Se escapó desnuda

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este mapa fue facilitado por el Instituto cartográfico de Venezuela, en caracas, Febrero 2012. en ese momento era el único mapa de la ciudad que el Insituto tenía a disposición para cualquier usuario.

⚑ “La ciudad está en todas partes y en ninguna” Jorge Luis Borges

cUaRTa PLaca: caTia Página 13

UnDÉciMa PLaca: aV URDanETa Página 27

TERcERa PLaca: EL SiLEnciO Página 11

SEGUnDa PLaca: San aGUSTÍn Página 9

⚑ “Todo monumento artísti­ co, es a la vez un monumen­ to histórico. (...) Y el valor histórico de los monumentos radica en su contradicción.” El culto moderno a los monumentos: caracteres y origen, Aloïs Riegl, La balsa de la Medusa, Visor, Madrid, 1987.

SEXTa PLaca: La OnG Página 17 QUinTa PLaca: EL cEMEnTERiO Página 15

⚑ “La cosa más sorpren­ dente de los monumentos es que nunca los vemos.” Robert Musil, Nachlass zu Lebzeiten, Hamburg, 1957

⚑ “La experiencia, dicen los filósofos pragmáticos, no nos presenta hechos sino problemas. Problemas ante los cuales hay que actuar. Por ejemplo: alguien está perdido en un bosque y bus­ ca el modo de encontrar un camino. Intentará solucionar el problema formándose una idea del bosque, elegirá ciertos aspectos, pero no se representará el objeto ‘bosque’ exhaustivamente en su mente. Trazará un mapa.” Desde un punto de vista pragmático. Hablando de Kant, Maite Larrauri, artículo publicado el 12-01-2012 en www.fronterad.es

⚑ “Un mapa es una idea, o una idea es un mapa. Será verdadera si me ayuda a salir del bosque. El bosque que representa mi mapa se corresponde sin duda con la idea­mapa que formulo, si eso me conduce a una acción eficaz. Pero en tanto objeto real, el bosque de mi mapa no preexiste a mi diseño.” Desde un punto de vista pragmático. Hablando de Kant, Maite Larrauri, artículo publicado el 12-01-2012 en www.fronterad.es

⚑ “Ahora bien, un territorio puede ser representado con arreglo a muy diferentes mapas. Un mapa reconstruye una realidad, le da forma, produce un resultado, es por tanto una acción, una prác­ tica. Pensar es una práctica por la que damos sentido a algunos rasgos de la expe­ riencia: pensamos no por curiosidad sino para vencer, las verdades son el efecto ganador, son exponentes de una voluntad de poder, como decía Nietzsche.” Desde un punto de vista pragmático. Hablando de Kant, Maite Larrauri, artículo publicado el 12-01-2012 en www.fronterad.es


Se escapó desnuda Un proyecto sobre la verdad (Caracas 2011-2012 )

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on doce plaen la que se sosA m o d o d e e d i to r i a l cas de mártiene este proyecmol blanto: verdad, ciupor co de Carrara, dad, revolución, Mireia Sallarès comprado en el arte público, Cementerio Geentrevista, cróniNotas de neral del Sur de ca periodística, Helena Braunštajn Caracas, miden documentación, 45 × 45 cm y tiemonumento, nen una inscripción grabada digital- guia, accidente, extranjería, vulnerabilidad, peligro y mente. Fueron colocadas de manera clandestinidad. 3 ilegal en el pavimento del espacio pú3 Mi sugerencia: puedes de estos tres conceptos ha desnuda); ¿por qué la ciu­ blico, pero no se trata de ninguna in- escoger solamente tres tér­ sido: monumento—publica­ dad? (porque lo verdadero tervención de carácter efímero. No, minos claves, por ejemplo: ción—fotos—documentos. se escapa por las calles, verdad, ciudad, revolución. La atmósfera que acompa­ se escurre en las fachadas, la intención es que perduren. Tanto Ellos pueden contener todos ñó la investigación de estos transforma los rostros); ¿por qué Venezuela? (por como un monumento oficial, y todo los demás. Por ejemplo, la tres: extranjería—vulne­ herramienta de investigar y rabilidad—peligro—clan­ su complejidad política) y lo perdurable que pueda llegar a ser abordar estos tres temas ha destinidad..., etc. En estos ¿por qué las entrevistas sido arte público—entrevis­ polinomios puedes incluir y crónicas? (¿por qué los algo colocado 1 ¿Quieres decir que la las explicaciones por qué ta—crónica. El formato de humanos todavía pronun­ sin permiso de permanencia en el espacio materializar la investigación la verdad (y su escapada ciamos la verdad?). ninguna autori- público depende del permiso de las autorida­ Hablar de la verdad es pisar un terreno minado. Creo dad legal, en el des? El peligro también es que estas placas, colocadas en su mayoría tapando hueespacio público, algo permanente. ¿Tendrá el peligro, permiso de las cos del pavimento en mal estado y que recuerdan a una de la que es con- autoridades? ¿Hasta qué siderada una de punto la ilegalidad también lápida, (como si la verdad se hubiera muerto y le huconforma parte de una las ciudades más práctica permanente en un bieran rendido un homenaje por los 4 No solamente has peligrosas del espacio público? Otro tema favores concedidos o las batallas ga- minado la ciudad con sumamente interesante… nadas), podrían entenderse como un placas, sino también lo mundo. 1 haces, hasta cierto punto, modo de minar el terreno. 4 en este texto con las citas. Cada cita sobre la verdad Lo que sigue en esta publicación, podría funcionar como una na vez entrevisté al artista ca- mina… pero, ya sabes, si son doce crónicas realizadas por dos talán Antoni Miralda y me la pisas, la detonas. Si no, periodistas y un poeta (temporalno pasó nada. Es el “chiste” dijo: “El papel del artista es con las minas: no importa mente asesor en lenguaje político) venezolanos, que fueron encargadas meterse donde no le llaman”. Este tu intención de entrar al terreno (porque te bajas por una artista visual catalana (la proyecto parte de esa concepción. del coche y quieres pasear, que escribe), para que sirvan de ba- Desde niña he escuchado a mi padre orinar o abrazar un árbol), si te toca la mina, bum! rómetro 2 a estas decir: “Quien busca la verdad merece Estaría increíble si nos pu­ 2 Me gusta la metáfora doce interven- el castigo de encontrarla”, que curio- dieras hablar más de esto, del dispositivo “baró­ ¿qué minas te alcanzaron metro”: medir la presión ciones artísticas samente también es una frase que se a ti, mientras seguías tu atmosférica. Tal vez podrías (realizadas a lo atribuye a un artista catalán, Santia- intención de la verdad? Tú usar y explotar muchísimo minas el terreno que a su más este término, ya que largo del 2011 y go Rusiñol. Así que, admito que fui vez ya estaba minado. pienso que todo tu proyecto 2012) en el espa- a donde no me llamaron a aplicarme tiene mucho que ver con esto de medir la presión de cio público de la una especie de “autocastigo” al indagar sobre un tema la verdad en la atmósfera capital de Vene- que no goza de buena prensa hoy en día. Pero donde contemporánea y artística. zuela. todo está perdido, cualquier cosa es ganancia.

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Esta es una primera edición de 2.000 ejemplares y una de las piezas que conforman un proyecto más amplio titulado “Se escapó desnuda, un proyecto sobre la verdad (Caracas 2011-2012)”, que a su vez es un primer capítulo de una investigación sobre el concepto de la verdad en la contemporaneidad, que tiene la intención de seguir desarrollándose, en otras dos ciudades más, de dos continentes distintos.

En Caracas, me recibieron diciendo que había llegado al lugar menos indicado para realizar una investigación sobre la verdad, porque nadie cree en la palabra de nadie. Luego, Miguel Von Dangel, un reconocido artista venezolano al que entrevisté me dijo que eso no era cierto, que esa era una “vaina intelectual”. Secuestrados por la polarización política, la mayoría de los

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here are What you have B y Way O f A n E d i t o r i a l twelve slabs in your hands, of white then, is the docuby Carrara marmentation of part Mireia Sallarès ble, purchased at of the first chapthe Cementerio ter of a possible N o t e s by General del Sur trilogy, which Helena Braunštajn cemetery in Caalso aims to be a racas: each meascity guide (almost ures 45 × 45 cm and has a digitally a tourist guide), so that if you live in or ever travel to engraved inscription. They were Caracas you can, if you wish, follow the information and placed illegally on the pavement indications given here and visit what was intended to be of the public space, but this is no a monument to the truth in Caracas and see what state it ephemeral intervention. No, the is in, if it still exists, or people remember it. A monument intention is that they remain there. at ground level, located on the periphery of various key Just like an official memorial, and sites in the city, which must be walked and talked about as permanent as anything can be and is fragmented and dispersed throughout the perimthat is set up eter of the city and among its inhabitants. 1 Are you saying that a without the permanent presence in the permission of public space is dependent Having made that clear, I will go on to enumerate on the permission of the au­ any legal au- thorities? The danger is also a series of concepts which in a disordered fashion but thority in the permanent. Does danger, in constant correlation have a bearing on the structure then, have the permission public space of of the authorities? To what that underpins this project: truth, city, revolution, public what is consid- extent does illegality also art, interview, news report, documentation, monument, form part of a permanent ered one of the practice in a public space? guide, accident, foreignness, vulnerability, danger and most danger- Another very interesting clandestinity. 3 subject … ous cities in the the investigation of these 3 My suggestion: you of why the truth (and its world. 1 three concepts has been should choose only three naked escape), why the city

What follows in this publication are twelve chronicles by two Venezuelan journalists and a poet (and temporary adviser on political language), who were commissioned by a Catalan visual artist (who is writing this), to serve as a barometer 2 of these twelve art interventions (carried 2 like the metaphor of the barometer: measuring out during 2011 the atmospheric pressure. and 2012) in the Maybe you could use this term a lot more, and make public space of a lot more of it, because the capital of I think that your whole project has a lot to do with Venezuela. measuring the pressure of truth in the contemporary atmosphere and in art.

This first edition of 2,000 copies is one of the pieces that make up a larger project entitled ‘She Escaped Naked: A Project on the Truth (Caracas 2011-2012)’, which is in turn a first chapter of an investigation into the concept of

En Caracas, se ha articulado de manera simétrica, a través de dos ejes de trabajo: por un lado, estas intervenciones, documentadas a través de crónicas periodísticas y de fotografías (realizadas por tres fotógrafos venezolanos) y recopiladas en esta misma publicación; y por otro lado, la selección de doce entrevistas realizadas a varios habitantes de la ciudad; presentadas, por el momento, sólo en formato expositivo, a través de audio y fotografías. Lo que usted tiene entre las manos es, pues, la documentación de parte de un primer capítulo, de una posible trilogía, que quisiera también ser, una guía urbana (o casi turística) para que si usted vive en (o alguna vez viaja a) la ciudad de Caracas, pueda, si quiere, siguiendo la información y las indicaciones que aquí se dan, visitar lo que tuvo intención de ser un monumento a la verdad en Caracas y comprobar en qué estado se encuentra, si todavía existe, o la gente lo recuerda. Un monumento raso, ubicado en la periferia de algunos lugares emblemáticos de la ciudad, que debe ser transitado, hablado y que se fragmenta y dispersa a lo largo del perímetro urbano y entre sus habitantes. Una vez aclarado esto, enumeraré una serie de conceptos, que de un modo desordenado pero en constante correlación, afectan la estructura

Fotografía: Rosley Labrador

venezolanos viven acusándose de mentirosos los unos a los otros. “No hay nada más peligroso que la verdad”, había dicho el presidente Hugo Chávez en una ocasión, pero nunca supe en qué contexto. Luego le he visto fotografiado en vallas publicitarias entre gente humilde sonriendo sobre una frase que versa “La Venezuela de Verdad”; mientras la portada del periódico de oposición Tal Cual, del día 10 de enero del 2012 llevaba por título “El año de la verdad”, refieriéndose al presente año electoral; vinculando, la verdad, a los votos. Mi voluntad de querer trabajar sobre la verdad surge cuando después de más de diez años trabajando con la documentación y narración de la realidad, como herramientas de investigación social y de denuncia; me di cuenta, maravillada, que en un mundo donde la ficción y lo virtual ha tomado la mayor parte de la realidad, la gente todavía (o todavía más) se conmueve frente ▶

truth in the contemporary context, which is intended to continue to develop in two other cities on two different continents. In Caracas this project has been articulated symmetrically in two lines of work: on the one hand, these interventions, documented through newspaper reports and photographs (taken by three Venezuelan photographers) and included in this publication; and on the other, the selection of twelve interviews with residents of the city, presented, for the time being, only in exhibition format, through audio and photographs.

key terms. For example: truth, city, revolution. They can contain all the others. For instance, the tool for investigating and addressing these three subjects has been public art—interview—article. The format for materializing

monument—publication— photographs—documents. The atmosphere that ac­ companied the investigation of these three concepts: foreignness—vulnerability— danger—clandestinity… etc. You can include in these polynomials explanations

(because the true escapes through the streets, slides down the façades, transforms faces), why Venezuela (for its political complexity) and why the interviews and chronicles (why we humans still utter the truth).

To speak about the truth is to walk through a minefield. I think these slabs, most of which are set over holes in the poorly maintained pavement and are reminiscent of tombstones (as if the truth had died and tribute had been paid to it for favours conferred 4 Not only have you or battles won), may be understood mined the city with slabs, you have also to some as a way of mining the ground. 4

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extent mined this text with quotations. Each quotation on the truth could function as a mine… but, you know, if you step on it, it explodes. If not, nothing happens. That’s the ‘joke’ with mines: your intentions on enter­ ing the field don’t matter (because you get out of the car and want to stretch your legs, urinate or hug a tree), but if you step on the mine, boom! It would be amaz­ ing if we could talk more about this, what mines you stepped on while pursuing your intention of the truth. You mine the field that was already mined.

once inter vie wed the Catalan artist Antoni Miralda and he said to me: ‘The role of artists is to put themselves where they haven’t been invited’. This project is based on that concept. As a child I heard my father say ‘Whoever seeks the truth deserves the punishment of finding it’: a phrase that, curiously, is also attributed to the Catalan artist Santiago Rusiñol. So, I admit that I went where I hadn’t been invited in order to subject myself to a kind of ‘self-punishment’ by investigating a subject does not get much good press these days. But where all is lost, the smallest thing is a gain. I was welcomed to Caracas by people telling me that I had come to the least suitable place for an investigation into the truth, because nobody takes anyone’s word for anything. Then Miguel von Dangel, a well-known Venezuelan artist whom I interviewed, told me that it wasn’t true, that it was just ‘intellectual shit’. Hostages to political polarization, most Venezuelans are prone to accusing one another of lying. ‘There is nothing more dangerous than the truth,’ President Hugo Chávez said on one occasion, but in what context, I don’t know. I subsequently saw his picture on billboards, with poor people around him, smiling, over the legend ‘The True Venezuela’, while the front-page headline of the opposition newspaper Tal Cual on 10 January 2012 was ‘The Year of Truth’, this being an election year, linking the truth to the vote. The feeling that I needed to work on the truth came to me when — after more than ten years work on the documenting and narrating reality as tools of social research and speaking out — I realized, with wonder, that in a world in which fiction and the virtual have taken over most of reality, people are still — or more than ever — moved by what they recognize to be authentic, honest and true. My interest in the truth came by decantation and in the wake of my obsession with reality. While the real world ‘tags along each time we flee’, to quote a line from Wisława Szymborska, the truth is what has always been there, but instead of tagging along with us slips ▶


A m o d o d e e d i to r i a l

ilegalmente la verdad fue algo necesario, para hacer de esta investigación, algo respetable.

aquello que reconoce como auténtico, honesto y verdadero. Mi interés por la verdad llegó por decantación y después de mi obsesión por la realidad. Mientras “La realidad nos acompaña en cada huída”, citando versos de Wisława Szymborska, la verdad es la que siempre ha estado allí, pero no nos acompaña, es la que se escapa. Partiendo del pensamiento de Michel Foucault, la filósofa Maite Larrauri, escribe: “Lo triste no es que la verdad sea inalcanzable, sino que lo triste es no combatir”. Yo creo que hay que combatir los dogmas, aquello que nos viene impuesto y nos quiere definir en cada momento de la historia. Y frente a eso, citando a Foucault cuando citó a René Char: “Contradecir es un deber”.

También quise revisar el vínculo de la locura y la verdad. Entrevisté a Armando Rojas Guardia, poeta. De su poema narrativo, “La desnudez del loco”, surgió la frase que está grabada entre paréntesis en las placas de mármol. Armando ha vivido la mayoria de su vida desde lo que él llama cuatro marginalidades: ser poeta, cristiano, homosexual y paciente psiquiátrico. En su trabajo

Hay un texto reciente del filósofo Anselm Jappe titulado “La substancia de la verdad” y en él se parte de una idea que me parece interesante: “El relativismo mismo se ha convertido en el dogma oficial, hasta el punto que cualquier afirmación un poco categórica termina siendo concebida como “totalitaria”. Dentro de la misma época el concepto de revolución parece tener lugar solamente dentro del campo de la publicidad y el consumo. Si antes se intentaba desarticular al pensamiento crítico declarando que estaba en desacuerdo con la verdad establecida, ahora es al contrario acusándolo de aspirar todavía a exprimir alguna verdad. El relativismo asumió una función de censura análoga a la que tenía antaño el dogma. (…) Así, la renuncia a la verdad acaba por ser presentada como una práctica de emancipación”. 5 Mi interés a partir de esta idea, es entonces el de saber si los hombres y las mujeres de la contemporaneidad han renunciado o no a la verdad, y si los que lo hicieron se consideran y en qué sentido, más libres y emancipados. 5 La emancipación, en­ tendida como la autonomía respecto a cierta autoridad, que en este caso es la au­ toridad de la verdad, es una acción de carácter histórico, de la misma manera que lo es la verdad. Yo no tengo ningún problema con el relativismo, siempre y cuan­ do se entienda el mismo de una manera cercana al planteamiento de Einstein (claro, con mi simplificación inevitable para esta oca­ sión): dentro de un marco de referentes definidos (mi

vida, una historia, unas circunstancias, como lo mencionas más adelan­ te). Lo que en un marco referencial es la verdad del fenómeno, no necesaria­ mente tiene que serlo en un sistema referencial distinto. Y a eso se refiere Nietzsche también, con la cita que mencionas más adelante: el arte implica un sistema de referentes muy distinto de lo que es el de la ciencia o de la religión, por ejemplo. Por mucho tiempo, éstos úl­ timos dos representaban la

autoridad máxima, el siste­ ma referencial absoluto y es comprensible que todavía haya bastantes nostálgicos por lo absoluto…Algunos tal vez dirían que tu proyecto sobre la verdad, en realidad busca a Dios. Pero ¡vaya escándalo!, resulta que somos huérfanos y no quiero citar a Nietzsche al respecto, que ya todo el mundo lo sabe. Uf, uf, como puedes ver, Jappe me sigue causando demasiado ruido. Sin embargo, no me hagas caso, no te desvío más.

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l dia que entrevisté al profesor Ezra Heymann del departamento de filosofía de la Universidad Central de Venezuela, él preguntó primero: “¿Señorita, por qué quiere trabajar sobre un tema que tiene tan mala fama entre sus amigos?”. Ante mi cara de sorpresa añadió: “A los artistas no les interesa la verdad, la consideran una imposición externa al arte”, y enseguida citó a Nietzsche como ejemplo: “El arte nos es dado para no morirnos de demasiada verdad”. Su pregunFotografía: Sebastian Berns ta acertó en un punto crucial de esta investigación: indagar cual es la relación, en la contemporaneidad, del arte con la verdad. O sea, construir una narración sobre la verdad, capaz de cuestionar tanto sus propios contenidos como el lenguaje que usa para articularlos. Quiero vincular esta anécdota con la idea de peligro o riesgo que atraviesa este proyecto. En una conversación con la curadora de la exposición de este proyecto, la norteamericana Karin Campbell, le explicaba que estaba preocupada porque el proyecto era peligroso y que si a ella le parecía importante que el público en Barcelona tuviera claro este aspecto. En su opinión, el riesgo que yo había tomado iba más allá y todo el proyecto estaba atravesado por el concepto de vulnerabilidad. No solamente por ser extranjera y trabajar ilegalmente en el espacio público de una ciudad peligrosa, sino también por el tema que elegí, el modo de trabajo y por el lugar en donde yo me ubicaba dentro del medio del arte contemporáneo. Elegí trabajar la verdad desde el riesgo de la ilegalidad porque estaba convencida de que nadie me iba a dar permiso para colocar esas placas; y si lo hacían, sería como decir que la verdad la tenían ellos. Así que a pesar de algunas complicidades y permisos improvisados, trabajar

literario, la verdad es una preocupación constante. Creo que esa es también una suerte de marginalidad que se debería sumar a las cuatro anteriores (que además entre ellas tambien se marginan). Toda su obra descansa sobre lo que él llama un drama: la tensión 6 Es decir, no tengo la entre la imaginación (a la que Santa verdad completa. La verdad Teresa llamaba “la loca de la casa”) y se adquiere gracias al otro, se hace en conjunto con la verdad. Y la verdad para él está in- un otro que no soy yo. Dice trínsecamente ligada al lector: “Una Zagajewski que hay dos defectos en la literatura: pertinaz subyacencia en mi creencia el escritor que se ocupa cristiana hace que en todo momento solamente de sí mismo y olvida el mundo externo y la esté pensando en el lector. Y ese lec- búsqueda de la verdad; y el tor, que está tácitamente presente en escritor que se ocupa solo de la verdad del mundo, todo momento, merece, ontológica- juzgando y censurándolo y mente, la verdad”. 6 O sea, usted, es se olvida de su condición subjetiva. la razón para decir la verdad. El público, los demás, el otro, también son indispensables en mis proyectos. Por eso trabajo en colaboración, a partir de encuentros, conversaciones 7 Y sí existe, si no y documentando historias de vida (las como patrimonio de historias de todos los demás son nues- la humanidad, por lo menos en la imaginación tras historias y creo que la UNESCO desbordante de Danilo Kiš deberia declarar lo que cada uno ha en su “Enciclopedia de los muertos”, donde cada hecho con lo que la vida le ha dado individuo adquiere un lugar y le ha quitado, patrimonio de la hu- para su biografía, “desde luego, objetiva e imparcial, manidad y crear todo lo que es posible un archivo). 7 Por anotar sobre aquellos cuya estancia en la tierra eso mismo tam- ha finalizado y que se han bién, trabajo en puesto en camino hacia la vida eterna (…) con el la calle, donde la propósito democrático gente transita y se de corregir la injusticia humana y de conceder encuentra; en el a todas las criaturas de llamado espacio Dios un mismo lugar en la eternidad.” público. Una intervención artística en el espacio público es o se puede convertir en un accidente y nutrirse o tomar sentido por via de él. En este sentido, lo accidental ha sido un elemento indispensable en este proyecto. La idea misma de lo accidental vinculada a la verdad, también me parece esencial. En un texto sobre arte público (“Glosario de términos Lugar_Cero” en “Lugar_Cero. Reflexión polifónica sobre el arte y la ciudad”, FCHCM, México, 2012), la curadora y teórica Helena Braunštajn, establece como un término clave para entender al arte público precisamente el accidente: “(…) el conflicto es justo lo que constituye un móvil importante para la animación del espacio, mientras que lo accidental puede tomar un lugar fundamental en la determinación del contenido de la obra. Por lo mismo, para el arte público, no existen ni fracasos ni logros (…)”. Finalmente Braunštajn, amplia su comentario más allá del terreno artístico, citando al método genealógico de Foucault: “descubrir que en la raíz de lo que conocemos y de lo que somos no están en absoluto la verdad ni el ser, sino la exterioridad del accidente”.

