!Él es nuestra paz¡

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Cristianos

En Marcha

Una revista de discipulado cristiano del Ejército de Salvación Año 19 No. 2

¡Él es nuestra paz!


Recuerdos… y homenaje Era un “Domingo de Decisión”; ese día no teníamos la habitual separación en “clases” y la lección estaba a cargo del Capitán Eduardo Allemand. Deduzco por mi edad (unos 7 u 8 años) y la borrosa imagen que apenas guarda mi memoria, que era un hombre delgado y alto, (un gigante para mí). Predicaba con convicción y yo (y como supongo la mayoría de los niños), escuchaba atentamente. Estábamos rodeados por los “guardianes de compañías” que en ese día cumplían con mantener el orden y dar el ejemplo escuchando respetuosamente. Posiblemente ella me venía observando desde hacía tiempo. Pero Estercita, como todos la llamaban, se decidió: cruzó diagonalmente el salón de reuniones, me rodeó con uno de sus brazos y dijo cariñosamente: ¿Quieres aceptar a Jesús como tu Salvador? Yo era extremadamente tímido y esas reuniones con el llamado se celebraban sólo cuatro veces al año, pero esta vez Estercita me atrapó. ¡Cuántas veces he dado gracias al Señor por su vida y ministerio! No tuvo que insistir. Volvimos a cruzar el salón, esta vez en dirección contraria, hasta el “banco de penitentes”. Me sentía muy compungido y comencé a llorar mientras que la muy responsable Estercita después de hablarme, me preguntó si quería orar. “Quiero ser bueno” dije como única súplica, y eso fue todo, o mejor dicho: el principio de mi vida cristiana. Transcurrido un tiempo fui recibido como “Joven Soldado”, más adelante como “ayudante” de Guardián de Compañías. Recuerdo haber sido músico juvenil y finalmente “Maestro de Escuela Dominical”. Mis maestros y Oficiales de ese tiempo, además de Estercita Stanincia; mi primo Luis Ángel Pacheco, Oficial y después Pastor Bautista, el Capitán Santiago Taramasco, cuyo hijo Enrique nos trasladaba en su antigua bicicleta a mí y mis dos hermanitas para la reunión de “Jovenes Soldados”. La Capitana Lea Nüesch, Jacobo y Ruben Nüesch (hermanos y Oficiales directivo en distintos periodos). Sea la mención de estos pocos nombres un pequeño y sencillo homenaje a aquellos que en alguna forma me dejaron su ejemplo y testimonio de cristianos y siervos de Cristo, ¡sí! ¡Muchas gracias! Manuel O. de los Santos

Cristianos

EN MARCHA Año 19 Número 2

Cristianos en Marcha es preparado por Hispanic Word y publicado por el Departamento de Programa del Ejército de Salvación, Territorio Este de Estados Unidos.

Comisionados William A. y G. Lorraine Bamford Líderes del Territorio

Coronel Kenneth O. Johnson, Jr.

Secretario en Jefe

Mayor Manuel de los Santos Editor

Brenda Lotz

Directora de producción

Marisol Lalut Diseño gráfico

Nuestro propósito

El propósito de Cristianos en Marcha es proporcionar material cristiano que inspire, informe y desarrolle a los salvacionistas de habla española para que continúen en su tarea de honrar a Dios, salvar almas y servir al prójimo.

Declaración Internacional de Misión

El Ejército de Salvación, movimiento internacional, es una parte evangélica de la Iglesia Cristiana Universal. Su mensaje está basado en la Biblia. Su ministerio es motivado por amor a Dios. Su misión es predicar el Evangelio de Cristo Jesús y tratar de cubrir las necesidades humanas en Su nombre, sin discriminación alguna.

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Artículos

5 La historia de Jonás Escrito por el Mayor Kenneth Wilson. Lo último que deseaba (Jonás) era que Dios perdonara a Nínive. 13 Estudios sobre la santidad: La vida en el Espíritu Escrito por Ed Read, publicado por el Ejército de Salvación en Canadá bajo el título Studies in Holiness. Jesús no es meramente una figura histórica en las páginas descoloridas del pasado: Él es nuestro contemporáneo y nosotros, los creyentes, compartimos Su vibrante vida. 20 El decimocuarto General: Paul Rader Escrito por el Coronel Frank Payton. Era la costumbre de todos ellos (los hijos del entonces Mayor Lyell Rader) tener la Biblia entre todos los libros que llevaban cada día a la escuela. 24 Dador de toda buena dádiva Estudio basado en el Evangelio de Juan. Escrito por el Tte. Coronel Geoffrey Perry. Cristo Jesús ofrece a los creyentes un gozo interno para enfrentar la vida diaria, que nace de la paz y el contentamiento de espíritu. 30 Todas las cosas nos ayudan Escrito por María del Carmen Ramírez, Bayamo, Granma, Cuba. Dios vuelve toda maldición y tragedia en bendición, tal cual nos señala el pasaje donde José dice: “Pero ahora, por favor no se aflijan más ni se reprochen el haberme vendido, pues en realidad fue Dios quien me mandó delante de ustedes para salvar vidas” (Génesis 45:5, NVI).

