200 años de historia argentina

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GUÍA DIDÁCTICA DE LA MUESTRA Dirección: Felipe Pigna

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JORGE COSCIA

SECRETARIO DE CULTURA DE LA NACIÓN

Entre rupturas y continuidades, los argentinos hemos transitado doscientos años de vida como nación soberana e independiente. Desde hoy, y hasta 2016, la celebración nos estimula y nos invita a analizar el pasado común para encontrar en él las claves de nuestras frustraciones y de nuestros logros. La reflexión así encarada debe echar luz y abrir la discusión sobre las diferentes visiones político-culturales que conviven en la Argentina. La meta es poner nuestra historia, nuestra identidad, nuestra diversidad, al alcance de todos, y más especialmente, de los chicos y los jóvenes. ¿Quiénes somos? ¿Quiénes hemos sido? ¿Quiénes queremos ser? La exposición “200 años de historia argentina” reúne y sintetiza, a través de textos escritos por Felipe Pigna, documentos, cartas, planos, daguerrotipos, fotografías y sonidos, de cada período atravesado por la nación. Con el fin de hacer comprensible y plural la historia de nuestro país, acompaña esta muestra la Guía didáctica para docentes de nivel primario y secundario, aquí presentada. Se trata de un material que, con sentido político transformador, ofrece herramientas conceptuales y pedagógicas para incentivar el análisis y el pensamiento crítico en las aulas de toda la Argentina. Desplegando propuestas como esta, que ponen en diálogo y fortalecen las alianzas entre los ámbitos de la cultura y la educación, afirmamos nuestra vocación por una ciudadanía más y mejor educada, protagonista de una cultura viva. Contribuimos, así, a generar una mirada hacia el pasado abierta e informada, que consolide nuestra intención de edificar, con compromiso y participación, la Argentina del futuro, un país perdurable, justo y solidario, en el que elijamos vivir los próximos siglos.

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ALEJANDRA BLANCO

JEFA DE GABINETE SECRETARÍA DE CULTURA DE LA NACIÓN

La combinación de manifestación artística y propuesta educativa que constituye el programa Argentina de Punta a Punta es una oportunidad para acercar la reflexión y el debate, siempre pendientes, de los argentinos con su propio destino e historia. La concepción profundamente federal de su recorrido -agregada a su realización en espacios públicos, abiertos y gratuitos- expresa con claridad la visión política a la que apunta esta gestión de la Secretaría de Cultura de la Nación: contribuir a la construcción de ciudadanía, fomentando la democratización del acceso y difusión de la producción de bienes culturales. En particular, la exposición “200 años de historia argentina” pretende incorporar la discusión sobre nuestro devenir histórico al conjunto de la población, pero no con la intención de reflejar una visión sesgada y parcial de nuestra historia, sino con el deseo de generar, al paso de la muestra, la reflexión de los ciudadanos sobre nuestros aciertos, nuestros errores, nuestras potencialidades y, sobre todo, nuestra capacidad de proyectar un país que incluya y brinde oportunidades para todos. El itinerario de la exhibición abarca un amplio panorama de la historia desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad, que nos encuentra en pleno camino hacia la celebración del Bicentenario. Punta a Punta propone, por intermedio de esta Guía Didáctica, un conjunto de herramientas destinadas a facilitar su comprensión e incentivar la reflexión de alumnos y docentes de todo el país. Pensar la trama histórica que nos ha convertido en lo que somos actualmente es un deber moral y una necesidad vital que tenemos como pueblo, para comprender el pasado que nos hermana, y proyectar el futuro de grandeza que nos espera. Y se concretará si sabemos aprender de los errores cometidos y si entendemos que, para la Argentina que deseamos, es imprescindible contar con la memoria como molde forjador de nuestro destino colectivo.

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INTRODUCCIÓN

LA PRESENTE GUÍA DIDÁCTICA REÚNE UN CONJUNTO DE MATERIALES Y HERRAMIENTAS CONCEPTUALES Y PEDAGÓGICAS QUE APUNTAN A FACILITAR LA COMPRENSIÓN Y EL TRABAJO DE ALUMNOS Y DOCENTES DE NIVEL SECUNDARIO DE TODO EL PAÍS CON LA EXPOSICIÓN 200 AÑOS DE HISTORIA ARGENTINA.

En la primera parte, el docente encontrará abordados los aspectos más conceptuales de la propuesta, entre ellos:

Un conjunto de reflexiones relacionadas con la importancia, el significado y la potencialidad que la celebración del Segundo Centenario de la Revolución de Mayo tiene en general y, en particular, en el ámbito de la escuela. Un breve estado acerca de la enseñanza de la Historia en la escuela, en el marco de las últimas transformaciones en la didáctica de las Ciencias Sociales en general y de la Historia en particular. Un planteo general acerca del lugar y potencialidad que las imágenes pueden tener en los procesos de enseñanza y aprendizaje del pasado.

La segunda parte ofrece diversas propuestas y sugerencias de actividades para que el docente encare un trabajo provechoso con sus alumnos, a partir del rico material que propone la muestra. En esta sección, se han distinguido:

Actividades para realizar antes de la visita a la exposición. Actividades para realizar durante la visita a la exposición. Actividades para realizar luego de la visita a la exposición.

En la sección final, por su parte, el lector encontrará un listado de bibliografía recomendada y brevemente comentada que cubre, en buena medida, los principales aspectos abordados en esta publicación, como una propuesta de contextualización y profundización de todo lo puesto en juego en los contenidos cubiertos por esta exposición.

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FELIPE PIGNA HISTORIADOR

Recorrer estos casi doscientos años de historia puede resultar un ejercicio vertiginoso. Les proponemos recorrerlos con el humilde objetivo de recordar, de conocernos un poco más, porque la historia de un país es su identidad, es todo lo que nos pasó como sociedad, desde que nacimos hasta el presente. Allí, están registrados nuestros triunfos y derrotas, nuestras alegrías y tristezas, nuestras glorias y nuestras miserias. Como en un gran álbum familiar, allí nos enorgullecemos y nos avergonzamos de nuestro pasado, pero nunca dejamos de tener en claro que se trata de nosotros, que somos lo que fuimos. Hay que “reconquistar” nuestra historia para disfrutar de una maravillosa herencia común que, como todos los bienes de nuestro querido país, está mal repartida y apropiada indebidamente. La historia es, por derecho natural, de todos, y la tarea es hacer la historia de todos, de todos aquellos que han sido y van a ser dejados de lado por los seleccionadores de lo importante y lo accesorio. Quienes quedan fuera de la historia mueren para siempre; es el último despojo al que nos somete el sistema: no dejar de nosotros siquiera el recuerdo. Los desobedientes de la obediencia debida a la traición, los honestos contra viento y marea, los rebeldes aún en la derrota. Aquel pasado debería ayudarnos a dejar de pensar que “en este país siempre estuvo todo mal y no tiene solución”. Nuestra historia, rica como pocas, desmiente categóricamente esa frase funcional al no cambio, que no nos deja ni la posibilidad de soñar con un país mejor para todos. Esta es parte de la herencia vacante que tenemos los argentinos. Este recorrido se propone apenas ser una invitación para comenzar a apropiarnos, como sociedad, de lo que nos pertenece a todos.

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PRIMERA PARTE

El Segundo Centenario en la escuela

La inminencia de los festejos del Segundo Centenario de la Revolución de Mayo de 1810 viene suscitando, lenta pero firme, un conjunto de reflexiones y producciones de muy variado tipo, pero, todas ellas, confluyentes en visualizar esta efeméride como una oportunidad para repensar, de manera integral, los dos siglos de vida independiente de la República Argentina. Hay consenso entre los especialistas en que doscientos años constituyen un número significativo para que una nación pueda encarar, de manera colectiva y mediante una amplia participación de todas las voces involucradas, una evaluación crítica de su pasado y, fundamentalmente, tomar la fecha como una oportunidad para rediscutir la identidad del país y la dirección de su marcha futura. La escuela, en tanto institución privilegiada en la transmisión de saberes acerca del pasado de una sociedad y, en buena medida, instancia forjadora de identidad, no puede estar ausente de dicha celebración y, mucho menos, de los debates que pueda generar. De allí, la necesidad de aprovechar el Bicentenario y todos los eventos que en torno a él se organicen para potenciar estos aspectos. Al mismo tiempo, el carácter integral del proceso histórico, que ofrece la posibilidad de abordar como un todo la perspectiva de doscientos años (la totalidad de la vida de la Argentina como tal), implica un desafío especial en la medida en que permite, entre otras cosas, buscar hilos conductores de su evolución, constantes de largo plazo y quiebres o rupturas innovadoras. Al mismo tiempo, el Bicentenario puede constituirse en el tema excluyente de proyectos institucionales escolares, ya que la fuerza de su contenido y de su mensaje habilita, como pocos otros temas, la posibilidad de convergencia de un trabajo colectivo y multidisciplinario, abriendo desafíos a todos los actores del medio escolar, además de poder convertirse la escuela y los procesos de enseñanza mismos en objetos de estudio de interés histórico.

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PRIMERA PARTE

Breve panorama de las últimas tendencias en la enseñanza de la Historia

No se trata de una mera casualidad que haya sido en coincidencia con la apertura y profundización de la democracia en nuestro país que en la escuela haya comenzado a producirse una transformación de importancia, no sólo en los contenidos de la enseñanza, sino también en la modalidad de sus abordajes didácticos. Todas las perspectivas disciplinares, las prácticas pedagógicas y la misma escuela como institución comenzaron a ser revisadas en el marco de apertura, debate y confrontación de ideas que da lugar a un sistema democrático. Más allá del tenor, profundidad, o incluso, mayor o menor acierto que pudieron tener las reformas educativas que se llevaron a cabo desde 1983, lo cierto es que la escuela de comienzos del siglo XX es bien diferente a la que fue, no sólo en los comienzos del siglo anterior –cuando el país celebraba sus primeros cien años de vida-, sino también en la última parte. En dicho marco, era inevitable que un área disciplinar tan sensible a los vaivenes políticos e ideológicos como las Ciencias Sociales –y en particular, dentro de ellas, la Historia- no fuera una de las que más se haya transformado en los últimos tiempos, aunque, desde ya, quede mucho camino por recorrer todavía. De hecho, ningún espacio científico ha sido, en definitiva, tan disputado por los regímenes autoritarios como el de estas ciencias. Justamente, una de esas importantes transformaciones evidenciadas por la ciencia histórica ha sido la reivindicación de la importancia para la comprensión del pasado de los procesos sociales en tanto realidades complejas y dinámicas y, fundamentalmente, del lugar de protagonismo que en ellos han tenido y tienen los diferentes actores. Un enfoque de estas características –siempre sospechoso para miradas autoritarias de cualquier tipo- permitió, de manera ineludible, ampliar la perspectiva unilateral y compartimentada del saber histórico, así como también articular sus perspectivas y herramientas metodológicas con las de otras disciplinas afines, tales como la sociología, la economía, los estudios culturales, etc. De la mano de lo ocurrido en los ámbitos académicos, en los que comenzó a evidenciarse un saludable encuentro y “confusión” disciplinar que, además de enriquecer el debate, multiplicó los temas y objetos de estudio-, también la didáctica y la “bajada” al aula de los contenidos históricos dieron cuenta tímida, zigzagueante pero firme, de que una nueva forma de comprender el pasado comenzaba a instalarse entre nosotros. La necesidad de contrastar fuentes, de hacer intervenir en el debate histórico las diferentes voces, la recuperación del valor de las vidas privadas y cotidianas son hoy una realidad cada vez más evidente en las aulas y en todas las herramientas didácticas de quienes tienen a su cargo la enseñanza del pasado, en los ámbitos escolares.