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n mi opinión, tampoco existen fracasos ni logros en una entrevista; y también el accidente tiene lugar. Una de las primeras personas que entrevisté fue al periodista Hugo Prieto. De él me habían dicho que era uno de los mejores periodistas de Venezuela. Se describió a sí mismo, con sarcasmo, como un periodista exitoso de la cuarta república venezolana, y como un pe-

riodista fracasado en la actualidad, por no estar ni con el gobierno, ni con la oposición. Me preguntó que por qué quería entrevistar a un periodista fracasado y yo le dije que precisamente por eso. Luego matizó que el fracaso puede ser una forma de vanidad. Hicimos su entrevista y días más tarde nos encontramos y me dijo: “Me gusta cómo entrevistas porque tu empiezas ganando, pero luego nosotros, los entrevistados, terminamos ganándote a ti. Porque en realidad tú, no estabas buscando nada. Simplemente dejaste que dijéramos aquello que teníamos que decir”. Hugo me dijo que el periodismo iba a desaparecer. Sin duda, como la verdad, ha perdido valor. Creo que por ello he decidido colaborar con periodistas. Encargarles una vez más y como una suerte de redundancia, que fueran tras la verdad (convertida en piedra) en su propia ciudad. Así que ellos son periodistas locales; yo, una artista extranjera. Hace muchos años que desarrollo todos mis Fotografía: Sebastian Berns proyectos en el extranjero. Creo que la extranjería nos sitúa a todos –al que llega y al que recibe– en un lugar vulnerable y a su vez privilegiado, poniendo en entredicho aquello que somos todos, trastocando los referentes y los códigos de los sistemas de vida de donde venimos y a donde llegamos, haciendo que la condición de extranjería se interiorice en todos, convirtiéndose en una condición de tránsito existencial inherente a nuestros tiem8 Aquí, con estos pos. 8 Sentirse extranjero en el propio tránsitos existenciales, los país, en el propio cuerpo, en los pro- departamentos de extran­ jería y migración prosperan pios pensamientos, es hoy en día una y hay demasiados trámites realidad; y en ese sentido, el proyecto que, en algún momento, necesariamente hacen plantea el concepto de verdad desde extrañarte de ti mismo. Me lo extranjero. La verdad como una temo que prolifera también la burocratización de la noción en tránsito, en contradicción verdad. y en proceso de revisión y adaptación constante. Al final, todos somos extranjeros, porque el mundo entero es extranjero e incomprensible, y la verdad es un espejo de ello.

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inalmente, termino por el principio: elegí Caracas porque es la capital de un país que vive un momento social y político complejo, que creí que enriquecería enormemente la investigación sobre la verdad; pero la revolución no fue un concepto que yo quisiera trabajar allí, a priori y vinculado a la verdad. Simplemente fue algo con lo que me encontré. En una entrevista a Nidia Cárdenas, revolucionaria convencida y exguerrillera –mientras hacía autocrítica de su sociedad, acusándola de tener una mentalidad rentista, autocomplaciente y altamente consumista– le pregunté si el venezolano estaba listo para ser un revolucionario, porque para mi un revolucionario es alguien, ante todo, sacrificado; y el venezolano me parece todo, menos eso. Nidia me sonrió y contestó: “Somos lo que somos y esta revolución, tendrá que parecerse a nosotros”. 9 9 El concepto de revolu­ ción así como lo usas, es un concepto político, que como tal, implica un cambio de poder o una reversión total en la estructura de poderes. Me refiero, por ejemplo, a las revoluciones socialistas que pretendie­ ron mover el poder de la burguesía a las manos del proletariado. Ahora, en

el asunto de la sociedad venezolana, creo que viene a caso lo que has dicho anteriormente: se trata de un discurso revolucionario (lo que no es lo mismo que la revolución), que también puede ser un objeto de consumo. Y de hecho, el venezolano consume el discurso revolucionario, así como consume prótesis

(mamarias o black­berrys). Y no solamente el venezola­ no; hay una cantidad impre­ sionante de los “izquier­ dosos” que se relacionan con la revolución como si fuera la última tecnología de punta… Y de acuerdo con Nidia: dado que nosotros hacemos la revolución, ella se parece a nosotros irremedia­ble­mente.

“Del mismo modo que Slavoj Žižek sitúa el concepto de revolución y el de lucha de clases en el triste cajón de los conceptos-zombis, todo parece indicar que en este cajón también encontraremos 10 Para Žižek, los el concepto de verdad” 10, extraigo conceptos zombie son: la cita del prólogo de unas jornadas lucha de clases y toma violenta de poder, dictadura filosóficas (¿Qué ha pasado con la del proletariado y un solo verdad? ¿Qué ha pasado con la revolu- partido (comunista) al frente del proceso revolucionario. ción?), que Javier Bassas Vila i Felip La revolución se tiene que Martí-Jufresa preocupados por la repensar por parte de una izquierda radical en el con­ desvalorización de ambos conceptos, texto actual. Y la verdad, coordinaron en Barcelona en el 2010. para nada la ha abandona­ do: todas sus reflexiones Según esta idea pues, tal vez este pro- subrayan la urgencia de yecto afronte lo que ellos lamentan discutirla una vez más, y de plantearla desde otras la posmodernidad ha convertido en perspectivas. dos “conceptos-escória”: revolución y verdad. No sé si el arte sea el lugar para afrontarlos. Lo que sí creo es que a menudo, los artistas somos, (usando palabras del poeta Armando Rojas Guardia) “aquellos afiebrados buscadores / de lo que no se nos ha perdido, / los perpetuos perplejos ante lo real”. ⬢


B y Way O f A n E d i t o r i a l away. Taking Michel Foucault’s thought as her point of departure, the philosopher Maite Larrauri has written that ‘the sad thing is not that truth is unattainable, the sad thing is not to fight’: for me, this means fighting dogma, fighting what is imposed and seeks to define us at every moment of history. And Larrauri insists here, quoting Foucault (in his turn quoting René Char), that ‘there is a duty to contradict’.

6 In other words, I don’t have the whole truth. The truth is acquired thanks to the other, it is made in conjunction with an other that is not me. Zagajewski says that there are two defects in literature: the writer who deals only with himself and forgets about the outside world and the search for truth, and the writer who deals only with the truth of the world, judging and censuring, and forgets about his subjective condition.

And the truth, for him, is intrinsically bound up with the reader: ‘A persistent underlying stratum of my Christian faith means that I am always thinking of the reader. And that reader, who is tacitly present at all times, is ontologically entitled to the truth.’ 6 In other words, you, the reader, are the reason for telling the truth.

Fotografía: Rosley Labrador

A recent text by the philosopher Anselm Jappe entitled ‘The Substance of Truth’ sets out from an idea I find interesting: ‘Relativism itself has become the official dogma, to the extent that any slightly categorical statement ends up being seen as “totalitarian”. At the same time the concept of revolution seems to occur only within the field of advertising and consumption. If in the past the way to undermine critical thinking was to say that it was at odds with the established truth, now it is the opposite: to accuse it of still aspiring to express some truth. Relativism has taken on a role of censor similar to that once played by dogma. […] Thus, the renunciation of truth ends up being presented as a practice of emancipation.’ 5 On the basis of this idea, then, I am interested in discovering whether men and women today have given up on the truth or not, and if those who have done so consider themselves freer and more emancipated, and in what sense. 5 Emancipation, under­ stood as autonomy in relation to some author­ ity, which in this case is the authority of truth, is an action of an historical nature, in the same way that truth is. I have no problem with relativism, as long as it is understood in a way close its formulation by Einstein (with my inevitable simplification for this occa­ sion, of course) as within a framework of defined referents (my life, a story,

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certain circumstances, as you go on to mention). What in one frame of reference is the truth of the phenomenon will not necessarily be so in a different referential system. And that applies to Nietzsche, too, with the quote you mention later: art implies a very different sys­ tem of referents with regard to that of science or religion, for example. For a long time the latter two represented the highest authority, the absolute referential system,

and so it is understandable that quite a few people should still be nostalgic for the absolute… Perhaps some of them would even say that your project on the truth is really searching for God. But — oh, scandal! — it turns out that we are or­ phans and there is no need to quote Nietzsche on this because everyone knows it. Ow, ow, as you can see, I still find Jappe too noisy. But don’t mind me, I won’t sidetrack you any more.

he day I interviewed Professor Ezra Heymann of the Philosophy Department at the Universidad Central de Venezuela, he started by asking me: ‘Young lady, why do you want to work on a subject that has such a bad reputation among your friends?’ Seeing the surprise on my face, he added: ‘Artists are not interested in truth, they regard it as an imposition external to art.’ And then he quoted Nietzsche by way of example: ‘We need art in order not to die of too much truth.’ His question touched on a crucial point of this research, which is to investigate the relationship between art and truth in the contemporary context: in other words, to construct a narrative about truth that is capable of questioning both its contents and the language it uses to articulate them. I see this anecdote as relating to the idea of danger or risk that runs through this project. In a conversation with Karin Campbell, the curator of the present exhibition, I told her I was concerned because the project was dangerous and asked if she thought it important that this should be clear to the public in Barcelona. In her opinion, the risk I had taken went further than that, and the entire project was pervaded by the concept of vulnerability. Not only because I was a foreign woman working illegally in the public space of a dangerous city, but also because of the subject I had chosen, my way of working and where I was positioning myself within the medium of contemporary art. I chose to work on the truth from the risk of illegality because I was sure that no one would give me permission to put those slabs in place, and that if anyone did, it would be like saying that the truth lay with them. So apart from some collusion and improvised permits, working illegally on the truth was necessary in order to make this research deserving of respect. Another thing I wanted to do was look at the link between madness and truth. I interviewed the poet Armando Rojas Guardia. His narrative poem ‘La desnudez del loco’ [The nakedness of the madman] provided the phrase that is inscribed in parentheses on the marble slabs. Armando has lived most of his life within what he calls four stigmatized marginal conditions: being a poet, a Christian, a homosexual and a psychiatric patient. In his writing, the truth is a constant concern. I regard that as another kind of marginal condition that should be added to the first four (which also marginalize one another). All of his work is grounded in what he calls a drama: the tension between imagination (which Saint Teresa called ‘the madwoman of the house’) and truth.

7 And it actually exists, if

The public, other people, the not as a World Heritage site, other is also indispensable in my then at least in the boundless imagination of Danilo Kiš projects. That is why I work in col- in ‘The Encyclopedia of the laboration, by way of meetings and Dead’, where each individual acquires a place for his or her conversations, documenting life biography, ‘in what is doubt­ stories (everyone else’s stories are less an objective and impartial manner — everything that our stories and I think that UN- can be recorded concerning ESCO should accord what each of those who have completed their earthly journey and set us has done with what life has given off on the eternal one […] and and taken from us a World Heri­ aims at redressing human injustices and granting all tage status and create an archive). 7 of God’s creatures an equal For the same reason, I work on place in eternity’. the street, where people pass and Fotografía: Gerardo Rojas meet, in the socalled public space. An art intervention in the public space is or can become an accident and feed off or derive meaning from that fact. In this sense, the accidental has been an indispensable element in this project. The very idea of the accidental as linked to the truth seems to me to be essential. In a text on public art (‘Lugar_Cero Glossary of Terms’ at ‘A Polyphonic Reflection on Art and the City’, FCHCM, Mexico, 2012), the curator and theorist Helena Braunštajn establishes accident as a key term precisely for the understanding of public art: ‘[…] conflict is exactly what is an important motive for the animation of the space, while the accidental can play a fundamental part in determining the content of the work. This being so, for public art there are neither successes nor failures […].’ Finally Braunštajn extends her observation beyond the realm of art, citing Foucault’s genealogical method: ‘to discover that truth or being does not lie at the root of what we know and what we are, but the exteriority of accidents.’

I

n my opinion, there are no successes or failures in an interview, either, and there is also a place for accident. One of the first people I interviewed was the journalist Hugo Prieto. I had been told he was one of the best journalists in Venezuela. He described himself ironically as a successful journalist of the Fourth Republic in Venezuela, and as a failed journalist today, being with neither the government nor the opposition. He asked me why I wanted to interview a failed journalist and I told him that was precisely why. He then observed that failure may be a form of vanity. We did the interview and met a few days later and he said to me, ‘I like the way you interview because you start out winning, but then we the interviewees end up really beating you. Because in fact you were not looking for anything. You just let us say what we had to say.’ Hugo told me that journalism was going to disappear. No doubt, like the truth, it has fallen in value. I think that is why I decided to work with journalists: to commission them once more, and as a kind of redundancy, to seek out the truth (turned to stone) in their own city.

So, they are local journalists; I am a foreign artist. I have carried out all my projects abroad for many years now. I think that being foreign puts all of us — those who arrive and those who receive — in a position that is at once vulnerable and privileged, calling into question what we are all, upsetting the references and codes of the systems of life in the place we come from and the place we arrive in, making all of us internalized the condition of foreignness and turning it into a condition of existential transit inherent in our times. 8 Feeling alien in your own country, in your own body, in your own body thoughts is a reality today, and this being so the project posits the concept of truth from the alien. The truth as a notion in transit, in contradiction and in constant process of revision and adaptation. Ultimately, we are all foreigners, because the world is foreign and incomprehensible, and the truth is a mirror of it. 8 Here, with these exis­ tential transits, the depart­ ments of immigration and aliens flourish and there are too many bureaucratic procedures which at times necessarily alienate you from yourself. I’m afraid a kind of bureaucratization of the truth also proliferates.

F

inally, I end up at the beginning: I chose Caracas because it is the capital of a country that is experiencing a complex social and political moment, which I felt would it enormously enrich the investigation into the truth, but the revolution was not a concept I wanted to work on there, a priori and linked to the truth. It was just something that I found. In an interview with Nidia Cárdenas, a convinced revolutionary and former guerrilla, as she criticized her society, accusing it of having a rentier mentality, self-satisfied and highly consumerist, I asked her if the Venezuelans were ready to be revolutionaries, because in my view a revolutionary is, above all, someone self-sacrificing, and the Venezuelans strike me as anything but that. Nidia smiled and replied: ‘We are what we are and this revolution will have to be like us.’ 9 9 The concept of revolu­ tion and the use you make of it is a political concept, which as such implies a change of power or a complete turnaround in the power structure. I am referring, for example, to the socialist revolutions that sought to shift the power of the bourgeoisie to the proletariat. Now, in the case of Venezuelan society, I think what you said earlier is very much to the point: what we have is a revolutionary

discourse (which is not the same as the revolution), which can also be an object of consumption. And in effect Venezuelans consume revolutionary discourse just as they consume prostheses (breast implants or Blackber­ rys). And not only Venezue­ lans: there are a remarkable number of ‘lefties’ who relate to the revolution as if it were the latest hi-tech gadget… And I agree with Nidia: since we make the revolution, it will inevitably resemble us.

‘Just as Slavoj Žižek situates the concept of revolution and the class struggle in the sad category of zombie concepts, everything seems to indicate that in this same category we will also find the concept of truth.’ 10 The quote is from the foreword to the proceedings of a philosophical seminar in Barcelona which addressed the devaluation of these two concepts (What has happened to the truth? What has happened to the revolution?), coordinated by Javier Bassas Vila and Felip Martí-Jufresa in 2010. According to that view, then, this project engages two 10 For Žižek, the zombie things they regret have been turned concepts are: the class struggle and the violent into ‘rubbish concepts’ by postmodseizure of power, the dicta­ torship of the proletariat and ernism: revolution and truth. I am a single (Communist) party not sure if art is the place to address in charge of the revolution­ ary process. The revolution them, but I do believe that often we needs to be rethought by artists (in the words of the poet Ara radical left in the cur­ mando Rojas Guardia) are ‘those ferent context. And he has certainly not abandoned the verish seekers / of what has not been truth: all of his reflections lost to us, / the perpetually perplexed emphasize the urgency to debate it again, and to posit by the real’. ⬢ it from other perspectives.


FotografĂ­a: Gerardo Rojas


Primera placa

por L e o Fe l i p e Campos

C

amino sobre el pliegue de la falda de Petare. Acabo de notar que he pensado en la verdad muchas veces, muchos días. Petare es el barrio del Este de Caracas que construye los bordes de la región con mayor densidad poblacional en Venezuela, un número indeterminado de habitantes sobre varios cerros que son un mito: la alegría que estalla, la pobreza casi perpetua, la violencia como sinónimo carnavalesco que se extiende hasta la muerte. —La verdad no es un cuerpo, un objeto, es un concepto sin forma concreta de representación; la comenzamos a crear a partir de preguntas y reflexiones —dirá más adelante un personaje cardinal en esta historia, que apenas comienza, después de tantos miles de años.

Sobre Petare también se dice que viven casi un millón de colombianos, que la policía no conoce las desembocaduras de sus laberintos más altos, escaleras circulares que ascienden entre láminas de zinc, y que hay habitantes de la favela que nunca han “bajado” a la ciudad. Pero yo estoy allí, justamente, en la ciudad. En la parte baja del barrio. En plena avenida Francisco de Miranda, una de las arterias viales más importantes de Caracas. Estoy, exactamente, en la entrada de Campo Rico, una barriada popular. Y ahora voy, de alguna manera, en busca de algo que me ayude a entender eso que no sé cómo explicar.

—Cualquier acertijo puede significar una salida —dirá el fulano. Un genio en estricto sentido ideal. Al final de todo, antes de marcharme, voy a pensar en eso.

La placa dice, con exactitud: “A LA VERDAD (SE ESCAPÓ DESNUDA) MONUMENTO FRAGMENTADO CARACAS 2011”. Está ubicada en la acera, pegada al piso con cemento. Por un lado la flanquean los carros y autobuses de la calle, esa gran avenida de cuatro canales con un tráfico constante y, en horas pico, intenso, pesado, lento. Del otro lado hay tres negocios, un pequeño automercado, una venta de accesorios automotrices llamado “Repuestos El Dorado”, y un local nocturno que durante el día se mantiene cerrado. También hay unos teléfonos públicos que, según dijo Miguel Von Dangel y más tarde confirmó “El Negro” Frías, sirven de artilugio para camuflar el microtráfico de drogas en las noches. Así es Caracas, o así es Petare.

Petare Freitas bebe las cervezas que vende, pero quien las paga es Juan Carlos Márques, un comerciante de la zona que se atreve a invitarme no una, ni dos, sino tres Soleras para hablar de la verdad, “pero también de las mujeres”. Para él, “el problema” de esa placa es la falta de promoción: “es una cultura, sí, pero es una cultura que uno no está acostumbrado a ver, al menos yo, dime tú, ¿qué es esto? Si no hay publicidad, eso no se vende, yo mismo me he parado a leerlo varias veces y todavía no sé ni Ubicación: En la acera lo que dice. Necesita punorte de la Avenida blicidad. Francisco Miranda, en el sector Buenavista, a tres cuadras del unicentro El Marqués, caminado del metro La California en dirección Petare.

T

rina Pérez es una mujer entrada en años, de cabello corto, que habla de la unión familiar y del temor que le produce viajar sola hasta el litoral, a una hora de camino, donde tiene una casa y desea pasar el fin de año. No quiere que la roben. No quiere que la secuestren. No quiere que la maten. No quiere estar sola. Trabaja en el negocio de los repuestos automotrices. Es la única mujer entre un puñado de hombres y miles de piezas mecánicas. Para ella, esa placa tiene que ver con la paz mundial: “Por la expresión y por lo que dice, eso no se encuentra a la vuelta de la esquina, esa frase no está en ninguna parte. La gente pasa, se queda mirando un rato y sigue su camino, pero yo estoy muy brava”, dice, y cuando todo parece indicar que viene una de esas frases incontestables, un axioma imponente, suelta: “porque no me hicieron caso, yo les dije que la pusieran más arriba, mire, ahí está alguien viéndola, pero si la hubiesen puesto más alta yo la tendría preciosa, pero no, no me hicieron caso y ahora se ensucia mucho y yo tengo que llegar todas las mañanas y limpiarla”. En el mismo local surge otra percepción. Mismo apellido, distinto sexo, se trata de Inocencio Pérez, compañero de Trina. Asegura que detrás de eso hay un político, “no sé si de un lado o del otro, o sea, no sé si es del gobierno o de la oposición. Claro, porque, ¿qué es la verdad? ¿Quién dice la verdad? Ellos quieren decirla siempre. A mí me preguntan: ‘¿qué es esto?’ No sé, papa, porque dice ‘la verdad se fue desnuda’, pero, ¿cuál es la verdad? No sé quién escribiría eso, pero sí tiene que ser algo político.”.

Junto a Repuestos El Dorado se encuentra el Supermercado Campo Rico. Ambos espacios comerciales llevan el nombre de sus barrios, que colindan entre sí. Agustín Freitas es portugués y regenta el automercado. Cuenta la historia de esa placa con un dejo de duda en su memoria, como si no tuviera todos Esta bocacalle sobre la cual estoy parado es la entrada los datos que en efecto le faltan, pero al mismo lugar donde una vez vivió mi madre antes de le imprime seguridad a sus frases a morir, en una casa que no logro recordar con exactitud. medida que toma impulso: “Ellos Allí, en esa habitación a la que nunca regresaré, pade- empezaron por México”, dice, y con ció ella el renacer de una enfermedad que le costaría la ellos se refiere a un “grupo de espavida una vez que volviera a manifestarse, dos años más ñoles”. No está tan lejos de la reatarde. La verdad también se olvida, pienso, pero tiene lidad, pienso, si partimos del hecho rasgos inocultables. Tengo miedo y no sé por qué. Somos de que el último proyecto de Mireia como niños jugando a los exploradores, a los científicos Sallarès, artista catalana y autora de simples. Donde no hay amor difícilmente puede haber estas intervenciones, fue realizado en verdad. Incluso en la guerra hay verdad. Caracas está en México. Pero es ahí cuando Agustín, guerra, o eso dicen. cerveza en mano, toma vuelo: “esto se va a hacer por toda América Lavanzo mirando al suelo para descubrir entre las tina, Venezuela es el tercer país, despiernas de los caminantes que se atraviesan una pués creo que van a Perú, no sé exacplaca blanca, pequeña, de mármol, que dice que tamente en qué está basado, pero la verdad se escapó desnuda. No la consigo. Le paso por es a largo plazo, por ejemplo, acá encima sin darme cuenta. Tengo dos contactos: “El Ne- en Caracas hay otra de estas placas gro” Frías y Miguel Von Dangel. El primero es músico, en San Agustín”, y hace una pausa, carpintero y activista comunitario (cualquier parecido Agustín. No sé si piensa en su santo con la Biblia es mera coincidencia), el segundo es pintor o en las implicaciones de lo que va a de origen alemán. Y pesimista. Y genio. Un personaje decir: “esto es cultura”. cardinal en esta historia.

A

De modo que llamo al “Negro” y en minutos estoy allí, frente a la placa, o sobre ella. “Nadie sabe qué significa, la gente se pregunta qué es eso, o a qué se debe, pero no se han planteado discusiones, en ningún momento tuvo un impacto fuerte”, me dice Frías, de entrada, sorteando las motos y haciendo una cueva con sus manos para imponerse a las bocinas.

Márques manifiesta que ha visto la placa de la verdad varias veces, pero a la pregunta de si recuerda lo que se lee en la inscripción, responde: “palabra que no, pero sé que dice 1992. Tiene ese año, 1992 1, por algún lado. De eso sí estoy seguro, ah, y de otra cosa también, nos encanta el mármol. Para mí no es ni político ni religioso, pero... 1 El 4 de Febrero de Ya va, ahora que 1992, Hugo Chávez junto lo pienso tengo a otros militares, encabe­ zaron un intento fallido de mis reservas, eso golpe de estado contra es un mensaje su- el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. bliminal”.