Para meditar 11 Salmos 23:4

23 1 Timoteo 1:7

18 Génesis 1:2–3

Hispanic Word 58 Steward Street, Mifflintown PA 17059 hispanic@en-marcha.org


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La historia de Jonás Estudio bíblico

Por el Mayor A. Kenneth Wilson III

Parte final Dudo que Jonás haya estado preparado para lo que sucedió: todos creyeron, se arrepintieron y se dolieron por su pecado. Desde el rey hasta el súbdito más humilde —incluidos los animales— se cubrieron de cenizas (símbolo de duelo), proclamaron un ayuno y oraron para que “Dios cambie de parecer, y aplaque el ardor de su ira, y no perezcamos” (Jonás 3:9). No sólo se arrepintieron de su pecado, lo lamentaron tanto que dejaron de cometerlos. Salteadores, ladrones, proxenetas, malandrines,

mentirosos, chismosos, rateros, asesinos, hampones, terroristas, todos renunciaron a sus malas acciones. Imaginemos lo que se decía en los noticiarios después de ese avivamiento: “¡Buenas noches! Estas son las noticias y son todas buenas: ni una sola persona ha sido atacada, robada, engañada, esquilmada, muerta o maltratada de alguna manera en Nínive después de la advertencia dada por Jonás el profeta. El rey, con la cooperación de las ramas legislativas, CRISTIANOS EN MARCHA 5


judiciales y ejecutivas, ha paralizado las actividades del gobierno para dedicarse al ayuno y la oración. La Corte Suprema asiria unánimemente ha acordado que la oración y la adoración no sólo son constitucionales, sino que deben ser alentadas”. El arrepentimiento se transformó en la prioridad número uno de la nación. En Estados Unidos vimos algo similar después del ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, cuando las iglesias y lugares de adoración se llenaron a su máxima capacidad. La oración era alentada y el nombre de Dios era repetido con respeto, no como antes. Pero cuando la crisis pasó, también pasó mucho del interés en las cosas de Dios. A pesar de que ningún aspecto del mensaje de Jonás es alentador, su libro suena más como la descripción que hace el Nuevo Testamento de la naturaleza de Dios que de cualquier otra descripción de Él en el Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento muestra la majestad, el poder y la ira de Dios, un Dios demasiado por sobre el individuo como para participar en la existencia cotidiana de una persona. Jonás, sin embargo, muestra un Dios lleno de gracia, de compasión y perdonador. En vez de destruir a los habitantes de Nínive, Dios deseaba perdonarlos. El apóstol dice lo mismo: “El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9), incluyendo a los habitantes de Nínive. 6 CRISTIANOS EN MARCHA

Al ver la reacción de la gente y al sentir su pesar por su pecado, Dios respondió con afecto en vez de ira. “Al ver Dios lo que hicieron, es decir, que se habían convertido de su mal camino, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que les había anunciado” (Jonás 3:10). No significaba que Dios hubiera cambiado de opinión, sino más bien que Su corazón había sido conmovido por la respuesta del pueblo de Nínive. Como la Biblia muestra una vez tras otra al revelarnos la naturaleza de Dios, el corazón siempre tiene prioridad sobre la mente. La respuesta del Señor al arrepentimiento de Nínive fue muy parecida a la de Jesús cuando le habló a la mujer acusada de adulterio y a punto de ser apedreada: “Vete, y no vuelvas a pecar” (Juan 8:11). La mayoría de los evangelistas se hubiesen sentido fascinados y deleitados con una respuesta tan abrumadora y por haber tenido algo que ver con ella. Pero, en vez de alegrarse, Jonás se enfureció (Jonás 4:1). Lo último que deseaba era que Dios perdonara a Nínive. Jonás habría preferido que el Señor convirtiera en polvo a la ciudad y a toda su gente. Frustrado, gimió: “Oh, Señor, ¿no era esto lo que yo te decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y grande en amor. Que cambias de parecer y no destruyes” (Jonás 4:2). El rey David dijo algo parecido: “El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su


querella ni guarda rencor eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados, ni nos paga según nuestras maldades” (Salmos 103:8–10). Puedo oír a Jonás: “Señor, sabía que tú ibas a hacer esto. Casi dejaste sobrevivir a Sodoma y Gomorra, sólo que no pudiste hallar a diez personas justas. Y ahora haces lo mismo. Esta gente nos ha esclavizado, nos ha matado, nos ha tratado con violencia y crueldad, ¿y ahora vas a perdonarles y tratarles como si ellos fueran tu pueblo elegido? ¡No es justo!”. No, no es justo. Ser justo habría significado destrucción, no perdón. Pero justamente la bondad y el perdón de Dios muestran Su gracia. Esa gracia no puede ser ganada ni comprada. ¿Acaso no es parte de la naturaleza de Dios amarnos, a pesar de que no lo merecemos? Esa fue la buena noticia para los ninivitas, y esa es una noticia aun mejor para nosotros, pues Dios nos hace la misma oferta de gracia y perdón si se lo pedimos. Una gran fiesta de autocompasión Cuando Jonás finalmente fue a Nínive y predicó su sermón sobre el arrepentimiento, la gente en forma abrumadora respondió a su ministerio. Todo el país consideró que su primera prioridad era la relación con Dios. Este debió haber sido el mejor día en la vida de Jonás, al ser el hombre de Dios con el mensaje correcto en el momento adecuado. Pero en vez de eso, se sintió desconcertado y molesto y deseaba morir. “Esto disgustó mucho a Jonás, y lo hizo enfurecerse” (Jonás 4:1), pues lo último que quería era que los habi-

tantes de Nínive, los tradicionales enemigos de Israel, escaparan sin ser castigados. “Oh Señor, ¿no era esto lo que yo te decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, pues sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes” (Jonás 4:2). Una versión más moderna podría decir: “¿Cuál era el objetivo? ¿Por qué pasar por todo este esfuerzo sólo para perdonarlos al final? ¡No es justo!” ¿Justo según las normas de quién? ¿Las de Jonás? Su comentario muestra un nacionalismo y un ego lleno de prejuicios, junto con un espíritu incapaz de perdonar. Aun cuando él había sido perdonado, no estaba dispuesto a darles esa oportunidad a otros. De manera que, en vez de celebrar, Jonás dice: “Señor, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo!” (Jonás 4:3). Prefería morir que aceptar a los habitantes de Nínive como hermanos y compañeros creyentes. Después de permitirle a Jonás un momento para reflexionar respecto a su intolerancia, el Señor le preguntó: “¿Tienes razón en enfurecerte tanto?” (Jonás 4:4). ¿Acaso el Señor no es soberano? Jonás era el mensajero, no el mensaje. Era el siervo, no el amo. ¡Qué derecho tenía de enojarse con Dios, que es perfecto y justo en toda su forma de actuar! En vez de recapacitar y calmarse, Jonás salió y acampó en un lugar ubicado al este de Nínive, construyó para sí una enramada, se sentó y se entregó a una gran fiesta de autocomCRISTIANOS EN MARCHA 7


