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El gran enemigo de la estupidez

Con una llamada telefónica, que concluyó con un “¡Viva México!”, Philippe Sollers respondió a la carta manuscrita que le había enviado para solicitarle una entrevista. “¿Tiene su agenda a la mano?”, me preguntó. “¿Estaría libre la semana próxima?, por la tarde sería mejor”. La cita fue en su oficina en Gallimard, “el banco central de las letras francesas”, como solía llamarla. Ahí tuve que abrirme paso entre las pilas de libros que cubrían el piso. Me esperaba sentado frente a su escritorio, fumando con su ya legendaria boquilla. Solo a él le permitían fumar dentro de la editorial, pese al decreto que desde 2007 prohíbe hacerlo en edificios públicos. Se levantó para saludarme. Me fue difícil encontrar un espacio donde desplegar las notas que había preparado para la ocasión. Finalmente, tuve que atenerme a mi memoria: entre la falta de espacio y su agilidad conversacional me resultó imposible proceder como lo hacía habitualmente. La parsimonia y los titubeos no tenían cabida en una charla que me obligaba a reaccionar al instante. Era difícil resistir a su vivacidad, a su aguda inteligencia y su malicioso gusto por la ironía que lo hacía desviar el tema sin cesar. Había que imponerse, pero también saber rendirse ante esas digresiones que lo divertían y que eran una manera estratégica de despistar al enemigo. Algo de combate había en su manera de abordar la entrevista. Terminé exhausta. Al final, me preguntó si podía despedirse de mí con une bise, ese doble beso en las mejillas que se acostumbra en Francia como muestra de proximidad o simpatía. “Espero que no me demande por pedírselo”, me dijo con una gran sonrisa irónica. Philippe Sollers nunca cesó de estar en guerra, pero no a la manera de un soldadillo de las letras biempensantes que tanto repudiaba. No, él era un guerrillero que buscaba “desgastar al enemigo” con ataques puntuales. Combatía todo lo que amenazara nuestra libertad, la Francia añeja, burguesa, de la que provenía

El autor de Una extraña soledad (28 de noviembre de 1936-5 de mayo de 2023).

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Sade y Casanova eran sus figuras tutelares; la Venecia de Proust era su refugio

—“la que siempre ha detestado sin distinción a los alemanes, los ingleses, los judíos, los árabes, cualquier extranjero, el arte moderno, los intelectuales que se quiebran la cabeza, las mujeres demasiado independientes, los obreros indisciplinados y, finalmente, la libertad, en todas sus formas”—, pero sobre todo la sociedad del espectáculo. “Hay que saber utilizar los medios”, me dijo durante nuestra entrevista, “para permanecer libre. Por eso la guerrilla es tan importante. A fin de cuentas, ¿qué es la guerrilla? Nadie la entendió mejor que Lawrence de Arabia, que logró dirigir una revuelta árabe considerable, a pesar de los errores del ejército británico. Rechazó el choque frontal al formar irregulares que atacan puntualmente y se retiran de inmediato, y supo identificar aliados”.

De ahí sus apariciones en los medios, esperadas y comentadas. Jamás dejó indiferente a nadie. Muchos fueron sus enemigos, de Pierre Bourdieu a todos los escritores que hoy día confunden literatura con sociología y que veían en él a un dandy, un impostor. Desde sus inicios, su obra fue reconocida por grandes nombres. François Mauriac y Louis Aragon alabaron su primera novela, Una extraña soledad —“fue como recibir a la vez el bautizo del Vaticano y del Kremlin”, bromeaba Sollers—. Roland Barthes y Jacques Derrida le dedicaron sendos libros. Michel Foucault fue lector apasionado de Elparque. Fue un hombre de poder e influencia con las revistas que creó, la célebre TelQuelen 1960, que abrió un espacio para conjugar revolución poética, teórica y política, y L’infini, en 1983, donde publicaban autores que, sin formar un grupo suyo, se sentían afines a la idea de literatura que encarnaba. Sade y Casanova eran sus figuras tutelares; la Venecia de Proust su refugio; Montaigne, Céline, Genet, Debord, Joyce, Pound, sus autores de cabecera. “Todo está prohibido hoy, en especial el goce sexual”, me dijo, “porque conocer el propio placer implica volverse libre por completo y eso la sociedad lo percibe como un peligro. Por eso todo el tiempo se habla de sexualidad, de agresión o acoso sexual, de violación y denuncias. Todo el mundo parece creer en la sexualidad. Pero yo soy un ateo sexual. Si la sexualidad enseña algo, si da lugar al pensamiento, entonces me interesa. Si solo se la concibe como una mecánica orgánica, me es indiferente. La sexualidad tiene que enseñarnos algo”.

En su escritura, siempre cuestionó la tiranía de la intriga en la novela, de la story, como la llamaba, esa historia que toda novela debería contener según los dictados de la sociedad del espectáculo, fácilmente adaptable al cine o a la televisión. Convirtió la novela en un territorio inabarcable, siempre por explorar, con libros como Paraíso, o la “crónica”, en sentido celiniano, de su vida y su época, que prolongó de libro en libro, un mismo narrador aunque siempre distinto en el fondo, llevaba en directo el diario de su propia existencia. Testimonio de ese arte disidente y meditativo de ser feliz que Sollers practicó sin cesar: “Tomé un baño, me puse el esmoquín para mí mismo, me instalé bajo la glicinia, con los pies descalzos. Un primer whisky, varios cigarros… Saqué mi máquina de escribir, mi revólver, mis papeles…”. Así habría que recordarlo, listo para el placer y el ataque.

