Periodico El Buhonero

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Salto al andén

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Fuera de cajón /

Sobre ruedas

Bogotá

Martes 22 de

100 horas

octubre de 2013

como vendedor ambulante

JI

Positivo/Negativo Hace seis meses se instalaron 154 en el centro. Más seguridad y organización, lo favorable. Mejorar las ventas, el reto.

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Programa

Esta maravillosa ciudad que tras sus encantos, tiene cicatrices que muchos quieren ocultar con el maquillaje de la indiferencia.

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CADA DÍA DE TRABAJO UNA JORNADA D E C O MB AT E Pa g

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+/-

DEL

CRÓNICA DE UN VENDEDOR

PRO GRAMA

EN DÍA LLUVIOSO

kioskos

” Muchas veces creo que las personas se acercan a mí por algún motivo mágico o misterioso, pero creo que hoy fue simplemente por desahogo o soledad. Fue así que un hombre de unos 40 años, cargado de bolsos de todo tipo y tamaño se sentó a mi lado, en el fondo del ómnibus y comenzó a hablarme

Hace seis meses se instalaron 154 en el centro. Más seguridad y organización, lo favorable. Mejorar las ventas, el reto.

L

a historia empieza en noviembre del 2007. Faltando poco para dejar el cargo, el entonces alcalde Lucho Garzón ordenó la instalación de 154 kioscos dobles para los vendedores ambulantes. En diciembre ya se veían en la 7a., la calle 19 y las carreras 3 y 5. Así se dio inicio a un ambicioso programa que busca instalar 2.000 de ellos, de aquí al 2017. Hoy, al hacer el balance de los primeros seis meses, la red de kioscos muestra cosas positivas. Por ahora ha beneficiado a 308 personas. Muchos de ellos cuentan que se sienten más seguros, organizados y que los policías ya no los persiguen para arrebatarles la mercancía. Algunos transeúntes agregan, por su parte, que los kioscos han contribuido a la estética de Bogotá. De hecho, sus diseñadores obtuvieron el año pasado el premio Lápiz de Acero, que concede la revista Proyectodiseño.Germán Rodríguez, el defensor del Espacio Público, aplaude que “Bogotá se haya dado a la tarea de revisar el problema a fondo” y dice que “lo bueno es que desde allí ellos pueden hacer su tránsito hacia el comercio formal”. Pero los kioscos también han dejado ver algunas dificultades. Las más importantes es que varios vendedores se han quejado porque algunos kioscos están en sitios con poco comercio. Y, además, piden más control para que los comerciantes callejeros tradicionales no les quiten la clientela.

Los acuerdos y los pactos firmados con los vendedores señalaban que no podríamos generar una competencia desleal entre ellos mismos -dice RodríguezEse es un defecto que estamos viendo y que hay que corregir evidentemente.

Los vendedores consultados sostienen que en promedio se están ganando 30 mil pesos diar “Acá me siento bien, tranquilo, gano menos que en la calle, pero estoy seguro”

2017 Así se dio inicio a un ambicioso programa que busca instalar 2.000

Aprovechamiento del espacio público en beneficio de la gente.

Los ciudadanos ya reconocen los kioscos y encuentran allí productos de mejor calidad.

Vendedores están siendo capacitados para moverse hacia esos lugares

Distrito reportó que el ingreso medio de un vendedor informal es de 411 mil pesos mensuales. Esto es poco si se considera que un hogar promedio en esa población

145.785 Pesos

por el arriendo del kiosco

Aunque en un primer momento la ciudad propuso que cada vendedo pagara 145.785 pesos por el arrien do del kiosco, hace poco se tuvo qu reversar esa decisión.


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La única alternativa de Andrés, y lo único que sabe y le gusta hacer es comerciar, entonces su vida consiste en un recorrido por las diferentes fiestas de Colombia, vendiendo artículos alusivos a cada festejo.

Los ciudadanos ya reconocen los kioscos y encuentran allí productos de mejor calidad.

De los 154 kioscos instalados, el 30 por ciento no ha sido ocupado aún. Hay que estar atentos para que no exista un “carrusel” con los kioscos, es decir, que los vendedores se los pasen de ‘mano en mano’

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se está empezando a aprovechar de manera regulada el espacio público

El diseño de las estructuras -de acero inoxidable-, no les permite protegerse del sol o las lluvias y por eso deben recurrir a enormes parasoles.

