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Junio 2016 Queridas amigas, En el mes de Mayo recordamos el Día de la Madre. Alguien me dijo que seguramente en Junio yo iba a hablar del Día del Padre. No es así. Aunque los padres son tan importantes para sus hijos, esa festividad no tiene el atractivo y la internacionalidad del Día de la Madre. En mi caso, aunque mi padre me dejó hace más de 50 años, no hay día que no me acuerde de él por una u otra cosa. Pero lo más importante en nuestra vida es que todos tenemos el privilegio de tener un Padre celestial, que nunca nos dejará. En el Evangelio de Juan capítulo 1 leemos que el Verbo era Dios y el Verbo era Jesús, quien Dios nos había enviado. Más adelante en el mismo Evangelio leemos: “A cuantos lo reciben, a cuantos creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (v. 12). Y es por eso que nosotros los cristianos repetimos siempre la oración que Jesús nos enseñó: ‘el Padre Nuestro’: Una vez visité el monasterio de Monserrat, cerca de Barcelona en España y ahí asistí a una misa junto con turistas de muchos países del mundo. El sacerdote en un momento de la misa nos pidió a todos repetir esta oración en nuestro propio idioma y para mi fue un momento emocionante, inolvidable; detrás de mí una pareja oraba en alemán, a mi lado una joven oraba en japonés… ¡qué hermoso!
‘El Padre Nuestro’ A un conocido ministro cristiano le preguntaron qué diría si un día se encontrara frente al trono de Dios con solamente un minuto de tiempo para decirle todo. Y él replicó: “Le repetiría el Padre nuestro que estás en los cielos, reconociéndole como Dios todopoderoso. Santificado sea tu nombre. ‘Santificar’ significa considerarlo santo, motivo por el cual tenemos que alabar su nombre. Vénganos tu Reino, un recordatorio que tenemos que buscar hacer el propósito y el plan de Dios para nuestra vida. “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes” (Jeremías 29:11) afirma el Señor. Debemos someternos a la voluntad de Dios. Danos hoy nuestro pan cotidiano, le pedimos al Señor que nos dé lo que necesitamos para el día. “Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Perdona nuestras deudas. Debemos examinar nuestra vida y pedirle al Espíritu Santo que nos revele nuestras acciones erradas, para pedir el perdón de Dios. Como recomendó el apóstol Pablo:
“Sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo Jesús” (Efesios 4:32). Aun cuando esta oración enseñada por Jesús es repetida muchas veces en público, es también una oración que debe ser muy personal y que a todos nos ayuda repetirla pensando en las palabras que estamos pronunciando. (Meditación de un artículo escrito por la Mayora Rita Pittman del Territorio de Canadá). “Dios salve a la Reina” En estos días la Reina Isabel de Gran Bretaña celebra sus 90 años de edad. Sin duda es una fecha importante para ella y también para su pueblo. Hace poco recibí algunos párrafos escritos por ella a través del tiempo o pronunciados en sus discursos anuales, en que afirma su fe. Voy a copiarles algunos, pues es impactante que una persona como ella hable de su fe: “Para muchos de nosotros, nuestra fe es de primordial importancia. Para mí, las enseñanzas de Jesús y saber que tendré que responder ante Dios personalmente un día, me da una estructura para guiar mi vida. Yo, como muchos de ustedes, he sacado fuerza en tiempos difíciles de las palabras y el ejemplo de Jesús.” “Cristo no solamente nos reveló la verdad en sus enseñanzas. Vivió según lo que él creía y nos da fuerza para hacer lo mismo.” Como yo tengo algo de sangre británica, permítanme usar las palabras del himno nacional británico: “¡Dios salve a la Reina”. Rincón casero. Rollitos de pollo. 2 pechugas de pollo, deshuesadas y sin piel. Suavemente aplane las pechugas, Divídalas en dos. En bol aparte combine media taza de ricotta, una yema de huevo, l cucharadita perejil picado, l cucharada queso parmesano rallado. Poner una cucharada de esta mezcla en el centro de cada pechuga y enróllela. Aparte mezcle 2 tomates cotados en cubitos y media tasa de jugo de tomate. Ponga la miad de salsa de tomates en una fuente para horno, coloque encima las pechugas con el cierre hacia abajo. Vierta encima resto de salsa de tomates y media taza de queso rallado. Si no las va a hornear de inmediato, cubra con papel plástico por máximo seis horas. Hornee, destapado, unos 30 minutos o hasta que pechugas estén cocidas. Ponga una pechuga en cada plato y sirva con arroz o puré.
Sonría: Un pastor predicaba sermones muy largos y aburridos. Un día al terminar su sermón le Avisó a la concurrencia que era la última vez que predicaba ahí porque había sido nombrado a otra iglesia. La persona que estaba dirigiendo el culto entonces dijo: “Cantemos el Himno 321: ‘Oh, qué amigo nos es Cristo.” **** Los niños necesitan dos palmaditas en la espalda – una suficientemente alta y suave para Alentarles cuando hayan hecho algo bueno y otra más abajo y más fuerte cuando haya hecho algo malo...
Meditación – Un pecado pequeñito “Las casas de Judá y de Israel me han sido más que infieles, afirma el Señor. Hasta dicen: ‘Dios no existe’. Voy a traer contra ustedes una nación lejana… acabarán con tu cosecha y tu alimento, matarán a tus rebaños y ganados y destruirán tus viñas y tus higueras” (Jeremías 5: 11, 15, 17). Cuando yo era niña, un árbol plantado en el patio trasero de la casa de mis tíos comenzó a crecer tanta que lo que al principio era una sombra agradable bajo la cual jugar o descansar, se tupió tanto que el pasto se puso amarillento, las plantas de flores se marchitaron y las habitaciones de la casa perdieron luminosidad. Lo mismo sucede con el pecado. A veces parece algo pequeño, algo inofensivo. Pero igual que ese árbol, al crecer, afecta el crecimiento de otras plantas y hace desaparecer la luz. El pueblo de Israel aprendió esta lección de manera dura. Su mala conducta hizo que fueran juzgados (ver Jeremías 5). Lamentaron darse cuenta que su pecado, que creían era inofensivo, se les había salido de control. El profeta Jeremías clamó con angustia por su pueblo extraviado (v.19). El pecado siempre causa muerte, de una manera u otra. Corrige el pecado pequeñito que pueda haber en tu vida, antes que crezca y se salga de control. Un pecado pequeñito nunca sigue siendo un pecado pequeñito. Bendiciones de Dios. Dios siempre desea darnos bendiciones, pero muchas veces no puede dárnoslas porque tenemos las manos llenas de tantas cosas terrenales y Dios no tiene donde entregárnoslas (San Agustín). Para recordar. Si quieres tener amigos, muéstrate amigable. Si quieres que te recuerden, piensa de los demás. Si quieres que te amen, ¡ama!
Mary Salvany Secretaria Corresponsal
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