La fundación

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La Fundación de Antonio Buero Vallejo. La fundación se estrenó en Madrid en 1974. Dentro de la trayectoria del autor, esta obra se engloba en su tercera etapa, que se caracteriza, desde el punto de vista de los temas, por los contenidos sociales y políticos más explícitos, y desde el punto de vista de las técnicas, por una mayor audacia en las novedades escénicas.

ARGUMENTO Y TEMAS. Argumento: Esta obra transcurre en una celda compartida por seis hombres: Tomás, Asel, Lino, Max, Tulio y un hombre sin nombre. Tomás es un preso político condenado a muerte por un régimen totalitario que había sido detenido cuando repartía propaganda. Delata a sus compañeros al ser torturado y provoca la condena de los miembros más importantes de su organización, con los que comparte prisión. Pero esto no se desvela hasta la segunda parte. La información que tenemos al principio es la de seis hombres que comparten una habitación en el seno de una institución denominada por el protagonista (Tomás) como “la Fundación”, en la cual todos trabajan en diferentes proyectos de investigación. Los personajes mantienen tirantes relaciones cuyo sentido no conoceremos hasta bien avanzada la obra. Parece como si Tomás fuese una víctima de una conspiración en la que los demás se complacen en irritarle, negando la veracidad de sus palabras. Además, cambian objetos de la habitación por otros más incómodos y hablan un una clave incomprensible para él. Los indicios de anormalidades van aumentando para el espectador: la existencia de un enfermo en la habitación al que se mantiene en ayuno absoluto mientras los demás se reparten su comida, el cambio de objetos, el mal olor constante, la costumbre del encargado de la institución de cerrar todas las tardes con llave la habitación, etc. La primera parte del drama finaliza cuando el encargado descubre que el enfermo está muerto desde hace seis días. En la segunda parte, se desvela paulatinamente el misterio. Los seis hombres son presos políticos condenados a muerte. Tomás se ha refugiado en sus ensoñaciones, separándose una realidad que es incapaz de asumir. Por eso transforma mentalmente la celda de una prisión en un lujoso albergue y se imagina furtivos encuentros con su novia, Berta, que está fuera de la cárcel. A medida que Tomás regresa a la realidad se comprenden todos los recelos y las medias palabras de sus compañeros, que no querían revelarle su locura bruscamente. Desvelado el misterio, no acaban de confiar en Tomás porque el descubrimiento del compañero muerto debía haber ocasionado el traslado de todos a celdas de castigo y esto no sucede. Este episodio formaba parte de un plan de fuga que sólo podía realizarse si eran trasladados a las celdas de castigo. Las sospechas de que hay un delator aumentan cuando se llevan a Tulio para ejecutarlo. Siguen sospechando de Tomás, ya que todavía tiene arrebatos de enajenación. Cuando esta por fin desaparece, varios indicios reunidos por Asel, Lino y Tomás en ausencia de Max, les llevan a sospechar que este es el delator. La traición de Max, por conseguir unas miserables mejoras en el trato carcelario, no puede equipararse a la de Tomás, que flaqueó durante la tortura, ni a la de Asel, que acaba confesando la misma flaqueza en el pasado ante los castigos físicos. Cuando el encargado viene a buscar a Asel para un interrogatorio, este se suicida para no volver a delatar. Lino aprovecha


el momento de confusión causado por Asel para asesinar a Max. Finalmente, Tomás finge nuevamente la locura para salvar la vida y llevar adelante el plan de huida. El drama finaliza cuando los dos prisioneros son sacados de su celda hacia un destino ignorado. La última escena de la obra nos muestra a dos inquilinos entrando en esa misma celda convertida de nuevo en lujosa habitación.