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“Tampoco hay una explicación clara sobre esa placa. Algunos creen que es por un difunto, pero es que la idea de la verdad no está definida”, se adelanta Frías, como para poner el tema sobre la mesa. La mesa: un cenicero abarrotado de colillas y cenizas, un papel, un lápiz y un litro de jugo de naranja al que sólo le quedan dos dedos. “Si fuera algo más concreto… Pero es un monumento a la verdad, coño, si nos vamos a poner a definir qué es verdad…”, dice “El Negro”. Lo que sigue, en adelante, es la transcripción fiel de una conversación a dos voces, interrumpida a intervalos de reafirmación y preguntas, con más silencios y miradas que intervenciones. —Quizá ella lo que está provocando es que cada uno se haga una pregunta —dice Miguel—. Tiene que ver con las palabras que pone allí y con su significado, la gente, habitualmente, no tiene idea de dónde vienen las palabras que usa. Tú eres una víctima indicada —señala al “Negro” y agita la mano de forma leve— tienes más de dos meses buscando esa vaina, y eso es lo que ella quiere, provocar una reflexión. —Claro, pero la verdad… ¿Cuál es el sentido real de la verdad, Miguel? —responde Frías, el músico y carpintero. O más bien pregunta. —Bueno, ahora los caminantes delimitan la forma de esa verdad como un monumento. Eso es lo que tiene el arte, las respuestas de una época, que le irán dando forma a ese momento histórico, con imágenes que se pueden leer en el futuro, la pregunta es: ¿quién construye o construirá la memoria de nuestra época?

Es entonces, cómo no, cuando Agustín, el portugués del abasto, y Juan Carlos, su cliente habitual de tantas tardes, comienzan a hablar de Dios. “Amén se dice amén en todos los idiomas”, dice Marques, con la convicción de un asistente al telediario estelar, y remata: “hasta en los idiomas de Mao Tse Tung”. “Yo no sé exactamente qué puede significar eso”, apunta Freitas, “sí sé que la gente se para al frente, ve la placa y no pregunta, sigue de largo, pero sea lo que sea está sembrando algo en la mente de la gente, porque todos los días, tres o cuatro veces, hay alguien que pasa por ahí, se para y se le queda mirando”. “Te voy a decir algo, yo no sé si esos españoles pidieron permiso para hacer esa vaina, pero si no hay que pedir permiso entonces yo mañana le hago una placa a la mujer mía, que diga: ‘Los cachos 2 “Los cuernos te los te los montaste tú sola’ 2 ¿Ah? Allí sí pusiste tu sola” que hay una verdad”.

M

iguel Von Dangel abre su ventana. El fondo en penumbras, igual que su rostro. Se queja entre dientes. Hace una mueca. Miguel dice “no voy a ser maleducado”, o algo así. “El Negro” es quien me ha llevado hasta allá, antes de aclararme que su amigo, con casi 65 años viviendo en la zona, igual que él, es un hombre misterioso. “No tengo mucho que decir”, aclara Von Dangel con el rostro de piedra, escoltado por sus dos perros salchicha, montones de cuadros con sus pinturas y una jaula enorme con una guacamaya. Camina lento, con pesadumbre. En el televisor que hay al fondo de una pequeña antesala a la cocina, hasta el momento de mi partida, estará sintonizado y sin volumen el canal de noticias Globovisión, de franca oposición al gobierno del presidente Chávez.

—Pero yo te voy a ser sincero —interrumpe “El Negro”, que contribuyó a que la comunidad del barrio en el que se enclavó la placa, aceptara de buena gana y casi sin preguntar la instalación de la obra, no sin antes sugerir que se trataba de una colaboración entre España, Cuba y Venezuela. Cuba, claro está, fue la palabra clave— son más los transeúntes que pasan y no dicen nada. —Pero es que una no respuesta social también es una respuesta. Aquí hay muchas ausencias, la gente está muy cohibida. Esto obviamente tiene su carga política: si no hay reacción es porque la gente está muy reprimida —apunta Von Dangel, tras otro cigarrillo, que prende y apaga de forma sistemática, entre críticas al sistema y lamentos íntimos—. Aquí vence la arbitrariedad. Esta misma colocación de la placa en una ciudad de Francia o de Suiza pudiese haber significado un escándalo, pero aquí, lamentablemente, las cosas importan en la medida en la que otros puedan sacarle un billete. ¿Qué es la verdad en Francia, cuál es la verdad en China? Nuestro sistema intelectual, o de pensamiento, bloquea lo que puede producir una obra de arte. Yo te aseguro que hay gente de la comunidad que no lo ha interiorizado, o peor, miran eso y siguen como si nada, quizá prevalece el carácter funerario, lo digo porque de las pocas cosas que he podido escuchar está esa, lo cual es absurdo, no tiene por qué tratarse de la muerte, porque la placa no tiene ni una crucecita. Pero bueno, eso es por la violencia que hay aquí —dice el pintor.

—¿Por qué ignorar exprofeso o ni siquiera poder asimilar lo que alguien quiere decirte? Creo que tiene que ver con la violencia, y la violencia en sí no es el problema, el problema es la consecuencia que se genera a partir de ella. Ahora fíjate algo, yo creo que el hecho de que ni siquiera la hayan intentado destruir es significativo. Algo misterioso se conforma detrás de esa no reacción en este lado de Caracas.

—La gente también piensa que se trata de una mujer —dice Frías— tú te la figuras como una mujer, porque dice que salió desnuda. —Bueno, sí, habrá algunos que creen que es una jeva que salió pegando brincos en pelotas, porque el arte también tiene eso, oculta otras posibilidades porque construye máscaras, pero resulta que las máscaras terminan desenmascarando, siempre. Hay algunas de mal gusto, pero hay que saber leer y tener responsabilidad ética. Son procesos intelectuales, pero de todas-todas, el arte cuestiona y emplaza la capacidad de reacción de la gente. Vivimos en un país que no termina de hacer una República porque cada treinta años hay una dictadura, eso nos entumece, nos bestializa, y lo peor es que nos sigue pareciendo divertido. Como espíritu de nación el tema del “culito” y las “teticas” nos salió muy caro. Dime tú, esos desfiles de moda, ¿ustedes se han puesto a pensar que un desfile de moda o un Miss Venezuela, y un desfile militar, se parecen mucho? Tienen la misma raíz. —Coño, ¡eso es verdad! —cierra “El Negro”. Su respuesta es inmediata y, de repente, los tres en la sala hacemos silencio. El último antes de la despedida.

S

erá porque sobre la verdad, la verdad-verdad, así: sola, concreta, desprovista de todo lo que no sea una pretensión, mejor ni hablar. Porque surgen más preguntas que respuestas y aparece el miedo de encontrar ese pedazo del amor que se extravió en un lugar desconocido donde alguna vez merodeó la muerte. Porque esa serie de dudas y temores se clavan de forma permanente, a medida que caminas y observas los rostros del mundo, que durante media hora se desplazan de a cien sobre una placa de mármol, arriba y abajo, y apenas se detienen no digamos a leer, a observar, a pensar y a cambiar, sino a comprar, a pagar, a sobrevivir y a seguir con su día antes de que se les haga tarde. O porque me hubiese gustado caminar cerro arriba y encontrar esa casa en la cual vivió mi madre, para detenerme frente a ella y recordar lo que no quiero, lo que no hace falta, lo que escondo. Rumbo al metro, sorprendido, cansado, entre la música de los vendedores de discos piratas, el smog de los buses y el sudor ajeno, cada vez más lejos de un monumento fragmentado, concluyo que la verdad puede ser muchas cosas, siempre que termine con un signo de interrogación, y pienso qué razón tenía el genio al avisar que cualquier acertijo puede significar una salida. ⬢


FotografĂ­a: Nelson Garrido


Segunda placa

por H u go P r i e t o

N

o es la primera placa que colocan en el boulevard Ruíz Pineda de San Agustín, aunque sí es la más reciente y con toda seguridad la más desconocida. Los transeúntes que caminan por la plaza del Obelisco la asocian con un merecido homenaje al dirigente político, Leonardo Ruíz Pineda, asesinado en octubre de 1952, en uno de los pasajes del boulevard por agentes de la Seguridad Nacional, la odiada policía política del dictador Marcos Pérez Jiménez. El asesinato de Ruíz Pineda marcó un punto de inflexión en la lucha contra la dictadura. Para el fundador de Acción Democrática y dos veces presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, fue como una revelación. El golpe develaba un hecho incontrovertido: AD había sido infiltrada por la Seguridad Nacional y la única forma de recomponer la estructura partidaria era depurando sus filas, bajo la oscuridad incierta que ofrece la clandestinidad. Dicen que Betancourt cayó en una profunda depresión, poco después ordenó el repliegue estratégico de la militancia de AD, al tiempo que advirtió que el exilio sería difícil y prolongado.

Atravesar el desierto debió ser un infierno para un hombre de acción. Pero Betancourt no perdió el tiempo, entre 1952 y 1954 escribió “Venezuela, política y petróleo”, una compleja visión del país, durante la primera mitad del siglo XX. Ruiz Pineda era, además de escritor, un agitador de masas, “fue un luchador social y tenía sus amigos políticos”, afirma William, un joven que espera a un amigo moto taxista, con quien ha quedado en hacer diligencias. “Esa placa la pusieron en su honor, ¿por qué no le preguntas a Oscar Yanes, él viene todos los años y deja un ramo de flores en el lugar donde nació Ruíz Pineda, al otro lado de la calle. Métete en google, seguro vas a encontrar la información que estás buscando”. Una sugerencia que sigo al momento de escribir esta crónica y que ubica el nacimiento de Ruíz Pineda a 833 kilómetros de Caracas, en la población de Rubio, estado Táchira. Poco antes de dar por concluida la conversación, se acerca Marco Aurelio, a quien apodan el wayuu. William le pregunta.

San Agustín E

delmira, una mujer que ha vivido en San Agustín durante 40 años, se contagió de entusiasmo y se incorporó al grupo promotor del Metro Cable en 2006. “Nadie creyó que esto fuera posible, se burlaban de nosotros, pensaban que era una promesa más de un líder político, pero el presidente Chávez cumplió su palabra, cuando los veo haciendo cola en la estación Parque Central, soy yo la que me burlo de ellos. Las muchachas que viven en la comunidad y trabajan en las estaciones, se sienten orgullosas, valoran su Metro Cable”.

“La verdad se escapó desnuda…”, repite en voz alta Felicia Wise Sarmientos. “Si está desnuda está sometida al escarnio de la comunidad; uno ve un cuerpo desnudo y dice pobrecito, eso podría tener sentido para el loco que la puso. Yo me voy a identificar aquí, políticamente, con la revolución bolivariana que lidera el presidente Hugo Chávez Frías. Si el gobierno puso esa placa, te puedo decir que la verdad se escapó desnuda porque ya todo el mundo sabe lo que ocurrió aquí en Venezuela”. A diario, entre las 8:00 y 11:00 a.m., Edelmira barre la plaza del Obelisco, en donde fue colocada la placa. “Mucha gente me pregunta cuál es su significado; para mí son parte del cambio que se está haciendo y de las cosas que podría hacer la gente para ser más amables, más respetuosos, si hubiera una actitud distinta, si se cumpliera la ley, San Agustín fuera bellísimo”. La placa es una advertencia del cambio cultural que hace falta para promover la convivencia, la paz; así como una parroquia libre de basura. La violencia sigue siendo algo familiar en esta zona de Caracas. Poco ha cambiado desde que el gobierno inauguró el Metro Cable, un sistema aéreo de transporte que recorre seis estaciones a lo largo del barrio. “Es un lujo”, dijo William. La gente puede comprar el periódico, el pan, sin que 100 ó 150 escalones lo separen del quiosco o del abasto.

El acceso a la ciudad, que impresiona como una forma de integración urbana, corre como las aguas del Río Negro cuando desemboca en el Amazonas, sin llegar a mezclarse en un solo torrente, como una verdad inacabada, inconclusa.

¿sabes quién puso esa placa?”. “No, sólo la pusieron allí. Seguro que se llevaron un poco e’plata”, dice el wayuu con su cara de ceniza. La mujer que atiende el quiosco de periódicos, no se da por enterada, “la única verdad es que sobre nosotros hay un Dios”. Dos obreros de un taller metalmecánico afirman que la inseguridad y el robo son “la verdad verdadera de San Agustín”.

Lo que a simple vista es la combinación del Metro Cable con un pasado luminoso que apenas titila en edificaciones disminuidas, como el Teatro Alameda o la propia plaza del Obelisco, alimenta el desconcierto y encaja una creciente frustración en el ánimo de los parroquianos. ¿Qué es lo que hace de la verdad, finalmente, un hecho indiscutible? En San Agustín no es otra cosa que una clara demostración de lo absurdo, en su acepción burocrática por excelencia. El recorrido entre la estación El Manguito y Hornos de Cal, siguiendo la cresta del cerro, permite ver los edificios de la urbanización Terrazas del Alba. Se advierte que el programa de sustitución de ranchos por casas

(uno de los ejes de la Gran Misión Vivienda Venezuela) tiene allí una manifestación muy concreta. Uno piensa, cómodamente sentado en la cabina del Metro Cable, que allí hay un ejemplo de políticas públicas.

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en la cresta de la montaña, así como un auditorio que se convertiría en la sede de un núcleo del sistema de orquestas de Venezuela.

Pero los ranchos que cedieron a las lluvias y debieron ser demolidos, siguen en pie. Progresivamente, han sido invadidos por delincuentes que los usan como guaridas. Igualmente visible desde la ventanilla, resulta el techo del colegio Don Pedro de Fe y Alegría, cuya superficie se convertirá en un mural concebido por la artista plástica Natalya Critchley. Los días viernes resulta imposible subirse al techo, pues los muchachos que integran las bandas juveniles suelen practicar tiro al blanco.

Cada vez son más pequeños, de 10 a 12 años, con pistolas tan grandes que apenas las pueden sostener con una mano.

E

n 2010, el Metro Cable de San Agustín se exhibió, junto con otros 10 proyectos, en el Museo de Arte de Nueva York (Moma) como un ejemplo de intervención urbana, “que responde a necesidades localizadas de comunidades marginadas”. El proyecto, sin embargo, sufrió modificaciones. Inicialmente, se iban a construir en algunas estaciones, mercados provistos por el Metro Cable para que los usuarios pudieran hacer sus compras cerca de sus casas. Persuadidas por la inseguridad, las autoridades desestimaron la idea. Tampoco se ejecutaron otras intervenciones públicas: un bulevar

Ubicación: A 150 metros de la estación del metro cable “San Agustín”, dirección Este. En la acera norte de la Avenida Leonardo Ruiz Pineda, casi entrando a la Plaza del Obelisco.

Integrantes del grupo promotor, vecinos de San Agustín, visitaron la ciudad de Medellín (Colombia), donde funciona un sistema de teleférico similar. Desde las cabinas, y a lo largo del recorrido, pueden verse los techos de las viviendas cubiertos por avisos de publicidad y a un lado de la última estación, el edificio de la Biblioteca España, donado por la Reina Sofía, una construcción de diseño funcional hecha con materiales de altísima calidad.

María Eugenia Ramírez y Daniel Sosa, miembros de los consejos comunales de San Agustín, sueñan con darle al proyecto un sentido de integración a la ciudad mucho más amplio. A diferencia de Medellín, no centran sus expectativas en una edificación como la Biblioteca España, sino de una plaza, bautizada con el nombre 1º de Mayo, cuya superficie de 200 metros cuadrados ofrece una visión de Caracas 360º. La comunidad organizada presentó una propuesta ante las autoridades del Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología para acceder a recursos que le permitieran recuperar la zona, utiliEl colegio Don Pedro creó una zando reciclaje y tecnologías verdes, promoción de bachilleres en turismo, en sintonía con la inversión social en espacios públicos previstos alrededor de las estaciones del Metro Cable y sitios de interés como el Teatro Alameda y la Fundación Madera, centro de difusión de música caribeña y percusión.

así como la construcción de un huerto organopónico aledaño a la plaza y un café para desarrollar actividades turísticas.

Pero la inversión social sigue siendo un asunto pendiente, una verdad inconclusa. El grupo de apoyo, que a contravía sentó las bases para la transformación de San Agustín, continúa su peregrinaje por varios despachos del gobierno bolivariano, promoviendo ideas para culminar los proyectos que permitan la integración de la parroquia San Agustín a la Ciudad de Caracas. ⬢


FotografĂ­a: Gerardo Rojas


Tercera placa

El Silencio Ubicación: En la urbanización El Silencio. En la acera norte de la esquina de la Plaza Oleary y la Avenida Baralt, frente a la Plaza Caracas. A 50 metros de la salida del metro Capitolio.

por H u go P r i e t o

L

a placa ubicada frente al Palacio del Libro, un local del Bloque 3 de la urbanización El Silencio (av. Baralt con Plaza Caracas), es un pequeño fragmento de lo que ha sido, por excelencia, el centro histórico de la ciudad. Ocasionalmente, los transeúntes que caminan en dirección este oeste (o viceversa) se detienen a leer el epígrafe “La verdad se escapó desnuda”, miran de un lado al otro, o simplemente inclinan la cabeza, buscando el significado de la frase, pero pronto desisten y prosiguen su camino. “Los veo desde el mostrador”, afirma José Loreto, encargado del Palacio del Libro desde hace 20 años. “Nadie se ha atrevido a preguntarme qué significa esa frase o con qué finalidad colocaron esa placa ahí”. “¿La verdad de El Silencio?”, se pregunta a su vez Loreto, en voz alta. “Según Caremis (acróstico de Carlos Eduardo Misle, cronista de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX) esto era una zona de tolerancia”.

En ocasiones, el pasado cobra tributo. Loreto se apoya en el mostrador y dice en voz grave “muy cerca se incendió La Goajira, ¿lo recuerdas?”.

columna de humo de gases tóxicos que envenenaba el ambiente. No funcionaron los extintores, no había salidas de emergencia debidamente identificadas y el acceso de entrada de 1,50 metros de ancho escaleras abajo se convirtió en una trampa para más de 400 personas que excedían en mucho la capacidad del local (100 personas). Inicialmente, el incendio se atribuyó a un corto circuito, provocado quizás por un cigarrillo arrojado al piso distraídamente. Pero investigadores forenses determinaron que el siniestro, en realidad, fue causado por la detonación (probablemente un disparo o un artefacto de pólvora navideño) que se originó en el ala oeste de la discoteca, donde los propietarios alquilaban reservados por 60.000 bolívares, lo que incluía la compañía de niñas adolescentes, víctimas de explotación sexual y una botella de whisky. En febrero de 2003, se ordenó la exhumación de uno de los cadáveres no identificados que había sido enterrado en una fosa común. La Interpol pidió ayuda a las autoridades locales para determinar si se trataba de un hombre de nacionalidad alemana, cuya desaparición en Venezuela fue denunciada por sus familiares. La fama de la “La Goajira”, como antro de explotación sexual, había cruzado el Atlántico.

Omar Ramírez es presidente de la Junta de Condominio del Bloque 3 de El Silencio. A las 5:00 p.m. suele pasar por el toldo ubicado al centro del estacionamiento, desde donde Rodríguez cuida los carros. La recaudación diaria promedia 400 bolívares, parte del dinero se destina a pagar el sueldo de Rodríguez y la otra va a fondo para el mantenimiento del bloque 3, que actualmente tiene problemas de impermeabilización en el techo y el colapso de varias tuberías de aguas blancas. “Para mí esta urbanización es la referencia histórica de la sociedad venezolana”, afirma Ramírez. “La placa la colocaron una mañana, bien temprano, yo bajé para ver quiénes eran, porque no la podían colocar así como así, me dijeron que habían colocado otras placas similares en distintos puntos de la ciudad y, finalmente, accedí a que la pusieran. Vi que sobrevivió a los trabajos de mantenimiento de las aceras que hizo la Alcaldía del Municipio Libertador, aunque la mancharon de cemento”.

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urante las décadas del 50, 60 y mediados del 70, del siglo pasado, el área delimitada entre Plaza Caracas y Plaza O’Leary fue el escenario de las grandes concentraciones de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV). Augusto Malavé Villalba, José Vargas, Federico Ramírez León, Carlos Ortega, todos ellos militantes del partido Acción Democrática, fueron los dirigentes históricos del movimiento sindical venezolano que, en más de una ocasión, subieron a una de los balcones del bloque 1, cuya fachada da a la plaza O’Leary para dirigirse a las grandes concentraciones de trabajadores, especialmente de empleados del gobierno que, a su vez, eran simpatizantes de Acción Democrática.

Nunca los venezolanos habían estado tan cerca de la guerra civil.

VTV, el canal información 24 horas del sistema nacional de medios públicos, no reseñó la noticia. Guardó un silencio inexplicable que fue objeto de duras críticas en la plataforma web Aporrea, del propio sistema de medios públicos. En cambio, la cadena estadounidense CNN la transmitió a escala mundial, advirtiendo el contexto en el que sucedía, la extrema polarización política, alimentada ese año por una huelga patronal y petrolera.

En la madrugada del 1 de diciembre de 2002, 54 personas murieron en el sótano de 600 metros cuadrados de la discoteca “La Goajira” tra noticia, no menos dramá(esquina La Gorda con av. Baralt). tica, le daría la vuelta al munLos bomberos desalojaron a más do. En abril de 2002, sectores de 500 personas del propio local y de edificios aledaños, debido a una radicales de la oposición política al gobierno de Hugo Chávez desencadenaron un golpe de estado que se saldó con 19 muertos y 72 heridos, en los alrededores de Puente Llaguno (a cuatro cuadras de la placa).

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Un video que resultó ser una vulgar manipulación fue galardonado con el premio Rey de España. En adelante, la verdad se escudriñó a través de los encuadres, de la proyección de las sombras, según la inclinación del sol (hora del día), pero entre un tono y otro no hubo voluntad política para crear una comisión de la verdad que revelara las claves de este siniestro golpe de Estado. “Mi verdad es que soy un trabajador”, agrega José Loreto. “En el futuro me gustaría ver una transformación de la sociedad, una Venezuela distinta”. Amado Antonio Rodríguez trabaja en mantenimiento y es una de las personas que cuida los carros en el estacionamiento del bloque 3. “Yo vi cuando pusieron esa placa. Fue una mañana, muy temprano. Se fueron y no han vuelto por acá. Nadie me ha preguntado por ella, usted es el primero que lo hace. La limpio, la lavo, por instrucción de Omar, el presidente de la junta de condominio. No sé cuál es el significado de la frase, creo que en lugar de la verdad, fue una mujer la que salió desnuda”. La Plaza O’Leary atrajo en el pasado a los piedreros, adictos al crack y otras drogas, pero los trabajos de reurbanización de El Silencio, la recuperación de la propia plaza, con sus bombillas color naranja, los mantienen a raya, aunque ocasionalmente merodean por el estacionamiento, esperando un nuevo deterioro que les sirva de albergue.