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PRIMERA PARTE

La potencialidad de las imágenes en los procesos de enseñanza y aprendizaje de las Ciencias Sociales

Resulta paradójico que ya no se discuta acerca de la preeminencia que en las sociedades actuales ocupan las imágenes (al punto de llegar a nombrarse nuestros tiempos como los de la “cultura visual”) y que, en oposición a aquella realidad, la pedagogía no se haga eco aún, de manera suficientemente profunda y sistemática, del potencial que las imágenes de todo tipo tienen en las prácticas pedagógicas. Poco a poco, y de la mano del uso que las jóvenes generaciones le dan a las imágenes en relación con los textos, el estatus mismo de éstas ha sido puesto en consideración. Y en especial en los ámbitos académicos –desde la semiología a la historia del arte- se ha comenzado a producir un giro en la reflexión no sólo del significado de las imágenes del pasado, sino también del presente. Así, hoy resultan más habituales los estudios que exploran la imagen ampliando la tradicional asociación de ésta con la fotografía, el cine y la televisión, y, fundamentalmente, analizando su transformación a partir de la irrupción del “mundo virtual”. Estas reflexiones teóricas acerca del mundo iconográfico han sido paralelas con la emergencia de acciones tendientes a la recuperación y puesta en valor de diferentes expresiones visuales del pasado, entre ellas, la concientización acerca de la necesidad de recuperar y conservar el patrimonio visual. En esta línea, merecen destacarse la aparición de publicaciones que vienen inventariando diferentes aspectos del pasado en imágenes, la organización de muestras y exposiciones que, haciendo eje en aspectos muy diferentes, reactualizan la mirada sobre imágenes conocidas o bien dan a conocer muchas nuevas. Tal como sostienen Dussel y Gutiérrez (ver bibliografía) se trata de “… poner en cuestión toda una tradición de los sistemas educativos modernos, en los que la imagen ha sido generalmente despreciada como una forma de representación inferior y menos legítima que la escritura” (p. 85). Ahora bien, resultan todavía escasas las producciones teóricas y las experiencias puntuales que den cuenta del uso de las imágenes en la escuela y de sus potencialidades pedagógicas. La semiótica de la imagen no ha decantado aún, de manera sencilla y operativa, en una didáctica de la imagen, aún cuando algunas de las herramientas habituales -como los libros de texto, o cada vez más habituales, como la computadora y el acceso a Internet- de uso en el aula se hayan teñido en las últimas décadas de una más clara y contundente “lógica visual”. Una vez más, con Dussel y Gutiérrez, se trata de “… proponer otros vínculos entre palabras e imágenes, proponer otros modos de trabajo con las imágenes, analizando la carga que contienen, “abriéndolas” en su especificidad, y poniéndolas en relación con otras imágenes, relatos, discursos e interpretaciones de la realidad” (Ibídem). Ahora bien, como muchas otras veces ha ocurrido en la práctica escolar cotidiana, debe reconocerse el valor que vienen teniendo las iniciativas de algunos docentes de Historia, y de muchos establecimientos educativos, en el trabajo con las imágenes (en especial con el cine y el video). Muchas de estas acciones innovadoras se han visto potenciadas en los últimos tiempos gracias a la mayor accesibilidad a los recursos tecnológicos y, desde ya, al clima de apertura en la sociedad que, poco a poco, ha permitido la llegada al aula de estas prácticas. Docentes y alumnos, haciendo uso de estos recursos y dispositivos, llevan adelante experiencias muy ricas y variadas con las imágenes –muestras artísticas, fotográficas o videos- que, de manera inminente, debieran convertirse en fuentes de inspiración y reflexión de especialistas y pedagogos interesados en el uso y potencialidad de las imágenes en los ámbitos escolares. En este sentido, se espera que muestras como la presente actúen como disparadores de ideas similares que puedan reproducirse en las aulas.

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SEGUNDA PARTE

1. El significado del Bicentenario Los doscientos años de vida independiente permitirán al docente trabajar con sus alumnos interrogantes disparadores para el abordaje general de la efeméride. Entre otros: a. ¿Qué significa para una Nación “cumplir” doscientos años? b. ¿Puede sostenerse –y si es así, con qué criterios- que existen naciones “viejas” y naciones “jóvenes”? ¿Cuáles serían las ventajas y desventajas de dichas realidades? c. En el marco del Primer Centenario, estuvo presente la idea de que la Argentina era un país joven, con más futuro que pasado. Así, por ejemplo, lo sostuvo el filósofo español José Ortega y Gasset quien, en su primera visita a nuestro país, pocos años después de 1910, sostuvo: “La Argentina de entonces era una nación que no podía definirse como usualmente se definen las naciones, por un pasado, por una lengua, por una religión, por un repertorio de costumbres. La Argentina, hecha de prepotentes diversidades (…), había logrado el milagro de hacer convivir lo más heterogéneo en el compacto edificio de un Estado común. La Argentina, para el viajero de Castilla, era pura futuridad: el ensayo de vivir como nunca antes se había vivido, fuera de los moldes de conceptos ya forjados, que se resquebrajaban y estallaban sin contener lo nuevo” (Lojo, María Rosa. Las libres del sur. Una novela sobre Victoria Ocampo. Buenos Aires, Sudamericana, 2004, pp. 90-91). Puede proponerse a los alumnos la lectura de la cita anterior y discutir, además de su vigencia en el marco del Segundo Centenario, el significado que podría tener, antes y ahora, la idea de “nación vieja” y de “nación joven”, fundamentalmente, en relación con el lugar que el pasado ocupa en la construcción de la identidad nacional.

2. Primer y Segundo Centenario Dada la importancia que, en 1910, el Estado Nacional le otorgó a los festejos por el Primer Centenario, sería interesante que los alumnos pudieran llevar adelante una comparación de dicho contexto histórico con el actual. Como en todo trabajo comparativo, es necesario tener presentes algunos criterios sobre los que trazar dicho parangón. Entre otros, pueden abordarse los siguientes: a. ¿Qué tipo de Estado era el que festejaba en 1910 y cuál el que lo hace hoy? b. ¿Qué lugar ocupaban los festejos del Primer Centenario en el proyecto de país de quienes conducían el Estado en 1910? ¿Y en el actual? c. ¿Cuál era el mundo en aquel entonces –y el lugar de la Argentina en ese mundo- y cuál el de hoy? d. ¿Cuáles fueron las principales transformaciones que el país sufrió en sus primeros cien años? ¿Y en el siglo siguiente? Esta pregunta puede ser un buen disparador para que los alumnos aborden tanto las cuestiones de la vida pública como las de la vida privada, actualizando así el análisis histórico. PÁG. PÁG.10 7 -guiapap.indd 10

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SEGUNDA PARTE

3. Criterios cronológicos de la periodización 1810-2010 En las primeras páginas de esta Guía se reproducen, reducidos, cada uno de los 17 paneles que integran la muestra. Dicha segmentación en paneles será de utilidad para que, antes de realizar la visita a la muestra, el docente pueda adelantar y discutir con sus alumnos los criterios historiográficos de periodización del devenir histórico de nuestro país entre 1810 y 2003, así como la información más relevante sobre los hechos ocurridos en cada una de esas etapas. A continuación, se reproducen los períodos en cuestión, como así también los textos informativos que podrán leerse en cada panel.

“¿Hasta cuándo esperamos para declarar nuestra independencia? Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas...” José de San Martín El desconcierto generado en la corona española por la invasión napoleónica fue la oportunidad que encontraron los criollos de Buenos Aires para avanzar en el proceso de ruptura con su metrópoli. Eligieron jurar fidelidad a un rey cautivo y –según se pensaba entoncescon pocas posibilidades de retomar el trono antes que a una Junta como la de Cádiz, claramente conservadora. Esta fue la famosa máscara de Fernando VII, una verdadera estrategia de los criollos para encaminarse a la definitiva independencia que llevaría años de lucha. Los hechos ocurridos a partir del 18 de mayo de 1810 –que pasarán a la historia como la “Semana de mayo”- marcaron el inicio de un largo camino hacia la conformación de una nación libre de toda dominación extranjera. La participación de los vecinos en el Cabildo abierto del 22 de mayo y la formación de una Junta de Gobierno fueron apenas los primeros pasos dados en este sentido. Pero las dificultades para conformar un gobierno que representara los intereses de Buenos Aires y el interior, sumadas a las diferencias dentro de la Junta entre quienes, como Mariano Moreno y Juan José Castelli, pretendían darle un contenido social a la revolución y apurar la ruptura con España, y quienes, como Cornelio de Saavedra, tenían una actitud más conservadora, hicieron que los primeros tiempos de vida de nuestro país estuvieran plagados de intentos fallidos de conformación de un gobierno estable.

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SEGUNDA PARTE

Primero se creyó en la viabilidad de gobiernos colegiados –como la Primera Junta y la Junta Grande (1810)- y, luego, se fue pasando a gobiernos más centralizados: dos triunviratos primero y, finalmente, gobiernos unipersonales como el Directorio. Llevaría todavía muchas décadas ponerse de acuerdo en la forma de gobierno que debía darse en la nueva nación. Estas diferencias se expresaron en violentos enfrentamientos, conflictos que irían, incluso, mucho más lejos en el tiempo que la propia declaración de Independencia (1816). Podría decirse que muchos de los choques de intereses que serán una constante en la historia posterior de la Argentina encuentran su expresión originaria en las turbulentas jornadas de mayo de 1810.

El libro del período: Escritos y discursos, de Bernardo de Monteagudo.

