Cristianos
En Marcha
Una revista de discipulado cristiano del Ejército de Salvación Año 19 No. 1
¡Jesucristo no está aquí!
Cristianos
EN MARCHA Año 19 Número 1
¡Jesucristo no está aquí! Primera sorpresa del día: “¡Jesús no está aquí!”. ¿Sorpresa? Ni qué decir sobre el terror, el espanto, las mil erróneas suposiciones, todo lo que sus fatigadas y entristecidas mentes podían imaginar acerca de lo ocurrido. ¡Era mucho más que una sorpresa! Segunda, dos seres iluminados surgieron del interior de la tumba y se dirigieron hacia las mujeres, discípulas de Jesús que habían acudido a hora tan temprana al sepulcro donde dos días antes habían dejado el cuerpo del Señor. ¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado! Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba con ustedes en Galilea: “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, pero al tercer día resucitará” (Lucas 24:7). Todavía pasmadas, ellas se limitaban a observar, las palabras tardarían un poco más en despertar sus cerebros; se habían quedado en “no está aquí...”. La maravilla de la resurrección era más de lo que la mente humana podía procesar y admitir. Ya casi al finalizar Su obra sobre esta tierra, todavía Jesús les reprochaba. Por último se les apareció a los once mientras comían; los reprendió por su falta de fe y por su obstinación en no creer a los que lo habían visto resucitado (Marcos 16:14). Vemos con tristeza y no sin cierta dosis de decepción, que sucede lo mismo veinte siglos después, cuando la devoción y la religiosidad se reducen a conejitos y huevos de chocolate. ¡Eh…! ¿Jesús está aquí?
Manuel O. de los Santos
Cristianos en Marcha es preparado por Hispanic Word y publicado por el Departamento de Programa del Ejército de Salvación, Territorio Este de Estados Unidos.
Comisionados William A. y G. Lorraine Bamford Líderes del Territorio
Coronel Kenneth O. Johnson, Jr.
Secretario en Jefe
Mayor Manuel de los Santos Editor
Brenda Lotz
Directora de producción
Marisol Lalut Diseño gráfico
Nuestro propósito
El propósito de Cristianos en Marcha es proporcionar material cristiano que inspire, informe y desarrolle a los salvacionistas de habla española para que continúen en su tarea de honrar a Dios, salvar almas y servir al prójimo.
Declaración Internacional de Misión
El Ejército de Salvación, movimiento internacional, es una parte evangélica de la Iglesia Cristiana Universal. Su mensaje está basado en la Biblia. Su ministerio es motivado por amor a Dios. Su misión es predicar el Evangelio de Cristo Jesús y tratar de cubrir las necesidades humanas en Su nombre, sin discriminación alguna.
Fotos de istockphoto.com
5
15
20
28
Artículos
5 La historia de Jonás Escrito por el Mayor Kenneth Wilson. Las Escrituras nos dicen que “Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez” (Jonás 2:1). Créanme, ¡yo habría hecho lo mismo! 11 Estudios sobre la santidad: “El pecado en la carne” Escrito por Ed Read, publicado por el Ejército de Salvación en Canadá bajo el título Studies in Holiness. Es, tal vez, el aspecto más alentador de todo lo que escribiera el apóstol Pablo. ¿Lo lee usted, de la manera que yo lo hago, sintiendo que si el gran apóstol tuvo sus luchas, entonces no tengo por qué sorprenderme al descubrir que yo también las tengo? 19 Las Buenas Nuevas de Juan: “Las cosas esenciales de la vida” Escrito por el Tte. Coronel Geoffrey Perry. “Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer que daba testimonio: —Me dijo todo lo que he hecho… Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos por la palabra de él” (Juan 4:39-41). 22 Sígueme: mi yugo es suave Escrito por Tta. Coronela Riitta Eliason 27 Apóstol de Hispanoamérica, Eduardo Palací: “Nuevos horizontes” Escrito por Raquel Nüesch de Martin. “Es el Ejército de Salvación”, le dice un comensal estadounidense a Palací. “Acaban de llegar aquí”. Imposible para un hombre como él quedarse impasible, sentado, comiendo sin ir a ver si esas muchachas necesitan ayuda. Pero lo que ve y oye le llena de asombro.