Esa imagen fragmentaria, de un día o más bien de unas horas, en la conciencia de clase, desapareció con la flatulencia y posterior colapso de la democracia representativa venezolana. Es parte de las coberturas noticiosas que hacía la televisión blanco y negro, perteneciente al registro de memorias olvidadizas de hombres y mujeres que rondan los 50 años de edad. Con toda seguridad, una imagen en extinción. Los bloques de El Silencio, junto con la Universidad Central de Venezuela, son el símbolo de una intervención urbana irrepetible y crucial en el casco histórico de Caracas, cortesía del arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Dueño de una imaginación

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poderosa, fiel a un diseño práctico y funcional, apóstol del movimiento ecologista, Villanueva dotaba a sus edificios de ventilación cruzada, para hacer del aire acondicionado un estorbo. No fue el calentamiento global sino el aumento del parque automotor, lo que arruinó la cotidianidad de los habitantes de El Silencio, el ruido ensordecedor de las cornetas y las colas interminables que se forman en tres avenidas importantes que presentan la forma de una Y. Sólo cuando el visitante toma conciencia de que los corredores de la planta baja no son para uso exclusivo de los residentes, sino que sirven como pasajes para los transeúntes que hacen vida en el centro de Caracas, cae en la cuenta de que el diseño atiende necesidades de lo público y el bien común.

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os bloques 2 y 3 son edificios gemelos, divididos por el túnel subterráneo que atraviesa las torres del Centro Simón Bolívar y desemboca en la plaza O’Leary. Al fondo de las columnas y arcadas de ambas fachadas están los locales comerciales que ocupan la planta baja. En su mayoría dedicados a la venta de trajes, vestidos y accesorio de novias. Mary Palacios, encargada de uno de esos negocios del bloque 3, afirma que apenas vio la placa se sorprendió. “Ay, Dios mío, ¿qué será lo que significa eso? Pero le perdí interés, porque no le encuentro ningún sentido; creo que más sentido tiene mi nombre, porque al menos estoy viva.

Si la verdad se escapó desnuda, no la vi. Además, en este mundo no existe la verdad. Lo digo porque todo es una farsa, una mentira. Después me pregunté ¿no será que en El Palacio del Libro se habrá muerto una loca y le hicieron esa plaquita de recuerdo?”. “Mi verdad es que allá arriba hay un Dios que nos ve, que aquí estamos y tenemos que luchar”, agrega Palacios, quien atiende el local desde hace 14 años. “¿La verdad de las novias? ¡Ah, esa una fantasía que toda mujer quiere realizar en la vida y una vez que les pasa, realmente, descubren la verdad! Me resulta muy curioso, pero las novias siempre vienen el día anterior a la boda para comprar el vestido”. Alejada, lo más posible, a lo que permanece inmutable, Mary Palacios apela al rito cotidiano que tarde o temprano, invariablemente, antecede a cualquier transacción mercantil. “Así como los clientes me piden rebaja, yo le pido rebaja de esta conversación”. A secas, se diría, todo es cambiante, especialmente el humor. ⬢


FotografĂ­a: Gerardo Rojas


Cuarta placa

por L e o Fe l i p e Campos

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ocas veces la verdad ha estado rodeada de tanta gente. También, de tantas moscas. Se celebra el día de los santos inocentes pero aquí lo que se festeja es otra cosa, una más parecida a la esperanza, al esparcimiento, la resaca, el escape o la desesperación; aquí, en este lugar que se exhibe desde sus dos puntas, en el ir y el venir de un par de buenos kilómetros con sus metros más, sus metros menos, sus calles y veredas de por medio, plaza de por medio, mercado de por medio, edificios y bancos de cemento, flores, tiendas y miles de palomas volando y picoteando en el suelo, donde las personas parecen formar parte del cuerpo de una culebra gigante que comienza a enroscarse, poco a poco; aquí, digo, se sienten el movimiento y el temblor, sobre todas las cosas.

Porque hay un tumulto.

CATIA

mino evadiendo el monumento en dos viajes, antes de conseguirlo: Primero al caminar demasiado en dirección al Oeste y entender que en algún entrevero de piernas confundí la pausa, que no giré donde debía. Después, al no atreverme a preguntar con oportunidad.

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e había dicho la creadora de esta idea, la artista Mireia Sallarès, que ella quería establecer unos límites para las intervenciones en el mapa de Caracas, y que esos límites terminaron siendo Petare y Catia, de Este a Oeste, porque así es como ella entiende que se articula esta ciudad, incluso según el Metro. Lo hizo sin cómplices ni aliados. Para ella el bulevar era una buena idea por la cantidad de personas que circulan diariamente y, sobre todo, porque no quedan muchos mercados en Caracas, donde el consumo, cierta idea de seguridad y la diversión fueron secuestradas por los centros comerciales. También me dijo Mireia que el día que fue a colocar su homenaje fragmentado en una de las esquinas del Mercado Municipal, tuvo que limpiar el espacio, un hueco que estaba muy sucio, y que debió atravesar una especie de sótano en semipenumbra, dentro del mercado, donde un combo de carniceros con sus batas blancas llenas de sangre la miraban estupefactos, sosteniendo sus enormes cuchillos en el aire. Esa imagen se haría inolvidable para ella, sobre todo por la ayuda desinteresada que recibió de estos hombres, todavía extrañados. “No tengo palabras para describir el contraste entre la mierda del hueco antes de que colocáramos la placa, y después, con el hueco limpio, el cemento secándose y el mármol blanco brillando”, me escribió.

Eso es lo que hay.

Más tarde, durante mi visita al lugar, yo sí encontraría esas palabras.

Supe que mientras colocaban la placa, un vendedor que estaba ubicado justo al lado comenzó a quejarse entre bromas, preguntando por qué a él le tenían que poner eso ahí, a menos de un metro. A él, justamente, que nunca había dicho la verdad. El hombre grabó la fecha exacta de la colocación en el cemento fresco, y a ese sujeto comencé a buscar entre preguntas a cualquier caminante: “Buenas tardes, ¿ha visto usted…? Disculpe, ¿por casualidad ha escuchado alguna vez El término “populoso”, especie de eufemismo para sobre…? Hola, ¿sabe si por acá en determinar a aquellas regiones históricamente más po- este lugar…? Mire, me dijeron que bres de Caracas y otras ciudades principales que viven hay una placa blanca, de mármol, al margen de los servicios esenciales y padecen de haci- pegada en el piso, en homenaje a la namiento, contaminación sonora y una constante ace- verdad, que dice…, sabe de lo que le leración; que se acostumbran a una dinámica voraz y hablo?”. caótica, pero también muy alegre, carnavalesca y festiva, con cualquiera de sus sinónimos, consigue en este largo corredor flanqueado por comercios, camiones, tarantines y apartamentos, una dimensión justa.

Y todos consumen.

Eso es lo que hacen.

No.

Lo llaman bulevar y ha sido “rescatado” por el gobierno municipal de turno, que asumió desde su instalación una política de refacción, homogeneización y refrescamiento de sus plazas, caminerías, fachadas y adoquines, incluso empalmó calles y lo extendió 500 metros; lo arregló, lo iluminó, lo puso, como dicen, para usar un término coloquial y venezolano: “Pepito”. Se ubica en la parroquia Sucre y entre dos estaciones de Metro del Oeste de la capital: Plaza Sucre y Pérez Bonalde. Entre sus transversales, hasta que cae el sol, siempre camina mucha gente, y hoy, 28 de diciembre de 2011, cuando la navidad se ha ido y todavía falta despedir el año, a las 2:00 pm, no hay excepción. Hay regla y se multiplica. De la cuenta exponencial de peatones salen niños, brincan como resortes, duermen recién nacidos, corren como venados y comen con gusto. “¡A la orden!” se le escucha decir a los vendedores cada dos metros, entre puesto y puesto de mercancías. Algunos lo gritan, otros lo susurran en repeticiones sistemáticas, casi perfectas, como si fueran mantras. Barquillas, rosquillas, colillas en el piso; hamburguesas, perros calientes y el aroma industrial del queso pecorino que se mete por la nariz y lo impregna todo; haitianos, ecuatorianos, peruanos y venezolanos; borrachos y otra vez madres con sus bebés en brazos; comercios abiertos y miles de bolsas sostenidas por manos que sudan y se balancean contentas. El título lo puso una vez en un brillante ensayo el periodista venezolano Hugo Prieto y ahora lo recuerdo: Eso define a este lugar de compraventa y recreación. De paseo e intercambio. Por cada metro o metro y medio hay un vendedor informal. Algunos miran al piso para ver la mercancía que reposa sobre telas y manteles, yo lo hago para buscar una placa. Otra placa en homenaje a la verdad. Pero una vez más, y otra vez sin saber, ter-

el capitalismo instantáneo.

Nadie. Ni una sola persona en más de cuarenta minutos de señalar y preguntar en los alrededores.

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asta que llegó ese aroma a peste, justo en una de las esquinas del Mercado Municipal, a quince palmos de un grupo de policías que custodiaban la zona y otros tantos metros de una veintena de niños que jugaban entre empujones y risas, en un parque metálico enclavado en el cemento. Allí vi a dos trabajadores acercarse, empujar sus carretillas, botar la comida podrida que nunca llegó a venderse sobre una montaña de escombros de cuatro metros cuadrados por uno de alto. Y luego a otros dos. Así huele el final del consumo, pensé; esta es la descomposición, el nuevo ciclo: el de la podredumbre y los escombros; esto es lo que nadie quiere.

Allí había también una mujer de edad incalculable, delgadísima y seguramente enferma, abriéndose paso entre la basura esparcida, haciendo su mercado gratuito. Llenó una canasta de plástico que podía arrastrar con una corbata, comió con sus manos algo que recogió del lugar, no del piso, sino de la montaña de desperdicios, y se marchó mirando hacia los lados.

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de carajito, me conozco todo esto, he vendido siempre, salteadito, antes estaba allá, después allá, después allá, ahora me vine pa’ este lado por la remodelación, van a hacer un bulevar. Ahí sí puede ser que la placa quede mejor, pero ahora cada vez caminan menos personas por ahí, mira”. Mira: Un terreno irregular cubierto de polvo y tierra producto del arrase de las maquinarias, que ya no se ven por el lugar, donde lo que menos provoca es comprar comida, y es lo que más se ofrece y se exhibe. Erick tiene cinco pilas de zanahorias grandes y maltrechas. Están dispuestas sobre un cartón sucio y un mueble de hierro que reposa sobre dos gaveras de plástico amarillo. En poco menos de una hora venderá sólo un lote, a un precio irrisorio. Él las busca en las ferias de comida más grandes, que muchas veces organiza el gobierno, y luego revende. Por lo general son papas y zanahorias. En un fin de semana bueno gana 300 Bs. diarios. “Suficiente para sobrevivir”, asegura.

Así es muy difícil pensar en el arte, pensé, pero no en la verdad, que ha de tener su placa bajo este montón de basura.

Y no inmediatamente, pero sí al cabo de unas horas, mientras digería lo visto, reflexioné con el estómago revuelto:

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el otro lado de la calle, la placa ya no está cubierta por una montaña de desperdicios, aunque otro cúmulo de desechos, más pequeño, sigue ahí, justo a su lado. La razón me la da Erick señalando a una mujer de edad incalculable, delgadísima y seguramente enferma, que duerme al lado de la placa, sobre la acera, entre cartones y objetos reciclados, bajo las moscas: “esa señora que duerme ahí es la que ha ido arrimando un poco la basura, pero no la vayas a despertar porque más bien lo que puede es salirte con una grosería. Ella no le para a la placa. Yo sí”, me advirtió Erick, que a veces la cuida, la limpia “con agua, una esponjita y un cepillo que hay por ahí”. Recordé lo que me había escrito Mireia sobre el conEsta placa, ahora visible, aunque traste y me atreví: hay que caminar entre la mierda y las moscas para tener una vaga idea de lo que significa vi- con restos de comida, algunas pievir entre ellas. Hay personas que lo hacen por necesidad, dras y pedazos de madera encima, otros cruzan por ahí porque equivocan el camino. Yo lo está rayada por el peso de la basuhice por encargo y no quise, o no fui capaz, de estar en ra que recibe sobre ella y es recogida ese lugar de pie, tranquilo, observando, por más de dos casi a diario. Sus probabilidades de minutos.

esa, precisamente, podía ser una razón poderosa para pensar en el arte.

A estas alturas no sé si la verdad Ubicación: En la acera, en un puede tener un hueco enmarcado en cemento y gran significado, entre los escombros de la esquiasí sea restrinna del Mercado del Bulevard de giéndola a las Catia (concretamente del tramo amplias frontedel Bulevard Avenida España ras imaginarias con el cruce con la 3ª Avenida). del arte, pero en A medio camino entre la estación medio de la rePérez Bonalde y Plaza Sucre saca navideña, muy cerca de la plaza de Catia. la alegría del consumo y los buenos deseos de estas fechas, que se repiten una y otra vez cuando un año llega a su fin, algo me ha dicho que se me ablandaron el coraje y el estómago, y que bajo esas miles de moscas, desperdicios y porquerías, hay una placa de mármol que alguna vez brilló. Y que ahora brilla por su ausen- ser leída se reducen con el devorar del cia ante la mirada perdida de nosotros, los privilegiados. tiempo, y con la memoria de Erick. Judith, una mujer gorda que tamLos que sobrevivimos. bién hace vida en el lugar y vive en E p í l o go d e v i e r n e s s a n t o la calle, me lo confirmaría después:

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ay lugares donde el tiempo no pasa, devora. Esta vez huele a sahumerio y canela, y no hay tantos peatones, porque hay muchísimos menos vendedores informales. Es viernes santo. Pasaron más de tres meses desde que fui a buscar la placa en Catia, he vuelto por solicitud expresa de su autora. Esta vez sí voy a encontrar al vendedor que se quejaba de la verdad entre bromas la tarde en la que el monumento fue colocado: moreno, amigable, pausado, con una cicatriz en el rostro y otra en la mano. Se llama Erick Lira y tiene casi 20 años vendiendo en los alrededores del Mercado Municipal del bulevar, de modo que ha visto cómo ha cambiado la tipografía del lugar, sus costumbres y sus gentes. Sobre todo hoy, cuando la calle Oeste del Mercado es todo troneras, rocas, arena y escombros, debido a unos trabajos de remodelación que se asemejan más a la imagen de un desastre por explosión o terremoto. “Yo estoy aquí des-

“Cuando está limpia, a veces la gente sí se para y lee, no preguntan, pero la leen, pero cuando está limpia, si es que Erick se acuerda de limpiarla”.

“La gente sí se interesa mucho, pero por curiosidad, cuando me ven que la limpio, y eso”, repite Erick, que admite haber olvidado el significado de ese monumento fragmentado, si es que lo tiene: “ellos me explicaron, pero de pana que no sé. Yo no entiendo todavía, no lo recuerdo bien, pues. Hay veces que la gente se pone a hablar de la verdad, meten a Chávez, al gobierno, que si dice la verdad, que si no lo dice, yo creo que ellos tampoco encuentran respuestas a eso que dice ahí, y yo no sé qué es ¿Para mí? Bueno, yo también meto la política un poquito ¿Por qué? Eso es como Chávez, que hace años prometía y prometía muchas cosas y lo que decía como que era mentira, porque mira esto”.

De repente hace una pausa, Erick, y se ríe. Relee la placa en voz alta: “Se escapó desnuda”. Cambia el tema. Se acerca y le pregunta algo a un amigo suyo que está a pocos metros, escuchando. Vuelve con una anécdota:

“Mira, nosotros cuando no sabemos le decimos a la gente que eso es por el gatico, el difunto gatico, que era un chamo así como este que está ahí sentado, flaquitico, como del mismo tamaño. Después lo mataron. Bueno, a ese chamo hace dos diciembres lo golpearon ahí y lo robaron y lo dejaron casi desnudo, y se fue corriendo por ahí parriba, en interiores. Y a los días llegó esta gente, esta muchacha de los ojos claros, y puso esa placa que dice que se escapó desnuda. Bueno, igual que el gatico, decimos nosotros”, cierra Erick, que asegura que él la verdad no la sabe, pero siempre se puede joder con ella. ⬢


FotografĂ­a: Nelson Garrido


Quinta placa

El Cementerio

por L e o Fe l i p e Campos

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n cementerio, por lo general, ofrece más certezas que preguntas. Hay cruces, lápidas, muertos y todo es, o suele ser, muy tranquilo. Uno dice cementerio y piensa en nombres como “La voluntad de Dios”, “Siempre juntos”, “Jardines del cercado”, “Sueño dorado” o “Vida eterna”. Mientras no estemos en la preproducción de una película de terror, nunca lo imaginaremos con truenos delante de un cielo gris, sino con ese sol de primavera que siempre envidian los folletos turísticos. El verde relucirá en el horizonte bajo una chispa de colores floreados y un rezo tenue, a manos juntas, que solloza por el recuerdo apacible del ser querido. Un cementerio es un espacio para el encuentro. Un cementerio es memoria. Un cementerio es el lugar donde descansan aquellos que ya no necesitan descansar, aunque lo hacen, según nuestras creencias, en paz. Sobre el Cementerio General del Sur, en Caracas, se podrían agregar otras particularidades. Por ejemplo, que es un lugar habitado también por decenas o cientos de vivos, y que nunca duerme. Que tiene 137 años de existencia, 284 hectáreas y un estimado –osamentas más, osamentas menos– de 3 millones de cadáveres. Que hospeda familias en el día, y sin horarios ofrece fiestas, empanadas, café, cervezas, cigarrillos detallados y droga dura: eso sí, más que todo en las noches, cuando cierra sus puertas y abre un hueco para el comercio y la supervivencia, a veces de forma literal. Que la vigilancia desaparece con la luz, siempre funciona con sus propias leyes y por eso el servicio de agua no es seguro, igual que sus calles. El Cementerio General del Sur fue decretado Monumento Histórico Nacional en Venezuela, desde 1983, aprovechando su siglo y poco de antigüedad, porque en él reposan los restos de ocho expresidentes, como Joaquín Crespo (sin la espada original, porque la robaron), Carlos Delgado Chalbaud, Isaías Medina Angarita y Rómulo Gallegos; y también por sus obras de arte, que en algún momento fueron cien y antes fueron más y hoy ya no se sabe,

porque existe un mercado negro de cadáveres y de esculturas. Las tumbas son pa’ los muertos, dice el coro de una canción popular del Caribe, una salsa del músico puertorriqueño Ismael Rivera, pero en este camposanto colorido y descuidado, con palmeras y ataúdes profanados en mitad de la vía, también son pa’ los vivos. Los vivos, dicen en Venezuela, también son aquellos que se aprovechan de una situación y sacan ventaja por la bondad o el respeto del otro.

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llí, donde hay locos que se esconden en mausoleos para protegerse y evadir el frío de las madrugadas; donde hay nichos, terrazas, bóvedas y panteones; donde la santería es reina y los ranchos de los barrios pobres que colindan con el lugar tienen lápidas robadas en sus paredes, porque es un material tanto o más resistente que los ladrillos y el cemento; donde se han registrado asaltos y asesinatos a la luz del día; donde hay fosas comunes, graffitis, zamuros y perros callejeros, aquí, donde lo que sobran son lápidas en memoria a los amigos y familiares muertos; aquí, por la calle tal, cerca de la zona cual, Mireia Sallarès colocó una placa, otra placa en homenaje a la verdad. “El Cementerio General del Sur fue un lugar que tuve claro desde el principio. Primero porque este proyecto nace de una pregunta (o más bien tres): ¿La verdad existe? ¿Está viva o ya murió? ¿Esta posmodernidad que tan poco respeto le tiene a la verdad –una posmodernidad que creyendo haber acabado con los dogmas, paradójicamente, terminó estableciendo un dogma estricto: que no hay verdad posible– permite alguna posibilidad de que la verdad todavía sea aceptada?”, me dijo Mireia. Le gustó, me aclaró, comenzar el trabajo en un país que caminaba, entre comillas, rumbo al socialismo, pero donde nadie o casi nadie cree en la verdad, donde la broma y la ironía son una forma de sobrevivir, y donde hablando de Caracas, según sus palabras, “había una muy clara, en la que todo el mundo estaba de acuerdo: el alto índice de muertes diarias, donde los jóvenes eran moneda corriente”. De modo que así llegamos al cementerio. Y antes de hablar de la placa, una confesión, aparte, con la voz de su creadora:

“Por eso también escogí el mármol blanco para mi monumento fragmentado a la verdad, para vincularlo al de las lápidas de los muertos caraqueños… Y por si acaso la verdad estaba muerta”. Quizá por eso mismo la marmolería en la cual compró el material para trabajar, estaba allí, en el Cementerio General del Sur. Yo llegué un 16 de enero antes de mediodía y lo primero que pensé fue que nadie va sin un propósito claro a un lugar que está lleno de muertos. Después vi a una perra callejera, recién parida, orinando una tumba, y supe que estaba equivocado. La perra me persiguió por lo menos media hora, hasta que conseguí la placa, en los linderos de unas zonas de culto popular donde reposan los restos de una joven, un malandro 1 y un constructor llamado Victorino. 1 delincuente

Vamos por partes, como dijo Jack, el destripador.

ductora era una londinense que lleva décadas en Venezuela, el fotógrafo era de Yaracuy, el albañil tampoco era de Caracas, y yo, catalana. Colocamos la placa y sacamos las fotos en diez minutos. Me atrevería a decir que ese es el monumento construido e inaugurado más rápidamente en el mundo. Mientras colocábamos algo de cemento en el reverso de la placa, se acercó un viejo, un indigente que vive en el cementerio y tiene credencial de trabajador, pues se gana un dinero por vigilar algunas tumbas. Nos explicó que lamentablemente nos iban a robar la placa enseguida, pues no tuvimos la (buena) idea de rallar la placa en el reverso, para que no pudiera ser reutilizada”. Ante la cara de extrañeza y estupefacción de los presentes, el hombre, sabio y curtido, habló:

Sobre el Malandro Ismael Sánchez hay muchas versiones, la mayoría apunta a que era una especie de Robin Hood, que robaba a los ricos para repartir el botín entre los pobres de su barrio. La fecha de su muerte es un misterio, pero se ubica en la década del sesenta. Un hombre muy viejo que trabajaba en el Cementerio General del Sur me dijo en una ocasión que el lugar donde hoy los malandrines vivos fuman a diario tabaco y marihuana como parte de su devoción, y rezan por ellos y sus amigos presos, en realidad está enterrada una pareja de ancianos, porque hubo un cambio de tumbas por un aguacero torrencial que sedimentó algunos terrenos y movió a los cadáveres, a lo que quedaba de ellos, hace ya más de treinta años. Pero que así es la fe. Hoy, Ismael es parte de la “Corte Calé”, un rango menor de la santería. Victorino Ponce, se cree, falleció el 26 de agosto de 1880, con 70 años. De su vida se dice poco: que fue un carpintero que hacía casas de madera para los habitantes más necesitados de Curiepe, una zona costera del centro de Venezuela habitada por el calor del sol, la música y la alegría de los negros, con una vitalidad importante, pero que aún hoy guarda desasistencias del siglo XIX. Así que Victorino, hombre solidario, un gran trabajador, tiene hoy, tantísimos años después de haber dejado de respirar, un árbol del que cuelgan más de 300 casitas de arcilla y otros materiales, carros de juguete, placas y títulos de propiedad. Su tumba se encuentra cerrada con una capilla de hierro forjado y todos los 26 de agosto se realiza en su honor una misa a la que llevan mariachis y tambores. Y allí, o por allí, colocó Mireia su placa en homenaje a la verdad. “Eso sí asustaba. Había malandros fumando tabaco en las tumbas de la corte de Ismael, que se giraban al ver pasar nuestro carro. La con-

sobre la placa. Cuando le pregunté si sabía de qué se trataba me contestó: “Cónchale, compañero, ahí dice… En realidad no tengo idea”. Después le pregunté la edad y me contestó: 51 años. Entonces noté que era tartamudo. “Lo único que sé es que yo pongo mis garrafas de agua por aquí y la otra vez, que hice un trabajito porque enterré a un muerto, la vi y me sorprendí”. ¿Por qué?, le interrogué. “Porque ahí se lee que se escapó desnuda”. Hizo una pausa y se me quedó mirando ¿Y entonces? “Bueno, que quiere decir que nadie (tartamudea)… no sé”. ¿No sabe? “Bueno, quiere decir que nadie quiere decir la verdad. Que la gente se niega o se cohíbe de decir lo que siente. Será por eso que se escapó desnuda”.