pasión mientras esperaba “ver qué iba a suceder con la ciudad” (Jonás 4:5). ¿Pensaba acaso que el Señor cambiaría de parecer y, a pesar del completo cambio de corazón de Nínive, destruiría la ciudad de todos modos sólo para complacer a Jonás? Poco probable. Pero me imagino que Jonás se sentó ahí observando, esperando, anticipando los fuegos incendiarios que convertirían a Nínive en cenizas. Y mientras esperaba, el bombardeo que nunca llegaría, rezongaba, murmuraba, se quejaba. Jonás, al igual que nosotros, aprendía con mucha lentitud y necesitaba muchas lecciones objetivas. Para ayudar a su educación espiritual, el Señor plantó una vid de rápido crecimiento, la que le proporcionó sombra a Jonás, haciéndole mucho más tolerable su vigilia destructora. Pero temprano, al día siguiente, el Señor envió un gusano a dañar la vid y hacer que se marchitara rápidamente. Y al salir el sol, Dios envió un viento abrasador que quemaba la cabeza de Jonás hasta el punto de hacerle desfallecer. Jonás se sentía tan incómodo que deseaba morir, y exclamó: “¡Prefiero morir a seguir viviendo!” (Jonás 4: 6-8). Jonás estaba furioso por lo de la planta. Le gustó su sombra, y se molestó cuando el Señor envió al gusano que la marchitó. Dios le preguntó a Jonás: “¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta?”, a lo que Jonás contestó: “¡Claro que la tengo! ¡Me muero de rabia!” (Jonás 4:9). Después del episodio de haber sido tragado por una ballena, uno pensaría que Jonás obedecería y mantendría cerra8 CRISTIANOS EN MARCHA

da la boca, pues de no haber sido por la paciencia del Señor, simplemente podría haberse transformado en comida para el pez. Hay tres comentarios casi suicidas registrados en las Escrituras: Elías después del enfrentamiento con los profetas de Baal en el Monte Carmelo (1 Reyes 19:3–4), Jonás, y el apóstol Pablo. Elías se deprimió cuando parecía que había tan pocas personas para continuar la obra del Señor. Erróneamente pensó que él tenía que llevar la carga solo. Jonás se deprimió porque el odiado enemigo de su nación no fue pulverizado. Pablo, que no le temía a la muerte, creía que ir al cielo era una alternativa mucho mejor que quedarse aquí en nuestro pecaminoso mundo. Afortunadamente, sin embargo, Pablo se dio cuenta de que el mejor curso de acción no era morir, sino quedarse y ser útil. Y al igual que Elías, que necesitaba un descanso y comida después de una extenuante campaña evangelista, Pablo decidió continuar la tarea que el Señor le había llamado a cumplir. Sin permitirle seguir para siempre en su estado de depresión, el Señor reprendió a Jonás en la forma como lo merecía. “Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y tanto ganado también, ¿no habría yo de compadecerme?” (Jonás 4:10–11). Aun cuando algunos eruditos han cuestionado el número exacto de la población de Nínive, el Señor expre-


sa su preocupación por el bienestar espiritual y físico de muchas personas que no sabían lo que hacían, que ni podían distinguir su derecha de su izquierda, que no podían distinguir entre el bien y el mal. Gente parecida a nosotros. Esta porción de la Biblia suena como el pasaje del Nuevo Testamento en que Jesús, después de ser traicionado y azotado, mientras era clavado en la cruz, dice: “Padre, perdónalos porque ellos no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). En ese “perdónalos” estaría incluido Jonás, de quien no se vuelve a hablar, ni a favor ni en contra. Sin embargo, a pesar de la exasperación que Jonás le provocaba, estoy seguro que el Señor nunca perdió las esperanzas respecto a él. Tal vez el Señor recordaba el día cuando el reticente profeta, todavía mojado y oliendo a algas y sardinas, predicó un mensaje de arrepentimiento e hizo cambiar a una ciudad entera. Y Dios

seguramente anticipaba el día cuando Jesús miraría desde un monte a la ciudad de Jerusalén y oraría que sus habitantes le conocieran a Él y Su gracia. Al acercarse Jesús a Jerusalén y mirar a la ciudad, en vez de querer verla destruida, lloró por ella y dijo: “¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Te sobrevendrán días en que tus enemigos levantarán un muro y te rodearán, y te encerrarán por todos lados. Te derribarán a ti y a tus hijos dentro de tus murallas. No dejarán ni una piedra sobre otra, porque no conociste el tiempo en que Dios vino a salvarte” (Lucas 19:41–44). Su destrucción vendría porque rehusaron creer. Todo depende de cómo uno lo mire. Para unos, el perdón y la gracia es la oportunidad para acceder a la eternidad, para otros, es una pérdida de tiempo y energía. ¿Cómo lo ves tú? CRISTIANOS EN MARCHA 9


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Salmos 23:4 “Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta”.

