Cuadernos por una nueva independencia. Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios 3

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CUADERNOS POR UNA NUEVA INDEPENDENCIA Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

3 Marzo, 2015


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Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner Vicepresidente de la Nación Amado Boudou Ministra de Cultura Teresa Parodi Jefa de Gabinete Verónica Fiorito Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional Ricardo Forster Director Nacional de Pensamiento Argentino y Latinoamericano Matías Bruera Director de Asuntos Académicos y Políticas Regionales Francisco "Tete" Romero Coordinador de Políticas Territoriales Homero Koncurat

Cuadernos por una Nueva Independencia Coordinación de la edición Giuliana Mezza Diseño de tapa Carlos Fernández Diseño de interior Mario a. de Mendoza F. Corrección Juan Martín Rossi

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Geografías heterogéneas IMPULSADO POR LA POTENCIA DE UNA CULTURA CON ECOS LOCALES, nacionales y regionales, el Gobierno llevó adelante el necesario desafío de volverla protagonista de la etapa de transformaciones que atraviesa el país. Se trata, ni más ni menos, de hermanar la cultura con todas aquellas tradiciones políticas, estéticas y filosóficas que definen lo que somos, comprendiendo que no existe la una sin las otras. Se trata de crear espacios contundentes que apunten hacia la construcción del futuro con la memoria del pasado. Precisamente, estos foros –bisagra del pensamiento entre el Bicentenario de 1810 y el de 1816– se proponen revisar los idearios, los procesos y los actores que han configurado una serie de discursos a lo largo de doscientos años de vida soberana. Porque el momento actual de la Argentina requiere poner en palabras, que hablen el lenguaje de la pluralidad, de las geografías heterogéneas, el país que deseamos ser. Con los Foros por la Nueva Independencia, ampliamos los temas de discusión y las perspectivas para abordarlos. La riqueza de una cultura, justamente, anida en el entrecruzamiento de miradas y puntos de vista. Por eso, como ministra de Cultura de la Nación, me enorgullece abrir aquí este espacio federal de debate, guiado por los lemas emancipatorios del pasado, que resuenan, aún hoy, cuando el pueblo latinoamericano pronuncia con esperanza la palabra “futuro”. Teresa Parodi Ministra de Cultura de la Nación

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Introducción a los Foros por una Nueva Independencia >> Ricardo Forster Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional

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EL NUESTRO HA SIDO, DESDE SU FUNDACIÓN, UN país de permanentes controversias entramadas, la mayoría de ellas, con la política; como si cada segmento de la vida pública y privada viniera a expresar una manera de posicionarse ante los modos, distintos, de pensar y construir la Nación. Ya en el amanecer de Mayo se pusieron en juego no sólo alternativas políticas enfrentadas entre sí, sino que también se abrió una clara confrontación cultural que irradió sobre las decisiones económico-políticas hasta definir los proyectos de país que fueron desplegándose a lo largo de nuestra historia. Herencias, tradiciones, debates, conflictos, escrituras y libros estuvieron, desde el comienzo, en el centro de la política, allí donde las identidades nacientes requerían de apropiaciones simbólico-culturales legitimadoras. Pocos gestos más elocuentes y fantásticos como aquel de Mariano Moreno traduciendo el Contrato social de Jean-Jacques Rousseau y convirtiéndolo en el núcleo de su visión política, en el sueño de transformar a esa aldea arrojada en los confines del mundo en una sociedad jacobino-republicana; como si allí, en la aurora de nuestra historia, se hubieran cruzado los caminos de la invención cultural con los de la utopía política. Anticipar narrativamente a la Nación sería una constante de nuestro complejo y laberíntico derrotero a lo largo de estos dos siglos de vida independiente. Pero en esos relatos construidos con diversos retazos, lo que se buscó, desde el inicio, fue la solidificación de identidades políticas fuertemente sostenidas sobre pilares legítimos, culturalmente sobresalientes y capaces de inventar identidades arraigadas en venerables tradiciones allí donde poco tiempo antes no había nada, apenas el esfuerzo de sobrevivir en estas geografías lejanas e inhóspitas. Por eso, aunque no exclusivamente, la política en la Argentina se desplegó no sólo como construcción de instituciones o como forma de gestión gubernamental sino también, y de modo decisivo, como espacio de identidades culturales capaces de dar el salto por sobre la racionalidad del relato de origen para arraigarse en sentimientos míticos. En esa narración fundacional y extraordinaria que emerge del Facundo, lo que


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viene a poner en evidencia la pluma de Sarmiento es la convicción de que el combate político sería, fundamentalmente, un combate por los símbolos, es decir, que los lenguajes culturales, su capacidad de generar mitos e identidades colectivas, serían el centro controversial del país, el punto de inflexión para elegir, desde la mirada sarmientina, el camino de la civilización y/o el de la barbarie. Aunque también nos permitió descubrir las imbricaciones y deudas sorprendentes entre visiones y tradiciones intelectuales opuestas y en litigio permanente. Como si no pudiéramos eludir, y esa sea quizás una de las búsquedas secretas de estos foros, la necesidad de interrogar las genealogías compartidas y los caminos cruzados de quienes pensaron el país desde visiones enfrentadas. Una riqueza inesperada nos sale al paso cuando somos capaces de romper los dogmatismos y las miradas unilineales. Poner a dialogar diferentes miradas e interpretaciones constituye un ejercicio de fecundidad democrática que no anula las discrepancias, las querellas y los conflictos que nos siguen atravesando. Simplemente nos permite ser más agudos y comprensivos. Desde aquellos días fundacionales de un país que todavía no se sabía a sí mismo y se buscaba con intemperancias y violencias, con esperanzas y frustraciones, con agudezas teóricas e invenciones poéticas, la política se entrecruzó con lo identitario cultural generando las condiciones de un arraigo que, con matices, continúa hasta el presente: unitarios y federales, alsinistas y mitristas, liberales y radicales, anarquistas y socialistas, peronistas y antiperonistas, han sido algunas de esas cristalizaciones que vuelven muy difícil separar el discurso de la política de ese otro que se entrama con las oscuras amalgamas que definen las identidades y sus mutaciones a lo largo del tiempo. Hoy, cuando las identidades políticas y culturales ya no pueden ser concebidas desde una perspectiva esencialista y cuando los cambios y el flujo constante que caracterizan a las sociedades del capitalismo contemporáneo las debilitan, se vuelve fundamental seguir indagando por sus cristalizaciones y transformaciones a lo largo de nuestra historia. Claro que esas divergencias político-culturales no se dirimieron, por lo general, • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

en ámbitos académicos o en espacios democráticos; más bien abrieron el camino para distintas formas de guerra civil que atravesaron parte de nuestra historia y que siempre volvieron difícil, por no decir casi imposible, la construcción de una democracia capaz de amparar la diversidad. La violencia, y los sueños de otro país dentro de un país carenciado de justicia y de igualdad, han recorrido como un hilo rojo el laberinto argentino y han definido la compleja urdimbre de las identidades políticas y de los lenguajes culturales sostenedores de esas identidades. Tal vez una de las más significativas, y que todavía sigue actuando en los imaginarios sociales, es la antinomia peronismo-antiperonismo, antinomia que ha sufrido mutaciones significativas a lo largo de más de medio siglo y que hoy vuelve a emerger en la escena política aunque metamorfoseada por la forma kirchnerista del actual peronismo. Han sido esos antagonismos y la virulencia con la que se han ido manifestando los que, en gran medida pero no únicamente, debilitaron la construcción de una genuina práctica democrática, transformando por lo general a la política en un campo de batalla del que sólo se podía salir venciendo al enemigo (o aniquilándolo, como hiciera la dictadura videlista que, cómo olvidarlo, reclamó para sí toda la suma del poder político-militar para “devolverle” al país “la democracia contaminada por la corrupción y las ideas subversivas y extranjerizantes”, de acuerdo al léxico espantoso de la jerga dictatorial). Discutirnos críticamente significa, también, penetrar sin complacencias en los usos del lenguaje, en su profundo impacto en las diferentes construcciones políticas e ideológicas. Pero también significa darles su lugar complejo a los antagonismos ideológicos y económicos como expresión genuina de la democracia y como evidencia de lo no resuelto y de las desigualdades de nuestra sociedad, impidiendo que se conviertan en excusas para violentar la diversidad política y cultural. El saldo de cuentas, al menos desde 1930 en adelante, no ha sido auspicioso a la hora de generar las condiciones para una genuina solidificación de las instituciones democráticas, en especial allí donde algunos de los gobiernos que intentaron beneficiar ——————————————————————

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Introducción

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no a los poderes del establishment sino a los sectores populares, fueron desbancados no sólo por el accionar golpista de los militares y de los grupos concentrados del poder económico sino por el deseo, claramente manifestado, de sectores medios que han sospechado –y lo siguen haciendo– de la política y del Estado como máquinas de recaudación y de saqueo. Una poderosa tradición antipolítica recorre los subsuelos de la historia argentina; una tradición que desde los lejanos años treinta hasta alcanzar también nuestra contemporaneidad ha venido, con movimientos espasmódicos, a confluir con aquellos imaginarios político-culturales inclinados, de distintos modos, hacia lo destituyente de esa misma democracia que sólo puede desplegarse allí donde se afirme la presencia de lo político como forma persistente del litigio y del conflicto, en especial aquel que gira alrededor de la cuestión, siempre insatisfecha, de la igualdad. En todo caso, cuando en algunos de los mojones de nuestra historia ese ha sido el núcleo del conflicto –la visibilidad del litigio por la igualdad, la exigencia de los incontables por ser contados en la distribución tanto de los bienes materiales como de los simbólicos–, lo que inmediatamente fue atacado por algunos de los portadores de la “genuina” gramática republicana ha sido, precisamente, la imperiosa necesidad, convertida en derecho y en afirmación identitaria, de esos incontables por dirimir los lenguajes con los que se iría a nombrar esa misma República. No resulta menor, de cara al Bicentenario de Julio y a la necesidad de interrogar, al mismo tiempo, nuestro recorrido como nación y las perspectivas que se abren en el presente –que suele ser el lugar donde se dirime el futuro–, continuar indagando en esos modos del decir, en esas tramas del lenguaje que han guardado, ayer y hoy, acá, entre nosotros, las claves de una historia atravesada de lado a lado por la querella de los significados. La dictadura iniciada en marzo del 76 profundizó la proliferación del sesgo antipolítico, algo sordamente arraigado en el sentido común de amplios mundos sociales, en especial de las clases medias, que venía a apuntalar la sospecha, nunca disipada, hacia la política y hacia los políticos Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 3

en beneficio de diversos experimentos autoritarios y relacionados con prácticas que viniendo de otros lugares (los cuarteles, los grupos corporativo-económicos, la Iglesia, etcétera) pudieran escapar de la “maldición” política. La frustración alfonsinista, golpeada ella también por las acciones destituyentes que recorrieron y recorren el hilo de la democracia argentina desde Uriburu en adelante y con diferentes modalidades, dejó abierta nuevamente la compuerta para que esas aguas antipolíticas vinieran a inundar las conciencias ciudadanas dispuestas, una vez más, a elegir una opción que les permitiera sumergirse en las aguas puras de una renovación virginal que acabaría, como las otras, arrasando con derechos y patrimonios del conjunto de los argentinos en nombre del progreso y de la regeneración de la vida republicana, eufemismos que escondieron y esconden el deseo de los pocos de seguir usufructuando las riquezas creadas por los incontables. Extraña paradoja la nuestra, que aquellos mismos que siempre hablaron, y lo siguen haciendo impunemente, de calidad institucional y de recreación de la República sean los que, cuando tuvieron la oportunidad, se dedicaron a rapiñar a esa misma República que tanto reclaman y admiran. En nuestra historia ha habido una distancia, a veces infranqueable, entre las palabras y las cosas; distancia multiplicada allí donde la retórica pareció desplegarse con independencia de los acontecimientos generando las condiciones fantasmagóricas de una realidad en absoluta oposición a esa misma trama discursiva que venía supuestamente a legitimarla. Ya no se trató de aquellas escrituras (como las de Moreno o Sarmiento, por citar a estos dos paradigmas que atraviesan nuestra memoria histórica) que se anticipaban a lo todavía por acontecer o que eran portadoras de una potencia que lograba capturar, desde una determinada perspectiva que acabaría por volverse hegemónica, las corrientes profundas de un país en vías de construcción; ni tampoco de aquellas otras (como las de José Ingenieros, Leopoldo Lugones, Ezequiel Martínez Estrada, Jorge Luis Borges, Carlos Astrada, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, José Luis Romero, John William Cooke, Silvio Frondizi,


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Nicolás Casullo, León Rozitchner, David Viñas, entre otros) que desde el ensayo político, filosófico y literario buscaban auscultar los latidos de una sociedad indescifrable o definitivamente perdida. Se trató, y se trata, de ciertos relatos que proyectan sobre los otros el daño que ellos mismos han contribuido a infligirle a la Nación; relatos que se escudan en la pureza de un republicanismo supuestamente virginal e incontaminado que suele esgrimirse contra todas aquellas experiencias políticas populares, arraigadas en las napas más profundas de la memoria colectiva que, atravesando de diversos modos la historia nacional, tendieron a hacer visibles a los invisibles de esa misma historia. Por eso se trata, en estos tiempos de debates impostergables, de hincarle el diente no sólo al sentido de las palabras, a los modos del nombrar sino, también, a los entrelazamientos efectivos entre esas mismas palabras y las intervenciones materiales en los destinos del país. La experiencia de la década del noventa (hegemonizada por lo que se ha llamado el “menemismo”) ha sido, más cercana a nosotros, el eje de un nuevo giro antipolítico de amplios sectores sociales; una época caracterizada por el dominio abrumador de la ideología de mercado entramada, ahora, con la retórica de un movimiento de raíz popular que vino a deshacer, a través de algunos de sus principales referentes, aquello mismo que había contribuido, décadas atrás, a construir. El menemismo (la forma que entre nosotros asumió la ideología neoliberal), sobre todas las cosas, vació la relación entre política y bien común, devastó la trama entre política e identidades culturales transformándola en una retórica hueca y cínica. Agusanó hasta pudrirla la relación entre democracia, espacio público y Estado, multiplicando el mito, tan argentino, de lo que Horacio González ha llamado la ideología de la “emboscadura”, aquella que cuestiona y sospecha de todo a partir no de una diferenciación ideológica y política sino a partir del amarillismo mediático que siempre “desnuda” lo que hay detrás; la certeza, tan enquistada en la cultura nacional y con fuerte presencia en las clases medias, de que todo se hace

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en función de un cierto negocio. Ya no se trata de discutir ideas, de entender la relación compleja entre política, cultura y economía; lo que se busca es reducir esa dimensión a una cuestión de “caja”, llevando la política hacia ese eterno lugar de sospecha que, entre nosotros, constituye todo un gesto cultural. En estos Foros que buscan indagar los caminos de una nueva Independencia se tratará –esa es nuestra aspiración– de poner en juego las diversas tradiciones argentinas como lenguajes y prácticas sin los cuales no es posible imaginar caminos emancipatorios. Se trata, si intentamos colocarnos en la estela del Bicentenario, de regresar sobre las antiguas querellas, no para cristalizar aquello que nos remite a otro país, sino para reafirmar la convicción tallada intensamente en el cuerpo de nuestra joven democracia de que no hay posibilidad alguna de recrear la Nación, de refundar la República, “olvidando” los caminos recorridos, dejando atrás y sin desatar los nudos de nuestros litigios. Los relatos del pasado siguen siendo un campo de genuina disputa cultural-simbólica no sólo porque ello responde a las necesidades del gremio de los historiadores, sino, fundamentalmente, porque no hay, no puede haber, un proyecto de país más justo e igualitario sin redimir la memoria de los que contribuyeron a hacer visibles a los invisibles: el litigio por la igualdad sigue siendo el eje de nuestras controversias. Buscar la confluencia de los idearios que se vienen desplegando desde los días de Mayo sabiendo que, cada época, enfrenta sus propios espectros y sus propias deudas; pero saber, a su vez, que se vuelve indispensable hacer cruzar las gramáticas de la libertad con los lenguajes de la justicia y la igualdad social. En ese cruce, frustrado una y otra vez por aquellos que en nuestra historia han buscado, con diversas suertes y de modos brutales y homicidas, impedirlo apelando a la violencia y al cercenamiento de los derechos, se juega el destino del país; un destino, insistimos, en el que debemos ser capaces de pagar algunas de las deudas que desde hace más de 200 años no hemos dejado de contraer con los incontables de nuestra sociedad. •

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Tradiciones históricas y aportes de la economía política para repensar Córdoba >> Silvia S. Morón

USINA DE INTELECTUALES Y EXPERTOS, CÓRDOBA, la Docta, aún se enfrenta al desafío de explicar y explicarse las razones por las que la última experiencia de un gobierno popular, que sintetizó una nueva conciencia política democrática, popular y revolucionaria a la vanguardia del propio proceso nacional, fue la de Obregón Cano y Atilio López (25 de mayo de 1973 - 27 de febrero de 1974). Esta tradición fue interrumpida no sólo por el golpe institucional llevado a cabo por el Navarrazo (el anticordobazo, lo llama Blas García), y por el golpe cívico militar de 1976, sino además por las concepciones económico-sociales de los programas de los sucesivos gobiernos provinciales desde la recuperación democrática. A la saga o a contracorriente de la vida nacional, el modelo cordobés del angelocismo, el mestrismo y el delasotismo expresan, a nuestro entender, la contracara de la forma política en que el programa económico del gobierno popular de Obregón Cano pretendía ser implementado. Consideramos que una relectura actualizada de la categoría Régimen Social de

>> Silvia S. Morón Doctora en Ciencias Sociales con especialidad en Ciencia Política. Profesora titular de Economía Política y directora del proyecto de investigación “La dinámica del Régimen Social de Acumulación en Córdoba en 30 años de democracia (1983-2013)”. Facultad de Filosofía y Humanidades Universidad Nacional de Córdoba.

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Acumulación (RSA), introducida por José Nun en el contexto de discusión de la transición democrática en los años ochenta,1 puede ser una herramienta de análisis fecunda para ingresar a la compleja trama de relaciones económicas y políticas de la provincia de Córdoba y su vinculación con el Estado nacional. Lo que este concepto quiere enfatizar, contra todo tipo de reduccionismo economicista, es que la política o la ideología son siempre constitutivas de la economía y no meras superestructuras que se fundan en una estructura económica ya dada. Hablar de régimen revela entonces el hecho de que en la relación entre Estado y economía están entrelazados sistemáticamente un complejo de rasgos legales y organizativos, factores territoriales y demográficos, de instituciones y de prácticas que inciden en el proceso de acumulación capitalista.2 Como síntesis económico política que articula la compleja trama de relaciones que se establecen entre Estado y economía, esta categoría ayuda a dirigir nuestra mirada hacia la historia reciente de Córdoba, caracterizada por un ininterrumpido proceso de reformas neoliberales que ha tenido y tiene profundas implicancias políticas, económicas, sociales y culturales. El proceso de reformas del Estado en Córdoba –que comienza con el gobierno 1

Silvia Morón y Rubén Caro: “Régimen Social de Acumulación: historia política y económica de un concepto”, en Silvia Morón y Susana Roitman (comps.), Procesos de acumulación y conflicto social en la Argentina contemporánea: debates teóricos y estudios empíricos, Edit. Universitas, 2013. 2 Sergio Saiz: “Estado y lucha de clases: ¿instrumento, sujeto o territorio? Una aproximación a la articulación de lo económico y lo político desde la categoría Régimen Social de Acumulación”, en op. cit.


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de Angeloz a través del plan de modernización del aparato estatal y se profundiza con De la Sota con la aprobación e implementación de la “Ley del Nuevo Estado”, que significó la incorporación de capital privado, una nueva modernización del Estado y la Carta al Ciudadano– tuvo como lineamientos fundamentales la concepción ideológica de la Fundación Mediterránea. En este sentido, la usina de pensamiento de la Fundación, a través del IERAL –Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana– logró influir de manera progresiva durante los primeros años de la democracia y de forma más sistemática a partir del año 2000 en un marco nacional que atravesaba la última etapa del llamado régimen de acumulación de valorización financiera. De esta manera, a un año de la crisis del 2001, producto entre otros factores de la ejecución de políticas recomendadas por el IERAL y el Consenso de Washington, Córdoba pretendía convertirse en corazón del país implementando las mismas medidas que llevaron a una de las crisis más importantes de nuestra historia.3 Más cerca en el tiempo, un crecimiento sostenido de la deuda provincial, una estructura impositiva crecientemente regresiva –que se intensifica con la creación de la “tasa vial”– y el empleo sistemático de dispositivos de disciplinamiento social de los sectores marginados como el Código de Faltas, son algunos de los rasgos sobresalientes de la provincia. Ahora bien, resulta interesante entonces avanzar en el análisis de la coyuntura económico política cordobesa, teniendo en cuenta que, como diversos autores lo muestran (Rofman y Torrado, entre otros), la trayectoria nacional en un determinado período –delimitado a partir del RSA vigente– está lejos de ser homogénea en los distintos sub-espacios, cada uno de los cuales, en efecto, experimenta una dinámica de cambios que se acerca más o menos a la del promedio nacional. Así, si bien las características que asume el RSA en una región son fundamentalmente resultado de la orientación que induce aquel dominante a nivel nacional, también lo son de causas internas referidas a su evolución histórica anterior y al juego de las fuerzas 3

político-sociales locales entre sí y en su vinculación con el bloque de poder dominante a nivel central. Por otra parte, el abordaje de estos fenómenos sitúa de lleno al observador en la compleja discusión −teórica y empírica− relativa a la delimitación de unidades espaciales homogéneas (económica, social y/o políticamente) dentro del territorio nacional, cuestión altamente polémica en la bibliografía especializada argentina pero imposible de ser soslayada en un diagnóstico serio. Es imprescindible, por lo tanto, explorar la dinámica de la relación entre los gobiernos provincial y nacional para determinar cómo se configura el espacio social y político cordobés. El desafío, a nuestro entender, es indagar sobre la dinámica particular que asumió el RSA en la provincia de Córdoba, a través del abordaje articulado, tomando como referencia a Eduardo Basualdo, del comportamiento de variables económicas de la provincia, las intervenciones estatales y el modo en que se reconfiguraron y consolidaron los grupos de poder locales, en el ámbito económico-productivo y político-social, a partir de su relación con el Estado de la provincia de Córdoba desde 1976. Para ello, algunas de las preguntas tentativas para este análisis podrían girar alrededor de los siguientes interrogantes: ¿qué características asumió la estructura de ingresos y gastos del estado provincial durante el período? ¿Cuáles fueron los principales sectores económicos dinamizados por la política fiscal provincial en su estrategia de percepción de ingresos y asignación de recursos? ¿Qué transformaciones ocurrieron, a niveles agregados y sectoriales, en relación con la dinámica salarial y la estructura ocupacional en la provincia de Córdoba? ¿Qué características presentaron la estructura productiva y el mercado de trabajo en nuestra provincia? ¿Cómo se articuló la trayectoria provincial al interior del RSA vigente en nuestro país? Para finalizar, sostenemos que avanzar en esta dirección permitirá repensar Córdoba desde una perspectiva crítica y encontrar claves interpretativas para desentrañar las lógicas sociales actuales de la provincia en vistas a su transformación. •

Erika Schuster e Ivana Fantin: “El IERAL y las reformas estructurales del Estado en Córdoba”, en op. cit.

