledo. En el Libro de Oro de los visitantes al Sepulcro de San Juan de la Cruz se encuentra un documento autógrafo de Fray Daniel en el que el mártir pontevedrés se despide de San Juan de la Cruz. Sus palabras son una auténtica joya espiritual, que dice así: “J.M.J.T. San Juan de la Cruz, Padre mío muy amado: hoy que la obediencia me manda a otro convento me despido de ti, y aquí a la sombra de tu bendito sepulcro te pido, Padre amado, que me guíes por el camino que me enseñas; alcánzame del Señor aquel amor ardiente que abrasó tu castísimo corazón; que yo sea fiel a la gracia, que nunca caiga en tibieza ni en pecado, que yo sirva y ame a Jesús y a María como tú lo hiciste y que viviendo y muriendo santamente aquí, en esta orden del Carmen descalzo, vaya a gozar de Dios en tu compañía para siempre. Amén”. En Toledo desempeña el oficio de portero del convento y de sacristán: el oficio externo de mayor responsabilidad, que exige mucho tacto y no poca prudencia, pues un portero en un convento viene a ser como el espejo donde la comunidad se refleja. Fray 8
Daniel lo cumple con escrupulosa fidelidad, pues está también preparándose para su Profesión Solemne.
Fotografiado en la Capilla de San Miguel con la Cruz en sus manos
Una carta de su madre desde Pontevedra le habla de la enfermedad del corazón de su padre. Y hacia el mes de mayo de 1936 le llega otra misiva, también de su madre, Rosalía Nine, previniéndole de 9
los desastres que se avecinan: “Hijo, corren rumores de que va a estallar la Guerra Civil en España. Temiendo pueda ocurrirte una desgracia, solicita y pide permiso a tus superiores para que puedas venir a nuestro lado”. La respuesta de Fray Daniel es firme y valiente: “La suerte que puedan correr mi superior y hermanos quiero que sea la mía también. Mientras usted, como madre, rece y pida mucho al Señor y a la Santísima Virgen del Carmen para que nos proteja a todos”.
Imagen de la sepultura de los Mártires Carmelitas en Toledo
El 31 de Julio de 1936 es martirizado en Toledo junto con otros quince carmelitas. Casi toda una venerable comunidad de sacerdotes en la plenitud de su existencia terrena, jóvenes coristas, todos llenos de vitalidad. Ocho décadas después, siendo Papa 10
Benedicto XVI, es beatificado en reconocimiento de su sacrificio personal junto a otros 497 mártires del siglo XX en España, en una multitudinaria ceremonia celebrada en la Plaza de San Pedro del Vaticano, en Roma, el 28 de octubre de 2007. El 6 de noviembre siguiente, en la Real Basílica de Santa María la Mayor, se celebra la Misa de Acción de Gracias por esta Beatificación comunitaria, colocándose entonces un cuadro de Fray Daniel en la capilla de San Miguel y la Virgen de Fátima, en la nave lateral norte del templo basilical. Un año después, el 6 de noviembre de 2008, se celebra ya su Solemnidad y, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, se le tributan diversas celebraciones. Además, durante el Jubileo del Milenio de la Parroquia, el estandarte del Beato es llevado en procesión en todas las visitas de las Imágenes de Nuestra Señora que peregrinan hasta Pontevedra. También en su memoria, en la Clausura del referido Jubileo, se portan siete palmas, símbolo de la Pasión, una de ellas llevada por un niño, como la mejor forma de hacer presente al Mártir Daniel en una efeméride tan especial. Tuvo Fray Daniel dos grandes amores en su sencilla vida espiritual: la Pasión y Cruz de Nuestro Señor Jesucristo y la devoción a Santa María la Virgen. Cualidades humanas y cristianas. Su piedad inicial fue madurando en virtud. El temperamento humano de Daniel depende en buena parte de la 11
vinculación a su familia y a su ciudad natal y de su afición a la música, su espíritu generoso y su profundo enamoramiento del amor a Dios. El espíritu más genuino de su espiritualidad lo podemos resumir en la frase: “Todo hay que hacerlo por amor”. Nunca fue de una salud vigorosa, es verdad, pero lo importante de su vida, imitando a Santa Teresa de Jesús, no es pensar mucho si no amar mucho, trabar una amistad incondicional con Jesús. Amar desinteresada y caritativamente al prójimo, para que tal amor le llegue a Dios. Amar incorruptible y piadosamente a Dios, para que tal amor le llegue al prójimo. Siempre dispuesto a mantener la fidelidad