Para meditar 2 Jesucristo no está aquí
16 Salvó a otros…
Hispanic Word 58 Steward Street, Mifflintown PA 17059 hispanic@en-marcha.org
4 CRISTIANOS EN MARCHA
La historia de Jonás Estudio bíblico
Por el Mayor A. Kenneth Wilson III
“Señor, ¡Sácame de aquí!” Para aplacar a Dios y salvarse de la tempestad, los marineros, con cierta renuencia, lanzaron a Jonás al mar para que él se las arreglara con Dios y con el mar. Las Escrituras agregan que tan pronto hicieron eso, el mar se calmó y las nubes desaparecieron. Nada indica que Jonás haya tratado de nadar. ¿Simplemente se rindió? No lo sabemos. Los marineros pensaron primero en salvarse y dejaron a Jonás librado a su suerte. Sin embargo, “El Señor dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su vientre (Jonás 1:17). A continuación las Escrituras nos dicen que “Jonás oró al Señor su Dios
desde el vientre del pez” (2:1). Créanme, ¡yo habría hecho lo mismo! Casi siempre asociamos este incidente con una ballena, pues esa criatura es suficientemente grande para tragar a un hombre. Pero la Biblia es precisa: “El Señor dispuso un enorme pez” y “Jonás pasó tres días y tres noches en su vientre”. Las ballenas, como todos lo sabemos, son mamíferos de sangre caliente y tienen un sistema respiratorio. Los peces respiran a través de las agallas. Dios sabía la diferencia, ya que Él los creó. No debe haber sido un cachalote ni un tiburón blanco, pues esas especies son carnívoras y habrían considerado que Jonás era comida. El jugo CRISTIANOS EN MARCHA 5
gástrico de estos grandes depredadores mataría a un ser humano, y los cachalotes viven en aguas profundas, donde la presión también lo haría. Ya que la Biblia habla de un enorme pez, tal vez se trató de un rhincodon typus, un tiburón ballena, el pez más grande conocido. Se alimentan cerca de la superficie y engullen grandes cantidades de plancton (vegetación flotante), kriles y peces pequeños al tragarse grandes cantidades de agua a través de sus bocas y gargantas suficientemente grandes para también tragarse a un hombre. No tienen dientes, por lo que Jonás cabría en su vientre sin problema. En todo caso, ahora el Señor tenía la atención completa e individual 6 CRISTIANOS EN MARCHA
de Jonás. Por eso Jonás oró; oró con todas sus fuerzas. Su oración parece bastante formal, como si otra persona la hubiera escrito o redactado después. Si yo me encontrara en la situación de Jonás, mi oración sería más directa y concisa, como la oración de Pedro, que está registrada en Mateo 14:30. Cuando él trató de caminar hacia Jesús sobre el agua y comenzó a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!” Una oración simple, pero muy elocuente. Jonás oró: “En mi angustia clamé al Señor, y él me respondió. Desde las entrañas del sepulcro pedí auxilio, y tú escuchaste mi clamor. A lo profundo me arrojaste, al corazón mismo de los mares; las corrientes me envolvían, to-
das tus ondas y tus olas pasaban sobre mí. Y pensé: ‘He sido expulsado de tu presencia ¿Cómo volveré a contemplar tu santo templo?’ Las aguas me llegaban hasta el cuello, lo profundo del océano me envolvía; las algas se me enredaban en la cabeza, arrastrándome a los cimientos de las montañas. Me tragó la tierra y para siempre sus cerrojos se cerraron tras de mí. Pero tú, Señor, Dios mío, me rescataste de la fosa. Al sentir que se me iba la vida, me acordé del Señor, y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo. Los que siguen a ídolos vanos abandonan el amor de Dios. Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios y cánticos de gratitud. Cumpliré las promesas que te hice. ¡La salvación viene del Señor!” (Jonás 2:2-9).
Si uno elimina lo poético de la oración y la deja en su forma básica, vemos que Jonás sabía dónde estaba; sabía el dilema en que se encontraba y por qué estaba ahí. Un resumen simple podría ser: “¡Señor, sácame de aquí!” Jonás había dejado de estar a las órdenes de Dios, y pedía una segunda oportunidad. Y, si Dios le concedía esa oportunidad, Jonás la aprovecharía, porque comprendía que las promesas deben cumplirse, especialmente las que se hacen al Señor. Después de los tres días concedidos a Jonás para que hiciera un ajuste de su actitud, “el Señor dio una orden y el pez vomitó a Jonás a tierra firme” (Jonás 2:10). ¿Se pueden imaginar CRISTIANOS EN MARCHA 7
el acontecimiento? Bañistas, gente bronceándose o durmiendo en la playa, niños construyendo castillos en la arena. Olas rompiendo suavemente sobre la orilla, mientras el aire se impregnaba del aroma de papas fritas y de loción bronceadora, hasta que una enorme aleta dorsal se divisa en el mar y el enorme pez vomita a Jonás en la playa. Con sus ropas mojadas y destrozadas, su piel descolorida, sus cabellos y su barba canosos —tanto debido a los ácidos estomacales como al susto que había pasado— con collares de algas colgando alrededor de su cuello, Jonás comenzó su primera reunión al aire libre. “¡Arrepentíos!” En vista de su aspecto, la reacción universal de los oyentes debe haber sido responder: “Sí, Señor”. 8 CRISTIANOS EN MARCHA
Seguro de que Jonás había aprendido su lección, el Señor volvió a hablarle. “Anda, ve a la gran ciudad de Nínive, y proclámale el mensaje que te voy a dar” (Jonás 3:2). Después del episodio en la playa, la noticia de la partida de Jonás hacia Nínive debe haberse esparcido rápidamente. Jonás obedeció y partió. Dios no tuvo que repetírselo dos veces. Pero, ¿acaso no actúa Dios así siempre? ¿Acaso no concede una segunda oportunidad a Jonás y a nosotros? Es una lástima que los humanos no sepamos obedecer a la primera. Es por eso que necesitamos un Salvador. ¡Arrepentíos!… o estaréis perdidos “¡Ahí viene! ¡Ahí viene!”, gritaron nerviosos los residentes de Nínive
al enterarse que Jonás había sido vomitado del vientre del enorme pez y había comenzado de inmediato a proclamar el mensaje de Dios. Todos estaban aterrorizados. A fin de responder al mandato del Señor, el ahora obediente Jonás hizo el viaje hasta la metrópolis de Nínive, una ciudad con una circunferencia de 60 millas, que uno demoraba tres días en atravesar. Tenía una muralla interior de unas ocho millas, de 30 metros de ancho, con una altura de 30 metros y suficientemente ancha para que carros de dos ruedas pudieran correr sobre ella, ¡de tres en fondo! ¡Era una ciudad que se merecía una gran campaña evangelística! En lo que podría ser considerada una pesadilla de relaciones públicas,
Jonás proclamó: “¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!” (Jonás 3:4). Sabiendo lo poco que a Jonás le gustaban los ninivitas, tal vez el mensaje les sonaba más a: “Pueblo de Nínive, el Señor me ha enviado con este mensaje. ¿Se acuerdan de Sodoma y Gomorra? Debido a su pecado, ustedes tienen 40 días para prepararse antes de ser quemados también. ¡Que pasen un buen día!” Jonás no apeló a su lógica ni a sus emociones. No imploró, rogó ni ofreció oportunidad para dialogar. Me pregunto si sentiría temor al expresar sus amenazas. Tal vez sólo quería que la gente desafiara el mensaje, para que así Dios tuviese un motivo para destruirlos. CRISTIANOS EN MARCHA 9
10 CRISTIANOS EN MARCHA
Estudios sobre la santidad Ed Read
Publicado por el Ejército de Salvación en Canadá bajo el título: “Studies in Holiness” Traducción por David H. Gruer.