Distrito reportó que el ingreso medio de un vendedor informal es de 411 mil pesos mensuales. Esto es poco si se considera que un hogar promedio en esa población

Ahora les cobran 10 mil pesos por el uso del mobiliario y solo los obligan a pagar el servicio de luz

Cada vendedor pagara 145.785 pesos por el arriendo del kiosco, hace poco se tuvo que reversar esa decisión. “Muy pocas personas podían pagar”


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Mercadillo

Organilleros Un mercadillo es un mercado ambulante que se instala generalmente al aire libre en uno o varios días determinados de la semana. Otros nombres alternativos son: mercado sobre ruedas, mercado al aire libre, mercado/ feria de (las) pulgas, rastrillo, bazar, feria libre, zoco, pulguero,

4:30 am

plaza, tianguis e incluso mercado de antigüedades, mercado persa, en los casos en los que en ellos se comercia con ese tipo de objetos. Los mercadillos suelen situarse en lugares públicos o cedidos por el ayuntamiento de la localidad tales como plazas, avenidas, aparcamientos, etcétera.

El drama cotidiano

Se levanta

Esta maravillosa ciudad que tras sus encantos, tiene cicatrices que muchos quieren ocultar con el maquillaje de la indiferencia.

EN BOGOTÁ

SEGÚN LAS

Sale de su casa

5:30 am

ENCUENTAS HAY MÁS DE

200.000 DESEMPLEADOS;

6:30 am

Empieza a trabajar

60.000

SON VENDEDORES

AMBULANTES

Almuerza 12:00 pm

7:00 pm

Finaliza su jornada

E

n Bogotá según las encuestas hay más de 200.000 desempleados; personas que luchan el día a día para lograr sobrevivir en esta jungla de asfalto; pero hay que recalcar que de los 200.000 bogotanos aproximadamente 60.000 son vendedores ambulantes, como es el caso de Rafaela que será nuestro personaje principal.

trabajo se dirige a un parqueadero que queda sobre la carrera sexta, donde muy amablemente le guardan toda su mercancía sin ningún costo o tipo de arrendamiento.Saca su pequeño stand con varias canastas en donde se encuentra su mercancía de manera organizada, no tarda más de diez minutos en acomodar su pequeño puesto informal.

Rafaela o Rafita como le dicen las personas que la conocen lleva ya 38 años trabajando como vendedora ambulante. Todos los días muy a las 4.30 de la mañana se levanta a prepararse su café matutino; con cada sorbo piensa en lo que le podrá deparar el día, si será bueno o malo, si lloverá o hará sol o si estará a salvo de los policías que tanto atormentan a los vendedores informales, como ella.

Al final pone cuidadosamente su parasol de color rojo que termina dándole un toque de vida a la calle que parece olvidada. Las ventas comienzan temprano, principalmente cigarrillos, aunque la nueva ley prohíba la venta de estos al menudo, Rafita lo hace ya que estos representan un porcentaje importante en sus ingresos. El día sigue trascurriendo al igual que las ventas, cigarrillos, mentas, dulces, gomas, papas, jugos, gaseosa, ponquecitos, chocolates y un sinfín más de productos que son el vivir de Rafita.

Son las 5.30 de la mañana y Rafita sale de su casa ubicada en el barrio La Paz, al sur de la ciudad, se dirige normalmente a la avenida donde espera el bus que le llevará a un día más de trabajo. Su espera se torna ansiosa en ocasiones cuando el transporte público se retrasa o simplemente sigue derecho sin recogerla, cosa que molesta a Rafita ya que a ella no le gusta hacer esperar a sus clientes. Su recorrido hasta la carrera séptima con 31 donde se encuentra su puesto de trabajo, tarda una hora con quince minutos, tiempo que se le hace eterno a Rafita cuando le toca irse de pie en el bus, o completamente relajado si corre con suerte y encuentra un asiento dentro del bus desocupado, o simplemente cuando un caballero se lo cede como gesto de cortesía.Al llegar a su sitio de

Llegado el medio día, también llega la hora del almuerzo, el hambre se comienza a notar y Rafita lo único que tiene que hacer es esperar; todos los días y casi a la misma hora, baja José, quien es un mesero de un restaurante ubicado dos calles más abajo, José le dice el menú a Rafita normalmente, como si se estuviera dirigiendo a su mejor cliente, y así es. Ella le dice lo que quiere y ya sólo es cuestión de esperar a que José vuelva con su almuerzo.


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5 Malabarismo

El organillero es el ejecutante o manejador del organillo, instrumento reproductor de melodías, las cuales son grabadas en cintas o cilindros de papel o metal por medio de perforaciones, difundido inicialmente por el norte de Europa es actualmente un componente nostálgico de la cultura y sociedad del siglo XIX en varios países, como Alemania, Francia, Suiza, Argentina, Chile y México.

tades preexistentes) que intercambian productos por dinero en efectivo del cliente y comprador, sin que intermedie comprobante alguno (boleta, factura o contrato), ni respaldo o seguro por las transacciones realizadas.

