Cultivos de vida y de fe en Santa Cruz
Conozca las historias de 29 migrantes que llegaron a tierra camba con el sueño de tener mejores días. Son parte del modelo de desarrollo productivo cruceño . Pags. 3 - 48 Festejo enrarecido
Un proceso complejo
Hacia la autonomía
La conmemoración de los 200 años de Santa Cruz llega con sentimiento encontrados y una agenda de festejos escueta. Págs. S2
Historiadores hablan sobre el Bicentenario. Coinciden en los hitos históricos y en el pedido de inclusión de Santa Cruz . Pág. S3-5
El constitucionalista Juan Carlos Urenda habla sobre la redonducción del proceso autonómico y las competencia. Pág. S9-12
Semanario Nacional
• Viernes 24 al jueves 30 de Septiembre de 2010 • Santa Cruz de la Sierra, Bolivia • Año 8 • Número 376 • Bs 5
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Viernes 24 de Septiembre de 2010 Santa Cruz de la Sierra • Bolivia
...en teoría
Voz compartida
Ricos y libres L
Sin vueltas
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os testimonios que se rescatan en las páginas siguientes son el trabajo recopilado por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) bajo la dirección de Gary Antonio Rodríguez Álvarez, la redacción de Saúl Dávila Tórrez y las fotos de Jonathan Roca Figueroa, Oscar Soza Figueroa y Adolfo Torrico Choré. El libro editado por el IBCE fue diseñado y diagramado por Juan Peñaloza Tapia. El responsable de marketing es Ángel Bello Domínguez. Esta selección de historias de migrantes bolivianos exitosos en la agricultura cruceña refleja el sentimiento de miles de personas que comparten la visión de aquellos esforzados agricultores que, venciendo todos los obstáculos, desde el clima, muy distinto al que dejaron atrás, la falta de vías de acceso, de servicios básicos y otras limitaciones, lograron salir adelante hasta llegar a convertirse en referentes de la producción y como tales, corresponsables con el resto de los productores nacionales, de garantizar la seguridad alimentaria en el país, así como de incrementar y diversificar las exportaciones no tradicionales. Nobleza obliga, admiten estos bolivianos ejemplares, que
aquello fue logrado gracias a la confianza que supieron cultivar y corresponder entre los lugareños para conseguir la tierra, los créditos y las oportunidades que no tenían en sus localidades de origen. Agradecidos con la hospitalidad de la gente cruceña y con la fecundidad del suelo que les retribuyó con creces todo su esfuerzo y voluntad, cuentan sin complejos las peripecias de sus vidas y con indisimulado orgullo enumeran logros personales y familiares, para que sirvan de incentivo a quienes, como ellos, llegan a Santa Cruz a trabajar sacrificada y honestamente porque, lo anticipan y lo demuestran con su vivencia, siempre serán recompensados. Un aplauso para el IBCE y al PNUD que con esta recopilación nos permiten palpar, si vale el término, la realidad sobre el mito de la producción y los productores del agro cruceño, que ha conseguido el sitial que tiene no por concesión gratuita ni por el apoyo estatal precisamente, sino más bien con el esfuerzo mancomunado y perseverante de miles de agricultores anónimos. Para muestra de ese universo, va este botón.
Número 1 es elaborado por un grupo de periodistas independientes que han formado una sociedad editorial para publicar este semanario de circulación nacional.