Impreso en Argentina, 1980
Capítulo XXVI El pecado en la carne Estamos en deuda con el apóstol Pablo por abrirnos el acceso al santuario interior de su vida como lo hace en el capítulo 7 de Romanos. Todo lo que se relaciona con ese pasaje maravilloso, resuena con la autenticidad del testimonio personal. Es como si él exclamara: ¡Esa fue mi lucha, mi derrota, pero gracias a Dios también
fue mi victoria! Eso es lo que lo hace vital. Raen escribió acerca del apóstol: “Ningún otro se ha dado a sí mismo más generosamente o con un mejor propósito”. Esa entrega de su ser es a la vez la labor más excelente y más difícil del discipulado. Esta franqueza acerca de su necesidad interior —un cuadro en el CRISTIANOS EN MARCHA 11
cual, como dice James Steward, “están incluidos los años de lucha, de impotencia, infelicidad, llegando hasta la profundidad de la desesperación”— es, tal vez, el aspecto más alentador de todo lo que escribiera el apóstol Pablo. ¿Lo lee usted, de la manera que yo lo hago, sintiendo que si el gran apóstol tuvo sus luchas, entonces yo no tengo por qué sorprenderme al descubrir que también las tengo? ¿Cuál es el problema? ¿Qué era aquello que lo dividía contra sí mismo de tal manera que “queriendo hacer el bien, hallo esta ley: el mal está en mí?” (Romanos 7:21). Atormentando su conciencia hasta que se sentía “miserable” (Romanos 7:24), esclavizando su voluntad (Romanos 7:18). Se trataba de una impresión 12 CRISTIANOS EN MARCHA
tan despreciable que llegó a sentirse como los criminales de su tiempo a quienes, a veces, se les castigaba encadenándolos al cadáver de su víctima, lo que le hizo exclamar: “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). Esta realidad terrible era el pecado, que Pablo consideraba como un poder vivo, artero y perverso. Tal sentimiento predomina en ese capítulo del mismo modo que esta condición tendía a hacerlo en su vida. Para Pablo, el pecado no es meramente algo que el hombre hace: por el contrario, es una infección que corrompe la conciencia, endurece el corazón, ofusca el buen juicio y distorsiona el sentido moral. Pienso que Pablo estaría de acuerdo en que puede invadir la vida religiosa y manchar, con
orgullo e intereses mezquinos, aun las ocupaciones más dignas, como lo son la adoración y el servicio. Los elementos de la autoaprobación pueden inducirnos a actitudes indignas, como el orgullo por su devoción y humildad, y la satisfacción propia de “no ser como los demás”. Cuando Juan Wesley escribió: “Hablando estrictamente, ninguna cosa es pecado sino la transgresión voluntaria de una ley conocida de Dios”, parecería que estaba pensando en el “pecado” como un verbo, acciones malignas, pensamientos que se abrigan voluntariamente. A menudo al hablar, y también en muchos escritos teológicos, este término precisamente infiere eso. Refiriéndonos al “pecado” hablamos de las cosas malas de las cuales nos sentimos responsables, acciones que podíamos haber evitado pero que no lo hicimos, comportamientos erróneos o pensamientos pecaminosos que abrigamos. Sentimos que son malos y de los cuales somos responsables ante Dios, porque hemos violado el código ético, hemos pecado. Wesley sabía, naturalmente, que el pecado es más que eso. Hay una profundidad, una sutileza, algo recóndito que es más profundo que nuestra voluntad y que, probablemente, está aun por debajo de nuestra conciencia. Es la depravación heredada o naturaleza pecaminosa sobre la cual hemos escrito frecuentemente en estas páginas. En realidad, llamar a esa infección de nuestra naturaleza “pecado” —aunque ciertamente es bíblico— puede resultar algo ambiguo en un
estudio que trata de clarificar el pensamiento teológico. Este pecado no es un asunto de ética, porque no se trata de elección, así que podemos llamarlo “pecado” solamente en un sentido “sub-ético acomodaticio” (para citar una frase útil). Tal vez llamarlo “pecaminosidad” sería más exacto. Sin embargo, el gran problema no es cómo definirlo. Sabemos —todos nosotros— que hay algo en nuestro interior que se opone a Dios y a lo bueno. Es aquella fuente maligna de la cual fluye todo el veneno moral de nuestra conversación, pensamiento y acción. Los creyentes odian y lamentan esa tendencia interior, pero continúa allí. ¿Hay alguna solución ante esta realidad? Somos cristianos: disfrutamos de la amistad con Jesús. Él se ha ocupado de los pecados de la mayoría de nosotros, si alguna vez tuvimos una inclinación hacia ellos; ya no blasfemamos, robamos o nos embriagamos. ¿Podemos aceptar que Él se puede encargar, también, de los pecados de la mente, el mal genio, egoísmo, vanidad, preocupación? Aun más ¿podemos concebir una liberación de la pecaminosidad de la cual surjan tales sentimientos? ¿Es Cristo solamente un Salvador parcial? Estas son preguntas trascendentales y merecen una atención más cuidadosa por parte de toda persona que profese, seriamente, ser cristiana. No se nos vaya a acusar de una preocupación mórbida por el lado oscuro de la vida si les invitamos a considerar un poco más la naturaleza de nuestra necesidad. CRISTIANOS EN MARCHA 13
