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Cristianos

En Marcha

Una revista de discipulado cristiano del Ejército de Salvación Año 18 No. 4

Paz en la tierra “De repente apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían: ‘Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad’” (Lucas 2:13-14, NVI).


Cristianos

EN MARCHA Año 18 Número 4

Cristianos en Marcha es preparado por Hispanic Word y publicado por el Departamento de Programa del Ejército de Salvación, Territorio Este de Estados Unidos.

Comisionados William A. y G. Lorraine Bamford

El investigador Imagino el embeleso de Lucas con la historia de Jesús, el Hijo de Dios. Sus preguntas reiteradas e inquisidoras, sus pedidos de explicaciones y aclaraciones. Pablo, su amigo y paciente (Lucas era médico), le observaba al tomar notas y clasificarlas vehementemente. El trabajo de Lucas como evangelista revela su interés en todos los detalles y en las personas, además de revisar la veracidad de los hechos y palabras que le habían narrado. Es evidente que en algún momento entrevistó a María, la madre del Señor, y de ella obtuvo datos e información muy interesantes, que dieron lugar a hechos y escenas tan tiernas como las que relata Lucas magistralmente a Teófilo, como también a los lectores gentiles o del mundo occidental. Creo firmemente en la inspiración divina de la Santa Biblia, pero me encanta la frase de Lucas a Teófilo: “Yo también… habiendo investigado todo con esmero… he decidido escribírtelo ordenadamente”. He aquí entonces un Evangelio confiable. La rigurosidad de Lucas en su trabajo debe alentarnos a ser comunicadores de la Palabra. No sé qué tal sería Lucas como médico, pero como historiador: ¡10 puntos de calificación! ¡Que Dios les bendiga y Feliz Navidad para todos!

Manuel O. de los Santos

Líderes del Territorio

Coronel Kenneth O. Johnson, Jr.

Secretario en Jefe

Mayor Manuel de los Santos Editor

Brenda Lotz

Directora de producción

Marisol Lalut Diseño gráfico

Nuestro propósito

El propósito de Cristianos en Marcha es proporcionar material cristiano que inspire, informe y desarrolle a los salvacionistas de habla española para que continúen en su tarea de honrar a Dios, salvar almas y servir al prójimo.

Declaración Internacional de Misión

El Ejército de Salvación, movimiento internacional, es una parte evangélica de la Iglesia Cristiana Universal. Su mensaje está basado en la Biblia. Su ministerio es motivado por amor a Dios. Su misión es predicar el Evangelio de Cristo Jesús y tratar de cubrir las necesidades humanas en Su nombre, sin discriminación alguna.

Fotos de thinkstock.com


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Artículos 5 La historia de Jonás Escrito por el Mayor Kenneth Wilson. La tripulación no tenía fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, pero conocían Su reputación de exigir obediencia a Su pueblo. 11 Estudios sobre la santidad: La ineficacia del esfuerzo personal Escrito por Ed Read, publicado por el Ejército de Salvación en Canadá bajo el título Studies in Holiness. La santificación es un crecer continuo a semejanza de Aquel en quien se apoya nuestra fe. 18 Las Buenas Nuevas de Juan Escrito por el Tte. Coronel Geoffrey Perry. Las ovejas responden con facilidad a las voces humanas, especialmente a las que conocen bien. 24 Apóstol de Hispanoamérica, Eduardo Palací: Colpoltor Escrito por Raquel Nüesch de Martin. Los pueblos eran generalmente tranquilos y muy poco visitados por forasteros, de modo que, cuando llegaba alguno llamaba la atención de todos los habitantes.

Para meditar 2 El investigador

16 El Niño de la profecía

4 Luz en la Navidad

22 Vayan y prediquen

10 La oración de mi vida

32 Navidad es…

Hispanic Word 58 Steward Street, Mifflintown PA 17059 hispanic@en-marcha.org


Luz en la Navidad “Mientras esté yo en el mundo, luz soy del mundo” (Juan 9:5, NVI).

“El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido” (Isaías 9:2, NVI).