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Una geografía como sensibilidad política del pensamiento >> Emmanuel Biset

AQUEL ESPACIO QUE HABITAMOS, AQUELLA GEOgrafía que nos habita, está atravesada por una serie de palabras, imágenes, personas. Se nombra un lugar, unas calles, ciertos paisajes; se imaginan naturalezas, monumentos, cafecitos; se recuerdan amigos de un tiempo y de otro. Así, pensar desde un lugar, sea en este caso Córdoba, no es sino decir algo desde la densidad de un espacio singular, aquel que uno transita, aquel que lo transita a uno. Cada lugar está tramado desde el anudamiento de una serie de sentidos y sinsentidos, de restos y cenizas, que uno sólo percibe parcialmente. Por esta razón, es claro que lo que pueda decir no es sino desde mi Córdoba imaginaria. De un tiempo a esta parte, algunas certezas del pensamiento político parecen bo-

>> Emmanuel Biset Doctor en Filosofía. Investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Córdoba. Coordinador del Programa de Estudios en Teoría Política del CIECS (UNC y Conicet). Miembro del comité editor de la revista Nombres. Ha publicado: Violencia, justicia y política (Eduvim, 2012) y El signo y la hiedra (Alción, 2013).

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rrarse. Ante todo porque el sentido de ciertas palabras se difumina. Esta vacilación del sentido se debe a que cierto orden categorial del que disponíamos ha entrado en crisis en dos dimensiones: de un lado, porque nuestro vocabulario político fue construido desde ciertos supuestos epistémicos (la racionalidad moderna) y cierto orden institucional (el Estado-nación), que han sufrido duros embates como factores ordenadores de la realidad, se llame nihilismo, posmodernidad, globalización, etc.; de otro lado, porque la realidad política latinoamericana, tal como se viene trazando hace algo más de una década, ha socavado algunas de las certezas con las que estábamos habituados a pensar. Es la comodidad que pudimos diseñar en un mundo de dioses huidos la que comenzó a vacilar hace un tiempo: lo incómodo es también un llamado a pensar. Y así, la tarea del pensamiento comienza bajo esa doble condición: asumir que no tenemos un orden categorial preestablecido para dar cuenta de lo dado y comenzar a sentir una intranquilidad, cierto escozor, que no nos deja en paz. Quiero empezar diciendo, primero, que la tarea del pensamiento como exigencia del presente conlleva un enfrentamiento, una ruptura, una batalla, con cierto cinismo expandido como práctica intelectual. El cinismo contemporáneo, como muestran pensadores que van desde Sloterdijk a Žižek, es un modo de saber que todo ha sido desenmascarado pero no se puede hacer nada. Actitud que, paradójicamente, se encuentra con aquella de las almas bellas que desde su pureza intachable juzgan el presente sin contaminarse jamás con él. La tarea del pensamiento, aquel que no asume fórmulas dadas, nos arroja a redefinir aquello que entendemos por “crítica”. Con ello me refiero a cierta forma despolitizante que suele adquirir la crítica contemporánea cuando se define como distanciamiento incontaminado de lo existente. Alejarse para juzgar el mundo desde un lugar ajeno a ese mundo. Es en este sentido que se entiende la expansión del discurso de la corrupción como modo de pensar la política, donde la crítica parece ubicarse siempre en un más allá puro que muestra la política como maldad. De


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hecho, no es sólo una condena moral de la política (que busca reemplazar la política por las buenas costumbres), sino que busca una profunda despolitización: ante la expansión del conflicto, una restitución de reglas claras y precisas que homologuen la política a la gestión o al gerenciamiento exitoso. Por este motivo, segundo, quiero señalar que la repolitización que se ha dado en los últimos años nos exige repensar el lugar del conflicto. O mejor, mostrar de qué modo el conflicto no sólo es irreductible sino deseable en política. Resulta importante destacar que con el término repolitización no busco indicar que retorna la política luego de su ausencia, lo que supone el absurdo de pensar una etapa sin política. No, lo que quiero indicar es la resignificación de las valoraciones, del sentido, de las prácticas y los pensamientos políticos. Se trata de volver objeto de disputa los modos de configurar una comunidad determinada, rompiendo con aquellos discursos post-políticos, sea bajo la forma de un ejercicio de la política como administración eficiente o gestión gerencial, sea bajo la forma de un ejercicio de la política como atomismo extremo que diluye lo común. Por ello mismo, la cosa a pensar es que la misma palabra política se convierte en objeto de disputas para definir su sentido. No hay politización sino extremando aquello que define el término política, volviendo franqueables sus límites. Lo que me conduce, tercero, a señalar que la política como escenificación del conflicto tiene otro aspecto irreductible que me gustaría nombrar con la palabra justicia. Pues no hay que comprender el conflicto como una pelea menor amplificada por ciertos medios (bajo la dupla oficialismo-oposición), sino que el conflicto tiene un sentido radical cuando define un cierto orden de cosas. Quizá se pueda decir que lo que entra en conflicto es una determinada configuración del mundo. Ahora bien, este conflicto supone cierto malestar, porque las cosas van mal, porque la cosa no marcha, porque hay un dolor-mundo que no nos deja en paz; por ello es que disputamos el sentido de las cosas. Justicia nombra entonces dos cosas: ese malestar como algo que irrumpe y nos exige cambiar las cosas, pero también la posibilidad • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

de construir un mundo que no sólo disminuya las formas de dolor, sino que abra posibilidades. Una de las cuestiones a pensar es cómo traducir esta exigencia de justicia en prácticas, instituciones, leyes, sin certezas últimas de cómo debe ser el mundo y sin pretender una armonía noviolenta como ideal de convivencia. Esto supone, por último, y quizá esta sea una de las mayores exigencias actuales, volver a pensar el Estado. Ya cuando nos habíamos apresurado a decretar su muerte, o hablar de la necesidad de pensar sin Estado, su resurgimiento arroja un problema a pensar. Pero no se trata sólo de volver a formular una teoría del Estado, sino de mostrar los modos en que justamente el Estado se convirtió en un factor de politización en la disputa por la justicia. Con ello me refiero a los modos en que el mismo Estado se encuentra atravesado y genera conflictos políticos. Esto supone, por una parte, cuestionar una noción de Estado como un todo homogéneo que tendría una voluntad única, pues el Estado se encuentra atravesado por una multiplicidad de disputas que hacen que la lucha política se juegue también en la definición de su sentido. Por otra parte, dislocar una noción de Estado como mera reproducción de lo dado o reconocimiento de demandas previas, desconociendo hasta qué punto tiene un estatuto constituyente. Quisiera, para terminar, volver a esa densidad que significa en cada caso un espacio llamado Córdoba. Volver sólo para indicar que los cuatro puntos indicados aquí son impensables sin aquella tradición de izquierda que tempranamente no sólo socavó la estabilidad de un partido fósil –Gramsci–, sino que supo proponer cruces impensables para el pensamiento crítico. Leer, intervenir, al mismo tiempo en los debates más actuales de la tradición marxista y en los debates de cierta tradición libertaria radical. Las traducciones, los textos, las lecturas de Sade, Deleuze, Foucault, Derrida, Lacan, y todos ellos cruzados por el marxismo, hicieron de Pasado y presente un modo de pensar. No un legado, sino un presente que desde una geografía traza una manera de entender la tarea del pensamiento. En fin, el pensamiento como la práctica de cierta sensibilidad.• ——————————————————————

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Populismo, república y justicia >> Guillermo Vázquez

EL PENSAMIENTO POLÍTICO ARGENTINO –SI fuera posible circunscribirlo en un canon, que por cierto trasciende lo académico– se ha abocado con pasión fundamentalmente a dos poderes del Estado: Ejecutivo –el “presidencialismo”, los liderazgos populares, etc.– y Legislativo –la representación, sus límites, etc. No ha sido tan común, a pesar de que existen libros, trabajos y posiciones que atestiguan una notable preocupación al respecto, discutir el otro de los tres poderes según la división tripartita que se le atribuye, con inspiraciones varias, al barón de Montesquieu, quien la habría tomado del modelo británico de su época. Tampoco en el siglo XIX, desde los comienzos de la epopeya independentista (que aún perdura como anhelo) hasta la construcción del Estado nación tal cual lo conocemos hoy, con su orden jurídico fundacional, la situación del análisis del poder llamado “judicial” ha generado interés con el desvelo que lo hicieron los otros dos.

>> Guillermo Vázquez Licenciado en Filosofía y abogado. Secretario de Relaciones Internacionales e Interinstitucionales de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Docente de Teoría Política en la Escuela de Trabajo Social de la UNC.

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No en vano el nombre de Montesquieu fue uno de los más evocados en las discusiones legislativas sobre la reforma judicial argentina en el año 2013, así como también se leyó y escuchó su nombre como justificativo del freno que debía poner el poder judicial norteamericano, particularmente un juez de baja instancia, al gobierno argentino en la reestructuración soberana de su deuda contra los fondos buitre. Para el pensador francés, los jueces son figuras “inanimadas”, grises, marcados por una ausencia de pasiones, cuya naturaleza es similar a la de un copista (se limita a pronunciar la palabra de la ley sin interpretarla), meros calcadores de las palabras de la ley a los hechos justiciables. Una de las voces más levantadas contra los “populismos” latinoamericanos por una tradición que podríamos llamar “liberal” –en muchos casos, no sin dificultades– dentro del pensamiento político latinoamericano (y, obviamente, la teoría política argentina incluida en él) tiene que ver con el vínculo que hay entre los dos poderes, Ejecutivo y Judicial, y el límite que éste debería poner a aquél ante su carácter (naturalmente) intervencionista o cercenador del sistema republicano de checks and balances, de frenos y contrapesos, fortificado conceptual e institucionalmente por el proceso constituyente norteamericano para limitar el poder de las mayorías. Así, el nombre con que se rotula al Poder Judicial en su potestad de tomar caminos diversos al de los otros dos poderes, y de hacerlo con obligatoriedad para los súbditos de un Estado, es “contramayoritario”. Al tener la última palabra sobre la interpretación de la máxima ley argentina (su Constitución) el órgano judicial más importante, jerárquicamente, de la República, es la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Y, paradójicamente, el mismo órgano que tiene menor legitimidad democrática es, acaso, el de mayor poder de decisión sobre las cuestiones más sensibles. No se trata –y es lo que la tradición liberal busca asentar como crítica al populismo, del cual devendría una naturaleza propiamente autoritaria– de tener resuelto a priori que hay que minar el Poder Judicial para fortalecer al Ejecutivo; sería, acaso, demasiado simplista sacarse la tradición republicana de encima, y la división de po-


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deres que encarna clásicamente, sin la reflexión que nos merece en los albores del Bicentenario independentista. Sería como clausurar una institución, que por más vetusta y conservadora que pueda considerarse en una coyuntura determinada, no por ello deja de tener la complejidad social y la historia de las emancipaciones, muchas veces, también de su lado. Pero hablar de “independencia del Poder Judicial”, ya una frase común y carente casi de todo valor explicativo, debería ser una discusión pendiente que ensamble sus problemas como se ha hecho con los otros ámbitos de la política: ver la conformación de sus identidades e ideologías y el entramado de intereses en juego en sus decisiones. La tarea es repensar las fuerzas sociales actuantes en el desarrollo de ese particular de la trinidad del poder estatal. Se ha trabajado mucho en discusiones de “ingeniería institucional” –cómo hacer más democrático el poder judicial, limitándolo, etcétera–, fundamentalmente a través de las corrientes vinculadas a la democracia deliberativa (parte de la tradición política liberal) como un diferendo entre elitismo y participación ciudadana. Quizás se necesite, más bien, analizar la constitución de las identidades de las elites judiciales actuales; por qué deberían estar por fuera de las mayorías, limitarlas, proteger a cuáles minorías y en razón de qué valoraciones (¿la propiedad? ¿la libertad? ¿la igualdad ante la ley?: todas definiciones demasiado trascendentes para dejarlas en sus manos). Uno de los falseamientos más fuertes que ha tenido la idea de república en la Argentina contemporánea ha venido precisamente de la mano de esta interpretación de la función judicial como la más relevante para los “designios de la nación”. Tendríamos república porque hay un Poder Judicial que frena al Ejecutivo, o dice que son inválidas las leyes del Congreso. Los populismos latinoamericanos serían antirrepublicanos y estarían,

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además, por fuera de cualquier idea de estado de derecho. Sistema judicial y mayorías populares serían antagonistas naturales, o al menos irreductibles. Síntoma de esta disociación entre populismos y sistemas de justicia, es la casi universalización del confuso y, a nuestro juicio, mal usado sintagma “populismo punitivo”, común al garantismo, la izquierda y casi la totalidad de las expresiones autodenominadas progresistas. Como si el único carácter que adquiriera la tradición populista en materia jurídico-penal y de seguridad ciudadana fuera la represión, la restricción de derechos y garantías, la creación del enemigo interno, etc. Nos olvidamos con facilidad, por ejemplo, de la posibilidad de un discurso y una práctica política populista y garantista: véanse las palabras de Esteban Righi, ministro del Interior del gobierno de Cámpora, a la Policía Federal, tras años de represión a la vida popular. Decía Righi a las fuerzas federales el 5 de junio de 1973: “Es habitual llamar a los policías guardianes del orden. Así seguirá siendo. Pero lo que ha cambiado, profundamente, es el orden que guardan. Y, en consecuencia, la forma de hacerlo. (…) Las reglas del juego han cambiado. Ningún otro atropello será consentido. Ninguna vejación a un ser humano quedará sin castigo. El pueblo ya no es el enemigo, sino el gran protagonista”. Citamos esas breves palabras, pero habría que citarlo todo. Esta época renovada de discusiones políticas y proyectos emancipadores ha dado el protagonismo merecido a la cuestión judicial. Eso lleva no solamente a pedir una mayor participación popular en el sistema judicial; pues previamente, tenemos que conocer por qué la participación popular no integra las filas de este poder, al menos en un porcentaje razonable. Y, también, qué fuerzas sociales, qué clases –si se nos permite el anacronismo teórico– han llegado a esa elite, y hacia dónde dirimen sus decisiones. •

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Notas sobre la vigencia del pensamiento nacional >> Ernesto Villanueva “Somos un episodio en la larga lucha por la Liberación integral del país. Si caemos, otros nos sustituirán. Nada se pierde del todo. La memoria de los Pueblos tiene recovecos muy recónditos.” Raúl Scalabrini Ortiz “Hay momentos en la historia en que los que saben escribir no tienen nada que decir y los que tienen algo que decir no saben escribir.” Cesare Pavese

NO RESULTA SENCILLO ENCONTRAR LAS HUELLAS del pensamiento nacional en las más calificadas esferas de la política, la ciencia, la filosofía, o en las universidades. Sin embargo, estamos convencidos de que las transformaciones acontecidas en los últimos once años en la Argentina serían impensables sin este horizonte emancipador. Porque más allá de matices y contrastes inherentes a una tradición heterogénea y prolífica, el pensamiento nacional aportó un diagnóstico certero del problema de la dependencia y ofreció resoluciones concretas a los problemas de la Nación en el difícil tránsito de, como afirmaba Don Arturo Jauretche, “ver desde aquí lo universal”.

>> Ernesto Villanueva Sociólogo de la UBA, especialista en temas de educación superior. Tuvo a su cargo el Rectorado de esa Universidad, fue director del Conicet y vicerrector de la Universidad Nacional de Quilmes. Actualmente, es rector de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.

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Las sucesivas cristalizaciones del pensamiento nacional fueron siempre –aunque en grados variables– emergentes intelectuales de proyectos históricos libertarios que intentaron dar respuesta a la subordinación del país y a la exclusión política y material de nuestro pueblo. De hecho, el énfasis puesto menos en la inscripción geográfica de la producción intelectual que en el modo de abordaje –el debate sobre la Nación–, distingue esta corriente de ideas de la tradición del pensamiento argentino en sentido amplio. En su multiplicidad de expresiones, y sin ánimo de agotar otros modos posibles de historizar su desarrollo –atendiendo, por ejemplo, a aspectos cronológicos de la producción, a la adhesión a escuelas de pensamiento y/o a proyectos políticos específicos (artiguismo, rosismo, yrigoyenismo, peronismo, etc.), al ámbito disciplinar de la producción (Epistemología, Filosofía, Historia, Arte, etc.)–, nos interesa mencionar brevemente su carácter multifacético, ligado al diálogo con gran parte de las tradiciones, doctrinas y corrientes intelectuales que fueron expresión de la vida política del país a lo largo del siglo XX. En este sentido, abrevaron en sus fuentes figuras provenientes de la diversidad propia del movimiento nacional. El inventario demandaría páginas enteras, con lo cual, invitamos a visualizar aunque más no sea esquemáticamente lo antedicho. En las variantes del nacionalismo, podemos mencionar a figuras vinculadas al nacionalismo de derecha como Julio Irazusta; provenientes del nacionalismo de izquierda, expresiones como Forja y figuras como la de Rogelio García Lupo, Arturo Jauretche y John William Cooke. De un nacionalismo ligado al revisionismo histórico en su variante rosista, podemos mencionar a Fermín Chávez, José María Rosa y Ernesto Palacio; en su vertiente federal, a Rodolfo Ortega Peña y a Norberto Galasso. Vinculados a la doctrina social de la Iglesia, a Guillermo Gutiérrez, Arturo Sampay, Conrado Eggers Lan y Amelia Podetti. Al marxismo nacional de orientación trotskista, a Abelardo Ramos; de orientación peronista, a Juan José Hernández Arregui y John William Cooke; de orientación no peronista, a Ismael Viñas y Silvio Frondizi. La conexión entre pensamiento nacional,


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proyectos emancipadores y pueblo, no obstante, aparece muchas veces de manera subterránea o más o menos invisible. Es un hecho que el devenir de las ideas dominantes es siempre más sencillo de reconstruir. Las razones son varias. En principio, es innegable que las tradiciones culturales y políticas de nuestro pueblo han sido frecuentemente soterradas por el pensamiento colonial, cuando no lisa y llanamente confinadas al olvido. Además, ha pesado a lo largo de nuestra historia una sucesión de ofensivas sobre los movimientos populares que han debido resistir la violencia de los bloques de poder. Hace años Rodolfo Walsh escribió casi como una premonición: La dignidad y el coraje de nuestro Pueblo florecen y marcan una página histórica que no se borrará jamás. (…) Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas.

A pesar de aplazamientos, avances y retrocesos del movimiento nacional, el pensamiento nacional permaneció en el subsuelo de la patria, agazapado, esperando la oportunidad para sublevarse nuevamente. Y resurgió en la tendencia actual de forjar un porvenir compartido para profundizar una democracia inclusiva con justicia social integrada a nuestra América. Renació en las políticas de reparación nacional y de avance en la formación de nuestra conciencia para entregarnos un espejo donde mirarnos y reconocernos en nuestros aciertos y contradicciones, pero abandonando definitivamente toda la serie de complejos de autodenigración que coadyuvaron a que se apaguen tantos sueños en los argentinos. En este punto, es dable pensar que el pensamiento nacional en toda su complejidad ha logrado entrar en los intersticios más recónditos de nuestra memoria colectiva. Sabemos que tenemos por delante múltiples desafíos para el pensamiento nacional y los movimientos populares actuales. Quizá, uno de los más urgentes tenga que • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

ver con contribuir a la propagación del ideario nacional hacia el interior de la comunidad y mermar las distancias originadas, las más de las veces, por lo que consideramos caro a la tradición antiintelectualista de ciertos sectores de nuestra cultura política que han predicado, ayer y hoy, cierto recelo y/o desconfianza hacia lo intelectual. Sortear este problema nos permitirá atraer a los sectores vacilantes e imponer los compromisos sociales y políticos al momento de construir una visión estratégica asentada en los trabajadores, en las clases medias y en los sectores políticos más consecuentes de un país en tren de emancipación. La herencia del pensamiento nacional resulta un aporte fundamental en el proceso de autoconocimiento cultural de las clases populares y en la clarificación del peligro constante del designio neocolonial del Norte, sus buitres y sus operadores internos que pretenden retrotraer el país al pasado con el recorte de la soberanía nacional y la entrega de nuestro patrimonio. La Argentina no concretó aún la conquista de su plena autodeterminación nacional y esa es todavía una lucha general de Latinoamérica. Hurgar entre los recónditos recovecos de la memoria popular, como quería Scalabrini Ortiz, y avanzar en la resolución del desencuentro enunciado por Pavese entre los intelectuales y el pueblo, son tareas que nos comprometen a todos aquellos hombres y mujeres consustanciados con el país y que entendemos, con la característica humildad de Jauretche, que es momento de emprender la tarea: Yo no me atrevería a decir estas cosas si no creyese que hay en los oyentes una predisposición para entender, si yo creyera que estoy hablando a un auditorio encerrado en lo que sabe como en una torre. No. Yo creo que estamos en un momento de gran curiosidad y que esa curiosidad está construida por muchas dudas. La curiosidad puede llevar al escepticismo, pero también a la fe. Tenemos que procurar que nuestra curiosidad nos lleve a que cada uno se convierta en promotor del descubrimiento de nuestra realidad.

A celebrar este tiempo colmado de conquistas y a trabajar por lo que falta. • ——————————————————————

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Bajo tu influencia. Una aproximación a la cuestión del pensamiento nacional >>Javier Trímboli

PORQUE ES PARTE CENTRAL DEL ASUNTO, Y también del problema, empecemos con Sarmiento. En Facundo, da cuenta de la mirada que Europa dedica a lo que entre nosotros ocurre y que los lleva a no entender “nada de lo que sus ojos han visto”: “Al ver las lavas ardientes que se revuelcan, se agitan, se chocan bramando en este gran foco de lucha intestina (…) han dicho: ´Es un volcán subalterno, sin nombre, de los muchos que aparecen en América: pronto se extinguirá´; y han vuelto a otra parte sus miradas, satisfechos de haber dado una solución tan fácil como exacta, de los fenómenos sociales que sólo han visto en grupo y superficialmente”. No alcanza con decir que esta afirmación de la particularidad argentina es sólo un lugar común del romanticismo. Pone en

>> Javier Trímboli Profesor de Historia y ensayista. Desde 2009 es asesor historiográfico de la Televisión Pública. Participó en la realización de Belgrano. La película, de la serie Huellas de un Siglo y del programa Borges por Piglia. Espía vuestro cuello es su último libro.