Consideremos lo que tiene que decir Pablo acerca de la “carne”, vocablo que usa en dos ocasiones en el capítulo 7 y catorce en el capítulo 8 de Romanos, siempre como descripción de algo que es sumamente molesto, algo que da oportunidad al pecado. ¿Qué es “la carne”? Para comenzar, no puede significar el cuerpo físico. Naturalmente, el término se usa a veces en esa forma. Pero en Romanos 7:5 leemos: “Mientras estábamos en la carne” y luego, en Romanos 8:8: “Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”, y si sustituimos la palabra “cuerpo” por “carne” en estas declaraciones hacemos de la primera de ellas una frase sin sentido, y la segunda llega a contradecir su propio contexto. Vale la pena tomar nota de este punto fundamental, porque siempre están aquellos que piensan que el pecado es propio de la materia y que, de alguna manera, la parte física de nosotros tiene un carácter destructor, contrario a nuestros propios y mejores intereses. Se ha llegado, inclusive, a sugerir que el desprecio de Pablo por “el pecado de la carne” (Romanos 8:3) es el reflejo de una conciencia que ha sido perturbada por algún pecado en particular de carácter sensual. Según esta forma de pensar, la muerte física representa la única manera de salir del dilema presente, idea que no tiene base alguna en la Biblia. Entonces, ¿qué es la carne? Cuando Pablo escribe: “Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Romanos 7:18), identifica la carne 14 CRISTIANOS EN MARCHA
con la expresión “en mí”, y cuando agrega “que el mal está en mí” se está refiriendo al “yo”, o la personalidad depravada. Encontramos más referencias en otras partes de la Biblia que agregan detalles, hasta logramos ver que la “carne” es una forma que usa Pablo para hablar de nuestra naturaleza pervertida y pecaminosa, que es el modo como traducen estos términos en las versiones más recientes de las Sagradas Escrituras. Se han sugerido diversas descripciones de la “carne”. Sidlow Baxter piensa que es un sinónimo para las “inclinaciones o tendencias egoístas y animales” del hombre, mientras que James Stewart dice que describe “la naturaleza humana en toda su fragilidad, debilidad y necesidad de ayuda”. Karl Barth escribió: “La carne representa la total ineptitud de la criatura frente al Creador”; mientras que otro habla del “hombre total en su estado caído”. Pienso que todas estas definiciones muestran, al igual que lo hizo Pablo, que la “carne” no es simplemente una parte del hombre, algo que pueda ser quitado como se extrae un diente cariado. Es, más bien, un aspecto de nuestra condición humana, una descripción del hombre desde el punto de vista de su vulnerabilidad y labilidad moral. Baxter lo representa en forma clara, al señalar que “nos referimos a cierto hombre como ‘masculino’ o ‘atlético’, o ‘leproso’, o como ‘alcohólico’. Al expresarnos así no queremos decir que el hombre es sólo parcialmente masculino o parcialmente atlético o parcialmente leproso o parcial-
mente alcohólico. En cada caso la descripción es de un solo aspecto y, sin embargo, desde ese punto de vista incluye al hombre total. De igual forma, la ‘carne’ describe un aspecto de nuestra naturaleza humana en su estado actual de tendencias egoístas y animales”. El hombre cristiano no puede ceder a las tendencias egoístas de su naturaleza más baja, puede adquirir el hábito de comportarse de esta manera cuasi cristiana, haciendo de esto su esfera característica. Pero si lo hace estará “sirviendo con la carne a la ley del pecado” (Romanos 7:25); andará “conforme a la carne” (Romanos 8:4) y “pensará en las cosas de la carne” (Romanos 8:5). A esto seguirán, en medida menor o mayor, “las obras de la carne” (Gálatas 5:19). El pecado ha encontrado su expresión en el carácter y la conducta y el hombre va camino a la muerte espiritual. El cristiano tiene una defensa poderosa contra el egoísmo y las tendencias de su naturaleza humana. Es la obra interior benigna y poderosa del Espíritu Santo de Dios. Este está ac-
tivo en todo creyente genuino y toda victoria sobre el pecado y la carne es Su victoria. El desafío para todos nosotros es someternos completamente a Él, para “andar en el Espíritu” (Romanos 8:4). Esa es la expresión completa de lo que es estar en Cristo, la experiencia de la santidad. Cuestionario • ¿Qué lección nos deja las luchas de Pablo consigo mismo? • ¿Cómo se podría definir el pecado? Con o sin definición, ¿se experimenta? ¿Está presente en la mente cristiana? • Aclare el concepto de “carne” en Pablo, por ejemplo: Romanos 7:5 y 8:8. ¿Qué tiene que ver con la idea de “naturaleza pervertida o pecaminosa”? • ¿Constituye el pecado parte de la llamada “condición humana”? ¿En qué sentido o amplitud decimos “parte”? • Indique la oposición entre el Espíritu Santo y la fuerza negativa del pecado. CRISTIANOS EN MARCHA 15
“¡Salvó a otros…!”
“Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él. Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: ‘Yo soy el Hijo de Dios’”? (Mateo 27:42-43). Sin duda es uno de los versículos más injustos de la Biblia que se refieren al Señor Jesucristo. “¡Desciende de la cruz!” Muchos de los que estaban presentes en aquella tarde sofocante, alentados por los principales hombres de su religión, se esforzaban gritando esta consigna sabiendo que, de hecho, eso no sucedería. Para ellos era la concreción de la tarea cumplida, el enemigo acallado y una “vuelta a la normalidad: Al ancestral estatus religioso”. El promocionado Mesías por la plebe ya no molestaría más. No sabían ellos que en pocas semanas más el mundo sería sacudido por un grito que se prolongaría en el tiempo y el espacio, y que nunca podría ni podrá ser acallado: ¡Cristo ha resucitado! 16 CRISTIANOS EN MARCHA
CRISTIANOS EN MARCHA 17
18 CRISTIANOS EN MARCHA
Las Buenas Nuevas de Juan (Parte III)
Las cosas esenciales de la vida Escrito por el Tte. Coronel Geoffrey Perry Traducción: Mary Salvany Estudio de la vida y ministerio de Jesús Serie de cuatro artículos sobre la vida y misión de Jesús de acuerdo a la perspectiva de cada uno de los evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Estos artículos fueron publicados en la edición de Navidad de 2006 de El Salvacionista, del Territorio de Canadá y Bermudas. Citas bíblicas (excepto cuando se indica lo contrario) de la Nueva Versión Internacional. El Evangelio de Juan dice que Cristo se comparó a sí mismo con agua, pan y luz. Estas son algunas de las cosas esenciales de la vida. El hombre no puede vivir por mucho tiempo sin agua; tampoco puede vivir sin pan o su equivalente, y no puede vivir en perpetua oscuridad. Cristo es esencial para la vida eterna. “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”, dijo Cristo (Juan 7:37). “Yo soy el pan de vida”, declaró (Juan 6:35); y “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12). El capítulo 4 registra la conversación entre Jesús y la mujer samaritana junto al pozo de Jacob. Habiendo ya tenido cinco maridos, la mujer en ese momento estaba viviendo con un hombre que no era su marido. Sepa-
rada del resto de la comunidad por su forma de vivir, acudió sola a sacar agua del pozo a medio día, cuando otras mujeres permanecían en sus casas debido al excesivo calor de esa hora. Encontró a Jesús sentado ahí, y fue Él el que inició la conversación, pidiéndole de beber. Hasta el día de hoy se puede ver este pozo en Sicar. En una zona donde el agua escasea, es una pausa refrescante para el viajero. Se puede comprobar lo profundo que es el pozo dejando caer una piedrecilla y escuchando el ruido del agua en el fondo. La conversación de Cristo con la mujer samaritana llegó a lo más profundo de su alma, y resultó en un CRISTIANOS EN MARCHA 19
cambio en el corazón de ella y posteriormente en un testimonio poderoso. “Muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer que daba testimonio: —Me dijo todo lo que he hecho… Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos por la palabra de él” (Juan 4:39–41). Que inmensas bendiciones resultaron de esa conversación. Tanto Jesús como la mujer habían tenido sed, Jesús por el agua natural al mediodía de una jornada calurosa, y la mujer por el agua espiritual para sa20 CRISTIANOS EN MARCHA
ciar la sed de su alma. Jesús le dijo: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13–14). Jesús no pronunció palabras de condenación para la mujer samaritana, porque el propósito de su venida era “no para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). Le reveló que Él era el largamente esperado Mesías. Ella quedó tan asombrada y preocupada que, cuando los discípulos llegaron al
pozo y ella regresó a su pueblo, ¡olvido llevar consigo su cántaro! Nuestra profunda sed espiritual no será saciada plenamente excepto por el derramamiento del Espíritu de Cristo Jesús en nosotros. “Si alguno tiene sed, venga a mí, beba”, dijo. “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37). Los “ríos” que fluyen de un creyente representan la influencia que un cristiano puede tener dentro de su comunidad. Otra de las cosas esenciales de la vida es el pan, o el alimento básico equivalente para los habitantes del lugar. Fue tras su milagrosa alimentación a 5.000 personas hambrientas que Jesús formuló la audaz pretensión de que era el Pan de vida. Cuando Cristo enfrentó al diablo en el desierto de Judea, una de las tentaciones fue que convirtiera las piedras en pan. Después de cuarenta días de ayuno era natural que deseara aplacar su propia hambre física en esa forma. Pero satisfacer el hambre física de otros era una tentación más sutil. Jesús resistió ambas acciones: había venido al mundo principalmente para satisfacer el hambre de las almas de los hombres. Ganar sus corazones requiere de más que simplemente satisfacer sus apetitos físicos. Rodney Smith (mejor conocido como “Gipsy” Smith, evangelista y compositor de himnos) solía cantar las palabras: “Él me satisface a plenitud”. Por desdicha, en el mundo hay muchos que buscan, pero comparativamente pocos que encuentran. Jesús predijo que la mayor parte de la gente seguiría su propio camino hacia
