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La duquesa condenada
Retratodecasada, la reciente novela de Maggie O’Farrell, es la historia de la enigmática, sensual, trágica Lucrezia de Medici, y los laberintos de su intimidad frente a la muerte. O’Farrell ya nos conmovió con su novela anterior, Hamnet, basada en el personaje de Anne Hathaway y la pérdida de su hijo Hamnet en 1596 (todo indica que el hijo perdido se reencarnaría en el Hamlet de su padre, William Shakespeare). Aficionada a la muerte como un modo de perfilar el destino de sus personajes, O’Farrell cuenta la historia de Lucrezia que murió en 1561 en Ferrara, envenenada por su esposo el príncipe Alfonso. Por entonces ella tenía 16 años y había vivido una enorme cantidad de experiencias que este libro desentraña con una prosa refinada y una facilidad para contar historias que nos lleva a recorrer sus páginas.
Lucrezia de Medici, en quien se basa la novela, se casa con Alfonso, príncipe de Ferrara, en reemplazo de su hermana María que muere antes de la boda. Esta se produce por interés de su padre, Cosme de Medici, que busca estrechar relaciones con Felipe II y con España (Cosme estaba casado con Leonor Álvarez de Toledo, una española hija del virrey de Nápoles). El personaje de Lucrezia y su corta y trágica vida despertaría la curiosidad en obras de al menos dos artistas posteriores. Una de ellas es una pintura de Bronzino donde Lucrezia aparece con la mano derecha alzada cerca del cuello, y la otra es el poema de Robert Browning, “Mi última duquesa”, que empieza con la frase: “Esa es mi última duquesa pintada en la pared, luciendo como si estuviera viva”.
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Y puede decirse que también luce viva en esta novela. La lucidez de la protagonista aparece desde la primera escena, cuando se encuentra frente a una mesa impecable, con una coronita de ramas de abeto. Su esposo, a su lado, es tan refinado y atildado como el escenario que la rodea. Por algún motivo, Lucrezia no tarda mucho en convencerse de que pronto él buscará matarla.
Una de las escenas fundadoras del libro es sin duda la de su encuentro con el tigre, en el palazzo de Florencia en 1552. Los movimientos líquidos, “como la miel al gotear de una cuchara”, la aparición de la fiera en la oscuridad de la jaula “como si pisara el sucio barro del suelo de Florencia con las zarpas”, son un preámbulo para el maravilloso momento en el que la niña Lucrezia le toca la espalda al tigre en un rito de reconocimiento mutuo.
La traducción de Concha Cardeñoso en esta edición de Libros del Asteroide recoge toda la fluidez y la musicalidad del lenguaje de O’Farrell. La exploración de una joven condenada a un matrimonio por conveniencia es realzada desde la perspectiva contemporánea como un despojo de su identidad. Uno puede cuestionar esta visión por no pertenecer a los códigos de la época. Sin embargo, O’Farrell se las arregla para que lo parezcan. Su Lucrezia está viva, está hablando y sintiendo, está protestando. En esta novela, su vida es corta pero justa y digna. Su mente lo comprende todo y su cuerpo mira a la muerte sin moverse. _
La relación entre Sartre y Close(disponible en Mubi) ha sido ya pensada. El título remite a A puerta cerraday a la frase, el infierno son los otros. Pero, además, hay algo que sucede a la mitad, que está relacionado con la obra teatral. Para el existencialismo, la vida ofrece tres opciones: aceptación, religión o suicidio. El director de Closedescubre una más: la de un héroe de trece años que se niega a dejarse esclavizar por la culpa. ¿Cómo? Es necesario ver esta joya que ganó la Palma de Oro en 2022; es necesario meditar la constelación de interpretaciones que ofrece esta historia que es más bien un tópico que se remonta al inicio de la literatura.
Dos niños de trece años se han enamorado. Pero comencemos con los valores fílmicos. Dhont nos sitúa en un valle en el que se cultivan flores. Leo y Remi son inseparables. Juegan a ser caballeros en el medievo, que inventó el amor. Este valle belga ofrece al director la locación para el encuadre perfecto pues aquí, en poco tiempo, hemos pasado del atardecer dorado a la noche lluviosa, esa noche oscura del alma de la que dice San Juan de la Cruz: “el rostro recliné sobre el amado”. Transcurre, además, un año escolar. Las estaciones cambian con el protagonista, como en Primavera,
Hombre De Celuloide
verano, otoño, invierno... y otra vez primavera de Kim Ki-Duk. La foto en Close está íntimamente ligada a cada locación; al clima y al vestuario, al color de las paredes y al cielo. Las actuaciones de los niños, además, resultan tan inquietantes que uno se convence de que el director ha conseguido hacerlos entrar en el mundo doloroso y ambiguo de un primer amor transgresor. Las lágrimas corren de verdad. Resulta evidente. Y es aquí donde entra Sartre, quien en una de sus obras de teatro sostiene que los muertos miran, desde el infierno de su encierro, lo que hacen los vivos cuando ellos ya no están. Cuando tiene lugar el giro dramático, el punto de vista parece cambiar. El protagonista se siente observado. “Qué rápido pasa el tiempo en la Tierra”, dice Estela en Apuertacerrada. Aquí, en Close, un año pasa en diversas secuencias hiladas por la belleza de quien admira al amado desde un lugar en el que ya no puede vivir. Es un ojo que parece mirar al protagonista. Y el amor se transforma en culpa y algo más: un intenso deseo de vivir. Así se explica el cambio en el amante: debo sobrevivir. Gilgamesh, el primer relato que conocemos, habla de esta clase de erotismo y, en “El banquete”, Platón discute de un deseo como el que se establece entre estos dos niños. Virgilio, en su segunda bucólica, escribe: “El pastor Coridón ardía por el hermoso Alexis”. En este lugar idílico, un campesino aprende a plantar flores. Su amigo toca el oboe. El campesino juega al hockey y sucede, como en Gilgamesh, que la muerte nos pone frente a la resolución de vivir. Por eso es necesario atender a todo lo que sucede en las últimas dos secuencias. Tres obras de muy distinta naturaleza hablan de esto en distinto tenor. En Lasamistadesparticulares todo sucede sin mencionar la palabra infame. En Novecento, Bertolucci llega a un extremo erótico que hoy sería imposible filmar. Close documenta estos amores desde nuestro tiempo. Descubrimos que el deseo no ha dejado de volvernos vulnerables. Como en Girl, de este mismo director, un artista extraordinario que ha filmado una bucólica del siglo XXI y, además, da a Sartre una posibilidad más para la náusea de existir: la de luchar por salvarse del infierno de los otros cuando encuentras que el amor no va a volverte inmortal. _