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La historia de Jonás Estudio bíblico

Por el Mayor A. Kenneth Wilson

Si no fuera por el coraje de la indómita tripulación Después de que Jonás fuera comisionado por el Señor para predicar arrepentimiento a la gente y a los gobernantes de Nínive le entró pánico. En vez de hacer lo que le había sido ordenado, Jonás subió a un barco que iba en la dirección opuesta, con la esperanza de que el Señor encontrara un candidato mejor para la misión que tanto le intimidaba. Esa forma de pensar deja al descubierto su básica falta de comprensión del Señor, pues cuando Dios llama a una persona para una tarea, siempre provee los medios y la fuerza para realizarla. Jonás pensaba que se esperaba que él

actuara como si el Señor nada tuviera que ver con el asunto. No podía estar más equivocado. Tan pronto el barco estuvo en alta mar, demasiado alejado de la costa como para regresar con facilidad, se encontraron envueltos en una feroz tormenta. El Señor envió un gran viento, con una intensidad tan violenta que el barco amenazaba con hundirse. Aun cuando eran marineros con experiencia, acostumbrados al mal tiempo, los tripulantes, aterrados, clamaron cada uno a su propio dios. Mientras la tripulación echaba la carga al mar para alivianar el CRISTIANOS EN MARCHA 5


barco, Jonás, que había bajado para acostarse, “ahora dormía profundamente” (Jonás 1:4-5). Aun para los transatlánticos, los buques de guerra o los enormes barcos de carga modernos, las tormentas en el mar nunca son divertidas, sobre todo cuando el viento aúlla y las olas barren la cubierta. Y si la nave es pequeña, es aun peor. Quizá en ese momento todos los miembros de la tripulación repetían la breve oración del marinero: “Señor, ayúdame. El mar es tan grande y mi barca tan pequeña”, mientras se aferraban a la borda. La tripulación no tenía fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, 6 CRISTIANOS EN MARCHA

pero conocían Su reputación de exigir obediencia a Su pueblo y ser severo con los que elegían no obedecerle. A esas alturas Jonás ya había cometido varios errores. Primero descendió bajo cubierta y se quedó dormido. Fue reprendido por los marineros por dormir en vez de ayudar a achicar el barco y deshacerse de la carga. Dadas las circunstancias, su comportamiento hizo que la tripulación, que consideraba lo sobrenatural como primera causa de todo lo que acontecía, fuera bueno o malo, se preguntara si Jonás de alguna manera era el causante de aquello. Jonás también le debe haber con-


tado a su misión. Cuando el capitán se acercó a Jonás y le dijo: “¿Cómo puedes estar durmiendo? ¡Levántate! ¡Clama a tu dios! Quizá se fije en nosotros, y no perezcamos” (Jonás 1:6), es porque debe haber sabido que Jonás estaba en un viaje oficial, relacionado con Dios. En una curiosa manera de hallar a la persona culpable de la tormenta, los marineros y Jonás echaron suertes para averiguar quién era el culpable. Jonás perdió. Para aplacar a cualquier deidad que fuera responsable de la crisis, el perdedor debía ser amarrado y echado al mar como sacrificio (Jonás 1:7).

La tripulación rugió: “Dinos ahora, ¿quién tiene la culpa de que nos haya venido este desastre? ¿A qué te dedicas? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿A qué pueblo perteneces?” (Jonás 1:8). Con rara valentía ante la presión, Jonás les dijo que era un hombre hebreo que adoraba al “Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme” (Jonás 1:9). Su respuesta los aterró aun más, pues sabían que Jonás estaba huyendo de una tarea que su Dios lo había llamado personalmente a cumplir. Conocían lo suficiente de la historia hebrea como para saber que nada CRISTIANOS EN MARCHA 7


bueno podía resultar de tal comportamiento. Jonás admitió que él era culpable de la tormenta. No deseando dañar a Jonás, pero ansiosos por sobrevivir, los marineros preguntaron qué debían hacer. Jonás sugirió que completaran el proceso al azar y le echaran al mar. Aunque hicieron esfuerzos por remar de regreso a la orilla, la tempestad era demasiado violenta y el tiempo empeoraba con cada minuto que transcurría. Con terror clamaron al Señor, en medio del aullido del viento: “Oh Señor… no nos hagas perecer por quitarle la vida a este hombre, ni nos hagas responsables de la muerte de un inocente” (Jonás 1:14). Completada esa ora8 CRISTIANOS EN MARCHA

ción, que sonaba como un responso fúnebre para una persona que aún estaba viva, lanzaron a Jonás al mar. De inmediato el mar se calmó, como había sido predicho. Al verlo, los hombres se llenaron de pavor, sabiendo que habían visto la mano de Dios en acción, y ofrecieron sacrificios al Señor, al mismo tiempo que hacían promesas. “Si me libras de esto, Señor, me convertiré en un misionero tuyo”… la misma clase de promesas que hacemos cuando estamos en un apuro sin salida aparente. El capitán, aprovechando la oportunidad para salvarse, cambió el curso de navegación, dejando a Jonás entregado a su suerte, sin saber que