la frustración, la inutilidad y la destrucción final, y que solo unos pocos elegirían seguirlo a Él, encontrando de ese modo una satisfacción plena. El General Albert Orsborn comprendió que Cristo espera que Sus seguidores, a su vez, puedan ser pan para alimentar a otros: “Mi vida debe ser el pan partido por Cristo, mi amor el vino que Él compartió”. Pero no existe un cristiano que por sí mismo pueda representar a Jesús adecuadamente. Es la agrupación de los cristianos, unidos en amor y sirviendo al mundo, lo que forma el cuerpo de Cristo, el Pan de vida. La luz es otra de las cosas esenciales de la vida. “Yo soy la luz del mundo”, dijo Jesús, sabiendo que muchos “aman las tinieblas más que la luz” (Juan 3:19) debido a lo pecaminoso de su naturaleza. Jesús llamó a Sus seguidores a ser luces en el mundo. Muchas de las imágenes usadas en los himnos cristianos, como también en las Escrituras, comparan las tinieblas con el pecado y la maldad. En cambio, la luz representa apertura y revelación, lo que alienta y estimula el crecimiento espiritual. Hay, sin embargo, otro tipo de oscuridad que puede descender sobre el corazón del hombre: la tristeza, la desesperación, el desaliento, la depresión. Nadie puede escapar totalmente a una u otra de esas experiencias humanas. Pero podemos siempre, por cierto, aferrarnos a la maravillosa promesa de Jesús de que “el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). CRISTIANOS EN MARCHA 21
SÃgueme: mi yugo es suave Tta. Coronela Riitta Eliasen
22 CRISTIANOS EN MARCHA
El Señor nos habla a todos y cada uno de nosotros de una manera personal. Él nos llama diciéndonos: “sígueme” (Juan 21:22). Muchos no están dispuestos a seguir a Jesús porque piensan que vivir de acuerdo a la voluntad de Dios es básicamente lo mismo que asumir un gravoso sacrificio. Nos olvidamos con demasiada facilidad de que la voluntad de Dios es buena. Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras (Santiago 1:17). Existe una canción finlandesa del Ejército de Salvación
que dice: Todos los caminos del Señor son buenos, verdaderos y misericordiosos. Si la voluntad de Dios es buena, ¿cómo puede ser pesada? Si se siente pesada, Jesús dice, hallarán descanso para sus almas, y esto ocurre por lo siguiente: “Carguen con mi yugo y aprendan de mí… porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” (Mateo 11:29-30). Las palabras de Jesús acerca del descanso son lo opuesto a las palabras de los fariseos sobre las reglas del sábado, tal como las leemos en el capítulo siguiente (Mateo 12). Mateo recurre a menudo a este tipo de CRISTIANOS EN MARCHA 23
contraste. Aquí compara las enseñanzas de Jesús con las tradiciones de los fariseos El descanso del día sábado ocupaba un lugar importante en su sistema de reglas. Los fariseos seguían rigurosamente todas las reglas del sábado. Seguirlas implicaba antes que nada una serie de prohibiciones: no se te permite hacer esto o aquello. “¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado” (Mateo 12:2). Cuando se volvieron a encontrar posteriormente, los fariseos no se mostraron tan abiertos en transparentar sus verdaderas motivaciones. En cambio, expresaron su resistencia en la forma de una pregunta: “¿Está permitido sanar en sábado?” (Mateo 12:10). Sus tradiciones habían aumentado con el paso de los años. Se habían convertido en tradiciones gravosas, 24 CRISTIANOS EN MARCHA
en un yugo pesado. Esto quedó en evidencia en el concilio de Jerusalén. Pablo y Bernabé habían venido a Jerusalén para hablarles a los apóstoles y a los ancianos acerca de este serio problema. Cuando el debate ya se había prolongado por largo rato, Pedro les dijo a los fariseos que se habían acogido a la fe: “¿Por qué tratan ahora de provocar a Dios poniendo sobre el cuello de estos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar?” (Hechos 15:5–10). Incluso hoy, muchos cristianos siguen cargando sobre sus hombros este tipo de yugos. Creen que vivir de acuerdo a la voluntad de Dios consiste sobre todo en cargar una pesada cruz. “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28). Si bien sólo podremos descansar plenamente el día que lleguemos al
cielo, no tenemos que esperar tanto tiempo para hacerlo. Según la Biblia, la vida de un cristiano no es una carga pesada. Sígueme: mi yugo es suave. Herbert Booth describe esto en la canción 164 (del Cancionero Finlandés del Ejército de Salvación): Las cargas no te resultarán pesadas, el sufrimiento no te volverá ansioso, porque el amor siempre te inspirará a lo largo de tu camino. En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir (1 Juan 5:3). Cuando cargamos el yugo de Jesús sobre nuestros hombros, de inmediato notamos que Su yugo es suave. Es fácil de llevar y es liviano. No es pesado como las cargas que las personas se echan encima. Tendemos a culpar a Dios por las dificultades que enfrentamos. Pero muchas de las cargas que tenemos
que soportar no provienen de Él. Se culpa a Dios por muchas cosas que no son culpa Suya. Cuando sobreviene una tormenta en nuestra vida, es posible que se deba a nuestra propia culpa. O puede ser que otra persona la haya causado. Muchas de las tormentas por las que atravesamos en nuestra vida se deben a nuestra propia culpa. Tomamos decisiones y tenemos que vivir con las consecuencias. Jonás es un buen ejemplo de esto. Él decidió no ir hacia donde Dios le había dicho que fuera. Las consecuencias fueron tormentosas tanto para Jonás como para las personas que lo rodeaban. Las tormentas continuaron mientras Jonás siguió viajando en la dirección equivocada ¿Hacia dónde te encaminas? “Sígueme, mi yugo es suave”. CRISTIANOS EN MARCHA 25
