En la localidad de Bosa, específicamente en los barrio San Bernardino y San José, la comunidad campesina e indígena Muisca del sector se ha organizado para desde su propias chagras y huertas, brindar alimentos sanos y sin químicos a sus familiares y amigos.
E
n la localidad séptima de Bogotá, existe una comunidad que se resiste a la expansión urbana. Una población que ha buscado, desde la llegada de proyectos urbanísticos a su sector, el preservar sus costumbres arraigadas a la tierra y a la agricultura. Por tal razón, se ha organizado en grupos que se encargan de llevar a cabo todas las fases de siembra y recolección de alimentos y plantas medicinales. Este proyecto, que busca soberanía alimentaria en el sector y permitir a estas comunidades el desarrollo económico desde sus actividades ancestrales y desde su cosmovisión; está articulado con la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, los habitantes del lugar y el cabildo Mhuysqa de Bosa.
En estos espacios, se busca que desde los más jóvenes hasta los adultos mayores participen en la compra de semillas, la limpieza de las parcelas, la elaboración de camas para sembrar, el riego, la preparación y aplicación de abono; y por último, la recolección y posterior venta de los vegetales y plantas que allí se cultivan.
Dentro de los vegetales y plantas que más se siembran y consumen, están por un lado las plantas medicinales y aromáticas como: el tabaco, la yerbabuena, la menta, la ruda, la sábila y la caléndula. Por
otro lado, dentro de las hortalizas y legumbres, se encuentran: el maíz, la lechuga crespa, la acelga y el coliflor.
Huerto de acelgas ubicado en el Barrio San Bernardino Además de plantas para el uso y el consumo, la comunidad siembra también flores que embellecen sus huertos y el invernadero que se ubica en las cercanías del Qusmuy, casa ceremonial Mhuysqa.
Este proyecto a su vez, está vinculado a los proceso de memoria histórica que se adelantan en la vereda, que hasta hace muy poco se consideraba netamente rural, pero que ahora con la construcción de los conjuntos residenciales Campo Verde y El Edén, han comenzado a ver como la urbe comienza a invadir su territorio.
En esta fotografía es evidente la tensión entre lo rural y lo urbano debido al contraste entre los cables de energía y el siembro de maíz
Erminda Neuta comenta:
“Desde siempre mi familia sembró y cultivó lo que comíamos en casa, es una práctica que llevamos en las venas, desde muy pequeños hemos estado acostumbrados a realizar labores de agricultura. Hoy en día es que los jóvenes prefieren estar en sus celulares o en internet, y se olvidan de su legado. Por eso, desde estas huertas se les está enseñando a niños, niñas y jóvenes que el amor por la tierra es una herencia de nuestros antepasados y la debemos continuar”.
Erminda Neuta, mujer Mhuysqa quien recuerda su infancia en un territorio puramente rural Si bien, cada vez son más reducidos los espacios que la comunidad tiene para desarrollar sus proyectos de agricultura, es un hecho, que la población busca establecer esta práctica a mayor escala para que todas las generaciones campesinas e indígenas, encuentren en estas dinámicas socioculturales una manera de resistir ante el olvido y la cultura hegemónica.
“El empoderarnos nuevamente de las técnicas de cultivo, es un gran avance para nuestra comunidad que está en proceso de reconstrucción” Sebastian Olarte Fonseca