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El desarrollo en tiempos del Antropoceno
Aunque desde hace algunos años asistimos a una serie de crisis de alcance global y de interconexiones y profundidad muy relevantes, es probable que la situación generada por la pandemia de la COVID19 haya contribuido a visibilizar con mayor facilidad los vínculos y las interdependencias entre los aspectos económicos, sociales, ambientales y políticos de las crisis. Posiblemente ahora se reconozca más fácilmente que el sistema internacional está inmerso en complejos procesos de cambios y transformaciones. La fragilidad de la agenda multilateral, la contestación en forma de nuevos discursos proteccionistas y nacionalistas de corte populista, y la profunda crisis multidimensional marcada por sus anclajes territoriales y sus consecuencias sociales y ambientales, constituyen desde hace algún tiempo el terreno en el que los pilares tradicionales del sistema internacional de cooperación se han visto cuestionados. Desde la misma noción de desarrollo hasta las modalidades de participación de los diferentes actores, pasando por la emergencia de nuevas demandas y las presiones derivadas de las consecuencias de la globalización económica, el sistema internacional de cooperación pareció apostar por una ampliación de actores, prácticas y motivaciones que han desbordado los parámetros con los que funcionó durante varias décadas. Aún hoy, asistimos en medio de las crisis a numerosos esfuerzos de adaptación y reconfiguración, entre ellos los debates sobre la Cooperación Sur-Sur y la Cooperación Triangular.
La naturaleza transnacional de los principales desafíos del desarrollo sostenible sintetizados en la Agenda 2030 implica una consideración renovada de los enfoques tradicionales del desarrollo territorial y local. Las metas globales y las metas de carácter territorial encuentran una nueva perspectiva de convergencia y complementariedad, más allá de la autonomía y del valor agregado que se atribuye al trabajo en cada uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ahora, el contexto en el que la CSSyT-D se desarrollará está marcado por el desafío de diseñar estrategias de desarrollo local atendiendo a su contribución para enfrentar los desafíos globales. En este terreno es en el que la CSSyT-D se desenvolverá en los próximos tiempos, poniendo en juego su capacidad para desarrollar capacidades y propuestas de articulación multinivel para la generación de procesos de desarrollo multidimensional en los territorios.
Al contrario de lo que se ha afirmado con frecuencia, la Agenda 2030 no puede considerarse como una propuesta de continuidad de la anterior Agenda del Milenio, por más que ambas se sucedan cronológicamente, compartan cierta estructura expositiva —objetivos, metas, indicadores, etc.— y algunos de los antiguos ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) hayan sido asumidos entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Estas cuestiones son menores si las comparamos con el énfasis que la Agenda 2030 hace en su carácter universal y multinivel —que invita explícitamente a superar la lógica basada en países Norte-Sur—, la insistencia en comprender de manera integral los 17 ODS y sus 169 metas —que apela a observar las interdependencias y el carácter transnacional y multiescalar de las problemáticas—, y su decidida apuesta por considerar la naturaleza multidimensional de los procesos de desarrollo sostenible que se pretenden —que rechaza la primacía de determinadas políticas sectoriales sobre otras así como la identificación de medidores unidimensionales como la renta o el ingreso con los niveles de desarrollo—. Universalidad, integralidad y multidimensionalidad constituyen en conjunto un desafío sin precedentes para un paradigma de desarrollo determinado durante décadas por el crecimiento económico en términos de renta y por el carácter nacional del mismo. Desafío que abarca no solo cuestiones paradigmáticas, sino que apela también a las inercias sectoriales, nacionales y unidimensionales con que las políticas públicas se han venido concibiendo e implementando.
Desde el punto de vista conceptual, asistimos a innumerables debates promovidos por diversos actores en las arenas académicas, políticas e institucionales que responden a la urgencia de revisar en profundidad la comprensión y el significado del “desarrollo” y, en consecuencia, a la necesidad de renovar el horizonte en términos de “modelos de desarrollo” 1. La denominación más aceptada de “desarrollo sostenible” funciona como apunte, llamada u orientación normativa de manera generalizada pero imprecisa. La cuestión de fondo es qué significa incorporar la sostenibilidad ambiental en la concepción y en la práctica del desarrollo.
La correlación maldita: desarrollo y daños en el planeta
1 Por razones de foco, no es posible recoger en este informe una revisión sistemática del amplio y diverso debate que se está produciendo al respecto. Se recoge a continuación tan solo una síntesis de los elementos más extendidos y desafiantes del mismo.
Es ampliamente conocido que los principales causantes de la insostenibilidad ambiental del actual modelo de desarrollo son precisamente las prácticas industriales, de transporte, consumo, etc. de los países considerados más desarrollados. Pero más aún, se han venido aceptando las evidencias que muestran que históricamente los procesos de desarrollo considerados como tales se han producido mediante anclajes territoriales y ambientales que ya pueden ser medidos por sus impactos, presentando una correlación muy elevada entre niveles de desarrollo e impactos ambientales. En los gráficos 1 y 2 pueden apreciarse las elevadas correlaciones existentes entre el nivel de desarrollo humano (IDH) y los impactos que se observan en todos los países, medidos en términos de huella ecológica y de las emisiones de CO 2, la principal emisión nociva. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) alertaba hace más de una década de que la relación entre huella ecológica e IDH no es lineal, pero tiene dos partes diferenciadas. En los países con bajo nivel de desarrollo, éste es independiente de la huella per cápita. Sin embargo, cuando el desarrollo aumenta más allá de cierto nivel, le ocurre lo mismo a la huella por persona, hasta el punto de que pequeñas ganancias en el IDH se producen a costa de aumentos muy grandes de la huella ecológica (WWF 2010, 74).