Manatí rostros y rastros de la tragedia

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L agua siempre vuelve a su cauce; experimentando a punta de vidas y tragedias este refrán se convierte en hipótesis probada en Manatí, al sur del departamento del Atlántico. Este dicho popular debería estipularse como ley natural y propia de la cotidianidad de los habitantes de este municipio. En consecuencia, las inundaciones no serían una sorpresa indeseada cada vez que se presentan. Como resultado, lo que alguna vez fue un manglar cambió y en vez de peces empezaron a vivir personas en casas. Sin embargo, tal como se ha venido señalando, las aguas retornaron a su lugar de origen, y los “manatieros” quedaron con el agua hasta el pecho. Y resulta paradójico que una población tenga como nombre el de un animal que vive bajo el agua; nada es coincidencia en la vida. Tras la ruptura del Canal del Dique en el año 2010, Manatí ha vivido varios episodios de inundaciones, las cuales aún tienen partes de la población anegadas y sólo hasta hace 5 meses, es decir después de un año y medio de la inundación que comenzó el 30 de noviembre del 2010, las casas están secas y por fin las personas pueden salir de los albergues. Según el censo realizado por la alcaldía de Manatí y el Plan de Desarrollo de dicha población “el 6 de enero del 2012 aún se encontraban bajo el agua 1493 viviendas correspondientes a 1784 familias, lo cual nos da un número de damnificados aproximado de 8510 personas.” Por ello, el reportaje gráfico de este caso resulta preponderante para comprender las vivencias de quienes se ven afectados por tragedias naturales y el impacto de estas situaciones en sus vidas. En tal sentido, el presente trabajo se plantea como interrogantes: ¿Cuál fue el impacto de las inundaciones en Manatí luego del año 2010? ¿Cómo es el día a día de este municipio? ¿Podrá superar esta situación? Las respuestas pueden resultar subjetivas, en la medida que el recorrido visual por el tema, mediante las fotografías, le otorguen al receptor un panorama del tema investigado.

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30 de Noviembre. Para muchos es una fecha más. Para los manatieros es el día donde se repitió la tragedia de 1983, exactamente 27 años después, un 30 de noviembre el agua decide volver a su cauce y nuevamente se da la ruptura del Canal del Dique. 9


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La noticia de la ruptura del Canal del Dique llegó inmediatamente a Manatí y las campanas de la iglesia repicaron alertando a la población. A las 4 de la tarde del 30 de noviembre las aguas habían abierto un boquete de aproximadamente 15 metros en la vía que conduce de Calamar a Santa Lucía. Al pasar las horas las personas trataban de recoger las pertenencias que más pudieran y se movilizaban a lugares donde el agua no los alcanzaría. Después de dos días el agua se apoderaba de sus hogares sin permiso y sin avisar, la ruptura del boquete en la carretera Calamar – Santa Lucía ya era un hecho, 356 metros que hacían que la inundación fuese inevitable.

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Cuando se llega y se vive de cerca la experiencia de los albergues es imposible que la tristeza no colme a las personas extranjeras que quieren conocer la situación. Desespero y personas que se quejan constantemente es lo que se evidencia, hombres, mujeres y niños que al parecer no tienen otra salida que esperar a que les resuelvan la vida. El visitante puede llegar a sentir que la ayuda ha sido poca por parte de los entes responsables. Cuando ocurrió la tragedia en Manatí los hogares del 60% de la población se encontraban bajo el agua, por ello los habitantes tuvieron que ser reubicados en albergues temporales. “La inundación del Canal del Dique dejó bajo agua al 87.70% de las viviendas urbanas y al 46.75% de las viviendas rurales.” (Plan de desarrollo del municipio de Manatí, pág. 100) 15


Mientras los damnificados se encontraban en los albergues recibían alimentos de parte del Gobierno y otras ayudas provisionales, sin embargo estas personas que fueron reubicadas viven en condiciones no adecuadas, en un total hacinamiento. “…Esta forma de vida, ha conllevado al afloramiento de casos de violencia intrafamiliar, abuso sexual, maltrato infantil, entre otros.” (Plan de desarrollo del municipio de Manatí, página 69) En junio del 2012, todas las casas de Manatí estaban sin agua, sin embargo todavía hay albergues con muchas personas que se aprovechan de algunas de las ayudas que reciben por parte del Gobierno, entre ellas los alimentos, los cuales no recibirían si vuelven a sus casas. Ahora están a la espera de la reconstrucción de sus casas y de las reubicaciones.

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Al averiguar en profundidad sobre la situación y verificar las cifras se concluye que muchos de estos manatieros ya eran damnificados antes de la inundación. Para ellos el desastre natural y los proyectos posteriores de ayuda y reconstrucción son una oportunidad más para poder salir adelante. Sin la inundación tal vez nunca hubieran recibido la ayuda. Mientras el agua se sigue secando, se vislumbra un nuevo amanecer lleno de nuevas oportunidades y beneficios nunca antes vistos en Manatí, pese a que las inundaciones no eran un capítulo nuevo en dicha población.