Colaboran en esta edición José Mirtenbaum (sociólogo) Gonzalo Valenzuela (periodista) Edson Hurtado (periodista multimedia) David Mamani Cartagena (periodista) Alberto Bonadona (economista) Gary A. Rodríguez (economista / gerente del IBCE) Ronald Méndez Alpire (periodista) Osman Patzzi (periodista) Iván Arias Durán (ciudadano) Juan Carlos Urenda (abogado) Jorge Mercado (internacionalista) Fotografías: Elvio Montero, Carlos Hugo Vaca, ABI
Maggy Talavera (directora) Ignacio Talavera Alpire (gerente) Jaquelin Aguilera (Marketing) Jorge Caero (columnista) Rudy Ortiz (periodista) Asesor legal Dr. Jerjes Justiniano Atalá Columnistas Winston Estremadoiro (antropólogo) Alcides Parejas Moreno (historiador) Susana Seleme (periodista, cientista política) Patricia Mara (Plataforma de la Mujer) Desde Buenos Aires: Emilio García (abogado y profesor) Modelo gráfico: Fernando Pérez Christensen Diagramación: Michel M. Jaldín
Correo electrónico: numerouno557@hotmail.com semanarionumerouno@yahoo.es Dirección: Calle San Germán No. 15 Urb. La Madre Recepción/telefax: 350-3585 FOTO DE PORTADA: Internet / Montaje
a verdadera riqueza no es precisamente la que se extrae, la que se explota, sino la que se produce, dice Robert Brockmann, inspirado en las historias de migrantes bolivianos exitosos en la agricultura cruceña que el Instituto Boliviano de Comercio Exterior rescató en un documental y en un libro, y que hoy SemanarioUno reproduce casi textual, como homenaje no sólo a esos valientes hombres y mujeres que vencieron toda clase de adversidad para vivir bien y en libertad, sino también a Santa Cruz que celebra este 24 de Septiembre doscientos años de su gesta libertaria. Pero así como Brockmann dice que la riqueza no es la que se explota, sino la que se produce, habrá que afirmar también que la libertad no es la que se proclama, sino la que se conquista cada día. ¿Estarán los cruceños conquistando esa libertad en batallas diarias, como sí están produciendo riquezas con un entusiasmo que contagia y atrae a cientos de miles de otros bolivianos? ¿O apenas la están proclamando, agotando las fuerzas necesarias para la lucha, en gritos ensordecedores y estériles? Y cuando decimos “cruceños”, estamos pensando en todos los hombres y mujeres que viven en cualquier rincón de sus 374 mil kilómetros cuadrados con los que cubre un tercio del territorio nacional. Hombres y mujeres nacidos en Santa Cruz o en cualquier otro lugar de Bolivia y del mundo, pero que han echado raíces en este suelo que muchos llaman “bendito”. Hombres y mujeres que contribuyen con sus sueños y sus capacidades a construir eso que también han dado en llamar “crisol de la bolivianidad”·. No se trata apenas de frases hechas, adornadas como para la ocasión. Cada una de esas afirmaciones está respaldada en una realidad arrebatadora, imposible de ignorar, a pesar de los esfuerzos extraordinarios que hacen ciertas elites políticas que se turnan en el poder central. Una realidad como la que muestra cada uno de los veintinueve testimonios compartidos por los migrantes exitosos
“¿Estarán los cruceños conquistando esa libertad en batallas diarias, como sí están produciendo riquezas con un entusiasmo que contagia y atrae a cientos de miles de bolivianos? ¿O apenas la están proclamando en gritos estériles?” visibilizados por el IBCE con el apoyo del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Son historias de vida de sacrificio y de logros, de tesón y de resistencia, de derrotas y victorias. Como lo ha sido la historia de Santa Cruz desde siempre; incluso, desde ese 1810 en el que venció una batalla definitiva para librarse del yugo de la Corona española. Pese a esa victoria, los años transcurridos desde entonces no resultaron fáciles para el departamento. Prueba de que no basta vencer una batalla, por definitiva que parezca, para proclamar libertad. Lo que cada uno de los migrantes bolivianos dice haber vivido en Santa Cruz lo vivieron también los cruceños que desencantaron esta tierra. Ambos, los nacidos aquí y los que llegaron de otras tierras, siguen escribiendo otras historias similares, todas marcadas por las ganas de salir adelante, de vencer obstáculos, de crecer, de producir riquezas. Y siguen remando incluso cuesta arriba, derribando con sus logros estereotipos y prejuicios heredados de la vieja república, retroalimentados por los ideólogos del nuevo Estado. Es posible que esta brega rutinaria no fuera tan pesada y a veces tan ingrata, si acaso los cruceños comprendieran que no basta producir riqueza, sino también conquistar libertades, para alcanzar el ideal de bienestar que aparece pintado en discursos y promesas. Y esta, parece, es la lucha que se tiene olvidada: la de la libertad, esa que no es sólo una proclama, sino una conquista. La conmemoración del Bicentenario puede ser una oportunidad extraordinaria para repensar el rumbo que los cruceños le están dando a Santa Cruz y, desde este departamento, al país. Pero para que así sea, urge un sinceramiento profundo de sus elites, las visibles y las que están aún ocultas. Urge una toma de conciencia en la sociedad civil, confundida hoy por los discursos tan contradictorios y hasta carentes de sentido que emergen desde aquellos liderazgos. Urge, por último, la emergencia de nuevos líderes que traigan una voz y pensamientos renovados sobre el Santa Cruz libre que se proclama desde 1810. www.semanariouno.org
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a conmemoración en la gestión 2010 del año del Bicentenario de la gesta libertaria de Santa Cruz fue la motivación perfecta para concretar el Proyecto “Historias de Migrantes Bolivianos Exitosos en la Agricultura Cruceña".