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SEGUNDA PARTE

“Unidos íntimamente por vínculos de naturaleza y de intereses recíprocos luchamos contra tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos” José Gervasio Artigas

Declarada la Independencia el 9 de julio de 1816, en San Miguel de Tucumán, la nueva Nación se disponía a continuar la resistencia en la guerra desatada con España. En esta contienda se destacaron, en un primer momento, Manuel Belgrano, Martín Miguel de Güemes y el general José de San Martín, cuyos planes emancipatorios desbordaban las fronteras del ex Virreinato. Encaró la creación del Cuerpo de Granaderos a Caballo y las campañas libertadoras a Chile y Perú, que concluyeron con la independencia de estos países hermanos. Las tropas de aquellos ejércitos comandadas por Güemes, Belgrano y San Martín estuvieron compuestas por hombres del pueblo, los gauchos, que lo dejaban todo para abrazar la causa de la independencia, y siguen siendo los menos reconocidos de toda esta historia que hubiese sido muy distinta sin su coraje y entrega. Si bien, por ese entonces, el consenso era absoluto respecto de la necesidad de consolidar los pasos dados desde mayo de 1810 y plasmar un texto constitucional que diera forma a la nueva entidad nacional, lo que seguía sin poder alcanzar un acuerdo era la forma de gobierno que debía asumir el nuevo país. Esta dificultad había quedado claramente expresada durante las sesiones del Congreso de Tucumán, que proclamó la Independencia, donde ya aparecieron dos modelos de organización claramente enfrentados. Por un lado, el unitario que defendía la centralidad de Buenos Aires, y por el otro, el federal, defendido por hombres como Artigas, López, Ramírez y Quiroga, que gozaban de gran consenso en sus zonas de influencia y pugnaba por el reconocimiento de las autonomías provinciales. La sanción de la Constitución de 1819, unitaria y centralista, provocó el rechazo de todas las provincias y el agravamiento del conflicto.

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SEGUNDA PARTE

Cada una de las provincias encararía la administración de sus propios intereses colocando a un caudillo al frente de la defensa de estos. Buenos Aires haría lo propio, aunque se verá beneficiada por retener los ingresos de la aduana y de los negocios que generaba su condición portuaria. La situación del interior era diferente. En algunas regiones, como en Cuyo, Córdoba, Corrientes y las provincias del Noroeste, se habían desarrollado pequeñas y medianas industrias, en algunos casos, muy rudimentarias, pero que abastecían a sus mercados internos y daban trabajo a los habitantes de estas regiones. Para el interior, el comercio libre significó en muchos casos la ruina de sus economías regionales arrasadas por los productos importados más baratos y de mejor calidad. La superioridad de recursos económicos y financieros de Buenos Aires harían que su influencia predominase en cualquier tipo de gobierno nacional. Por lo tanto, para que las provincias pudieran eludir la dominación de Buenos Aires, era imprescindible que conservaran cierto grado de autonomía económica y fiscal; para ello era necesario lograr la autonomía política y, por lo tanto, limitar los poderes y autoridad del gobierno central. Se iniciaba así una larga y sangrienta guerra civil que demoraría varias décadas la ansiada y definitiva organización nacional.

El libro del período: Escritos y discursos, de Bernardo de Monteagudo.

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SEGUNDA PARTE

“El sistema federal puede hacer nuestra felicidad, tanto más, cuanto es un sistema más análogo a los sentimientos de todos, porque está más en contacto con el pueblo” Manuel Dorrego

La provincia de Buenos Aires –gobernada por Martín Rodríguez y teniendo a Bernardino Rivadavia (1780-1845) como ministro- continuaba con su política autónoma y, fundamentalmente gracias a los ingresos que le proveía la Aduana, comenzó un período de expansión económica sin precedentes y de importantes transformaciones sociales que beneficiaron a Buenos Aires en desmedro de las provincias. Rivadavia impulsó la educación e intentó quitarle poder político a la Iglesia. En 1822, el Tratado del Cuadrilátero –firmado por las provincias del litoral y Buenos Aires- fijó para 1824 la convocatoria a un Congreso para sancionar una Constitución. En ese marco, Rivadavia impulsó la ley de Presidencia, por medio de la cual se creaba el cargo de Presidente de la República Argentina que él mismo pasaría a ejercer. El gobierno de Buenos Aires Aires, bajo el impulso de Rivadavia, contrata un empréstito con la banca Baring Brothers de Londres. Comenzaba así la larga historia de nuestra deuda externa.

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SEGUNDA PARTE

En 1825 se firma el tratado de libre comercio con Gran Bretaña, lo que implicaba el reconocimiento por parte de Inglaterra de nuestra independencia. El convenio sentaría las bases de los roles de cada una de las firmantes: la naciente Argentina exportaría materias primas y le compraría a Inglaterra productos elaborados, facilitando además la inversión de capitales británicos en distintos rubros de nuestra economía. Una vez más, Rivadavia encontró la oportunidad para llevar adelante medidas claramente unitarias, como por ejemplo la Ley de Capitalización de la Ciudad de Buenos Aires y, finalmente, la sanción de la Constitución de 1826, de impronta claramente centralista. Esto motivó un nuevo rechazo por parte de las provincias y la renuncia, en 1827, del Presidente, quien debió marchar al exilio. Acto seguido, la Legislatura de Buenos Aires eligió como gobernador a Manuel Dorrego.

El libro del período: Cielitos y diálogos patrióticos, de Bartolomé Hidalgo (1821).

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SEGUNDA PARTE

“Yo, mi respetado general, en la posición en que estoy colocado, no debo tener corazón. Vuestra Excelencia siente por sí mismo, que los hombres valientes no pueden abrigar sentimientos innobles, y al sacrificar al coronel Dorrego, lo hago en la persuasión de que así lo exigen los intereses de un gran pueblo” Juan Lavalle

Durante su breve gobierno (1827-1828), Manuel Dorrego llevó adelante una política progresista y popular. Suspendió el pago de la deuda externa contraída por Rivadavia, fijó precios máximos para los artículos de primera necesidad y se acercó a los caudillos federales de las provincias. Con la excusa de la firma de la paz con Brasil, los unitarios llevaron adelante un golpe de Estado encabezado por Lavalle, y fusilaron a Dorrego, en diciembre de 1828. Tras el breve y violento gobierno de Lavalle, en 1829 asumió la gobernación de Buenos Aires uno de los estancieros más poderosos de la provincia, Juan Manuel de Rosas, que ejerció una enorme influencia sobre todo el país. A partir de entonces y hasta su caída en 1852, el llamado “Restaurador de las Leyes” ejercerá el poder en forma autoritaria para perseguir duramente a sus opositores y censurando a la prensa, aunque contando con el apoyo de amplios sectores del pueblo y de las clases altas porteñas. En 1837, surgió una generación intelectual que, inspirada en el romanticismo europeo, dará un sello propio a las letras argentinas y se constituirá en una aguda opositora al rosismo. Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi fueron dos de sus exponentes más notables.

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Durante los años en que gobernó Rosas, creció enormemente la actividad ganadera bonaerense, las exportaciones y algunas industrias del interior que fueron protegidas gracias a la Ley de Aduanas. Rosas defendió decididamente la soberanía nacional frente a las agresiones de Francia en 1838 y de Francia e Inglaterra en 1845. Los terratenientes bonaerenses, con Rosas a la cabeza, se opusieron a la organización nacional y a la sanción de una constitución, porque ello hubiera significado el reparto de las rentas aduaneras al resto del país y la pérdida de la hegemonía porteña, intereses que él representaba en buena medida. El gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, se pronunció contra Rosas en mayo de 1851, se puso al frente del Ejército Grande que marchó sobre Buenos Aires y derrotó a Rosas el 3 de febrero de 1852 en la batalla de Caseros.

Algunos libros del período: Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento (1845). La cautiva (1837) y El matadero (1874), de Esteban Echeverría. El gigante amapolas, de Juan Bautista Alberdi (1842).

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“La geografía, la historia, los pactos vinculan a Buenos Aires al resto de la Nación. Ni ella puede existir sin sus hermanas, ni sus hermanas sin ella. El destino de la Nación está en vuestras manos… dictad una Constitución que haga imposible para adelante la anarquía y el despotismo…” Justo José de Urquiza

Aunque ya no estaba Rosas, los intereses de la clase alta porteña seguían siendo los mismos. Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina dieron un golpe de Estado contra Urquiza conocido como la "Revolución del 11 de septiembre de 1852". A partir de entonces, el país quedó por casi diez años dividido en dos: el Estado de Buenos Aires, y la Confederación (el resto de las provincias con capital en Paraná). Urquiza convocó al Congreso Constituyente que el 1.º de mayo de 1853 sancionó el texto constitucional tan demorado.

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SEGUNDA PARTE

Pese a las limitaciones económicas que le imponía la separación de Buenos Aires, la Confederación urquicista intentó dar los primeros pasos hacia la modernización y el desarrollo. Mientras tanto, el Estado de Buenos Aires gozaba de la prosperidad de las rentas provenientes del puerto y de la Aduana, y no dejaba de hostigar a la Confederación, primero económicamente y, luego, de forma militar. La batalla final se dio en Pavón en septiembre de 1861, donde Buenos Aires se impuso definitivamente sobre el resto del país. Mitre fue electo presidente en 1862 dando comienzo al proceso de organización nacional bajo el predominio de los intereses porteños.

El libro del período: Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, de Juan Bautista Alberdi (1852).

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SEGUNDA PARTE

“El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen; y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar esas fuerzas de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean” D.F. Sarmiento, De la educación popular, 1849

Con la derrota de la Confederación Nacional a manos de Buenos Aires, le quedaba allanado el camino al poder central para concretar la unificación nacional según sus intereses. A dicha tarea se abocaron los presidentes Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880). Durante estas gestiones, la Argentina logró un gran avance en materia de consolidación del Estado y modernización de la sociedad. Se profundizó la política migratoria, se estimuló la educación popular, se crearon instituciones y organismos que contribuyeran a delinear un estado fuerte, centralizado y ordenado. Pero estas políticas impuestas a todo el país desde Buenos Aires siguieron provocando la lógica resistencia del interior, que se alzó en armas contra el poder central y en defensa de sus industrias y artesanías provinciales, con las montoneras federales de Ángel Vicente “el Chacho” Peñaloza en 1863, Felipe Varela en 1866 y Ricardo López Jordán en 1876.

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Todos estos movimientos fueron sangrientamente reprimidos por el flamante Ejército Nacional, que puso fin a las milicias provinciales unificando el poder coercitivo del Estado y poniéndolo bajo el mando del poder central. Este ejército debutará internacionalmente en la sangrienta, injusta y costosísima Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), por la que la Argentina, Uruguay y el Brasil invadieron el Paraguay con la excusa de destituir a su presidente, Francisco Solano López (1826-1870), a quien los aliados consideraban un dictador. El Estado Argentino se consolidará sobre la base de las necesidades de un modelo agroexportador que implicará grandes diferencias económicas y sociales entre una minoría beneficiaria del sistema y una mayoría excluida del reparto de la riqueza y de la participación política. La irrupción de un movimiento obrero combativo y de partidos políticos modernos llevará a los dirigentes oligárquicos a replantear su forma de hacer política sin modificar el modo de producción y distribución de la riqueza.