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Estudios sobre la santidad Ed Read

Publicado por el Ejército de Salvación en Canadá Traducción al español por David Gruer

Capítulo XVII La vida en el Espíritu El testimonio de Pablo en su Epístola a los Romanos, es un llamado conmovedor a la santidad. Tal vez el lenguaje que utiliza sea en ocasiones difícil de comprender, pero es inconfundible su búsqueda de Dios, su anhelo de ser como Cristo. Al leer en el capítulo 7 la confesión de su lucha con la “carne”, hemos visto delineada nuestra propia personalidad dividida. Pasando al capítulo 8 nos regocijare-

mos en su victoria y confío, también, que muchos habrán de compartirla. Cuando alguien puede hablar de su propia experiencia con el poder purificador de Dios, sus palabras no pueden menos que impresionar. Cuántas veces he leído y vuelto a leer el testimonio del Comisionado Samuel Brengle en las primeras frases de su libro Auxilios para la santidad: “El 9 de enero de 1885, a eso de las CRISTIANOS EN MARCHA 13


nueve de la mañana, Dios santificó mi alma. En ese momento me encontraba en mi habitación, pero minutos después salí a la calle y me encontré con un hombre a quien le dije lo que Dios había hecho conmigo…” Un testimonio así, de alguna forma va al corazón del asunto, al igual que esas frases tan personales de Pablo en el capítulo 7 de Romanos. Sin embargo hay que leerlo con cuidado. He escuchado frecuentemente a cadetes que después de haber leído los escritos de Brengle han pensado que ellos debían tener una experiencia exactamente igual. Pero no se pueden compartir las experiencias privadas de cualquier persona, ya sea esta Pablo o Brengle, o cualquier otra; no se trata de que tales testimonios representen la norma o modelo que deba seguirse. Dios no es tan falto de originalidad o de respeto por la singularidad de cada individuo. Jesús dijo: “El viento sopla de donde quiere…” (Juan 3:8). Nuestro Señor estaba hablando del Espíritu Santo poderoso, dador de vida, misterioso como Dios es siempre y, no obstante, entrando en el alma del hombre de una manera transformadora. Este Espíritu poderoso y benigno es también el tema del capítulo 8 de Romanos, llevando así a un clímax satisfactorio esta sección central sobre la santidad. Él que esté buscando sinceramente querrá examinar todo esto a fondo. Señalemos aquí algunos puntos preliminares. Pablo amaba a Cristo. No era aquella clase de amor que habla de sí o es altamente efusivo, más bien se expresaba través de un servicio pleno. Cuando Pablo se convirtió dijo: 14 CRISTIANOS EN MARCHA

“Señor ¿qué quieres que haga?” (Hechos 9:6), y la realidad del señorío de Cristo —que implica la condición de siervo para el discípulo— nunca estaba lejos de su pensamiento. Obsérvese cuán frecuentemente aparece en Romanos la expresión “Jesucristo nuestro Señor”. Por interesante que parezca esta expresión en sus diversas formas, aparece en el último versículo de los capítulos 5, 6, 7 y 8. ¿Qué es lo que significa este énfasis? Seguramente, lo siguiente: que el Espíritu Santo no le es otorgado a nadie para disfrutar privadamente, sino para que el cristiano sea un siervo más consagrado de su bienamado Señor. El cristiano está “en Cristo”; Pablo lo dice más de cien veces. Lo tenemos en Romanos 8:1, y la frase aparece repetida en las cláusulas del libro de Efesios. Jesús no es meramente una figura histórica en las páginas descoloridas del pasado: Él es nuestro contemporáneo y nosotros, los creyentes, compartimos su vibrante vida. Cristo es el medioambiente del hombre redimido. W. M. Macgregor escribe: “De la manera que un pájaro vive en el aire y necesita del aire para vivir, al igual que un pez vive en el agua y no puede vivir en otro lugar, así, de acuerdo a Pablo, el cristiano vive en la presencia de su Maestro y muere rápidamente si esa presencia se retira”. Nótese un paralelo con lo antedicho en las frases referentes al Espíritu que se encuentran en los versículos 1, 4, 5 y 9. Una idea apoya a la otra. El Espíritu Santo es el “Espíritu de Cristo” (versículo 9) y Su propósito es, evidentemente, colocarnos en Cristo, a fin de que


nos demos cuenta de que estamos en Cristo, y así facilitarnos la comprensión que este privilegio necesita. 1) Todo cristiano disfruta del ministerio del Espíritu Santo pero debemos agregar, inmediatamente, que algunos no lo saben, debido a una comprensión limitada de las verdades bíblicas; no obstante esta ignorancia no impide la actuación del Espíritu. “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él” (Romanos 8:9). En el momento de nuestra conversión, es el Espíritu el que otorga nueva vida. Jesús se refirió a esto como “nacer de nuevo” (Juan 3:3), aunque la expresión teológica para esta experiencia es “regeneración”. Cuando tal cosa acontece en el alma humana, tal persona comienza a moverse en dirección a la santidad. Es por este motivo que la generación anterior de maestros de la santidad solía decir: “La regeneración es el comienzo de la santificación. La entera santificación es la obra completa”. En nuestros días esto se expresa así: “Puede haber grados mayores y menores de

santidad en relación a la mayor o menor entrega a Cristo. La regeneración es la fuente. La santificación es el río (de mucha o poca profundidad). La entera santificación es el río de mayor caudal” (Sidlow Baxter). 2) Las frases “según el Espíritu” y “el Espíritu en nosotros”, se presentan juntas de una manera iluminadora. “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros” (Romanos 8:9). James Stewart comenta sobre este particular: “De la forma como se puede decir que el cuerpo humano está en la atmósfera que lo rodea por todas partes y sin embargo esa atmósfera se encuentra también dentro del cuerpo humano, llenándolo y vitalizándolo, lo mismo puede decirse del alma del cristiano que existe en el Espíritu y, al mismo tiempo, tiene el Espíritu en sí”. Otros han hablado de una botella abierta que se lanza al océano: la botella está en el océano y muy pronto el océano está “en” (aunque no todo) la botella. Evidentemente, todas estas ilustraCRISTIANOS EN MARCHA 15


