9 minute read
productoras, actrices triunfan en festivales internacionales con propuestas y lenguajes inéditos
La voz de las mujeres en el cine mexicano hace eco, cada vez más fuerte, con historias que cruzan fronteras, cosechan premios y ganan prestigio alrededor del mundo. Son retratos de cineastas comprometidas que promueven la reflexión en aras de una mejora social, atravesando la piel del espectador con retratos sobre desapariciones, feminicidios, infancias tocadas por la violencia, racismo, machismo, migración, diversidad e inclusión. A pesar de que la representación femenina en la industria nacional sigue siendo dispar, decenas de cineastas continúan en el camino para abrir puertas con su talento y consolidar sus carreras, mientras tienden lazos sororos para las nuevas generaciones. De acuerdo al Imcine, el 44 por ciento del personal que en 2021 estuvo involucrado, directa o indirectamente, con alguna producción cinematográfica fueron mujeres. La cifra podría resultar alentadora en términos de representación igualitaria. Lo cierto es que ese mismo año solo el 16 por ciento de las historias fueron dirigidas por una mujer. De ahí la importancia de reconocer lo que han hecho directoras como Tatiana Huezo, Lila Avilés, Natalia Beristáin, Ángeles Cruz, Astrid Rondero, Fernanda Valadez; o actrices como Eréndira Ibarra, Bárbara Arredondo y Nailea Norvind; o guionistas como Natasha Ybarra-Klor.
Sus voces —y las de muchas mujeres más— contribuyen a una industria en reconstrucción que promueve retratos más diversos sobre México, miradas cuya sensibilidad y potencia han logrado conquistar los festivales de cine de mayor prestigio en el mundo. No por nada en 2022 tres mujeres representaron a nuestro país en la Berlinale, donde Natalia López Gallardo obtuvo el Oso de Plata gracias a su ópera prima Mantodegemas
Advertisement
“Ha pasado un año maravilloso desde el premio y lo único que siento es agradecimiento; me da mucha paz que por fin estrenamos en México. Manto de gemas es una película que se comunica con los mexicanos de una forma amplia. Habla sobre esa herida generada por la violencia y sus diferentes manifestaciones. Estamos tan acostumbrados a cuerpos desmembrados que los normalizamos”, dice Natalia López en entrevista.
“Hay pornografía de todo tipo y se normaliza, por eso era importante transmitir un tipo de violencia que corre por debajo de la superficie, que no es evidente. Hemos aprendido a estar siempre alertas, eso es propio de la sociedad, especialmente de las mujeres. Pensé que no podría hacerlo, pero los testimonios que tuve de madres con hijos desaparecidos y de personas secuestradas me dio ese empuje para contar la historia”, agrega López. Mantodegemas recién llega a las salas de cine mexicanas para contar la historia de tres mujeres que se entrelazan. Tras su divorcio, Isabel (Nailea Norvind) se instala en el campo, donde se relaciona con otras mujeres heridas. Una de ellas es María, quien la ayuda con las labores del hogar, a la par que busca a su hermana desaparecida. También conoce a Roberta, quien quiere rescatar a su hijo del ambiente violento del crimen organizado.
“Es bueno reflejarnos en el cine, sobre todo en este tipo de historias. Ahí están los hechos, la violencia, tú decides qué hacer con esa información, cómo la colocas. Encarnar al personaje fue un reto, porque la forma de trabajar de Natalia no es usual. Importa lo atmosférico y lo psicológico, con la sorpresa de la escena”, dice Nailea Norvind.
Este año no fue la excepción: la
Berlinale contó nuevamente con talento de cineastas mexicanas, Tatiana Huezo presentó Eleco, un documental sobre las infancias campesinas. “Fue un viaje hermoso compartir la película con un público tan apasionado, un festival abarrotado. El cine mexicano se recibe con un enorme abrazo y con mucha expectativa; pisa muy fuerte fuera de nuestro país”, dice Tatiana.
“Tenía ganas de meterme en el territorio de la infancia. Mucho antes de Nochedefuego, comencé a ver qué niños me gustaría atrapar, qué historias de vida, y pensé que el mundo rural y campesino era el universo donde iba a encontrar la fuerza para hacer una película. Fueron varios años en los que hicimos familia con El eco”, agrega Huezo, sobre la comunidad ubicada en Puebla, donde filmó el documental.
