TEMA 7 LA NOVELA ESPAÑOLA EN LAS TRES DÉCADAS POSTERIORES A LA GUERRA CIVIL: CELA, DELIBES Y MARTÍN SANTOS. El panorama cultural de los primeros años de posguerra se caracteriza por el aislamiento cultural, la falta de maestros (muertos o en el exilio) y la censura. Este contexto explica que se publicaran básicamente novelas de evasión, novelas de guerra, de carácter panfletario, y otras que tenían que ver con el Realismo. 1. La novela existencial y tremendista de los años cuarenta. Los primeros signos de renovación de la novela llegaron de la mano de dos escritores: Camilo José Cela que publicó La familia de Pascual Duarte (1942) y Carmen Laforet que ganó el premio Nadal con su obra Nada (1945). La realidad que reflejaban estas novelas no era el mundo heroico y feliz que difundía la propaganda del régimen franquista, sino una realidad desgarrada, violenta y opresiva caracterizada por el dolor y la angustia existencial. La censura impedía profundizar en las causas de esa realidad problemática, pero la desesperanza que se desprendía de la lectura de estas obras transmitía la idea de que se vivía en una sociedad que no era auténtica, muy diferente del triunfalismo oficial del franquismo. En la década de los años 40 se distinguen dos tendencias: la novela tremendista y la existencial:
La novela tremendista: La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela. Se narra en ella la historia de un campesino extremeño quien, condenado a muerte, escribe la historia de su sórdida vida, llena de acontecimientos truculentos, violencia gratuita y horrores diversos. Su importancia radica en que supone un tema y una forma originales en el ambiente general de mediocridad de la novelística de esos años. El lenguaje es directo, a veces, soez. Este concepto negativo del mundo nos recuerda a Baroja.
La novela existencial: Nada (1945) de Carmen Laforet. Relato en 1ª persona de las experiencias frustrantes de Andrea, una joven estudiante universitaria que se traslada a Barcelona y convive con la asfixiante familia de su madre. Los temas son la opresión, la soledad, la falta de esperanza, la incomunicación, el aburrimiento vital, es decir, la angustia existencial. Es importante el espacio, ya que los lugares cerrados y asfixiantes reproducen esa sensación de soledad e incomunicación. También pertenece a esta corriente de novela existencial Miguel Delibes que publica en 1948 La sombra del ciprés es alargada. En esta novela se puede observar ya un rasgo que aparecerá frecuentemente a lo largo de la producción de Delibes: la visión positiva y sencilla de las realidades más habituales y humildes. La misma característica muestra su siguiente novela, El camino, donde retrata con ojos infantiles la vida de un pueblo.
2. La novela social de los años cincuenta. A pesar de la censura, los novelistas de los años 50 dieron testimonio y denunciaron la realidad social y política que se vivía en España durante la dictadura. Estas novelas también cumplieron una función informativa porque reflejaban una situación social y económica que la prensa ocultaba. Por lo tanto, ofrecen un testimonio de la vida de la época y también se adopta una posición de compromiso ante los conflictos sociales y políticos. Temas: las injusticias, las condiciones laborales, la emigración, la marginación, el caciquismo, la vida cotidiana condicionada por la miseria, la soledad, la mediocridad, el egoísmo, la ociosidad de la burguesía. Por eso se simplifica el estilo y la técnica narrativa en beneficio de que el mensaje llegue con claridad al lector. A comienzos de esta década se publica La colmena (1951) de Camilo José Cela. Se trata de una novela de protagonista colectivo y técnica caleidoscópica, en la que se salta de unos personajes a otros y de unos sitios a otros. La unidad de la novela viene dada por la reducción espacio-temporal: transcurre en poco más de dos días y los espacios, aunque variados, se reiteran y son siempre los centros típicos de las relaciones sociales de la época: cafés, casas de vecindad, burdeles, la calle.... El diálogo tiene gran importancia en la novela por lo que se refiere a la caracterización de los personajes, pues estos se definen sobre todo por lo que dicen y cómo lo dicen. Hay,
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además, multiplicidad de perspectivas y, en ocasiones, se nos presenta un individuo o un hecho desde varios puntos de vista. La colmena es el preludio de una corriente que va a irrumpir con fuerza en el panorama de los años cincuenta: el realismo social. La novela social tiene las siguientes características:
Temas: es habitual la ausencia de historias extraordinarias y hasta se encuentran relatos en los que no pasa nada. El tema es la propia sociedad española caracterizada por la soledad individual y colectiva. Esta situación es fruto de la división entre ricos y pobres, entre el campo y la ciudad, etc. Personajes: Se pasa al personaje colectivo al personaje representativo de una clase o de un grupo, más que como individuo dotado de psicología singular. Espacio y tiempo: se ambienta en lugares concretos. Los ambientes reflejan el mundo rural y obrero en toda una gama de ocupaciones, Predomina el tiempo lineal, la acción se concentra en breves periodos de tiempo porque lo que importa es el presente. Narrador o punto de vista: El narrador se expresa en tercera persona. El autor pierde el protagonismo que tenía en la novela existencial y se convierte en un narrador testigo. Ni juzga ni opina sobre la conducta de los personajes, narra solamente lo que ve y lo que oye. Estructura interna: la novela se divide en largos capítulos sin título. Cada capítulo consta, a su vez, de breves fragmentos separados por espacios en blanco. Estilo: como norma general el estilo tiende a una frase corta, sencilla, de muy limitado vocabulario.