ciones fallan debido a que sugieren que el Espíritu es algo como un gas o fluido, y nunca debemos pensar en Él sino de manera personal, existiendo entre Él y nosotros una armonía de personalidades. 3) El ministerio del Espíritu es la respuesta al problema de la “carne”. Al final de su lucha, Pablo atribuyó la victoria a Cristo: “¿Quién me librará? Gracias doy a Dios por Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 7:24–25). Aquella provisión que Cristo hizo sobre la cruz de forma objetiva se hace mía de forma subjetiva mediante el Espíritu. Para tener esto es necesario que me encargue de una manera firme y decisiva de la “carne” hasta donde esto me sea posible. Más adelante, en el mismo libro, Pablo aconseja (Romanos 13:14): “No proveáis para los deseos de la carne” y desde luego que esto puede significar la necesidad de una crucifixión: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Se hace indispensable recordar que la 16 CRISTIANOS EN MARCHA

carne no significa el cuerpo; la idea de que el mal está asociado al cuerpo humano debilitó a la iglesia durante siglos y a la doctrina de la santidad. Con el cuerpo contrapuesto al alma, surge la idea que si le decimos “no” al primero y “sí” al segundo, andaremos bien en lo que se refiere a la responsabilidad moral. Algunos recordarán al santo clérigo de Copmanhurst, de quien se decía que era muy santo ¡porque solamente comía arvejas y legumbres! Un hombre que se instalaba en una torre y vivía allá la mitad del curso normal de su vida, ciertamente estaba despreciando su cuerpo, y por eso era considerado un gran santo. Pero, de acuerdo a las normas bíblicas no era más que un pobre y equivocado fanático. Es natural que nuestro cuerpo necesite disciplina, y la abnegación es una virtud cristiana. Pablo habla sobre la importancia de “hacer morir las obras de la carne” (versículo 13), pero no se puede tratar de manera ligera a nuestra “carne” en su expresión física. Si tenemos en cuenta que la “car-


ne” es el principio de la no regeneración, entenderemos que solamente el Espíritu Santo puede hacer frente a nuestra necesidad. ¿De qué manera se ocupa el Espíritu Santo de nuestra carne? Se han presentado muchos argumentos al discutirse esta pregunta. Un grupo de cristianos enseña que el Espíritu Santo aniquila la carne, destruyéndola completamente, mientras que otra escuela sostiene con igual vigor, que la domina, dejándola allí bajo control, pero siempre con la posibilidad de que se levante nuevamente. ¿Quién tiene la razón? Una conocida historia referente a un indio hopi que se convirtió, relata que cuando este contaba su testimonio solía decir que antes de su conversión iba a la ciudad el sábado por la noche y se embriagaba, y que entonces su perro negro mordía a toda la gente. Después Cristo vino a su vida, le dio un gran perro blanco al que le gustaba ayudar a todas las personas. Pero ahora los dos perros se peleaban. Cierto día un jefe al escucharlo, le hizo una pregunta vital: “¿Cuál de los dos perros está ganando?” Y el nuevo convertido le contestó francamente: “¡Aquel al cual le doy más de comer!” Esto ilustra ciertamente el conflicto que hay en el creyente entre la carne y el espíritu. Pero ¿qué se puede hacer con este inquietante “perro negro”? Algunos dirán que se le puede encadenar y dejar que se muera de hambre (los supresionistas); mientras que otros insistirán en que se le debe pegar un tiro (los erradicacionistas). Es el Dr. Edwin Orr comentando so-

bre esta situación, indica que aquellos que dicen que se puede liquidar al “perro negro” admiten que, no obstante, es posible criar ¡otro cachorro negro! Y aunque en forma risueña, este comentario destaca la futilidad de este argumento, tal vez parte del problema se halla en nuestro concepto de lo que es la “carne”. Tenemos la tendencia a pensar que se trata de una cosa, un “perro negro” que debe ser encadenado o exterminado, o de una “raíz de amargura” que debe ser arrancada. Este concepto es inexacto y no es bíblico. Si la carne es “todo aquello propio de la naturaleza humana en su personificación corpórea” (como dice un competente lexicógrafo griego) ¿no es acaso sencillamente, la naturaleza cristiana caída? En tal caso vivir “en la carne” es actuar de la forma que tiene que actuar inevitablemente el hombre no regenerado, ya que “los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (versículo 8). Pero el creyente no se encuentra limitado a esa esfera. No necesita, y por lo tanto, no debería vivir así. Algo le ha sucedido en su naturaleza como ser humano. Ha sido tocado por la llegada del Espíritu de Dios. Ya no está más en la carne; no es más un hombre natural; está poseído por una nueva vida espiritual y respira una nueva atmosfera espiritual: está “en el Espíritu”. No es necesario que viva “conforme a la carne”, que es la vida circunscripta de un hombre no regenerado, sordo, ciego y muerto espiritualmente, ¿y quién, habiendo saboreado lo nuevo, ha de querer volver a lo viejo? CRISTIANOS EN MARCHA 17


Génesis 1:2–3 “Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. La tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Y dijo Dios: ‘¡Que exista la luz!’ Y la luz llegó a existir”.

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El decimocuarto General: Paul Rader Por el Coronel Frank Payton Fuente: el libro If Two Shall Agree.

Cuando Paul le preguntó a su papá: “¿Conviene llevar mi Biblia el primer día de clases?, yo estaba viajando en el auto del entonces Mayor Lyell Rader, que nos llevaba a la que había sido la escuela en donde había cursado los grados séptimo al noveno. La familia Rader iba a ocupar la casa en que nosotros vivíamos pues mis padres tenían cambio de nombramiento. La pregunta me llamó la atención pues yo nunca había considerado llevar una Biblia a la escuela. Con los años llegaría a apreciar la manera en que los hijos de los Mayores Rader ha20 CRISTIANOS EN MARCHA

bían sido criados. Era su costumbre tener la Biblia entre todos los libros que llevaban cada día a la escuela. La Biblia era una parte importante de su vida. Durante los próximos años llegué a conocer los cinco hijos de los Mayores Rader por medio de las actividades unidas de la juventud salvacionista, pues el Mayor era nuestro Secretario Divisional de la Juventud y el nombramiento de mis padres era en un Cuerpo cerca de la ciudad de Filadelfia, Pensilvania. Con los años nuestras vidas nos llevaron a dife-