cristiana al precio que sea. De hecho, en medio del contexto histórico en que vivió, su firmeza espiritual es indiscutible, retratada a través del martirio. Daniel vivió y amó el Evangelio en carne propia. Y su vida y su muerte no tardarían demasiado en ser recordadas aquí, en su Parroquia natal, a través de todos cuantos le conocieron y compartieron su corta, pero intensa vida, preparando el camino hacia su Beatificación. El gran amor de Daniel por la humanidad de Jesucristo y por la Virgen María, Nuestra Señora del Carmen, lo plasmarán pintores y artistas. Es especialmente significativa el retrato en el que Daniel contempla con tanta devoción la Cruz. No 12
es casualidad que en el convento tomase el nombre de Fray Daniel de la Sagrada Pasión. Mirando el crucifijo parece que se encomienda a Dios, tal como lo había hecho su padre y maestro espiritual San Juan de la Cruz a los 49 años. Que nada perturbe ya su paz interior ni su infinita querencia hacia Cristo Crucificado, así como su personalísima devoción a la Virgen. Hay quien dice que fue este afecto mariano el que guió sus pasos hacia el Carmelo. Desde su Beatificación, ha ido aumentando la devoción que en esta Parroquia se le profesa al Mártir Daniel, fruto de familias que han pedido su intercesión en las enfermedades de los niños, viéndose luego favorecidas, y de un joven que liberado de su enfermedad solicitó añadir el nombre del Beato al que tiene por el Bautismo. Pues sus fieles le suelen pedir salud, remedio para sus dolencias, como es también el caso de aquellos padres que nombraron a su hijo con el nombre de Daniel, tras sobreponerse el recién nacido a un cuadro médico tremendamente complicado. En la Parroquia se le venera porque éste es el lugar donde nació, donde creció y donde queda reflejado el culto y la veneración popular. Es una buena manera de ahondar en la figura de Fray Daniel. Se le representa como un joven, vestido de Carmelita, contemplando el Santo Cristo. Como mártir 13
le acompañamos con palmas o laurel, que en las ceremonias son procesionadas especialmente por los niños. Daniel es ejemplo de servicio generoso, con su vida, pasión y muerte, que son valerosa muestra de la importancia de la fe en Jesucristo. Es modelo para el católico de hoy en día, a menudo discreto y silencioso con sus creencias, a causa del miedo al que dirán. Sin embargo, con la historia de su martirio, Daniel nos da fuerza para seguir a Jesús, pese a todas las trabas y dificultades que surjan, hasta el final. Él vivió en una época complicada, cuando pensar en ser cristiano podía llegar a suponer, como fue su caso, una condena a muerte. En unos tiempos de sufrimiento pero, de alguna manera, también de alegría, cuando la fe era vivida desde el corazón, con intensidad, sin velos, con el vigor y fortaleza del Espíritu Santo. Quizás no se trate de una época, en el fondo, tan distinta a la nuestra, en la que hemos dejado de vivir la fe como obligación para retomarla íntegramente, desde los impulsos más puros y verdaderos del corazón. Para los jóvenes pontevedreses que se citan en el entorno a la Basílica, con su música, así como para toda la juventud cristiana, bien podría resaltarse el alcance de la temprana muerte del Mártir Daniel, antes de alcanzar la treintena. Un joven que supo confesar y resaltar su fe hasta las últimas 14
consecuencias. Por ello, el Beato Daniel resulta un auténtico paradigma a seguir, para niños y jóvenes.
Beato Fray Daniel Mora Nine
Otro aspecto destacado, a la hora de comprender la personalidad de Fray Daniel, es el la musicalidad. La música, hecha con la flauta, con la chirimía o con otros instrumentos de viento, como los que podía contemplar en el retablo principal de Santa María cuando era niño, que acababa de esculpirse a manos de Magariños. Del mismo modo que el órgano de nuestra Basílica debe hacerse sonar por una mano experta en la debida consonancia y 15
armonía, así también en la iglesia y en nuestra Parroquia debemos encontrar siempre el acorde en la alabanza a Dios y en el amor fraterno. Donde el testimonio de los mártires es camino a seguir para todos, con el martirio de la vida ordinaria. Que amar la Cruz como hizo el Beato Daniel quiere decir amar el sacrificio.
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