Santa Cruz: Sí, crisol de la
bolivianidad L
a génesis de la iniciativa para documentar la llegada a Santa Cruz de decenas de miles de migrantes bolivianos desde el interior de la República a partir de la década de 1950, y el progreso que alcanzaron en los ámbitos productivo, social e institucional, luego de varias décadas de esfuerzo, era algo importante de visibilizar, como parte de la historia productiva agrícola cruceña. El autor intelectual de esta iniciativa fue el ingeniero Ernesto Antelo López, past presidente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE). La conmemoración en la gestión 2010 del Año del Bicentenario de la gesta libertaria del departamento de Santa Cruz fue la motivación perfecta para concretar el Proyecto “Historias de Migrantes Bolivianos Exitosos en la Agricultura Cruceña”; primero, con una exitosa película testimonial y, luego, con la publicación de un libro para homenajear tanto al departamento de Santa Cruz así como a quienes ayudaron con su esfuerzo desde el sector agrícola, al desarrollo de la región y el país. Para la planificación de la producción de la película se contó con el agradecido asesoramiento de un gran comunicador y amigo de la institución, Gualberto Vargas, con quien se elaboró el guión para el registro de más de treinta testimonios, primero a través de “grabaciones duras” y posteriormente con la filmación de campo en los lugares de producción de la mayoría de ellos. A tal efecto se contrató los servicios de “ARTErias Urbanas”, un colectivo de jóvenes artistas bolivianos cuya capacidad quedó demostrada al resumir nueve horas de filmación a una sola, logrando articular de forma coherente más de treinta testimonios de vida que resultan muy representativos respecto a las decenas de miles de otros migrantes bolivianos que, de forma anónima, triunfan en la agricultura cruceña y aportan a la soberanía alimentaria del país. El documental se realizó en el Norte Integrado y el área de expansión del departamento de Santa Cruz, entre el 14 de abril y el 28 de mayo de 2010. Un tiempo récord, aunque para ello
Gary A.Rodríguez A. Gerentedel IBCE
hubiera sido necesario recorrer más de 450 kilómetros por día en ciertos casos, empezando las jornadas al amanecer y concluyéndolas bien entrada la noche. Fueron más de 3.000 kilómetros los recorridos por tierra para la labor de campo, muchas veces sin tomar alimentos, y cinco viajes a Cochabamba para la posterior edición del film, todo ello soportado por el entusiasmo de saber que se estaba haciendo algo meritorio e inédito. Para la selección de los entrevistados se contó con el apoyo de instituciones y empresas que ayudaron a identificar a quienes llegaron a Santa Cruz hace varias décadas atrás; migrantes de diversas regiones del país; productores que incursionaron en la innovación tecnológica, la mecanización de la siembra y la cosecha, y en la mejora de técnicas de cultivo hacia la sostenibilidad; migrantes con una rica experiencia institucional; y, cuyo esfuerzo productivo se viera reflejado en la educación y profesionalización de sus hijos. En verdad, identificar a los candidatos no fue una tarea difícil, pues los ejemplos exitosos cunden. Las historias de vida recogidas en el documental y en el libro reflejan lo que se esperaba: las motivaciones para el arribo de los migrantes bolivianos a la región cruceña; el contexto en el que se dio su migración; la descripción del lugar al que arribaron, las dificultades que enfrentaron y que tuvieron que vencer; sus valores, aspiraciones, logros y frustraciones; las empresas, cooperativas, asociaciones, federaciones que desarrollaron; el progreso productivo, social e institucional alcanzados; y, su visión del mundo y Bolivia. Los entrevistados tuvieron total libertad para expresarse, y no dejó de sorprender que lo hicieran con toda naturalidad, probablemente, porque fue la primera vez que se les dio la oportunidad de abrir sus corazones para contar sus historias, dando cuenta en la mayoría de los casos de los
Más de tres mil kilómetros fueron recorridos en catorce días para recoger testimonios de migrantes bolivianos que encontraron en Santa Cruz una vida mejor y contribuyeron, también, a construir desde el oriente una Bolivia de esperanza.
éxitos alcanzados, fruto del enorme sacrificio y trabajo por decenas de años, bien reflejados en sus rostros curtidos por el sol. Por eso la necesidad de un libro, además del documental. No hubiera sido justo que tan rico material testimonial logrado en más de 20 horas de “grabación dura” y 9 horas de filmación quedara reducido a una película
Cruz es aquel “crisol de la bolivianidad” del que siempre se habla, pero que poco se ha documentado. Una región donde las diferencias se toleran, donde los diversos se ayudan y donde se puede vivir, trabajar y progresar en paz. Una región donde la inclusión social está demostrada por boca de los protagonistas de este documento.
