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Homilía en la misa crismal
En la mañana del miércoles santo se celebró, en la santa Iglesia Catedral, la Misa Crismal donde los sacerdotes de nuestra diócesis de Querétaro renovaron sus promesas sacerdotales. Aquí reproducimos la homilía que Don Fidencio dirigió al pueblo de Dios:
Hermanos sacerdotes. Hermanas y Hermanos de Vida Consagrada. Hermanas y hermanos Fieles Laicos.
Hoy, como cada año, hemos sido convocados para actualizar nuestro “sí”, con el que respondimos al llamado del Señor el día de nuestra ordenación sacerdotal. Un “sí”, que tiene como telón de fondo y como marco de referencia, el texto del profeta Isaías (Cfr. Is. 61, 1-4) actualizado por Jesús en la sinagoga de Nazaret. “El espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres” y luego, “Hoy en presencia de ustedes se ha cumplido este pasaje de la escritura” (4, 21).
1.-El hoy es lo más parecido a la eternidad.
Ante esto, y en este contexto de gracia nos sentimos confirmados: “el mejor servicio al hermano es la evangelización” y feliz ante los desafíos. “Hoy”. Pues cuando vivimos el presente, cada instante es buena noticia. Como dice el Papa Francisco: “El hoy es lo más parecido a la eternidad; más aún: El hoy es chispa de eternidad. En el hoy se juega la vida eterna”.
Por algo la Palabra “hoy” (hodie), también significa “día”, y se relaciona con la experiencia de la luz que hizo surgir la palabra de Dios, como expresión de Dios que es luz, y como la ruta que tenemos que recorrer para estar en comunión con Él, y para sintonizar con la misión que Jesús nos ha encomendado: “Ser luz del mundo y sal de la tierra” “hoy”
“Hoy hemos visto cosas extraordina- rias” (Lc. 5, 26): Así decían y daban gloria a Dios las gentes ante el asombro de la curación del paralítico, y así queda registrado, que la curación y la salvación del ser humano es siempre hoy.
“Hoy tengo que hospedarme en tu casa” (Lc. 19,5), le dice Jesús a Zaqueo. Así Jesús manifiesta que la Presencia divina está en nosotros en un hoy atemporal y permanente.
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc. 19, 9), exclama Jesús al ver la actitud de Zaqueo. Y “hoy” -todo hoy- es “salvación” para cada uno de nosotros, en cuanto que hoy es lo único que realmente nos pertenece.
“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23, 43), responde Jesús al moribundo que a su lado le suplica: “Cuando llegues a tu reino acuérdate de mí”. Así queda de manifiesto una vez más que, el paraíso es “Ahora”
Lo importante es hoy, ni siquiera cabe el ahorita, que tanto usamos en la vida cotidiana. El tiempo pasa, el universo envejece, pero Cristo, como dice la Escritura, es “el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb 13, 8) “Suyo es el tiempo y la eternidad. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos" (cfr. Ap. 1, 8)
Él está en su kairos, donde el kronos no tiene injerencia. ¿Quién podrá decir a Dios que llega tarde? ó ¿quién le podrá decir que Dios llega antes de tiempo?
2.-El hoy, es regalo, es un presente.
En realidad, hermanas y hermanos todo ocurre hoy. El ayer es historia, el mañana es un misterio, y el hoy es un obsequio, por eso se llama presente. Lo demás es construcción de nuestra mente. Por eso como dice el papa Francisco: “Toda proyección utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado), no es del buen espíritu. Dios es real y se manifiesta en el hoy. Hacia el pasado su presencia se nos da como memoria de la gesta de salvación sea en su pueblo sea en cada uno de nosotros; hacia el futuro, se nos da como promesa y esperanza. En el pasado Dios estuvo y dejó su huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el futuro solo es promesa... y no está en los mil y un futuribles” (Papa Francisco. Discurso 28 de junio de 2013 Río de Janeiro). Por eso, sólo en el presente hay vida; fuera de él, apenas vegetamos.
3.-La Iglesia en salida es mysterium lunae. La Iglesia no puede pretender brillar con luz propia. San Ambrosionoslorecuerdaconunahermosa expresión, aplicando a la Iglesia la imagen de la luna: “La Iglesia es verdaderamente como la luna: [...] no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder decir luego: Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Hexameron, IV, 8, 32). Cristo es la luz verdadera, y en la medida en que la Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina también la vida de las personas y de los pueblos. Por eso, los santos Padres veían a la Iglesia como el “mysterium lunae”.