26 CRISTIANOS EN MARCHA
Eduardo Palací Apóstol de Hispanoamérica Biografía de Eduardo Palací Por Raquel Nüesch de Martin Nuevos horizontes Panamá en 1905 era un hervidero de gente y de trabajo. Miles de hombres llegaban de todas partes del mundo para trabajar en las obras del canal, de las que se había hecho cargo Estados Unidos dos años antes, y en las que trabajaron de 30.000 a 40.000 obreros en los ocho años que llevó, finalmente, la construcción de esa maravilla de la ingeniería. Palací llegó allí como uno más en el enjambre de hombres que buscaban nuevos horizontes. Para un joven de veintiún años con salud, inteligencia y ambición, ese era un lugar lleno de atractivos, y oportunidades de una clase u otra no faltarían. ¿Por qué afanarse hasta el sacrificio por las cosas del Reino de Dios? Quizá había llegado el momento de pensar un poco más en sí mismo y disfrutar de la vida… la desilusión que había sufrido hacía que, en esos momentos, estuviese obrando como un moderno Jonás, que huía de su vocación y de su deber pero, tal como en la antigüedad, allí también Dios tenía sus portavoces. El día que nos ocupa, debido al calor propio de la zona, los huéspedes del hotel donde se alojaba Palací se hallaban cenando en el mirador de la instalación, al resguardo de un tol-
do. De pronto se alzó un sonido de panderetas. ¿Qué sucede? En frente, en medio de una plaza a la que daba el hotel, una muchedumbre de hombres rodeaba a lo que parecían ser dos señoritas solas. “Es el Ejército de Salvación”, le dice un comensal estadounidense a Palací. “Acaban de llegar aquí”. Imposible para un hombre como él quedar impasible, sentado, comiendo sin ir a ver si esas muchachas necesitaban ayuda. Pero lo que vio y escuchó lo llenó de asombro. Esas dos jovencitas, poco más que unas niñas, vestidas con un extraño uniforme, estaban tratando de exponer, en un pésimo castellano, el mensaje del Evangelio a una muchedumbre heterogénea de curiosos, casi todos hombres y de todas nacionalidades: panameños, sudamericanos, centroamericanos, antillanos y unos pocos estadounidenses. Se acercó a la de mayor edad — después supo que era una Capitana acompañada por su Tenienta— que era una mujercita de poca estatura y de aspecto frágil. A todas luces, ambas eran inglesas. —Señorita, si usted lo desea, hable en inglés y yo interpretaré lo que usted diga. —¿Are you saved? [¿Es usted salvo?]— le preguntó ella. “Con la rapiCRISTIANOS EN MARCHA 27
dez de un relámpago —ha dicho Palací muchas veces— mi mente voló hasta el venturoso día en que, muy niño aun, leí en la Biblia: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Esas palabras fueron para mí como una voz del cielo que me decía: ¡Eres salvo! Respondí, pues: “Sí, soy salvo”. Satisfecha con su respuesta, la capitana permitió que tradujese para ella y su tenienta, y la congregación, atraída por la novedad, escuchó con vivísimo interés el mensaje de salvación. Ese fue el encuentro de Eduardo Palací con el Ejército de Salvación y ese, aunque no lo sabía, fue el comienzo de su labor de intérprete de 28 CRISTIANOS EN MARCHA
los siervos de Dios, que a través de los años habría de cumplir tan eficiente y consagradamente. A la mañana siguiente, temprano, otra vez para su sorpresa, las dos señoritas se presentaron en el hotel para agradecerle la ayuda prestada y le obsequiaron un libro que pensaban que le gustaría leer. El nombre de estas dos oficialas, y su subsiguiente actuación, son completamente desconocidos, pero el impacto que hicieron en ese joven evangélico desanimado, al cumplir su consagrada tarea, está mucho más allá de lo que probablemente se imaginarían, y fue otra vez el medio que Dios usó para mostrarle horizontes nuevos, pero
muy distintos de aquellos en que él había pensado. El libro obsequiado era una biografía de Catherine Booth, esposa del Fundador del Ejército de Salvación. Palací había oído acerca de esa institución social y religiosa, del trabajo que sus miembros realizaban, especialmente entre las clases más pobres y degradadas, pero nunca había tenido la oportunidad de encontrarse con ningún salvacionista, ya que en los países por los cuales había andado y trabajado no se había iniciado todavía su obra. Siendo un lector voraz, se dio por entero a ese libro y a medida que leía página tras página de la vida de esa notable mujer, no
pudo menos que recordar a su amigo moribundo y la promesa que le había hecho. Su espíritu revivió y se sintió convencido de que el Ejército de Salvación le abría una puerta de oportunidad para que se cumpliera la promesa hecha al siervo de Dios. Algunas semanas más tarde, habiéndose enterado de las creencias y la fe de los salvacionistas, fue enrolado como soldado, y con el propósito de dedicarse a trabajar por entero en el Ejército de Salvación, decidió entonces cambiar de rumbo y trasladarse a Kingston, Jamaica, donde se hallaban el Cuartel General Territorial y la Escuela de Cadetes. Eso, sin embargo, no le fue posible hacerlo CRISTIANOS EN MARCHA 29