Temas: Se podría decir que en la obra hay algunos elementos autobiográficos porque Buero Vallejo estuvo encarcelado desde 1939 hasta 1946 e incluso fue condenado a muerte. Además, ayudó al poeta Miguel Hernández en un intento de fuga de una prisión y su padre había sido asesinado durante la Guerra Civil, acusado por los republicanos de pertenecer a la “quinta columna”. La Fundación es una reflexión sobre la condición del ser humano, mediante la utilización de una metáfora escénica en la que se equipara la prisión a un centro de estudios. De esta reflexión subyacen los siguientes temas:  La libertad en contra de la opresión. La necesidad de luchar por la libertad, a pesar de que sea ilusoria, justifica la existencia humana. Se utiliza el encarcelamiento político como símbolo de todo lo que impide al hombre su realización. Por lo tanto, se pasa del ámbito socio-político al existencial. El autor también critica las formas de esclavitud (o de ausencia de libertad) que se camuflan bajo falsas apariencias de libertad a través del autoengaño. Esta “Fundación” representa las ataduras de las que apenas somos conscientes.  La locura. En la obra, esta enfermedad representa las debilidades humanas, ya que la locura es una forma de evasión mediante la cual una persona vive en su propio mundo, ajeno a todo lo que le rodea. Tomás convierte su locura en una válvula de escape a la terrible situación que vive. Su progresiva recuperación de la lucidez supone una evolución moral porque va asumiendo su responsabilidad en el mundo. Esto nos recuerda a Don Quijote, que crea un mundo a su medida e inventa a su amada Dulcinea.  El descubrimiento de la verdad como único camino para la verdadera vida. A medida que Tomás va asumiendo su situación, nosotros vamos viviendo el mismo proceso y nos unimos a la responsabilidad ética del personaje, que va más allá de la obra: luchar por un mundo mejor, sin opresión y sin falsas “Fundaciones”. El final abierto proyecta una esperanza, ya que el verdadero final en la vida depende de nosotros mismos.  La culpa. Los culpables se dividen en dos categorías diferentes, según sea la culpa justificable o no. La de Max no lo es porque traiciona a los suyos para obtener mejoras personales. Asel y Tomás han sido culpables a causa de la tortura y eso les libera de responsabilidad. Hay que mencionar también la culpabilidad colectiva de la sociedad como cómplice activo o pasivo de la represión. Al lado de todas estas reflexiones encontramos también en la obra un significado literal: la meditación sobre la libertad y la esclavitud, la denuncia de la brutalidad, la violencia, la tortura y la represión ideológica, siendo necesario luchar para llevar una existencia digna.


TÉCNICAS Y RECURSOS DRAMÁTICOS Las acotaciones en el teatro de Buero Vallejo se caracterizan por su extensión y precisión. En esta obra son muy necesarias para poder expresar los efectos de inmersión, es decir, toda la escenografía es una proyección de lo que Tomás ve. La inmersión en la mente del protagonista, que poco a poco va volviendo a la normalidad, se representa en la escenografía con los cambios en el espacio escénico, claves en el desarrollo del drama. Cada transformación de este espacio revela que un nuevo fragmento del mundo real ha logrado ocupar su sitio en el cerebro del personaje. Podría decirse que es desde ahí desde donde transcurre la obra. El público ve lo que ve el personaje, que impone su punto de vista subjetivo de primera persona. Tomás transforma los petates en cómodos sillones, las paredes en librerías o en un ventanal sobre el campo. Pero esto el espectador no lo sabe porque también lo ignora Tomás. La obra transcurre como un proceso de acercamiento desde la locura a la realidad. Este drama incorpora a los espectadores al proceso de ficción, cada espectador es igualado a Tomás, confundido con él. La metáfora escénica que equipara la prisión a un acogedor centro de estudios trasciende la concreta circunstancia carcelaria y se extiende hacia dimensiones que atañen a la vida humana en general.