Comer Tipos

E

de

s el término empleado para describir una actividad comercial no afincada territorialmente en un lugar determinado; es ejercida por una persona o por un número reducido de personas (generalmente vinculadas por parentesco o por amistades preexistentes) que intercambian productos por dinero en efectivo del cliente y comprador, sin que intermedie comprobante alguno (boleta, factura o contrato), ni respaldo o seguro por las transacciones realizadas. Los productos (bienes o servicios) se dirigen principalmente al consumo de personas que habitan en lugares residenciales (viviendas o casas), o bien en movimiento (peatonal o movilizadas por medios mecánicos por ejemplo autos, buses o micros) o asistentes a centros de atracción coyuntural (eventos de variadas índoles) o usuarios de establecimientos de prestación de servicios (educacionales, de salud, penitenciarios y otros). Es el término empleado para describir una actividad comercial no afincada territorialmente en un lugar determinado; es ejercida por una persona o por un número reducido de personas (generalmente vinculadas por parentesco o por amistades preexistentes) que intercam-

Es el término empleado para describir una actividad comercial no afincada territorialmente en un lugar determinado; es ejercida por una persona o por un número reducido de personas (generalmente vinculadas por parentesco o por amis-

bian productos por dinero en efectivo del cliente y comprador, sin que intermedie comprobante alguno.Los productos (bienes o servicios) se dirigen principalmente al consumo de personas que habitan en lugares residenciales (viviendas o casas), o bien en movimiento (peatonal o movilizadas por medios mecánicos por ejemplo autos, buses o micros) o asistentes a centros de atracción coyuntural (eventos de variadas índoles) o usuarios de establecimientos de prestación de servicios (educacionales, de salud, penitenciarios y otros). Otra división puede apuntar a los medios de traslado, unos lo

son de tracción humana (caminando, carritos, triciclos, bicicletas, mesas, parrillas, hornos, etc.); animal (burros o mulas, caballos, carretelas); y mecánica (autos, camionetas, furgones, van, camiones y otros).

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RADIOGRAFÍA DEL TRAJIN

SUFREN VENDEDORES AMBULANTES Para más de 1.000 personas el futuro es incierto con la llegada del Sistema Integrado de Transporte. Suben a buses y busetas unas 30 o 40 veces cada día, de domingo a domingo. Generalmente por la mañana, de 7 a 4 ó 5 de la tarde. “Es que por la tarde la gente ya está estresada y no lo recibe bien a uno”, cuenta Miguel Ángel Rivera, uno de ellos. Sin embargo, algunos trabajan después de mediodía, pues -dicen- hay menos competencia. Ellos decidieron no ser ladrones. Lo repiten todos los días. Prefieren vender dulces, maní, esferos, incienso, pulseras, pequeños libros o cantar por

unas monedas en los buses de Bogotá. Son 1.340 personas, según un censo de la Secretaría de Movilidad (SM). “Para mí, todo el que se la rebusca honradamente es un guerrero”, dice Edward Elíecer, un ‘rapero’ que, por supervivencia, se sube a los buses de lunes a viernes, por la Séptima. Baila los fines de semana en discotecas de la Primero de Mayo. Los vendedores esperan en los andenes, en los semáforos en rojo. Caminan al acecho, con un ojo mirando hacia adelante

y otro hacia la calle. Buscan un bus con la puerta abierta que no esté ni muy lleno ni muy vacío. Cuando lo encuentran, se ponen en marcha. Se suben de un solo salto, como leones dando un zarpazo. Son más rápidos que el conductor, que casi nunca logra cerrarles la puerta en la cara. Con la misma agilidad se saltan la registradora del vehículo, con la que el conductor cuenta cuántos pasajeros se subieron cada día. Si no lo hicieran, les tocaría pagar.

1 La ‘guerra’ se libra en medio del ruido y del humo de las avenidas más transitadas de Bogotá: la carrera 68, la calle 100, la avenida Primero de Mayo, las carreras Séptima y Décima y las carreras 11, 13 y 15.

2 Según la Secretaría de Movilidad, el 90 por ciento gana hasta 25.000 pesos diarios.Sin embargo, la cifra parece depender del lugar donde se pregunte. En la calle, casi siempre dicen que ganan menos de eso.

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No son guerreros solitarios. Por el contrario, son como soldados de un mismo ejército. Se acompañan y se apoyan, se pasan información y se enseñan las mañas del oficio. Se reúnen alrededor de pequeños quioscos ubicados sobre las avenidas en las que trabajan.