“Las historias aquí insertas dan cuenta de forma objetiva que Santa Cruz es ese crisol de la bolivianidad del que siempre se habla, pero que poco se ha documentado. Una región donde las diferencias se toleran, donde los diversos se ayudan y donde se puede vivir, trabajar y progresar en paz” de una hora de duración. Era necesario dejar escritas para la posteridad estas historias humanas que resultan francamente inspiradoras, sobre todo, porque demuestran que cuando hay fe para triunfar, todo es posible. Así lo entendió también el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que coadyuvó a concretar el libro, ya que está acorde con el Programa “Convivir, sembrar paz” que lleva adelante. Las historias aquí insertas dan cuenta de forma objetiva que Santa
Es de esperar que el documental y el libro puedan inspirar a muchos bolivianos y ayudar a recuperar la fe en Bolivia. Porque “otra Bolivia es posible”. Una Bolivia productiva e incluyente. Una Bolivia donde todos los bolivianos -más allá de las diferencias abstractas o concretas que puedan existir- nos valoremos como seres humanos, nos veamos como iguales ante Dios y nos volvamos a abrazar. Porque ésa, y no otra, es la Bolivia que el Supremo Creador desea entrañablemente para sus hijos. www.semanariouno.org
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upo que las tierras comunitarias no le garantizaban un mejor porvenir y las dejó para hacer realidad su sueño. Ahora tiene 400 hectáreas y es un conocido productor que comparte su fórmula para el éxito: Largas jornadas y una férrea disciplina.
Tito Choque es trabajo tesonero y organización
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as tierras de Tito Choque Chambi están en Chané, en el norte cruceño. Lleva un sombrero con las alas levantadas, en las manos sostiene una plantita de soya. Cuenta que la limitación de la tierra en su lugar de origen lo motivó a venir a las tierras bajas en el Oriente boliviano, en busca de un mejor vivir. “Quería tener algo, conseguir algo diferente, no como en esas tierras comunitarias de los padres, de los abuelos, que uno no tiene nada; son tierras pequeñas de 10 metros por 20 metros. Yo ahora tengo 400 hectáreas”, dice y añade con orgullo que él no solo siembra, sino que también presta servicios con la maquinaria que adquirió, como es el caso de las cosechadoras de soya. “Fumigamos con aviones, 70 hectáreas se fumigan en un rato”, Nacido en Oruro en el cantón Kakachaca, salió de su casa con 11 años de edad, pues su padre no podía ayudarlo con sus estudios y se fue a Cochabamba, donde trabajaba de noche, percibiendo solo 4 bolivianos por jornada, y estudiaba de día. Fue ahí que escuchó en la radio que había gente yendo a Santa Cruz, desde las poblaciones orureñas de Challapata y de Urmiri, con la promesa de recibir tierras gratis. No lo dudó e hizo lo mismo: se trasladó a Santa Cruz un 14 abril de 1964. Llegó hasta Chané y echó raíces hasta hoy. No fue fácil salir adelante. Cuando llegó a Chané había que beber agua del río, el camino era sólo brecha, no había campo desmontado, el río se pasaba por un puente de motacú. La electricidad llegó en 1969, gracias a la iniciativa de los comunitarios de aportar durante tres años a fin de recibir el servicio, pero cuando llegó no tuvieron que pagar nada durante un año. Después de un año de trabajo como cosechador de maíz y zafrero, compró su primer pedazo de tierra, luego otro terreno de 20 hectáreas y chaqueó media hectárea, al siguiente año 3 hectáreas, después 5 hectáreas más, y así
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sucesivamente, hasta tener hoy 400, de las cuales al menos 200 hectáreas en producción. ¿Su fórmula? Mucho tesón en el trabajo, mucha organización y capacidad de trabajar en equipo para resolver los problemas de infraestructura y servicios que perjudicaban a todos los que querían producir. Después de un año de haber llegado a Chané, “había una necesidad de organizarse para poder superar problemas económicos, sociales, porque era difícil vivir solos”. Fue así que impulsó la creación de la Cooperativa Agropecuaria Betel, de la que fue su primer presidente, para gestionar créditos y mejorar la situación de los agricultores. Luego crearon la Central de Cooperativas para que -asociadas entre todas- lograran otras obras mayores, como la construcción de puentes, como el de Chané, actualmente uno de los más grandes de la zona. Tito fue también presidente de la Federación Nacional de Cooperativas Arroceras (Fenca); y por dos años, presidente y vicepresidente de la Federación Nacional de Cooperativas Agropecuarias de Bolivia, con sede en La Paz. Y una fórmula más: “Trabajaba para la gente de lunes a viernes y para mí sábado y domingo”, comenta. Valió la pena. Hoy, además de las 400 hectáreas, Tito se beneficia con cosechas de maíz que le rinden hasta 80 quintales por hectárea; de soya, de la que obtiene hasta 318 dólares por tonelada; de caña, cuyo cultivo cubre 70 hectáreas. Atrás quedó el azadón, el machete, la matraca y la pala, hoy tiene 4 cosechadoras de granos, cada una valuada en 164 mil dólares; un camión de 70 mil dólares, tres camionetas de 34 mil cada una, una sembradora, fumigadora, entre otros. De agricultor
a empresario
Vaya si esa fórmula le dio buen resultado a Tito Choque. No sólo le permitió consolidarse como pro-
Tito Choque tiene 6 hijos y 5 nietos, “todos cambas”, dice sonriendo. Una de sus hijas es ingeniera industrial y vive en Europa; otra es obrera; dos hijos son economistas y tienen su propia empresa, y el menor estudia el último año de medicina. Además, su esposa tiene una empresa de transporte.