Algunos efectos de inmersión son: •

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Tomás cree que un compañero muerto aún vive y que su novia Berta reside en otro pabellón de la Fundación, desde el que acude a visitarlo. Las palabras que imagina no han sido pronunciadas nunca, aunque el espectador las escuche. Tomás capta la animadversión de Tulio y toma por burlas algunas de sus acciones, por ejemplo, cuando Tulio finge recoger unos inexistentes vasos de cristal. Tomás ve que realmente no está recogiendo nada, incidente que representa otro paso para la normalidad. Después las disonancias se acentúan: Tomás, angustiado, observa como la lámpara no se enciende, no funciona la televisión y no oye la música. La desaparición de la máquina de fotos y su sustitución por un vaso le hacen deducir que algo le ocurre a él y no a los demás. Oye que Asel no es médico y se renueva su preocupación por el extraño “enfermo”. Tomás oye al enfermo pedir ayuda pero estas palabras proceden de su mente. No entiende las razones por las que Asel no contesta los requerimientos del cadáver. Entran los carceleros y se aclara que lleva varios días muerto. Después ya no hay ningún sillón, la mesa es de hierro y está empotrada en el suelo y la cama en el muro. Los uniformes son los de unos presos, pero Tomás conserva el suyo. Todavía intenta encender las lámparas, que desaparecen. A continuación resulta afectado el paisaje: el que se veía desde la puerta es ahora el corredor de la prisión. El que se percibe a través del ventanal comienza a oscurecerse. Tomás vuelve a imaginar a Berta y por eso se oye de nuevo la música de Rossini y el paisaje vuelve a iluminarse. Es el último intento de negar la realidad. El paisaje se oscurece y Tomás reconoce la cárcel. Ya no hay ventanal, Tomás viste el uniforme de preso, la cortina que formaba el inexistente cuarto de baño desaparece y la luz alcanza por igual toda la escena. Tomás empleará una última vez su locura al tratar de encubrir la muerte de Max. Pero ahora él domina su imaginación en lugar de ser dominado por ella. La Fundación ya no es una huida


sino un arma utilizada contra los carceleros para conseguir el traslado a las celdas de castigo y, desde ahí, la posible liberación. Antes de caer el telón, la escena se transforma y recobra de nuevo el aspecto de la Fundación, mientras el Encargado abre la puerta e invita a entrar a nuevos inquilinos. Este final no pretende engañar al espectador, que sabe que en realidad el lugar es una cárcel. Con esta escena el autor trata de prevenir al espectador sobre las Fundaciones que acechan en la realidad extrateatral, de mantenerle atento a todo lo que en la sociedad lo limita. Los diálogos son casi la única fuente de información en el teatro, pero, como hemos visto, la escenografía en esta obra complementa a la palabra. El diálogo es el medio de conocer las personalidades conflictivas y opuestas de los personajes. Así, se producen violentos enfrentamientos a través de la palabra. La escenografía muestra también el interés de los dramaturgos contemporáneos en superar la objetividad y en alejarse de los espacios convencionales del teatro burgués. También hay que señalar la importancia de la pintura y la música. Tomás admira un libro que le hace pararse en un cuadro conocido, “El pintor del taller” de Vermeer. En el cuadro se ve una lámpara que recuerda otro cuadro, “El retrato de Arnolfini y su esposa” de Van Eyck. Tomás pone en relación dos lámparas que nada tienen que ver con dos espacios que tampoco tienen que ver entre sí. Estos cuadros llevan a Tomás a otros autores como Turner. La descripción de los paisajes de Turner acompaña la contemplación del ventanal, que representa el “locus amoenus” La música que se escucha es la Pastoral de la Obertura de la ópera de Guillermo Tell de Rossini. El drama se abre y cierra con ella, y se escucha también en la última aparición de Berta. La Pastoral es un género bucólico que ilustra perfectamente la ensoñación de Tomás. La repetición de la pieza enlaza con las numerosas “Fundaciones” existentes en nuestro mundo. Externamente, la obra aparece organizada en cuatro cuadros distribuidos en dos partes, entre las cuales transcurren tres días. La función de estas subdivisiones es escenográfica, ya que en cada una de ellas se producen cambios en la decoración, en ese itinerario comentado antes, que nos conduce desde la Fundación a la cárcel, o desde la alucinación a la verdad. La acción comienza “in media res” y apenas hay peripecias, ya que la tensión dramática viene dada por las circunstancias de los protagonistas. El orden es lineal y se estructura en dos partes: el desmoronamiento del mundo de Tomás y el plan de fuga junto con la acusación de Max. En el desenlace se produce el suicidio de Asel, el asesinato de Max y la bajada a la celda. Es una estructura circular porque al final un nuevo grupo de hombres entra en la celda, que vuelve a parecer una Fundación. A pesar de que no se nos ofrecen indicaciones precisas, se entiende que el drama se desenvuelve en pocos días. El espacio es otra clave interpretativa de la obra. Aunque toda la acción se desarrolla en el mismo espacio (del cual interesa el ya desatacado valor simbólico), al espectador se le ofrece fragmentado en dos partes: una confortable habitación que se transforma en una lóbrega celda mediante un proceso de inmersión en la mente del protagonista.