El libro del período: Martín Fierro, de José Hernández (1872).

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“Mi opinión es que el comercio sabe mejor que el gobierno lo que a él le conviene; la verdadera política consiste, pues, en dejarle la más amplia voluntad” Julio Argentino Roca

El lema “Paz y Administración” con el que Julio A. Roca inició su mandato en 1880 era mucho más que una frase. Alcanzada la paz interior, ordenado el Estado, federalizada la ciudad de Buenos Aires, integrado el territorio, no quedaba sino dedicarse a profundizar los pasos iniciados en 1862. Prácticamente sin perturbaciones, un mismo grupo dirigente controló durante varias décadas los resortes del poder, insertando a la Argentina en los términos de la división internacional del trabajo que determinaba que nuestro país se especializaría en la producción de materias primas para su exportación y compraría todos los productos manufacturados a los países centrales, particularmente a Inglaterra. A consolidar ese modelo se dirigieron políticas tales como el poblamiento del territorio con mano de obra inmigrante, el tendido de líneas férreas que trasladaran la producción agropecuaria a las zonas portuarias y la inversión en infraestructura que facilitara la salida de los barcos. La política inmigratoria –que implicó el ingreso de vastos contingentes de extranjeros- no tuvo sólo un efecto económico. Implicó también la conformación de una nueva cultura nacional, basada en la diversidad y en la pluralidad, un sello que, por décadas, identificaría a la Argentina.

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Toda esta transformación pudo llevarse a cabo gracias a la vigencia de un sistema político fraudulento basado en el control de la sucesión presidencial, por medio del cual un mismo grupo dirigente se garantizaba la permanencia en los altos cargos de la administación y, normalmente, el presidente saliente imponía el nombre de su sucesor. Durante años, Roca se constituyó en el “gran elector”, al punto de ocupar la presidencia en dos períodos: 1880-1886 y 1898-1904. Sin embargo, hacia 1890 comenzaron a aparecer manifestaciones políticas adversas al régimen. Surgieron así, por un lado, la Unión Cívica Radical reclamando –mediante acciones revolucionarias- el libre sufragio y, por el otro, las primeras organizaciones de izquierda (socialistas y anarquistas), denunciando el deterioro de la calidad de vida de los trabajadores. En 1910, la oligarquía en el poder celebró el Primer Centenario de la Revolución de Mayo con gran pompa e invitados de todo el mundo. La Argentina era un país rico, el granero del mundo, pero la mitad de sus habitantes, según cifras oficiales, estaban debajo de lo que hoy llamaríamos línea de la pobreza. El movimiento obrero se manifestó contundentemente durante aquellos días y fue reprimido con toda dureza por el gobierno de Figueroa Alcorta. Luego de décadas de resistencia, el Régimen sancionó en 1912 la Ley Sáenz Peña que garantizaba el voto universal, secreto y obligatorio. Gracias a ella, el radicalismo pudo acceder al gobierno en 1916.

El libro del período: Juvenilia, de Miguel Cané (1884).

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En mayo de 1910 la “espléndida” oligarquía argentina se preparaba para celebrar el Centenario de la Revolución de Mayo. Se organizaron grandes desfiles y una exposición universal para demostrarle al mundo los progresos de la “París del Plata”. Se cursaron invitaciones a todos los reyes y gobernantes del mundo occidental, pero sólo aceptó el convite la infanta Isabel de España, una “aristócrata” de segunda clase para la afrancesada “gente decente” de Buenos Aires; aquella clase dirigente quería exhibir los avances del granero del mundo. A los escritores orgánicos les dio un notable ataque de nacionalismo y reivindicaron al otrora “vago y mal entretenido” gaucho, con tal de diferenciarse de la oleada inmigratoria y de sus “ideas disolventes”. El movimiento obrero advirtió la gran trascendencia de los festejos y aprovechó su repercusión en la prensa internacional para dar a conocer la real situación de los habitantes del país. La Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de tendencia anarquista, lanzó una huelga general para la semana de mayo y realizó una manifestación que reunió a 70.000 personas frente a la penitenciaría de la calle Las Heras. Pedían la libertad de los presos sociales, entre ellos Simón Radowitzky, el joven anarquista ruso que había asesinado al Coronel Ramón Lorenzo Falcón responsable de la matanza de trabajadores que pasó a la historia como la “Semana Roja” de mayo de 1909. El gobierno del presidente Figueroa Alcorta decretó el estado de sitio, y el Congreso sancionó la Ley 7026, llamada “de Defensa Social”, que incluía la pena de muerte para los activistas sindicales, limitaba seriamente la actividad gremial, prohibía explícitamente la propaganda anarquista y el ingreso de extranjeros que hubieran sufrido condenas por motivos políticos. Pese a la dura represión, los fastuosos festejos del Centenario se vieron afectados por numerosas huelgas y actos de sabotaje llevados adelante por el movimiento obrero que dejó sin luz a la ceremonia inaugural del festejo. Mientras hablaba Figueroa Alcorta sonaron petardos, y un anarquista se ató con cadenas a las rejas de la Sociedad Rural. Hasta que lo desataron, logró llamar la atención de la prensa extranjera y contar que en la Argentina el pueblo se moría de hambre y que eso que ellos veían era un dramático decorado. La respuesta no se hizo esperar. Grupos autodenomindados “nacionalistas”, que actuaban con total impunidad, atacaron locales y bibliotecas obreras y hasta incendiaron el circo de Frank Brown. El gran payaso inglés había instalado su carpa en Florida y Paraguay. Los “pitucos” decían que afeaba la ciudad y llenaba esa zona elegante de gente indeseable, porque Frank abría su circo a todas las clases sociales y no cobraba entrada a los niños pobres. El fuego “patriótico” arrasó también con la alegría infantil.

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Cuenta un testigo de los hechos: “Se había alquilado un inmenso local para encerrar a los presos, precaución necesaria sin duda alguna, ya que las numerosas cárceles que tiene Buenos Aires están siempre recargadas de detenidos. Mientras tanto, en la ciudad se organizaban columnas de patriotas que, al amparo del estado de sitio, iban sembrando el terror por todas partes. Nada en verdad más alejado del sentimiento patriótico que aquellos malones organizados y dirigidos por la policía. Las turbas del 14 de mayo y días siguientes no estaban animadas de sentimientos patrióticos. Tuvieron el propósito de aterrorizar a los trabajadores impidiendo que éstos, movidos a impulsos de la solidaridad, respondieran a los prisioneros y a la declaración del estado de sitio con el paro general. Era preciso impedir a todo trance que hubiese huelga, para que las fiestas del Centenario se realizasen tranquilamente, con todo el brillo que era posible esperar de la presencia de la nieta del rey español destronado por la revolución que se conmemoraba. La autocracia, el autoritarismo, la cesación de las leyes constitucionales es lo que los republicanos federales de la Argentina pusieron en vigencia para celebrar aquella revolución que proclamó la libertad, los derechos del hombre, la soberanía popular. Así festejaba la oligarquía a través del gobierno de Figueroa Alcorta –aquel que el 28 de enero de 1908 había clausurado el Congreso Nacional– los “cien años de libertad”. Así conmemoraba el Centenario de la Revolución liderada por Mariano Moreno, aquel que los había sentenciado con su frase premonitoria: “Es necesario destruir los abusos de la administración, desplegar una actividad que hasta ahora no se ha conocido, promover el remedio de los males que afligen al Estado, excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye el trabajo, si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en sus manos”. Así fue aquel “maravilloso” Centenario, con la prensa obrera incendiada y acallada, dos mil trabajadores detenidos, cien deportados y otros cien enterrados en el infierno del penal de Ushuaia. Nos encaminamos hacia el Segundo Centenario de nuestra revolución fundacional. El mejor homenaje a aquellos padres fundadores no será seguramente un frío monumento o una placa de bronce destinada a ser robada y fundida, sino cumplir con aquellos puntos cardinales trazados por Belgrano y Moreno que anhelaban un país con industria, justicia, equidad y educación, como lo dejaron plasmado en sus notables escritos.

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“En la enormidad de los inmensos daños que causara el régimen en su dominio detentado por tan largo tiempo, y en la dilapidación del patrimonio y de la riqueza nacional, la tierra pública fue la más vorazmente arrebatada, apropiándosela en casos para sí, o enajenándola en otros en grandes latifundios, a vil precio, a trueque de fabulosas coimas” Hipólito Yrigoyen

La sanción de la Ley Sáenz Peña permitió la llegada al poder en 1916 de la Unión Cívica Radical que, desde fines del siglo XIX, venía levantando la bandera de la pureza del sufragio. La asunción del líder radical Hipólito Yrigoyen, el 12 de octubre de aquel año, ponía fin a la hegemonía del conservadurismo impuesta desde los tiempos de la Organización Nacional. De allí en más, y hasta la crisis de 1930, el radicalismo –un movimiento claramente representativo de los sectores medios y con un componente importante de hijos de inmigrantes- le imprimiría a la política argentina un ingrediente nuevo: el valor del respeto por la democracia. En los años de los primeros gobiernos radicales, continuó vigente sin mayores alteraciones el modelo económico impuesto por el régimen anterior en el marco de la división internacional del trabajo, que asignaba a la Argentina el rol de país agroexportador.

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El primer gobierno de Yrigoyen (1916-1922), el de Marcelo T. de Alvear (1922-1928) y el segundo de Yrigoyen (1928-1930), aún con sus diferencias de estilo, se caracterizaron por una administración claramente favorable a los grupos sociales que le dieron apoyo e impulsaron importantes cambios tendientes a la ampliación de la participación ciudadana, la democratización de la sociedad, la nacionalización del petróleo y la difusión de la enseñanza universitaria. Su relación con el movimiento obrero fue ambigua, reprimiéndolo sin contemplaciones durante la “Semana trágica” de 1919 y las huelgas patagónicas de 1921, y dictando leyes favorables a los sectores populares y reconociendo la personería gremial de numerosos sindicatos, cuyos delegados fueron recibidos por primera vez en la Casa Rosada. A fines de la década del 20, las diferencias dentro del partido gobernante -entre los yrigoyenistas o personalistas y los alvearistas o antipersonalistas-, sumadas a los efectos de la crisis económica mundial y la irrupción de ideologías corporativistas y nacionalistas en las filas del Ejército, confluyeron en el derrocamiento militar del presidente Yrigoyen mediante un golpe de Estado el 6 de setiembre de 1930. Se inauguraba así el largo ciclo de interrupciones del orden constitucional que marcó dramáticamente a buena parte del siglo XX en la Argentina.