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palabras, con crítica e ironía, lo que ya habían percibido Moreno, Belgrano, el mismísimo San Martín y también Rosas: que la vida en común en la Argentina tiene una cuota no menor de singularidad. Como en cualquier otra nación, agreguemos, hecha de influencias y acontecimientos, y aunque el mundo tomado por la Modernidad se haya vuelto más pequeño y homogéneo. Se dijo enigma y misterio: si queremos dar con las claves más propias de la vida argentina es porque nuestra suerte está afectada por las fuerzas que atraviesan este lugar en el que nacimos y vivimos. Antes de que Edipo Rey de Sófocles pasara a ser leída como el drama de una familia burguesa urgida de psicoanálisis, era también una reflexión sobre la influencia duradera del origen, de la tierra y la sangre. Al decir “pensamiento nacional” nos referimos entonces a un conjunto de artefactos –libros, canciones, imágenes– que, en su desvelo, nos acercan pistas, a veces interpretaciones o incluso bocetos de mapas, para entender la especificidad de este volcán argentino que, aunque se parezca en especial a los de nuestro continente, es único también. ¿Es el pensamiento nacional una empresa de conocimiento? Un poco más. Libros con manos, anhelaba el poeta alemán Heinrich Heine por los años del Facundo, que apuntalen tareas comunes. Lo contrario de la cultura como ostentación ociosa de los poderosos. Una puntada más con Sarmiento, para no renguear. En una de sus últimas páginas autobiográficas, señala que lo mucho que hizo fue en pos de que “todos participen del festín de la vida, de que yo gocé sólo a hurtadillas”. La Argentina toma su nombre de un poema y es, desde un vamos, una promesa que será reinterpretada una y otra vez. En el pensamiento nacional, que nace del mundo y vuelve a él en tanto acción, además de rastros y mapas, se deja entrever el “festín de la vida”. También las pesadillas de su reverso. Ahora bien, el “festín de la vida” de Sarmiento –la civilización– no es el de José Hernández. Tampoco, por supuesto, el que subtiende, con variantes, a la obra de Rodolfo Walsh o a la trama fundamental de revistas que acompañó los años posteriores a la dictadura militar. Los mapas


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están lejos de ser idénticos y no sólo por el paso del tiempo, sino por las ideologías y las empatías políticas y de clase en las que se enlazan esos artefactos. Además de la pericia del baqueano o del cartógrafo, el resultado depende de cómo se entienda ese festín de la vida, a quiénes se invita a la mesa y a quiénes se deja afuera. El pensamiento nacional abarca la complejidad de un arco de diferencias. No obstante, si entendemos que tratamos con una materia viva, nos vemos obligados a evitar la ecuanimidad y a preguntarnos cuáles de esos mapas heredados no hacen más que perdernos. Porque también son parte del pensamiento nacional los textos que nos empujaron a nuestras horas más críticas, las de mayor tristeza para las clases populares. La tentación es expulsarlos, dejarlos por fuera de la vida en común que quiere refundarse, como si diéramos por seguro que incluso las fuerzas sociales con las que hicieron alianza están extintas. Sería un engaño y un error, porque esas astillas de pensamiento que alentaron la muerte de caudillos y montoneras, la derrota de las tribus y del desierto en 1879, los bombardeos de 1955 o el 76, son expresiones de formas reaccionarias de lo nacional que se alimentaron, y lo siguen haciendo, de las fuerzas más estridentes del capitalismo. También de sus fórmulas ideológicas deshumanizadoras, que proliferarán transmutadas mientras este exista. Así y todo, es inevitable agregar que hay algo declinante, porque para propiciar las soluciones políticas reaccionarias de 1955 y de 1976 no se escribieron libros ya no de la estatura difícil de igualar de Facundo, sino de La conquista de quince mil leguas de Estanislao Zeballos, casi un encargo del ministro de Guerra Roca antes de emprender su última incursión hacia el río Negro. Como si, refractarias a la vida y a su festín –al “alma matinal” podríamos decir con el peruano José Carlos Mariátegui–, las posiciones antipopulares hubieran sido abandonadas también por el pensamiento. Su lugar lo ocupó la conjugación entre la fuerza, el pragmatismo y la propaganda, con Sarmiento de fondo, bastardeado y disminuido. ¿Qué es una tradición? Con la ayuda de Hannah Arendt decimos que es el pasado • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

revestido de autoridad. Aunque de manera desigual, las distintas tradiciones del pensamiento argentino no han salido indemnes del siglo XX. La dictadura militar, la guerra de Malvinas, el desvanecimiento de la primavera democrática y el capítulo del neoliberalismo de los noventa fueron sus últimas y fatigosas pruebas. Aunque no haya habido ni muerte de las ideologías ni final de la historia, la autoridad de las tradiciones quedó mellada. Por eso, hoy moverse en su terreno es hacerlo con paso dudoso, sobre un tembladeral. Cosa que, en su contracara, permite ver más allá de lo que cada tradición obligaba a recortar con demasiada vehemencia. Por ejemplo: el escritor y diputado radical Alcides Greca realiza en 1917 el documental El último malón. Se sostiene en la tensión entre civilización y barbarie, pero lo que une su mirada con el rostro de los indios mocovíes es mucho más relevante que las ideas enunciadas. Las opiniones de Borges a favor de la Revolución Libertadora, aunque imposibles de olvidar, no opacan el valor de su literatura, en la que destella la añoranza por una forma de nuestro siglo XIX y la inquietud por los laberintos argentinos. Leonardo Favio nada tenía de socialista avant la lettre pero produjo una obra cinematográfica en la que resuenan como en pocas otras los sinsabores de la vida popular argentina y sus apuestas de emancipación. Un artículo en minoría en la revista Punto de Vista, firmado por Emilio de Ípola en 1997, señala que la eficacia con la que penetró el neoliberalismo en la Argentina se debe también a que se había hecho abandono del vigoroso texto del pensamiento argentino. Reafirmamos que el pensamiento y la cultura pueden oficiar de poderosos anticuerpos, ya que otorgan el carácter necesario para limitar las ofensivas de la globalización y del gran capital que, a través del mercado y en alianza con el entretenimiento y las pantallas, ofrecen una vida que nada tiene que ver con ese festín que, incluso en Sarmiento, tenía el aliento de lo común; y nos pierden respecto del significado de haber nacido en estas latitudes y no en otras. Así, el pensamiento nacional en toda su complejidad resiste y mantiene viva la chispa. • ——————————————————————

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La experiencia socialista >> Jorge Rivas

>> Jorge Rivas Nació en Lomas de Zamora en 1961. Es abogado, de ideología socialista. Fue electo en octubre de 2011 diputado nacional por cuarta vez, mandato que actualmente cumple hasta diciembre de 2015. Integra el bloque del Frente para la Victoria.

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SI CONVENIMOS QUE EL ÚLTIMO SIGLO ARGENtino ha estado atravesado por la experiencia peronista, podemos pensar en la historia del socialismo como anterior a la irrupción de ese movimiento, casi al modo de su propia prehistoria. Me refiero, además, al socialismo como conjunto de corrientes que se proponía la superación del capitalismo y su reemplazo por una sociedad de iguales. Ese conjunto incluye al partido de cuyas sucesivas rupturas y desgajamientos provenimos los que hoy nos llamamos Socialistas para la Victoria, pero no se agota en él. El socialismo así entendido apareció en la Argentina a fines del siglo XIX, en medio de la expansión del modelo de economía primaria exportadora. Gobernaba el país un régimen político conservador, de élites, que se apoyaba en el fraude electoral y excluía a la abrumadora mayoría. El partido socialista local tuvo dirigentes valiosos, que hicieron un notable esfuerzo intelectual para aplicar la teoría marxista a la realidad histórica argentina, y combinaron esa teoría con lo más progresista del liberalismo que habían aprendido en los ambientes ilustrados en los que se habían formado. Ellos protagonizaron también, al lado de los trabajadores no sólo socialistas sino también anarquistas, y un poco más adelante, después de la Revolución Rusa de 1917, comunistas, luchas heroicas por los derechos laborales y contra la dura represión que los gobiernos oligárquicos prodigaron al movimiento obrero. De entre aquellos militantes y dirigentes, baste la mención de Alfredo Palacios, que en 1904 se convirtió en el primer socialista que resultó elegido diputado en América, y su prolongada tarea de elaboración de una legislación que protegiera y garantizara los más elementales derechos de los trabajadores, completamente ignorados en la Argentina de entonces. Junto a los socialistas que lo eran sin dejar de ser republicanos apegados a las instituciones de la Constitución liberal de 1853, había otros que aspiraban a construir una sociedad justa por la vía revolucionaria, alentados por las transformaciones radicales que parecía inaugurar la Revolución Rusa. La práctica política de todos ellos chocó, a principios de los años cuarenta, con una nueva y nada venturosa realidad. La irrupción en Europa del nazismo y del


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fascismo, que de eso se trata el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y la alianza militar entre las potencias capitalistas occidentales y la Unión Soviética para enfrentar a aquellos regímenes, no sólo alteraron por completo la escena política mundial, sino que en nuestro país generaron en las fuerzas de izquierda algunas confusiones que tendrían efectos duraderos. La aparición del peronismo, un movimiento reformista de masas de inusitada potencia, liderado por un militar que había sido ideólogo del golpe nacionalista y conservador de 1943, suscitó el desconcierto entre los diversos sectores que militaban por el socialismo. Genuinamente confundidos algunos, intencionadamente otros, el grueso de las fuerzas políticas tradicionales se coaligó contra el peronismo. Comunistas y socialistas creyeron repetir la estrategia de la Unión Soviética contra el fascismo y se aliaron a conservadores y liberales. Se enfrentaron, entonces, con quienes debían constituir el sujeto social de sus aspiraciones de cambio. También hubo, hay que decirlo, militantes de diversas expresiones de izquierda que abandonaron las filas de esas organizaciones que ya no los representaban, y se sumaron al nuevo movimiento, o buscaron comprenderlo y reelaborar sus posiciones políticas sin juntarse con los sectores más reaccionarios. Con la experiencia peronista, que no me toca explicar aquí, termina una etapa, como decía al principio, y empieza a forjarse otra tradición para los socialistas argentinos. El derrocamiento de Juan Perón en 1955 y la instalación de la dictadura autodenominada Revolución Libertadora, encontraron en los trabajadores una resistencia encarnizada que dio lugar también a ricos realineamientos políticos. Al promediar el siglo, además, el triunfo de la revolución socialista en Cuba significó una profunda renovación para la izquierda y los movimientos populares en toda América Latina. Algo más de diez años después, la lucha por las libertades democráticas y por la justicia social, que en la Argentina sumaba, aunque en carriles ideológicos diferentes, a sectores del peronismo y de la izquierda socialista, reformista o revolucionaria, alcanzaba uno de sus puntos más altos con el Cordobazo. En Chile,

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mientras tanto, la clase trabajadora encaraba la enorme patriada de construir el Socialismo respetando a rajatabla las instituciones democráticas. Salvador Allende, su conductor, asesinado por la reacción en 1973, se convertía en bandera de la lucha por la igualdad, como el Che Guevara. De esa historia nos sentimos herederos los que militamos hoy en el socialismo popular, democrático, nacional y latinoamericano, que además reivindica sus raíces marxistas y su pertenencia a la lucha del movimiento obrero en todo el mundo. De esa historia, y de la que se siguió construyendo en la lucha por los derechos humanos durante la última dictadura cívico militar, y después de ella, por la verdad y la memoria, y por el castigo penal a los terroristas de Estado, y contra las leyes de la impunidad. De la historia que escribieron las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, y todos los militantes de los organismos de Derechos Humanos, entre los que evocamos especialmente a nuestro inolvidable compañero Alfredo Bravo. Los socialistas participamos de esa lucha, y de la resistencia contra la aplicación de las políticas del Consenso de Washington, que terminaron de devastar al país durante la década de los noventa y que provocaron finalmente el derrumbe de fines de 2001. Una crisis que ningún dirigente político entendió mejor que Néstor Kirchner, que asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003, y que también era heredero, como militante peronista, de aquella historia de luchas populares por la justicia social. Kirchner hizo durante los cuatro años que siguieron lo que aquel día dijo que iba a hacer. Los socialistas entendimos entonces que ese gobierno, que pertenecía a una tradición ideológica diferente de la nuestra, estaba llevando adelante, contra viento y marea, muchas de las causas que durante años habíamos levantado, y nos sumamos a él. Este encuentro, en la práctica política concreta, con un movimiento popular de ampliación de derechos encarnado en una corriente del peronismo, inaugura para nosotros una nueva época. Hay también quienes se llaman socialistas y se han alineado con los sectores más reaccionarios de la sociedad. Pero esa es otra historia. •

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Los derechos. Historia y democracia >> Sebastián Torres

>> Sebastián Torres Doctor en Filosofía. Profesor de Filosofía Política en la Universidad Nacional de Córdoba. Director del proyecto de investigación “La cuestión de los derechos en la filosofía política contemporánea”.

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LOS DERECHOS HUMANOS SON UNIVERSALES, LO que significa que son válidos para todos, en todo tiempo y en todo lugar. Sabemos también que son históricos; que su reconocimiento, validez y las transformaciones sociales y culturales que esperamos produzcan tienen que ver con procesos y prácticas concretas, con definiciones institucionales y luchas que se van modificando con el tiempo y con acontecimientos que nos obligan a revisar en forma permanente sus significados y alcances. Universalismo e historia son parte de esa paradójica constitución de los derechos, esa compleja manera de ser de su política, de eso que podríamos llamar la política de los derechos. El particular lugar que esta ocupa en la trama narrativa de los pueblos crea instituciones y un singular modo de entretejer la memoria colectiva. Porque algo cambia en nosotros y en nuestras sociedades cuando a un bien, una situación, un estado, un modo de vivir, una práctica, los asumimos, los efectivizamos, los nombramos como un derecho. ¿Qué significa entonces pensar los derechos en y desde Córdoba? Hay una historia de los derechos humanos en Córdoba que, con matices propios, forma parte de la reconocida importancia del movimiento por los derechos humanos en la Argentina, importante también para nuestros países hermanos, así como para luchas y reivindicaciones en distintos lugares del mundo. De estos movimientos hemos aprendido, entre tantas cosas, esa singular cualidad de los derechos: que las luchas del presente, siempre ligadas a un reclamo particular, tienen la capacidad de extenderse en el tiempo y el espacio. Su universalismo es formal, cuando llegan a ser reconocidos por la ley; pero sobre todo los derechos son universalizables, su poder es extensivo: se dirigen hacia atrás y hacia adelante, nos permiten recrear una memoria colectiva y un también colectivo deseo de justicia; permiten ese tan difícil puente entre el pasado y el futuro que sólo la imaginación del presente puede lograr entre quienes ya no están y quienes todavía no han llegado; se extienden de unas situaciones a otras, ofreciendo términos, que siempre surgen de un conflicto particular, para su uso común, como bien común, como lengua común. El derecho a la verdad y la justicia, los derechos ambientales,


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de género, de identidad, a la cultura, al trabajo, a la educación, a la comunicación, entre otros, son bienes comunes que operan como vasos comunicantes de un conjunto de relaciones sociales que componen nuestras ideas de una sociedad igualitaria y justa. Siempre han existido y existen diferentes formas de enunciar lo común, y estas formas se han vinculado de modos diversos con esa institución política que es el Estado. Aunque pueda parecer una obviedad, no va de suyo que entre esas maneras en que lo común se enlaza con el Estado, los derechos sean el lenguaje a partir del cual un Estado piensa y hace efectiva su política, crea instituciones, legisla, genera legitimidad, promueve relaciones de reconocimiento, narra su historia, establece sus contiendas con los poderosos. También la relación entre los derechos y el Estado es histórica, y hoy somos parte de esta experiencia en la que algo cambia cuando un Estado enuncia un bien social como un derecho, pero también cuando una política determinada se ofrece como un bien o un servicio, a partir de un silencio sobre los derechos. No es lo mismo más o menos escuelas, más o menos viviendas, más o menos metros de acueducto o de asfalto o presupuesto para el tratamiento de los residuos, los incendios forestales, etc., que una política del derecho a la educación, a la vivienda, a la salud, al medio ambiente. Carecer de ciertos bienes es una efectiva limitación de un derecho, pero disponer discrecionalmente de tales o cuales bienes no implica un mayor reconocimiento de derechos. Y en esto Córdoba también tiene una historia particular, una historia institucional que desde la recuperación democrática, y con diferentes signos políticos, no ha producido un encuentro entre el Estado y los derechos. Y con ello, tampoco un encuentro entre organismos de derechos, movimientos sociales, diferentes colectivos y las instituciones estatales. Y eso habla de las dificultades para conjuntar el nombre de nuestra provincia con ese término tan caro para nuestra política que es el de democracia, que no designa sólo una forma representativa de gobierno sino un

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proceso de democratización: de nuestras instituciones y del conjunto de las relaciones sociales que comprenden los bienes públicos, los derechos, los intereses comunes, nuestras más o menos difusas ideas de una sociedad más igualitaria y justa. Hay quienes suponen que es tarea de los Estados nacionales –y según los acuerdos o convenios internacionales a los que suscriben– la promoción y defensa de los derechos humanos, mientras que los estados provinciales deben ocuparse de los derechos de los “cordobeses”, los “santafesinos”, los “mendocinos”, etc. Pobre forma de federalismo, que hace de los derechos comunes a todos una mera abstracción y de los derechos de tales o cuales un privilegio. Cuando los derechos se transforman en privilegios, eso que llamamos derecho se vacía de todo su potencial democrático para convertirse en una custodia del statu quo, de la desigualdad y muestra su cara más violenta, hoy sostenida bajo el discurso de la seguridad. Más aún, cuando la política convierte a los derechos en privilegios, ser o pertenecer funciona como un principio de exclusión: así, finalmente, ni todos los ciudadanos son cordobeses, ni todos los cordobeses son reconocidos iguales, porque si todos fuésemos iguales, qué nos distinguiría de los bonaerenses o los entrerrianos o de cualquier otro. La publicitada política del “cordobesismo” –y sus equivalentes a lo largo del país–, más allá de las burdas parodias de localismo, es la más clara manifestación de una política que rechaza esos dos procesos democráticos, de los movimientos sociales y el Estado, en cuyo encuentro –no exentos de los desacuerdos que son el magma de la democracia– se pueden descifrar los signos de una nueva política argentina y latinoamericana. Pensar los derechos desde Córdoba es saber que no hay universalismo posible sin asumir activamente nuestra historia particular y que lo más propio es aquello que puede ser imaginado en común, tan extenso e inclusivo como sea posible: una política de ampliación de derechos que, como en otros momentos de nuestra historia, tenga a Córdoba como nombre de un legado. •

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La memoria, ese testigo implacable >> Jorge Eduardo Auat

>> Jorge Eduardo Auat Abogado, Universidad Nacional de Córdoba. Fiscal general. Titular de la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad.

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LA DECISIÓN POLÍTICA DE DERRIBAR LOS CEPOS de impunidad, que como un “anillo de Saturno” cercaban los crímenes más atroces de nuestra historia, ha sido quizás el gesto moral más profundo de un gobierno democrático. Sólo desde la comprensión del dolor de las víctimas se podía terminar con el oprobio del olvido. Los juicios por los delitos del terrorismo de Estado eran una deuda impostergable de la democracia. Marcaron un antes y un después. Trajeron una nueva voz a la cultura jurídica y a la sociedad toda, la voz “Derechos Humanos”. Permitieron la transmisión del horror en su cabal dimensión y su principal efecto terapéutico es sin duda mirar al futuro para prevenirlo. De modo que no es cierto como se dice livianamente que con los juicios se mira al pasado. Esa idea es un fraude intelectual. Está claro que los hechos ocurrieron en el pasado, y que en los juicios lo que ocurre es una reconstrucción de ese pasado, pero desde la memoria de las víctimas y de cara al futuro. En palabras de Theodor Adorno, se trata de “reordenar el pensamiento para que la barbarie no se repita”. Está claro que el discurso de “no mirar al pasado” es estratégico y es la expresión de un proyecto político de olvido con la impunidad como centro de impacto. Pero lo fundamental, su consecuencia más dolorosa, es que banaliza el crimen pensando en la víctima como costo; al decir de Walter Benjamin, restarle importancia y desconocer lo que ocurrió representa una segunda muerte, la muerte hermenéutica. Ese es el olvido. Los juicios en rigor son algo más que un proceso judicial, son la reedición del pasado pero desde la memoria. Como dice Manuel Reyes Mate, en el testimonio está la anécdota como sustancia; y en los juicios el relato está plagado de anécdotas y esto es lo esencial. De eso se trata la memoria, de evidenciar lo que pasó. Una estrategia para romper la lógica de la construcción del pasado sobre los vencidos a partir de la visibilización de la víctima. Esto último, señala el autor, fue el gran mérito de Benjamin. Esa fue la clave de bóveda para desmontar el andamiaje de la impunidad y el proyecto de olvido. En definitiva, como genialmente lo expresa Adorno: “La condición de toda verdad es dejar hablar al sufrimiento”. Esa


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visibilización de las víctimas trajo consigo su resignificación y así operaron en definitiva como prenda de paz. Queda claro que los juicios son mucho más que un espacio jurídico o judicial. Allí se terminan las coartadas, se revela y se actualiza la injusticia pasada y se le otorga legitimidad a la demanda de justicia. Sin duda fue trascendental el protagonismo de los organismos de derechos humanos que no sólo militaban por un proceso de memoria, verdad y justicia sino –y quizás sea lo más importante– por un cambio de paradigma en la sociedad. Entonces, si los juicios fueron una bisagra en la historia porque derribaron los muros de la impunidad, ¿qué viene después? ¿Alumbraron una nueva realidad? La respuesta es evidente: hay sin duda una toma de conciencia o, mejor aún, una alarma encendida frente a un enemigo que no abandona su posición rampante. Es decir, ¡estemos alertas, la barbarie puede volver! A partir de allí se abre un espacio para repensar la sociedad con un nuevo punto de partida: la dignidad. Pero retomando la cuestión del olvido, no son sólo los responsables de los crímenes los que pretenden borrar lo que pasó. En el caso de estos grupos, es evidente que el objetivo no es otro que la impunidad (sin arrepentimiento); pero en esa estrategia también están empeñados sectores ideológicamente afines cuya finalidad es otra; la destrucción del nuevo escenario. El anticuerpo que dejó la barbarie los inquieta, una nueva sociedad reconstruida desde la memoria, sobre el valor dignidad, implica hablar de justicia y esto no es gratis, hay una nueva moral social, que emerge desde el propio protagonismo de la sociedad toda, pero fundamentalmente desde los oprimidos que reclaman. Nos dice Michel Foucault: “La justica no es la misma para el opresor que para el oprimido: para los primeros es legitimación; para el oprimido, reivindicación”. Ahora bien, ¿en qué se traduce, o cómo se concreta ese protagonismo? A mi juicio, en la interpelación o, mejor aún, en “la pregunta” de los que estuvieron callados y sojuzgados. Es eso lo que les alborota el gallinero. “La pregunta es como un cuchillo que rasga el lienzo de la decoración pintada para que podamos ver lo que se • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

oculta tras ella” (Milan Kundera, La insoportable levedad del ser). En definitiva se trata del cambio de paradigma del que hablé antes. Los espacios de discusión se desparraman por la sociedad pese a los esfuerzos incansables de los grandes medios y de los sectores dominantes en su negación. Con el discurso perverso de que el Estado de derecho desprotege a la sociedad, se construye un enemigo del que hay que protegerse para lo cual se hace impostergable su destrucción. Es decir, la estrategia es instalar la necesidad de la violencia represiva. Hay un prestigio de la violencia. Esa estrategia, desde luego tramposa pero ingeniosa, impacta de lleno en la conciencia social. Transmite un mensaje que es patético: “olvídense de los derechos humanos, el ‘otro’ es un enemigo”. La amenaza criminal –siguiendo a Foucault– opera como coartada para endurecer más el control social. Así como las brujas justificaron la Inquisición, el delincuente justifica el aparato de policía. Ahora, ¿qué hay detrás de ese discurso del miedo? Indudablemente, el que lo sustenta no puede ser otro que un proyecto que propugna la vuelta al pasado, es decir, hacia una injusticia sin demanda, hacia su naturalización y en tal sentido surge con claridad que la desmoralización del cuerpo social es su viga maestra. El objetivo es que todos clamen por un Estado policial que garantice un modelo de exclusión sin sobresaltos. Así, el contenido moral de la justicia desaparece con la negación del “otro” como sujeto imprescindible de esa nueva sociedad nacida del aprendizaje del dolor. En síntesis, este escenario agonal nos está indicando que no podemos desactivar los sensores de la alarma, porque si sucediera la vuelta del horror, todo habría sido en vano. A modo de conclusión, pienso que los derechos humanos son la voz de la década y su paradigma es la consideración del “otro”. Allí está el mojón de la historia. Pero igualmente hay que tener presente un deber de memoria, porque, como dice Reyes Mate en Medianoche en la Historia invocando a Benjamin, “mientras el enemigo ande suelto los muertos no estarán seguros porque ya se encargará él de que no salgan de sus tumbas”. • ——————————————————————

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Derechos humanos y memoria política

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Derechos humanos como política de Estado >> Remo Carlotto

DURANTE LA ÚLTIMA DÉCADA LAS POLÍTICAS PÚblicas nacionales han reflejado las demandas del movimiento de derechos humanos de memoria, verdad, justicia, reparación y no repetición. Esto se ve reflejado en la reapertura de los juicios por crímenes de lesa humanidad, el conocimiento de la verdad sobre la acción criminal del Estado, las acciones activas para la recuperación de la verdadera identidad de los cientos de niños y niñas apropiados durante la dictadura cívico militar, y la recuperación de sitios de la memoria y su señalización en el marco de acciones efectivas para que las nuevas generaciones sepan qué sucedió, entre otras. Asimismo, desenmascarar el rol del Estado terrorista, como basamento del modelo de expoliación económica, destrucción del aparato productivo y endeudamiento externo para la dependencia, reflejada en la complicidad civil y los beneficios palpables que los grupos económicos concentrados y transnacionales recibieron durante ese >> Remo Carlotto Diputado nacional (FPV – Buenos Aires) y presidente de la Comisión de Derechos Humanos. Ex secretario de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y coordinador del equipo de investigación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y de Abuelas de Plaza de Mayo.