“El trabajo comunitario es como estar en la cárcel, uno no puede desarrollarse. Es como querer estar en un bunker de 2 metros de acero, nadie puede hacer algo. Con el trabajo colectivo, comunitario, nunca van a mejorar”. ductor y empresario, sino también como accionista y líder en su sector. Es accionista de los ingenios azucareros Guabirá y Unagro. De este último recuerda con admiración a Roberto Barbery Paz, “gran líder de la institución cañera, porque habiendo problemas de cupo logró que tuviéramos un Ingenio propio; tardamos cinco años, pero al final conseguimos ser socios y dueños del Ingenio Azucarero Unagro, por eso estamos felices”, destaca. No es para menos, añade: la mayoría de los socios accionistas son agricultores pequeños que están organizados en cooperativas. . Ocupando cargos en instituciones vinculadas a la actividad agrícola, Tito tuvo además la oportunidad de viajar por varios países: Estados Unidos, Israel, Alemania, Venezue-
la, Panamá, Ecuador, Chile, Perú y Brasil. Uno de los mejores recuerdos que tiene de esta experiencia es del viaje a Israel: allí conoció un extraordinario sistema de administración de cooperativas, silos para almacenar granos y el cruce de plantas, como el del tomate con papa, para exportar a Holanda. “En Israel, gracias a la tecnología, en tres hectáreas se produce más y mejor que en Bolivia”. De esos viajes, Tito aprendió que la tecnología puede ser la mejor amiga de los productores, algo ignorado cuando llegó a Chané. “Claro, ahora todo el trabajo está mecanizado, pero hasta 1984 no sabíamos de tecnología en el Norte integrado”, dice y recuerda una anécdota que hasta hoy le provoca risas. “Cuando comenzamos a sem-
brar soya, lo hicimos con unas semillas que nos regalaron para cinco hectáreas; pero no sabíamos cómo se cosechaba, cortábamos con machete, no había con qué desgranar y llovió, no cosechamos ni un grano de soya, perdimos todo. Fue entonces que vimos a los menonitas sembrar y cosechar soya de forma mecanizada. Ahí nomás decidimos que la Cooperativa comprara cosechadoras. Sembramos nueve hectáreas y, para nuestro asombro, rindieron cuatro toneladas cada una, sin necesidad de fumigar.” Convencido de que la unión hace la fuerza, y viendo los resultados de su Cooperativa y los alcanzados en Fenca, Tito se animó a participar en otras, como Anapo y la Cámara Agropecuaria del Oriente. ¿Nunca sintió discriminación por ser migrante, ni siquiera en esas organizaciones productivas?, le preguntamos. Él responde sin titubear. “¿Discriminación en el departamento de Santa Cruz? ¡Ninguna! Sí sentí discriminación, pero de los compañeros paceños, porque a Santa Cruz nos discriminan, nos dicen que somos oligarcas, gamonales, terratenientes, que somos los que aprovechamos más plata, según su opinión de ellos”. Y añade: “¿Discriminación aquí en Santa Cruz? ¡No! ¿A los que hemos colonizado? ¡No, en mi grupo, nunca! ¿En la cooperativa? ¡Nunca! ¿En las Federaciones? ¡Jamás, siempre nos han dado créditos y apoyo!”, recalca. Dice que cuando llegó a Santa Cruz “la palabra discriminación no se conocía, los cambas eran amables, había créditos, hasta la comida era al fiado. Creo que los collas han enseñado a los cambas a discriminar”. Un mensaje
para cerrar…
Tito Choque sugiere que se debería dar más apoyo a Santa Cruz, por ser el departamento que más alimentos produce. “Yo me recuerdo que no podíamos exportar, hemos luchado, ahora hay un mercado externo, pero no se les está dando el apoyo a los productores, deberían haber caminos, mejores granos, semillas, adecuados precios”, opina. Y remata: “Todos deberíamos esforzarnos para mejorar nuestro bienestar económico y social. Así como los del Norte integrado somos accionistas de Unagro y Guabirá, quisiéramos que otras instituciones se asocien en cooperativas y asociaciones porque estamos felices con los dividendos que se reparten”. Dice que quisiera también que sus paisanos que viven en Potosí o en otros departamentos del país sean así, que se organicen, que trabajen con sentido de empresa y “que no esperen una obra caritativa o que caiga del cielo”.