“Nunca fui cercano a él”, escribió el gran escritor Pierre Michon. “Coincidimos solo algunas veces. Pero ahora que ha muerto, ¿quién nos defenderá de la estupidez?” No había mejor protección que su humor lleno de ingenio, su impertinente inteligencia y libertad de palabra, tan raros en la actualidad. _

Hormiguero

NARRATIVA, ENSAYO

Amor

Euforia

Fernando Solana Olivares

El Tapiz del Unicornio México, 2023 231 páginas

Fragmentaria, caleidoscópica: así es esta novela que aspira a capturar la totalidad de la vida de una pequeña ciudad, espejo de un país entero. Como su punto de vista se fija en decenas de personajes, no podríamos hablar de un propósito central. Va y viene por la insumisión juvenil, la violencia institucional, las ganas de vivir...

La máscara del rey maya

Maayan Eitan

Periférica

España, 2022 112 páginas

Libby no es guapa pero se sabe deseada por hombres y mujeres mientras recorre las calles nocturnas de una ciudad israelí. Es libre e inasible, a pesar de que sube y baja de las limusinas y lleva a cuestas las marcas de la violencia. Ella es la protagonista de la novela con la cual Eitan debuta en la literatura con la fuerza de una voz descarnada.

Álvaro Obregón. Luz y sombra del caudillo

Elin Cullhed Navona España, 2022 344 páginas

Todo en esta novela se concentra en Sylvia Plath, la poeta estadunidense que se suicidó en 1963. Aquí aparece en su momento de mayor plenitud creadora, poco después de que Ted Hughes la abandona para marcharse con su amante en turno. La inutilidad de su amor está en el origen del estado febril con el que acometió su obra.

La ciencia de las (buenas) ideas

Cuando los gatos esperan México, 2023

Tan real como el delirio

ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

En el Versalles finisecular de carruajes y muselinas, un químico bonaerense llega a la casona donde se hospedará por tiempo indefinido para encontrarse con una nota enigmática de sus anfitriones: hallará las llaves junto a la campana, puede instalarse en su habitación, hay comida en la alacena, volveremos en tres días. Así, con un signo de extrañeza, inicia Cuando los gatos esperan (Universidad Veracruzana), el debut novelístico de la escritora coahuilense Adriana Ortega Calderón.

Raquel Martínez-Gómez

Planeta México, 2023 448 páginas

Esta novela de la escritora española sigue dos vertientes. Se trata de un texto terapéutico para ella y Claudio Ruz, el otro personaje importante, ya que ambos perdieron a sus padres siendo niños. El de Claudio fue el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier, quien trabajó en el Templo de las Inscripciones. A contar su biografía se dedica la segunda parte.

Felipe Ávila

Siglo XXI México, 2023 400 páginas

Obregón resulta una figura incómoda en la historia nacional. Innegablemente, como destaca Ávila, en lo político es más importante que Carranza, Villa o Zapata, pero más que a la figura del héroe se halla más cerca a la del villano. Su lado negativo surgió de su deseo de volver, contra toda estrategia conciliatoria, a la presidencia.

Diego Golombek Siglo XXI México, 2023 222 páginas

¿Qué tiene que ver la ciencia con las ideas?, pregunta el doctor en Ciencias Biológicas en este volumen dirigido sobre todo a quienes no dudan en la creatividad como palanca que mueve al mundo. Las funciones cerebrales, la flecha del tiempo, la importancia del juego, la excentricidad, son algunos de los temas elaborados.

La extrañeza no tarda en dar paso a la inquietud. Los días transcurren a la sombra de la rutina laboral y el regreso a esa casona ajena… y la familia Berthier sigue ausente. Álvaro Lucero, el narrador y protagonista, comienza no solo a dudar del propósito de su estancia en Versalles sino de la existencia misma de la familia Berthier y, aún más, de su propia cordura. Los pormenores del lento descenso hacia la indigencia emocional son el mayor encanto de Cuando los gatos esperan. Toman primeramente la forma del insomnio y un olfato hipersensible y van escalando hasta proyectarse en un cuadro de alucinaciones diurnas y extravíos etílicos. En cinco semanas, el joven soñador ha mutado en una figura espectral, hedionda y desnutrida, que vaga de la cama sudorosa a una silla junto a la ventana.

Adriana Ortega Calderón intensifica este cuadro vacilante con otro encanto decisivo: una atmósfera que araña la fantasmagoría y replica la razón marchita de Álvaro Lucero. Llueve y truena sin pausas, como si Versalles estuviera condenado a la desaparición, mientras los tres gatos que habitan la casona (¿única prueba de la existencia de la familia Berthier?) vagan hambrientos y ariscos por la cocina y los corredores dejando a su paso una estela de cal. Nada desdice, y tampoco nada prueba, que el propósito realista de las primeras páginas haya adoptado la lógica sombría del relato de terror. Y sin embargo… Con los artilugios y las estrategias narrativas de la novela decimonónica, y aún de la estética de Poe, Adriana Ortega Calderón ofrece una visión de nuestra orfandad existencial cuando hemos llegado al punto en que importa lo mismo la certeza de lo real que las figuraciones arrebatadas del delirio. _

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