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período, desarticula la interpretación impulsada por la teoría de los dos demonios, su mirada ahistórica y descomprometida de aquellos años. Esta interpretación política, jurídica e histórica es base fundacional para la recuperación del Estado Social de Derecho que se ve reflejada en la consolidación de políticas públicas nacionales en la construcción del presente. La centralidad en las políticas de empleo, como dignificador de derechos, la reconstrucción del sistema previsional inclusivo para los adultos mayores, la asignación universal por hijo como reconocimiento de los derechos de los trabajadores desocupados o en informalidad, son algunos ejemplos de la recuperación cultural del rol del Estado. La inclusión, entendida no sólo como un proceso de carácter económico y de distribución equitativa de la renta, se ve reflejada en las políticas de género, los derechos de los grupos como los LGBT, el matrimonio igualitario y la identidad de género, la ampliación del concepto de familia y la mirada multicultural de nuestra sociedad. De la misma manera en que el Estado democrático debe reparar las acciones criminales del Estado terrorista, el Estado Social de Derecho debe revertir las acciones del modelo neoliberal que eclosionó en la crisis del 2001. Ahora bien, ¿todos los habitantes de la Argentina gozan plenamente de los mismos derechos? La Argentina como Estado federal no impide el desarrollo de las políticas públicas en materia de derechos humanos en todo el país, pero la permeabilidad de los Estados provinciales es dispar y es parte de la agenda en discusión. Desde las acciones de los Estados provinciales (en sus tres poderes) no observamos la misma concurrencia de derechos en materias tan diversas como los derechos de los pueblos originarios, el corrimiento de la frontera sojera y el avasallamiento de derechos de las comunidades campesinas y la agricultura familiar; la creación de policías en el marco de una seguridad democrática y ciudadana no está expresada en la modificación de las legislaciones con reminiscencias de la doctrina de la seguridad nacional,


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la permanencia de códigos contravencionales que violentan la Constitución nacional con contenidos discriminatorios, estigmatizantes y de control policial del Estado, junto con una mirada que busca “prisionalizar” a sectores de nuestra población, particularmente jóvenes pobres de las periferias de nuestras ciudades, bajo el pretexto de una política criminal que persigue al vulnerado; estos son sólo algunos de los temas transversales en el proceso de integración de políticas públicas a nivel federal. La última reforma constitucional, de la cual se cumplen 20 años, ha incorporado con jerarquía constitucional y supralegal, en su caso, declaraciones y tratados internacionales en materia de derechos humanos que indican los estándares mínimos que deben ser respetados por el Estado nacional y los Estados provinciales. Estos instrumentos, al tener un rango superior, no limitan sino que enmarcan los contenidos legislativos, instrumentos que deben implicar la consolidación de las políticas públicas en todo el territorio nacional. Sin duda, la construcción de políticas públicas en materia de derechos humanos durante la última década estuvo basada en la voluntad de los conductores del proceso político en marcha. Hoy la disyuntiva está en si podemos consolidar esa voluntad como una acción permanente y transversal, lo cual depende de dos factores críticos a desarrollar: en primer lugar el empoderamiento cultural de los derechos para impedir cualquier intento de retracción de los mismos; el segundo, la exigencia a los líderes políticos de definiciones

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precisas sobre la continuidad y profundización de las políticas en marcha. No se debe escindir la discusión del rol social del Estado de las pujas existentes con respecto a nuestra soberanía territorial y económica, cuya definición afecta los derechos de los habitantes en forma inmediata. El destino de los recursos económicos de todos tiene implicancias directas en el desarrollo de políticas públicas igualitarias. No está escindido el desendeudamiento económico o la renegociación de la deuda del desarrollo de políticas activas de inclusión. De la misma manera que observamos el proceso de integración nacional en materia de derechos, debemos pensar que la construcción es también un desafío regional. La integración sobre el eje Mercosur, Unasur, Celac planteando como precepto fundacional la defensa de la democracia y el respeto a los derechos humanos, nos invita a incluir y debatir conceptos propios de la región, como el del “buen vivir” y el constitucionalismo social expresado históricamente en nuestro país en la Constitución de 1949. Los derechos humanos son la expresión de las luchas permanentes de nuestros pueblos, y la construcción de un Estado garante de derechos es un desafío permanente. Nuestro país, inspirado en la histórica lucha de resistencia a la dictadura cívico militar, está construyendo todos los días el verdadero y definitivo Nunca Más, posible solamente donde impere un respeto genuino e irrestricto a los derechos humanos en todas sus dimensiones. •

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Cultura y comunicación

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Vecindades >> Juan Raúl Rithner

>> Juan Raúl Rithner Escritor, comunicador, cuentista para niños y adultos, autor de teatro, guionista de TV y cine, profesor titular regular e investigador de la Universidad Nacional del Comahue. Especialista en Planificación y Gestión Social. Obtuvo más de veinte premios a nivel regional y nacional. juanrithner@gmail.com / www.juanrithner.com.ar

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MILENARIAS CULTURAS INTANGIBLES “BAJARON de los barcos”. Atrás: hambre, miedo y muerte. Ahora: la esperanza en un lugar para vivir en paz y con dignidad. Pero ¿y aquí, quiénes, qué? Los criollos, ocupados en la ilusión de independencia aunque atentos al mandato europeo en lo político, social, estético, arquitectónico, estilo de vida… Y algunos, ya jugando a favor de las potencias de turno con la miope y soberbia visión del entreguismo que cree, además, estar haciendo favores a la Patria. Hacía más de tres siglos que Europa había invadido y saqueado Abya Yala, rebautizándola América y alterando el sentido de sus espacios, rituales y figuras modélicas. Ya próximo, el inicio de la segunda conquista genocida ocurrida al sur, en la mitad de abajo del “maldito” –diría Darwin– sur de nuestro país… A dos décadas de iniciado el siglo XX, la matanza salvaje de los obreros (muchos de ellos, “llegados de los barcos”) que reclamaban derechos y, paralelamente, la silenciosa y cruel matanza del pueblo tehuelche mediante cazadores a quienes se pagaba por oreja, y por un par de testículos. Doble exterminio a cargo de los representantes del poder y de la oligarquía con intereses puestos en el sur que necesitó de historiadores distraídos y maestros ingenuos modeladores de nuevos obreros y ciudadanos al servicio del orden y organización del país. Como estrategia se califican reuniones abiertas y asambleas como desorden y tiempo perdido. Se desvaloriza lo grupal y también los saberes y la lengua de las culturas pisoteadas hasta solidificar el mandato familiar de no transmitir la lengua a los hijos y prohibirles hablar de su origen para que puedan aspirar a integrarse a la sociedad dominante. ¿Adónde los saberes de las otras culturas reinantes en estas tierras? ¿Adónde sus fiestas y su por qué? ¿Adónde la cosmovisión propia de esas naciones? ¿Adónde la manera de entender la vida y la muerte y el amor y el para qué estamos en este planeta? ¿Adónde los espíritus que suelen aparecerse y contarnos y advertirnos y aconsejarnos? Nada de ese caudal cultural servirá para la educación hegemónica que busca sólo hacernos útiles para la sociedad imperante. Se desconoce, descalifica, sinonimiza con prototípico de lo vulgar e ignorante a todo


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lo que hace a imaginario popular, universos míticos y canonizaciones populares. No se ve la afirmación callada de los pueblos cuando amplían el territorio de culto a su correntino Gauchito Antonio Cruz Gil Núñez. ¿Por qué? ¿Fue casualidad que esta amplificación masiva y espontánea de un santo sanador de una región se inicie, calladamente, al decretar Alfonsín el “todo está bien, amnistía y olvido”? ¿Por qué nuestros tantos y vigentes bandoleros sociales latinoamericanos fueron apoyados por las clases sociales más disminuidas y luego santificados por el pueblo fuera de los templos? ¿Por qué las víctimas de la injusticia (niños que trabajan, niños maltratados por los patrones, mujeres golpeadas…) alimentan la aparición de otros modelos? ¿No será el momento de detenerse, y desde una mirada más amplia, reflexionar grupalmente acerca de las vecindades entre Cultura y Comunicación? ¿Pensamos qué iniciativas de esta vecindad estimulamos desde el centro, los barrios, clubes sociales, centros profesionales, Casas de Cultura pero también desde los fogones, las villas, las tomas, y hasta de las esquinas con cerveza y otras yerbas? ¿Por qué no abunda el diseño de políticas culturales que promuevan encuentros y expresión, a la inversa de lo vivido en tiempos de la dictadura ¡perdón! del Proceso de Reorganización Nacional? ¿Por qué no estimular la poesía y el teatro entre quienes tal vez no sepan de Proust, Enrique Molina o Saint-John Perse pero sí de estremecerse ante una amanecida junto al río, o de gozar del beso de la llovizna cuando, calma, recién se inicia? ¿Por qué no estimular la creación musical no sólo desde auditar a un maravilloso concertista de piano sentado en su butaca sino desde ensayar sonidos con la garganta hasta poder crear uno que entienda la calandria para que, desde entonces, empiece a venir siempre a la terraza? ¿Qué función tiene el arte además de la expresión y la producción de algo bello o conmocionante? ¿Por qué tan pocos zapateros, camioneros, comerciantes, médicos e ingenieras, además de ejercer seriamente sus profesiones y oficios no cantan, escriben, pintan, esculpen, hacen música, bailan y se reúnen para escuchar • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

las canciones de sus abuelas para luego cantárselas a esos niños que ahora están en sus brazos? ¿Nos detenemos a discutir con profundidad en lo relativo a la concepción del cuerpo como soporte y modo comunicativo? ¿Nos detenemos a reflexionar acerca de la jerarquización de lo lúdico como factor liberador y de desarrollo de la creatividad? ¿Ana li za mos cuán saludable es promover la ejercitación de los cinco sentidos para ampliar el rasgo perceptual de estudiantes y docentes, incrementando la receptividad de toda manifestación universal que busca conectarse, reciclarse, expandirse? ¿Tenemos en cuenta que la percepción nos vincula con nosotros mismos y con los otros? ¿Y que la creatividad transforma desde uno hacia los otros? ¿Seguimos promoviendo el “para qué” aún vigente de la Educación (que el ser humano sea educado para llegar a ser lo que no es y se adapte a un ideal predeterminado por lo instituido de una sociedad a la cual nos hemos incorporado involuntariamente) o al otro saludable para qué, instituyente: cada persona tiene potencialidades individuales y diferentes, y el ser humano debe ser educado para ser lo que naturalmente es y poder insertarse en una sociedad “que permita una variedad infinita de tipos” (H. Read)? ¿Cuál de las dos concepciones promovemos al valorizar la participación, el autorreconocimiento y la independencia? ¿Sólo los saberes adquiridos y la capacidad de postular conceptos son garantía de un profesor eficaz? ¿Es con la metodología educativa tradicional con la que hay que formar a profesores y maestros? Al pensar conceptualmente todo proceso comunicativo interpersonal y grupal, además de Herbert Read, Buber y Lowenfeld, Ander-Egg, Juan Díaz Bordenave y Mario Kaplún, entre otros, surge un concepto que aporta más a este pan de la “común unión” (Uranga): la “autocalificación cultural” de Daniel Prieto Castillo. Su “autocalificar” es quererse y valorarse –barro y cielo, fango infecto y alas translúcidas–, para querer y valorar al otro y no sólo aceptarlo. ¡O tolerarlo! “Autocalificar” y “calificar” es respetar diferencias, potenciar lo singular propio y ajeno (géneros, ——————————————————————

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Cultura y comunicación

actitudes, saberes, opciones, percepciones, racionalidades), potenciar lo singular desde la integración. La autocalificación se vincula con la identidad cultural de cada persona, grupo, comunidad… Es identidad cultural entendida como conciencia de sí mismo en un universo de significaciones interactuantes. El aprendizaje de la calificación cultural demanda una mirada amplia fuertemente vinculada a la memoria personal, familiar, grupal y comunitaria que contiene el proceso de autoafirmación de ese ser humano. Este ejercicio cotidiano de mirar al otro, y de mirarse a través de los otros, permite autocalificarse (Prieto Castillo), poder valorizar lo singular de la otredad. Estos conceptos se vinculan estrechamente en los espacios públicos, “espacios (…) para practicar el ejercicio de la ciudadanía” (López de Lucio); allí se hilan. ¿Con quiénes? Con los inmersos en promover el “volar en bandada” (Tejada Gómez): psicólogos, agentes sanitarios, educadores, trabajadores sociales, comunicadores, bibliotecarios, animadores y artistas que apuestan a la diversidad y no a la tolerancia: Juan Núñez (porteño, 42 años): “Perdí mi familia, dos casas y empecé a vivir en la calle. Fui a parar al Hospital Rawson y al

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Hogar Monteagudo. Me esforcé por estudiar computación y jardinería. Estuve en un taller de dibujo para gente de la calle. Ahora soy pintor. El arte me devolvió la dignidad”. “Y mire, señora, el Óscar empezó a tocar la guitarra con el Menduco ahora. ¡Cómo voy´aflojar ahora! Vale la pena todo. El Óscar canta también ¿sabe?” (Vecina a la nutricionista Beatriz Llórens; “Menduco” Araujo, músico, General Roca, Río Negro). “Si te metés en el sindicato para pelear de adentro o te metés en la sucia política, seguro que terminás crucificado. Y traicionando. Con el arte sos libre, hermano… ¿Quién me para acá? ¿Quién me pone en duda?” (Juanjo, changuista, 20 años).

¿Podremos construir y fomentar la aparición de espacios públicos ocupados por locutores y oyentes, por interlocutores (Kaplún, 1997), por plataformas de juegos y encuentros, y (como propone Augusto Boal desde una dramaturgia social y política latinoamericana) promover la gestación de “espect-actores” y ambicionar receptividad, creatividad, diálogo y participación mediante esa gestación de “espect-actores” y “espect-autores” de una realidad en transformación? •


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Pasar de la táctica a la estrategia >> Alberto Recanatini Méndez “El arte de la estrategia es de importancia vital para el país. Es el terreno de la vida y la muerte, el camino a la seguridad o la ruina.” Sun Tzu

“La conquista del poder cultural es previa a la conquista del poder político.” Antonio Gramsci

>> Alberto Recanatini Méndez Doctorado UNLP, licenciado en Comunicación UNSAM. ETER. Director de Comunicación Institucional de la Defensoría del Público. Director revista Kranear. Premios Rey de España, FNPI y Bienal de Radio. Becario FONCA. Es docente, guionista, productor audiovisual y publicista en Argentina y Latinoamérica.

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¿DE DÓNDE PROVIENEN LAS CERTEZAS CATEgóricas con las que suelen despacharse los habitantes de los principales centros urbanos de nuestro continente cuando tienen un micrófono delante? ¿Por qué el “sentido común” suele ser conservador, de derecha, reaccionario, xenófobo, machista y neoliberal? ¿Por qué Cuba es “mala” y Francia “buena”? Puesto en términos gramscianos, ¿por qué la hegemonía político-ideológico-cultural reproduce la batería de sentidos de la clase dominante aun en contextos políticos de avance popular? No es difícil la respuesta. La existencia misma de las grandes ciudades, sumada a los procesos económicos expansivos y la proliferación acelerada de puntos de acceso a la información, hacen que el mundo percibido por los individuos nucleados en las orbes, esté cada vez más intermediado por un otro que modela esa percepción según los intereses de quien proyecta esas imágenes y no de los intereses de quien las recibe. La subjetividad es colonizada por un discurso cuyos objetivos estratégicos son diametralmente opuestos a los de ese sujeto que es asaltado en forma permanente por estímulos, imágenes, conceptos, sonidos, definiciones y eslóganes que brotan como ráfagas de ametralladora desde las pantallas de televisión de su casa, del bar, del monitor del lugar de trabajo, de su celular, su tableta, la pantalla del subterráneo, la del ascensor y la lista sigue al infinito. Basta un dato para comprender la presencia del ——————————————————————

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Cultura y comunicación

discurso mediático en nuestras vidas y es que el 95% de los hogares argentinos tienen al menos un televisor, y el 65% cuenta con servicio de cable pago.* Desde fines de los años 80, un cambio radical en las estructuras económicas y legales de nuestros países permitió que los medios, históricamente ligados a un puñado de familias de la oligarquía, se expandieran a todos los soportes y recibieran capital financiero y conceptual sin ningún tipo de fiscalización ni ley antimonopólica que lo impidiera. En esa primera etapa, el mapa mediático de nuestros países quedó concentrado de la siguiente forma. En Brasil las familias que se apropiaron del monopoplio de la palabra fueron: Marinho, Frias, Mesquita, Saad Abravanel, Sarney, Magallhaes y Collor. En Chile, Claro, Mosciatti y Edwards. En Colombia, Ardila Lulle, Santo Domingo y Santos. En Argentina, Noble, Saguier, Vigil, Mitre, Fontevecchia. En México, Azcárraga y Slim. En Venezuela, Cisneros y Zuloaga. Sólo por nombrar algunos casos. De esta forma, y a caballo del avance veloz de las tecnologías de la información y la comunicación, estos grupos mediáticos (originalmente de prensa escrita) se fueron quedando con todas las licencias de radio AM, FM y televisión abierta que pudieron o quisieron. En ese primer proceso se consolidaron como grandes corporaciones que actuaban dentro de los límites de los propios países donde habían nacido, y desplegaban sólo fronteras adentro su capacidad de modelar la percepción de lo bueno y de lo malo de sus conciudadanos. No es casual que la primera privatización que se realizó en la Argentina durante la década neoliberal (22 de diciembre de 1989) haya sido la de Canal 13, que pasó a manos del Grupo Clarín. Claramente el despojo que vino después no hubiera sido posible –o al menos hubiese sido mucho más dificultoso– sin la colaboración procaz del aparato mediático-ideológico. Vemos cómo, a diferencia de tesis anteriores, la superestructura comenzaba a tener la capacidad de modificar la estructura de un país y una región. Una vez que estos grupos locales consolidaron ampliamente su posición hegemónica –discursiva y económicamente hablando–, en los primeros años del siglo

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XXI se da un proceso de fusiones, adquisiciones y cruces societarios entre las empresas y con capitales foráneos que acompaña procesos similares que se estaban operando en los países centrales. Es la época de la emergencia de los grandes holdings mediáticos, tecnológicos y financieros principalmente en los Estados Unidos y Europa. En el caso de EE.UU., de esas fusiones quedaron hoy sólo seis megaholdings constituidos por ABC, CBS, CW, FOX, NBC y Time Warner, que dominan el 90% del mercado de noticias y entretenimiento. Al igual que sus pares del Norte, las corporaciones familiares de América Latina se reconfiguraron en grandes sociedades mediáticas de carácter oligopólico que comenzaron a fusionarse con las grandes cadenas estadounidenses, a vender parte de su capital accionario o directamente a encarar negocios conjuntos con multinacionales extranjeras en los más diversos rubros, la mayoría de las veces ajenos a la actividad periodística. Esta confluencia de intereses económicos entre el capital extranjero y el local fue decantando en una unidad de acción política donde las necesidades de Wall Street, Washington o Londres se convirtieron en las mismas que las de los propietarios de los conglomerados mediáticos de nuestros países. Esta circunstancia ha dado lugar a que la agenda de intereses de la oligarquía mediática de una ciudad, de un país o hasta de una región entera coincida con los intereses estratégicos de potencias extranjeras. De este modo, los contenidos internacionales de las cadenas de los grandes holdings son producidos, ofrecidos y distribuidos a escala nacional, continental y global; los contenidos originados en Argentina van del canal de noticias TN a O Globo de Brasil, de ahí a Globovisión en Venezuela, cruzan a RCN en Colombia, siguen su viaje a Maya TV en Honduras, de ahí a Televisa en México y, sin muro de por medio, directo a CNN en español, EE.UU. El sistema funciona exactamente igual a la inversa. Esta capacidad de plantear estratégicamente una agenda regional es lo que continúa dotándolos del poder enorme del que aún gozan para manipular las subjetividades según sus intereses. En el plano

* 2014 Sistema de Información Cultura de la Argentina (SINCA).