A grandes rasgos, pueden distinguirse dos etapas en la historia del realismo social. Una primera en la que se adopta el principio de un realismo objetivista y una segunda en la que aparece una nueva tendencia, denominada realismo crítico, que muestra una intencionalidad de crítica más explícita y utiliza la novela como una forma de concienciar al público y de influir en su postura ideológica.
3. La novela experimental de los años sesenta. Al iniciarse la década de los 60, entre los novelistas que han cultivado el realismo social cunde el desencanto y el público lector empieza a sentirse cansado de la reiteración de los temas y del progresivo deterioro del estilo. Así las cosas, la publicación en 1962 de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, marcó un hito no tanto por su argumento, que llega en ocasiones al género folletinesco, como por la búsqueda de nuevas formas narrativas: abandona la técnica objetivista propia de la novela social para utilizar el monólogo interior y la 2ª persona; los monólogos del protagonista alternan con los de otros personajes, con lo que el texto ofrece una combinación de perspectivas... El lenguaje sorprende por la creación de neologismos (subchabola) y palabras compuestas (todavíano-pero-ya-casiinevitablemente-hijo); por el empleo del lenguaje de la medicina, de voces jergales y coloquiales, latinismos, anglicismos... La sintaxis se complica con larguísimos párrafos y se utilizan abundantes figuras retóricas, alejándose así de la prosa sencilla y sobria del realismo social. Tiempo de silencio viene a cerrar una etapa de la narrativa española y a abrir nuevos caminos a la novela, no por el abandono de los temas sino por la complicación y el enriquecimiento del estilo. Así, la “nueva” novela presentará las siguientes características:
Argumento: se reduce considerablemente, llegando en algunas ocasiones a desaparecer, encontrándonos con una serie de sucesos que parecen inconexos. Personajes: reaparece el personaje individual aunque ya no va a tener los rasgos del protagonista tradicional, ya no es un héroe sino un ser en conflicto consigo mismo y con el mundo que lo rodea. Narrador o punto de vista: se utiliza mucho la 1ª persona narrativa; además, aparece como novedad el uso de la 2ª persona narrativa. Hay que destacar también el perspectivismo múltiple, mediante el cual un mismo suceso aparece narrado a través de los enfoques de diversos personajes. Forma de expresión: a diferencia de la novela social en la que lo importante es el monólogo, en la novela experimental predominan las digresiones (comentario que el autor hace sobre algún hecho o personaje) y
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el monólogo interior (que reproduce los pensamientos de un personaje tal como brotan de su conciencia, a veces sin coherencia o conexión lógica entre ellos. Estructura: desaparece el capítulo y se introduce la secuencia, fragmentos separados por espacios en blanco. El orden cronológico se rompe con referencias anteriores (flashback) o posteriores (flashforward) al tiempo de la acción, conforme las evoca la conciencia del personaje. También se narran varias historias simultáneas cuyas secuencias se van alternando (técnica del contrapunto). Lengua y estilo: abundan las innovaciones estilísticas. Se exploran todas las posibilidades del lenguaje, que a veces sufre violentas rupturas. Por otra parte se incluyen en la novela elementos extraños a ella: recortes de periódico, anuncios, informes. Hay variedad de registros (cultismos, vulgarismos, conversaciones en otros idiomas, etc.) Muchas y audaces son las innovaciones por lo que respecta a la tipografía: se mezclan diversos tipos de letras, se rompe la puntuación tradicional o es sustituida por otra nueva, las líneas se disponen en diversas formas en escritura vertical u horizontal, se incluyen grabados y esquemas.
Una obra importante de este período es Cinco horas con Mario, (1966) de Miguel Delibes, un largo y patético soliloquio de una mujer, Carmen, que habla en su imaginación con su marido la noche en que vela su cadáver. Con respecto al contenido, la obra es un retrato de la mediocridad y convencionalismo de la vida burguesa en una capital de provincias durante los primeros veinticinco años del franquismo. En lo referente a la forma, se inicia con una esquela mortuoria, sigue con un capítulo introductorio y continúa con los capítulos de reflexión de Carmen.
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