De como un gusano contemplaba a don quijote desde su agujero

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Después de las aventuras que llevaron a Don Quijote a Barcelona, cuentan que regresó a su casa donde murió, pero investigaciones recientes nos dicen que esto no fue así. Su fallecimiento fue una treta de Cervantes al no encontrar el tercer libro de Cide Hamete Benengeli. Esta obra inédita narra las aventuras del Quijote y su escudero cuando hallaron un “agujero de gusano”, que les trasladó al futuro, donde protagonizaron extraños sucesos. ¿Habéis oído hablar de Orson Welles y su famoso <<simulacro>> radiofónico de una invasión extraterrestre? ¿A que no sabéis quien dio la voz de alarma? Efectivamente, Don Quijote, que al escuchar La guerra de los mundos, corrió por la Gran Manzana pregonando, a voz en grito, este suceso que él creía verídico. Mientras, Sancho corría tras él con un hot-dog en cada mano, que había robado en uno de esos puestos callejeros tan comunes por aquellos lares. Tras él corría un furibundo y obeso italiano, dueño de los objetos de disputa, a la voz de: <<¡Al ladrón, al ladrón!>>, pero esta es otra historia que ya contaré. Volvamos con nuestro ingenioso hidalgo y la historia que os quería referir: Capítulo XXI De como Don Quijote y su escudero Sancho Panza llegaron a un pueblo de La Mancha, donde obtuvieron su alcaldía y el motivo de su huida. En un lugar de la Mancha donde abundaban caballos metálicos y cajas parlantes, llegaron nuestro valiente caballero y su inseparable compañero. Al pasar frente a la casa consistorial vio gente vociferando hacia al balcón. La masa de personas pedía la dimisión de su alcalde, porque según contaban, robó dinero municipal y con él compró votos para su reelección. Don Quijote, indignado, corrió a lomos de Rocinante, entró en el ayuntamiento y rompiendo puertas y atropellando a funcionarios municipales, se enfrentó al corrupto mandamás, exclamando: -Villano, enfréntate a mí, raudo y veloz, y subsanaré las heridas que le has infringido a este pueblo con la maldición de tu mandato. El que gane este duelo será el nuevo señor de este burgo y el que pierda se tendrá que ir para no volver jamás. -¡Santo cielo!, ¿quién es usted? ¡Márchese de aquí ahora mismo o llamaré a la policía municipal!-exclamó el gobernante explotando de furia. -Escoja, mi señor, o acepta el duelo o perderá aquí mismo su vida, suya es la elección.Dijo el hidalgo mientras que ponía su espada en el cuello del regidor. -¡Socorro, Ramírez, venga rápido, un loco vestido con una armadura me está amenazando! –le gritó a su secretario, pero nadie le contestó.


-Me temo que su amanuense está ocupado comiendo con mi fiel escudero en la posada de este lugar. El alcalde del pueblecito, aterrorizado por los ademanes del jinete, salió huyendo, perseguido por el justiciero y al salir a la plaza mayor, los vecinos del pueblo les miraron sorprendidos. Cuando el villano salió de la población, sus moradores se pusieron a aclamar la valentía e inteligencia del vengador. Enseguida se les unió Sancho al que también los pueblerinos decidieron ensalzar. Uno de ellos, equívocamente, gritó que, ya que perdieron a su alcalde, nombrasen a ese hombre con aspecto tan noble que les salvó de la tiranía. Otro agregó: - Estamos hartos de la corrupción en España y exigimos la independencia. Nuestro héroe aceptó su cargo como gobernador y nombró a su paje secretario de la futura nación. Poco tiempo después de pedir la autodeterminación, recibieron la respuesta del Gobierno que les hizo saber que, al ser un villorrio tan pequeño, insignificante y trivial, aceptaban su proposición. El primer edicto de este nuevo país fue destruir todos los <<caballos endemoniados>> (que era como llamaba el soñador a los automóviles) y el resto de las nuevas tecnologías que Don Quijote pensaba que eran artificios hechos por el sabio Fresón. Aunque recibió algunas críticas, la mayor parte de la concurrencia opinó que ese precepto era necesario y óptimo para el medio ambiente, y que su caudillo era valiente por ser el único que se atrevió a promulgar tal decreto. Esta medida causó una incomunicación con el exterior, provocando un aislamiento total del resto de España, Europa e incluso del mundo. Llegó a los oídos del caballero y su escudero, la historia de una pelea entre dos de sus conciudadanos. Esta era producida por una disputa provocada por los marcos de sus huertas contiguas; uno de ellos decía que el otro los había movido a su favor, pero el otro decía contrario. Al prócer le pareció tan insignificante este suceso, que mandó a su inocente subordinado solucionar tal dilema. El juez de la pelea se dirigió al lugar donde el debate nació. Allí, se encontró con Pedro del Rincón y Diego Cortado y ahí comenzó el debate: -Mi vecino Pedro tiene la huerta más pequeña que yo, siempre intenta comprarmela, pero yo nunca la vendería. Este terreno es de mi familia desde hace años. Si lo dudas revisa los papeles de propiedad que traigo. -Los papeles no tienen que demostrar nada, ¿quién sabe si son verdaderos? Hace unos años compré una pequeña parte de la huerta a los del Rincón, pero me dijeron que no me


darían papeles, ya que nunca me engañarían. Pero, ya vemos como cumple esa familia sus promesas -Nunca vi esos papeles pero hay un refrán que dice: “Si no puedes con tu enemigo únete a él” ¿Por qué no tiráis los marcos y juntáis las huertas?- dijo Sancho. Y nada más acabar de dictar el veredicto, fue a contárselo a Don Quijote, a quien enseguida y sin dudarlo, se le ocurrió la funesta idea de hacer de esto un manifiesto, sin saber lo que le esperaba. Porque con la electrónica te puedes meter, pero si te metes con las propiedades de la gente, muy buen futuro no te auguro. Y así fue: nada más enterarse de esto los habitantes de este pueblecito volvieron a manifestarse delante de la alcaldía, pero esta vez no por la corrupción, sino por la tiranía que ese loco estaba ejerciendo sobre el pueblo. Nuestros protagonistas no entendían nada, asíque el poco sensato caballero, se dirigió a sus súbditos, diciendo: -¿Qué fallos he cometido en el gobierno de este burgo? ¿Acaso os he robado o estafado? ¡No! Esa es la respuesta y quien diga lo contrario está equivocado. Pero a la masa le daba igual. Las palabras de su admirado cabecilla ya no ejercían efecto sobre ellos. Llamaron al exsecretario y consejero de Cultura, para que les salvara de la opresión. Cogió uno de sus rifles de caza y subió al despacho de sus caudillos. Estos le preguntaron por qué les traicionaba y él contestó: -No os traicioné porque os amase menos, sino porque amaba al pueblo más. ¿Preferiríais seguir en la alcaldía y que sufriera la gente, o iros y que la gente fuese feliz? Porque me apreciáis, lo lloro; porque sois afortunados, lo celebro; como guerreros, os honro; pero por idiotas, os echo. Como Quijote y Sancho le vieron ganas de disparar, decidieron echarse a correr entre el griterío de la gente que los perseguía. Cuando estaban lo suficientemente lejos del pueblo, volvieron a encontrar otro agujero de gusano que los llevó a otra historia digna de ser contada, pero eso no será hoy.

Fátima Ramos, 1º ESO



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