Los buenos padres, no nacen, se hacen!

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LOS BUENOS PADRES NO NACEN, SE HACEN

Siendo la maternidad un estado que produce cambios trascendentales en nuestras vidas y las de nuestro hijos, el momento de ser madres debería ser elegido con la conciencia de que influirá en nuestros roles como individuos, como pareja, con impacto en nuestro ámbito familiar, social y laboral. Cuando se puede planear y elegir ese momento podemos tener la oportunidad de preparar nuestro cuerpo para que esté en las mejores condiciones posibles para recibir a ese bebé. Pero si la preparación física es importante, la revisión de nuestro “equipaje” emocional con el reconocimiento de nuestras fortalezas y debilidades es crucial para el adecuado desempeño del papel más importante de nuestras vidas: ser padres. Antes de ser padres somos individuos con una historia personal, con vivencias, experiencias, creencias y conocimientos que querámoslo o no, marcarán la relación con nuestros hijos. Revisemos el equipaje de conocimientos acerca de los hijos y de la crianza y el de nuestras emociones. ¿Qué falta?, ¿Qué sobra?, ¿En qué hay que entrenarse? Recuerde, la mejor forma de desempeñar cualquier labor es conocer, preparar y anticipar los retos que con seguridad se nos presentarán en el ejercicio de ser padres. La participación del padre es crucial en el desarrollo emocional de un hijo; es por esto que su presencia activa en los procesos de crianza es necesaria, creando una fuerza en sinergismo con la madre, buscando objetivos comunes; un niño necesita a sus progenitores trabajando en equipo en búsqueda de lo mejor para él, entendiendo que son dos seres humanos diferentes, todo esto dentro de un entorno de empatía y respeto. Los buenos padres no nacen, se hacen. Esta afirmación refuerza el concepto del entrenamiento para serlo. Vamos a hablar de requerimientos teóricos, del desarrollo o refuerzo de destrezas en comportamientos y habilidades para atender a los bebés y en el fortalecimiento de condiciones emocionales buscando establecer relaciones armoniosas y constructivas con el niño en desarrollo. Buscar un acompañamiento y una guía con personas competentes, especializadas, asertivas, le brindará seguridad, con una probabilidad menor de equivocarse. Una adecuada orientación ayudará a analizar objetivamente la información que traen los medios de comunicación, excesiva y sin filtros, pues si antes se pecaba por omisión, por no saber qué hacer, hoy tenemos problemas con los excesos en actividades, en cosas materiales, lo cual está contribuyendo a formar niños que requieren estímulos constantes, cambiantes, con dificultades en la concentración, constancia, disciplina y auto control.


Es esencial conocer acerca de cómo es un bebé, cómo es su comportamiento, qué es normal y qué no lo es en las diferentes etapas de su desarrollo, buscando que nuestras intervenciones para suplir sus necesidades fisiológicas, emocionales, de seguridad y de estimulación sean óptimas y asertivas. Está ampliamente demostrado que las madres que reciben información práctica y teórica acerca de lactancia materna tienen períodos más largos, exitosos y gratificantes de lactancia. Enfrentarse a situaciones rutinarias del cuidado del bebé como el baño, el corte de uñas, con un adiestramiento previo hará que estos procesos se desarrollen en un entorno de seguridad y tranquilidad, favorecedor para el niño y la relación con su madre. El establecimiento de horarios y rutinas favorece la creación de hábitos en los niños y son la base del establecimiento de límites que favorecerán posteriormente la seguridad y el autocontrol de su hijo. Amarlo no va en contra de ponerle límites. La base de una relación sólida, gratificante, contenedora, estimulante entre madre e hijo está dada por la formación del vínculo, entendiéndose como éste a esa relación que se establece desde el útero, a través de la interacción entre actitudes innatas del bebé y las respuestas que éstas van generando en su madre. El vínculo es esencial para la supervivencia del niño, favorece el desarrollo neurológico y es la base para la creación de relaciones emocionales sólidas y sanas. La madre ideal actúa de acuerdo a su sentido común, atendiendo sus sentimientos y su intuición; partiendo de sus propias observaciones, deduce que su hijo es un ser único, con particularidades y necesidades específicas que depende de ella para su buen desarrollo y que características como la paciencia, la auto confianza, la creatividad, la disposición permanente para su hijo harán de su maternidad la mejor experiencia de su vida.

AMPARO DIAZ MD PEDIATRA


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