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Tomás esa mañana lo acompañaba otro sepulturero, un moreno joven y fibroso, con los ojos rojos y una peste de varios días encima. Su nombre: Ronny Silva. Veinte años, según sus palabras, viviendo en el cementerio. Entre apuntes sobre el béisbol venezolano que ya quisiera un comentarista experto, habló también de Poncio Pilatos. Dijo que la verdad tenía que ver con ser sincero con el prójimo. Habló de hablar con la cara en alto: “yo no es que sea bachiller, pero tengo bastantes conocimientos, cuando le dicen a uno las cosas que uno reconoce, ahí hay una verdad. Por ejemplo, que usted me diga a mí: usted es un borracho. Esa es la verdad. Que usted me diga, pero bueno, mijo, es que usted no se baña: esa es la verdad”, y se rió, con sus dientes picados.

como el mármol es caro, lo roban mucho y lo reutilizan para que se convierta en la placa de otro. Así desaparecen la historia de un cadáver. Así matan a un muerto. 2

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a versión más divulgada de la joven, María Francia, tomada del blog de una mujer del mismo nombre que cuenta la historia y se ajusta a lo que una vez me dijera un enterrador de la comarca, dice que “era soltera, estudiante de la carrera de derecho, y que el día de su boda se fue al jardín para cortar su bouquet, momento en el que una serpiente la mordió, inyectándole un veneno fatal que acabó con su vida. Como no logró casarse y tampoco culminar su carrera por un hecho fortuito, entonces ella interviene ante Dios para conceder gracias relacionadas con matrimonio y estudios. Junto a la bóveda que resguarda sus restos, anteriormente estaban los de José Gregorio Hernández, que descansaban en una cripta adjunta a la de ella hasta que fueron trasladados a la iglesia de la Candelaria, por lo que se sospecha que la ‘adoración’ a ella sea derivada de los fieles que visitaban originariamente al santo y no precisamente a María Francia…” En ese lugar, además de flores, hay velas, libros, cuadernos, placas, birretes, medallas, camisas escolares, velos, campanas y otros artículos característicos de las bodas y los estudios: ofrendas de agradecimiento por favores concedidos. Supuestamente murió en los años veinte.

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a seña para hallar la placa me 2 Nota de la autora: Un más tarde regresé al la dio otro de los borrachines año cementerio, estaba segura que custodian las tumbas, esta que la placa se habría para usarse como vez muy cerca de un lugar de adora- vendido lápida de otro muerto y que­ ción del Divino Niño, que está llena ría saber cuál. Un vigilante confesó que habían in­ de juguetes y peluches. Al principio me tentado venderla, pero que dudó, pero cuando le comenté que el comprador interesado quiso grabar el nombre se trataba de un homenaje a la ver- no de su familiar muerto del dad, que ponía sobre mármol que otro lado de la placa de la porque le dio miedo se escapó desnuda, el tipo frunció el verdad y reparo, no entender de ceño y me pidió que lo siguiera. Ca- qué iba la inscripción, y que minamos treinta metros y al rato, en- no se vendió. tre dos tumbas pobres y anónimas, me la señaló: estaba de pie, recostada bajo la sombra de un pequeño muro. Él mismo la había colocado allí, a tres lápidas de donde guardaba el agua que usaba para regar las plantas en baldes y potes de plásticos reciclados. Según él, no quería que alguien por accidente la fuera a partir. La había visto por primera vez hacía un año, pero la reconoció cuando se encargó de asistir a un entierro por esa misma zona, hacía tres semanas. Tomás Medina, se llama. Ya tiene 37 años como jardinero del cementerio, es decir, desde que este lugar de anarquía entre vivos y muertos cumplió su primer siglo; sin embargo, me dio la impresión de no ser tan viejo como aparenta: entre el sol y el alcohol había sabido acelerar su tiempo. “Yo la he visto como dos o tres veces”, habló

Ubicación: Entre las tumbas del cementerio general del sur, a partir de la entrada principal, al final de la tercera calle del lado izquierdo; la misma calle de la tumba de María Francia, la Corte Malandra y Victorino Ponce. Sin ubicación determinada, depende de donde la guarden las personas que viven en el cementerio. Preguntar por Pedro o Ronny. Probablemente implique un coste de 50 Bolívares.

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“Lo que pasa es que yo no soy chismoso”, apuntó Tomás Medina señalando primero a la placa, después al resto de las tumbas que había alrededor, “pero mire, a veces, por ejemplo, llega alguien y te deja un dinerito por regar las flores o cuidar las lápidas, y eso tienes que decirlo, tienes que decírselo a tus compañeros, porque si no, no estás actuando con la verdad; la verdad es todo aquello que no se esconde, digo yo. Pero hay muchos compañeros por ahí que no entienden eso y se quieren ir con la cabuya en la pata”. Me puse a buscar a la perra callejera, y se había ido. Me despedí de los dos jardineros de la zona del Divino Niño y les prometí que volvería, una mentira que no iba a cumplir, pues regresé a los días y Ronny Silva me reconoció. Me llamó “periodista” y me dio un abrazo. Seguía con su peste encima de varios días. Más días. Entonces, como la primera vez, me dijo en voz baja, para que nadie más escuchara: “ya hablamos de la verdad, ahora tíreme una vainita para comprarnos una botella de aguardiente. Yo le prometo que la comparto con el resto de mis compañeros”. ⬢


FotografĂ­a: Nelson Garrido


Sexta placa

La ONG

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por L e o Fe l i p e Campos

mano: “No es el hecho de que valga plata o no, viejo, eso tiene que tener un significado. Fíjate, ahí dice ‘Fragmento Primero’, eso debe tener algo que le sigue. Algo, yo tampoco sé. Hay que indagar. A lo mejor la Biblia dice algo sobre la verdad y por ahí está la clave”.

S “

e miente más de la cuenta / por falta de fantasía: / también la verdad se inventa” escribió Antonio Machado. Y la Organización Nelson Garrido, mejor conocida en el circuito cultural y artístico de Venezuela e Hispanoamérica como ONG, por sus siglas, tiene tiempo inventando una verdad respecto al tiempo: todo proyecto tiene fecha de caducidad, quizá por eso ellos celebran cada año como si fueran un perro mitológico y ya dicen que tienen dos siglos de existencia. Curioso, sobre todo tomando en cuenta que su creador y principal promotor, el fotógrafo y artista Nelson Garrido, rondará, si acaso, los cincuenta años.

Ubicación: En la urbanización Las Acacias, en la acera Este de la calle Cuba casi esquina con la Avenida María Teresa Toro, muy cerca del final de la Avenida El Parque y de la Organización Nelson Garrido.

“La ONG es la mejor obra de Garrido”, me soltó cuando conversamos el artista venezolano alemán Miguel Von Dangel. En ese momento hablábamos de las propuestas pictóricas y fotográficas de Nelson y yo estuve de acuerdo. La ONG es un espacio de encuentro, enseñanza, creación, exhibición y gestión, de discusión permanente, es un bastión de la contracultura caraqueña que ha sabido apoyar y agrupar por igual a la comunidad GLBT, a anarquistas organizados y solitarios, a grupos de música punk, a colectivos editoriales, a artistas nacionales y extranjeros, a bailarines, fetichistas y cultores populares, a estudiantes de fotografía que se forman en los mismos salones improvisados que componen su planta física, a viajeros, cocineros, soñadores y también a diletantes.

A los perdedores. A los paganos. A las minorías. Al que quiere creer y no consigue un espejo para hacerlo. La ONG es un reducto para la felicidad espasmódica que confía en la inmortalidad como paradoja. En ese sentido, es una fantasía posible, miente respecto a su tiempo de existencia, pero todo lo demás, sobre todo el entusiasmo y el deseo, es real.

Y

de allí partió, en cierta forma, la forma del proyecto de La Verdad como un homenaje a Caracas. En su sede, ubicada en la urbanización Las Acacias, de la Parroquia San Pedro, una zona residencial del suroeste caraqueño, está una de las placas de mármol que compone esta obra de Mireia Sallarès. El paneo de los alrededores a mediodía describe dos hileras de casas y edificios pequeños atravesados por una calle que se bifurca, un camión estacionado que vende plátanos, verduras y hortalizas en medio de la nada, junto a un taller mecánico y un restaurante popular que ofrece “almuerzos ejecutivos”, un nombre típico y pomposo que compite en precio y velocidad con las franquicias de comida rápida, pero con un menú que se describe en tres palabras propias de la jerga local: “Sopa, seco y jugo”. Algunos obsequian un café pequeño y este en particular es de los más baratos del sector: Bs. 35 (unos 4 euros). En medio de estos establecimientos está la ONG. No es una zona que cuente con centenares o miles de transeúntes; es más bien calmada y por las noches un poco oscura y deshabitada, lo que la hace temible para algunos vecinos y apetecible para los animales del asfalto que gozan las madrugadas. Allí, cada vez que hay una clase, una charla o una exposición organizada o promovida por la ONG, llega gente de todos lados de la ciudad, con sus carros, que se estacionan como pueden donde antes ha estado el camión de plátanos. “Yo conocí a Mireia en Barcelona a través de Lisbeth Salas, y luego, a través de Marc Caellas se logró hacer un puente para invitar a algunos artistas a un festival de video digital en la ONG, entre los que estaba Mireia, con todos sus trabajos maravillosos”, me contó Nelson cuando lo entrevisté en su casa. Aquel festival del que hablaba no se logró concretar, pero gracias a esa idea originaria, asegura, “nació una gran amistad y con el paso del tiempo Mireia me escribió, avisándome que tenía este proyecto. La ONG sirvió como institución base, un lugar de apoyo para comenzar, y creo que fue para ella como una estructura organizativa, fotográfica y logística en Caracas, para realizar contactos, sobre todo en las zonas más populares, como Petare o el Cementerio, donde la ONG

se mueve más o menos. Se dio una relación con la artista, ella se incorporó a la ONG y yo hoy en día la veo como parte de la organización, no como alguien que nada más viene y visita. Hay una simbiosis muy bella, compartimos ideas que nos unen”.

un poco en el medio, justo para que se leyera la frase: “a la verdad”.

C “

“Bien bueno”, me dijo Nelson Garrido cuando le conté esta anécdota y le pregunté sobre la escasa vinculación que había encontrado entre la obra y sus vecinos: “Yo sí creo que en todas las placas, eso de la relación con la comunidad es uno de los tantos embustes que maneja el arte, y de eso se trata. Existe un gran embuste, y ese embuste, justamente, es la verdad de la que vamos a hablar. Esa placa está ligada es a la ONG, no a la comunidad. De hecho, a la ONG, la gente que vive al lado tampoco le para. La ONG es un espacio de Caracas, pero no es un lugar para sus vecinos, que en todo caso están super reacios a eso, como la apatía general que ha caído en el país, con todo. A mí esa razón medio populista de lo que van a opinar los vecinos, o lo que va a decir la comunidad, no me gusta. Y no me da pena decirlo: me saben a bola los vecinos. Una estructura de pensamiento tan caduca. Si ellos no le paran o no lo entienden, mejor, bien bueno que esa placa esté allí, como una piedrita en el zapato ante los apáticos, porque el arte no es una vaina decorativa, ni para que la gente lo entienda o haga parte en él, para mí es justamente esa piedrita en el zapato que molesta. Entonces, qué bueno que los moleste, que digan que se está gastando plata en eso, o sea, para mí es ese diálogo de sordomudos que hay entre el arte y el resto; y que no es de ahora, así ha sido siempre.”

uando se habla de la verdad, me remonto a 1968, en Santiago de Chile. Estando en el jardín de Nicanor Parra, cuando vivía en La Reina, en una casa que era, además, ersonalmente, he estado mu- hecha de puras puertas, él hizo uno chas veces en la ONG, visi- de esos antipoemas que él hacía… tando, mirando, colaborando estábamos sentados en el jardín y y celebrando. Pero la vez que fui tras entonces llegó un evangélico que grila placa decidí que no iba a entrar. taba al fondo: ‘y esta es la única verQuise evitar la burbuja alternati- dad, porque la única verdad’…“ me va e indagar en sus zonas adyacen- comentó Nelson Garrido en su casa. tes. Presentarme, por ejemplo, en A él, por supuesto, tenía que preRadiadores Nico, el taller mecáni- guntarle qué sentido le otorgaba a la co que tiene justo al lado y donde verdad, porque intuía que de alguna nunca antes había estado. La pri- manera esta idea debía interesarle lo mera respuesta que conseguí en ese suficiente para aliarse con Mireia, la lugar sobre la placa fue muy linda, creadora del proyecto. “…Y entono por lo menos sugerente con aque- ces Nicanor Parra escribió: ‘Creo llo que la mayoría de las personas en las mil y únicas verdades’ (risas). que conozco opina sobre Caracas: Es que la verdad, al menos para mí, no es absoluta, es más bien una cosa relativa que tiene que ver con los tiempos, con las circunstancias, con los sentimientos. Y lo peor es que por la verdad o en nombre de la verdad se han hecho guerras, se han perpetrado matanzas, es un concepto que se ha manejado, tanto religioso como políticamente, a favor del que habla, y yo por eso creo en las mil y una verdades, como dijo Nicanor, y creo en su multiplicidad y su diversidad y sus millones de maneras de mostrarse”, cerró Nelson. Junto a Salvador había un sexteto de hombres conFrente a la placa estuve sentado versando, pero sólo él en ese local había visto la placa y sabía de lo que le hablaba: “Yo creo que también dice más de una hora en silencio y no vi la fecha en la que la pusieron. Siempre he querido sa- a una sola persona interactuar con ber qué quiere decir eso. Ese es un tipo el que las mon- ella. Los pocos que caminaban por ta, creo, un hombre anónimo”. Y apenas escucha que ahí ni siquiera la esquivaban. De es una mujer la que está detrás del proyecto, una artista modo que me acerqué a un par de extranjera que ha colocado una docena de esos monu- hombres que conversaban a escasos mentos de mármol en la ciudad, cierra la conversación metros y supe que uno de ellos vivía con otra risa incrédula y exclama: “qué nota tan loca la justo en el pequeño edificio que está 1 ¡Qué colgada frente a esa mancha fija de mármol que debe tener esa pana”. 1 está esa chica! blanco incrustada en la acera. El La placa no está dentro de la sede de la ONG, ni si- otro era su hermano. Como Salvaquiera en los bordes de su fachada. Mireia decidió em- dor, el de Radiadores Nico, los dos potrarla con cemento en el codo de la calle de enfrente, eran italianos. donde consiguió un hueco en la acera, adecuado por su tamaño. Al principio, me contó ella, había otro pequeño Luigi, el primero, enjuto y malencamión de frutas que se instalaba justo al lado y los ven- carado, me aclaró acercándose con dedores de ese camión se encargaban de limpiar la placa, cuidado: “eso tiene tiempo, como un de cuidarla, la mantenían impecable por mero gusto. Eso año, creo, porque ahí siempre hubo mismo me confirmó Gala Garrido, hija de Nelson. Hija un hueco cubierto de tierra. La gente de gato. Fotógrafa, artista y, por vivir en la sede de la a veces se queda viendo y sigue. NoONG: vecina del lugar. sotros aquí en el edificio ni le paramos bola a esa vaina. Un loco más, A Gala me la encontré por casualidad cuando fui a ¿quién pone una vaina así en el piso, ver la placa y lo primero que hizo fue hablarme de la ah? Porque eso vale plata. Un loco. ausencia del pequeño camión de frutas: “se fueron en Un loco más”. Walter, alto y alargadiciembre y no volvieron, ellos la mantenían bonita”. En do, más amigable, se paró frente al ese momento, la placa era una mancha apenas visible so- homenaje mientras negaba con la cabre la acera, estaba cubierta de tierra y restos de lodo. beza. Lo leyó en voz alta y, más que Sin embargo, era evidente que alguien la había sacudido hablarme a mí, le respondió a su her-

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“Ahí dice algo así como homenaje a la vida”, me contestó un italiano de nombre Salvador Tundo, y después de una pausa y media sonrisa, agregó: “imagino que la habrán puesto de noche”.

“A la larga así también se construye la historia, una historia a la que después mucha gente tampoco le para. Pero en el futuro se podrá hacer una arqueología cuando otra gente lo redescubra y se pregunte para qué es eso, o por qué es eso”. Así que el futuro. El tiempo o la memoria. La ONG: 200 años.

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ace poco volví a pasar por la calle donde está esa placa del Fragmento Primero 2. No había nadie 2 Esta placa, distinta las demás porque cerca, pero ella de lleva otra inscripción (A LA seguía allí, cu- VERDAD, FRAGMENTO PARA UN MO­ bierta por una PRIMERO NUMENTO IMPOSIBLE, capa de polvo y CARACAS 2011), funcionó una primera prueba tierra. Recordé a como en el proceso de creación, Mireia, que ya no que finalmente la artista Pero siendo la estaba en Vene- descartó. distinta, eligió ubicarla zuela. Además de cerca de la ONG, un que sin duda marca reflexionar sobre centro la diferencia en la oferta las palabras de cultural de Caracas. Nelson acerca de la historia que voltea, recordé otro par de cosas que me dijo él de la artista y su obra. Otra vez sentí que me acercaba al sentido potente y claro de la verdad como un pensamiento claro, definido, que dibuja un territorio imaginario y, no por eso, menos real. Según Garrido, los lugares donde están empotrados esos homenajes particulares se dieron de una forma muy orgánica gracias a la vinculación de Mireia con sus entrevistados, que fueron muchos. “Ella no vino a hablar, vino a oír, y eso es muy importante”, me aseguró Nelson: “este trabajo es interesante porque hay un juego entre su formalidad y cómo se maneja el concepto de algo tan difuso como la verdad en esta ciudad. Es un experimento social, sin duda, pero sobre todo es fundamental porque parte de esa enorme capacidad que tiene la artista de saber escuchar”. ⬢


FotografĂ­a: Nelson Garrido


Séptima placa

por L e o Fe l i p e Campos

E

l año 2000 entró, entre millones de asuntos maravillosos, simbólicos y sin importancia, con una declaración, aquella de la UNESCO sobre la Universidad Central de Venezuela, a partir de entonces, ahora y para siempre Patrimonio Cultural de la Humanidad. Palabras mayores. La razón principal: su arquitectura. Sus sombras. El aire que circula y se respira entre las páginas de los libros y los huecos del concreto en sus paredes. Sus obras de arte. El conocimiento implícito. La historia contemporánea que encierra un término amoldado según el genio, la escuadra y el lápiz del fallecido arquitecto venezolano Carlos Raúl Villanueva: “El modernismo”.

La UCV

tes de cada café de despedida hablaron sobre el lugar ideal para colocar la placa de mármol en homenaje a la verdad. Se les hizo difícil empotrarla en algún lugar por tratarse de un patrimonio mundial declarado por la UNESCO. “Además me di cuenta de un problema estético: el mármol blanco, que en otros lugares se veía tan elegante, allí, en medio de grandes obras de arte moderno, me parecía que se veía muy kitch”, me dijo Sallarès.

Finalmente decidieron dejarla en ese pequeño reducto acogedor de la escuela de filosofía. Sin cemento, pero a muy buen resguardo.

C

uando Mireia llegó por primera vez a la capital de Venezuela, a finales de 2010, entre paseos y charlas con tantas personas para su proyecto, algo la sorprendió: que en ese lugar encantador, la ciudad universitaria de Caracas, había una pugna política. Para usar sus palabras: “esa es una universidad que tiene la fama de ser un espacio donde la educación ha podido ser libre, pero estaba por salir una ley universitaria que, parecía, podía cambiarlo todo. Ezra estaba preocupado, así que también era un lugar interesante no sólo porque una placa a la verdad merece estar cerca de los filósofos que tanto han pensado y piensan sobre ella, sino porque era un lugar con una situación política compleja”. Sus orígenes se remontan a 1721, así que no vale la pena intentar resumir casi tres siglos en cinco párrafos, pero De modo que fui tras Ezra y tras sí decir que desde mediados del siglo XX comenzó a la placa. Para llegar a ella hay que construir su estirpe de obra cumbre. Más datos oficiales, esperar que abran una puerta y luego según la propia universidad: actualmente mantiene una atravesar unas oficinas divididas con matrícula que ronda los 55 mil estudiantes de pregrado cubículos. Al final están Heymann y 8 mil de postgrado. Son más de mil obreros activos y y otros dos profesores comandando otros tantos jubilados, más de 8 mil empleados profesio- la investigación de la Filosofía Teonales e igual número de profesores, de los cuales casi la rética. Al frente hay otros tres que mitad está jubilada. trabajan en Lógica y Filosofía de la Ciencia. La antesala es el Consejo de ntre esos profesores hay uno proveniente de una Escuela y al fondo está la redacción familia judío-austríaca, que nació en 1928 en de la revista Apuntes Filosóficos. Cerneuti, una ciudad que ahora se incrusta en- Arriba se ubican los departamentos tre Ucrania y Rumania. Él se llama Ezra Heymann y se de Historia de la Filosofía y Filoexilió en Uruguay en 1953, huyendo del estalinismo y sofía de la Praxis. Cualquiera de los del antisemitismo, como asegura Luz Marina Barreto en que trabaja en esos lugares tiene paso una semblanza que le hizo al hoy prestigioso doctor en por este lugar, cuando quieren, pero filosofía, investigador y conferencista, y que él confirma. no es común. Lo común es que al jardín vaya solamente el viejo filósofo y Heymann atiende a diario a sus estudiantes detrás de sus dos colegas inmediatos, querido un escritorio que se encuentra arropado por el verde de por sus compañeros, exalumnos y teuna palmera y la grama de un pequeño jardín semicu- sistas, a ser consultado. bierto. Es un anciano que contrasta la dureza de sus conocimientos en ética y estética, por decir poco, con un hablar pausado, modales suaves. Una gorra que lo cubre del Ubicación: En la Universidad sol. La fragilidad que pesa sobre Central de Venezuela, a 10 cada uno de sus 84 años, aunque minutos de la salida del metro todavía maneja su propio auto. Ciudad Universitaria, en la FaAllí, en ese patio interior, a pocos cultad de Humanidades, en un metros de la placa en homenaje a pequeño jardín que se comunila verdad de la artista Mireia Saca con el interior de las oficinas llarès, me contó que siendo prodel Departamento de Filosofía. fesor en Uruguay se enfrentó con Recomendamos preguntar por las autoridades universitarias imel profesor Heymann. puestas por la Junta Militar golpista de mediados de los setentas y terminó viniéndose a Venezuela. Quería libertad de expresión y pensamiento, un abuso para la dictadura. Fue primero a la Universidad Simón Bolívar y desde 1977 se convirtió en profesor de la UCV, cargo que desempeñó por casi 30 años, hasta jubilarse.

La UCV, como se le conoce comúnmente, es un recinto con tantos homenajes, anécdotas y críticas como estudiantes han pasado por sus aulas.

Es el centro del conocimiento público y autónomo en Venezuela desde que existe memoria entre los vivos actuales.