Cuando la Iglesia pretende tener luz propia y deja de ser ese “mysterium lunae”, se vuelve cada vez más autorreferencial, se debilita su necesidad de ser misionera, y se puede ir olvidando que es Esposa, que es Servidora, y que es Madre que primerea, que se involucra, que acompaña, que fructifica y que festeja como reiteradamente nos lo está pidiendo el Papa Francisco. (Cfr. EG 24). En este sentido podemos decir que la Iglesia siempre es luna, no es el sol, que su misión es de-centrarse, para centrarse en el servicio a Dios en los hermanos como acabamos de escuchar en el Santo Evangelio.
4. El discipulado-misionero es un des-centrado.
Lo acabamos de escuchar hermanas y hermanos, el discípulo misionero es ungido y enviado “para llevar la Buena Noticia a los pobres; para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor” (Cfr. Lc 4, 18-19) En este sentido, el discípulo-misionero, -afirma el Papa Francisco- también es un descentrado, “No puede poseerse a sí mismo, su inmanencia está en tensión hacia la trascendencia del discipulado y hacia la trascendencia de la misión. Por eso me gusta decir -continúa el Papa- que la posición del discípulo misionero no es una posición de centro sino de periferias: Vive tensionado hacia las periferias... Incluso las de la eternidad en el encuentro con Jesucristo. En el anuncio evangélico, hablar de las periferias existenciales des-centra, y habitualmente tenemos miedo de salir del centro. El discípulo misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo, que convoca y envía. El discípulo es enviado a las “periferias existenciales” (Papa Francisco. Discurso 28 junio 2013 Río de Janeiro).
Conclusión
Hermanos y hermanas, comenzamos la cuaresma escuchando al profeta Joel que nos decía: “Todavía es tiempo” (2, 12), y comenzamos la celebración de las fiestas de pascua escuchando: “Hoy, en presencia de ustedes se ha cumplido este pasaje de la escritura”. No lo olvidemos. “Hoy es lo más parecido a la eternidad”, El hoy, es regalo, es un presente. Éste, es el presente que Dios pone en nuestras manos, para llevarlo y compartirlo con alegría pascual, a todos los hermanos y hermanas de las parroquias que Dios nos ha confiado. Felices pascuas de resurrección. Dios les bendiga, Dios les proteja, Dios les dé la paz. Que así sea.
Ha resucitado el Buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se entregó a la muerte por su rebaño.
Aleluya
Nos preguntamos: ¿Sabía que el tiempo pascual dura cincuenta días?
¿Qué signos tenemos presentes, en el templo y en la casa, que nos hablen del Tiempo Pascual?
¿Para qué creo que sirva todo este tiempo?
El tiempo Pascual
Pascua, no es un día solo, sino un gran día que se prolonga durante un tiempo simbólico: el sacramento pascual encerrado en cincuenta días. Pentecostés no es un solo día, puesto que esta palabra indica la “cincuentena” de días y, por consiguiente, el quincuagésimo día, con el que termina el tiempo de Pascua.
Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación, como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como un gran domingo (Atanasio, PG 26,1366)
Los domingos de este tiempo son tenidos como domingos de Pascua. Los ocho primeros días del tiempo pascual constituyen la octava de Pascua y se celebran como solemnidades del Señor.
Tiempo de Cristo Resucitado
El tiempo Pascual celebra la presencia de Cristo entre sus discípulos, su manifestación dinámica en los signos que se convertirán después de la Ascensión en prolongación de su cuerpo glorioso; la palabra, los sacramentos, la Eucaristía. Cristo vive en la Iglesia. Está siempre presente en ella. La luz del cirio pascual es signo visible de su presencia luminosa que no tiene ocaso.
Sólo en la perspectiva de la Pascua se realiza la promesa de Jesús: “Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Se trata de una presencia que culmina en la Eucaristía, donde el Resucitado invita, parte el pan, se entrega a sí mismo, ofrece el sacrificio pascual, vive en el cristiano y entre los cristianos haciendo de la Iglesia su cuerpo.