Sinforosa Sejas produce con la nostalgia a cuestas
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sus 68 años, no olvida cuando la migración a Santa Cruz la arrancó de Cochabamba. Tenía 14 años y, desde entonces, tuvo que trabajar duro. Sus esfuerzos fueron recompensados.
o fue fácil concertar una cita con Sinforosa Sejas, por ser ella misma quien, de una forma valiente, controla el giro de su producción de caña de azúcar. Finalmente, el ansiado encuentro se produce y accede a conversar con nosotros en un ambiente con todas las características de una moderna oficina, percibiéndose además cierta suntuosidad en la construcción del inmueble donde vive. Luce trenzas largas, un típico atuendo del valle cochabambino, con blusa y pollera, se sienta al escritorio de la oficina, sobre el que se ven variados objetos relacionados a su labor. A su derecha, una amplia pantalla plana de TV marca Sony se destaca en el ambiente; en el mueble que soporta el televisor hay varios tractores y maquinaria en miniatura. La casa de la empresaria agricultora está en la ciudad de Montero. Pero si no fue fácil encontrar libre a Sinforosa, sí lo fue hacerla recordar su vida desde que llegó a Santa Cruz, allá por 1956, cuando tenía sólo 14 años de edad. Y rememora: fue prácticamente arrancada de su terruño porque su hermano se vino a Santa Cruz y, por no estar acostumbrados a estar separados entre hermanos, ella y su hermana se vieron forzadas a migrar también. “La verdad que no me gustó nada venir a Santa Cruz, sólo por mis hermanos nos quedamos, porque mi hermano se casó aquí”, dice. Lo penoso para Sinforosa fue que esa migración la alejó de sus padres y de otros familiares que migraron a Argentina. Mientras responde a nuestras consultas, tiene las manos juntas apoyadas sobre la mesa y los dedos entrelazados; sus grandes ojos están fijos en todo momento en el entrevistador y su brillo no deja de llamar la atención; es más bien escueta al momento de comentar que cuando vino a Santa Cruz llegó a la Colonia Aroma, donde la familia producía hasta dos hectáreas de arroz, maíz y yuca para consumo doméstico, y si sobraba era para venderlo. Con el tiempo pasaron a producir 5 y 6 hectáreas, y luego 45 y 50 hectáreas. Cuando ya no daba el arroz, se dedicaron a sembrar caña para el Ingenio Azucarero Guabirá, casi de manera simultánea al inicio de operaciones de la indus-
Del cañaveral a la moderna oficina en Montero. Así pasa su vida Sinforosa Sejas, que anualmente produce 20.000 toneladas de caña. Fue difícil concertar la cita para entrevistarla porque tiene la costumbre de supervisar personalmente los campos de cultivo
tria azucarera. Actualmente, Sinforosa Sejas trabaja sola con su hijo, y produce nada menos que 20 mil toneladas de caña por año, las que entrega a los ingenios Guabirá y Unagro. “He trabajado duro y sigo todavía trabajando de la misma forma, aunque los años avanzan; como ya soy de edad, ya no espero más nada de lo que ahora tengo; ¿para qué más?” dice. Sin embargo, reconoce que a ella no le gusta "vueltear" cuando va a su cañaveral...siempre tiene que hacer algo allá. Tiene 5 camiones, cosechadora, cargadora y fumigadora. La casa que habita la construyó hace 37 años. Dispone, además, de una movilidad Toyota de último modelo que considera un instrumento de trabajo para ir a sus cañaverales. Reconoce que desde el punto de vista productivo, Santa Cruz le ha permitido obtener todo lo que tiene. Pero Sinforosa prefiere no sentirse importante por los bienes que posee y reclama: “Hay gente que habla que yo tengo esto, que tengo aquello, eso no me gusta a mí”. Haciendo memoria dice que cuando llegó a SantaCruz “todo era monte”, y no recuerda haber visto cruceños en el lugar donde estaba: “Éramos solamente collas, no había un cruceño entre nosotros”. Del único que tiene recuerdo es del ingeniero Óscar Arce Loreiro, de quien dice que “vivió con nosotros”. También señala que cuando perteneció a la Asociación de