debajo de la superficie nadaba un gran pez que el Señor había enviado para salvar al profeta de perecer ahogado, tragándoselo. En ese caso, ¡el remedio era casi tan terrible como la enfermedad! Jonás permaneció dentro del gran pez durante tres días y tres noches mientras este nadaba en las profundidades. No creo que Jonás haya podido dormir mucho esquivando los camarones, las algas y los peces pequeños que también iban entrando por el gaznate del animal y llegaban al estrecho reducto donde Jonás se hallaba. Las Escrituras dicen con gran claridad: “Jonás oró al Señor su Dios des-

de el vientre del pez” (Jonás 2:1). Por primera vez desde que comenzó ese proyecto, Dios contaba con la total atención de Jonás. Estoy seguro de que Jonás oró como jamás lo había hecho en su vida. Nosotros también lo haríamos. Es una lástima que siempre necesitemos que alguna calamidad nos obligue a hacerlo. Jonás debió haber buscado la dirección de Dios antes de huir en sentido contrario, no después. Podemos aprender del ejemplo de Jonás orando: “Señor, ayúdame a hacer lo que tú quieres que yo haga”, en vez de orar: “Señor, bendice este lío que yo mismo he creado”. Usted puede elegir. CRISTIANOS EN MARCHA 9


La oración de mi vida “Me siento sumamente angustiado; por eso, mi Dios, pienso en ti… Un abismo llama a otro abismo en el rugir de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas se han precipitado sobre mí. Esta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor, y de noche su canto me acompañe” (Salmos 42:6-8, NVI).

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Estudios sobre la santidad Ed Read

Publicado por el Ejército de Salvación en Canadá bajo el título: “Studies in Holiness” Traducción por David H. Gruer

Capítulo XXV La ineficacia del esfuerzo personal

Porciones enteras de esta obra maestra sinfónica de Pablo, que es la Epístola a los Romanos, son esencialmente una doctrina de santidad; profundas, hasta enigmáticas, pero tremendamente estimulantes. Del capítulo 6 al 7 estamos pasando de un examen del principio de la santidad al preventivo de la misma. El principio, como vimos antes, es la identificación con Cristo, como resultado de la benevolencia de Dios que nos coloca “en Su Hijo”; nosotros, los creyentes, estamos “muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11). El pecado es a la vez iniquidad y debilidad; somos separados de la iniquidad del pecado por la sangre de

Cristo, que murió en la cruz, y para debilitar al pecado tenemos el poder de Cristo resucitado. Estos son hechos y son fundamentales. Basada firmemente allí, la santificación es un crecer continuo a semejanza de Aquel en quien se apoya nuestra fe. A medida que se desarrolla el argumento del apóstol, vemos una descripción de esta experiencia en su totalidad y en momentos de éxtasis verdaderamente maravillosos. Pero antes tenemos que saltar una valla, pasar un obstáculo. Todos debemos enfrentarlo, así como Pablo lo tuvo que hacer en el capítulo 7 de su Epístola a los Romanos. ¿Estará Pablo hablando aquí de manera autobiográfica? Ciertamente, parece CRISTIANOS EN MARCHA 11


ser así; pocos pasajes de la literatura se igualan a este en la intensidad de su lucha, pues las frases parecen haber sido extraídas de la angustia de un hombre. “Lo que aborrezco, eso hago… no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:15, 19). Pero ya sea que el apóstol esté aquí abriendo su corazón para dejarnos conocer algunos de sus secretos más íntimos, o meramente hablando de manera figurativa, hay algo en este capítulo que se hunde en gran parte en la vida humana. La mayoría de nosotros conocemos muy bien el conflicto que allí se describe. En algún lugar, Stanley Jones se refirió a esta batalla interior como a una “guerra civil” y entre sus oyentes una mujer joven exclamó: “No soy una guerra civil; soy una guerra mundial”. Pero, ¿era Pablo ya cristiano cuando atravesó ese tiempo de conflicto interior? Este punto es debatido. Unos sugieren que Pablo está aquí describiendo su vida de fariseo aun no regenerado, pero tratando sinceramente de observar la ley. Otros rechazan este punto de vista diciendo que ningún hombre inconverso podría decir: “me deleito en la ley de Dios” (Romanos 7:22). Sin embargo, el asunto aquí es que esa lucha fue real, ya sea que haya tenido lugar bajo la sombra del Sinaí o a plena luz del Calvario. La descripción que hace Pablo del esfuerzo sincero y del fracaso frustrante, encuadra perfectamente con lo que han informado muchos creyentes sobre su vida interior. La señora Pearsall Smith, que llegara a ser una líder entre los maes12 CRISTIANOS EN MARCHA