Algunos libros del período: Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes (1926). Fervor de Buenos Aires, de Jorge Luis Borges (1923). El juguete rabioso, de Roberto Arlt (1926). Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga (1918).

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“Después de la obra que yo he hecho con la revolución y con el gobierno, aunque mis enemigos me quemaran en la Plaza de Mayo, nada ni nadie podrían detener el juicio de la posteridad, la única que puede juzgar mi obra y mi patriotismo” General José Félix Uriburu

El golpe de Estado perpetrado por el general José F. Uriburu contra Yrigoyen se llevó a cabo enarbolando una dura crítica contra el liberalismo democrático y, fundamentalmente, a favor de una concepción corporativista de la sociedad, en sintonía con las ideologías autoritarias predominantes en Europa, fundamentalmente en Italia y Alemania. Sin embargo, la fuerte presencia de las ideologías liberales dentro del Ejército impuso un rápido cambio de rumbo en la figura del general Agustín P. Justo, que llegó a la presidencia gracias a un escandaloso fraude electoral.

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El gobierno de Justo significó –por su estilo, por su política económica y por los sectores a los que benefició- la restauración del viejo modelo liberal-conservador, inaugurando un período de exclusión política de las mayorías y de enorme corrupción. En 1933 se firmó el Pacto Roca-Runciman con Inglaterra, que aumentó enormemente la dependencia Argentina con ese país. Tampoco pudieron hacerse realidad las promesas de su sucesor, Roberto M. Ortiz, de sanear las prácticas electorales. La enfermedad y muerte de Ortiz dejaron nuevamente el poder en manos de un nacionalista conservador, el vicepresidente Ramón Castillo, que fue depuesto, finalmente, por un nuevo golpe de Estado el del 4 de junio de 1943.

Algunos libros del período: La década infame, de José Luis Torres (1945). Radiografía de la Pampa, de Ezequiel Martínez Estrada (1933). Historia universal de la infamia, de Jorge L. Borges (1934). El hombre que está solo y espera (1931), Historia de los ferrocarriles argentinos (1940), Política británica en el Río de la Plata (1940), de Raúl Scalabrini Ortiz.

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“Cada uno de ustedes debe sentirse indispensable, porque el más humilde de los hombres juega un rol importante, pues constituye la célula que ha de unirse a las demás para salvar a la Patria en los momentos en que se halla en peligro y para elaborar permanentemente su grandeza” Juan Domingo Perón

En 1943, un grupo de militares nacionalistas dio un golpe de Estado, y derrocó al presidente Castillo. Dentro de este grupo se destacó el coronel Juan Domingo Perón, quien, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, llevó adelante una política tendiente a mejorar la legislación laboral y social (vacaciones pagas, jubilaciones, tribunales de trabajo). El apoyo popular a Perón lo llevará al gobierno en las elecciones de 1946. En su primera presidencia (1946-1952), Perón profundizó las medidas sociales y económicas que había impulsado como funcionario del gobierno militar. En el marco de una gran bonanza económica, producto de las divisas acumuladas por el país durante la Segunda Guerra Mundial, y fiel a una concepción del Estado como activo promotor del bienestar social, sus medidas apuntaron a consolidar la relación con su principal base de apoyo: los trabajadores. Para ello, implementó el “Primer Plan Quinquenal”, que incluyó la expansión de la inversión en infraestructura, el desarrollo de las industrias locales y, fundamentalmente, garantizó el acceso al consumo y a un nivel digno de vida para los sectores populares. Además de aplicar a estas acciones todos los recursos estatales disponibles, lo hizo también desde la Fundación “Eva Perón”, un organismo de ayuda social a cargo de Evita, quien, además, había impulsado decididamente un viejo anhelo de las mujeres argentinas: el derecho al voto, que fue concretado en 1947. Gracias a la política social del Peronismo, los sectores más postergados de la sociedad accedieron por primera vez a la atención médica, elementos de trabajo, viviendas, deportes, recreación, colonias de vacaciones y hasta juguetes para sus hijos.

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Creció notablemente la actividad industrial, llegándose a producir integralmente en la Argentina aviones a reacción como el Pulqui 2. El estilo de gobierno irritó a la oposición que acusaba al peronismo de autoritario y personalista. En poco tiempo, el país se dividiría, irreconciliablemente, entre peronistas y antiperonistas. Pese a esto, Perón gozaba de gran popularidad, y resultó reelecto en 1952. Su segundo mandato –iniciado en medio del profundo duelo vivido por la muerte de Evita en julio de 1952- comenzó a evidenciar signos de agotamiento. La crisis empezó a manifestarse y era el resultado de dos sequías consecutivas que perjudicaron notablemente la llegada de divisas; pero también por el inédito aumento del consumo, provocado por el mejoramiento de los niveles de ingreso de los sectores populares, que no tuvo su contrapartida en un aumento equivalente de la producción -debido a la dificultad en la provisión de maquinaria industrial pesada y por cierta reticencia de algunos sectores del capital de aceptar las nuevas reglas de juego que incluían una avanzada legislación social. Aquel clima de crispación condujo a una escalada de violencia –verbal y física- entre el gobierno y la oposición (que incluía a los sectores económicos más poderosos del país y a la influyente Iglesia católica), facilitando las cosas para que los sectores militares contrarios al presidente comenzaran a conspirar. Un sangriento intento fallido, el 16 de junio de 1955, provocó centenares de muertos tras el bombardeo a la Plaza de Mayo por la aviación naval. La jornada culminó con la quema de varios templos católicos de la Capital. El general Eduardo Lonardi se sublevó en Córdoba el 16 de septiembre de aquel año, concretando un golpe de Estado que pasaría a la historia como la “Revolución Libertadora”. Uno de sus protagonistas, el contralmirante Rial, le dijo poco después del golpe a un grupo de trabajadores municipales: “Recuerden que la Revolución Libertadora se hizo para que el hijo del barrendero, muera barrendero”.

Algunos libros del período: Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal (1948). Shunko, de Jorge Washington Ábalos (1949). La Razón de mi vida, de Eva Perón (1951). Bestiario, de Julio Cortázar (1951). De frente, de John William Cooke (1954).

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“Quedan prohibidos la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones ’peronismo‘, ’peronista‘, ’justicialismo‘, ’Justicialista‘, ’tercera posición‘, la abreviatura PP” Decreto 4161 de la autodenominada “Revolución Libertadora” La autodenominada “Revolución Libertadora”, que tras el derrocamiento del peronismo proclamó que no habría “ni vencedores ni vencidos”, a poco de andar, y luego de desplazar a los sectores moderados del poder, encaró un profundo plan para “desperonizar” el país. Este objetivo, además de quedar reflejado en la proscripción del partido del presidente depuesto y en la prohibición de los nombres e imágenes asociados a él, incluyó también medidas extremas como el fusilamiento de 33 militares y civiles leales a Perón que se sublevaron contra el gobierno de facto en junio de 1956. Con el activo apoyo de los sectores tradicionales como la Sociedad Rural Argentina, la Unión Industrial, la Iglesia Católica y los partidos políticos antiperonistas, la “Libertadora” delineó un plan para restaurar el país anterior al peronismo. Impulsó la reforma de la Constitución Nacional -con la doble intención de anular la promovida por Perón (1949) y restablecer la vigencia del texto de 1852-, aunque a la Convención Constituyente convocada a ese efecto le resultaría imposible no incluir los derechos sociales conquistados en la década anterior, por lo que se incorporó el artículo 14 bis al texto del siglo XIX. Desde el punto de vista económico, el gobierno militar encaró un plan afín con los principios del liberalismo, que se expresó claramente en la incorporación de la Argentina al FMI. El organismo internacional de inmediato “aconsejó” a su nuevo asociado la aplicación de políticas de ajuste que incluyeron el congelamiento de los salarios y la liberación de los precios, lo que implicó una notable rebaja en el poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores. La promesa de garantizar la realización de comicios y el retorno de las instituciones democráticas realizada por el general Pedro E. Aramburu no incluía al peronismo, lo que llevó a Perón a apoyar al candidato que más críticamente se había manifestado hacia el gobierno militar y que resultaría triunfador: Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Radical Intransigente. Arturo Frondizi triunfó en las elecciones del 23 de febrero de 1958 y accedió al gobierno el 1.º de mayo de ese año. Si bien la figura y trayectoria de Frondizi resultó atractiva para muchos, en la medida en que representaba una promesa de modernización de la política argentina, nadie imaginó que el período que se iniciaba se convertiría en una de las experiencias más novedosas y polémicas de la historia nacional. Frondizi sorprendió con muchas de sus medidas. Buena parte de sus seguidores vivieron como una traición el abandono de las ideas sostenidas en la campaña electoral, entre ellas, la promesa realizada a Perón de levantar la proscripción del justicialismo.

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Sus votantes le fueron quitando apoyo al comprobar las concesiones del presidente a las exigencias de los militares, como el nombramiento del liberal Alvaro Alsogaray al frente del Ministerio de Economía en 1959, o la sanción de la polémica ley que habilitaba el otorgamiento de títulos habilitantes por parte de las universidades privadas. A su vez, mucho fue el desconcierto cuando, luego de haber escrito su famoso libro Petróleo y política (1954) -en el que sostenía una posición claramente nacionalista en materia de hidrocarburos-, al llegar al gobierno impulsara, como una de las principales medidas de su plan de desarrollo, la firma de contratos con importantes compañías extranjeras (en lo que llamaba “la batalla por el petróleo”) que permitieron el autoabastecimiento. Con fuertes polémicas hacia uno y otro lado del arco ideológico, cuestionado tanto por los militares como por los peronistas y también por los miembros del viejo tronco radical, los años de Frondizi no pasaron desapercibidos y, todavía, hoy se discute si el modelo económico desarrollista que quiso implementar fracasó por la difícil coyuntura política en la que se dio. La intención de Frondizi de legalizar al justicialismo provocó su caída por un golpe militar en 1962 que instalará en el poder a José María Guido, que sufrirá a su vez un conato de guerra civil expresado en el enfrentamiento de facciones militares rivales denominadas azules y colorados. Guido convocará a elecciones con la exclusión del peronismo para 1963. La breve presidencia de Guido estuvo marcada por la profundización del enfrentamiento entre los grupos internos del Ejército en cuanto a la actitud a adoptar frente al peronismo. Por un lado, el sector de los “azules” mantenía una posición más propensa a normalizar el sistema institucional incluyendo al justicialismo y, por el otro, los “colorados” eran mucho más intransigentes respecto del movimiento fundado por Perón. Estas diferencias se hicieron indisimulables tras el derrocamiento de Frondizi, y en setiembre de 1962, llegaron a un enfrentamiento armado que terminó con el triunfo de los “azules” y con el nombramiento de su principal referente, el general Juan Carlos Onganía, como Comandante en Jefe del Ejército. Tras el episodio, Guido convocó a elecciones presidenciales para el 7 de julio de 1963 en las que el peronismo fue nuevamente proscripto y que dieron el triunfo al candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo, Arturo Illia. Illia incrementó notablemente la inversión en salud y educación, logrando un crecimiento de la economía del 10% anual. Mantuvo una política internacional independiente repudiando la intervención norteamericana en Santo Domingo. Su política progresista y sus intenciones de legalizar al peronismo provocaron la reacción de los sectores conservadores que, junto a las fuerzas armadas encabezadas por el general Onganía, derrocaron a Illia e inauguraron la llamada Revolución Argentina. Algunos libros del período: Operación masacre, de Rodolfo Walsh (1957). Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato (1961). Rayuela, de Julio Cortázar (1964). PÁG. PÁG.59 54 -guiapap.indd 59