E

Mireia, la artista catalana, conoció a Heymann, el filósofo judío, y se prendó de su sabiduría. Ay, Caracas. Conversó con él lunes tras lunes en la UCV y an-

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¿Quiénes han conversado sobre el valor de esta placa? Sabemos de esta placa los que estábamos ahí en el momento de colocarla, luego creo que aún algunos de los que trabajan aquí no se han dado cuenta que existe. ¿Y por qué decidieron colocarla aquí? Hablamos con Mireia y le pedimos permiso al director, simplemente nos parecía que era un lugar apropiado. Somos los únicos profesores aquí que tienen una mesa en un jardín, para comenzar. Cuando hay sol en el espejo de esta pared es formidable. Es un privilegio. ¿Por qué les parecía apropiado? Por lo vulnerable y lo despreciado que suele ser el interés por la verdad, el ser acucioso con ella. Se sabe bien cuán difundida es la concepción de que no hay verdad, hay solamente puntos de vista, opiniones y nada más ¡Es un absurdo total! Algo que nadie puede creer realmente. Nadie desconoce la diferencia entre un buen pan y algo indigestible, entre agua buena y agua sucia, entre el buen aire y el aire contaminado. Entre una relación humana propicia, fecunda, y una que hiere o destruye. ¿Qué opinan los estudiantes sobre la placa, qué preguntas se han generado en torno a ella? En realidad, la gente no lo nota. Nadie se acerca para leerlo. No saben que existe, pero a los que estamos y trabajamos aquí nos gusta mucho tener esta placa, porque es muy sugerente: “La verdad (se escapó desnuda)”. Eso nos dice que la verdad es algo muy preciado, o por lo menos algo muy preciado por los que saben cuán huidiza es, y cuán fácil víctima es de la autocomplacencia y de los fanatismos humanos. Se conoce seguramente el dicho: “en las guerras, la primera víctima es la verdad”. En las guerras y también en los enfrentamientos más o menos pacíficos. Y muchas veces la gente no se da cuenta de cómo se desfigura nuestra vida al no atender la verdad. ¿Se le viene algún ejemplo a la cabeza? Los hay en diversos órdenes: En preferir lo que nos complace, lo que complace nuestra vanidad o nuestras costumbres. Pienso también cómo en la vida de las parejas, o de toda relación humana, no se presta atención a los primeros síntomas de desencuentro, tratando de convencernos de que las cosas ya se arreglarán por sí solas. En otro orden de mayor repercusión, en la vida ciudadana y política, se cierran los ojos ante atropellos, ante mentiras manifiestas, así como ante la desidia, siempre que se trata de algo que viene de nuestro bando. ¿Dónde hay fanatismo falla la verdad? Donde hay fanatismo y aún cuando lo que hay es algo menos que fanatismo, sino simplemente partidismo. En todo lo que contradice a nuestras convicciones, en definitiva, a nuestra vanidad, a nuestra pretensión de tener razón. De modo que me parece que es una gran virtud la disposición que se encuentra en una minoría de personas, siempre, de querer atender las cosas, de querer ver bien cómo son.

¿Y en el sentimiento de una madre por un hijo, donde no necesariamente o no siempre hay una intención de tener razón, sino cierta incapacidad para no ver realidades incómodas en esa otra persona amada? Sí, esa es una pregunta que nos inquieta a todos: ¿tiene que ser el amor ciego o es posible el amor con lucidez? ¿Cuál es la relación más clara que guarda el estudio de las ciencias filosóficas con la verdad? Lo primero que hay que decir es que no puede ser una exclusividad de la filosofía preocuparse por la verdad. La preocupación por la verdad pertenece a la vida cotidiana, no comienza con la filosofía. La filosofía sólo se inserta dentro de esta preocupación humana, general y vigente en cada momento, desde que nos levantamos y hasta que nos acostamos. La filosofía lo que agrega a ello es tratar de poner en palabras el significado de la verdad o su papel en nuestra vida. ¿Qué papel juega hoy la verdad en la vida cotidiana de la UCV?

dora del ser humano. En particular está en marcha en el mundo una discusión ética sumamente interesante, hay que empaparse, estar bien al tanto de esa discusión y poder participar en ella. ¿Se puede hablar de la responsabilidad del arte en torno a la verdad? Hay una cosa de la cual hace falta hablar cuando se habla del interés sobre la verdad en la vida actual. Hay una idea muy difundida de que el arte no tiene nada que ver con la verdad. Esto lo expresó Nietzsche diciendo el arte le fue dado al ser humano para no morirse de verdad, como una posibilidad de sobrevivir. Bueno, no negaremos esto: tan importante como es la percepción de la verdad es también la imaginación, el vuelo de la fantasía, la concepción de posibilidades. Pero la imaginación se desvirtúa cuando uno comienza a confundirla con la verdad. Las dos cosas se combinan bien cuando no se confunden. La tendencia en el arte actual es no preocuparse por diferenciar a la verdad de la mentira, y no es nada buena. Representa una entrega a la mentira.

Nuestra universidad, como muchas otras en Latinoamérica, ha ¿Y por qué es mejor la verdad que la sido muy ideologizada, sobre todo mentira? por ideologías de izquierda, y a Porque nuestra vida se ejerce resesto se agregaba una actitud de pondiéndonos unas cosas. En un desconfianza frente al poder y los juego de ping pong usted no va gobiernos de turno, casi insepaa preguntar por qué es mejor ver rable de su función universitaria. cómo viene la pelota que sólo imaDado este pasado quedé gratamenginarla. Porque al ver cómo viene la te sorprendido frente a la situación pelota hay juego, hay intercambio, política actual que surgió por el hay vida, hay un desempeño prodescrédito de la época democrátipio. Eso es ser responsivo, responca pasada. La mayor parte de los der a la realidad. La imaginación, universitarios no optó por cerrar cuando no viene acompañada por los ojos frente a la verdad. Se ha la agudeza de la percepción se va mantenido una posición crítica al esterilizando, se vuelve repetitiva, igual que ante los gobiernos anteobsesiva. Como un estereotipo. La riores. Lo confieso, para mí esto verdad es otra cosa. ⬢ ha sido una sorpresa, porque los más encarnizados izquierdistas se plegaron al gobierno: el Partido Comunista, en primer lugar. Para todos ellos, este gobierno representaba el último autobús de la historia. Y ante todo me satisface que la universidad defiende la libertad de pensamiento, no solamente de la boca para afuera. Una libertad de pensamiento que no significa que cada uno dice y hace lo que quiera, sino que se examine también lo que se dice. De modo que puedo decir que estoy orgulloso de la universidad. ¿Y de la escuela de filosofía? En particular encuentro que nuestra escuela es afanosa, esforzada. La veo trabajadora. Aquí no se da el ridículo del profesor que piensa que ya estudió y ahora solamente puede transmitir su sabiduría. Hay un buen ambiente, y eso no es poca cosa. Tenemos grupos de trabajo permanente con los profesores, entre los cuales hay algunos muy sabios. Hay reuniones regulares con un grupo sobre Filosofía del Lenguaje. Estamos organizando un segundo grupo de Teoría Ética, que es lo que más me inquieta en este momento. ¿Por qué? Por la necesidad de una toma de conciencia sobre la complejidad de todo lo que atañe o pertenece a la materia ética, porque no caben fórmulas simples, porque hay que conocer muy bien la topografía completa del mundo moral. Así como se puede hablar por una parte de una falta de moral, hay que hablar de algo más grave aún, que es una falsa moral, una moral desconoce-


Fotografテュa: Rafael Serrano

Ocatava placa

El テ」ila

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Octava placa

por L e o Fe l i p e Campos

R

ecuerdo que era después de Semana Santa, hará ahora pronto un año. Acababa de salir de una de esas gripes como sólo se agarran en el trópico y quería retomar poco a poco el contacto con la vida. Y qué mejor manera de hacerlo que dando un paseo por ‘el Cerro’. Iba con un amigo y su hijo y, dado que él era un niño pequeño y yo no venía con la mejor forma física, fuimos a Quebrada Quintero. Allí, haciendo un alto en el camino y viendo que la fiebre me había abandonado y me dejaba disfrutar del paseo, topé con la placa. He de decir que no recuerdo exactamente qué decía, más allá del hondo extrañamiento que representó para mí encontrarme con una lápida, sí porque para mí era eso, en medio del cerro. Una lápida blanquísima y muy reciente. Así, superado el anacronismo de ver una lápida fuera de su hábitat natural, si es que lo tienen, allí estaba luciendo la verdad en medio de la quebrada”, me escribió Lucía Chicote Escrich, Secretaria de Cultura de la Embajada de España en Venezuela.

Acudí a ella, luego de escribir un texto cargado de voces precisas, con nombres y apellidos, que habían estado en el mismo lugar que Lucía, pero no habían visto lo mismo. Esther, una niña pequeña que cumplía con la regla del encanto, había ido por primera vez. Lo que más le gustó fue la corriente del agua de la Quebrada Quintero, de donde acababa de salir, y la forma en la que cae desde la montaña. Ella es de Puerto La Cruz, una ciudad costera y petrolera del oriente venezolano, está más familiarizada con el mar, pero ver esa pared inmensa de árboles y piedras y sentir el frío del agua dulce la había puesto a brincar de emoción. Su madrastra, Alba Cumana, tiene 28 años y trabaja en una obra como ingeniera civil. Decidió escaparse del trabajo en esa mañana de miércoles, cargar a su hija y conocer el Ávila, porque le habían hablado mucho y muy bien sobre el ambiente del cerro. Ella no se bañó en la quebrada, sólo Esther. Dijo que le gustó, pero que tampoco le impactó. Como era su primera visita, nunca había escuchado sobre una extraña placa de mármol blanco que le rinde homenaje a la verdad en Caracas. Al otro lado del pozo, entre las piedras de la quebrada, estaba un grupo de adolescentes que venían desde los Jardines del Valle, una zona popular del suroeste de Caracas. Eran seis. Visitan el cerro varias veces al año, tres o cuatro, según ellos. Dijeron que ese día no habían tenido clases en el liceo y por eso decidieron regresar al Ávila. Richard no sabe por qué le gusta. A cada pregunta, el que respondía se sonrojaba y el resto se reía. Norienkys contestó que disfruta el cerro porque se respira algo diferente. Al más pequeño le gustaba el agua. Ninguno sabía nada sobre la placa de la verdad. Corina dijo que la verdad es no decir mentiras. Los otros volvieron a reír.

El Ávila

Ángel Rodríguez pasa los 21 años, estudia arquitectura y va al Ávila porque le gusta caminar, adora contemplar la cascada y sentirse en contacto con la naturaleza. Para él, que tampoco había escuchado ni una sola vez algo sobre la placa de mármol, la verdad es la sabiduría, pero no sabía cómo explicarlo, aseguró. Y lo dijo así: “O sea, la verdad es lo que, lo que, bueno, la sabiduría, la verdadera sabiduría, ¿no? O sea, es que no sé cómo explicar con palabras lo que es la verdad. Es complicado, sé lo que es, mas no sé cómo explicarlo. Es lo que alguien dice, con base, y que es comprobable”. Ángel, la placa dice: “A la verdad, que se escapó desnuda”. Y Ángel movió la cabeza, contestó aún más confundido: “no sé. No sé, no entiendo por qué relacionar la verdad con una persona”. Gabriel estudia diseño industrial, tiene 18 años y está enamorando de Bárbara, que tiene 16. Él había ido antes al Ávila algunas veces, solo y con amigos. Le parecía que la cascada es “demasiado fría, pero revitaliza y por eso me encanta”. Bárbara apenas estaba conociendo el lugar, y a Gabriel. Le pareció lindo, antes de sonreír. Gabriel, está claro, le gustó primero que el cerro. Nunca escucharon sobre la placa. Para Gabriel la verdad era el momento de sinceridad que existe entre dos personas; es decir, que para que exista verdad tienen que haber por lo menos dos. No hay verdades en solitario, no hay verdades frente al espejo. Y con su pecho desnudo miraba a Bárbara. Bárbara no decía nada. Escuchó “verdad” y respondió con silencio.

E

l Ávila tiene o ha tenido pintores, cuidadores, cultores, escritores, alpinistas, ecologistas y apologistas. Si Londres tiene su Big Ben y París su torre Eiffel, Caracas tiene este cerro, que viene a representar para la inmensa mayoría de caraqueños el orgullo y la admiración que de seguro despierta la Sagrada Familia en muchos turistas de Catalunya. Sólo que este monumento casi inabarcable es natural y ha de creer en otro concepto de la eternidad. “Desde mi llegada a Caracas, el Ávila ha sido el más fiel testigo de mi vida allí”, me aseguró Lucía: “Es pulmón, es deporte, es aire fresco, es desconexión, es la pausa para reflexionar sobre lo que me preocupa, es música, es la compañía con mi amor, es energía, es el esfuerzo, la superación cotidiana y es el lugar de encuentro con los caraqueños por encima de brechas y fracturas sociales. Ahí confluimos y para todos tiene un mensaje”. Una verdad para quienes visitan el Ávila con regularidad es el carácter imponente que tiene la naturaleza y que el contacto constante con ella los hace más vivos o menos terrenales, es una forma de escapar de Caracas y ser más caraqueños por esa misma razón. A lo

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hora que me detengo un poco que no escapan es al culto a su cuera respirar, a más de mil mepo y su salud. Cuando le pedí a Jairo tros sobre el nivel del mar, coGudiño, publicista venezolano nacido en el estado occidental de Yara- mienzo a creer que Mireia Sallarès, cuy y adoptado por Caracas, que me la artista catalana que ha creado el dijera lo que él pensaba en relación al proyecto sobre la verdad, me puso a Ávila y la verdad, teniendo en cuen- recorrer su mismo camino sin que me ta que sube el cerro al menos una o diera cuenta, como si la verdad imdos veces por semana, me contestó: plicara o exigiera el reconocimiento “La verdad es que esa montaña es de los pasos del otro, de sus trayectotan amplia, tan amable, tan acoge- rias, sus búsquedas y desplazamiendora, tan verde, tan fría, tan polvo- tos. Es 15 de febrero y pienso que del Cementerio rienta, tan religiosa, tan General del Sur a espiritual, tan resbalosa, Ubicación: Actualmenla UCV, a Catia, a tan sombreada y pepa te desaparecida, la placa Petare, al Ávila; la de sol, que no importa estaba debajo del agua, instalación o simcómo subas, lo importanen la Quebrada Quinteple colocación de te es cómo bajas. Porque ro, que está a 30 minutos de la entrada de Sabas Nieves, del Parque Nacional, en Altamira.

que cada uno tiene que ser coherente consigo mismo, pienso en la sinceridad y en que mi verdad puede ser distinta de la de otro y entonces el respeto es la vara de medir”.

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n toda esta historia de personajes que visitan el Ávila y ascienden por sus caminerías abriendo los pulmones, hay uno que conoce mejor que nadie sus linderos, al menos los que pertenecen a Sabas Nieves y Quebrada Quintero, donde se supone que debe estar la placa de mármol que unos han visto y otros no, y que yo no pude ver cuando subí hasta allá. Este señor tiene un nombre simple, José García, y un oficio duro: pertenece al grupo de guardaparques del cerro desde hace 17 años. Él sí vio la placa. Una vez. “Eso fue al hacer el recorrido, vimos que la habían colocado allí en la quebrada. Estaba puesta, apenas. Ella permaneció allí. La miramos y la dejamos en el mismo sitio porque prácticamente no molestaba a nadie, no fastidiaba”. Esta no era la primera placa que había mirado en las enredaderas verdes del Ávila, José, enjuto y bigotón, casi entrañable desde el primer contacto, pero aclaró que “las que habíamos visto antes y que a veces colocan, es en homenaje a Sabas Nieves, vamos a decir, pero eso es otra cosa, vienen con una permisología, o como la placa que colocamos una vez del señor que era escalador y se murió. En cambio esa placa de ahí en la quebrada fue alguien que la subió. La colocaron y ya. No sabemos quién”.

cuando bajas sientes como que te dio una palmadita en el alma, te dejó la ropa sudada, las batatas más duras. Yo adoro esa montaña que me ha servido de escenario para el amor y eventualmente para un sexo salvaje en una de sus pozas, me ha servido para pedirle a Dios, al Universo, me ha servido para conocer gente, para bucearme a los culitos de quienes les gusta la naturaleza, me ha ahorrado unos ‘bolos’ en terapeutas y, cuando el corazón se te quiebra porque alguien te manda a llorar al valle, yo he preferido irme a llorar al cerro”. Franklin Álvarez visita a diario la Quebrada Quintero. Lo hace porque tuvo problemas de salud y le recomendaron bajar de peso, asuntos de los pequeños empresarios cuando pasan los 55. “Yo conozco esta zona desde que era muchacho. Al principio comenzamos por Los Chorros, después por la parte de Los Venados, esta zona de Quebrada Quintero la conozco bien desde niño”, cuenta. Para Franklin, el Ávila es salud y aire puro: “Inclusive, desde el punto de vista de los dioses, religioso o esotérico, es el mejor protector que tiene Caracas. El Ávila es algo mágico”. Sobre el homenaje a la verdad no supo nunca ni escuchó siquiera una vaga referencia, pese a visitar todos los días el lugar. Pero habló sobre la verdad con desenvoltura: “Hay tantas virtudes que tiene la verdad y son tantas sus versiones”, comentó antes de los puntos suspensivos.

estas placas, ofrece una dimensión amplia de la ciudad. Casi podría hablar de justicia. Esta cartografía en clave presente muestra usos, ángulos, topografías, rasgos, visiones y costumbres diversas, complementarias, a veces antagónicas. Lucía regresó varias veces al Ávila, y tuvo la suerte de volver a ver la placa: “Ahí seguía impasible al paso del tiempo y de los numerosos grupos de jovencitos boy scouts que ese día disfrutaban de la quebrada. Me pregunté cuánta gente de la que día a día recorre esos senderos se había detenido a ver la lápida, y si se había preguntado qué estaría haciendo esa lápida dedicada a la verdad allí”. Cuando le pregunté a Lucía qué era para ella la verdad, esto fue lo que me hizo saber, como dijo, a vuelo de pluma, porque lo hizo rápido y por escrito: “Dos acepciones me vienen a la mente. Pienso instantáneamente en la palabra verdad tal y como la incluyen las comisiones de la verdad y reconciliación. Pienso en sociedades que han sido amputadas de parte de sí mismas a consecuencia de procesos muy dolorosos, pienso en vencedores y vencidos y en la necesidad de dar justicia a los que se han visto privados de la vida, de la dignidad. Pienso en sociedades que tratan de pasar página y en tribunales o en comisiones de reconciliación. Pienso en Ruanda, Argentina, Yugoslavia, pienso en la memoria y en lo difícil que resulta construir un relato que supere la dicotomía vencedores-vencidos. Pero también me viene a la mente una concepción menos grandilocuente de verdad y que huye de los grandes relatos. Pienso en

“Los cristianos dicen que es ser fiel a dios, los marxistas dicen que es ser fiel a la revolución. Los capitalistas hablan de la moral y la ética. Para mí siempre ha sido una concepción muy relativa”.

Ante la duda, las preguntas al guardaparques, la autoridad: ¿quién se la llevó? ¿por qué la quitaron del lugar? García responde de inmediato: “Se la debe haber llevado la lluvia. O no sé, tú sabes que la gente a veces ve las bromas y las lanza, pero esa pesaba, me acuerdo que era pesadita. Yo no la cargué, pero cuando la vimos, un Guardia Nacional que estaba ahí la cargó y nos dijo. Pero no, no, nosotros la dejamos allí mismo donde estaba porque estaba a un lado, al borde de la quebrada. Cónchale, de verdad que no recuerdo nada lo que decía. Sé que era de mármol, como blanca”.

Así que la lluvia, o la gente que tira las cosas. Hace trece años el Ávila fue protagonista de la mayor tragedia natural que recuerda el estado Vargas recientemente. La Guaira, como mejor se le conoce, está bajo el lindero de la cara norte del cerro, hacia el Mar Caribe. Tras un aguacero sin precedentes de varios días, el Ávila fue una vaguada: comenzó a desprender poco a poco enormes piedras y peñascos que cayeron sobre las casas y ranchos aledaños a la montaña. Eso, junto a la crecida del mar, terminó con muertes y obvias cicatrices imborrables en la memoria de los habitantes de Vargas cada vez que llueve con fuerza y durante muchas horas, incluso días. También en el Ávila, que aún refleja arañazos en su pecho y su espalda. ⬢


FotografĂ­a: Nelson Garrido


Novena placa

Maria Lionza

por Willy McKey Y sus paredes son hechas de vientos y su techo hecho de estrellas.

Desde que estoy aquí, todo el mundo evita pisar la placa. El mármol tiene esa cosa que consigue hacernos pensar en tumbas y en iglesias.

La luna, el sol, el cielo y la montaña su compañeros. Los ríos, quebradas y flores sus mensajeros.

Es solemne. Es ajeno. Es frío.

“María Lionza”, en Siembra, de Rubén Blades y Willie Colón

Es caro.

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El vientre roto. Un día la hembra sempiterna, elevada por encima de la soberbia atascada de nuestra Autopista Francisco Fajardo, dejó asomar sus tripas de metal. Se lanzó hacia atrás y se quebró el vientre. Sus tetas quedaron apuntando al cielo, retándolo y con un pezón dando la hora si se veía desde cierta perspectiva. En sus manos seguía esa la pelvis humana. Simbólica. Entera. Su hueso universal fue durante días el extremo de una quebradura más. Hace casi ocho años la escultura de María Lionza se partió en dos. Hace casi ocho años este pedazo de Caracas era una metáfora que ni Cirlot sabría leer. Hace casi ocho años nos convertimos en un sustituto de quien éramos antes de la ruptura.

él fue a buscar a Junior que andaba perdido y no contestaba el teléfono. Se armó un tiroteo y lo mataron. Así se murió y ya hace dos años de eso. Ya no me importa quién tuvo la culpa, sino que su alma descanse. Él era devoto de La Diosa y por eso es que vengo. Y no me vas a creer, pero yo aquí me siento… ayúdame a subir”. Iba a decir “tranquila” o “en paz” o algo así. Iba a decirlo en medio de la Autopista Francisco Fajardo, con el rugido de la gasolina subsidiada a 100 kilómetros por hora de lado y lado. Iba a sonar absurdo, pero la voz de Mariela es dulce. Es voz de madre. Sonó los dientes dijo “Vamos a lo que vinimos es lo que es, para que Junior te lleve” dejándome entender todo, aunque tragándome un abrazo.

Como la verdad.

“Esto tuvo que haber sido una promesa muy arrecha, porque esa ofrenda no la deja cualquiera. Y si está puesta aquí es para que la veamos todos, para que quede clarito que La Diosa es de verdad pero no la agarra nadie. Yo ahora leo esa frase como si fuera una oración… eso sí, después de rezar las mías de toda la vida”.

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Antes de Mariela. La escultura de Colina data, según los registros oficiales, de 1951, primeros años de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Descrita desde arriba hacia abajo, un hueso pélvico de mujer es sujetado por dos manos firmes de una mestiza desnuda y atlética que cabalga un tapir o danta –macho– que está pisando unas serpientes. Por eso es que la altura de la vista, antes de treparse por el exótico mamífero, se enfrenta con las culebras que simbolizan (para los creyentes, no sé para Colina) la envidia y el egoísmo. “Porque uno está aquí para pedir por el otro, no para pedir para uno” fue la primera frase que compartió conmigo don Ignacio, el primero de quienes conversaron conmigo sobre el fragmento de verdad puesto delante de La Diosa. “Si supieras de las que me ha salvado a mí Mi Reina no me estarías preguntando tanto, sino pidiéndole”. Sonrisa en su cara negra y bri-

Contemplar lo que pasa debajo de La Diosa no es como donde están los otros fragmentos de verdad suelta que conozco. Estar en medio de los canales rápidos de cada tramo de la autopista, viendo en contrapicado la atlética forma de la mujer de cemento es una audacia esotérica… casi una estupidez.