rentes caminos pero Paul y yo nos convertimos en oficiales y los dos recibimos el llamado a servir en países fuera de Estados Unidos. Nosotros fuimos a Latinoamérica y Paul y su esposa Kay fueron a Corea. Una diferencia entre él y yo era que Paul era un excelente estudiante, yo no tanto. Ese fuerte llamado a perfeccionarse en el ministerio por medio del estudio llevó a Paul Rader a tener un choque con los líderes salvacionistas. Los Rader habían servido unos diez años en el Territorio de Corea cuando Paul sintió una fuerte necesidad de estudiar en el Seminario Teológico Fuller, en California. La preocupación de Paul era que el Ejército de Salvación no estaba creciendo como debía y ese seminario era el más conocido por su enseñanza de “iglecrecimiento”. Cuando estaban de vacaciones, Paul pidió permiso para cursar un doctorado en misiones. Le rechazaron su pedido sugiriendo que podía estudiar en otro seminario. El problema era que ningún otro lugar ofrecía los estudios que él necesitaba. Con gran pesar pidió un permiso para ser oficial sin nombramiento a fin de poder cursar esos estudios. Así que tomó la iniciativa y comenzó sus estudios mientras su esposa se empleó como maestra de escuela. Los dos estaban viviendo en los extremos del país. Con el tiempo otros líderes salvacionistas reconocieron la sinceridad de los Rader y su deseo de servir mejor a Dios y les ofrecieron un arreglo para que Kay, su esposa, tomara un nombramiento en California mientras Paul estudiaba. En dos años terminó sus estudios y regresaron a

Corea. Paul, nombrado Secretario en Jefe del Territorio, recomendó al liderazgo del Territorio una iniciativa para el crecimiento de la obra allí. Los resultados de esa iniciativa es algo que merece una presentación aparte pero es suficiente decir que desde ese momento en adelante la obra nuestra allí creció enormemente. Después de casi 22 años de servicio en Corea, los Rader recibieron nombramientos en Estados Unidos y finalmente recibieron el nombramiento como Jefes Territoriales en el Territorio Oeste. Una vez más Rader implementó allí las enseñanzas de iglecrecimiento. En particular reconoció la gran necesidad de incrementar la obra entre los hispanos tomando decisiones fuera de lo común para lograrlo. Los resultados de eso todavía se sienten en ese territorio. En la reunión del Consejo Supremo de todos los líderes salvacionistas del mundo efectuada en julio de 1994, Paul fue elegido como el decimocuarto General del Ejército de Salvación. Desde ese puesto pudo implementar algunas de las enseñanzas que había recibido en sus años de estudio. Más adelante tuvimos el privilegio de recibir al General Paul y a la Comisionada Kay Rader para presidir nuestro Congreso Territorial en Buenos Aires, pues en esa fecha éramos los líderes territoriales allí. Poco pensaba allá en el año 1948 que estaba en la presencia de un futuro General del Ejército de Salvación y menos pensaba que nos veríamos en la ciudad de Buenos Aires unos 46 años más tarde. CRISTIANOS EN MARCHA 21


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1 Timoteo 1:7 “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio”.

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Dador de toda buena dádiva Estudio basado en el Evangelio de Juan Por el Tte. Coronel Geoffrey Perry Una de las bienaventuranzas de Cristo que no fue incluida en el Sermón del Monte, fue mencionada por el apóstol Pablo durante uno de sus viajes misioneros: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Jesús vivió esta verdad a través de Sus milagros de sanidad, Sus ense24 CRISTIANOS EN MARCHA

ñanzas y Su sacrificio final por nosotros en la cruz. Dar de sí siempre fue parte de Su naturaleza. Uno de los dones que ofreció a la humanidad fue la libertad. “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres… todo aquel que hace pecado,


esclavo es del pecado… si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:31–36). Cuando Jesús pronunció estas palabras estaba en Jerusalén, defendiendo Su divinidad y Su relación especial e íntima con Su Padre celestial. Las últimas palabras que Jesús dijo en esa ocasión fueron: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58), usando el nombre de Dios que encontramos en Éxodo 3:14. Sus opositores se indignaron y tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús se alejó de ellos. Muchos simpatizaban con los sentimientos de aquellos judíos que se sentían desafiados con respecto a su libertad. Los judíos le dijeron a Cristo: “Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie” (Juan 8:33). Es frecuente que los que alardean de libertad en su país se sometan a diversas formas de esclavitud personal. La promesa de la verdadera libertad para el creyente en Jesús surge resplandeciente como el sol al amanecer después de la oscuridad restrictiva de la noche. Su oferta de liberación de espíritu a aquellos que están esclavizados por el pecado sigue siempre vigente. Otro don que Cristo ofreció fue la vista, poniendo énfasis en que la ceguera espiritual es un problema mayor que la física. Cuando los fariseos le dijeron: “¿Acaso nosotros somos también ciegos?”, les respondió aclarando lo que pasaba con el pecado, que es el resultado de la ceguera espiritual. Juan tuvo cuidado al seleccionar las señales o milagros que incluyó en