enseguida, pues debido a un brote de fiebre amarilla, que tanto daño había causado previamente a los obreros en ese lugar, la ciudad estaba en cuarentena. Mientras tanto, nuevamente se vio envuelto en sus tareas evangélicas. Las oficialas naturalmente no dejaron de aprovechar la “nueva conquista” que habían hecho. La plaza donde tenían las reuniones al aire libre fue testigo del primer testimonio que dio en una reunión salvacionista. Las inglesas también lo invitaron a predicar en sus púlpitos. Debido al anuncio hecho en los diarios de que un joven peruano iba a predicar en una de las iglesias, otra notable experiencia le estaba reservada en esa ciudad. Una tarde, mientras estaba ocupado en la preparación de su mensaje, el mozo del hotel donde se alojaba le anunció que un sacerdote quería verlo. “Tuve algo de temor —admitió Palací—, pero luego accedí a recibirlo. Cuál no sería mi sorpresa al enterarme que este no era otro que el mismo Vidal y Uría que había causado tantos daños y molestias a nuestro admirado y amado patriarca Francisco Penzotti. Me dijo que estaba desterrado del Perú y bajo amenaza de excomunión papal. En esas circunstancias quería que yo, en mi calidad de peruano le ayudase…” Doce meses después se trasladó a Kingston y, a la espera del comienzo de un nuevo curso de la Escuela de Cadetes, comenzó a trabajar en el Cuartel Territorial. Pero él nunca habría de ingresar a la Escuela de Cadetes porque durante ese tiempo, el 14 30 CRISTIANOS EN MARCHA
de enero de 1907, Kingston sufrió el mayor terremoto que recuerda su historia. Unas 600 personas fallecieron y miles más debieron ser rescatadas de entre las ruinas y las llamas del incendio que siguió. Todos los oficiales de Kingston fueron movilizados a prestar ayuda y consuelo a los damnificados. Palací, junto con otro joven oficial inglés que llegó a ser años más tarde el Coronel Walter Shaw, trabajó día y noche llevando alimento a los que habían quedado sin hogar y prestando auxilio a los heridos. “Al ver la abnegación y sacrificio de los oficiales, tan semejantes a los primitivos cristianos, tuve la seguridad de que esa era la misión que yo debía cumplir”, dijo tiempo después. Imposibilitados de abrir la Escuela de Cadetes debido a las condiciones imperantes, los jefes salvacionistas dispusieron que Palací siguiera trabajando en el Cuartel, especialmente con estadísticas, y poco después le dieron el grado de oficial. A su llegada a esa ciudad se había afiliado como soldado a uno de los Cuerpos más grandes. Primero el soldado, y después el teniente Palací, no solo concurría a las reuniones, sino que sus servicios “en la guerra de salvación” en el Cuerpo eran de inestimable valor debido a la experiencia que ya poseía. Bien pronto todos los oficiales de la ciudad le conocerían y requerirían de sus servicios y él, a su vez, habría de conocerlos a ellos. Pero había una oficiala en la ciudad que cautivó desde el principio su interés y admiración. No solamente porque era “muy buena moza” sino por su cultura y educación y porque,
pese a su juventud, se había destacado ya como una consagrada dirigente de la obra del Señor. Era la Tenienta Elizabeth King, hija de un respetado director de escuela en Granada, otra de las islas de las Antillas, y que se hallaba a cargo del Cuerpo N°2 de Kingston. A medida que pasaban los días y llegaba a conocerla mejor, se fue acentuando en su corazón la convicción de que ella sería una compañera ideal para su futura labor para el Señor. Mientras tanto, un interesante pedido había llegado al Cuartel Territorial. Salvacionistas de las Antillas que habían pasado a Costa Rica para trabajar en las plantaciones de bananas habían formado un pequeño núcleo y querían que se les mandasen oficiales para que continuasen la obra. ¿Quién más indicado que el Capitán Palací, que conocía ya el lugar y, naturalmente, el idioma? Así, otro nuevo horizonte se abrió delante de él y acompañado de un Teniente, sin más armas que su Biblia y su Cancionero, fue mandado a Puerto Limón, Costa Rica, para “plantar la bandera”. “¡Qué osadía!”, ha dicho él mismo, pero no hay duda que ese acto de fe dio su fruto, porque 42 años después, en ocasión de una de sus visitas a ese lugar, el que había llegado a ser Teniente Coronel Palací escribía: “Apena puse el pie en tierra, el Mayor Lynch, a la sazón oficial de división, levantando la bandera salvacionista, anunció: ‘Esta bandera que veis aquí es la misma que el ahora Teniente Coronel Palací, trajo a estas playas hace 42 años. Ella prueba no solo la firmeza de nuestra obra, sino
también la fidelidad del huésped que nos visita’”. Por desdicha, unos meses después de su llegada a Costa Rica cayó gravemente enfermo de malaria, y se le aconsejó que debía alejarse de esas regiones. Esa circunstancia, junto con otra de carácter muy íntimo (pues sus jefes salvacionistas ponían objeciones a su casamiento con la que había llegado a ser la Capitana King debido a la diferencia de sus razas), hizo que interrumpiera temporalmente su labor en el Ejército de Salvación y volviese a Panamá. Aconsejado por el médico que regresara a Perú su patria, donde, además sus vínculos con la obra evangélica le permitirían seguir trabajando para Dios, si bien en otra forma, y considerando que el gran amor que sentían el uno por el otro se sobreponía a las objeciones, la joven pareja se encontró en Panamá y allí, Eduardo Palací y Elizabeth King, contrajeron enlace matrimonial el 8 de julio de 1908. Continuará CRISTIANOS EN MARCHA 31
“Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Jesús, en Mateo 28:20).