ANÁLISIS DE LOS PERSONAJES. La trama se centra en los cinco condenados, entre los cuales el verdadero protagonista es Tomás. Su importancia es tal que el espacio escénico se ofrece transformado, como la imagen que el propio personaje creó en su mente para poder soportar la cruda realidad. Por otro lado, Tomás se agrega a la larga serie de criaturas buerianas sometidas a una limitación física (en este caso la locura transitoria) que hará que actúe como catalizador para someter a los otros personajes y a los espectadores a una revisión de sus situación en el mundo. La mayor parte del tiempo aparecen los cinco personajes juntos, aunque a veces sale alguno para ir a locutorios, irrumpen las figuras imaginadas por Tomás o aparecen los carceleros (el Encargado de la Fundación y sus ayudantes). Los cinco personajes forman un conjunto de cinco individualidades con las que el autor ha querido representar reacciones diversas ante una situación límite. Berta es producto de la locura de Tomás, un desdoblamiento de su personalidad. Todo lo que expresa es lo que Tomás empieza a intuir o a temer. Es un refugio para él, pero a través de ella se van filtrando fragmentos de la realidad que él desconoce y que preferiría ignorar. Tomás es el protagonista trastornado, que ha transformado la realidad para poder soportarla. Su mente está librando una batalla, ayudada por el auxilio externo que representa la actitud de sus compañeros, en la que la realidad va penetrando entre las grietas que aparecen en la Fundación imaginada. Su locura, nacida como coartada ante el miedo por su situación y la vergüenza de haber sido débil y delatado a los compañeros, se alimenta también por su imaginación, pues él aspiraba a ser escritor. En cierto modo, ha vivido su novela, en lugar de escribirla. Al final de la obra asume el papel desempeñado por Asel y repite sus ideas, aceptando luchar por un cambio. Se atreve a pensar en un futuro en donde no existan las atrocidades. Asel es el más madura y reflexivo. Con su serenidad logra salvar situaciones difíciles que se producen en las primeras escenas. En la segunda mitad del drama aumenta su complejidad. Cuando cae Tulio tiene momentos de desaliento. Sabe que la esperanza de un mundo mejor debe ser buscada en el presente. Asel, sin sombra de fatalismo, se dirige en estos términos a Tomás: “Vivimos en un mundo civilizado al que le sigue pareciendo el más embriagador deporte la viejísima práctica de las matanzas”. Asel sabe distinguir entre la necesaria violencia, inevitable para cambiar el mundo, y la crueldad que sólo añade dolor gratuito. Por eso afirma la vida, la necesidad de vivir y luchar para modificar el mundo. Sólo aceptando la conciencia de sus posibilidades y limitaciones entiende Asel que es posible avanzar. Todos pueden llevar dentro un delator, un traidor y un verdugo; asumir el peligro es un paso para empezar a vencerlo. Se quitará la vida para no descubrir el proyecto de fuga, tratando de salvar a sus compañeros, de posibilitar un futuro para ellos, ya que sabe que las autoridades de la cárcel no le dejarán compartir la celda de castigo. Lino es un joven impetuoso y desdeña la prudencia. Se contrapone a la figura de Asel. Tan pronto como descubre que Max es un soplón, quiere desenmascararlo y anularlo. Pero, al obrar así, se equipara sin darse cuenta a los carceleros. Su interrogatorio al espía lo igual a ellos y Max, espantado, pide auxilio. Lino se ha convertido momentáneamente en alguien más temible que los mismos agentes de la represión.