tros de la santidad, sabía que era hija de Dios, pero no podía actuar como tal, y eso la llevó a pensar en la posibilidad de que le faltaba algo que debiera haberle dado la victoria. Así que tomó la determinación de descubrir, si era posible, encontrar qué era lo que le faltaba. Todos los cristianos más antiguos a quienes les consultó sobre el particular le decían la misma cosa: que a ella no le faltaba nada; que era inevitable una vida de pecado y arrepentimiento debido a la debilidad de la carne; y que eso era todo lo que ella podía aspirar. Ella clamaba continuamente al igual que el apóstol: “Miserable hombre de mí, ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). Pero se planteaba el hecho de que Pablo no solamente se hizo la pregunta, sino que también la contestó de una forma triunfal. “Gracias doy por Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos 7:25). La historia de esa señora tiene un final feliz: aprendió la verdad de la santificación por la fe con unas personas muy humildes, pero nótese que no fue sin lucha. ¿Habrá algún cristiano que encontró el camino de la victoria sin luchar? El conflicto, dice Pablo, es con “el pecado que mora en mí” (Romanos 7:17). ¿Y no es esto acaso precisamente lo que cada cristiano carnal tiene que admitir? Él no era un pecador inicuo, descuidado pero, a pesar de eso, todavía no tenía la pureza de corazón. Wesley describió a esos creyentes imperfectos: “Sienten continuamente que su corazón está dispuesto a la retrogresión. Una tendencia natural


al mal: una inclinación a separarse de Dios y a aferrarse a las cosas terrenales. Están a diario sensibles al pecado que permanece en su corazón: el orgullo, la terquedad y el pecado que está arraigado a todo lo que hablan y hacen, aun a sus mejores acciones y deberes más sagrados”. El tremendo mensaje del capítulo 7 a los Romanos es que no hay necesidad de que esta condición persista. Hay una respuesta, pero no se basa en el esfuerzo personal. No proviene de un esfuerzo determinado para

observar la ley. Es como si Pablo estuviese diciendo: “Ese camino lleva solamente a la derrota: yo lo sé. Traté tanto como cualquier otro podría hacerlo y sólo descubrí cuán inútiles eran mis esfuerzos. No tenía poder para santificarme a mí mismo”. Es por eso, que a través de todo el capítulo existe una relación entre “pecado” y “ley”. Por supuesto que, en sí misma, “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12), pero nunca hubo la intención de transformar la CRISTIANOS EN MARCHA 13


ley en un camino a la salvación. Sirve para definir el pecado, para mostrarle al hombre su pecado, de igual manera que un espejo le muestra a una persona que tiene el rostro sucio. La ley no tiene poder para salvar, al contrario, el hombre se inclina a querer aquello que le dicen que no puede tener. Así es que la ley lleva a un tremendo conflicto interior entre la voluntad y el deseo, la conciencia y la imaginación. La respuesta no se halla en mayores esfuerzos. No importa cuán conscientes y decididos sean sus esfuerzos, nunca le traerán paz. ¿Por qué? Porque cualquier actitud de ese tipo sería legalista, fría, una fuente de satisfacción personal, mientras que el camino de Dios a la santidad es concediéndola como un don gratuito, de gracia. Por eso Pablo se dio cuenta, y nosotros también debemos hacerlo, que para ser libres de las demandas del pecado, es necesario ser libres de la ley. Y eso es precisamente lo que sucede al identificarnos con Cristo. “Habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo” (Romanos 7:4). Hay una diferencia profunda entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; entre el tipo de actitud que lleva a un hombre a sentir orgullo y el otro tipo que le hace sentir gratitud a Dios. Asa Mahan, dio el siguiente testimonio: “Cuando pensé sobre mi culpa y mi necesidad de justificación miré exclusivamente a Cristo, como en realidad debía hacerlo. Por otra parte, para sobreponerme al mundo, a la carne y al diablo, había dependido mayormente de mis propias resoluciones. Debía haber mirado a Cris14 CRISTIANOS EN MARCHA