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de los derechos individuales, las legislaciones sobre medios de comunicación que se encuentran vigentes en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina o en discusión en Brasil, Uruguay y Chile se preocupan en dotar a la ciudadanía de herramientas frente al accionar de las megaempresas mediáticas. Las Defensorías del Público son una herramienta fundamental para el empoderamiento de las audiencias, y la intervención de estos organismos resulta vital para el cumplimiento efectivo de los derechos de los ciudadanos. Un ejemplo a destacar es el de la Defensoría del Público argentina que funciona desde 2012 canalizando y dando respuesta a los reclamos de los usuarios de medios de todo el país, y que es considerada un ejemplo por las defensorías del mundo entero. En el plano macro, el campo de lo público-nacionalpopular-democrático, en su disputa de sentido con las corporaciones, ha dado un paso fundamental con las iniciativas de desmonopolización y creación local de contenidos. Por su parte, la creación de espacios pan nacionales como Telesur resulta un avance inestimable en el camino de brindarnos en América Latina (y al resto del mundo) una mirada propia de los acontecimientos, sin el lucro como objetivo, ni la tergiversación a la que los hechos cotidianos son sometidos constantemente por las corporaciones mediáticas. Algunas otras iniciativas, como la de micros elaborados con contenidos de las radios públicas de varios países van también en ese sentido. Pero a pesar de los esfuerzos que muchos de los gobiernos nacional-populares han emprendido para generar otras voces y otras formas de percibir el mundo,

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podemos observar que aún persiste un grado demasiado alto de descoordinación, de falta de atractivo estético y, sobre todo, de escasez o ausencia de estrategias nacionales y regionales que permitan una disputa real de hegemonía discursiva con el conglomerado corporativo. La diferencia es demasiado amplia aún respecto de la capacidad de instalación de ciertos temas, de unidad de discurso frente a situaciones complejas, de capacidad real de fijación de agenda. Resta multiplicar las reuniones, encuentros, debates y mesas permanentes de trabajo entre directivos, secretarios, ministros y trabajadores de la comunicación, dentro y fuera de los respectivos países, dando lugar así a espacios de colaboración y elaboración conjunta y permanente, y a la definición de líneas estratégicas generales que nos permitan pasar de una situación de asedio y desgaste mediático constante, a una de avance y consolidación de una nueva hegemonía comunicacionalcultural, esta vez de carácter emancipador, democrático, integrador, que promueva la justicia social y la soberanía política. El tacticismo en el que se encuentra el bloque no neoliberal no se puede sostener indefinidamente en el tiempo y menos con resultado favorable. Afortunadamente, hoy el campo popular cuenta con recursos económicos, materiales e intelectuales que le pueden permitir ir motorizando un vuelco en el resultado de la confrontación. No hay tiempo que perder, es viable, es factible, es cuestión de inteligencia, decisión y voluntad pasar de la táctica defensiva a la estrategia victoriosa. El desafío está planteado y el momento del cambio es ahora o nunca. •

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Hacia un abordaje integral de la problemática de la "inseguridad"

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Demonización de jóvenes y demanda social de castigo: de los episodios delictivos a los réditos electorales 1

>> Silvia Guemureman

LOS EPISODIOS DE VIOLENCIA PROTAGONIZADOS por jóvenes procedentes de sectores socialmente vulnerables, esto es, la violencia juvenil “típica”, concita en las agendas de gobierno como primera –y a veces como única– la respuesta punitiva: se reedita la fantasía imprescriptible de gobernar el delito a través del sistema penal, la coerción y el control, en desmedro de la esperanza de gobernar a través de políticas públicas que reviertan o mejoren las condiciones de vida de estos grupos socialmente más vulnerables, promoviendo “soluciones” a mediano y largo plazo. Se produce así una triste asimilación entre políticas sociales, de seguridades de base territorial y penales para los jóvenes, que parapetadas tras los bienintencionados propósitos de prevención social, encubren y soslayan a los verdaderos artífices que las inspiran: los difusos y manipulables miedos sociales. Una variante de estas políticas la constituyen las novedosas políticas de seguridad para la inclusión social inscriptas en el

>> Silvia Guemureman Silvia Guemureman es socióloga, especialista en problemáticas sociales infanto-juveniles y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Está acreditada como investigadora del Conicet y desempeña su labor de investigación en el Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Coordina el Observatorio sobre adolescentes y jóvenes en relación a las agencias de control social penal, cuyo sitio web puede consultarse en www.observatoriojovenes.com.ar

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marco del gobierno político de la seguridad, instituido mediante el modelo de seguridad democrática, pilar fundante del Ministerio correspondiente en nuestro país. Este grupo de políticas, aún de alcances difusos, imbrican las prédicas de las políticas sociales de inclusión con las prácticas brutales de las fuerzas de seguridad, esgrimidas como argumento para su garantía efectiva. Esto es, para que la ayuda, la asistencia, las prestaciones y los servicios puedan efectivamente arribar a los territorios destinatarios, debe mediar una pacificación previa, más o menos brutal según la resistencia expresada por los habitantes y residentes. El ejemplo más claro, en Brasil, fue la pacificación de las favelas a sangre y fuego, ingreso de tanques militares mediante. Brasil no queda tan lejos de la fantasía de las intervenciones multiagenciales en territorios socialmente vulnerables de la periferia urbana y del Gran Buenos Aires. Es factible demostrar, a través de una reconstrucción histórica del último período que revisite los episodios de violencia juvenil típica, que existe una correlación positiva entre episodios de violencia letal

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Este artículo reconoce dos antecedentes sobre cuya línea he seguido trabajando: 1) “Los casos de violencia juvenil, las teorías de las subculturas criminales y los miedos sociales”, en Libro de Conferencia Internacional Más allá de las Pandillas, Violencias, Juventudes y Resistencias en el mundo globalizado. Flacso, Quito, Ecuador; y 2) “Los «unos» y los «otros». Del tratamiento judicial que reciben los adolescentes y jóvenes que cometen delitos”, en el Dossier de Monstruos y Monstruosidades de la Revista de Ciencias Sociales N°85 (Marzo 2014).


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protagonizados por jóvenes procedentes de sectores vulnerables sobre sujetos procedentes de sectores sociales medios o medios altos –la mayor cantidad de veces– y la reactivación de la agenda legislativa para el tratamiento de proyectos vinculados a la reforma de las leyes que rigen la administración de los castigos para adolescentes y jóvenes que cometen delitos, más precisamente, las leyes penales. Asimismo, también es factible demostrar que hubo desplazamientos en los mecanismos que activan la criminalización de los adolescentes y jóvenes desde los episodios delictivos típicos a las incivilidades juveniles que configuran el repertorio de prácticas culturales que por malas razones se tornan criminalizables a instancias del juego político. Así, poco importa que estos adolescentes y jóvenes sean efectivamente protagonistas de hechos de sangre. Basta que pinten trenes o fumen marihuana para que “haya que matarlos” o “cagarlos a trompadas”. Preocupa este desplazamiento. Conviene historizar la secuencia y detenerse para reflexionar. La cobertura mediática de estos episodios enriquece la crónica.

Violencia juvenil típica, inseguridad y criminalización mediática De todos los episodios de violencia juvenil típica protagonizados por adolescentes y jóvenes de sectores socialmente vulnerables, el asesinato de Axel Blumberg acaso fue el más significativo. Entre marzo de 2004 y marzo de 2005, el Congreso votó 26 reformas al Código Penal bajo la presión de las marchas encabezadas por Blumberg padre. Se endurecieron las penas por tenencia y portación de armas y las condenas para los miembros de la fuerza de seguridad que cometiesen delitos; se eliminó el beneficio del “dos por uno”, entre otros. Sólo un reclamo no fue ley: la baja en la edad de la imputabilidad. A este episodio, siguieron otros tantos que activaron la agenda legislativa2 con la invariable pugna por el límite de la edad de

imputabilidad penal. Merecen citarse los casos de Barrenechea (noviembre de 2008); Capristo (abril de 2009) y Cáceres (noviembre de 2009). Luego de ese año sacudido por diferentes episodios de violencia delictiva protagonizada por adolescentes, el proyecto “Régimen Legal Aplicable a las personas menores de 18 años en conflicto con la ley penal” obtuvo media sanción en la Cámara de Senadores, con la aceptación de la baja de edad de imputabilidad penal a los 14 años (diciembre de 2009). Durante el año 2010, el debate que parecía fácilmente zanjable en la Cámara de Diputados, se trabó ante un repentino cambio de posición del bloque oficialista que forjó un dictamen de mayoría volviendo a establecer la edad de punibilidad en los 16 años.3 En enero de 2011, el homicidio de Fabián Esquibel a manos de un adolescente inimputable de 15 años, reinstaló el tema en la agenda política-mediática. En el año 2012, no hubo casos resonantes. El proyecto que tenía media sanción pierde estado parlamentario. Tampoco logra tratamiento el dictamen de mayoría que restituía la edad a 16 años. Otro triunfo de la ley 22.278. Es interesante que a partir de este momento, el debate sobre la baja de edad de imputabilidad se reactiva no ante episodios delictivos protagonizados por jóvenes, sino como moneda de cambio en el mercado de los réditos electorales.

Desde los episodios de violencia delictiva a la evocación de la peligrosidad en abstracto El año 2013 marca un punto de inflexión, entre los episodios de violencia delictiva a la evocación de la peligrosidad en abstracto y la criminalización de los jóvenes como moneda de campaña política. Indudablemente, las declaraciones del principal candidato a diputado por el FPV para la Provincia de Buenos Aires, en ocasión de las elecciones PASO, marcan el episodio más representativo de este pasaje.

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Una reconstrucción de distintos momentos legislativos, puede consultarse en www.observatoriojovenes. com.ar/publicaciones/informesobservatorio. 3 Este dictamen fue firmado por casi todos los diputados oficialistas, el GEN de Margarita Stolbizer, Proyecto Sur (de Pino Solanas), Nuevo Encuentro (Martín Sabbatella), el socialismo y una diputada de la Coalición Cívica.

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Hacia un abordaje integral de la problemática de la "inseguridad"

El candidato re-instala el tema de la baja de imputabilidad penal como un tema de campaña electoral del que presume sacará rédito político sobre su principal adversario jurisdiccional. Si bien el candidato del FPV es desautorizado por los exponentes de su propio partido, y la avanzada mediática no tiene correlatos legislativos, el eje se corrió a la derecha, y la discusión ahora es quién es más “duro” entre los duros. Con este episodio se discontinúa la serie cíclica marcada por los episodios anteriores: ocurrencia de un hecho, reacción social, exacerbación del pánico social, suministro de respuestas, y propuestas de baja de edad de imputabilidad. Aun así, fue la última vez que se agitó la discusión por un régimen de responsabilidad penal juvenil; no obstante, el debate legislativo no prosperó y la ley 22.278 de la última dictadura sigue vigente.

De cara al futuro. Graffiteros y fumadores de porro: la encarnación del peligro en las “incivilidades” culturales El contexto de criminalización de los jóvenes ya está creado y forma parte del contrato de lectura entre la clase política y la sociedad civil. Los ciudadanos asustados hacen prevalecer sus preocupaciones y la “inseguridad” continúa liderando el ranking de las preocupaciones ciudadanas. No sólo los autores de delitos, sino aquellos sujetos en riesgo, susceptibles de convertirse en autores de delitos, son abarcados por las políticas de seguridad preventivas y políticas de gestión de riesgos en sentido amplio. Estas políticas alcanzan también a la peligrosidad en abstracto, la peligrosidad ex ante. Las incivilidades y las contravenciones son susceptibles de recibir distintos tipos de reprimendas que van desde las sanciones informales, las detenciones ambulatorias, la restricción de circulación por determinados lugares, el cercenamiento del libre tránsito en el espacio público, hasta los encuentros cercanos con las fuerzas de seguridad –policías, 4

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gendarmería, prefectura– en el marco de planes de prevención del delito y operativos. Se revitalizan los códigos contravencionales; la solicitud de aumento de facultades policiales es una constante que alternativamente consigue algunos triunfos y cosecha otros tantos fracasos. Los jóvenes no la pasan bien. Basta reconstruir los testimonios de los jóvenes residentes en barrios precarios o villas para conocer de primera fuente sus experiencias violentas con la gendarmería, las policías y la prefectura. Es en este contexto que declaraciones como las vertidas por dos políticos con aspiraciones presidenciales, ante hechos menores de transgresión, encuentran un contexto favorable a la enunciación. En octubre de 2013, uno de los precandidatos presidenciales y para entonces intendente en la provincia de Buenos Aires, fue consultado acerca de cómo procedería en caso de encontrar a alguno de sus hijos de 11 y 8 años fumando un cigarrillo de marihuana. La respuesta no se hizo esperar: “Si mis hijos fuman porro los cago a trompadas”.4 Ante el estupor del periodista, luego relativizó: “Arrancaría por ahí y después le explicaría que se está haciendo daño”. La repercusión de las declaraciones fueron negativas, tanto por la apelación a la violencia física como estrategia correctiva comportamental, así como por la ajenidad demostrada por el candidato con aspiraciones de representación, a la problemática de los consumos juveniles más generalizados. Otro de los precandidatos con aspiraciones presidenciales, también funcionario en ejercicio, en ocasión de descubrir, en abril de 2014, que las formaciones de trenes nuevas habían sido grafitadas por adolescentes, convocó a una conferencia de prensa donde al expresar su enojo, afirmó: “Claro que amerita, por favor, cómo no va a ameritar una conferencia, hay que matarlos, te dan ganas de matarlos, cómo se puede ser tan energúmeno”, y añadió: “A veces soy medido porque es un menor, si no tendría ganas de decirle que es un tarado”.5 Luego de referir que se hizo la denuncia en el Juzgado Federal N° 14, cuyo

http://noticias.terra.com.ar/politica/massa-si-mis-hijos-fuman-porro-los-cago-a-trompadas,c8823dd7fc0e 1410VgnVCM10000098cceb0aRCRD.html 5 http://www.plazademayo.com/mediosyopinion/?p=12065

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juez, Sebastián Casanello, ordenó “que se denuncie a los padres por daños y perjuicios, y van a tener que responder económicamente por el costo de grafitear una formación 0 km” (Fuente DyN), el funcionario y precandidato aludió a la conducta a adoptar en caso de que el graffitero fuera su hijo: “Si fuera mi hijo, le dejo el traste sabés cómo, ¿no? Por pelotudo”. La derivación mediática de este episodio supo ser la del arte callejero, y el debate sobre si los graffitis eran o no arte y expresión cultural. Poco se puntualizó sobre la gravedad de la criminalización penal del joven graffitero y su familia. Los dos políticos abandonan el lugar de políticos, y se ubican en el lugar de padres, y en tal carácter, imparten el justo reproche: uno le “dejaría el traste a la miseria por pelotudo”, y el otro, “lo cagaría a trompadas para que entienda”. En ambos casos, la violencia precede al diálogo, la violencia es el modo privilegiado de resolución de conflictos. Lo que evidencian estos dos episodios es la dificultad de pensar en soluciones legalmente adecuadas, institucionalmente viables e instrumentalmente motivadas para enfrentar la delincuencia juvenil y la inseguridad. En síntesis, se trata de un tema en el que tallan valores, convicciones, creencias y prejuicios; de allí la responsabilidad que debe primar en las palabras y en las acciones por parte de representantes públicos con aspiraciones de representación. Lo más grave es que estas denuncias tengan contexto de posibilidad y que el umbral de tolerancia –o de intolerancia– haya permitido que el repudio no sea unánime, más aún cuando en uno de los casos, la amenaza es real en sus consecuencias: si fuera el hijo, le deja el traste a la miseria, pero como es el hijo de otro –es otro, tam-

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bién social y culturalmente–, entonces le hace una denuncia penal, y lo criminaliza.

Los linchamientos de 2014: una reflexión En marzo de 2014 la sociedad se vio conmovida por un episodio de linchamiento en Rosario, donde vecinos indignados hicieron justicia por mano propia contra un joven que había arrebatado la cartera de una mujer embarazada. El castigo retributivo fue ejemplar, tanto que acabó con la vida del joven que agonizó sus últimas horas en un hospital con un cuadro de gravedad irreversible. Por aquellos días, la moda de los linchamientos ocupó espacios mediáticos, y fueron varios los episodios que trascendieron a la opinión pública. Estos episodios no deben ser minimizados en absoluto, suceden porque encuentran un contexto favorable de posibilidad a su expresión, cuestión que nos interpela sobre nuestra sensibilidad civilizada. Es la sensibilidad la que define las fronteras de posibilidad en las políticas penales. Si cayeron en desuso algunos castigos por ser considerados “bárbaros”, “repugnantes”, “salvajes”, “crueles” o “degradantes”, todos atributos de la “inhumanidad”, flaco favor realizamos a nuestras políticas penales si nos retrotraemos a aquellos tiempos, cuando venganza era sinónimo de justicia, si extrapolamos “soluciones privadas” aptas en el mejor de los casos para la esfera doméstica, en soluciones públicas sustrato de leyes, políticas y programas. El uso del lenguaje debe ser responsable y cuidadoso, y realizar justos reproches a quienes infringen la ley nada tiene que ver con la pena de muerte, sea esta instituida formal o simbólicamente como horizonte de posibilidad. •

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Hacia un abordaje integral de la problemática de la "inseguridad"

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Breves consideraciones sobre la asociación delito-sector social-droga/s >> Alberto Calabrese EL HECHO DE LIGAR A UNA PERSONA CON LA delincuencia no ocurre de manera espontánea, natural. En realidad, el entorno donde se produce la calificación, y los distintos modos de tipificar en ciertos sectores sociales son elementos definitivamente significativos. En este caso nos referimos a aquel caratulado como “delincuente”, a quien se caracteriza como despiadado, desprovisto de afectos y falto de toda afiliación positiva, lo que lo deforma habitualmente en pernicioso, cruel, vago y capaz únicamente de conductas deleznables. Poco importan características que puedan disminuir la carga; por el contrario, las reacciones frente a semejante construcción estarán signadas por la automatización de las respuestas, los reclamos de mano dura y hasta la justificación de su muerte –si no es que se la pide explícitamente– como única forma de expiar su vida, corta e infame. Hemos sido testigos de este tipo de reacciones en aquellos actos de “justicia por mano propia” individual o grupal que dimos en llamar “ola de linchamientos”. Muy distinta es esa misma mirada colectiva cuando el delito es invisible por el silencio de los medios, o bien existe una verdadera imposibilidad de responsabilizar a los autores de delitos de magnitud como los de lesa humanidad, desastres económicos o estafas político/administrativas, en los que la complejidad dificulta esa forma simplificada de observar las cosas, establecer >> Alberto Calabrese Sociólogo, especialista en adicciones. Director de Adicciones, DSMyA, Ministerio de Salud de la Nación. Director de la carrera Especialización en Adicciones de la Universidad Nacional de Tucumán y profesor UBA. Asesor de programas y cursos nacionales y extranjeros.

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criterios y niveles de delito. Incluso frente a la noticia de que tal o cual persona logró algún tipo de ventaja a través de coimas, maniobras evasivas, contrabando y demás, nunca faltarán quienes lo defiendan con frases ampliamente difundidas como “supo hacerla”, o “con todo lo que hizo… qué querés”, etc. Es notable que esos individuos, luego de –en algunos casos– haber protagonizado grandes pseudo escándalos, pasen a formar parte del amplio club de los exculpados por exceso (de ingresos monetarios, por ejemplo). Entonces, ¿a qué tipo de delincuencia nos referimos cuando clamamos justicia y castigo? A aquella que ya por su previa exclusión, sirve al ser recluida taxativamente (cárcel, institutos de menores, instituciones cerradas, mecanismos atribuidos a la salud mental, etc.). Es fácil ver en esos sistemas de exclusión el predominio de una mayor cantidad de personas de origen humilde, portadores de escasas herramientas del conocimiento o medios de reconocimiento social formal o asimilado, con familias devastadas por la miseria, y tantos otros etcéteras. Es a partir de esta realidad que se construye el sentido de que con esa proveniencia es natural que se los vea con una mirada incriminatoria, en la que incluso muchas veces se anticipa la culpabilidad aun sin existir. Salvo para quienes, por un gesto de rebeldía o lucidez, pueden expresar algunos de los mecanismos de exclusión como reafirmación de su propio intento de incorporación al mundo, la mayoría queda circunscripto a un mundo aislado y sospechado en forma permanente. En cambio, expresiones como la “cumbia villera”, por caso, son formas más o menos exitosas de reconvertir las dificultades frente a las que se vive. Afirmar lo que aparece como negativo levantándolo como propio, expresivo y distinto, es una manera


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de reafirmar los propios sistemas de supervivencia e identidad. Ahora bien, con esto no hay que hacer desde lo razonado estereotipo alguno, como la asociación automática pobreza-delito, pero es usual suponer que a mayor grado de exclusión, se producen aumentos significativos de determinadas conductas que se ven como “peligrosas”. Basta como ejemplo ver las campañas contra los “trapitos” con extensos programas donde se habla de “amenazas”, “extorsión” u otros adjetivos. Habría que agradecer miradas similares y reacciones de esa medida, frente a otros grados de auténtico delito; por caso el asalto en un cajero (sin desmerecer a las víctimas), suele ser mucho menos significativo para la opinión pública, que el vaciamiento de una empresa con 4.000 empleados. Y es que en el tratamiento de este tema existe un manejo descarado de los medios y sus énfasis para destacar o esconder determinados hechos. En otras palabras, el delito se significa y se tipifica hacia el interior del común de la población (internalización del sentido del delito) según el prejuicio que exista sobre quien lo cometió. Lo mismo ocurre con los castigos que se piden frente a los mismos. Hay un ejemplo de la biología que ayuda a entender esto; cuando hacemos experimentaciones sobre animales indefensos frente al investigador, luego de ser manipulados o inyectados –es decir abusados en términos humanos– suelen traducir su dolor y frustración en confrontaciones y ataques, incluso mortales, entre sí. A este extremo se puede llegar, y es trasladable a muchas situaciones que deben padecer los individuos. ¿Y dónde entra aquí el tema de “la droga”? Recordemos que al simplificar una situación o un objeto, se lo suele singularizar si tiene excesiva importancia en el contexto; por ejemplo, si decimos “la belleza” en abstracto seguramente va a simbolizar una imagen previa de la misma, que suele estar inducida en las usinas de poder, de producción de moda, de otras circunstancias que hagan a esa cuestión en particular. Lo mismo pasa con las sustancias conocidas como “la droga”, que en realidad son miles y obedecen a tres grandes agrupaciones biológicas: estimulantes, depresores y alucinógenos, y que en realidad también incluyen sustancias que son legales. • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

Deberíamos puntualizar que a las mismas: a) se les adjudica siempre una cualidad de “adictiva”, cosa que es el último efecto y no para todos los consumidores; b) no se distingue el tipo de sustancia; c) no se visibiliza más que en los sectores sumergidos; d) es noticia en otros ámbitos sociales solamente cuando se produce algún accidente notorio (ej. “jarra loca” o fiesta rave); e) se le atribuye la posibilidad (independientemente del tipo) de impulsar a un individuo a cualquier tipo de exceso (que puede incluir el asesinato) y f) se le atribuyen extensión e incidencia mucho mayores de las que las estadísticas confiables le asignan, exhibiendo números sin sentido, hablando livianamente de “miles de casos”, la mayoría de las veces no comprobables. Obviamente esto es tendencioso y falaz. Las sustancias –entre otras cosas– llaman la atención en tanto y en cuanto quienes las consumen tengan una mirada social previamente asignada. El éxtasis (metanfetamina) tiene un uso extendido en los ámbitos bailables del país, donde nunca hay “razzias” o detenidos a la salida de los mismos. No es el caso de gente joven consumidora de marihuana o “paco” (pasta base de exagerados consumos que no coinciden con los estudios serios), hacia quienes la actitud de los organismos de control se manifiesta en situaciones de intervención, encuadramiento, presión, persecución, etc. Dicho de otro modo, las sustancias psicoactivas prohibidas –que además no están en esa situación desde hace milenios, sino apenas unas décadas– son también un agregado para esa tendencia a asociar delincuenciadrogas con los habituales candidatos a ser siempre los depositarios de los prejuicios y formas del rechazo social. En estos términos se incluye o excluye. Desde ya, lo que queda excluido es el debate, la reflexión, que permitirían asentar este problema más en el campo social y de la salud, brindando serias posibilidades de poder efectivizar activas maneras de prevención. Por el contrario, es llevado al peligroso y fracasado campo del supuesto control del narcotráfico, que hasta ahora ha acrecentado el negocio y decomisado bien poco; nada más que el 10% de lo que circula es sacado del circuito. El camino es otro y podemos transitarlo, sólo es necesario deconstruir prejuicios y comprender lo que está en juego en toda su complejidad. • ——————————————————————

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Cultura, educación y nuevas tecnologías

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Viajer@s entre culturas >> Valeria Sardi

>> Valeria Sardi Doctora en Letras y profesora ordinaria e investigadora de la UNLP. En el año 2012 ganó el Segundo Premio Nacional en la categoría Ensayo Pedagógico con su libro Políticas y prácticas de la lectura. Su último libro –en colaboración– se titula Cartografías de la palabra.