la Colonia Aroma y a la Asociación de Cañeros Guabirá, estuvo con la familia Paz, la familia Balcázar, “con Choco Balcázar, Jorge Balcázar, con ellos estuve”. Describe a la Santa Cruz de la década de 1950 como “un cementerio, el Parque El Arenal, las 7 Calles, en vez de andar adelante se venía la tierra seca y no se podía caminar, los carretones se plantaban, no se veía ni motos, ni bicicletas, ni movilidades, no había una carga de yuca en camioneta, todo era en carretón, la leña, el choclo. Después de unos 3 años llegaron otros con sus camioncitos, ya había donde nos fleten”, relata, y concluye: “Ahora está hermosa, está grandísima… aunque a mí no me gusta la ciudad de Santa Cruz para ir a vivir". Ella prefiere Montero, donde se ha afincado por tantos años. A su criterio, la situación para los bolivianos que vienen ahora a Santa Cruz es diferente, “ya no es como nosotros, ya no sufren como nosotros hemos sufrido; aunque tengan o no plata, por lo menos siquiera hay empleo para mujeres y ganan bien, antes no había tal cosa”, afirma. A la hora de consultarle si se siente satisfecha por crear empleos en Santa Cruz, Sinforosa, con expresión retraída, responde: “Más o menos, no me siento tanto”, pero afirma sentirse realizada como persona y a la pregunta si es feliz, sonríe. www.semanariouno.org
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u formación como maestro rural y su tradición familiar como agricultor ayudó a Hugo Perales a crear una fórmula explosiva y exitosa para mejorar su vida, la de su familia y la de su entorno. Un ejemplo de vida para todos los que trabajan en pos de sus sueños.
Hugo Perales,
sembrador
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acido en el cantón Paicho (que en quechua significa “ahí está”), de la provincia Méndez en Tarija, Hugo Perales Guerrero tenía 22 años de edad cuando con su hermano Héctor llegó a Santa Cruz, el 9 de diciembre de 1960, en un vuelo de Transporte Aéreo Militar (TAM). Su otro hermano, Ivar Perales, técnico agrónomo, había llegado dos meses antes y vio que las condiciones para trabajar como agricultores eran buenas. En Tarija, en la provincia Méndez junto con su familia producían caña, tenían molienda, hacían miel, empanizao y sus derivados, pero estaban a 30 leguas de la ciudad y no alcanzaba para llevar la carga, no había para pagar el flete del burro, eran tres días de ida y vuelta a la capital chapaca. Como estaban en una zona limítrofe con Argentina, los trabajadores agrícolas preferían irse al país vecino para cortar caña porque ganaban mejor. Tenía parientes que lo invitaron a trabajar en la zona argentina de Ledezma donde estaban realizados como agricultores, con buena extensión de tierra y maquinarias, pero “yo, en mi condición de maestro rural, siendo que me enseñaron a amar la Patria y a los bolivianos, dije: no voy a trabajar donde los gaúchos, porque a los bolivianos los tratan peor que a perros”, La decisión de haberse venido al Oriente boliviano, Hugo la enmarca su carácter campesino: “Yo no me arrepiento de nada de lo que hago, porque hago pensando bien las cosas. Si tuviera que recorrer el mismo camino de nuevo, lo recorrería. Lo que pasa es que yo soy campesino cien por ciento. Siendo estudiante en la Normal, yo usaba camisa de lienzo-trencillo y pantalón de bayeta de lana, hasta que egresé”, afirma, y refiere que en la Normal de Canasmoro, donde se formó como maestro rural, los campesinos eran 2 ó 3, los demás estudiantes eran provinciawww.semanariouno.org