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“Los partidos políticos algún día tendrán que ser reemplazados por otras organizaciones, igualmente políticas, basadas en una comunidad revitalizada, basadas en el ideal antes que en el prejuicio, con lealtad primaria y viva a la Nación, antes que al grupo” Juan Carlos Onganía

Esta vez, según palabras del flamante dictador Onganía, los militares llegaban para quedarse por un largo período. Así pareció evidenciarlo el conjunto de medidas de fuerte carácter autoritario, que implantó la prohibición de toda actividad política y gremial, la férrea censura aplicada a los medios de comunicación y a las manifestaciones culturales, y también en las universidades -en las que el gobierno intervino violentamente, arrestando a estudiantes y profesores en lo que pasó a conocerse como “la noche de los bastones largos”. Desde el punto de vista económico, el gobierno cerró filas con los sectores tradicionales del empresariado, especialmente con los de la actividad agrícola-ganadera, y designó en el Ministerio de Economía a una figura muy respetada por el establishment: Adalbert Krieger Vasena. La política autoritaria de Onganía y el problema no resuelto del peronismo fueron incubando la reacción popular que estalló en Córdoba, el 29 de mayo de 1969, cuando obreros y estudiantes le dejaron claro al gobierno que no estaban dispuestos a seguir soportando sus políticas represivas y antipopulares.

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Desde el “Cordobazo” los días de Onganía estuvieron contados, hasta que a mediados de 1970 el presidente fue destituido por sus propios colegas y reemplazado por el general Roberto M. Levingston. La política económica nacionalista del nuevo presidente sorprendió a los sectores liberales del Ejército que, en 1971, designaron al general Alejandro A. Lanusse (1918-1996) a cargo del Poder Ejecutivo. Lanusse se comprometió a reestablecer la vida política y convocar a elecciones, lo que hizo no sin diseñar algunas estrategias legales que impidieran el triunfo del peronismo y el retorno de Perón desde su exilio. Las políticas del presidente encontraron una radicalización de la resistencia peronista y de las organizaciones de izquierda que incluía la lucha armada. En ese marco, y pese a todos los intentos del gobierno para impedirlo, en los comicios del 11 de marzo de 1973, se impuso el candidato justicialista designado por Perón: el Dr. Héctor J. Cámpora.

Algunos libros del período: El medio pelo en la sociedad argentina (1966) y Manual de zonceras argentinas (1967), de Arturo Jauretche. ¿Quién mató a Rosendo?, de Rodolfo Walsh (1969). Megafón, o la guerra, de Leopoldo Marechal (1970).

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SEGUNDA PARTE

“Es posible que el pensamiento haya perdido, en los últimos tiempos, contacto directo con las realidades del devenir histórico. Pero es cierto también que ha llegado ‘la Hora de los Pueblos’ y que ella exige ‘un pensamiento en acción’” Juan Domingo Perón

El lema del peronismo para las elecciones del 11 de marzo de 1973 –“Cámpora al gobierno, Perón al poder”- hacía prever que el “delegado” del líder peronista llevaría adelante un gobierno breve. Cámpora gobernó con el apoyo de la izquierda peronista, sector muy resistido por los sectores tradicionales del movimiento, lo que llevó a un enfrentamiento que llegó a ser sangriento el 20 de junio de 1973 en Ezeiza, en el acto de recepción a Perón que llegaba definitivamente al país. Cámpora encaró un plan económico que giraba en torno de un pacto social entre empresarios y sindicalistas, bajo el arbitraje de un Estado intervencionista, y apuntó a una alianza con la llamada “burguesía nacional”, que tenía en el Ministro de Economía José Ber Gelbard a su más claro representante. El previsible final de Cámpora se concretó con su renuncia el 13 de julio de 1973, y la convocatoria a nuevas elecciones que posibilitarían finalmente a Perón y a su esposa, María Estela Martínez, conocida como “Isabelita”, llegar al gobierno tras un rotundo triunfo en las urnas por el 62% de los votos.

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SEGUNDA PARTE

La radicalización de las tendencias dentro y fuera del peronismo en las que se fortaleció el ala derecha que había conquistado puestos claves en el nuevo gobierno, y la avanzada edad del presidente, fueron enrareciendo el clima político que derivó en una profunda sensación de vacío, cuando el 1.º de julio de 1974 murió el veterano fundador del peronismo. De allí en más, la cooptación del gobierno de su viuda por parte del secretario privado y ministro de Bienestar Social, José López Rega, jefe de la organización terrorista Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), sumada a las recesivas medidas económicas implantadas por el ministro Celestino Rodrigo, produjeron un descontento generalizado en la población. La falta de poder de la presidenta y la sensación instalada de que nada podía impedir un nuevo golpe militar, provocaron la destitución de “Isabelita” el 24 de marzo de 1976, dando paso a la dictadura más sangrienta de la historia argentina: el “Proceso de Reorganización Nacional”.

Algunos libros del período: Mascaró, el cazador americano, de Haroldo Conti (1975). Triste, Solitario y Final, de Osvaldo Soriano (1973).

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SEGUNDA PARTE

“El desaparecido no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido” Jorge Rafael Videla

La dictadura encabezada en su primera etapa por una junta militar presidida por el general Jorge R. Videla encaró un plan económico que, una vez más, apuntaba a beneficiar a los sectores tradicionales del poder. Con José A. Martínez de Hoz, como ministro de Economía, el plan generó una sobrevaluación del peso que abrió las puertas a un proceso indiscriminado de importaciones que asestaron un duro golpe a las industrias locales, muchas de las cuales debieron cerrar sus puertas y dejar a miles de argentinos sumidos en el desempleo. Por su parte, otro objetivo fundamental de los militares fue la aniquilación de todo tipo de oposición, para lo cual montaron un enorme y sistemático plan de represión ilegal basado en la detención arbitraria, la tortura, la muerte y la desaparición de miles de personas que eran consideradas “sospechosas” por parte del régimen. Hacia 1981, cuando su produce el reemplazo de Videla por el general Roberto E. Viola al frente del Poder Ejecutivo, y cuando el objetivo de “aniquilar el accionar de las organizaciones subversivas” había concluido -según los propios genocidas- “exitosamente”, la marcha de la economía y la puja por los espacios de poder entre las diferentes fuerzas armadas comenzaron a mostrar que el régimen no era tan monolítico como parecía.

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SEGUNDA PARTE

La debilidad reflejada por la gestión de Viola dio lugar a una nueva vuelta de tuerca autoritaria con su destitución y la designación de Leopoldo F. Galtieri como presidente. La guerra desatada con Gran Bretaña en torno a la soberanía de las Islas Malvinas constituyó uno de los capítulos más dramáticos de la historia nacional. Más allá de las obvias disparidades técnicas y de recursos entre los contendientes, los militares de la dictadura demostraron, junto al desprecio por la vida de sus soldados, un alto grado de improvisación y de impericia en algo que se suponía que era su tarea específica: la guerra. La derrota argentina el 14 de junio obligó al “Proceso” a emprender la retirada, sumido en el descrédito y habilitando el proceso de retorno a la democracia mediante la convocatoria a elecciones generales para el 30 de octubre de 1983. La dictadura contó con el decisivo respaldo de los grandes grupos económicos nacionales y el financiamiento permanente de los grandes bancos internacionales y de los organismos internacionales de crédito como el Banco Mundial y el FMI. El saldo de su gestión fue el de miles de muertos y desaparecidos, centenares de miles de exiliados, la derrota del Ejército argentino en Malvinas, la multiplicación de la deuda externa por cinco, la destrucción de gran parte del aparato productivo nacional y la quiebra y el vaciamiento de las empresas públicas a causa de la corrupción de sus directivos.

Algunos libros del período: Flores robadas en los jardines, de Quilmes de Jorge Asís (1980). Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann (1976). LA DEUDA EXTERNA ARGENTINA. Todo lo que usted siempre quiso saber y siempre se lo ocultaron. Quienes y como la contrajeron, de Alejandro Olmos (1982). Respiración artificial, de Ricardo Piglia (1980). Los pichiciegos, de Rodolfo Fogwill (1982).

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SEGUNDA PARTE

“Vamos a vivir en libertad. Esa libertad va a servir para construir, para crear, para producir, para trabajar, para reclamar justicia, para sostener ideas, para organizarse en defensa de los intereses y los derechos legítimos del pueblo todo y de cada sector en particular. La democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura” Raúl Alfonsín

El triunfo del radical Raúl Afonsín en las elecciones del 30 de octubre de 1983 fue un acontecimiento sin precedentes en la historia argentina: se trató de los primeros comicios que se realizaban luego de la dictadura militar y también la primera vez que el peronismo era derrotado limpiamente. El nuevo gobierno debió hacer frente, desde un comienzo, a la pesada herencia de la dictadura y, en especial, al esclarecimiento de las violaciones a los derechos humanos. Para ello, procesó y enjuició a sus principales responsables. Este inédito juicio concluyó en 1985 con importantes condenas para quienes implementaron la represión ilegal. Sin embargo, ante las rebeliones de los rangos militares intermedios contra la continuidad de los juicios, el gobierno cedió y fijó límites temporales a los procesos judiciales, y delimitó niveles de responsabilidad. En lo que fue visto como un paso atrás en la lucha contra la impunidad, Alfonsín promovió la sanción de las leyes de Punto Final (1987) y de Obediencia Debida (1988), que desactivaron la prosecución de las causas a los represores. Pero el militar no fue el único frente de conflicto.