to para la santificación tanto como lo hice para la justificación, y por la misma razón”. El orgullo no muere fácilmente. Aun las personas verdaderamente salvas por gracia se imaginan que pueden hacerse santos por un esfuerzo severo. Eso es imposible. Porque el esfuerzo alimenta su propio “yo”. Los cristianos de Galacia hicieron eso y Pablo les dijo: “¡Oh gálatas insensatos! ¿Recibisteis el espíritu por las obras de la ley o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? Habiendo comenzado por el espíritu, ¿ahora vais a acabar por la carne? (Gálatas 3:2-3). Note cómo ellos vistieron su esfuerzo personal con ropaje religioso. ¡Parece tan loable el celo de guardar la ley! El hombre es legalista para esto y la maldición es que esto puede llegar hasta a ocultarle a la misma persona cuáles son sus motivos verdaderos. Puede pensar que está ansiosamente tratando de agradar a Dios mientras lo que en realidad quiere es tener la satisfacción de hacerse santo por esfuerzo propio. Escribiendo sobre la tendencia humana de introducir un espíritu mercenario en la religión, James Stewart señaló: “El legalismo… está tratando constantemente de aumentar su demanda sobre Dios, multiplicando los reglamentos y ordenanzas que se propone obedecer”. No, la vida de santidad no viene por el esfuerzo personal del ser humano, sin ayuda alguna. Por más esperanzado que esté al comenzar su cruzada para vencer al pecado que le acosa y establecer su bondad personal, descubrirá inevitablemente que el camino es por demás difícil, que


los enemigos son demasiado obstinados. Su gallardía dará lugar a la desilusión. Pero, citando nuevamente a Stewart: “El mismo cansancio de aquellos esfuerzos infructuosos para lograr la salvación personal, puede preparar al alma del hombre para que oiga la exclamación: ‘Estad quietos, y ved la salvación de Jehová’ (2 Crónicas 20:17)”. Cuestionario: • ¿Qué relación existe entre la santidad y las profundas luchas espirituales? Considere, por ejemplo, Roma-

nos 7, especialmente el versículo 17. • ¿Cómo se juzgan entre sí los conceptos de ley, pecado y santidad? • ¿Qué es y qué puede hacer con su pecaminosidad y su aspiración a la santidad? • En esta situación en que se aspira a la santidad y a la vez hay una lucha espiritual, ¿cuál es el papel de Cristo? • Considere el inconveniente de una actitud “legalista” a la luz de Gálatas 3:2-3. Continuará CRISTIANOS EN MARCHA 15


El Niño de la profecía “Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente. —¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo” (Mateo 2:1-2, NVI).

“Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin” (Isaías 9:6-7, NVI).

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Las Buenas Nuevas de Juan Estudio basado en el Evangelio de Juan Por el Tte. Coronel Geoffrey Perry

Presentación del Cordero y el Pastor

El Evangelio de Juan hábilmente presenta a Jesús como Cordero y Pastor. Él es “el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo” (Juan 1:29), y es también “el buen Pastor” (Juan 10:14). Fue el tocayo del autor del Evangelio, Juan el Bautista, pariente y precursor inmediato de Jesús, quien percibió que Él era el “Cordero de Dios”. Llamar así a un hombre adulto podía ser interpretado como pe18 CRISTIANOS EN MARCHA

yorativo. Esta palabra trae a la mente escenas campestres con pequeños corderos retozando por el prado bajo la atenta mirada de la oveja madre. El cordero no concibe lo que será su futuro. En la época en que vivió Jesús, miles de corderos estaban destinados a ser usados como sacrificio. Y eran sin mácula los que se sacrificaban primero. Hasta donde fuera posible, los sacrificios debían ser perfectos. Cuando Juan el Bautista señaló


a Jesús a sus seguidores, había comprendido que Él estaba destinado a ser el sacrificio para limpiar los pecados de todo el mundo. Y las palabras del Bautista fueron suficientes para convencer a dos de sus discípulos a dejarlo a él para seguir a Jesús. Uno de los dos fue Andrés, hermano de Simón Pedro, que también llegó a ser discípulo de Cristo y apóstol. El concepto de comparar al Mesías con un cordero no era nuevo para el pueblo de Israel. Uno de los pasajes más hermosos del Antiguo Testamento sin duda es el de Isaías 53, donde el profeta predice que el Mesías que habría de venir sería “varón de dolores” (versículo 3), un