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PENSAR EN LOS/AS JÓVENES ME INVITA A IMAginarlos/as como viajeros/as que cruzan zonas culturales diversas, atraviesan fronteras, zonas liminares y en pugna, en busca de una política de identidad en lucha con ciertos discursos dominantes y adultocéntricos que los piensan desde la carencia y el déficit. Esos discursos donde los/as jóvenes “tienen sólo doscientas palabras”, “no están alfabetizados”, “no saben escribir”, “no les interesa leer”, entre otras frases, se dan cita no sólo en los medios de comunicación masiva sino también en ciertas miradas desde el campo educativo. Sin embargo, cuando ponemos la lupa en los modos en que los/as jóvenes se vinculan desde la escuela y desde sus trayectorias vitales con la lectura y la escritura podemos encontrar modos novedosos e irreverentes de vinculación entre culturas, discursos y prácticas en los que la cruza entre conocimiento académico y cotidiano, entre cultura letrada y de masas, entre los saberes escolares y los sociales es una marca de singularidad y riqueza. Escribo esto y recuerdo dos escenas en escuelas secundarias de la localidad de Berisso que me interpelaron, y hoy las traigo para compartirlas. La primera se desarrolla en la clase de Literatura en un quinto año, cuando el profesor, junto con sus estudiantes, estaba elaborando en el pizarrón un cuadro sobre la figura de escritor de Roberto Arlt. Un estudiante, Diego, tiene abierta la netbook y juega al Counter Strike y, a la vez, interviene con comentarios acerca de Arlt como periodista, luego escribe la consigna de trabajo en su carpeta. La segunda escena sucede en un cuarto año de una escuela secundaria a partir de la lectura compartida de El Mio Cid. El profesor, preocupado por no generar hastío en sus estudiantes, decide encarar la lectura desde la figura del héroe. Comienza enumerando distintas figuras de héroes, entre ellos los personajes de las películas 300 y Brave Heart, y un estudiante interviene para proponer la de Cipriano Reyes, uno de los protagonistas del 17 de octubre de 1945. A partir de allí los/as estudiantes comienzan a citar datos y refieren a distintas fuentes, entre ellas sus abuelos, tíos y conocidos. Todos/as tienen una historia para compartir sobre este héroe local. Así


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avanza la clase entre un saber letrado y los saberes sociales y culturales que aportan los/as estudiantes. Dos escenas que son interesantes para reflexionar. Una primera cuestión a plantear es cómo, a partir de la entrada de las netbooks en las escuelas secundarias gracias a la decisión gubernamental de implementar el Programa Conectar Igualdad, aparecen discursos en disputa. Por un lado, aquellos que apuestan a terminar con la desigualdad en términos de acceso a las nuevas tecnologías y consideran que el ingreso de la herramienta informática permite vincularse con los conocimientos desde otras experiencias poniendo en valor los saberes de los chicos y chicas y, por el otro, aquellos que desde un discurso apocalíptico piensan que su ingreso en la escuela trae problemas de escritura en los/as jóvenes, habilita usos no deseados de la tecnología o genera un desinterés por los contenidos escolares. En este sentido, la primera escena es esclarecedora. Diego aparenta no estar interesado en el tema de la clase por su atención puesta en un juego digital, sin embargo, no sólo escucha sino también participa oralmente y luego por escrito, y sus aportes son clave para vincular a Arlt con su figura como escritor periodista. Diego es un ejemplo de cómo los jóvenes ponen en juego la lectura multimodal donde un link lleva a otro, varias ventanas se abren en la pantalla y, a su vez, escucha la explicación del profesor, interviene haciendo aportes y resuelve la consigna propuesta. En su hacer hay algo de fragmentario, salteado, interrumpido que da cuenta de otro modo de vincularse con la lectura, la escucha, la escritura y el conocimiento escolar. De allí que es interesante observar cómo en esta escena se muestra el pasaje entre lo oral y lo escrito, entre el papel y la pantalla, entre la escucha y la actitud hacia el juego, el silencio y la toma de la palabra en una trama donde no deberíamos pensar en términos de correcto e incorrecto; sino, más bien, sería interesante leer esas prácticas de lectura, escritura y oralidad en términos de cruces discursivos y culturales. Es decir, creo que valdría la pena mirar cómo Diego –como otros/as tantos/as jóvenes–

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se relaciona con los saberes cuestionando los límites del discurso hegemónico para proponer otros modos de atravesar la experiencia de escolarización y, específicamente, las clases de Literatura. Lee de otro modo, aprende de otro modo. Y si hablamos de modos de leer y aprender distintos, es interesante la segunda escena presentada en tanto y en cuanto muestra cómo es posible leer un texto de la cultura dominante, legado del panteón literario, texto representativo de la cultura hispánica, desde otra mirada. Contra la marea de las lecturas institucionalizadas en la escuela que históricamente construyeron unos sentidos legítimos y unos modos de leer correctos, y establecieron una moral lectora de qué y cómo se tenía que leer –hoy esto se reactualiza en los discursos mediáticos que reproducen cierta mirada academicista acerca de que leer es sólo leer libros–, es posible pensar la lectura en otros términos. Leer puede ser una experiencia donde los/as jóvenes lean los textos de la cultura desde sus propias inscripciones culturales, desde sus propios itinerarios, vivencias, biografías. Y la escuela puede ser el espacio donde esto suceda, donde la lectura sea una práctica que posibilite el cruce entre lo escolar y lo no escolar, entre lo íntimo y lo público, en pos de la construcción de otros sentidos que atiendan a todos/as los chicos y las chicas que hoy están adentro de la escuela. Estas dos escenas dan cuenta de la complejidad que atraviesa los modos en que los/as jóvenes se vinculan con el conocimiento y, asimismo, las múltiples dimensiones que entran en juego cuando hablamos de lectura y escritura en jóvenes que asisten a la escuela secundaria pero que se vinculan con la cultura desde diversos recorridos que van más allá de la escuela y que requieren de una mirada detenida, sensible y analítica que supere los reduccionismos de los discursos mediáticos. De allí que me gusta pensar en los jóvenes como viajeros/as que cruzan fronteras, que traspasan los discursos instituidos para dar lugar a la experiencia de aprender desde sus propias historias e identidades. •

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Cultura, educación y nuevas tecnologías

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En el umbral del porvenir Algunos dilemas nacionales en la sociedad de la información

>> Fernando Peirone

LA CONSOLIDACIÓN DE LA SOCIEDAD DE LA INformación o sociedad del conocimiento, a esta altura, nos reclama trascender el anecdotario sobre sus efectos disruptivos para pensarnos en relación con un mundo con características diferentes. Debatir interna y regionalmente este posicionamiento es uno de los principales desafíos que afrontamos en el presente. Sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de una mutación que está en su etapa inicial, con efectos que abarcan desde el sistema productivo hasta el modelo institucional, pasando por las prácticas políticas, la dinámica del campo social, y los procesos de subjetivación. En este contexto, los países que tengan mejores reflejos –sin negar, por supuesto, la insoslayable gravitación de los factores históricos, geopolíticos y

>> Fernando Peirone Docente e investigador de la Universidad Nacional de San Martín. Fundador de la Facultad Libre de Rosario. Director del Programa de Saber Juvenil Aplicado de la Universidad Nacional de San Martín. Autor, entre otros, de Produce Monstruos (Homo Sapiens, 1998), Historia de la Biblio (2010), Mundo extenso. Ensayo sobre la mutación política global (Fondo de Cultura Económica, 2012), La educación alterada. Aproximaciones a la escuela del siglo XXI (Salida al mar, 2010).

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macroeconómicos– contarán con una importante ventaja comparativa en la reconfiguración cultural. La idea de este artículo es distinguir algunos de los dilemas que se nos presentan en el umbral del porvenir.

Cisma La literatura de la que disponemos se vuelve inhábil para pensar un cisma cultural como el que atravesamos, donde dos cosmovisiones se disputan la lógica del sentido y, concatenadamente, se rediseña el diagrama de poder. La lectura de lo social se resiente frente a un molde cognitivo global, agentes difusos y la emergencia de una episteme que trastoca los códigos fundamentales de la cultura dominante. Estas dificultades interpretativas, tanto como la sensación de extrañamiento que acusan las ciencias sociales frente a “un objeto que habla” con un lenguaje errático, están directamente relacionadas con el agotamiento de las narrativas que ofrecieron durante más de diez generaciones. Como no puede ser de otra manera, este reordenamiento mantiene una correspondencia analógica con las transformaciones que se producen en la matriz productiva. En este caso, las que se generan con el pasaje del paradigma industrial al paradigma informacional. Se trata, sin embargo, de un poliedro global bastante más complejo que una reconversión productiva. Digo esto porque, por un lado, no deberíamos soslayar que en esta travesía el capitalismo se enfrenta a sus propias aporías (también con final abierto). Y por otro, porque estas tensiones ocurren mientras la autocomunicación de masas, posibilitada por las tec-


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nologías interactivas, trae a escena un actor colectivo –difuso pero efectivo– que genera nuevas condiciones sociales, agudiza la crisis institucional e interpela la gobernanza de las democracias instrumentales subordinadas al capitalismo financiero global (aunque también a China y los gobiernos de Medio Oriente). Tal como se advierte, es un escenario complejo, de continuidades y discontinuidades, de fuerzas emergentes y fuerzas en retroceso, de trampas y oportunidades, que dificultan cualquier posicionamiento. Sin embargo, en esta trama global, la fortificación de los lazos regionales es un camino con pocas contraindicaciones. Primero, porque estamos en condiciones de asumirnos como un polo de innovación y desarrollo con valor agregado en el marco del nuevo paradigma productivo. Segundo, porque ninguna innovación en los modelos productivos, incluida la revolución industrial, se ha llevado a cabo sin el aporte de científicos e industriales de otros países que potencien el desarrollo, la difusión y las demandas. Y tercero, porque de aquí en más, como un signo de la época, ya no habrá avances considerables que no sean transnacionales, dialógicos, interdisciplinarios, interconectados, y colaborativos, bajo una morfología dinámica y reticular. Dicho esto, las posibilidades de desarrollo nacional y regional que tenemos en el marco de una economía informacional, marcada por la competitividad en la producción de conocimiento y la capacidad para procesar eficazmente la información, no son menores. Desde la vuelta de las democracias, con altibajos y oposiciones, la región ha logrado una continuidad en la gestión institucional de ciencia y tecnología. Resta avanzar en políticas informacionales programáticas, para hacerle frente a lo que vivimos y se avecina. Es nuestra posibilidad de capitalizar el aprendizaje institucional y de agregar riquezas distintivas a las cadenas de valor de la sociedad posindustrial. Por lo cual se vuelve substancial generar sinergia entre la capacidad emprendedora, el conocimiento científico (universidades), y el capital de riesgo (privado y estatal). Pero también rescatar y fortalecer aquellos aspectos que hemos podido incrementar de un modo irregular y –en cierto modo– silvestre: redes sociales, es• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

píritu emprendedor independiente, ductilidad empresaria, fecundidad universitaria.

Transiciones Repensar los modelos de desarrollo y crecimiento trae aparejadas nuevas encrucijadas. Las que surjan, por ejemplo, cuando se evalúe en qué medida y en qué términos sostener el modelo industrial. Porque aun con sus deficiencias, no podemos dejar de tener en cuenta que en la última década el fomento de la vocación industrialista permitió fortalecer el mercado interno, diversificar ingresos, generar inclusión y ampliar el alcance de la movilidad social. Una reconversión productiva deberá, pues, planificar una transferencia responsable para evitar catástrofes sociales. Asimismo, deberá contemplar y administrar las tensiones que surjan con los grupos económicos que escudados en la vigencia del modelo tradicional se resistirán a innovar y a poner en riesgo sus privilegios. Necesitan, sin embargo, insertarse exitosamente en este proceso para no ser fagocitados. Ocurre en el sector agropecuario con sus incursiones en la Agricultura de Precisión. Esto obliga –también a ellos– a generar puntos de encuentro y entendimiento, ya que más pronto que tarde la producción agropecuaria va a necesitar incorporar el Big Data (procesamiento de grandes volúmenes de información) para combinar información georreferenciada de los monitores de rinde con los costos asociados y así crear mapas de márgenes económicos. Y sus aliados estratégicos naturales deberían ser el Estado y las universidades, antes que los prestadores externos. El campo académico, para ingresar en un terreno más afín, tiene sus propias encrucijadas. La misión universitaria, tanto como la oferta curricular y la formación profesional, están siendo interpeladas en la misma medida en que se consolida el paradigma informacional. No sólo por el retraso epistemológico y conceptual respecto del actual proceso cognitivo, sino porque estamos generando competencias para una sociedad que ha dejado de existir y que sólo persiste como ilusión, producto de la potente inercia cultural moderna. Ya en 2000, Fernando Flores y John Gray hablaban de la corrosión de las instituciones ——————————————————————

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Cultura, educación y nuevas tecnologías

educativas y del ocaso de las carreras, ya que “la división social del trabajo en profesiones y carreras pertenece a una fase de desarrollo tecnológico anterior”. Este desajuste ocurre mientras se agiliza la aplicación de la “inteligencia colectiva” y se multiplican los entornos informales de aprendizaje. Hablamos de una sociabilidad desarrollada al margen de los espacios educativos tradicionales, que ha comenzado a producir saberes –a esta altura– fundamentales para la interacción con el nuevo mundo. Saberes que si fueran incorporados a la vida institucional y a la oferta académica –como fueron incorporados al mercado laboral los curadores de contenidos y los community managers– podrían proporcionar ventajas invalorables en no pocos dominios. El sector sindical –para no fomentar la idea de campos expiatorios– tal vez deba participar más activamente de los debates contemporáneos sobre la info-comunicación y el capitalismo cognitivo, ya que están produciendo alteraciones en las posiciones laborales que ameritan un mayor debate interno y una reorientación del actor sindical que surgió del industrialismo y hoy no logra resignificarse en relación con las modalidades productivas del informacionalismo. En este sentido, Paula Abal Medina nos recuerda que los lugares de trabajo son espacios vivos que están en condiciones de informar sobre el modo en que se construye fuerza trabajadora en la nueva fase del capitalismo. De allí la necesidad de que se habiliten canales de diálogo con estas experiencias, porque son la base de un saber a partir del cual se pueden generar insumos para una renovación teórica, para una actualización de la estrategia política del sector, y para la evaluación de nuevas formas de organización sindical.

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Final Por último, quisiera señalar que así como existe una concomitancia entre el paradigma industrial y el iluminismo, del mismo modo el paradigma informacional mantiene relación –para algunos más cómplice, para otros más antagónica– con cierta emergencia intelectual. Una subversión simbólica que pasó de representar líneas de fuga y fenómenos más o menos aislados, que se explicaban como excepcionalidades sin proyección, a catalizar una gramática social cada vez más extendida y asimilada. Hoy, esta dinámica devino en un modo de habitar el mundo real-virtual en el que convergen la dimensión social y la subjetiva. En la base de este constructo se encuentra lo que, según entiendo, nos permite confirmar el ingreso a una nueva época. Una combinación de saberes tácitos, experiencias sociales, y habilidades cognitivas que componen la episteme de una etapa cultural diferente. No podremos insertarnos en un proceso plural como el que aquí se pone a la vista, si como país no comenzamos a interactuar con los códigos de la cultura emergente; si no renovamos las narrativas con que intentamos abordar y figurar(nos) la organización del mundo emergente; si no abrimos el sistema educativo a esta cosmovisión alrededor de la cual ha comenzado a estructurarse el orden social. El tránsito por estos y otros desafíos complementarios forman parte de una conversión que tarde o temprano todos los países deberán realizar, independientemente de su voluntad de cambio. Sin duda, el ritmo, la habilidad reconfiguradora, y la socialización con que se lleve a cabo será la combinación que defina los costos del pasaje y el posicionamiento que logren en el nuevo escenario internacional. •


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20 de marzo al 5 de abril de 2015

En Laberinto de las ideas políticas argentinas atravesamos varias escenas de la vida política nacional. Por ende: varias Argentinas. Con sus vericuetos, pasillos, calles, pasadizos y encrucijadas, que a veces se presentan sin salidas inmediatamente visibles. ¿Por qué? Porque los dramas sociales y políticos de un pueblo implican, siempre, múltiples entramados, resistencias, porosidades, pasajes. En estos pasillos se establecen diálogos tensionados: entre imágenes y textos, entre ideologías, entre modelos y proyectos políticos que se balancean entre pasado y presente. A través de una selección de archivos, gráficas, ensayos fotográficos de autor, obras de artistas contemporáneos, fotografías y recortes de prensa, infografías e instalaciones proponemos recorridos a ser transitados en estado de vaivén, que es como se recorren los laberintos. Vaivenes entre ideas que actuaron y actúan en la vida política argentina a partir de varias dimensiones: históricas, políticas, estéticas, culturales. En cuanto a lo exhaustivo: preferimos menos la inflexión enciclopédica que la crítica, manteniendo una mirada atenta a dislocaciones, controversias, reacciones y cambios.


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La desregulación atenta contra el sistema financiero internacional >> Santiago Fraschina

>> Santiago Fraschina Es economista (Universidad de Buenos Aires) y posee una maestría en Sociología Económica (Unsam). En el ámbito de la educación, se desempeñó como docente en las universidades nacionales de Buenos Aires, Morón y Lomas de Zamora. Actualmente es coordinador nacional de la Red Comprar.

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EN LOS MÁS DE 200 AÑOS DE PERSISTENCIA DEL capitalismo, sistema económico rector de todas las dimensiones de nuestro comportamiento en sociedad, nunca se había vislumbrado una situación tan concreta de crisis sistémica como la actual. Además de los pesares económicos que soportan los pueblos de los países periféricos por las fluctuaciones en los valores de activos abstractos de los que nunca fueron partícipes, se empieza a poner en duda la sustentabilidad de un sistema excesivamente cimentado sobre el capital financiero. Echemos algo de luz sobre este tema. Actualmente en la economía mundial existen, entre los diferentes países, flujos comerciales de bienes y de servicios, entre los cuales se encuentran los servicios financieros. Para dar una idea de la magnitud de estos últimos, se calcula que mueven diez veces mayor monto de operaciones que los primeros. Estas operaciones incluyen contratos entre privados, como la apertura de una cuenta bancaria, la adquisición de un seguro o la compra de un bono. Es importante en este momento preguntarnos si semejante volumen de transacciones no deberían estar sujetas a una regia supervisión, que establezca con claridad el mecanismo de resolución de diferendos ante cierta irregularidad. La cuestión de la regulación podría ocuparnos un extenso debate. Hay quienes creen que la mejor forma de funcionamiento de los mercados es cuando los mismos están liberalizados. En este sentido, consideran que la existencia de una institución de control sólo agrega distorsiones a su correcto funcionamiento. Por otro lado, existen posturas teóricas volcadas para el lado de la supervisión activa. Estas evalúan que el funcionamiento perfecto de los mercados es un tipo puro ideal, que no se presenta en la realidad. Creen que la liberalización siempre deja agujeros donde se filtran prácticas abusivas de alguna de las partes (como la concentración, las barreras a la entrada y la competencia desleal). Ahora bien, vamos a poner en debate el caso patente de la cuestión del sistema financiero internacional. Los flujos de instrumentos financieros entre países e inversores de distintas partes del mundo se rigen por la legislación que cada contrato determine. Esto no pareciera acarrear mayores problemas si es aceptado por las partes, y en la práctica se traduce


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en que ciertas “plazas financieras” se consideran como las más apropiadas y terminan acaparando la mayoría de las operaciones. Es interesante, en tal sentido, comprender que ante un conflicto de tipo legal, será el tribunal de alguna determinada jurisdicción local el que falle a favor de una u otra parte. No está latente la posibilidad de recurrir a una instancia superior “a las partes” que entienda sobre la naturaleza del conflicto y aplique un criterio normativo. Para el caso particular de la negociación por la deuda argentina del default de 2001 esta cuestión adquirió la mayor relevancia por varios factores, entre los que se cuentan: – Se trató del impago de deuda más grande de la historia. – Derivó en el proceso de reestructuración de deuda más exitoso de la historia, en términos de porcentaje de aceptación de las condiciones ofrecidas por el país deudor. – Involucró a inversionistas y fondos de inversión de todo el mundo, cobrando relevancia el rol de un nuevo actor, que hasta el momento no había sido tan altamente nocivo para el sistema: los fondos buitre. Harto conocido ya es el accionar de estos fondos especulativos. Su accionar se puede sintetizar en que compran deuda a precio vil, mayormente de países que ya han caído en cesación de pagos, con el único propósito de litigar en tribunales afines y obtener la totalidad de los valores adeudados (previo a la renegociación), sumado a los intereses y a los punitorios por el impago. En este punto nos preguntamos: ¿qué sucede cuando el tribunal de la jurisdicción que tiene que entender en la resolución del conflicto de deuda no sólo falla a favor de estos fondos especulativos sino que además pone en riesgo la totalidad del proceso de negociación? Este es el caso. Es entonces que surge la necesidad de una regulación superior. Una institución, organismo o sistema que reglamente la resolución de conflictos en caso de obligaciones incumplidas cuando una de las partes involucradas es un país soberano. Y esto último no es un dato menor, porque detrás de la capacidad actual de capitales internacionales voraces, como los fondos buitre, de poner en riesgo un proceso entero de reestructu-

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ración de deuda se encuentra una nación entera, que ve afectada su posibilidad de crecimiento y el bienestar de su población. Por otro lado, el caso argentino demuestra la imposibilidad de los mercados de autorregularse. La cantidad de agujeros legales que se detectaron, tan sólo por la aparición en escena de los fondos buitre, muestra a las claras la imposibilidad del sistema financiero internacional de funcionar de manera desregulada. Y la causa tiene una razón de ser que se puede encontrar en los manuales de economía más convencionales: los supuestos de funcionamiento perfecto del mercado no se cumplen. Esto se debe al desbalanceo de peso entre las partes y la capacidad de una de ellas de trabar la resolución del conflicto, aun con la anuencia negociadora de la mayor proporción de inversores involucrados en el proceso. Para finalizar entonces, una breve mención a modo de disparador sobre las perspectivas a futuro. Nuestro país, gracias a la prolija gestión en materia de deuda de esta última década, ha logrado instalar el tema en la agenda internacional. En vez de atenerse a la absurda sentencia que pone en jaque las posibilidades de desarrollo de nuestra economía a largo plazo, se sostuvo una postura firme y consistente en pos de enfatizar que la amenaza del accionar de los fondos buitre es sobre el correcto funcionamiento de todo el sistema financiero y no sólo sobre un país en particular. Así, la Argentina llevó el reclamo a la ONU y ya obtuvo dos resoluciones favorables, en una de las cuales el organismo llama a establecer un marco legal para los procesos de reestructuración de deudas soberanas. Se piensa, a futuro, en una instancia “supranacional” que logre entender en última instancia, cuando algún tribunal específico atente contra la estabilidad del sistema con su fallo. Seguramente la problemática seguirá en debate por un buen tiempo. Lo importante es que a partir del caso argentino el sistema no funcionará igual. El mundo ahora pasó a mirar de reojo y poner en duda la falta de regulación, entendiendo que, cuando existen jugadores del peso político y poder de lobby propio de los fondos buitre, ningún supuesto de funcionamiento perfecto y desregulado de los mercados financieros puede lograrse. •

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La economía solidaria en el actual contexto socioeconómico argentino >> Alejandro Rofman

>> Dr. Alejandro Rofman Investigador principal CEUR/Conicet. Director del Programa de Formación e Investigación sobre Economía Solidaria. Universidad Nacional de San Martín.