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El producto más vendido son las ‘minisopas’. Son pequeños libros de sopas de letras que se imprimen y se encuadernan en el mismo local, en el occidente de Bogotá. Cada uno tiene 14 páginas y está elaborado en papel periódico. Marcela vende 2.500 de ellos

5 “El objetivo es conocer de qué programas sociales del Distrito podrían ser objeto estas personas cuando salgan del transporte público”

UNA JORNADA DE COMBATE

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H

ace 7 años Pedro Ortega era un campesino que vivía de lo que sembraba en una pequeña parcela en el Tolima. Por la presión de los terratenientes abandonó la tierra y se vio obligado a emigrar a la ciudad. Hoy debe pasar el día parqueado en una esquina de Bogotá, ofreciendo baratijas a los transeúntes y soportando el acoso constante de las autoridades, para regresar en la noche a la casa de inquilinato donde vive, al sur de la capital, llevando el sustento a sus 7 hijos. Por defender el derecho que él y sus compañeros tienen a trabajar, Pedro ha pasado varias noches en los patios de la Estación IV de Policía, sin recibir un pan, o una cobija. Ni las detenciones, ni los golpes, ni las amenazas de conducirlo a la cárcel han logrado desterrarle. Después de cada atropello vuelve con su cajón atiborrado de objetos al mismo sitio de donde fue desalojado a la fuerza.

Al igual que Pedro Ortega, se calcula que unos 60 mil vendedores ambulantes en Bogotá y cerca de 200 mil en todo el país padecen múltiples penalidades y riesgos para poder llevar el pan a sus casas. Para ellos cada día de trabajo es un día de combate. Como desde 1977 la Alcaldía Mayor suspendió la expedición de licencias, 50 mil vendedores callejeros viven ejerciendo ilegalmente la única actividad que les permite subsistir. Detener la avalancha de personas que cotidianamente se lanzan a las calles. En la calle hay sitio para todos ellos. Sólo se requiere de unos pocos pesos para iniciarse vendiendo cigarrillos o cordones de zapatos.


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oger el cartón de cigarrillos, y meterme en el parche de los vendedores de semáforo fue un paso que di, irreversible. Los temores, sobre todo al ridículo, me atacaban sin concesión alguna. El “parche” de vendedores me miró primero con curiosidad y luego con suspicacia y me preguntaron “¿quien es usted?”, me preguntó un vendedor la respuesta más fácil habría sido, un periodista, pero ella me hubiera cerrado la puerta que yo quería abrir: trabajar hombro a hombro con los “rebuscadores”. Les respondí que yo tenía como ellos necesidad de ganarme la vida. La competencia en los semáforos es feroz. Es la ley del rebusque, impuesta por el desempleo. Un compañero me dijo “solo se vende, si la gente ve el empeño”.Muchos vendedores han sido golpeados. En los buses venden de todo. Deduje que ese semáforo no me convenía y que era mejor buscar un puesto donde el anonimato estuviera garantizado. Todas las esquinas y semáforos de Bogotá parecen tener dueño o dueños.

como vendedor ambulante

La Alcaldía, respetando el espíritu y letra de la sentencia de la Corte Constitucional está proponiendo un acuerdo con los vendedores ambulantes basado en la reglamentación de espacios, horarios, productos. Como en el semáforo, la decisión de vender pañuelos en los buses la tomé dando el primer paso. No fue sino mostrarle la “mercancía” al conductor y abordar por la puerta de atrás el vehículo. Sin darle más vueltas al asunto, mostré los pañuelos de cuatro hojas y dije, con un impropiedad “A quinientos pesitos, tres en mil”. Hay tres momentos peligrosísimos. Primero, el abordaje. Segundo, entrar con una cara de triunfante y ofrecer el producto. El tercer y último momento es la bajada. En buses y busetas venden de todo. El estudio de la capacidad económica y de las ofertas que pueden interesar a los pasajeros de bus es muy detenido y, agregaría, profundo. Los vendedores venden y la gente compra de todo, me-

Es una verdad comprobada: una cosa es comprar en un semáforo un cigarrillo y otra venderlo.

nos mis pañuelos. La imaginación de los rebuscadores es infinita En algunos semáforos, muchachos golpean las llantas con un garrote por doscientos pesos. En muchas avenidas de la ciudad, trabajan unos “informantes”, que parados en la mitad de la vía le dan al chófer los datos exactos sobre la competencia en la misma ruta. Bogotá esta dividida en zonas de venta, cada una con sus dueños de sitio, con sus familias trabajadoras y con productos específicos.

Coger el cartón de cigarrillos, y meterme en el parche de los vendedores de semáforo fue un paso que di, irreversible. Los temores, sobre todo al ridículo, me atacaban sin concesión alguna.



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