Esferas Saray Pav贸n
Imágenes y textos: Saray Pavón Márquez Maquetación: Antonio Montilla © 2011. Saray Pavón. www.saraypavon.com SarayPavon@gmail.com
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Prólogo “El ser es una ilusión, una suma de sensaciones, pensamientos y deseos”. Octavio Paz.
En su libro El alma está en el cerebro, el pensador Eduard Punset afirma que “el deseo nos saca de nosotros mismos, nos desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve excesivos, hace que vivamos en la improvisación, el desorden, el capricho, máximas expresiones de la libertad llevada al paroxismo”. Trasladadas estas máximas al mundo de Eros y de la poesía, realmente es difícil retener los excesos, ubicar la sensibilidad, cartografiar las sensaciones sutilmente, plasmar la pasión, digerir la sexualidad como algo cotidiano no necesariamente exenta del amor, y crear poemas donde los versos atisben la frontera entre la poesía erótica -llena de belleza y palpitaciones- y la poesía carnal. Realmente es una tarea difícil, pero no imposible, y para muestra nuestros clásicos o algunas autoras contemporáneas. Es el trabajo preciso del poeta, su dedicación, su calidad y la depuración de su técnica, lo que consiguen salvar esta dificultad y centrar, en la diana, los dardos de Eros. Saray Pavón emerge del nuevo movimiento de poetas que comienzan a ver sus primeras ediciones en las librerías, esa emoción y su juventud es algo que hay que considerar a la hora de afrontar la lectura de este poemario. Su atrevimiento y su osadía se hacen notar, y lo recorren -salvo excepciones- de arriba a abajo, a pesar de mostrar cierto rubor en los últimos versos. Esferas es un puzle de tres piezas, de tres momentos diferentes, de tres maneras distintas de hablarse y de hablar, de tres estaciones con lluvias, cascadas de muertes efímeras, curvas y hecatombes. Circunsexo está lleno de ausencias, vacíos, tacto frío, búsqueda y, en ocasiones, tristeza. Los fantasmas pasean por las sábanas solitarias, tan solitarias como las caricias, como el silencio tras la lluvia y la humedad oscura.
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Te espera como una herida abierta, con unos labios que hablan de soledad y se desordenan cuando tus dedos los callan.
El lector tiene la sensación de ser un voyeur que se ha colado clandestinamente en una habitación con la puerta abierta, casi olvida la poesía y se centra en el exhibicionismo: es una sensación real e inevitable. Libidotenia destierra el silencio, hay música, baile, ritmo y un tambor poético que, desordenado, toca y repite -ya en otro cuerpo- la Danza de la muerte, el sexo como agonía predecesora de una muerte deseada y un silencio, tras ella, jadeante. En esta segunda pieza de nuestro puzle imaginario, las sábanas se mezclan con la ropa, hay esperas y despertares compartidos, y -entre el amanecer y la noche- asoma la tinta y la palabra como preludio a la tercera pieza que es, a pesar de su brevedad, la más interesante. [...] tu saliva es un corazón de tinta, palabra a palabra, aquella envoltura no carnal; tu piel tan solo cubre tu desnudez, tu mirada es el eco de los fragmentos.
En Desnudez, la poeta se observa a sí misma frente a la ciudad, al mundo, a los otros, al papel, a la poesía, y es consciente de su hábitat despojado. Su desnudo no es el mismo desnudo que en las dos piezas anteriores; es un desnudo algo más sutil, un acto de presentación frente al espejo de la palabra.
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Desnudarme en un poema, palabra a palabra, entre tus manos. Dejarte ver aquello que sólo veo yo y algunos amantes. Verterme sobre el papel sin esperar nada a cambio, sentirme vulnerable y frágil como en el momento álgido del placer.
Sabe de la dificultad de mostrarse a sí misma, de entrar de lleno en la poesía, de abandonar el Locus Amoemus en el que ha habitado y aterrizar en lo cotidiano. Sigue lloviendo, pero la lluvia trae cierto hastío, o desilusión, o recogimiento, o trozos de naturaleza muerta y promesas rotas. Esferas es un poemario lleno de deseos, y en su intento, muestra a una poeta atrevida, con presencia, que ofrece una poesía visual y expresiva, y de la que esperamos que, con su trabajo y con el tiempo, repose y madure, y sus versos lentamente se inclinen hacia el equilibrio sutil de la poesía sensitiva.
Porque amo sobre todo la redondez, en los párrafos. Vicente Aleixandre
Luis Miguel León Blanco Octubre, 2010
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Ahora no te debes echar atrás. Ya estoy entre tus manos: preparada. Puedes ponerte música de ambiente o no entretenerte ni un segundo más e ir al grano, disfrutarme a lo clásico o saltando poemas. Cuando termines puedes prestarme o dejarme dormir en la estantería; ten en cuenta que no soy apta para menores de edad. Utilízame en cualquier rincón y hora aunque recomiendo mi consumo en noches de insomnio, esperas de autobús o saboreando café.