Lila Avilés es otra de las mexicanas que estuvo presente en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Compitió con Tótem por el Oso de Oro, el premio de la Selección Oficial. Para la joven cineasta, ofrecer un discurso fílmico que promueva la unidad entre mujeres y hombres es fundamental. Con Tótemse acercó a una historia que parte del núcleo familiar para conocer lo que ocurre en la vida de su pequeña protagonista: la pequeña Sol. “No puedo estar más feliz de la época que me tocó vivir como cineasta, estoy en un momento que es de las mujeres. Me chocan las etiquetas como películas demujeres, porque algo virtuoso que viví con La camarista fue que no importó quién era yo. La película habló por sí sola. Se trata de honrar el trabajo sin importar el género, porque el trabajo habla por uno”, dice sobre la experiencia con su anterior filme. “Estamos en una época de florecimiento. Llevamos milenios siendo sometidas y ahora hay un nuevo camino, un despertar. Con Tótemquería mostrar que la unión hace la fuerza. Hay algo del matriarcado porque mi madre es una guerrera y mi sistema es de mujeres, pero vengo también de un papá muy lindo. Por eso era importante retratar que somos una colmena de mujeres y también de hombres”, agrega Avilés. Pero la voz de las mujeres no solo hace eco en festivales de cine. La urgencia por una industria más equitativa en cuestión de género y diversidad las ha llevado a construir puentes que faciliten el desarrollo de su talento y el de sus colegas. Anónima es un claro ejemplo. Se trata de una casa productora con perspectiva de género fundada apenas hace unos meses por Eréndira Ibarra, Bárbara Arredondo y Natasha Ybarra-Klor. “Anónima no es solo la idea de tener historias hechas por mujeres para mujeres. La forma de producir que buscamos consiste en crear sets donde las mujeres cumplan con el 52 por ciento de representación, sobre todo en los puestos de toma de decisiones. Eso es difícil porque estamos en un mundo donde se duda de nuestra capacidad. El trabajo busca despertar conciencias para generar estos espacios”, explica Eréndira Ibarra. “Se trata de buscar la forma en que las plataformas y los ejecutivos entiendan que la experiencia se va creando y tienen que abrirse nuevos espacios. Queremos el 52 por ciento de mujeres y personas diversas porque creemos que así vamos a estar seguras todas y todes. Los protocolos de seguridad no van a servir mientras no estemos incluidas en esos espacios y para eso estamos creando alianzas con más mujeres”, agrega.
El nombre de la casa productora surgió para hacer justicia a aquellas voces de mujeres que, por años, han sido anónimas y han estado subrepresentadas en el cine y la televisión. De acuerdo a Natasha Ybarra-Klor, “el objetivo es influir en la cultura. Sabemos que los productos de entretenimiento tienen esa capacidad y nos gustaría cambiar la narrativa de las historias, pero también la apreciación de lo que hacemos profesionalmente”.
“La reticencia de algunas personas en posiciones de poder para soltar las riendas a las mujeres por su poca experiencia es real. Podemos decir que la gente se emocionó con el lanzamiento de Anónima y algunos se nos acercaron con proyectos, pero resulta que el lanzamiento de la casa productora coincide con la posibilidad de una recesión, lo cual complica la situación”, explica Ybarra-Klor.
La huella que Anónima busca dejar en la industria es a largo plazo. La idea es no solo promover la representación igualitaria en los equipos de trabajo; también es crear espacios seguros y libres de violencia y acoso sexual. “Queremos que el día que nos paremos en el primer set de Anónima veamos justo lo que soñamos, esa representación de mujeres y personas diversas, donde podamos trabajar con libertad”, dice Eréndira Ibarra.
Lila Avilés, directora de Tótem
Bárbara Arredondo, también socia de Anónima, explica que “hacer las cosas distintas implica sacrificios y riesgos, cada paso que damos se siente disruptivo. Al final, el simple hecho de reunirnos las tres y construir esta red es un gran logro. En las reuniones hablamos de hacer equipo, de provocar cambios estructurales. Lo que nos emociona es ese entusiasmo y la otra mirada de muchos hombres que abrazan esto y quieren ser parte de la conversación”.