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SEGUNDA PARTE

Gobernando la mayoría de las provincias, teniendo la mayoría en el Senado pero, fundamentalmente, desde la acción gremial, el peronismo se opuso tenazmente a los planes económicos de Alfonsín. Más de una docena de paros generales, sumados a la derrota en las elecciones de 1987, potenciaron las debilidades del gobierno, que debió realizar importantes concesiones a los diferentes grupos de poder que lo acosaban. Estas dificultades opacaron otros éxitos, tales como la lucha para reducir el hambre y el analfabetismo, el acuerdo que superó el diferendo limítrofe con Chile (1984) o la llamada “primavera cultural” a que dio lugar el clima de libre expresión que el radicalismo se preocupó por garantizar. La lucha contra la inflación –inicialmente exitosa con la implementación del llamado “Plan austral” (1987)- no pudo resistir las presiones sindicales y empresariales, y en 1989 el proceso hiperinflacionario derivó en un golpe de mercado y una violenta crisis social y económica que obligó a la entrega anticipada del poder a Carlos Menem, el candidato peronista electo en los comicios de mayo de aquel año.

Algunos libros del período: Nunca Más, Comisión Nacional sobre la desaparición de personas (1984). Crónicas del Ángel Gris, de Alejandro Dolina (1987).

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SEGUNDA PARTE

“La Argentina va a estar entre los diez países más poderosos de la Tierra” Carlos Saúl Menem

Carlos S. Menem (1930) asumió la presidencia en el marco del proceso hiperinflacionario heredado del gobierno anterior, e impuso para combatirlo una decisiva política de reducción de la presencia del Estado en la economía y en la sociedad. Firme adherente del neoliberalismo típico de los años noventa en todo el mundo, el menemismo –la alianza entre el peronismo y los sectores liberales tradicionalesencaró un vasto plan de privatizaciones de empresas públicas y, luego de varios intentos, logró estabilizar la economía mediante la sanción de la Ley de Convertibilidad (1991). Esta normativa imponía la paridad cambiaria entre el peso y el dólar. De esta manera, amplios sectores de las clases medias y altas vieron facilitado su acceso al crédito, aunque paralelamente los índices de desocupación y de pobreza registraban niveles históricos. El éxito alcanzado en la lucha contra la inflación y el endeudamiento en dólares fueron los factores decisivos que permitieron que el presidente gozara de una alta popularidad que le permitió ser reelecto en 1995 -reforma de la Constitución que tuvo lugar el año anterior-, a pesar de la corrupción generalizada que caracterizó su gestión, el sometimiento absoluto a los Estados Unidos (las famosas “relaciones carnales”) y los indultos concedidos a los militares condenados en la década anterior por sus violaciones a los derechos humanos.

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SEGUNDA PARTE

La década menemista produjo grandes modificaciones en la economía y la sociedad argentina. Puso fin al modelo del Estado Benefactor y privilegió los intereses de los grupos económicos más concentrados por encima de los del conjunto de la sociedad. El Estado estuvo ausente a la hora de aplicar políticas sociales y controlar a las empresas privatizadas, pero fue muy activo a la hora de otorgar subsidios y exenciones impositivas a los más poderosos. La Argentina perdió su soberanía sobre el petróleo, el gas y la energía eléctrica. Se destruyó el sistema ferroviario nacional, se multiplicó notablemente la deuda externa y aumentaron la desocupación y la miseria. Por su parte, los años de la Alianza (2000 y 2001) fueron, en buena medida, una continuación de esa política neoliberal. Sin embargo, las contradicciones de la coalición gobernante (los radicales y los peronistas críticos del menemismo) sumadas al agotamiento del modelo basado en la convertibilidad, dieron lugar a una de las crisis económicas más graves de la historia nacional, al punto que terminaría forzando la renuncia del presidente, Fernando de la Rúa, en un clima de violentos y sangrientos disturbios sociales.

Algunos libros del período: Robo para la Corona, de Horacio Verbitsky (1991). La voluntad, de Martín Caparrós y Eduardo Anguita (1997).

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SEGUNDA PARTE

“Yo no soy un presidente débil, me importa un comino que caigan un par de bancos” Eduardo Duhalde

En el marco de una de las más profundas crisis sociales y políticas de la historia, y ante el vacío de poder, asumirán la presidencia Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saa y, posteriormente, Eduardo Camaño. La Argentina entra en default (cesación de pagos de la deuda externa). El 1.º de enero de 2002, la Asamblea Legislativa designó presidente al justicialista Eduardo Duhalde. El nuevo mandatario puso en marcha medidas para pacificar el país, garantizar la continuidad institucional, salir de la convertibilidad impuesta por el menemismo e intentar reducir los altísimos índices de pobreza que afectaban casi el 50% de la población. Bajo la conducción de Roberto Lavagna, la economía argentina comenzó a recuperarse lenta pero persistentemente.

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SEGUNDA PARTE

La convertibilidad (1 peso=1 dólar) llega a su fin mediante la aprobación en el Congreso Nacional de la Ley de Emergencia Económica. La devaluación, la inflación, la crisis golpea a los más humildes. Los movimientos sociales ganan las calles. El asesinato por parte de miembros de la Policía de los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán precipitó la convocatoria a elecciones presidenciales para el 27 de abril de 2003, en las que resultó vencedor Néstor Kirchner.

El libro del período: La crítica de las armas, de José Pablo Feinmann (2003).

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SEGUNDA PARTE

“Formo parte de una generación diezmada. Castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada” Néstor Kirchner

Néstor Kirchner 2003–2007 Los ejes sobre los que encaminaría su gestión serán, en política exterior, un replanteo tendiente a un acercamiento con los países latinoamericanos y a la profundización de las relaciones con Brasil. En lo económico, el aprovechamiento de una situación internacional favorable a nuestras exportaciones primarias para impulsar el crecimiento económico, salir del default y saldar la deuda con el Fondo Monetario Internacional para lograr la independencia de ese organismo; en materia de derechos humanos, el impulso al juzgamiento de los crímenes de la represión ilegal de la dictadura militar, consiguiendo que la Corte Suprema declare la inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y obediencia debida, y la creación de un Espacio para la Memoria en el predio de la Escuela de Mecánica de la Armada.El Correo Argentino vuelve a manos del Estado Nacional.

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SEGUNDA PARTE

“Sé que faltan muchas cosas, sé que tendremos que corregir otras. Estoy convencida de que lo vamos a poder hacer con el esfuerzo y el trabajo de todos los argentinos” Cristina Fernández de Kirchner Cristina Fernández de Kirchner 2007–2011 Se convierte en la primera mujer elegida presidenta de nuestro país. Impulsó desde su gobierno la profundización del modelo iniciado por Néstor Kirchner, haciendo hincapié en el combate contra pobreza, la inclusión social, y a favor de la recuperación del Estado. Su política exterior busca fortalecer los lazos de unión con los países americanos, destacándose la visita al Perú con el objetivo de desagraviar a ese país y normalizar las relaciones luego de la operación de contrabando de armas a Ecuador, en 1995, y la manifestación de apoyo de los 32 países latinoamericanos y del Caribe, reconociendo los legítimos derechos de la República Argentina en la disputa de soberanía con el Reino Unido relativa a la Cuestión de las Islas Malvinas, durante la II Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo, realizada el 23 de febrero de 2010. Su política económica apuntó a defender y continuar el modelo de desarrollo que permitió hacer frente a la más importante crisis económica universal, impulsando medidas redistributivas como las retenciones móviles a las exportaciones de soja, girasol, maíz y trigo; la estatización de las jubilaciones (recuperando la capacidad del sistema previsional que había quedado en manos del capital especulador de las AFJP), el rescate de las empresas Aerolíneas Argentinas y Austral Líneas Aéreas (privatizadas durante el gobierno de Carlos Menem), la reestatización de la ex Fábrica Militar de Aviones (FMA), privatizada en 1995, la creación de un Ministerio de Producción y un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. La desocupación bajó al 7,3%, la tasa más baja desde octubre de 1992. Se impulsó y sancionó una nueva Ley de Medios Audiovisuales que reemplaza una norma vigente desde la dictadura militar, con el objetivo de desconcentrar la propiedad de los medios y considerar a la comunicación como un servicio público. El gobierno nacional y la Asociación del Fútbol Argentino sellaron un acuerdo, cuya principal condición sería la transmisión de todos los partidos en directo y promover que el excedente de ganancia por la comercialización se destine al deporte amateur. En materia social y educativa, la Asignación Universal por Hijo establece un piso de dignidad inédito en la historia argentina destinado a aquellos niños, niñas y adolescentes residentes en la República Argentina, que no tengan otra asignación familiar prevista y pertenezcan a grupos familiares que se encuentren desocupados o se desempeñen en la economía informal; y el programa Conectar Igualdad.com.ar, que distribuirá cerca de 3 millones de netbooks a los estudiantes secundarios, impulsa la reducción de las brechas digitales, educativas y sociales, contribuyendo a mejorar los indicadores de desarrollo de nuestro país y recuperar y valorizar la escuela pública. PÁG. PÁG.86 80 -guiapap.indd 86

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SEGUNDA PARTE

El docente puede encontrar en esta segmentación –sabiendo, desde ya, que en la disciplina histórica otras periodizaciones pueden y deben ser posibles- la oportunidad para que los alumnos discutan y comprendan el lugar que las diferentes variables (economía, política, marco internacional, etc.) ocupan en los distintos períodos y en la inconveniencia para la comprensión de los procesos históricos de hacer foco en una sola de ellas a la hora de abordar un período del pasado.

4. Abordaje de los períodos

Más allá de que todos los alumnos puedan llevarse una mirada panorámica de los doscientos años de historia que se ponen en juego en la muestra, podrá resultar de interés que, organizados en grupos, cada uno tenga a su cargo el estudio en profundidad de una de esas etapas (paneles). Una vez que cada grupo tenga asignado un período, el docente podrá sugerir un trabajo previo de exploración de los acontecimientos políticos, sociales, económicos y culturales de esa etapa, con el fin de sistematizarlos por escrito. Dicho trabajo podrá constituir una guía de observación del material visual expuesto en el panel correspondiente al período asignado.

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SEGUNDA PARTE

1. Identificación y análisis de los criterios para la confección del guión de la muestra

Antes de que cada grupo se adentre en el análisis del panel correspondiente a la etapa asignada, será de utilidad que el docente realice con la totalidad de los alumnos un recorrido panorámico de la muestra en su conjunto. Este recorrido tendrá por fin comprender las grandes líneas con las que fue concebido el guión de la muestra y un primer reconocimiento de la forma en que se han pensado los distintos períodos. Puede resultar interesante, luego de este primer recorrido, una puesta en común de la que surjan las constantes y los criterios generales de la muestra: Estéticas (por ejemplo, cómo conviven las imágenes históricas con elementos propios de la modernidad). Tipos de imágenes utilizadas (históricas, pictóricas, reproducciones facsimilares tales como el Acta de la Independencia o las portadas de los diarios, objetos de la vida cotidiana). Tipos de textos (informativos que describen las características fundamentales del período, frases de personajes representativos de la época, epígrafes, etc.).