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Según la distribución de la población del municipio de Manatí que arroja el Dane por género y por ciclo de vida, en este municipio existen aproximadamente 3195 niños entre las categoría primera infancia e infancia, quienes vivieron y viven en carne propia la tragedia invernal y sus consecuencias. Los niños utilizan su entorno sin importar las condiciones climáticas como medio de diversión, inigualablemente su juego favorito es el fútbol que disfrutan bajo el inclemente sol, también se recrean con los animales domésticos que viven a su alrededor, como caballos, cerdos, gallinas e insectos que hacen parte de su gran cantidad de juguetes. Es difícil no contagiarse de sus risas.

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El Colegio San Luis Beltrán y la Escuela Normal superior de Manatí cuentan con 3 y 6 sedes respectivamente, las cuales están repartidas en la periferia del municipio, que prestan los servicios educativos a la comunidad. Estas escuelas albergaron durante la ola invernal a decenas de familias afectadas por la inundación, lo cual obligó a que el calendario escolar fuese retrasado y “que los estudiantes tuvieran que continuar con sus clases en carpas y en salones móviles, limitando su proceso educativo por no contar con las condiciones suficientes para lograr su objetivo (Documento de Diagnóstico preliminar de Albergues y Comunidades, Municipio de Manatí, Departamento del Atlántico)". En la actualidad algunas de estas instituciones funcionan como albergues para familias que no han querido regresar a sus casas ya secas. Mientras en unos salones dan clases, en otros el tablero se ve opacado por la nevera y las pertenencias de los damnificados que aún viven allí. 27


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"El agua nos arruinó y nadie se acuerda de nosotros. Un bulto que acá costaba 10 mil pesos lo estamos comprando en 30 mil." (EL TIEMPO, 2011)

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Aunque lo vivido en Manatí fue claramente una tragedia, las cifras de pobreza no se pueden atribuir en su totalidad a esta inundación. Los planes que se están llevando a cabo por medio de las entidades responsables, como el Gobierno Departamental, le dan una oportunidad a no sólo Manatí, sino a todo el sur del Atlántico para salir de su estado de pobreza.

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Esta nueva tragedia ha propiciado mucha más visibilidad y mediatización. Como consecuencia se están llevando a cabo planes más amplios y se están brindando ayudas que no se hubieran dado si la inundación no hubiera ocurrido. Si bien es lamentable la tragedia que vivió Manatí, para muchos es la oportunidad, aprovechando todos los esfuerzos de las entidades que llegaron al rescate después del hecho.

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Si bien, Manatí ha carecido durante toda su historia de los servicios públicos básicos, durante la tragedia invernal las empresas prestadoras se vieron obligadas a suspender el escaso suministro de agua potable y fluido eléctrico. Como resultado los manatieros padecieron las inclemencias del sol insaciable y las altas temperaturas provocadas por el vapor derivado de la concentración de agua. Luego de un mes, cuando el nivel de las aguas había descendido, diferentes entidades se pusieron a trabajar para garantizar una buena prestación de los servicios. Hoy es frecuente ver a diferentes empresas trabajando en la zona. Muchos de ellos son técnicos oriundos de Manatí, como Rubén Ocampo contratista de Electricaribe, quien regularmente trabaja con su cuadrilla normalizando el servicio de energía eléctrica en los diferentes barrios de Manatí.

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“El municipio de Manatí no cuenta con el servicio de alcantarillado, por lo que su población viene utilizando letrinas y pozas sépticas para descargar de sus aguas residuales. Sin embargo, el 30% de las viviendas no cuentan con esta solución por lo cual sus inquilinos, realizan sus necesidades fisiológicas en los patios de las casa y en los solares enmontados en los vecindarios.” (Plan de desarrollo del municipio de Manatí, pág. 37)

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Yamil Sandoval “el poeta de Manatí” afirma que su esposa sufre de presión arterial y que por las temperaturas altas que se viven en los albergues, más de una vez le ha tocado salir corriendo al puesto de salud para que la atiendan. Más complicado aún, muchas veces no ha tenido dinero para los pasajes y le ha tocado pedir prestado. Su caso no es aislado, la población vivió las consecuencias del duro golpe de la ola invernal. La estabilidad emocional de las personas fue afectada. Tuvieron que enfrentar el verse obligados a vivir en otros espacios, vivir e interactuar con personas ajenas a su familia, y por si fuera poco, éstas también con dificultades económicas.

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Antes de la inundación, en Manatí predominaban enfermedades infecciosas, respiratorias, de vías urinarias, diarreica aguda y enfermedades crónicas. Después de la ola invernal, y las consecuencias de esta, predominan las enfermedades trasmitidas por los mosquitos al igual que la desnutrición. El hecho de vivir en albergues propicia el caos, el desorden y el escenario antihigiénico, en el cual viven los damnificados. En cuartos de aproximadamente 3 metros de ancho por 2 de largo, viven familias enteras y un solo cuarto cumple con la función de cuarto, cocina y sala. En los albergues los habitantes comparten sus viviendas con animales como cerdos, loros, gallinas, gatos y burros. 47


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