16 | SEMANARIO EN REVOLUCIÓN
www.ciudadccs.info
viernes 17 DE ENERO DE 2020
pUnto de quiebre
Los dediles de la muerte andan en busca de carne fresca > Los narcos contratan jovencitas para transportar cocaína y si la cosa sale mal solo pierden la droga, pero las chicas perderán la vida WÍlmer Poleo Zerpa ciudad ccs
Dysmaris venía sudando y abrió un poco la ventanilla para que entrara aire, pero varios de los pasajeros del bús se quejaron. Estaba empapada y pálida, y algunas personas de los asientos adyacentes que se percataron de la situación pensaron que se le había bajado la tensión. Una señora se acercó y comenzó a echarle aire con un cuaderno y le ofreció una chupeta, porque a decir de ella, el dulce es bueno para subir la tensión; no obstanbte, la joven rechazó el ofrecimiento y, con la voz entrecortada, dijo que ya se sentía mejor. Pero era mentira. No se sentía mejor nada, solo que estaba aterrada, como igual lo estaba su compañera de viaje, una joven que no debía llegar a los 25 años y que ya comenzaba a sudar frío también. El autobús comenzó a disminuir la velocidad y segundos después, ante las peticiones de varios de los pasajeros, el conductor decidió arrimarse a un costado de la vía. Un hombre,que viajaba al lado de una señora en los primeros puestos, dijo ser médico y se ofreció para chequear a la muchacha. Se acercó hasta el asiento donde estaba la mujer y en ese instante ella comenzó a convulsionar y cayó al piso del bus. El hombre le sostuvo con fuerza la cabeza, a fin de que no se fuera a lastimar y le introdujo un trozo de tela en la boca para que no se mordiera la lengua. Algunos pensaron que se trataba de un ataque de epilepsia. Varias de las mujeres que estaban en la unidad comenzaron a gritar y a pedir ayuda. La desesperación y el miedo se apoderaron de todos los pasajeros, quienes no hallaban qué hacer. La mujer quedó desmayada con los ojos abiertos y el médico sacó una linternita que llevaba en un bolso de mano, le abrió uno de los ojos y de inmediato ordenó al chofer que continuara y que se dirigiera de emergencia hasta el hospital más cercano, porque la infortunada estaba muy delicada de salud. Las sombras de la muerte Los pasajeros comenzaron a llorar y a rezar, mientras la compañera de la infortunada no apartaba la vista de la ventanilla. El médico se le acercó y le preguntó cómo se sentía, pero la joven no le contestó y fue cuando el galeno se percató que también estaba empapada de sudor y temblaba desenfrenada. Trató de indagar si habían comido o bebido algo antes de montarse en el autobús, pero no recibió respuesta. La dejó sola y volvió junto con la otra joven que ya-
cía en el piso de la unidad y le colocó dos dedos en el cuello para chequearle el pulso, luego procedió a cerrarle los ojos con suavidad y se levantó con cara de derrotado. Los usuarios le preguntaron qué había pasado y él les respondió que había fallecido y que había que esperar llegar al hospital para que se determinaran las causas del deceso. Una mujer que debía estar cercana a los setenta años se acercó al cadáver de la infortunada, se arrodilló a su lado y comenzó a rezarle. Minutos después, el autobús llegó al hospital central de San Cristóbal. El doctor se bajó corriendo y a los pocos segundos regresó con varios camilleros, enfermeras y un médico, quienes montaron a la mujer fallecida en una camilla metálica, así como a su compañera. Pánico colectivo “Hey señores, pongan atención un momento. Aún no sabemos cuál fue la causa de muerte de esa pobre muchacha ni del malestar de su amiga, pero por si acaso es bueno que nos quedemos un rato acá en el hospital, no vaya a ser cosa que se trate de algo que contrajeron acá en el autobús. Si alguien tiene algún síntoma extraño, es preferible que hablen rápido a fin de que sean examinados de inmediato por lo médicos y así podamos salvarle la vida. Si alguien se siente un poco mareado, con náuseas o dolores levanten la mano”, dijo el médico alzando bastante la voz, a fin de que todos pudieran escucharlo. El pánico se apoderó de todos los presentes cuando varias de las mujeres que iban en el autobús comenzaron a levantar la mano con una mezcla de terror, miedo y vergüenza. Los profesionales de la medicina no podían creer lo que estaban viendo. De inmediato ordenaron a las mujeres a bajarse de la unidad y las ingresaron a toda velocidad en el hospital, mientras el resto comenzó a rezar todas las oraciones que sabían, pues estaban muertos de miedo. Rato después salió el médico que iba como pasajero y les anunció la mala noticia que de las siete mujeres que habían entrado al hospital, otras dos habían fallecido, mientras que las otras cinco estaban en observación, con posibilidades de salvar sus vidas. Les dijo que el resto no tenía nada que temer, ya que las infortunadas fallecieron porque llevaban Puntodequiebre.ccs@gmail.com
Transporte fatal Expertos médicos advierten que las personas que cargan drogas en el estómago pueden morir en menos de tres horas si se les llega a romper alguno de los dediles contentivos de cocaína, por efecto de los jugos gástricos, ya que la absorción de la droga en el estómago es muy rápida y grande y le produciría a la persona un paro respiratorio. Tras ingresar en el torrente sanguíneo, la cocaína y la heroína provocan una contracción de los bronquios, la tráquea y del estómago, y las personas no pueden respirar, se les tranca la garganta y al corazón sufre un paro. Hay casos en que a las “mulas” se les rompe un dedil en el estómago y han logrado sobrevivir, pero eso dependerá de la rapidez con la que acudan a un médico y la sinceridad con la que les hable a los profesionales de la medicina, quienes de inmediato ordenarán someter a la persona a un lavado de colon. En ese momento, el tiempo es el principal enemigo de la persona.
dediles contentivos con droga en el estómago y les habían estallado. Banda colombiana Posteriormente, la policía informó que las mujeres fallecidas no llegaban a los treinta años de edad, que todas eran venezolanas y que las mismas, al igual que las otras cinco que lograron salvar la vida, venían procedentes de Colombia y atravesaron la frontera por el puente internacional Simón Bolívar para abordar el colectivo de Expresos Occidente con sus estómagos repletos de cocaína, a fin de partir desde San Antonio hacia la ciudad de Caracas, localidad de la que saldrían rumbo a Santa Elena de Uairén, en el estado Bolívar, y desde allí realizare elrecorrido hasta llegar aterritorio brasileño. Explicó un jefe policial que las investigaciones realizadas habían dado al traste con el accionar de una banda criminal llamada “los cocaineros”, la cual fue desarticulada y había varios detenidos tanto en Venezuela como en Colombia. Dos de los arrestados también viajaban en el autobús y eran los responsables de vigilar de cerca todos los pasos de las ocho “mulas” para garantizar que todo saliera bien.