Tulio se muestra impaciente e iracundo frente a la enfermedad de Tomás. Esto contribuye a la vuelta a la cordura del protagonista y complementa la figura y la labor de Asel. Es el personaje que provoca más rupturas entre el mundo real y el transformado o fingido por sus compañeros. Así ocurre cuando Tulio finge recoger unos inexistentes vasos de cristal, invisibles para todos, con excepción de Tomás; aquél sólo hace los ademanes y su mímica resulta normal para sus compañeros, pero Tomás ve que realmente no está consiguiendo nada. Max es el traidor, a cambio de comida. También representa el egoísmo y la debilidad moral al procurar su beneficio a costa de los demás. Hay otros personajes que, solamente aludidos, abren la cerrada perspectiva de la celda a un horizonte más amplio de solidaridad humana. Son los “compañeros a todo prueba” que se arriesgarán para que desde el sótano puedan cavar el túnel hacia la libertad, o los “barrenderos de la galería” que diseminarán la tierra, o el “cojo de la celda de enfrente” que descubre a un egoísta, o cualquiera de los miles de ojos que miran y ayudan. Esa colectividad que está en el fondo se hará presente en escena, cuando un “coro de voces”, según dice la acotación, grite al unísono “Asesinos”, como última despedida a Asel, a la vez que revela de qué modo la situación que afecta a los cinco protagonistas trasciende sus casos personales y se convierte en testimonio de una represión generalizada.

ESPACIO, TIEMPO Y ACCIÓN. ESPACIO. El espacio varía por su transformación paulatina (desarrollar: efectos de inmersión en el apartado 2), pero en realidad es siempre la misma celda en una cárcel. Interesa por su valor simbólico y, además, se aleja del espacio convencional del teatro burgués. Desde el inicio, Buero quiere que la acción transcurra en un lugar indeterminado, que puede ser cualquier lugar y en cualquier época, donde se haya sufrido en el pasado o se sufra en el presente persecución política, represión y cárcel por motivos ideológicos. El espacio escénico se configura partiendo de la idílica Fundación inicial para llegar a la prisión en la que la obra se desarrolla. Es muy importante el ventanal a través del cual se divisa un paisaje agradable, relacionable con la pintura de Turner, paisajista romántico inglés. Del “locus amoenus” pasamos al espacio carcelario, pero eso paso se sucede con espacios intermedios que van revelando el anuncio de la realidad. Externamente, la obra aparece organizada en cuatro cuadros distribuidos en dos partes, entre las cuales transcurren tres días. La función de estas subdivisiones es escenográfica, ya que en cada una de ellas se producen cambios en la decoración, en ese itinerario comentado antes, que nos conduce desde la Fundación a la cárcel, o desde la alucinación a la verdad. Antes de caer el telón, la escena se transforma y recobra de nuevo el aspecto de la Fundación, mientras el Encargado abre la puerta e invita a entrar a nuevos inquilinos. Este final no pretende engañar al espectador, que sabe que en realidad el lugar es una cárcel. Con esta escena el autor trata de prevenir al espectador sobre las Fundaciones que acechan en la realidad extrateatral, de mantenerle atento a todo lo que en la sociedad lo limita. La metáfora escénica que equipara la prisión a un acogedor centro de estudios trasciende la concreta circunstancia carcelaria y se extiende hacia dimensiones que atañen a la vida humana en general.


TIEMPO: Debemos considerar tres tiempos:  El tiempo histórico. La obra fue escrita en los primeros años setenta, al final de la Dictadura de Franco. Los hechos aludidos en la obra no parecen, sin embargo, haber sucedido en esos años concretos. Aunque sabemos que hay un trasfondo biográfico en la obra, reconocido por el propio Buero, la obra no sucede en un tiempo concreto.  Tiempo dramático. No existen indicaciones precisas, pero es de desarrollo lineal. No hay saltos cronológicos y el drama se desarrolla en más o menos cuatro días. Los hechos se suceden “in media res”. Cuando la obra comienza los personajes están en una situación determinada debido a unos hechos acaecidos en el inmediato pasado. Podemos hablar de cuatro momentos, a los que llamamos cuadros: 1. El primer cuadro tiene lugar una mañana poco antes de comer y termina cuando sirven el rancho; por las alusiones que se hacen, se deduce que el que para Tomás es un enfermo lleva varios días muerto, pues el olor que su cuerpo despide es ya insoportable y su ración se la han repartido varias veces. 2. El segundo cuadro transcurre esa misma tarde, pues Tomás sigue encargado de la limpieza; faltan cuatro horas para la cena y al final los guardianes descubren al muerto, que falleció seis días antes. 3. El cuadro tercero (primero de la segunda parte) se desarrolla tres días después, cuando los presos acaban de cenar y la noche está cayendo. El día anterior Tomás ha ido a locutorios, para ver a su novia. 4. En el último cuadro han pasado muy pocas fechas, como parece deducirse del hecho de que Asel siga preocupado al principio por la mencionada visita que tuvo o parece haber tenido Tomás.