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1.Conceptos generales La Economía Solidaria da cuenta de numerosas experiencias de hacer economía –en sus diversas fases de producción, distribución, consumo y acumulación– que se caracterizan por movilizar recursos y establecer relaciones económicas, sociales y políticas a través de un sistema de valores alternativos a los que hegemonizan el mercado capitalista. Estas experiencias reconocen formas tradicionales –como las cooperativas y las mutuales– y numerosas modalidades alternativas de organización: grupos asociativos y empresas recuperadas, empresas autogestionadas, iniciativas de comercio justo, de microcrédito y de comercialización por parte de los mismos productores en mercados y ferias populares. Estas prácticas proponen un modelo de desarrollo en el cual el reparto del excedente se da en función del aporte personal y no del capital, y en el que se excluye toda forma de explotación social y jerarquía en el sistema decisional interno de las unidades productivas. La solidaridad responsable, la participación, la cooperación y la equidad de la economía solidaria reemplazan los principios que rigen en el capitalismo: competencia despiadada, egoísmo, búsqueda del lucro individual por la inversión de capital y creciente concentración monopólica y oligopólica con un manejo piramidal y autoritariamente rígido de la empresa, sin participación de los trabajadores. Existe un rico historial en la Argentina desde fines del siglo XIX a través de la creación de cooperativas y mutuales de diverso tipo. Tales iniciativas fueron muy valiosas y antecedieron a las que desde fines del siglo XX, por la crisis del capitalismo neoliberal, surgen desde los actores sociales comprometidos que rechazan la continuidad de tal modelo. Para ello conjugan la acción política, demandan y obtienen un creciente compromiso estatal y despliegan innovadoras formas de organización bajo los principios de la economía solidaria. Se crean así numerosas modalidades de intervención en el mercado con otro paradigma: el de la solidaridad, la autogestión igualitaria y el compromiso político. Los casos de empresas recuperadas


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por los trabajadores, el fortalecimiento de unidades familiares productivas y de emprendimientos sin fines de lucro para hacer frente a las necesidades básicas de la población y la comercialización sin intermediarios en ferias y mercados populares, se reproducen con masividad. Este nuevo y emergente escenario se fue consolidando, a partir del año 2003, con estrategias estatales de decidido apoyo al proceso de gestión social con el propósito manifiesto de volver realidad la consigna de que “otra economía es posible”.

2. Economía solidaria en el territorio y los programas vigentes El territorio en que se asientan las experiencias de economía solidaria constituyen recintos de muy cambiante formación económica-social, política, ambiental y física. El proceso seleccionado transforma el espacio en función de los impactos que sobre él se producen. La construcción social del territorio está directamente vinculada a la forma de su utilización integral por parte de la sociedad. Si se trata de proyectos rurales, el uso y la conservación de la tierra es fundamental para la gestión a futuro y ese uso no sólo comprende su aptitud ecológica sino también problemas jurídico-institucionales básicos como el régimen de división de la tierra, y de la tenencia y propiedad de la misma. Si el espacio respectivo es un ámbito urbano, las relaciones sociales y técnicas varían fundamentalmente y otros factores productivos asumen un rol determinante, como el tipo y dimensión del mercado, la fuerza de trabajo disponible y el acervo tecnológico para operar en una sociedad altamente urbanizada. Las políticas públicas, por lo tanto, dependen de cuáles son los márgenes de maniobra para avanzar en iniciativas que disputan –en cada sociedad local– un lugar concreto para desarrollar procesos en oposición a la lógica de acumulación dominante. Todo lo expresado atraviesa el contenido de las políticas públicas de acompañamiento que se implementaron desde el 2003 en adelante. A modo de ejemplo, pueden destacarse los siguientes programas: • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

1. Plan Nacional de Desarrollo Local y Economía Social “Manos a la Obra” (2004) lanzado para promover iniciativas solidarias de desarrollo socioeconómico local. 2. Plan Argentina Trabaja (2009), que propone la creación de cooperativas de trabajo para la realización de obras de infraestructura y hábitat. 3. El Registro Nacional de Efectores de Desarrollo Local y Economía social (2003) permitió la creación del Monotributo Social, que posibilita operar en el mercado a miles de pequeños productores familiares. Hay más de 500.000 monotributaristas sociales con subsidio estatal para reducir el monto de la contribución mensual. 4. Programa de Financiamiento a las pequeñas unidades productivas de la economía solidaria a nivel rural y urbano (Ley 26.117/2006). Esta iniciativa ha beneficiado con créditos a 330.000 microemprendimientos por un monto de cerca de 900 millones de pesos a través de la Comisión Nacional de Microcréditos (Conami) del Ministerio de Desarrollo Social. Los créditos tienen una reducida tasa de interés, sin garantía real. 5. La Marca Colectiva (ley 26.355) distingue los productos y/o servicios elaborados o prestados por los emprendimientos de la Economía Social. 6. La Promoción de la Agricultura Familiar abarca a más de 250.000 unidades de la pequeña producción rural y del campesinado de todo el país (el 70% de los productores del campo argentino) que se componen de productores que viven en su pequeña finca junto a sus familiares y obtienen bienes –en especial alimenticios– para su manutención, vendiendo sus excedentes al mercado. Respaldan estas políticas el Centro de Investigaciones para la Agricultura Familiar (Cipaf) del INTA, la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación y programas como el de Comercialización del INTA, que ha colaborado para establecer más de 300 ferias a fin de favorecer el consumo popular. En el marco general de esta estrategia opera el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), que ha tomado especial auge a partir del año 2002. ——————————————————————

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3. Visión a futuro Lo emprendido en este muy rico espacio de construcción de una sociedad alternativa a la dominante es mucho y muy variado. Pero lo pendiente es un gran desafío que no tiene techo. Por ello, parece oportuno avanzar en esta triple dirección: 1. Intensificar los esfuerzos en la formación de nuevos especialistas y en la capacitación de todos aquellos involucrados en la consolidación de la economía solidaria. Hay maestrías de Economía Social y Solidaria y diplomaturas y tecnicaturas de creciente dimensión y cobertura. El espacio para seguir profundizando la temática es muy amplio. 2. Las políticas públicas de apoyo a las iniciativas colectivas han estado recorriendo fructíferos caminos jalonados por gran cantidad de experiencias. Pero todo el empeño puesto exige un proceso de ordenamiento y planificación a partir de iniciativas legislativas y ejecutivas concertadas entre todos. Este

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Programa está pendiente, aun cuando ya tiene pasos firmes dados al respecto en Río Negro y Entre Ríos. 3. La presencia de iniciativas solidarias en los campos de la producción, distribución, financiamiento y desarrollo tecnológico coloca al Estado en una función insoslayable y protagónica. Es permanente la incorporación de nuevos esfuerzos colectivos emanados del seno profundo de la sociedad para reemplazar la trama socio-productiva basada en el egoísmo individual y la competencia despiadada del capitalismo por esfuerzos que reconozcan la tarea solidaria, el asociacionismo, la democratización en las relaciones de trabajo y la igualdad en el manejo de tales unidades. El acompañamiento de este despertar de una Nueva Sociedad, como ideal utópico, se debe convertir en tarea prioritaria en los años por venir para afirmar el proceso de profundización del modelo de desarrollo con inclusión social en marcha. •


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Economía y política >> Guillermo Wierzba

>> Guillermo Wierzba Licenciado en Economía, Universidad de Buenos Aires. Postgrado en el Instituto Di Tella. Director del CEFID-AR (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina). Profesor de la UBA. Miembro del Plan Fénix. Integrante de Carta Abierta. • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

AL SURGIR EL CAPITALISMO, EL DEBATE DE IDEAS respecto de la cuestión económica era de orden público y reflejaba abiertamente intereses antagónicos, proyectos nacionales y conflictos de clases. Hacia fines del siglo XIX, con la consolidación de estructuras monopólicas en los países centrales, se pasa a un paradigma de organización económica predominante que ya no compite con sistemas jerárquicos previos y comienza a ser criticado por quienes develan una contradicción central del mismo: la igualdad formal frente a derechos civiles y políticos para toda la ciudadanía contrastaba con una creciente desigualdad real frente al acceso a bienes y derechos sociales gozados. Hubo un giro en la economía dominante, que se repliega al ámbito académico, y adopta un discurso apologético del capitalismo liberal, asumiéndolo como único régimen económico, naturalizado. La corriente marginalista, popularizada como neoclásica, es la que asume este cambio regresivo en el pensamiento económico. Será el sustento teórico del proyecto de globalización neoliberal que fue impuesto en el último cuarto de siglo pasado y que alcanzó su auge en los noventa. Fue la dictadura terrorista su introductora en la Argentina para interrumpir una política de desarrollo que con épocas más intensas –los períodos democráticos– y otras de retroceso –dictaduras militares– se había sostenido casi medio siglo. La idea de la unión entre política y economía conlleva la concepción de que los regímenes económicos pueden modificarse, que la participación ciudadana es decisiva en el diseño del futuro para los sectores menos poderosos de las naciones. Es decir, que la política puede cambiar la vida. Esta mirada entiende que las decisiones fundamentales, incluyendo las económicas, se definen en la lucha política. Allí cada ciudadano es igual a otro, y las mayorías populares tienen la fuerza para cambiar la historia. En cambio, los conservadores que adoptan el criterio de la escisión entre economía y política, promueven que la primera es un ámbito que definen los mercados, lugar donde manda el poder del dinero. La lucha entre liberales y nacionalpopulares se asienta en la puja por cuánto poder se da al mercado y cuánto a la política. ——————————————————————

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Para los primeros la democracia es la protección del derecho de las minorías, y así defender la propiedad concentrada de estas requiere de poco poder por parte de los gobiernos. A estos se los remite a administrar bien y sostener el orden neoliberal. Los segundos subrayan que la economía debe subordinarse a la política, que los mercados son un instrumento útil, pero en el marco de la regulación e intervención del poder soberano. Aquí está la diferencia entre la democracia capitalista neoliberal y la democracia participativa nacional y popular. El kirchnerismo significó el reencuentro con la tradición nacionalpopular en un mundo que todavía es hegemonizado por el neoliberalismo. En este sentido, podemos destacar: • Las negociaciones colectivas: recuperación del salario y aumento del empleo, permitiendo un avance en la desmercantilización de la relación capital-trabajo. • Políticas de administración de precios, ahora sistematizadas por el programa “Precios Cuidados”. Significa inducir a la participación popular y a la presencia estatal en la atención sobre el margen de ganancia empresaria y la racionalidad de los precios. • Desendeudamiento con el FMI para autonomizarse de sus condicionamientos y planes. ¿Para qué? Porque esta institución exigía medidas universalizadas de imperio de una única política: la del neoliberalismo, y Argentina eligió los enfoques heterodoxos que reñían con esos dictados: aumentar el gasto público –especialmente el social–, flexibilizar la lógica pura del equilibrio fiscal en pos de mayores niveles de crecimiento, fijar subsidios a bienes básicos para impedir el impacto de la inflación sobre las tarifas. • Reestructuración de la deuda externa. Significó una quita inédita sobre la misma que permitió avanzar en el crecimiento, aumentar el peso de la industria, dinamizar el consumo, disminuir el desempleo, luchar contra la pobreza y la indigencia. • Nacionalizaciones de empresas de servicios públicos, como Correos, Aguas y Aerolíneas que recuperaron la opción de la participación del Estado como empresario. Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 3

Especialmente, pueden señalarse cuatro políticas de Estado fundamentales que configuran el tronco del kirchnerismo: • Desarticulación del ALCA. Esta decisión regional encabezada por Kirchner, Chávez y Lula constituyó un momento de ruptura con el principal peligro que acechaba al país y la región: la destrucción de un proyecto de desarrollo integral con un papel destacado de la industria en el marco de un progreso de la integración regional. El ALCA era una opción que atacaba la profundización del Mercosur y fomentaba la subordinación a una lógica comercial sustentada en intercambios abiertos y sin restricciones entre países de desarrollo asimétrico. Esta decisión fue la simiente sobre la que luego se construiría el nuevo proyecto de unidad latinoamericana con la fundación del Banco del Sur, de la Unasur, de la Celac, del Consejo Sudamericano de Defensa, del proyecto de un Fondo Regional de Reservas; instrumentos políticos, económicos y militares en pos de la segunda independencia latinoamericana. Aun así quedan interrogantes; ¿por qué la irrupción de la nueva institucionalidad no devino en la rápida construcción efectiva de articulaciones económico-financieras más profundas? Los riesgos de un fracaso o retroceso de estos proyectos son grandes. Hay ejemplos históricos de que hubo intentos no concretados en este sentido (la Alalc, por ejemplo). Hoy es necesario poner toda la atención porque preside las ideas del nuevo intento la unidad política y no la lógica de coincidencias de intereses económicos. Los retrasos merecen encender por lo menos una luz amarilla. • Nacionalización de las AFJP. Esta decisión fue central en la recuperación de la autonomía financiera. Pero también en la recuperación de la concepción de un régimen previsional de solidaridad intergeneracional y entre sectores de distintos ingresos. La medida en sí desafiaba los pilares y recursos de los agentes beneficiarios de la financiarización y permitió la participación del Estado como accionista en el control de la gestión de importantes grupos económicos. Fue una medida clave para estabilizar la ma-


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croeconomía en el escenario del peor momento de la crisis internacional. • Nacionalización de YPF. Fue la recuperación de la empresa estratégica para un proyecto nacional autónomo y con objetivos de industrialización. Significó la adopción de un enfoque planificador sobre un recurso que permanecía bajo lógicas mercantiles que provocaron debilidades en el sector externo. • Carta Orgánica del Banco Central. Recuperando la facultad de hacer política crediticia, quitando la lógica de mutilación de la política monetaria a las autoridades elegidas por el pueblo, mutilación que debilitaba el poder ciudadano y fortalecía el peso del lobby de las finanzas internacionales. Para concluir, en pos del desarrollo, el tema central es establecer políticas que enfrenten la restricción externa. Se debería evitar en el futuro la cesión de jurisdicción –que ha acarreado la grave ofensiva de los fon-

• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios

dos buitre– para nuevas deudas e inversiones, adoptando el criterio de que las operaciones financieras que se desenvuelvan en nuestro territorio deben estar sometidas a nuestra Justicia. Además se requiere denunciar los tratados bilaterales de inversión que agregan otros condicionamientos que recortan aún más la capacidad de definir políticas nacionales. Estos tratados son firmados entre países de desarrollo asimétrico y construyen relaciones subordinadas a los intereses de las empresas de los países centrales, mientras establecen arbitrajes hechos por el Ciadi –del cual habría que evaluar nuestro retiro–, ámbito del Banco Mundial, identificado con los objetivos de la liberalización. En este plano habría que sancionar una nueva ley de inversiones extranjeras afín a una matriz industrial integrada menos demandante de divisas. Otra clave es avanzar en la nacionalización del comercio exterior de granos y en otras medidas que atiendan a la reducción sustantiva de la fuga de divisas. •

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Arte y pensamiento estético

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Potencias del arte

>> Ana Longoni

>> Ana Longoni Escritora, profesora de grado y posgrado, investigadora del Conicet y miembro fundador de la Red Conceptualismos del Sur. Doctora en Artes (UBA). Su último libro es Vanguardia y revolución. Coordinó la exposición “Perder la forma humana” (Museo Reina Sofía, MALI y Muntref).

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RESULTA CADA VEZ MÁS EVIDENTE QUE, A LO largo de las últimas décadas, en la fase que ha dado en llamarse “capitalismo cultural” o “capitalismo cognitivo”, el arte (en particular, el arte contemporáneo) ha pasado a ocupar un lugar central en los renovados mecanismos de acumulación de capital. Como nunca antes, la especulación se concentra en operaciones millonarias de compra y venta de obras de arte, generando enormes diferencias en muy poco tiempo. El mercado del arte se expande por todo el mundo, especialmente en contextos geopolíticos antes marginales como América Latina, Europa del Este, India o China. La apertura de nuevos museos de arte, bienales, ferias, megaexposiciones y otros eventos espectaculares configura un vasto y activo circuito, fuertemente asociado a los flujos del turismo y funcional a los procesos de gentrificación urbana, desbordante de prestigio y sofisticación, glamour y champagne.1 En medio de este inquietante panorama, ¿qué queda de la potencia disruptiva del arte, su filosa condición crítica ante lo existente, su capacidad insumisa de sacudirnos e inventar nuevos mundos? Es innegable que ideas y prácticas artísticas de signo antagonista frente al orden (artístico y social) existente han sido incorporadas rápidamente dentro de los aceitados mecanismos del sistema del arte. Si el urinario de Duchamp, por mencionar un ejemplo bien conocido, significó en su tiempo uno de los más demoledores actos de provocación y desafío contra la institución arte, hoy está bien resguardado en el Centro Pompidou (en París) para ser contemplado extáticamente por miles de personas como “obra de arte”. La pensadora brasileña Suely Rolnik lo señala con agudeza, cuando habla del ejército de zombies que pueblan el mundo del arte en su país –y no sólo allí–, trabajadores creativos, flexibles e hiperactivos que apelan al legado del movimiento antropofágico2 y sus nexos con el tropica-

Cabe señalar que este estado de situación empieza a resquebrajarse en medio de la profunda crisis y el estallido de un modelo de acumulación que en Europa se traduce –entre otros graves aspectos– en la clausura o vaciamiento de muchos museos. 2 El Manifiesto Antropofágico de 1928 se remonta como escena inaugural de la cultura brasileña a la deglución del primer obispo. Pero Fernandes Sardinha, devorado por los indios caetés, subvierte la convención unidireccional del vínculo entre centro y periferia al proponer una “digestión cultural” capaz de nutrirse del otro y a la vez transformar lo ingerido.

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lismo3 cuyas energías resultan ser “el principal combustible de la insaciable hipermáquina de producción y acumulación de capital”.4 Las fuerzas gestadas en los movimientos (políticos y poéticos) de signo emancipador y antagonista y su libertad experimental han resultado funcionales e incorporadas, son bien percibidas y aplaudidas, celebradas y recompensadas. Y su orientación principal no es ya la invención de (otros) posibles, sino “la identificación casi hipnótica con las imágenes del mundo difundidas por la publicidad y por la cultura de masas”.5 Ahora bien, ¿es este estado de las cosas, esta posición subjetiva deslumbrada por el lujo y el reconocimiento, un hechizo imposible de romper? Reconocer(nos) dentro de este complejo panorama no supone cinismo ni derrota (sostenemos con Antonio Gramsci, “el pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad”). Implica terciar en medio del campo de batalla por activar las potencias y los sentidos atribuidos a experiencias artísticas que nos interpelan, nos conmueven y nos convocan. En este punto, algunos defienden la capacidad irreductible del arte de aparecer de maneras inesperadas, produciendo fisuras y desórdenes en el orden existente. Así, encuentran en cierta producción artística un modo de intervención política. Otros, en cambio, optan por prácticas activistas que –sin renunciar a los saberes específicos– se disuelven en la vida social y renuncian a autodenominarse como arte. Ya no se trata de reducidos grupos de choque o de avanzada, sino de movimientos sociales difusos y dispersos, cuyos recursos se disponen para ser apropiados por muchos. Un ejemplo paradigmático de este modo de hacer fue el Siluetazo, ocurrido por primera vez en Plaza de Mayo durante la III Marcha de la Resistencia, el 21 de septiembre de 1983. Por iniciativa de tres artistas, consensuada con las Madres de

El siluetazo. Una manifestante pone el cuerpo para trazar una silueta, la noche del 21 de septiembre de 1983, en Plaza de Mayo. Foto: Eduardo Gil.

Plaza de Mayo, se monta un enorme taller al aire libre donde cientos de manifestantes ponen el cuerpo para representar visualmente con siluetas vacías a escala natural el espacio físico que ocuparían los treinta mil desaparecidos. Cuantificar la presencia de la ausencia con una doble huella: la de quien ha sido secuestrado y la de quien prestó el cuerpo en un acto emotivo y solidario. A mediados de los años noventa, surgen los escraches impulsados por la agrupación H.I.J.O.S., buscando evidenciar la impunidad en la que vivían entre nosotros los responsables del genocidio perpetrado durante la última dictadura militar. Desde 1997 el GAC (Grupo de Arte Callejero) contribuyó a los escraches produciendo carteles que subvierten el código vial institucional, simulando ser señales de tránsito convencionales (por su forma, color, tipografía, tamaño y emplazamiento). Se usaron como estandartes en las manifestaciones con las que concluía cada escrache y sobre todo se colgaron en postes en medio de la trama urbana.