siervo sufriente, un cordero que sería llevado al sacrificio: “… mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (versículos 6 y 7). Tanto Juan el Bautista como Cristo Jesús conocían bien las Escrituras del Antiguo Testamento y sabían que el sufrimiento y el sacrificio eran el destino del Mesías. La Epístola a los Hebreos explica que Cristo ofreció “una vez y para siempre un solo sacrificio por los pecados” (10:12). No hay necesidad, por lo tanto, de otra ofrenda en pago CRISTIANOS EN MARCHA 19


por el pecado “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (10:14). Ahora tenemos “libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo… un gran sacerdote sobre la casa de Dios” (10:19-21). Apocalipsis, el último libro de la Biblia, también contiene referencias a Cristo como el Cordero: “Miré, y apareció una gran multitud, la cual nadie podría contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero… Estos son los que han salido de la gran tribulación y han lavado sus ropas, y las han em20 CRISTIANOS EN MARCHA

blanquecido en la sangre del Cordero” (7:9-14). La sangre de Jesús, derramada al morir sobre la cruz, tiene poder para salvar de sus pecados y limpiar a los que creen. El lenguaje místico de la Biblia continúa hasta el último capítulo, Apocalipsis 22, donde habla del “río de agua de vida, resplandeciente como el cristal, que sale del trono de Dios y del Cordero” (versículo 1). La Biblia concluye con el concepto del lavamiento y la limpieza de los creyentes. “Yo soy el buen pastor”, dijo Jesús (Juan 10:11). Él es como el hombre que está preocupado por sus ovejas y que se acuesta cerrando la entrada del redil. “Yo soy la puerta de las ovejas”, dijo (10:7). Cualquier enemigo que intente entrar al redil, como un


ladrón o un lobo, tendría que pasar sobre el cuerpo del pastor acostado frente a la entrada. Jesús, contrastando su voluntad de proteger a sus ovejas, habló de la actitud de un pastor asalariado o contratado que huiría ante cualquier riesgo: “El buen pastor su vida da por las ovejas” (10:11). Cristo también dijo que las ovejas conocían la voz de su pastor. Las ovejas responden con facilidad a las voces humanas, especialmente a las que conocen bien. Puede haber comunicación entre el pastor y sus ovejas (10:1-6). El conjunto de imágenes presentado por el Evangelio de Juan es realmente precioso. Es tan simple que muchos podrían cometer el error de rechazarlo por simplista. En un

mundo duro y materialista es difícil para muchos comprender que Jesús es un pastor que protege y guía a Sus seguidores. Los creyentes cristianos, sin embargo, llegan a entender este aspecto de la naturaleza de Cristo. Por eso se desarrolla una comunión cada vez mayor entre el creyente y Su Señor. Jesús prometió rendir Su vida por Sus ovejas y después volver a tomarla. A los que lo oyeron decir esto les resultó difícil entender lo que quería decir. Pero esa promesa fue cumplida en la resurrección. Nos queda solamente “gustar y ver que es bueno Jehová” (Salmos 34:8). Él es, sin lugar a dudas, “un buen Pastor”. Continuará CRISTIANOS EN MARCHA 21


Vayan y prediquen “Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo: —Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:18-20, NVI).

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Eduardo Palací Apóstol de Hispanoamérica Por Raquel Nüesch de Martin Biografía de Eduardo Palací

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En su libro titulado El apóstol del Plata, el pastor Juan J. Varetto dice: “Los colportores de las Sociedades Bíblicas, entre nosotros, fueron los primeros en sembrar la Palabra de Dios en forma escrita en ciudades, pueblos y campiñas que recorrían constantemente. De ese modo Dios estaba preparando el terreno para la predicación. La presencia de un colportor en aquellos tiempos no era un hecho que pasaba inadvertido. Los pueblos eran generalmente tranquilos y muy poco visitados por forasteros, de modo que, cuando llegaba alguno llamaba la atención de todos los habitantes. El hombre salía a ofrecer sus libros y pronto se despertaba una violenta oposición clerical que daba origen a las más extrañas suposiciones y ridículos comentarios”. Palací mismo ha dicho que fue esa la mejor escuela que Dios pudo ha-