I. Circumsexo
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Llueve, llueve, llueve... Llueve constantemente, gemidoramente. Fernando Pessoa - el libro del desasosiego.
Me masturbo Inspirado en un poema de Francisco Carrascal
Mis dedos nadan y bucean en mí, se entretienen y se apresuran, rápido, lento, rápido, lento. El corazón se acelera, el aire se espesa y los dedos siguen la ruta preestablecida. Me muerdo los labios, cierro los ojos y tu fantasma aparece, recorre mi cuerpo de ola, lo deja en un t r a n c e, lo hace gemir, lo sacude, lo eleva rápido, lento, rápido, lento, rápido, rápido, rápido. Lento, lento, lento.
Como un río, me derramo dentro de mí,* me lleno para no sentir tu ausencia para que el aire no me oprima; me lleno para no pensar que el avión desperezaba sus alas tristes y que el frío va marcando los minutos en mi cuerpo.
Y es ahí donde c a s c a d a y cueva son una misma cosa.
* Versos de un poema de Nuria Mezquita.
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Si tuviera que dibujar el escondite perfecto, haría sólo un pequeño trazo, curvo Nuria Mezquita.
Nada en esa foto revela que ha sido tomada en Sevilla y no en cualquier otro lugar, nada en esas sábanas confiesa amor, propio o ajeno, y sin embargo en las manos el paso de los años no perdona.
La curva donde se origina la h e c a t o m b e parece incluso impregnar el papel en el que escribo. 12 esferas | Saray Pavón
Este es el momento de zambullirse ... y es desde los cuerpos desde ellos precisos. Versos de Tomás Rivero.
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Te espera como una herida abierta, con unos labios que hablan de soledad y se de s or de na n cuando tus dedos los callan.
El silencio se ha roto. A solas, en la humedad oscura, todas vuestras caricias atormentan mis ingles, y azoto una pared que me devuelve la sangre que perdí en cada batalla. Gracia Iglesias
Soy de las que prefieren cerrar los ojos a mirar al techo que se mueve y está descolorido, de las que no aprietan la mandíbula y silenciosamente hacen su trabajo y se imaginan siendo río de tu lengua caliente y húmeda; de las que se entretienen fantaseando con cosas que nunca dirían.
He conseguido la victoria. La lluvia recien caída no me deja acordarme de tu nombre. 14 esferas | Saray Pavón
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Ese cuerpo que se asemeja en todo al mío: la disposición del ombligo, pechos y pubis; el olor de la piel, la humedad en los labios, todas las curvas, los muslos y las ganas. Todo es igual, incluso el lunar en el dedo, la mano que se desliza y acaricia el sexo, el tatuaje y el tacto frío. Sobre todo el tacto frío.
Y cuando soy como un piano mudo sólo bastan unas manos para hacerme sonar.
Recorro la verticalidad de las calles, me mojo en los charcos, juego a escalar montañas.
Deseo cosas imposibles, humedezco mis labios y olvido que la tristeza salía de cada palabra, que cuando ya no sea verso no seré nada.
Dártelo es mi privilegio y como te lo doy te lo podré quitar. Iván Ferreiro - Tristeza
Hay días -sobre todo en veranoque me encierro en mi cuarto, me doy vueltas, vuelo, gimo. Me doy placer una y otra vez hasta que ya por fin -saciada y sudorosa- dejo la habitación ventilándose y me ducho.
Y como los mares sigo, combatiendo mis olas sin ti, navegándome hasta que callada me llegue la muerte.
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Lleno la bañera, me sumerjo en el agua y cierro los ojos. Entonces, sin una gota de decencia, me esparzo por cada parte de ti.
Nuestras manos son caleidoscópicas. Varían según el cuerpo que registran.
Soy yo, pero imagino que investigas mi vientre con tu sexo, que se acerca de manera descarada.
Te busco en los ojos esperando que el agua los amanse.
II. Libidotenia
Dejo rasurado el monte de Venus, no quiero que nada ni nadie se interponga entre él y mis dedos.
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Sonámbulos: Enciendo un fósforo y nace tu cuerpo tejido con la noche.* Lamo la luna que nos mira desde arriba y trazo autopistas hambrientas donde no hay tiempo. Recorro con mis dedos tu desnudez y amarro docenas de gemidos que gritan tu nombre. Me expongo a tu mirada indiscreta y despierto el tambor sordo que duerme sobre mi pulmón izquierdo. Suelto ideas que se inflaman en mi sexo sin decir palabra y, entonces, acorralo tu boca con la mía. Allí donde el lenguaje se hace lenguas y choque de carne enmudecida.