Hace casi ocho días apareció una placa de mármol, ofrenda rara según quienes, en plena autopista, se bajan de motocicletas que los abandonan acá con su fe y sus ofrendas en la mano.

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“La verdad, nada más que la verdad”. Soy un tipo alto, gordo antes que robusto. En la gimnasia de la feligresía que viene a ponerle ofrendas a María Lionza nadie tiene un papel fijo. Esta vez me tocó a mí ser el que ayudara al equilibrio de Marisela a no romperse un hueso trepándose en el podio que se entierra para darle soporte a La Diosa. Es una mezcla entre un rito espiritista y un acto de circo callejero. Sólo que no nos va dar dinero. Aquí se pide distinto. El talento que se mide es otro y es otra la velocidad. Acá donde se afinca esta especie de templo mínimo es el tramo OesteEste de la autopista. Un poco más bajo que el otro, sí. Más pegado a la tierra. Más suelo. Y justo entre la tierra y la obra, los rituales de ofrenda han ido cavando sus propios escalones.

Sus compañeros son los brujos, Ignacio y Marisela. Los mototaxis sus mensajeros.

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“¿Para qué sir ve una pregunta si conoces la respuesta?”. “María Lionza siempre ha jugado un papel importante en mi vida. Desde niña. Me ha ayudado en los momentos más fuertes de mi vida”, me dice Celia Blanco. Maga, espiritista, bruja. Siempre he preferido no ponerle un adjetivo, pues es mi vecina y eso no se hace. Sin embargo, todos en Caracas parecen conocerla como la Bruja de Chacao. “Sabes que yo también soy escritora, una faceta en la que María Lionza me ha dado la capacidad de servirle como vocera, así que debo decirte que sé muy bien que esa pregunta tiene algo detrás. No tienes la respuesta, pero la conoces. ¿Porque para qué te sirve una pregunta si conoces la respuesta? Dime quién fue la mujer que puso esa placa y así hablamos los dos”.

Ubicación: En el suelo, entre la tierra, a los pies del monumento a María Lionza, obra del escultor Alejandro Colina, ubicado en el tramo de la Autopista Francisco Fajardo entre Plaza Venezuela y el Estadio olímpico de la UCV. Solamente accesible en mototaxi dirección este.

Y aun así, acá estamos La Diosa, Mariela y yo.

Pero María Lionza no está en el cielo. Por eso lo retó con sus tetas perfectas.

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La voz de Mariela es dulce. Es voz de madre. No sólo tiene edad para ser mi mamá: tiene justo la edad de mi mamá. Nació en el sesenta y cinco. La trajo su hijo, que aprovechó la hora del almuerzo porque “está haciendo la suplencia a su hermano, el segundo, en Ipostel porque se cayó huyendo de unos que querían quitarle la moto, pero qué va: mi gente va protegida de verdad”. Hoy Junior nos está dando vueltas, por si acaso. No es que no quiso quedarse: dijo que prefería cuidarnos. Un tiburón bueno nos custodia. “Junior es el cuarto de los cinco. Él antes prefería no quedarse, pero la semana pasada le pedí que se bajara… no sé por qué. Cosas de madre. Fue la vez que vimos la placa y fue como una respuesta para él. Yo le dije: ‘Junior, mira, eso es contigo, hijo’, porque yo sabía que él andaba mal. Sigue creyendo que fue su culpa, pero La Diosa no va a dejarlo solo”.

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Ser el escalón de otro. Mariela sabe que yo siempre vengo en mototaxi, me quedo un rato y me voy. Así nos conocimos. Pero esta vez no era seguro que volvieran por mí. “Si quieres después Junior te lleva. Si yo le digo, él te lo deja en menos que el tuyo y yo lo espero aquí”. El compromiso para vernos hoy fue que viniera con fe, porque si yo estaba ahí para preguntarle por la placa era porque me interesaba la verdad “y aquí, en este pedazo de autopista, la única verdad es la fe”. La fe y su verosímil. “¿Ya sabes qué le vas a pedir y qué le vas a prometer?”. Le dije que sí y me permitió el secreto de mi súplica, pero antes me contó la suya: “Mi hijo mayor era un buen hombre y si ella dispuso que muriera así por algo será. Él y Junior se llevaban muy mal, pero porque eran igualitos… en carácter… en todo. No son hijos del mismo padre, pero bueno...

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“Agár rame la mano y dale con fe”. Y dijimos: “¡Oh, dulce y milagrosa María Lionza, dechado de belleza y de bondad. Tú, que con Guaicaipuro, el vigoroso cacique vencedor de cien batallas, y el cerebral y poderoso Negro Felipe formas una trilogía de poderes sobrenaturales, con toda mi devoción y mis anhelos te ruego que calmes mi existencia, para que así la vida me sea llevadera. Aleja de mi senda a los enemigos y a los envidiosos, a los criminales y ladrones, tramposos y embaucadores. Que me vea rodeada por mis amigos desinteresados, bondadosos y alturistas con sus buenos consejos. Amén”. Tres veces, con un padrenuestro puesto en medio de la salmodia. Diciendo alturistas y no altruistas las tres veces, como si supieran algo de Mireia. Una oración que sólo pide calma. Un grito a la selva para salvarse de las fieras. Un salmo que ve en la tranquilidad la dimensión de un milagro.

llante. El mismo efecto en su pelo canoso. Enciende su tabaco del viernes. “Esta placa la dejó alguien que sabe. No sé si es creyente, pero está clarito y sabe que la verdad anda por ahí como vino al mundo, huyendo de tanto sinvergüenza que quiere ponérsela en la boca”.

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“Guapea, Colón”. La pieza que Rubén Blades y Willie Colón le escribieron a La Diosa se refiere a su presencia omnisciente de los cerros de Sorte, en el estado Yaracuy.

Pero la selva dejó de ser lo que era. Todo se muda. Mi estrofa preferida de la canción parece hablar del mujerón que Alejandro Colina puso a cabalgar encima del tapir macho. Sus paredes están hechas del viento que levantan, fuera de las horas picos, las gandolas que no tienen otra vía que los deje atravesar Caracas cuando la capital se les atraviesa en la ruta. Su techo hecho de estrellas es nada comparado con el suelo de stops colorados, luces de cruce y faros que en verdad la iluminan como se debe hacer con las deidades: desde abajo.

Mi silencio apareció, dándole avales a su magia.

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Consulta 2.0. Doña Celia me habla de Mireia. No me dice su nombre, pero la describe bastante bien y sabe que es extranjera. Mira la foto de la placa en la pantalla de mi teléfono y sonríe. La frase parece agradarle. “La verdad es una cosa muy compleja” dice con el tono señorial que hace que las afirmaciones de este talante no parezcan un lugar común, sino miles de voces recordándote al unísono algo que no está de más repetir. Me dice que a Mireia “este producto se le complicó” y yo le confieso de inmediato ser una de esas complicaciones. Intento excusarme con Celia como si tuviera a Mireia enfrente y no en Muntaner 14, Barcelona, como firma sus correos preocupados por las fechas. Celia abandona mis excusas y me pregunta “¿Qué te dice la gente que va a ver a La Diosa y se consigue la placa?” Le cuento de Ignacio, de Mariela y de Junior y de su hermano. “Por eso a tu amiga se le complicó el asunto: vino a soltar la verdad en un país enloquecido por la violencia. Pero dile que la verdad va a encontrarla a ella… y que es como se la imagina”. ⬢


FotografĂ­a: Nelson Garrido


décima placa

por L e o Fe l i p e Campos

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l Maní, cuatro de la mañana. Aún quedan tres parejas bailando sobre la mítica pista, más bien pequeña, de la Calle El Cristo de Sabana Grande. De ellas, hay una que se tambalea un poco, y no precisamente por el ritmo. La mayoría se ha marchado luego de mover los pies, sudar, corear y agruparse frente a la tarima. La banda también descargó sus instrumentos. Acaban de encender las luces, pero de fondo sigue sonando una salsa brava, la de siempre, esa que le imprimió el sello a este local nocturno, emblema y parte de la historia de la noche caraqueña. Caribe puro. Son, cuero y sabor.

El Maní

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Para Karla, una de mujeres que se mueve ahora tras la barra y forma parte de la nueva administración, la clave está en el sonido. Según ella, ahora la música se escucha mejor: “¿no lo oyes?”. Karla responde con miedo. “Es que preguntas mucho”, se apura. De la placa en la entrada sabe poco. “Solo sé lo que dice”, confiesa bajo un repique de timbales, y voltea la mirada. Tiene que gritar para que su voz se escuche ¿Y qué dice? “Bueno, la verdad”. ¿La verdad? “No, que la verdad es que ahora no me acuerdo”.

Ubicación: En la acera justo delante de la entrada del local nocturno de salsa “El Maní es así”, situado en la calle El Cristo casi esquina con la Avenida Francisco Solano en la zona de Sabana Grande.

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uien empotró esa placa allí, en Algunas cosas han cambiado en este espacio en los úlel piso, donde los músicos y timos años: los dueños, el logo y parte de su decoración y los bailadores salen a fumar la estructura, por ejemplo. Y también una placa, blanca, cada tanto con sus vasos en que te recibe justo en la reja de entrada, bajo la mirada de los dos personajes encargados de revisar a los clientes la mano, frente a la fachada de El Maní, lo hizo porque “Caracas es que entran. una ciudad en la que se bebe mucho. Eludir ese hecho y no colocar una placa vinculada a ello me hubiera parecido una gran falta a la verdad. La fiesta o la rumba siento que se han convertido en la verdadera fuga que cualquier habitante de esta ciudad necesita practicar para sobrevivir en ella, aunque no salga de su casa. La rumba se convierte en algo a lo que cualquier caraqueño se rinde inevitablemente, constantemente, religiosamente, y orgullosamente como complemento indispensable de su ser”. Se llama Mireia Sallarès y, como a algunos artistas, en ocasiones le sobra la razón.

Hay una mujer y un hombre. Hay dos caras que sonríen poco. Eso también ha cambiado.

Al igual que ocurre con la mayoría de las dudas y polémicas que se generan en la capital venezolana, sobre El Maní pesan los rumores, las opiniones de barra, el chisme, las intrigas políticas y el correlato popular y de la clase media, tan cargado de deseos como de polarización. La razón es simple: hace tres años, un exalcalde mayor del chavismo, Juan Barreto, asiduo visitante del local desde sus tiempos de estudiante universitario y luego como profesor, se lo compró a Perla Castillo, su antigua dueña. Lo hizo a través de un testaferro, o de una testaferra. Silogismos aparte, si El Maní es emblema de Caracas, Perla es emblema de El Maní, una abogada que cambió los tribunales por la gerencia de la fiesta dura y durante dos décadas supo construir una marca que bailó al ritmo de las orquestas locales, y de nombres rutilantes en la escena americana que supieron disfrutar de al menos una cuba libre entre risas, en ese bailadero de la avenida Francisco Solano: Pete ‘Conde’ Rodríguez, José Alberto “El Canario”, Ray Barreto, Eddi y Charlie Palmieri, Cheo Feliciano, Alwin Tofler, Rubén Blades, Mijaíl Barivsnikov, Gilberto Santa Rosa y pare usted de cantar.

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obre Perla, en 2001, publicó la escritora Nancy Villaroel: “ella es lúcida como las luciérnagas, conduce El Maní con una lámpara y con el tiempo no desperdiciado, ni lanzado a las fieras. Se yergue. Es sabia ante el caoba y la indiferencia, es sabia de rodillas partidas, es sabia de amores furtivos, es sabia en la confusión. Ante el enredo, maneja la madrugada, el día y la noche”. La antigua dueña no está en este momento en el local, cuando se marchan las últimas personas: los buenos borrachos, pero en una conversación telefónica, al escuchar el nombre de su antiguo templo de la salsa, fue clara y enfática:

En El Maní también ampliaron el espacio, retiraron y reagruparon algunas fotografías muy viejas que todavía siguen ambientando el lugar: la mayoría son retratos en blanco y negro de soneros afamados, beisbolistas o personajes de la iconografía venezolana. Los baños siguen igual, eso sí. Son un gesto auténtico de estrechez y eternidad. Y mal olor. Y poco gusto. Sobre la tarima y detrás de la pista hay ahora unos graffitis y esténciles coloridos de Maelo, Lavoe, Tito Puente y compañía.

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ste jueves el local acaba de reabrir, luego de una serie de entredichos que lo situaron entre el cierre a largo plazo y la muerte súbita y definitiva. El que habla, a las cuatro de la mañana, es uno de los percusionistas más renombrados del país: Joel “Pibo” Márquez. Un músico que con Perla o sin ella, se mantiene fiel a esa tarima: “El Maní es un lugar ahora sórdido, cuando entras a lo mejor te decepcionas un poco porque todos tenemos un concepto material, pero después te das cuenta de que es impresionante, es un lugar internacional, es un centro de confluencia de pensares y emociones que tiene un hilo conductor, que es la salsa, pero que es muy amplio”:

“puedes venir a llorar riéndote y puedes venir a reír llorando”. La primera vez que Pibo Márquez tocó en este local era menor de edad, según sus cuentas. Ahora tiene 45 años. O sea, que eso fue hace por lo menos 27 o 28 años. Más de la mitad de su vida. Sin embargo, en la página oficial de El Maní se lee que la fundación del sitio, que comenzó como un restaurante de comida venezolana, fue en 1986. Hace 26 años. Quiere decir que Márquez tiene mala memoria o que, como los adolescentes, se aumenta la edad para que lo dejen entrar a locales nocturnos. Tras la inauguración de El Maní, sigue su página, se fueron incorporando otras actividades como presentaciones de poesía, cine, foros, teatro, exposiciones de arte y algo que mencionan como “variedades gastronómicas”. El Maní era un enclave fijo para recitales siempre que se celebraba en Caracas el Festival Mundial de Poesía. “Esto fue como la Isla de la Fantasía, se hizo de todo lo que la bohemia invita y siempre contó con un público que se comportó maravillosamente bien”, asegura Perla.

“hace tres años que me fui y eso lo acabaron, le quitaron la magia, ya no es lo mismo que era antes, ¿qué más quieres que te diga?”.

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ace doce años, justo en el brillantes y en momentos sórdidos; eso es como la obra 2000, el diario El Universal de Charlie Parker, que tiene el disco brillante y también publicó una reseña halagüe- tiene el disco en el que está tapado en heroína. Yo a veces ña en la que resaltaba que El Maní tengo orgasmos y momentos perfectos tocando percufue “el último reducto de la Repúbli- sión, pero no siempre. Nada puede estar todo el tiempo ca del Este”, un colectivo de creación en la cresta de la ola, y la cresta de la ola no es colectiva, al que asistieron durante años perio- el día que para “Dolor” a lo mejor está muy mal para distas, poetas, fotógrafos, editores y mí está muy bien, a lo mejor “Dolor” llega un día deprinovelistas en Venezuela. Su centro de mido pero yo esa noche estoy con la mulata de fuego, o gravedad fueron los bares, y Sabana me siento bien; cada quien vive El Maní como puede, es Grande como refugio urbanístico. como París, hay París pa’ to’ el mundo. Yo aprendí a vivir La reseña de El Universal de enton- lo bueno y lo malo y aprendí a respetar eso”. ces, dice: “ellos entre poemas, textos literarios y recetas gastronómicas han logrado borrar la mueca del letargo dominguero a punta de improvisaciones, lecturas de originales en voz al cuello e invitaciones a cantar la vida. Pista para los más versátiles bailadores, rincón del desahogo, del despecho y la alegría compartida, ‘El Maní es así’ tiene su sal y pimienta en Perla Castillo, quien ha hecho de este espacio un cine- “Y El Maní es así: sin determinanclub y un teatro del botiquín. Ahora, con la convocatoria tes de bueno o malo. Este es un sitio de los premios Cayena, Perla y su hijo Alfredo insertan energético, que a lo mejor algún día otra mordida al ambiente caraqueño, porque ‘hasta sin se acabará, ¿cuántas vidas puede teluz, sólo con velas y música hemos hecho del Maní un ner El Maní?”. lugar para gozar Caracas’”.

“Los sitios, como los hijos, los discos y los libros, se te escapan”.

Pero ya no es así. O eso es lo que más se repite entre músicos y visitantes asiduos. Edgar “Dolor” Quijada, un intérprete archiconocido de la salsa que ha recorrido todas las tarimas de Caracas y voz emblemática de El Guajeo, otro de los ensambles populares de la música latina en Venezuela, manifestó su desencanto ante El Maní. Lo hizo sentado en su mesa, junto a otro amigo, mientras escuchaba al “Pibo” Márquez, a quien describió como un gran músico. El “Pibo”, que vivió gracias a su música casi 18 años entre Francia, Italia y Colombia, y ha tocado además en Alemania, España y Grecia, pero regresaba todos los 16 de diciembre, “para el cumpleaños de mi madre”, volvió a El Maní y se quedó, justamente, porque aprendió a disfrutar que ya no sea lo mismo: “la gente pretende que las vainas se conviertan en folklore, en acervo, en una rutina, pero la salsa y la música no permiten eso. Ahora supuestamente iba a cerrar El Maní, y yo puse en el Facebook, ‘todo tiene su final, como dice Héctor Lavoe’, pero eso no quiere decir que la salsa muera. Es muy difícil que cada concierto sea igual, los grupos cambian de músicos y todo el mundo regresa a El Maní”.

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obre las aseveraciones de Perla y “Dolor”, Márquez se adelanta a decir que “Perla es la mamá, la creadora. Es como si me dijeran a mí que mi hijo tiene las orejas grandes. Claro que ahora no le va a gustar tanto como antes. Yo respeto sus sensaciones, pero te puedo decir que he estado en El Maní en momentos

Así como “Pibo”, muchos de los asistentes han visto la placa, es casi imposible no hacerlo, pues sirve de alfombra para los que entran y los que salen, pero aunque la leen, pocos se llevan una respuesta: “Yo pregunté una vez y dije: ‘¿qué será eso?’ Y me dijeron que era una vaina turística que estaba en varios sitios, pero no sabía cuál era la pretensión ni quién la había hecho, me pareció chévere porque las placas son interesantes, siempre dicen algo, para mí la verdad es una búsqueda, no es estática. Hay momentos de verdad. Yo soy babalao y el babalao vive con la verdad, pero todo se mueve, habría que detener el tiempo para tener pequeñas verdades, hay que tratar de vivir siempre con ella, que es la relación perfecta entre lo que piensas, lo que dices y lo que haces”. ⬢


FotografĂ­a: Nelson Garrido


Undécima placa

Av. Urdaneta

por H u go P r i e t o

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estida con uniforme hospitalario, una joven enfermera baja por las escaleras del cruce peatonal de la av. Urdaneta, en dirección al Hospital de la Cruz Roja. Su paso es firme y decidido, pero su curiosidad es aún mayor. “Sí, paso por aquí con frecuencia y también he visto la placa. Lo que pone, creo yo, está relacionado con la crisis política que estamos viviendo, con un momento en que la verdad se nos escapó a todos, creo que tiene que ver con eso, ¿no?”. Sorprende que de cada 10 transeúntes, sólo la mitad responda a la encuesta que se realiza al pie de la escalera, justo debajo de la placa. Señal inequívoca de que esa cifra (más del 50%) coincide con el porcentaje de venezolanos de los sectores populares (estratos C–, D, E), que abiertamente confiesa que hablar de política los atemoriza, según un estudio de opinión realizado por el Centro Gumilla, organización de investigaciones sociales adscrita a la Compañía de Jesús de la Iglesia Católica.

“Esa frase puede resultar incomprensible para un niño, pero no para un adulto”, asevera el padre Bruno, párroco de la iglesia Salesiana a la que pertenece el colegio Don Bosco. “Eso se debe al malestar social que hay; si se trata de clarificar algo, son tantos los aspectos que se introducen, que prácticamente la verdad no aparece por ningún lado. Hay una confusión que se está propagando continuamente, que impide saber las cosas tal cual como son. En la diatriba entre oficialismo y oposición, que no lleva a ninguna parte, unos hacen el esfuerzo para decir que lo que dice el otro es falso y viceversa. Esa forma de ver el mundo entre buenos y malos hay que superarla”.

Ubicación: En la pasarela elevada para el paso de peatones, que cruza justo allá donde termina la Avenida Andrés Bello e inicia la Avenida Urdaneta. En la parte de atrás de la Cruz Roja Venezolana y frente a la llamada Torre de David (considerada la casa okupa más grande del mundo), un poco antes de la iglesia María Auxiliadora.

A

l otro lado de la avenida, se erige un rascacielos de 52 pisos conocido como la Torre de David, totalmente invadido por gente que no encuentra lugar donde vivir (el déficit habitacional en Venezuela se calcula en 2,5 millones de viviendas). El edificio, cubierto parcialmente por paneles de vidrio refractante,era propiedad del Grupo Confinanzas, capitaneado por el empresario David Brillembourg. De ahí, su nombre.

Una mujer afirma: “me parece En 1994 estalló una crisis de insolvencia en el sistema buenísimo, porque en Venezuela nadie dice la verdad”. Un tercero en- financiero venezolano que causó la quiebra y desaparicuestado agrega: “la placa la puso ción de 14 bancos y 3 sociedades financieras, entre ellos alguien que tiene sentido del arte, el Grupo Confinanzas. La Torre de David, diseñada para porque aquí sólo ponen avisos de albergar un centro comercial, un hotel y la sede de las compra–venta, hacía falta un verso, empresas de Brillembourg fue transferida al Estado, luemenos mal”. Un cantante callejero go de que las autoridades ordenaran su liquidación. de origen argentino responde: “la placa, como cualquier expresión artística, me parece valorable; supongo que tiene que ver con un hecho histórico de Venezuela”. En un país donde la tasa oficial de homicidios es de 48 por cada 100.000 habitantes (una de las más altas del mundo), no faltó quien le atribuyera un papel conmemorativo, “creo que asesinaron a una persona, justamente allí”, dijo una mujer. El dependiente de uno de los quioscos, asoció el significado de lo que pone la placa a la guerra de IV generación que se libra en Venezuela, cuyo campo de batalla son los medios de comunicación social.

“¿A cuál medio se le puede creer, quién dice la verdad?”, pregunta el hombre con gesto desafiante. La primera víctima de esta guerra ha sido la credibilidad mediática, entre otras cosas, porque la censura se aplica a trocha y mocha y la manipulación de cuanto acontece en el país obedece a los más variados intereses, políticos y económicos.

E

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n horas del mediodía, un enjambre de niños sale de las aulas del Colegio Don Bosco, suben por la pasarela hacia el frente norte de la Av. Andrés Bello que da al barrio de Sarría. A diferencia de los adultos, se muestran abiertos a la consulta. Es muy curioso que hayan memorizado la frase que pone la placa “La verdad se escapó desnuda”, y más aún lo ansiosos que se muestran por descubrir su significado. “Ahora que me pregunta”, dice una madre que lleva a una colegiala de la mano, “¿qué significa esa frase? Mi hijo de 12 años me lo ha preguntado infinidad de veces, le dije que buscara por Internet, pero no consiguió nada. Dígame usted, así podré decírselo a él… Ah, ponga ahí que le sacó una foto a la placa”.

Fue así como el edificio más alto de Caracas se convirtió, según informes de prensa, en refugio para más de 500 familias.

