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Recordamos al escritor su paso por nuestro país Kenzaburo de su experiencia

ucho se ha escrito en estos días sobre el recientemente fallecido escritor japonés Kenzaburo Oé, Premio Nobel de Literatura 1994. Lo que se conoce poco es la relación especial que estableció con México, en donde vivió durante unos meses en 1976, y a la que se refirió en numerosos ensayos y relatos. Yo tuve el privilegio de conocerlo en Tokio, en enero de 1976, cuando regresaba de mi primer viaje a China. El director del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México me pidió comunicarme con el escritor, quien viajaría a México en febrero. En esos días sin celular, no recuerdo cómo logré ponerme de acuerdo con él para encontrarnos en un pequeño restaurante en el centro de Tokio, que servía espaguetis y consistía en una barra y taburetes. No le fue difícil reconocerme porque en el sitio era la única occidental. Yo había leído, en inglés, su exitosa novela Unacuestiónpersonal, en la que relataba, a través de una obra de ficción, su propia experiencia dolorosa cuando nació su hijo mayor, Hikari, con problemas graves de hidrocefalia y daño cerebral. Fue un hecho que aparecería en varias de sus obras a través de los años.

La primera dificultad en este encuentro fue la falta de una lengua común. Kenzaburo Oé no hablaba español, sabía muy poco inglés, y yo no hablaba japonés.

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Kenzaburo Oé nació el 31 de ro de 1935 y murió en la madru gada del 3 de marzo de 2023. en muchos sentidos, un hijo Segunda Guerra Mundial y, todo, del bombardeo a Hiroshima, enclavada a unos kilómetros aldea apacible donde vivía milia. No sorprende entonces el dolor haya sido una presencia currente en su obra.

Fue en 1957 cuando abandonó ese microcosmos casi edénico se instaló en Tokio con el propó sito de estudiar Filología France sa. Ese año publicó La presa relato de un soldado negro sobrevive a la caída de un estadunidense y es capturado por un grupo de cazadores yas acciones se mueven entre terror y el asombro) y con gó el Premio Akutagawa. Luego vendría su novela Arrancad semillas,fusiladalosniños zaburo Oé no había cumplido 25 años y ya era objeto de rés y escrutinio (sobre todo sus esfuerzos por “oscurecer” sintaxis japonesa).

Nos comunicamos en francés, él recordaba de sus estudios cuan do era joven, y con la escritura algunos caracteres chinos. que todos hemos tenido en algún momento la experiencia de haber logrado una comunicación seria, un intercambio de ideas y una versación que dura varias horas con una insólita naturalidad sar de esta dificultad. Primero blamos sobre China, en donde acababa de estar, y él, entusiasta de la revolución que había enca bezado Mao, visitó en 1960. Habló de sus luchas por el pacifismo oposición a las armas nucleares, me contó que asistió a una confe rencia mundial contra las armas

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