su Evangelio, pero dedica todo el capítulo nueve a la sanidad de Cristo de un hombre que había nacido ciego. “Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo”, dijo el hombre a los fariseos. Su declaración de fe en Jesús (versículos 30–33) muestra una profundidad de conocimiento espiritual que disgustó a los fariseos. ¡Sintieron que el hombre les estaba llamando la atención! Después que los fariseos expulsaron al hombre, hay un epílogo emotivo en esta historia. Jesús, saliendo de Su camino, lo buscó y, como lo hizo con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, le reveló Su divinidad. Estos dos maravillosos encuentros con extraños muestran a Jesús como un gran maestro y como un hombre que tenía un don personal; podía comunicarse con las personas a un nivel que ellos podían entender y en una forma que podían fácilmente responder con fe, con adoración y con compromiso. Cristo ofreció también el don del gozo, cumpliendo la profecía de Isaías 55:12: “Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos”. Sin gozo, la fe cristiana no sería tan atractiva. La vida tiene muchas aflicciones, desencantos, frustraciones que deben ser enfrentadas y vencidas por la gracia de Dios. El humor también tiene un lugar en el gozo cristiano, porque los humanos necesitan el alivio de la risa. Cristo Jesús ofrece a los creyentes un gozo interno para enfrentar la vida diaria, que nace de la paz y el contentamiento de espíritu. Él poseía estas cualidades en abundancia y CRISTIANOS EN MARCHA 25


desea que Sus seguidores también las tengan. Al escribir su Evangelio, Juan se acordó especialmente del deseo de Cristo en este sentido. Cuando Jesús compartió la Última Cena con Sus discípulos y se preparó para enfrentar lo peor que los hombres malvados podían hacerle, pudo explicar algo de lo que habría de venir. Por eso dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11). No podía negar el costo del discipulado, pero les dijo que también habían dones que recibirían del Padre: “Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”, dijo Jesús (Juan 16:24). Si a alguna persona le falta gozo, debe orar para conseguirlo. Durante la Última Cena, Jesús también se refirió a otro don: “La paz os dejo, mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14: 27); “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Aun cuando Jesús estaba contra la injusticia y la hipocresía, era esencialmente un hombre de paz. Aquel que calmó la tormenta en las aguas del lago de Galilea ha traído paz a millones de Sus seguidores. Como dijo el apóstol Pablo a los efesios (2:14): “Él es nuestra paz”. Después de la resurrección, la primera palabra que Jesús les dijo a los discípulos que estaban reunidos fue “paz” (Juan 20:19). El Señor Jesús siempre está dispuesto a darnos Sus dones: Libertad en vez de esclavitud; vista que vence la ceguera espiritual; gozo en lugar 26 CRISTIANOS EN MARCHA

de tristeza; y paz que calma toda tormenta interior. La respuesta incondicional del amor La fuerza motivadora tras todas las palabras y acciones de Cristo fue el amor: “De tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo” (Juan 3: 16), y Jesús amó tanto al mundo que se dio a sí mismo. “Nadie tiene mayor amor que este”, dijo, “que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Juan escribió su Evangelio para revelar el incomparable amor de Jesús, como: “También para que creáis que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31). Cuanto más se acercaba Jesús a la cruz, más enseñaba a Sus discípulos respecto a la necesidad de un amor santo entre Él y ellos. Esto es especialmente notorio en Sus discursos durante la semana de la pasión, aun cuando el amor de Cristo por la gente, sin declaraciones directas, se podía ver en todas Sus acciones y reacciones. En ninguna ocasión se ve esto más claramente que en el hogar de María y Marta en Betania, cerca de Jerusalén. Su hermano, Lázaro, había muerto, y el versículo más corto de la Biblia dice que “Jesús lloró” (Juan 11:35). Los que vieron Sus lágrimas pensaban que se debía a Su amor por Lázaro: “Mirad cómo le amaba” (Juan 11: 36). Pero Juan explica que las lágrimas de Jesús se debieron al intenso dolor de María y de los que la rodeaban: “Al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban también


llorando, se estremeció su espíritu y se conmovió” (Juan 11:33). La petición: “Señor ven y ve” (Juan 11: 34) fue en respuesta a la pregunta de Jesús respecto a dónde había sido sepultado Lázaro. Y este clamor es sin duda también la exclamación de mucha gente que hoy enfrenta una tragedia, una muerte, un desconsuelo. Hace algunos años tuve el privilegio de dirigir el servicio fúnebre del músico de la banda David Usher, en Harare, Zimbabue. Casado y con dos pequeños hijos, David había testificado sólo unos días antes que en su trabajo en la industria de la aviación muchos estaban más dispuestos a confiar más en las máquinas hechas por los hombres que en Dios que creó a los hombres. Fue en una de esas máquinas que David perdió la vida; su avión se estrelló en el suroeste de África y se incendió. Y ahí estábamos despidiendo sus restos. Fui movido por el Espíritu a usar como texto el versículo mencionado: “Señor, ven y ve”. El Señor resucitado todavía cumple Su promesa de estar con los suyos en los momentos de angustia y dolor. Su amor nunca falla: “Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 13:1). Este es el amor que lo llevó a lavar los pies de Sus discípulos y a decir que Sus seguidores debían hacer lo mismo. Aun cuando el amor de Cristo se puede ver claramente al sanar a los enfermos, a los tullidos, a los ciegos, es en la cruz donde Su amor se manifiesta y se siente con mayor claridad. Juan incluye en su Evangelio más

acerca de los discursos de Jesús durante la Última Cena que sobre las horas que pasó en Getsemaní. Por ejemplo, no incluye las oraciones de Jesús en Getsemaní. Pero sí menciona la “copa de sufrimiento” de Cristo. “Jesús entonces dijo a Pedro: mete tu espada en la vaina; la copa que el padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Juan 18:11). La aceptación de la copa del sufrimiento representa Su incondicional respuesta de amor. Al concluir esta serie de artículos, estoy consciente de que hay tanto más en el Evangelio de Juan que podría comentarse, especialmente temas relativos a la oración, al nuevo reino, a la salvación personal. Pero quiero terminar con la restauración de Simón Pedro. Tal vez alguno de los que leen estas páginas esté en necesidad de ser restaurado por Jesús. “¿Me amas?” es la pregunta de Cristo que resuena a través del tiempo. Y Pedro, al mirar a Aquel que había aceptado ser crucificado, por amor, por amor a una humanidad pecadora y sufriente, contestó con sinceridad: “Tú sabes que te amo” (Juan 21:15). “Apacienta mis corderos” fue la respuesta de Jesús (Juan 21:16). Y Pedro cambió su bote de pescador por un cayado de pastor. Las ovejas descarriadas aún necesitan el amor de un pastor para llevarlas de vuelta al redil, y el llamado de Cristo es el mismo para nosotros hoy: “Apacienta mis ovejas”. Como alguien ha dicho, el Evangelio de Juan es profundamente sencillo, pero también sencillamente profundo. CRISTIANOS EN MARCHA 27