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SEGUNDA PARTE

2. Análisis del período asignado

Entre las actividades que cada grupo podrá realizar frente al panel asignado, se propone el trabajo con los textos y con las imágenes que interactúan en cada uno de ellos: 2.1. Lectura, comprensión y debate del texto informativo que sintetiza las principales características de la etapa, a fin de contrastarlo con el trabajo de investigación realizado con carácter previo a la visita. 2.2. Lectura de la frase ilustrativa del período y análisis crítico de su significado y representatividad en función de lo trabajado y visto. Al mismo tiempo, puede resultar rico sugerirle a los alumnos que realicen con dicha frase un doble ejercicio: por un lado, inscribirla en el contexto histórico en que fue pronunciada y, por el otro, analizar su vigencia y significado en el presente. 2.3. Al pie de los textos informativos, se ha consignado una obra literaria, científica o ensayística, representativa del período. Puede sugerirse a los alumnos que tomen nota del nombre de esa o esas obras para, luego de explorar su contenido en diferentes fuentes, puedan explicitarse los criterios por los cuales el autor del guión de la muestra consideró a tales obras como la producción intelectual más representativa. 2.4. Observación detenida de todas las imágenes con el fin de reconocer cuáles de ellas son conocidas por los alumnos y cuáles resultan nuevas para ellos; evaluar y seleccionar las que consideran más representativas de los hechos ocurridos en la etapa analizada y seleccionar cuatro o cinco de las desconocidas para tomar nota de sus epígrafes y encarar, luego de la visita a la muestra, un trabajo de investigación sobre su contenido y, fundamentalmente, en torno a la relación que dichas imágenes tienen con los aspectos políticos, sociales, económicos o culturales propios del período. También puede resultar de utilidad que indiquen cuáles pertenecen a la historia pública y cuáles a la historia de la vida privada. 2.5. Dada la importante presencia de retratos de protagonistas de diferentes hechos acaecidos en la etapa, puede seleccionarse una figura que resulte interesante a los alumnos para, con posterioridad a la muestra, recabar información y construir un perfil biográfico.

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SEGUNDA PARTE

1. Como primera actividad a ser realizada con posterioridad a la visita, puede proponerse una puesta en común que implique una evaluación acerca de la muestra visitada, y sirva para discutir en qué medida los alumnos visualizaron los ejes del guión de la muestra.

2. Retomando el trabajo en grupo realizado antes y después de la muestra, puede proponerse a los alumnos actividades tales como: 2.1. Con respecto a la frase representativa del período, puede realizarse un ensayo escrito con lo ya propuesto en la actividad b. 2.2. En este caso, sería rico atender a las observaciones críticas que los alumnos formulen respecto de la frase desde el presente. 2.2. En relación con la obra considerada representativa del período, puede explorarse y sistematizarse la siguiente información: a. Principales aspectos biográficos del autor. b. Lugar que ocupa la obra en la trayectoria intelectual del autor y en la historia de la cultura argentina. c. Breve síntesis de su argumento, tesis o contenido. d. Influencias que reconoce el autor y la obra. e. Proyección de la obra en la vida cultural del país en el período en cuestión. 2.3. A partir del trabajo realizado durante la muestra y, en particular, con las imágenes y los contenidos históricos del panel correspondiente, los alumnos estarán en condiciones de recrear con criterios diferentes los contenidos textuales y visuales de este. Por ejemplo, podrán pensar un título alternativo para el panel, que refleje la síntesis de las discusiones y posiciones de los miembros del grupo; buscar en libros de texto, en Internet, etc., imágenes diferentes para ilustrar el período; construir –también con criterios distintos- sus epígrafes y, finalmente, redactar un texto informativo-síntesis de la etapa, que de cuenta de su propia visión de ese período del pasado argentino. La puesta en común de todos estos trabajos parciales podría postularse como “La muestra de la muestra” u “Otra mirada a los doscientos años de historia argentina”.

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ALGUNAS RECOMENDACIONES BIBLIOGRÁFICAS

Sobre las Ciencias Sociales, la Historia y su didáctica

Aisenberg, Beatriz y Alderoqui, Silvia (comp.) Didáctica de las ciencias sociales. Aportes y reflexiones. Bs. As., Paidós Educador, 1994. Tal vez una de las primeras obras que, en nuestro medio, presentó de manera sistemática diferentes aportes para la construcción de una didáctica de las Ciencias Sociales a partir de las importantes transformaciones disciplinares. La obra se estructura en tres partes claramente diferenciadas: un análisis de la Historia y de la Geografía como disciplinas científicas; aportes para la construcción de una didáctica específica del área de Ciencias Sociales y, finalmente, un conjunto de propuestas para aproximar las dos primeras al aula.

Carretero, Mario. Construir y enseñar las Ciencias Sociales y la Historia. Bs. As., Aique Grupo Editor, 1995. Esta obra presenta una serie de trabajos de investigación, realizados por el autor y su equipo de investigación de la Universidad Autónoma de Madrid, acerca de la evolución de los conceptos sociales en el niño y el adolescente, la comprensión del tiempo y la causalidad histórica así como acerca de los procesos de razonamiento y solución de problemas de esta área escolar.

Romero, Luis A. Volver a la historia. Bs. As., Aique Grupo Editor, 2007. Un libro que aporta indicaciones conceptuales y orientaciones bibliográficas que sirven de guía para planificar la enseñanza de la Historia. Una invitación para acercarse a la historia total que se nutre de los aportes de las Ciencias Sociales, sin disolverse en ellas, ni perder lo específico de la disciplina.

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ALGUNAS RECOMENDACIONES BIBLIOGRÁFICAS

Sobre las imágenes y la cultura visual

Burke, Peter (ed.). Formas de hacer Historia. Madrid, Alianza, 1994. Un conjunto de artículos compilados por el gran historiador inglés que reúne lo más representativo de los nuevos enfoques historiográficos: la historia de las mujeres, la microhistoria, la historia oral, la historia de la lectura, la historia de las imágenes, la historia del cuerpo, etc.

Dussel, Inés y Gutiérrez, Daniela (comp.). Educar la mirada. Políticas y pedagogías de la imagen. Bs. As., Manantial-FlacsoFundación OSDE, 2006. Tal vez el más importante aporte producido en nuestro medio para pensar el lugar de la imagen en la pedagogía. Se trata de una compilación de diversas contribuciones que analizan las características más importantes del régimen visual actual y sus implicancias para pensar la educación y la pedagogía.

Gruzinski, Serge. La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a “Blade Runner”. 1492-2019. México, Fondo de Cultura Económica, 1994. Tomando distancia del pensamiento figurativo, de la historia del arte y del análisis del contenido de las imágenes, este autor analiza los programas y políticas de la imagen y las funciones que han cumplido en una sociedad pluriétnica como la mexicana. Desde ya, gran parte de sus reflexiones resultan de utilidad para pensar las imágenes más allá del caso en cuestión.

Mirzoeff, Nicholas. Una introducción a la cultura visual. Barcelona, Paidós, 2003. Esta obra presenta un recorrido por la historia y las teorías de la cultura visual, desde la pintura hasta Internet, y plantea el lugar de relevancia que han adquirido los medios visuales en la sociedad contemporánea. El autor se arriesga a sostener, entre algunas de sus proposiciones, que en nuestros días la principal herramienta de comprensión del mundo es visual y no textual.

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ALGUNAS RECOMENDACIONES BIBLIOGRÁFICAS

Sobre la historia argentina (obras que compendian los dos siglos)

Luna, Félix. Historia integral de la Argentina (10 volúmenes). Bs. As., Planeta, 2002.

Pigna, Felipe. Los mitos de la historia. Tomos I, II, III y IV. Bs. As., Norma y Planeta, Bs. As., 2003, 2004, 2006 y 2008.

Pigna, Felipe. Historia de la Argentina contemporánea. Bs. As., AZ editora, 2000.

Pigna, Felipe (con ilustraciones de Miguel Scenna). La historieta argentina (varios volúmenes). Bs. As., Editorial Planeta, 2008 y 2009.

Pigna, Felipe. Historia Argentina. Colección de videos educativos (1776-2001).

Romero, Luis A. Breve historia de la Argentina contemporánea. Bs. As., Fondo de Cultura Económica, 2001.

VV.AA. Nueva historia argentina. Varios volúmenes. Bs.As., Sudamericana, Varias ediciones.

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AGRADECIMIENTOS

Nuestro especial agradecimiento por el material sonoro y visual a: -Archivo General de la Nación. -Abelardo Kuschnier (colección personal). -Biblioteca del Congreso de la Nación. -Biblioteca Nacional. -Consultora Fundación Histórica. -Hemeroteca de la Legislatura. -Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). -Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega”. -Instituto Nacional Sanmartiniano. -Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER). -Museo de la Caricatura "Severo Vaccaro". -Museo de la Casa de Gobierno. -Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo. -Museo del Cine “Pablo Ducrós Hicken”. -Museo Histórico Cornelio de Saavedra. -Museo Histórico de Luján. -Museo Histórico Nacional. -Museo Nacional de Bellas Artes. -RNA Radio Nacional. -Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional. -Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA). Francisco Vera, Mario Paganetti, Eduardo Comesaña, Guillermo Loiacono, Juan Carlos Piovano, Ricardo Ceppi, Alejandro Amdan, Nestor Malaspina. Agradecemos también: Ivan Gotphold, Fernando Czarny, Constanza Cedres, Inés Ulanovsky y Lucila Quieto.

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EXPOSICIÓN 200 AÑOS DE HISTORIA ARGENTINA

GUIÓN Y SUPERVISIÓN Felipe Pigna COORDINADOR GENERAL Walter Peña DIRECCIÓN DE ARTE Marcelo Pont Verges Colaboración e investigación histórica Diego Barros Diseño gráfico Silvana Coratolo - Moira Saldaño Equipo de producción Nestor Castro - Fernando Nápoli - Alfredo Allende Trinidad Massone - Florencia Pinto Celeste Urreaga - Agustín Sirai

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EQUIPO GUÍA DIDÁCTICA 200 AÑOS DE HISTORIA ARGENTINA

DIRECCIÓN Felipe Pigna IDEA, REDACCIÓN Y EDICIÓN Diego Barros COORDINACIÓN Walter Peña Trinidad Massone Diseño Agustín Sirai Corrección Gabriel Tripodi

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