berle enviado para prepararse para su trabajo como ganador de almas. Más de una vez le oímos contar cómo era su táctica: al llegar, se dirigía a la feria donde estaba seguro de encontrar mucha gente, buscaba un banco y, de pie sobre él, comenzaba a hablar del Libro, para llamar la atención, ofreciéndolo luego en venta. Al día siguiente iba de casa en casa hasta que el asunto llegaba a oídos del cura. Entonces, por regla general, tenía que dejar el lugar y dirigirse al próximo. No todas sus experiencias fueron, sin embargo, desagradables. En uno de los pueblos se encontró con un muchacho que le dijo que seguramente a su “tío” le gustaría leer ese libro porque él también era religioso. Un poco más tarde, al llegar a la dirección que le dio el joven, se encontró con que se trataba de una casa CRISTIANOS EN MARCHA 25


muy linda al lado de la iglesia católica. Con mucha cautela llamó y salió un cura de cierta edad, seguido de varios niños. Naturalmente, Palací le ofreció igualmente un ejemplar de la Biblia y, para su sorpresa, después de conversar un buen rato y que el cura le hubo “confesado” alguno de sus propios errores y los que consideraba que tenía la iglesia, le instó a seguir sembrando la Palabra de Dios. Es de verdad notable la historia que un ministro del evangelio contó 26 CRISTIANOS EN MARCHA

acerca de los resultados del trabajo de Palací en otro de los pueblos del Perú, en estos sus primeros años. Caminaba a lo largo de una carretera polvorienta. La bolsa que contenía los libros estaba vacía, pues era casi el fin del día y nuestro joven iba de vuelta a su casa. En un camino solitario resulta fácil entablar conversación con otra persona que pasa, y así sucedió cuando Palací se encontró con otro joven, un granjero que no sabía nada de la historia del Evangelio, y que ni


siquiera había oído hablar nunca de la Biblia. Bajándose de su caballo, se detuvo, y el colportor le contó la antigua historia, leyéndole pasajes del Nuevo Testamento. Como muchas veces solía hacerlo, terminó cantándole un himno del himnario que también tenía en la bolsa. —Me gustaría comprar ese himnario —le dijo el joven granjero. Palací le explicó que el himnario no era nuevo y que además, tenía su nombre escrito en la tapa.

—Mejor aún, fue la respuesta — así siempre sabré quién fue el que me vendió la Biblia. Al fin, sobre el polvoriento camino, al igual que Felipe y el eunuco etíope, el joven peruano se dedicó a Cristo, y los dos hombres se separaron después de haber orado. Pasaron muchos años. Un día el ministro que cuenta la historia fue invitado a visitar una congregación que el granjero había fundado. “Fue realmente una experiencia —dijo CRISTIANOS EN MARCHA 27


después— oír a esa gente que nunca había tenido un pastor, cantar casi todos los himnos del himnario más o menos con la misma tonada aquella que Eduardo Palací le había enseñado a ese joven hacía tanto tiempo”. Durante cuatro años visitó prácticamente cada ciudad, pueblo y aldea desde el límite con Chile y luego, saliendo de su patria, subió por la costa del Pacífico hasta el borde con México. Sus medios de locomoción fueron de los más variados, pues 28 CRISTIANOS EN MARCHA

siempre buscaba, como especial requisito, lo que fuera más económico. Hablando de uno de sus viajes desde Guayaquil a Quito, en Ecuador, Palací ha dicho: “En aquel tiempo el tren llegaba solamente hasta Alausí, desde allí hasta Quito había dos días de viaje a lomo de mula, pero yo era jovencito entonces y nada me parecía difícil ni me intimidaba”. Por tren o carro, lomo de caballo o de mula, arriba y abajo viajó, alojándose con amigos evangélicos o en


hospedajes, no faltó oportunidad en la que tuvo que dormir a la intemperie y hasta tuvo la triste experiencia de que sus Biblias y Evangelios fuesen quemados en la plaza pública. Así llegó a ser el elocuente expositor de las verdades cristianas que fue toda su vida y a tener un notable conocimiento de la Biblia. Difícilmente se podía preguntar por cualquier pasaje que él no pudiese repetir de memoria o decir en qué parte de la Biblia se hallaba. Así llegó a sentir también un

interés personal en los individuos, lo que constituyó otra marcada característica suya. La “venta” de la Biblia, sin embargo, nunca tomó el lugar de su estudio ni disminuyó su interés por adquirir mayores conocimientos de las Sagradas Escrituras. “Durante muchos años no he bebido en otra fuente de inspiración sino en ella — decía más tarde, escribiendo acerca de la Biblia—. Tal vez eso explique por qué, en mi fuero interno, deseo CRISTIANOS EN MARCHA 29