La actuación también ha sido un terreno con áreas de oportunidad para las mujeres, entre ellas Mayra Batalla, quien formó parte del elenco de Nochedefuego. La actriz considera que forjar una carrera digna y exitosa no le ha sido del todo fácil. De entrada, porque los proyectos continúan centralizados en la capital del país, lo cual la llevó a dejar su natal Veracruz para construir una carrera como egresada de La Casa del Teatro. Su carrera está avalada por decenas de proyectos, algunos de ellos en televisión, pero ha sido el cine el que la ha colocado en el panorama internacional, sobre todo por su participación en Nochedefuego, una historia que la conectó con la violencia producida por el crimen organizado. “Rita sin duda fue un personaje complejo y está inspirado en las madres de este país, en las mujeres con las que crecí”, explica la actriz. “Después de la película y los premios cambiaron muchas cosas, pero lo más importante fue tener seguridad en mi actoralidad. Si algo me dio Nochedefuegofue decirme ‘yo sé hacer este trabajo’ y eso es muy difícil. No lo digo por ego. Hice todo lo que se requería, y quería que la gente viera mi trabajo. Ahora hay un referente, pero a final de cuentas me sigo formando en la fila del casting”, concluye Mayra Batalla.
Mayra Batalla estrenó en estos días Huesera, una película dirigida por Michelle Garza Cervera que desmitifica el concepto de la maternidad. “Había una preocupación por el hecho de que se promueve que el instinto maternal está atado a todas las mujeres, pero quería retar ese concepto, pues se trata de una construcción social, se idealiza, pero depende de cada una y es un tema muy personal”, explica la directora de Huesera. “Partimos del cine de género, del horror, para mostrar personajes disidentes a las imposiciones sobre la maternidad. Hay concepciones inhumanas, y no hay forma de llevar esas cajas de súpermujer, súpermadre, virgen perfecta y protectora. Somos seres complejos y atravesamos por muchos estados de ánimo y es importante dar la percepción de esta experiencia como algo real”, agrega Michelle Garza Cervera. Otra de las voces potentes es la de Alejandra Márquez Abella. El año pasado representó a México en festivales internacionales con Elnorte, una historia sustentada en el western, con la cual saca a luz cuestiones como la masculinidad y el patriarcado. “Son temas de un interés absoluto, porque es importante entender que hay diferentes maneras en que impacta la violencia”, sostiene la cineasta. “La experiencia de filmar en Tamaulipas fue muy fuerte, pero lo más importante era entender el contexto. No sé si es importante dejar testimonio sobre el narcotráfico, pero sí lo era cuestionarnos la violencia, no la más evidente, sino la violencia patriarcal, colonial, machista y clasista que resulta en todo esto”, dice Márquez Abella, sobre la historia que se inspiró en lo vivido por Alejo Garza al defender sus tierras. Por su parte, Ángeles Cruz se suma a la lista de directoras destacadas por su defensa del cine indígena. La oaxaqueña estrenó hace unos meses Nudo mixteco. “La historia surge de tres monólogos de los personajes femeninos, entrelazando las historias, reflejando lo que sucede en la vida privada y en la comunidad, lo que te atraviesa como mujer, de quien decide sobre el primer territorio que es su cuerpo”. La película se filmó en Villa Guadalupe Victoria, la comunidad de origen de Ángeles Cruz, con la idea no solo de descentralizar la forma de hacer cine, sino de ofrecer a su gente y al público una narrativa distinta sobre el cuerpo de la mujer. “Debemos pelear nuestras batallas respecto a nuestro cuerpo. Nadie más decide, nadie debe transgredir. Creo que las mujeres pueden cambiar el discurso”, argumenta la directora. Para Natalia Beristáin, es igual de importante compartir historias que puedan tocar de manera distinta al espectador. Recientemente estrenó Ruido, una película con la cual aborda el tema de las desapariciones en México. “Por diez años he pensado en esta historia y necesitamos entender que cuando hablamos de desaparecidos y desaparecidas no hablamos de cifras, sino de historias de vida”, explica. “La única forma que tengo para hablar es a través del cine. A través de la pantalla se puede tener un reflector. Si esta película logra que una vez más se hable del tema, perfecto. Hasta que la historia de este país no vire no podemos dejar de hablar de eso. No podemos habitar en una sociedad donde la cifra oficial es de 90 mil desaparecidos, sabemos que son muchos más”, agrega sobre Ruido, una de las películas en español más vistas en Netflix. _