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Movimiento de música popular brasileña nacido en los años 60, que mixturó ritmos populares locales e internacionales y experimentalismo, y cuyo impacto llegó a las artes visuales, el cine y el teatro. Como afirma Caetano Veloso, uno de sus impulsores: “Estábamos comiéndonos a los Beatles y a Jimi Hendrix. (…) La antropofagia, vista en sus términos precisos, es un modo de radicalizar la exigencia de identidad, no de esquivarla”. Veloso, Caetano, Verdad tropical, Barcelona, Salamandra, 2002. 4 Rolnik, Suely, “Geopolítica del rufián”, en: Guattari, Félix y Rolnik, Suely, Micropolítica, Buenos Aires, Tinta Limón, 2005 (pp. 477-493). 5 Ibíd.

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masacrados en su intento de atravesar México buscando trabajo y un futuro menos hostil en el norte. Existen grupos de bordadores en Nicaragua, Guatemala y Puerto Rico, Brasil, Estados Unidos, España, Inglaterra, Francia, Mozambique y Japón. La acción también se sostiene desde Córdoba (Argentina).

Señal del GAC en el escrache a Donocik, Buenos Aires, 2002. Foto: GAC

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Así, un peatón o automovilista podía toparse de repente con un cartel que lo alertaba sobre la proximidad de la vivienda de un ex represor, o el lugar adonde funcionó un centro clandestino de detención y exterminio, o una maternidad clandestina en la que nacieron muchos bebés apropiados por el régimen, o el lugar del que partían los llamados “vuelos de la muerte”, o el sitio donde ocurrió un fusilamiento ilegal o una masacre, etc. En 2011 el grupo mexicano Fuentes Rojas, ante la atroz violencia reinante, convocó a una acción colectiva que se propagó rápidamente: llamaron a bordar a mano sencillos pañuelos blancos, con el nombre, las fechas y demás datos de la historia de cada una de las víctimas. Cuando comenzaron esta titánica y paciente tarea, se hablaba de 40.000 asesinados y desaparecidos en los últimos años en México, como secuela de la guerra con el narcotráfico. Hoy, en 2014, ya se habla de 150.000. Con la consigna “Una víctima, un pañuelo”, dieron forma a la iniciativa Bordando por la paz, que se inició en la capital del país, y rápidamente se extendió a ciudades del interior afectadas por la violencia, donde se conformaron grupos de bordadores integrados por familiares de las víctimas o por ciudadanos solidarios. Los pañuelos se llevan a las marchas, armando pancartas móviles o precarias instalaciones al costado del camino por el que transitan los manifestantes. La iniciativa llegó muy pronto a Centroamérica, de donde provienen muchos migrantes, en su mayoría anónimos, Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 3

Bordamos por la paz Guadalajara. Uno de los pañuelos bordados.

Muchas de las bordadoras son mujeres que buscan a sus hijos, a sus hermanos, a sus parejas, o simplemente afectadas y comprometidas con el dolor ajeno. Emplean un saber antiguo tradicionalmente asociado al mundo femenino, pero lo socializan y lo sacan del ámbito doméstico y privado, para convertirlo en un potente recurso político para hacer memoria y devolver una inscripción pública a los crímenes borrados por el poder. Estos y muchos otros modos de hacer del activismo artístico conforman un repertorio de recursos disponibles para ser apropiados y resignificados por muchos, muy lejos del glamoroso y zombie mundo del arte. Desde mitad de los años noventa, los diálogos entre prácticas activistas dentro y fuera de América Latina vienen siendo intensos y dibujan una fluida red de intercambios y colaboraciones. Los recursos van y vienen, reaparecen en nuevos contextos, se cargan de sentidos inesperados. Las tácticas aquí mencionadas no pueden entenderse sólo como actos políticos ni tampoco como meras exploraciones artísticas. La revitalización del activismo artístico nos lleva a indagar en la reinvención de la acción política como fuerza creativa y articulada con distintos movimientos sociales. La potencia de lo poético en lo político, la irrupción de lo político en lo poético. •


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La redondez del globo >> Noé Jitrik

>> Noé Jitrik Profesor de Letras y DHC en varias universidades. Fue profesor en Córdoba, UBA, Besançon, Indiana, California, México, Uruguay, Chile, Puerto Rico, Colombia, en maestría y doctorado. Autor de poesía, ensayos teóricos y de crítica literaria, novelas, relatos y artículos, en revistas nacionales e internacionales. También periodista en México, en Argentina y en Uruguay. Director del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

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NO ES PARA NADA IMPROBABLE QUE EN UN Foro como los que se están programando se presente un tema largamente tratado: la “modernidad”, ligado a otro que al parecer le es inseparable: la “globalización” y, por detrás, “vanguardia”. Pareciera, también, que se sabe lo que se quiere decir con las tres palabras, que funcionan como paraguas aparentemente conceptuales que no protegen de la lluvia. Empiezo por protestar: no entiendo por qué, en lo que concierne a la “globalización”, se ha empezado a emplear desde hace algunos años; sus deficiencias saltan a la vista porque se trata, sobre todo, de una traducción literal que hace ambiguo lo que se quiere decir. Por cierto, no es lo mismo que “universalización”, palabra más modesta y desiderativa, ni que “occidentalización”, que implica una especie de fatalismo cultural –serás europeo o no serás nada–, que poseen, ambas, cierta claridad así sea porque suscitaban, hegelianamente, sus contrarias: localismo en el primer caso, peculiaridad regional en el otro. Globalización no. Producto de una presuntuosa jerga entre sociológica y cultural, “globalización” intenta designar un proceso histórico marcado por una irrefutable imposición tecnológica y cultural que oscurece o expulsa, entre otras, a la palabra desarrollo, que parecía tan clara hace tres o cuatro décadas, o dependencia, tan combativa sobre todo cuando venía acompañada de liberación o, en la cúspide verbal, la que lo aclaraba todo, imperialismo, todas las cuales han dejado de estar de moda desde hace varias décadas; ni hablar de nacionalismo, sobre todo económico, pues el cultural no está todavía del todo arrasado, al menos en lo simbólico. Vale la pena detenerse un instante en esta oscura palabra, que definiría un instante de la historia de la civilización: se supone que proviene de la palabra “globo” que, a su vez, convoca el adjetivo “terráqueo”. Pero el globo terráqueo está ahí y no se lo puede modificar aunque se puede, y lo ha hecho la humanidad desde que el hombre es hombre, hacerlo con lo que está en su superficie y en sus profundidades; también, desde luego, se lo puede destruir, y hay muchos que lo están intentando. ¿Qué será entonces el verbo que sale de ese sustantivo, o ——————————————————————

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sea “globalizar”? Será, creo, la tendencia a redondear aún más lo que ya es redondo pero, por una metáfora descendente, podría aplicarse a lo que está en la superficie y en las profundidades; en suma, puesto que eso a lo que se aplica no es cuadrado, el verbo intentaría hacer más redondo algo que no termina de serlo. Pero hay otra metáfora más: el adjetivo “global” que no tiene que ver con lo esférico sino con lo total, un concepto o una categoría que, a la fuerza, podría ser, también metafóricamente, redonda. Y la globalización sería, a su vez, el resultado de la confluencia de una reunión de metáforas, como tendencia o voluntad de hacer que la realidad total sea tan redonda como el globo terráqueo mismo. Otra cosa es la palabra “vanguardia”. Por de pronto, tiene una historia remota y sólida, en el lenguaje militar pero sobre todo en el campo literario: es una experiencia concreta, datada, histórica, y es también una actitud, cuando no una posición, más o menos bélica. Es más, en un punto la palabra “modernidad” sería algo así como una prima hermana de la vanguardia, a punto tal que cuando empieza a ser usada –no practicada, puesto que lo fue mucho antes– ambas son casi sinónimos; es claro que si por vanguardia se entiende un comportamiento de avanzada, de ruptura, de agresividad, en un primer momento rechazado, por modernidad se entienden también muchas otras cosas, que son de ruptura agradecida pues sus efectos son entendidos como pasos que da la humanidad; son tantas que configuran otro paraguas: protegidos por él están los individuos llamados revolución industrial y máquinas a vapor, desarrollo fabril, diseño, luchas ideológicas francas, democratización institucional, cambios de costumbres, voto femenino, desarrollos científicos, avances médicos, en fin, todo lo que implicó un cambio importante en la civilización humana y, por consecuencia, en las formas culturales. En ese punto, sin esa configuración, la vanguardia histórica no podría comprenderse y hasta podría no haberse producido. Y, como para definir a grandes rasgos lo que fue, se diría que el primero de ellos es, en la apariencia, la voluntad de ruptura y el segundo la respuesta a lo que está pidiendo justamente la civilización, que requiere de Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 3

reinterpretaciones constantes, no es algo inerte, sólo un conjunto de rutinas. Es posible que la “globalización” haya sido vivida con más dramatismo en América Latina que en los lugares en los que el término se gestó. Para estos tratar de ocupar mercados y de adquirir materias primas era cosa natural y de siempre pero desde hace unos años empezaron, más astutamente de lo que habían hecho los colonialismos, a contraprestar otra clase de bienes, no totalmente materiales, en especial las comunicaciones, las tecnologías, además de, desde luego, o junto con ellas, los capitales y, por qué no, los modos de pensar y aun de comer. En pocas palabras, quizás globalización significa inversiones rentables en países no centrales y, a cambio, adelantos científicos aplicados y tecnológicos que parecen ya indispensables aunque las relaciones tradicionales de desigualdad siguen siendo en el fondo las mismas. Pero así como a principios del siglo XIX las adelantadas ideas filosóficas y sus consecuencias políticas eran impuestas o admitidas, puesto que las que podían ser propias no servían para el momento que se vivía, los extraordinarios adelantos científicos y tecnológicos que la modernidad en su etapa actual trae consigo permiten, con un empleo adecuado, hacer pensar en nuevas filosofías que deberían entender que en las últimas décadas la humanidad adelantó –si por “adelanto” se entiende mayores garantías de edad, más rápida comunicación, mayor velocidad en los cálculos científicos, mayor producción de mercancías, libros incluso– tal vez más que en los precedentes trescientos años y que, por lo tanto, se puede esperar que los países consumidores de tecnología y exportadores de materias primas, América Latina en particular, puedan encontrar nuevos caminos para segundas independencias, aunque no se sepa muy bien qué forma puedan tener. Tal vez por eso, teniendo en cuenta los avances científicos y tecnológicos, que en realidad son prolongaciones cualitativas de lo que definió a la modernidad, sea un tanto absurdo o intencionado hablar de “posmodernidad”, otra palabra que como “globalización”, forma parte de un diccionario usual, acotado y, en apariencia, puramente adjetival y de ningún modo conceptual.


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Las vanguardias políticas, a su vez, pueden o quieren desempeñar un papel central en esta especie de batalla, en la que lo nuevo parece ser la negación de la historia, en la medida en que enfrentarse con viejas estructuras puede incitar a pensar todo de nuevo y a poner en crisis sistemas de relaciones que parecen naturalizados. ¿Cómo son esas vanguardias políticas? Hubo intentos, desde luego, armados algunos, pacíficos otros; hay constancias en las propuestas de vanguardia, algunas anticuadas y de poca repercusión, otras más avanzadas (pero estas aún adolecen de la falta de un lenguaje que implique alguna forma de acción). Para no dejarse atrapar por el discurso de la globalización, podemos quedarnos en lo que eso significa para la literatura. El esquema sirve: las teorías que importamos desde siempre han repercutido, han sido adoptadas y han causado dos efectos contrapuestos; el primero es una parálisis del pensamiento que padecía de una crónica desnudez conceptual: es notorio el hecho de que hay una suerte de renuncia al pensar teórico filosófico y una ansiedad por consumir saber filosófico y teórico construido en otros lugares, al igual que lo que ocurre con los procesos tecnológicos; el segundo es una producción literaria y ensayística, no me atrevo a llamarla teórica del todo, de un valor impresionante. Mucho le debe, en este terreno, la literatura latinoamericana a las vanguardias, tanto las espontáneas como las llamadas históricas y le sigue debiendo a las que no lo son pero que mantienen viva la actitud de vanguardia. Porque, si bien las vanguardias, unas y otras, parecen ya objeto del museo de la modernidad, subsiste una actitud que podemos considerar de van-

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guardia y que se definiría, al menos y en su base, por un deseo de no dejarse atrapar por lenguajes consabidos, implantados y regulados o autorregulados ya sea por una criatura mayor de la globalización, eso que se llama mercado, ya con lo que lo favorece, o sea un universo editorial que funciona como sistema inversionista y cuyo objetivo no es seguir haciendo de la literatura un arma sino un dato más en la competencia fiduciaria que caracteriza, justamente, lo que se autodefine como globalización. Es cierto que la tecnología es casi milagrosa en el campo de la robótica y las ortopedias médicas; es cierto que la comunicación por vías computacionales es más accesible y que los teléfonos funcionan casi perfectamente: la globalización parece abrir todas las puertas de la modernidad pero, al mismo tiempo, las va cerrando y confina a quienes creen que se nutren de las extraordinarias creaciones que tienen su sede en otros y más poderosos lugares. América Latina vive envuelta en estas temáticas u opciones; tentada por un vivir que parece exportable y de cuyos placeres podría, y así se desea, gozarse aun a riesgo de desaparecer simbólicamente para vivir el sueño del mundo brillante de los objetos de última generación, encuentra en la vanguardia las vacunas para no dejarse arrastrar por esa corriente que empieza por exigir la desaparición del Estado, admite el espíritu privatizador, hace de la política el instrumento de negociación de la entrega y obnubila o limita el derecho a pensar, en cuyo ejercicio la historia, las idiosincrasias, el desarrollo de las propias capacidades, imaginarias o materiales, se reencuentran consigo mismas y generan una imagen de un futuro posible. •

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Políticas de la cultura: arte y pensamiento estético >> Daniel Cholakian

¿DE CUÁNTOS MODOS PODEMOS ABORDAR LA relación entre arte y pensamiento? En primer lugar, para hacerlo es necesario asumir la libertad creativa que nos permite el arte, pero también sus limitaciones. Porque, aunque hablar del arte y del artista sigue remitiendo para muchos al modelo romántico del artista libre, desconfío de toda noción que niegue sus propias condiciones de producción. Así, trabajar alrededor de los conceptos de arte y pensamiento, obliga a articular la osadía libertaria tanto con los condicionantes históricos como con los materiales y simbólicos. No interesa aquí el modo en que se produce el pensamiento. Este importa en tanto pensamiento crítico, en tanto ejercicio sistemático y metódico sobre los hechos u objetos abordados, con un marco

>> Daniel Cholakian Sociólogo, docente universitario y periodista en temas culturales e internacionales. Estudió en el Centro Experimental y de Realización Cinematográfica especializándose en teoría del cine. Actualmente es director editorial del sitio nodalcultura.am

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teórico previamente definido. Las ideas no pueden adecuarse al tema abordado, así como no se pueden ajustar la construcción intelectual, el discurso y las conclusiones al interés del momento. El pensamiento crítico está alejado del sentido común, de la repetición, del ajuste a la conveniencia. Supone, además, una ética de la intervención. Porque todo pensamiento, entendido de este modo, es una acción concreta que se enmarca en un espacio colectivo. Porque el pensamiento es una forma social de producción. “Pensar” no es un decir cosas, es un ejercicio concreto de intervención honesta y sostenida en el medio en el que uno vive. Ni neutral, ni independiente ni distante. Debemos asumir nuestra mirada sobre el arte de un modo similar. El arte no se define solamente a partir del conjunto de prácticas, técnicas y mecanismos de producción de la obra. Mucho menos en relación a los mecanismos de circulación y exhibición. En la actualidad, la obra está atravesada por la lógica de la sociedad de consumo en la que se producen bienes para un mercado determinado, segmentado, formateado, construido históricamente. Está signada por los sistemas de producción, circulación y consumo que le dan las condiciones de posibilidad. Estos sistemas incluyen Estados, fundaciones, fondos financieros, jurados, curadores y expositores tanto como relaciones locales, nacionales, regionales y globales. Además de estos actores sociales, existe un conjunto de dispositivos no materiales que condicionan el trabajo en el arte. Los discursos sobre el deber ser (y hacer) en el arte, sobre las tradiciones artísticas –esos discursos que las borran, se las apropian o resignifican– son también dispositivos. Regulando las relaciones de poder (y saber) entre los hombres y los pueblos, la academia se reserva para sí la propiedad / potestad del pensamiento. Organiza y legitima las formas de producción del saber, entre ellas el uso de la palabra como fundamento para la construcción del pensamiento, a la vez que se valida a sí misma. Sin embargo, los saberes son múltiples y diversos, adquieren distintas formas y se producen de modo colectivo, y en lugares y con metodologías diferentes. La universidad y los espacios artísticos instituciona-


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lizados constituyen modalidades privilegiadas de producción de saber, pero debemos destacar que no son menos valiosos los saberes que desarrollan los movimientos sociales, los artistas populares y aquellos que, incluso desde espacios institucionalizados, producen discursos críticos sobre los mecanismos de dominación. Es en este sentido que podría sostenerse que el arte como forma de pensamiento estético remite a dos nociones. La primera es una afirmación: toda expresión artística que genera una conmoción en quien la recibe, en tanto produce un cuestionamiento sobre lo dado y sobre lo inalterable de su lugar en el mundo, es producción de pensamiento. La segunda, una negación: es falso que el lenguaje hablado y escrito sea la única forma de producción y circulación de pensamiento. Al reivindicar el pensamiento crítico como herramienta política y de transformación, con el mismo criterio el arte que nos importa es aquel crítico de su momento histórico y de los mecanismos de dominación vigentes. Incorporemos entonces otro concepto en el que se entraman estas nociones: Cultura. Daniel Link 1 hace un análisis que se me antoja pertinente. Al diferenciar arte y cultura, explica que la cultura es la afirmación de lo que es para garantizar continuidad, en tanto el arte es negación de ese estatus, el arte se afirma en la negación y la ruptura. El planteo de Link sirve para entender el lugar del arte como forma de pensamiento crítico, disruptivo, negador de lo instituido y, como tal, creador de prácticas vitales que supongan procesos emancipadores. El problema se presenta entonces cuando el arte se hace institución. Cuando los discursos del arte se institucionalizan e instalan como formas de la verdad dominante. Es por ello que debemos preguntarnos de qué hablamos cuando hablamos de “industrias culturales” en relación con la continuidad y la afirmación de la producción y el arte como forma de consumo. Entre la disrupción y la estabilidad (que no es institucionalización) podemos seguir a Ricardo Carpani, quien sostenía que lo relevante es que toda lucha por una nueva

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construcción común desde el arte suponga el avance hacia un “período histórico estabilizado, con valores comunes e indiscutidos”, pues en esos tiempos “la obra del artista tiene garantizada su posibilidad comunicativa”. Decía que en sus orígenes todo arte era arte público. Su valor fundamental residiría en la experiencia colectiva del arte, en tanto artista y hombre comparten el espacio y el tiempo; así, obra y hombre quiebran lo que la privatización ha logrado: la separación de la experiencia del arte de la vida cotidiana. De este modo, el arte deja de ser el objeto de consumo y se constituye en una experiencia que puede ser productiva socialmente, emancipadora y creadora de un nuevo lenguaje social, producto del encuentro cotidiano entre artista, obra y hombre. Restituir la experiencia integradora del arte es un modo de reponer el carácter transformador del mismo. Ahora bien, si el Estado es parte de los dispositivos que garantizan la afirmación del arte como práctica de consumo ¿cómo modificar esa situación? Una de las políticas debe ser promover el pensamiento como una práctica de cultura. Un pensamiento que no sólo se desarrolle en los espacios institucionales estancos, sino que adquiera formas diversas. El pensamiento académico, formalizado en textos, pero también el pensamiento que surge de las expresiones estéticas, el pensamiento que se produce en colectivos sociales o en grupos con identidades concretas que producen discursos diversos. El pensamiento poético. Dar espacio y cauce a esas formas de pensamiento, ponerlas en conflicto, contraponerlas, darle al pensamiento estético el mismo estatus que al texto escrito formalizado, son tareas que desde el Ministerio de Cultura pueden llevarse adelante. No se trata de ordenar los textos, clasificarlos y archivarlos. Se trata de permitir una relación dialéctica entre la idea positiva de la cultura y la negatividad creativa del arte. Hacer que esa relación permita el funcionamiento de esta máquina imperfecta de voces que suenan, resuenan y al hacerlo, producen nuevos sonidos. •

http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/40014#more-40014

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Noam Chomsky EE.UU. Cuauhtémoc Cárdenas México Constanza Moreira Uruguay Emir Sader Brasil Piedad Córdoba Colombia Iñigo Errejón España Ignacio Ramonet España Álvaro García Linera Bolivia Nicolás Lynch Perú Gabriela Montaño Bolivia Gabriela Rivadeneira Ecuador Leonardo Boff Brasil Gianni Vattimo Italia René Ramírez Ecuador Paco Taibo México Ticio Escobar Paraguay Tania Sánchez España Martina Anderson Irlanda Pablo Iglesias España Camila Vallejo Chile Nidia Díaz El Salvador Marisa Matias Portugal

El Ministerio de Cultura de la Nación, a través de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, convoca a los principales intelectuales y referentes políticos de América Latina, América del Norte y Europa a reflexionar y debatir acerca de los procesos políticos populares y progresistas que atravesaron nuestra región en los últimos años así como sobre la crisis económica y social que sufre Europa como consecuencia del imperio de la especulación y la financiarización de las economías por sobre la producción y el trabajo. En este sentido, este Foro Internacional busca poner en el centro del debate la dignidad del hombre y de los pueblos de nuestra región y el mundo, destacando el valor de la política como verdadera herramienta de emancipación democrática. Atravesamos un cambio de época. Una transformación profunda de las realidades materiales y simbólicas del mundo ha hecho que este nuevo siglo sea escenario de luchas y disputas por los caminos que debe seguir la humanidad. Hoy más que nunca la historia y las ideologías están vivas y plenas, desplegándose a lo largo y a lo ancho del planeta en constantes debates. Es por eso que dirigentes sociales y políticos, intelectuales y líderes de dos continentes se reúnen para decir NO a las amenazas de restauración neoliberal, buscando fortalecer los horizontes de emancipación e igualdad que deben guiar la vida de nuestros pueblos. Entre los días 12 y 14 de marzo de 2015, el Teatro Nacional Cervantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires será el escenario en que se llevarán a cabo mesas redondas, diálogos y clases magistrales de figuras connotadas del ámbito académico y político. Asimismo, durante esos días se realizarán actividades complementarias y entrevistas públicas en la TV Pública de Argentina.


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