Versos de José Acosta Poema Enciendo un fósforo.
Antonio Rivero Taravillo.
Todo era convexo, desayunamos, comimos y cenamos p o l v o. Destejimos canciones que amortiguaban los ruidos, las voces salían redondas como senos, tomamos billetes de ida y vuelta al infinito. No había límites. 20 esferas | Saray Pavón
Como peonzas locas: La música suena, mis labios se posan en tus párpados cerrados, a ritmo lento bajan, te recorren, se cobijan en ti. Y tú me acaricias, me susurras un momento antes de que nuestros labios bailen como peonzas locas y acompasadas.
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Y enmudezco. Todo está distorsionado en húmedas sonrisas, en poemas desnudos de rima. Hay libidotenia más allá de los tobillos, en el suelo mi sombra olfatea la tuya y se llena de sur-realismo. Se empañan los cristales y me entrego sin titubeos, me derrumbo sobre ti como el traje en la percha. Y siguen lloviendo nubes mientras me pongo el albornoz de verruga.
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En esos titubeos, el acoso tentacular de tus pasiones se clava entre mis pechos. Me condena a ver las horas de la madrugada, a escuchar llamadas inexistentes cuando estoy lejos del teléfono. En esos momentos de duda, mis impulsos se quieren desatar y salir corriendo. Me susurran aromas de otros brazos, de distancia; pero me quedo lejos del teléfono, a escuchar llamadas inexistentes. esferas | Saray Pavón
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El calor, como una ropa invisible, dan ganas de quitárselo. Fernando Pessoa - el libro del desasosiego.
Te he imaginado muchas veces desnudándome despacio, desabrochando los botones de mi chaquetón y dejándolo caer al suelo.
Los colores se volvieron silenciosos, las manos parecían inexpertas y torpes cuando, despacio, bajaban la cremallera de la falda.
Te he imaginado kamasutreándome, agarrándome con fuerza, besándome con violencia y llenando las habitaciones de recuerdos.
Las miradas se confundían en una, la ropa se perdía entre las sábanas y los tatuajes se olfateaban inseguros.
Acariciando mi piel, tocándome los pechos, pasando la lengua por todo mi cuerpo y compartiendo el primer café de la mañana.
Con deseo y timidez, colgamos la piel en la percha y dejamos las gafas en la mesilla.
De tu piel: Mi cuerpo tiembla, como un árbol desnudo, en la suavidad de tu piel. Estoy a punto de nieve y sin voz. Jadeante, cansada. Pero se colma el momento, cuando veo tu despertar.
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Todo estaba habitado por la luz. Ni siquiera la sombra de los cuervos -que partían- manchaban los trigales. Entonces me distraje. Y ocurrió. Diego Vaya.
Las curvas del mundo son tus labios moderados, tus ojos, de la poesía sin viento, parte; tu nariz el ingrediente secreto, tus manos son telarañas deshabitadas, tu espalda ese camino indirecto del arte, la armonización de dos lenguajes, tu saliva es un corazón de tinta, palabra a palabra, aquella envoltura no carnal; tu piel tan sólo cubre tu desnudez, tu mirada es el eco de los fragmentos. Tu vientre es mi piano fetiche donde el ombligo es el botón de apagado de historias de cuerpos, tus dientes son la pasión que no piensa en nada, que va de incisivo a pezón porque en tu boca o voz el verbo se hace carne.
Así eres tú: A Lorenzo.
Fuerte como la absenta, más pasión que el rojo, que el circunsexo o la libidotenia: así eres tú.
Todas las noches es así. Te metes dentro de mi cuerpo y la muerte fermenta entre mis piernas. Me obligas a sentirme en estado puro, me llevas al límite de mí. Algunas: lentas, otras: cara a la pared; pero todas las noches es así. Te metes dentro de mi cuerpo y se entrelazan los gemidos en rítmicas convulsiones y, entonces, vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Intenso como el baile de las peonzas locas, como las miradas-flechas y los insomnios por soledad. 26 esferas | Saray Pavón
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Esferas: Mis pechos son esferas con ojos. No ven. No quieren hacerlo. Pero a veces se asoman, con timidez, y escrutan cada parte de tu mano.
Junto a la cama signos húmedos. Mi cuerpo se enciende, cae la ropa al suelo, me tumbas de espaldas sobre ella, tu mano va y viene por mis muslos, giro la cabeza, bajo la cama un bolígrafo, me muerdes, jugamos, somos enchufes biológicos, nos apoderamos de la silla y del suelo, nos perdemos bajo el edredón, intercambiamos gemidos, nos acariciamos. Luego las cabezas duermen tocándose.
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Estoy abierta a volar en espiral, a empujar con la lengua las palabras, a desnudar mis versos en tus manos donde mi aliento descansa de su lucha. Trato de hacerme aire. Quiero ser mujer y pájaro, llegar rápido a donde el cielo se teme, escapar de las sombras de la habitación, morirme en ti mil veces.