sentir el aliento de sus páginas en cada libro que poseo y en todo lo que escribo, pues ese libro encierra todo lo que desea el alma humana: Dios y el mundo, la muerte y el amor, el orden y la ley, el pecado y la penitencia, la vida y la eternidad. Allí se encuentran lo grande y lo pequeño, lo sublime y lo triste. La Biblia siempre ha sido y seguirá siendo, mientras Dios no cambie el orden de las cosas, la fuente de inspiración y fortaleza de todos aquellos que beben en sus aguas de revelación divina”. Y ciertamente, la Biblia constituyó siempre la fuente de su inspiración y fortaleza. Al cumplir los veinte años, edad en que la mayoría de los jóvenes no han decidido aún lo que desean hacer en la vida, Palací ya era un evangelista bien conocido en su patria, en Ecuador y Colombia, países estos últimos donde también tuvo el privilegio de conocer a los primeros misioneros y trabajar con ellos. Personas tales como el señor Guillermo Reed, a quien encontró en Guayaquil, Ecuador, y que ejerció una marcada influencia sobre él. A instancias suyas pasó luego a la capital, Quito, donde tuvo la inmensa alegría de volver a encontrarse con Ana Vergara que, pese a tremendas dificultades, no cesaba de propagar el Evangelio en forma humilde donde quiera que eso fuese posible, aunque para entonces no había ninguna iglesia establecida en esa ciudad. Años después, cuando tuvo el privilegio de volver a ese país en otro de sus viajes, pudo apreciar maravillado el resultado de la fe y los esfuerzos de esas 30 CRISTIANOS EN MARCHA

personas que constituyeron la “levadura” que había de leudar la masa del despertar evangélico que veía entonces. Centroamérica también habría de conocer sus inquietudes y esfuerzos evangélicos, siempre ocupado en diseminar la Palabra de Dios, valiéndose de la oferta de una Sociedad Misionera, pasó por allí, luego de haber tenido oportunidad de estudiar en un Seminario Bautista. Por un corto periodo estuvo a cargo de una iglesia pero, habiendo surgido ciertos problemas que le afectaron profundamente, se presentó en su vida una nueva crisis. Por naturaleza muy sensible, e impulsivo, se sintió entonces completamente desanimado y abatido. Decepcionado sin duda por actitudes que le habrán parecido indignas de cristianos, y considerando defraudados su idealismo y su fe, decidió que abandonaría todo trabajo evangélico. Hallándose en Guatemala, se empleó en un diario en el que, además de tener responsabilidad en la imprenta, hacía traducciones y también escribía artículos. La experiencia ganada entonces de esa manera, había de serle de incalculable valor para su desconocida tarea futura, aunque momentáneamente parecía haber olvidado su dramático llamamiento a la obra de Dios y haberse apartando de la senda del discipulado cristiano. Siempre interesado en adquirir conocimientos, pensó en ir a los Estados Unidos o a Inglaterra para continuar sus estudios y, con ese propósito, se dirigió a Panamá. Continuará


“Pero la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra del evangelio que se les ha anunciado a ustedes” (1 Pedro 1:25, NVI).

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Navidad es… Manuel O. De los Santos

La Navidad proviene del amor y de la expectativa de un Dios que no perdió Su esperanza en nosotros. Navidad es fe, alegría; es el principio del plan de la redención. Es el primer peldaño en nuestra historia de salvación. Es el encuentro con el Niño Cristo, tal vez desdibujado con las luces y oropeles, pero que es aliento a la conversión y renovación de nuestras vidas. Es paz interior, es vida nueva. Es la antigua ruta que se abre como para que la transitemos como camino nuevo, que se abre para el tiempo de las nuevas oportunidades y para la eternidad.

La Navidad es la verdad que se alimenta del amor, el perdón y la reconciliación. Reconciliación con el Padre Dios, a quien nuestros pecados han ofendido. Reconciliación con nuestro prójimo que nos ha lastimado o a quien hemos herido. Es reconciliación con nosotros mismos, por las viejas heridas autoinfligidas y que sangran invisibles al ojo, pero que atrasan nuestro crecimiento espiritual. Navidad es la repetida oportunidad que nos tomamos cada año para mirar al cielo, lugar de nuestros orígenes y buscar (¡sí!) el reencuentro con el Padre.


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