En la sombra y en la luz Tta. Coronela Anna Riitta Eliasen [1945–2017: Hablaba inglés, finlandés, portugués y español con fluidez y sirvió como Oficiala del Ejército de Salvación en el Territorio Este (EE. UU. y Puerto Rico), Finlandia, Sudamérica y España.] He vivido muchos años en distintos países del continente americano y he notado que muchos cristianos todavía siguen viviendo según el pacto antiguo, esto es, como se vivía en los tiempos del Antiguo Testamento. Siguen creyendo que acceden al camino que los lleva a Dios a través del sacerdote. Así es como era en tiempos del Antiguo Testamento, cuando los sacerdotes solían proveer el servicio espiritual, ayudando a las personas a acercarse a la presencia del Señor. Muchas cosas han cambiado entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Ahora bien, el primer pacto tenía sus normas para el culto, y un santuario terrenal (Hebreos 9:1). Pero debido a que tenemos al Sumo Sacerdote Jesucristo, ya no necesitamos sacerdotes de la misma manera que en el Antiguo Testamento. Pablo explicitó esto en su carta a Timoteo: “Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (I Timoteo 2:5). Ahora tenemos en vigor un nuevo pacto, cuyo cimiento es Cristo. El antiguo pacto era solo una sombra del pacto mejor que vendría después. La ley es sólo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia misma de estas realidades (Hebreos 10:1). Este nuevo pacto es superior al pacto an28 CRISTIANOS EN MARCHA

tiguo, puesto que el nuevo pacto se basa en mejores promesas (Hebreos 8:6). En el Antiguo Testamento el pueblo vivía en la sombra; ahora vivimos en la luz. Tenemos la posibilidad de vivir en una realidad mejor. ¡Ven ante la presencia del Señor! Hace poco compartimos muchos momentos buenos conversando sobre este tema de la invitación. Podemos venir libremente ante la presencia del Señor. Las cosas eran todo lo contrario en los tiempos del antiguo pacto: “No te acerques más” (Éxodo 3:5). No le estaba permitido al pecador acercarse al Dios santo. “Solo tú, Moisés, podrás acercarte a mí. El resto del pueblo no deberá acercarse ni subir contigo” (Éxodo 24:2). Dios le dijo a Moisés en el Monte Sinaí: “Baja y advierte al pueblo que no intenten ir más allá del cerco para verme, no sea que muchos de ellos pierdan la vida” (Éxodo 19:21). El pueblo debía obedecer esta regla. Si traspasaban los límites, una condena inminente recaería sobre ellos. Las muchas reglas del Antiguo Testamento confirmaban esta realidad: el pueblo no podía acercarse demasiado a la presencia del Señor. “Deberán, sin embargo, mantener


como un kilómetro de distancia entre ustedes y el arca; no se acerquen a ella” (Josué 3:4). Antes, era más seguro mantenerse a cierta distancia; pero ahora es más seguro acercarse. En tiempos del Antiguo Testamento, el pueblo vivía en la sombra. Ahora vive en la luz. Tenemos la posibilidad de seguir a Jesús. El propio Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Ahora, es más seguro acercarse. Muchos, sin embargo, no lo hacen. Juan explica por qué tantas personas se quedan en la sombra. Esta es la cau-

sa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto (Juan 3:19-20). Es mejor vivir en la luz. Si nos quedamos en la sombra, permanecemos sujetos al juicio de Dios. “Pero, si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). Si vivimos en la luz de Jesús, recibimos el perdón por todos nuestros pecados y ninguna condena recaerá sobre nosotros. CRISTIANOS EN MARCHA 29


Todas las cosas nos ayudan María del Carmen Ramírez Bayamo, Granma, Cuba

Todos pasamos por tragedias y problemas, tal vez hemos sido traicionados, sufrimos la pérdida de un ser querido, tuvimos una serie de momentos difíciles desde nuestra niñez o adolescencia; en fin, cosas que harían que pensemos que Dios nos ha abandonado o que no le importamos. José era una persona que sufrió varias adversidades. Conocemos su historia: fue vendido por sus hermanos como esclavo, fue encarcelado por algo que no hizo, etc. Podríamos 30 CRISTIANOS EN MARCHA

decir que todo lo que le pasaba mostraba que su vida iba de desgracia en desgracia y que al parecer no tenía el respaldo de Dios. Sin embargo, debemos ver cómo Dios estuvo en cada etapa, cada vivencia, porque cada cosa que le sucedió le sirvió para ser más sabio, aprender y llegar a ser quien fue. Si no hubiese sido vendido, no habría trabajado para Potifar, en cuya casa fue acusado de acoso y si no hubiese sido encarcelado, no hubiera descifrado los sueños del Faraón, por lo


que no habría llegado a ser una persona importante en la tierra de Egipto. Dios vuelve toda maldición y tragedia en bendición, tal cual nos señala el pasaje donde José dice: “Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Génesis 45:5, RVR1960). Dios puede hacer grandes cosas en tu vida y con tu tristeza. Es sólo cuestión de cambiar la perspectiva de

las cosas y ver que Dios tiene un propósito con todo y que al final la bendición llegará. Dios está involucrado en todo lo que te sucede y tiene un muy buen plan. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28, RVR1960). No dejes de pensar y creer que Dios está en medio de todo lo que te pasa y que al final todo es por nuestro bien, pues estamos con Él. CRISTIANOS EN MARCHA 31


“Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed”. Juan 6:35


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