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A Jesús.
Amanecer húmeda. En el momento más alto del deseo. Luego mirar tu cuerpo desnudo y acariciarlo sabiendo que todo hay que inventarlo de nuevo.
Y con la noche, tras tantos gemidos, cayó el silencio.
De ti aprendo a paladear los besos, de ti me viene ese luminiscente frenesí de lascivia, ese desorden de cama y mente y el ritmo, siempre, para aquí y para allá y va y vuelve de tu boca a la mía, pero continuo con mi yo en ti, sediento.
Me he hecho adicta a tus labios, a la manera que tienen de hacerme mar, de convertirme en suspiros.
Un temblor de párpados, amanecer y verte.
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Las gotas de sudor se apagan antes de darse contra el suelo.
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III. Desnudez
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Voy descalzo. Dejaré como herencia mi desnudez. Diego Vaya.
Y miro y sólo veo velocidad de vicio y de locura,* toldos que tienen un rítmico vaivén de borracho, gente que espera el autobús fumándose un cigarro y una piel, una sola piel, para aguantar lo que venga. * Versos de Miguel Hernández.
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Desnudarme en un poema, palabra a palabra, entre tus manos. Dejarte ver aquello que sólo yo veo y algunos amantes. Verterme sobre el papel sin esperar nada a cambio, sentirme vulnerable y frágil como en el momento álgido del placer.
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Ten en cuenta que es más fácil bajarse las bragas que mostrar el alma.
Te olvido por un instante para pensar en mí, para mirarme en el espejo y valorar las formas geométricas de mi cuerpo, para ver la reacción al acariciarlas: la carne de gallina, la boca entreabierta y la humedad.
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Era más fácil entonces cuando aún no había probado tu sexo y vagaba en otros cuerpos en busca de mí misma, cuando no tenía el recuerdo de nosotros como orugas bajo las sábanas.
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Las ganas se desnudan. Se ponen en la mesa o en cualquier parte. Siempre se muestran abiertas en la intimidad.
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Tu boca: ese poema que no sé descifrar, es una nube que amenaza con lloverme mientras la música mueve cortinas, es el imán que me hace aterrizar en tu vientre.
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Los amantes se entregan trozos de naturaleza muerta, promesas rotas. Pero yo no quiero eso. Sólo espero sexo, el no dolor y la muerte. Versos de un poema de Abelardo Rodríguez.
Las piernas abiertas de par en par saben que los cuerpos se aman con rapidez, que no se necesita más que una mezcla de ganas y atracción. Los cuerpos se fusionan, respiran el uno con el otro y luego quedan jadeantes. Pero la cabeza siempre está ahí. La cabeza siempre tiene la última palabra.
Mi paz en soledad se desprendió de mi piel porosa, me dijo que no aguantaba más sin ornamentación interna. Desde entonces veo las cosas desde mi propia altura, sigo el recorrido de mis palabras, percibo mis errores humanos y pongo floreros en lugar de pasiones.
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Me enciendes, poco a poco me consumes. Degustas mis caladas aunque sepamos que todo acabará en un cenicero.
Pasó tu turno y te quemé sobre un sofá de cuero, en el asiento de atrás de un coche cualquiera.
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Por ellos me he disfrazado de colegiala, de enfermera, de futbolista, de vampirella, de princesa, de ramera, de china, de presa, y algunos se escandalizan cuando les digo que me gusta que me chupen los pies.
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Y a veces soy más clásica que Shakespeare, parezco una mosquita muerta o una monja, me ruborizo y llevo cuello vuelto, pero otras pienso y digo cosas que deberían llevar un cartel de “sólo para adultos”.
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QR Codes
Agradecimientos Bueno, este apartado es nuevo para mí. Suelo ser críptica porque pienso que ya me destapo demasiado en mis poemas, vídeos... Sin embargo, voy a hacer una excepción. Pienso que estas Esferas tienen mucho que agradecer a... Jesús Madroñal, por todos los insomnios, amaneceres e inspiración. Mi madre, por apoyarme, ser una amiga y estar ahí. Mi hermana, por demasiadas cosas que no caben en... un folio. Alejandro M. López, por la genial idea de los QR codes. Al jurado, que eligió este poemario como segundo premio. Luis Miguel León Blanco, por el prólogo. Los que están al otro lado del libro, blog...
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Ya está, se ha acabado. Recuerda que puedes prestarme o dejarme dormir en la estantería; en caso de que te hayas quedado con ganas de comentarlo o decirle algo a la autora puedes escribir a SarayPavon@gmail.com. Eso sí, ten en cuenta que el derecho a responder o no me lo reservo.
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“He regresado al tigre.” Miguel Hernández
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