 Tiempo metafísico. Buero Vallejo ha señalado que una de las fuentes de inspiración de La Fundación es el cuento “Las nubes” del libro Castilla de Azorín, en donde su autor, siguiendo a Nietzsche plantea la teoría del eterno retorno, anunciada por Buero al final de la obra. El tiempo para Nietzsche es un instante fugaz precedido de la nada y seguido de la nada. Para Azorín, el eterno retorno es una capacidad para vivir de nuevo el tiempo. Tomás afirma que “el tiempo es otra ilusión” y que el futuro “de algún modo, existe ya “; Asel señala que el tiempo es un “presente eterno”. Cuando al final del drama, el Encargado invite a entrar en el aposento a nuevos visitantes, el engaño de la Fundación vuelve a empezar en un eterno retorno imparable.


ACCIÓN: No se incluyen peripecias porque es un drama de situación. Durante la primera parte y casi todo el primer cuadro de la segunda, el centro de atención está constituido por el progresivo desmoronamiento del mundo inventado por Tomás y su sustitución por el real. Hay varios momentos de tensión entre los presos, provocados por la mayor o menor habilidad de cada uno en su adaptación a la fantasía del alucinado, pero los instantes más dramáticos son el descubrimiento del cadáver por los carceleros y, sobre todo, la salida de Tulio hacia la ejecución. Hay otra acción que permanece escondida durante mucho tiempo y que sólo aflora por medio de alusiones o indiscreciones. En el segundo cuadro, Tulio apunta que hay un plan concebido por Asel, que no se revela hasta el último cuadro. Se trata de la fuga a través de un túnel que se podría cavar a partir de algunas de las celdas de castigo situadas en los sótanos. El proyecto consiste en conseguir el traslado a ellas, para lo cual es preciso cometer alguna falta en el reglamento. La oportunidad se les brinda por el fallecimiento por inanición de uno de los compañeros; ocultando su muerte, conseguían a la vez repartirse su ración de alimentos y dar pie a las autoridades carcelarias para imponerles el castigo que desean. Como el traslado no se produce, Asel comienza a intranquilizarse y a sospechar que su plan haya sido descubierto por la intervención de un confidente. Duda de si será Tomás, pero resulta ser Max. Dos razones hacen que el drama mantenga sus intrigas en secreto durante gran parte de la obra: por un lado, a Tomás y al espectador no se les puede hablar claro, pues su trastorno ha de ceder paulatinamente; por otro, el plan de evasión debe permanecer encubierto para ser efectivo. En la segunda parte, el interés por la vuelta del loco a la lucidez no desaparece, pero a ella se suma una triple atención: el enigmático proyecto, la inexplicable falta de sanción ante la simulación del cadáver y el descubrimiento del espía que existe ante los compañeros. Los instantes de mayor acción externa e intensidad dramática se producen en el último cuadro: la llamada que Max recibe para ir a locutorios permite a los tres presos restantes hablar con mayor claridad; tras exponer cada unos sus particulares sospechas, descubren su condición de espía. A su vuelta, los acontecimientos se suceden. Lino interroga violentamente a Max, éste golpea la puerta en demanda de ayuda, Asel es llamado para un interrogatorio. Ante el temor de descubrir el proyecto de fuga en la tortura, Asel se mata, arrojándose desde la galería en un descuido de los guardianes, mientras toda la prisión golpea las puertas y grita al unísono “¡Asesinos!”. Lino tira a su vez a Max desde la barandilla en medio del estruendo y sin ser visto. Tomás finge entonces ante los carceleros que sigue dominado por su antigua locura y muy poco después, tanto él como Lino, los dos únicos que han quedado en la celda, son invitados a salir “con todo lo que tengan”. Por tanto, el último cuadro es el de mayor tensión dramática, algo habitual en el teatro.


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