En la escalada de la polarización, los invasores se presentan “o como lo mejor o como lo peor y la toma de inmuebles como la única solución al problema; a mí esa idea me parece bastante atrevida”, agrega el sacerdote. “Tenemos que reconocer que hay situaciones, entiendo que hay personas que no se pueden calificar de lo más correcto, pero en su conjunto, son gente que busca trabajo, que busca una solución a sus problemas”. Hubo dos momentos bien diferenciados. “En la pasarela asaltaban”, confesó uno de los quiosqueros de la zona. “Sí, es verdad”, convino el padre Bruno. “Pero incluso, los que vivían dentro del edificio eran víctimas de esas fuerzas, digamos, negativas, que trataban de pescar en río revuelto”. A raíz de la organización social que, paulatinamente, fue ganando terreno en la Torre de David, los asaltos disminuyeron en forma dramática.

L

a organización es pieza clave para que “un edificio, originalmente diseñado para oficinas, se haya convertido en un edificio de viviendas unifamiliares”, consigna el joven arquitecto Rafael Machado, quien es profesor de la Universidad Central de Venezuela y tiene como línea de investigación la ocupación en comunidades, en zonas informales y no convencionales. “Analizando a Caracas, adviertes que la ocupación de la Torre es la más emblemática de la ciudad”. Es precisamente la organización social, la que les ha permitido a los ocupantes de la Torre de David el acceso al agua y a la electricidad. Incluso, hay un servicio de moto taxis que sirve al área de estacionamientos. “creo que la tarifa era de 10 bolívares”, arriesga el joven arquitecto. Machado trabaja en una investigación sobre la metamorfosis que ha sufrido la Torre. “¿Cómo funciona?, ¿cómo se mantiene? Ese es el tema que nos interesa”. No adelanta conclusiones ni ofrece información detallada de lo que ha visto, entre otras cosas porque “no voy a traicionar la confianza que han depositado en mí”.

Adelanta, sin embargo, que la forma en que se concibieron las viviendas “resulta muy interesante”.

E

n el portón del estacionamiento que da a la Av. Andrés Bello hay una chapa de metal que identifica a los ocupantes como “la Asociación de Cooperativas de

Vivienda Cacique Venezuela”. Obtengo el número celular de una de sus integrantes. Por espacio de dos semanas le envío mensajes de texto y ocasionalmente hablamos por teléfono. Se fija una cita que a última hora se cambia para el día siguiente. Intento persuadirla, ganarme su confianza, pero no soy arquitecto, soy periodista y a estas alturas tengo en cuenta la opinión que expresó el quiosquero. ¿Por qué habría de creerme, si para los medios la verdad se escapó desnuda? “Es un drama humano, muy doloroso, muy penoso, porque finalmente pone al descubierto que las personas más necesitadas son las menos atendidas; no se busca una solución a los problemas, por el contrario, se agravan cada vez más. Habría que sincerar las cosas y no, repito, presentando a unos como los buenos y a otros como los malos, por ese camino, necesariamente tenemos que dividir a la sociedad”, insiste el padre Bruno.

A las ocupaciones no se llega “como algo orquestado, es una necesidad urbana”, señala Machado. “Se llega allí por ciertas condiciones que prevalecen en la ciudad, porque hay un espacio desocupado, hay una especulación inmobiliaria, hay una cantidad de factores que te llevan a eso”. Machado ha visitado ocupaciones en Santiago de Chile, en Buenos Aires, en Berlín, en Amsterdam (en Holanda, hasta hace unos años había manera legal de demostrar una ocupación), en Roma, en Nápoles, en Palermo y en Zurich, la impoluta ciudad suiza. La ocupación ha sido bandera tanto de movimientos de extrema izquierda como de extrema derecha y un modus vivendi anarquista. “Casa vacía, casa ocupada”, suele ser la consigna. Pero en la Torre de David puedes analizar un fenómeno “estrictamente endógeno”, dice Machado. ⬢


FotografĂ­a: Nelson Garrido


Duodécima placa por Willy McKey

M

e cuesta dar con un evento capaz de resumirnos de un modo más eficaz que el Miss Venezuela. Allí están las dos caras de la moneda idiosincrática que somos. Una luminosa, otra oscura. Confesándonos antes que complementándonos. —Esas niñas se esfuerzan mucho, todas. — … —Lo que pasa es que pocas tienen la suerte de las famosas. — … —De verdad. Son cinco años viéndolas entrar y salir, sonriendo y llorando. — …

Este rincón es un opening en prime time. Pasan la próxima Miss Sucre. Zap. La actual Miss Lara. Zap. La Miss Venezuela de otrora en una visita agradecida.

La belleza entra. La belleza sale. La belleza sale y entra. Zapping.

Miss Venezuela ejecutivos del canal que nos rodea por escrito recibiendo el mismo globo. Zap. “¿Problemas? ¿Qué tipo de problemas?”, casi le gritaba a la corona, a las sonrisas, a la belleza. Nadie habla. Todos los problemas terminan donde comienzan. Todos los nombres terminan en Osmel. Y también me cuesta dar con una imagen capaz de resumir nuestra idea de éxito de un modo más eficaz que el nombre de Osmel Sousa. Extranjero. Zap. De origen humilde. Zap. Dueño de un secreto que lo ha hecho grande. Ningún político. Zap. Ningún atleta. Zap. Ninguna orquesta. Zap. Nadie nos ha dado tantas alegrías nacionales como Osmel. Zap. Mitología. Zap. Un hada madrina cáustica. Zap. Mezcla de inconsciente colectivo. Zap. Pop. Zap. Verdad. Zap. Leyenda. Zap. Popsmel. Zap. Un híbrido. Zap. Como El Coco. Zap. Como el Ratón Pérez. Zap. Como los Reyes Magos. Zap. Osmel no existe.

—¿Sabes desde cuándo está la placa acá? — … —¿Qué crees que signifique lo que dice… que la hayan puesto acá? — … —¿Tienes idea de quién pudo haberla puesto? — … Sí, ellas quieren ser Miss Venezuela. Por eso callan, pero no se van. No quieren dejarme allí solo, preguntándome cosas que no necesitamos saber.

Son musas de la mesura.

Mi hirsuta y conspicua figura llena de kilos de más se mantiene marginada. Estamos en los puestos de estacionamiento de la entrada. Quien me habla insiste en que no ponga su nombre. Zap. Lo llamaremos Genaro. Genaro y yo somos feos. Por eso estamos afuera, ajenos a esta Grecia tropical donde quien no sea perfecta puede serlo. Los bellos no nos miran. Nos saltan. Zap. Ésta es la Quinta Miss Venezuela, una casa con trinitarias que corona las Colinas de Los Caobos y rodeada por el canal de televisión abierta más importante del país. Sus antenas, quizás, sean las culpables del zapping vital que parece regirlo todo. Cada una de las mujeres que pasa quiere adelantar, retroceder o pausar el tiempo.

—A mí me gusta. No sé qué significa, pero es profunda. Ha sido un problema. — … —Siempre es así. Gente echándole la culpa a otra gente. Pregunto por qué ha sido un problema, pero me devuelven una indiferencia sonora. Algo peor que el silencio: un globo inflado de evasión en respuesta a mis preguntas que no son preguntas sino nuevas formas del silencio. Zap. “¿Problemas? ¿Qué tipo de problemas?”, casi le gritaba a Genaro. Zap. “¿Problemas? ¿Qué tipo de problemas?”, casi le gritaba a los

La placa y yo somos extra­ terrestres. Seres de otras coordenadas. Cosas de verdad. Zap. Un par de agentes Smith tropicales. Zap. Tres princesas caribe en silencio. Acompañándome. Zap. Los seis estamos con las nucas rendidas a la placa de Mireia, traduciéndola. Cuarenta y dos vértebras en silencio. Zap.

E

n el radio de Genaro, lejos, suena un tanguito. Oye la Emisora Cultural de Caracas. Queda en esta misma colina, pero tanta cercanía le impide nitidez a la señal y algo de estática enmaraña la voz de Goyeneche. Zap. Yo pienso

No es éste el mejor lugar para el enunciado de Genaro.

Venevisión laberinto y salvavidas. “Venevisión, ¡cooo-mooo-tú!” Zap.

A

cá todos sospechamos de las cosas que requieren involucrar a un árbitro, a un jurado. Todo lo que está intoxicado con el asunto

Su apetito es darle sentido a los lugares comunes: dejar la bandera en alto, representarnos en el mundo, encarnar la belleza de la patria. Patria. Esa palabrita que de inmediato engrapamos al nombre de un prócer o de una batalla. Callan… pero están. No se van, no desisten. Tampoco saben en qué perseveran, pero perseveran. Son casi un asunto geopolítico.

Tanto la placa de Mireia como yo estamos en el asfalto de una vía pública que rodea la colina. No en la calzada, no en los escalones que suben a las paredes rosadas, no en los tacones altos de las niñas. Sí, tengo permiso para estar acá. Pero en Caracas pocas veces la respuesta correcta sirve de algo. Hay oficios, lugares y momentos en los cuales no se espera que el otro hable. Gargantas que pretenden el silencio posterior a su propio ladrido. Cualquier venezolano se sabe tres nombres necesarios de tres venezolanos estratégicos para salir de cualquier atolladero de tres maneras distintas. Es un don del Caribe. Y la vulnerabilidad del Gran Hermano es que se vuelve capital simbólico circulante, propiedad de todos, referencia. Pero no uso mi lista, no uso mis tres, no gasto mis cartuchos. Zap. Zap. Zap. No me callo. Suelto un hachazo:

Todos los ojos acusaron los escotes de las tres princesas, cuestionando sus volúmenes. Y de nuevo callan… pero están. No se van, no desisten. Tampoco ahora saben en qué perseveran, pero perseveran. Son, en efecto, un asunto geopolítico. Una zona en reclamación. Y es que Genaro ha venido al corro en torno a la placa para exhibir su invulnerabilidad de “Son cinco años viéndolas entrar y salir, sonriendo y llorando”. Pero la cremallera de los chándales idénticos estaban a la altura precisa para entusiasmar a Smith, para envalentonarlo, para conmoverlo hasta el argumento hiperbólico de una imprudencia que no le permite huir de sí mismo. Los ojos de Smith en los escotes de las princesas. “Es difícil explicarlo, pero yo la entiendo. O sea, lo que creo que quiere decir. Es que la verdad es la verdad, pues”.

Ubicación: En el asfalto de la calle Bella Vista, pegada a la acera, un poco más baja, de los escalones de la entrada a la Quinta Miss Venezuela. En la colina de Los Caobos, pasadas las entradas principales de los edificios de Venevisión al final de la Avenida de la Salle.

E

—Disculpe, hermano, ¿tiene permiso para estar aquí? — …

E

l logotipo de Venevisión está compuesto por una V mayúscula y una corona de laureles que abraza el vértice de la letra. Smith, como sus clones, tenía recién planchado el blazer oscuro con la V laureada Los dueños del canal de TV que bordada en dorado, destellante a la altura del corazón. mina esta colina son propietarios de Incluso embelesados recuerdan a “V”, aquella serie de la Quinta Miss Venezuela. El canal televisión de Kenneth Johnson. El canal que nos rodea la transmitió como por 1985. Me asustaba a produce y transmite 1 Como éste es un proyecto artístico, el evento anualmen- cedo a la tentación de hablarles de otra punta de mujeres hermosas que engullían te. También poseen propiedad de los Cisneros: su colección ratas blancas de laboratorio de un solo bode arte contemporáneo. Es una de las cado. Diana, la líder visitante, interpretada el equipo de béisbol más completas, costosas y visibles del país, y se conecta muy eficazmente por Jane Badler, esculpió arquetipos eróticapitalino y hacen los con la CIFO: Cisneros Fontanals Art cos interplanetarios a toda una generación operativos de infor- Fundation, ubicada en Miami, con un programa de becas para artistas. Como mezclando poder, belleza y peligro en una mación más grandes en el equipo de béisbol, como en el sola tragedia. Aquella frase de Alberto comunicacionalmen- Miss Venezuela, como en Venevisión, no cualquiera puede presentarse. En los Barrera Tyszka, el autor de la telenovela te hablando cada vez estatutos de sus dos programas de becas que ahora ocupa el horario de la noche del que hay elecciones. 1 queda claro que “A ambos programas sólo se accede por invitación” del Comité canal que nos rodea: “La televisión reelaAsesor Honorario. Sigamos leyendo. Cada nación latibora la tragedia más grande y la devuelve noamericana tiene a su familia Cis- convertida en un show”. neros. Los necesitamos. Genaro se ha acercado sin que nadie lo vea. La marcha de Venevisión es el soundtrack oficial de los momen—Quizás sólo quiere decir que las cosas de verdad se tos significativos de nuestra historia ven mejores desnudas… contemporánea. Lo fue en febrero de — … 1992, otro de esos momentos en los cuales parece suceder todo, cuando Una nueva tragedia. Me quedo anclado al melodrael presidente Carlos Andrés Pérez se ma. No más zapping. refugió en los recovecos de esta colina llena de antenas y de poderes para responderle al Golpe de Estado. Lo fue en 1998, cuando el canal que nos rodea fue el primero en anunciar que el nuevo presidente era el otro protagonista de seis años atrás. de eso y es como si, también, todo sucediera en un lugar. En una colina. Todo. La verdad.

n esta colina que ve a Caracas tan de cerca soy yo quien resulta sospechoso. Me lo hacen saber dos hombres del personal de Seguridad, sospechantes de oficio. Dos de ellos se acercan a interrumpir mi diálogo con las tres muchachas. Dos vigilantes a quienes una enorme antena parabólica y plateada les sirve de fondo destellante mientras se acercan.

El triángulo equilátero del play es demasiada verdad.

J

La verdad. La verdad es un acuerdo y en esta colina se fragua el espectáculo.

Es necesaria una excitante inocencia para creer en él. Hoy tres misses me confiesan que sí creen en el Osmel malo. Si no se portan bien no les trae la corona. Quizás por eso las tres niñas que salen cansadas y en chándales idénticos callan cuando las llevo a la placa. Callan como si quisieran hacerlo. Como si supieran hacerlo. Como si hubieran practicado.

Así se piensa aquí arriba: como delante de una pantalla. Cada vez que algo incomoda, siempre hay otra opción. Rating a favor de evasión. Zap. Zap. Zap.

usto al lado del primer escalón, en una entrada que convierte la pasarela en un asunto cotidiano, alguien puso una placa que dice: “A LA VERDAD / (Se escapó desnuda) / Monumento Fragmentado / Caracas 2011-2012”. Nadie sabe quién la puso, pero Genaro ya se la aprendió de memoria.

—¡Qué bueno que se acercaron! A ver qué opinan ellos, chicas. Panitas, díganme algo, ¿saben desde cuándo está esta placa aquí? — … —¿Qué creen que signifique lo que dice… que la hayan puesto acá? — … —¿Tienen idea de quién pudo haberla puesto? — …

en el Carlos Gardel de José Ignacio Cabrujas, en su pieza “El día que me quieras”, cuando le dice a Pío Miranda, el conmovedor comunista de Gato Negro: “Hay algo apresurado en este país, que, desde luego, ha terminado por impresionarme. Como si todo sucediera en un momento... como si algo grave estuviera a punto de pasar y la gente se quedara en silencio...” Zap.

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de representar a este acuerdo geográfico que somos nos parece trucado, ensayado y con las coronas acordadas. Zap. Las elecciones. Zap. El béisbol. Zap. Los concursos de belleza. Zap. Están en todo. Zap. La verdad. Y entonces uno de ellos, Smith, pareció recordar sus sospechas e iba a hablarme cuando: — … —Es difícil explicarlo, pero yo la entiendo. O sea, lo que creo que quiere decir. Es que la verdad es la verdad, pues. — …

No hay nada ilícito: al fin y al cabo Kenneth Johnson sólo pudo imaginar “V” después de haber hecho “The Bionic Woman”. Y entonces Smith salió a defender a sus princesas, quemándolo todo. —Todo puede ponerse siempre un poquito más bonito. Además, me dijeron que esta placa van a quitarla. No tiene permiso de estar aquí… — … — … — … — … sapo. Y ese insulto susurrado por Genaro luego de los tres silencios dejó el suspenso necesario para el final de otro capítulo. Porque en Colinas de Los Caobos hay un castillo de princesas biónicas, con voces de otro mundo y un canal que la rodea. Y lo que parezca demasiado real puede quitarse. Así es la ficción. Así es el espectáculo.

José Ignacio Cabrujas también hizo grandes telenovelas en el canal rival del monstruo que nos rodea. Junto a Salvador Garmendia intentaron la telenovela cultural, que no era otra cosa sino tratar a la gente con respeto sin dejar de entretenerlas. La honestidad del melodrama. El buen juicio catódico. Me acuerdo

La voz casi infantil de una de ellas abortó la vocación policial de Smith. La belleza y esa voz fueron capaces de devolverlo a la placa. Él también quería ver lo que esa niña de otro planeta se acababa de poner en la boca. Esa voz ajena a Smith, a mí, a Goyeneche, a Cabrujas, a Gardel, a Garmendia, a Pío Miranda, a Genaro, al radio de Genaro, a Popsmel. Esa voz que lo cambió todo. Zapping.

Así es la belleza. Esto es apenas una carta de ajuste. Bip. ⬢


FotografĂ­a: Rosley Labrador


frAgmeNtoS del moNUmeNto

a La VeRdad

eN lA cUidAd de cArAcAS

OcTaVa PLaca: EL ÁViLa Página 21

DUODÉciMa PLaca: MiSS VEnEZUELa Página 29

ciTaS SELEcciOnaDaS POR La aUTORa

DÉciMa PLaca: EL ManÍ Página 25

PRiMERa PLaca: PETaRE Página 7

nOVEna PLaca: MaRia LiOnZa Página 23 SÉPTiMa PLaca: La UcV Página 19

⚑ “Se le puede dibujar en un muro, concebirlo como una obra de arte, construirlo como una acción política o como una meditación. (…) Pero siempre habría que re­situar los callejones sin salida sobre el mapa y, de este modo, abrirlos sobre las posibles líneas de fuga.” Gilles Deleuze y Felix Guattari, Rizoma, PreTextos, Valencia, 1977

⚑ “¡Haced la línea y jamás el punto! (…) ¡No suscitéis un General en vosotros! ¡Haced mapas y no fotos ni dibujos! (…) Hacer mapa, como lo hacen la orquídea y la avispa, es más acción que represen­ tación.” Gilles Deleuze y Felix Guattari, Rizoma, Pre-Textos, Valencia, 1977


Se escapó desnuda Un proyecto sobre la verdad (Caracas 2011-2012 ) Mireia Sallarès

Esta publicación se ha editado con motivo de la exposición de “Se escapó desnuda, un proyecto sobre la verdad (Caracas 2011-2012)”, que forma parte del ciclo “El fin es de donde partimos”, comisariado por Karin Campbell para el Espai 13 de la Fundació Joan Miró de Barcelona en 2012.

This publication has been produced on the occasion of the exhibition ‘She Escaped Naked: A Project on the Truth (Caracas 2011-2012)’, part of the series ‘The End Is Where We Start From’, curated by Karin Campbell for Espai 13 at the Fundació Joan Miró in Barcelona in 2012.

La totalidad del proyecto, que esta publicación sólo documenta en parte, ha sido posible gracias a la inestimable ayuda y complicidad de la Organización Nelson Garrido (ONG) de Caracas y a una beca a la creación del Consell de les Arts i la Cultura de la Generalitat de Catalunya, en 2011. Su plasmación expositiva ha sido posible gracias a los recursos ofrecidos por la Fundació Joan Miró.

The entire project, only partly documented in this publication, has been possible thanks to the inestimable help and support of the Organización Nelson Garrido (ONG) in Caracas, a grant from the Consell de les Arts i la Cultura of the Generalitat de Catalunya (the Goverment of Catalonia) in 2011. Its translation into exhibition form has been made possible through funding by Fundació Joan Miró.

Para más información sobre la localización de las intervenciones en el espacio público, consulta el mapa en http://g.co/maps/k43ux Para la versión completa traducida al inglés, más información y seguimiento del proyecto, próximamente en: www.mireiasallares.com

For further information on the location of the interventions in the public space, visit http://g.co/maps/k43ux The complete translated English version, fur­ ther information and follow-up on the project will soon be available at: www.mireiasallares.com

EDICIÓN / EDITION Mireia Sallarès TEXTOS / TEXTS Helena Braunštajn, Leo Felipe Campos, Hugo Prieto, Willy McKey & Mireia Sallarès FOTOGRAFÍAS / PHOTOGRAPHS Nelson Garrido, Rosley Labrador, Gerardo Rojas, Rafael Serrano & Sebastian Berns FOTOGRAFÍA DE LA PORTADA / COVER PHOTOGRAPH Gerardo Rojas IMAGEN ORIGINAL DEL MAPA DE CARACAS / ORIGINAL IMAGE OF CARACAS CITY MAP Instituto Cartográfico de Venezuela DISEÑO GRÁFICO / GRAPHIC DESIGN Sebastian Berns TRADUCCIÓN / TRANSLATION Graham Thomson IMPRESIÓN / PRINTING Imprintsa / 200bis.com PRIMERA EDICIÓN / FIRST EDITION OF 2.000 AGRADECIMIENTOS / ACKNOWLEDGEMENTS A Nelson Garrido por haberme recibido con los brazos abiertos y por su ayuda en momentos críticos; a Helena Braunštajn y Sebastian Berns por su cariño, valiosos consejos y por haber compartido parte de la aventura en Caracas; a Teresa Mulet por sus sugerencias, apoyo emo­ cional y ayuda en el diseño gráfico de las placas de mármol; a Miguel Von Dangel por nuestras charlas, su delicadeza y complicidad; a Leo Felipe Campos por ilusionarme; a Boris Muñoz por acompañarme; a Marc Caellas por recomendarme; a Hugo Prieto y Willy McKey por su amistad y sus crónicas; a Jairo Gudiño por cuidarme tanto; a Natalya Critchely y a Tomás Lares por su gran hospitalidad; a Javier Aizpurua por facilitarme la vida; a Ernesto Frías por su ayuda en Petare; a Edelmira de Álvarez y Mª Eugenia Ramírez por su ayuda en San Agustín; a Rafel Machado por su ayuda en la Torre David; a César González por su profesionalidad al volante y su buen humor; a Richard por su mototaxi. A toda la ayuda recibida de la gran y querida familia de la ONG: Gala Garrido, Rosley Labrador, Gerardo Rojas, Alberto Gutiérrez, Natalya Odüber, Juan Medina, Ar­ jenis Valdez, Adán Zarazate, Luis Brito y Carlos Ancheta, entre tantos y finalmente; a la primera: a Lisbeth Salas por haberme presentado al maestro Garrido. A Luís y Eglis Torres por su ayuda técnica en la colocación de placas; también a Ezequiel Borjes, Tulio Hernández, Ana Khan y Rafael Serrano. Y finalmente, a todos los entrevistados que creyeron que valía la pena conversar sobre la verdad: Jean Mark Tausik, Miguel Von Dangel, Ezra Heymann, Armando Rojas Guardia, Tamara Adrián, Margarita Lopez Maya, Alejandro Moreno, Claudio Mendoza, Eduardo Liendo, Sandra Pinardi, Nidia Cárdenas, Mª Eugenia Ramírez, Mercedes Del Toro, Ismenia de Menenses, Mª Elena Lairet, Gladys Rojas Linares, Antonieta Rodríguez y Francisco Zuniaga.

Fotografía: Rosley Labrador


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