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nos o de la Capital. “Nos cargaban, nos molestaban porque nuestro vocabulario no era muy pulido. En el campo tenemos nuestra forma de hablar, nuestros modismos, muchas veces hemos llegado a los puños con algunos compañeros”, comenta sonriente. Establecido en Basilio, compró una parcela donde sembró arroz, maíz, caña y maní, pero lo que más quería era sembrar caña. Se inscribió en la Cooperativa Independencia, de la cual hoy es presidente, y consiguió tres cupos en el Ingenio Azucarero Guabirá. “Como yo había cultivado caña, me pusieron para entregar el producto en octubre y, en eso, conseguí otra parcelita a unos 5 kilómetros más cerca”, recuerda. El Ingenio Azucarero Guabirá había pasado una circular a los cañeros en 1961, en sentido de que no se recibiría caña quemada. Hugo cuenta que volviendo una noche a su chaco vio humo en el camino, y azorado observó que el fuego estaba quemando las dos hectáreas de caña que había sembrado. “Tuve que agarrar el machete y, junto con mi hermano, sacar la caña quemada. Así me inicié como cañero", dice con un dejo de tristeza. Regresaron a Tarija y en mayo del siguiente año retornaron a Santa Cruz. Hay un hecho que, en la vida del maestro rural y productor cañero, le llama la atención, es el sucedido después de que se quemaron sus dos hectáreas de caña. “Un anciano nos dijo que Santa Cruz, la agrícola, no estaba ahí, que estaba de El Cristo “pa’ allá”, más al Norte. Tomamos, pues, la decisión de dejar abandonada la parcela en Puesto Fernández”. Para llegar de Montero a Puesto Fernández había que caminar 22 kilómetros cargando a pie los víveres comprados, pues en Minero no se hallaba azúcar, y había que ir hasta Montero. Así fue hasta que encontró su Bella Esperanza en Bañadito, cerca de Montero, donde cultiva 95 hectáreas con caña y arroz. Ya llegó a entregar
Aunque dedicado a la agricultura, Hugo Perales no olvida su vocación como maestro rural. Ya creó un Núcleo Escolar en Cuatro Ojitos, un colegio secundario en Puesto Fernández y otro en Montero.
“Santa Cruz es el crisol de los bolivianos, todos los que han venido con la sana intención de trabajar, han encontrado un nuevo hogar con perspectivas. Jamás he sentido discriminación y me declaro cruceño por el trabajo ” en 2008 hasta 3.000 toneladas de caña al Ingenio, ayudado por cosechadoras, pero también ha tenido que lamentar pérdidas como la de 2009, cuando una torrencial lluvia dio fin a su cosecha. La falta de caminos, un problema recurrente, también es otro obstáculo, sorteado casi siempre con la ayuda del Ingenio Guabirá. “Y el tiro de gracia para los agricultores es la falta de diesel”, afirma, y manifiesta que de tres tractores que tiene, uno está parado por falta de combustible. A la Unión de Cañeros le dan un cupo de 30 mil litros cada dos días, pero no abastece. Además de los cargos que tuvo en el ámbito educativo, Hugo Perales organizó la Cooperativa Independencia Ltda. en la Colonia Cuatro Ojitos; fue co-fundador del Sindicato de Transportistas 13 de Mayo en Puesto Fernández, de la Cooperativa de Federaciones Arroceras, de la Federación de Cañeros de Santa Cruz y co-fundador y presidente durante cinco años de la Federación de Campesinos Cañeros; además de fundador y primer presidente de la Federación de Pequeños Cañeros. También fundó la Federación de Maestros Rurales del
Norte y fue tesorero de la Sociedad Nacional de Cooperativas. Pese a vivir en Montero, sigue vinculado a Puesto Fernández, donde es presidente de la principal Cooperativa. Fue Síndico del Ingenio Azucarero Guabirá, segundo vicepresidente por dos períodos de la Unión de Cañeros Guabirá. “Jamás me he sentido discriminado”, dice finalmente Hugo, cuando le hacemos la pregunta. Sin embargo, recuerda que en una ocasión en la que comparaba la similitud del microclima de Bermejo, Tarija, con un lugar de Australia donde se obtiene el mismo grado de sacarosa en la caña, alguien le objetó diciendo: “Aquí no es tu Bermejo”, a lo que él habría retrucado: “Sí, pero esto es Bolivia y yo soy boliviano”. “Hay que defenderse con agallas, porque si no se le ríen”, enfatiza, a tiempo de indicar que si bien es tarijeño porque sus documentos dicen que nació en Tarija, aclara que muchas veces él les dice a los mismos cruceños que ellos son cambas sólo por accidente -porque nacieron en Santa Cruz- sin embargo él se declara más cruceño que ellos, porque decidió venir a vivir en Santa Cruz y quedarse a trabajar.
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e estudiante aplicada pasó a ser cosechadora reenganchada en una tierra ajena y muy distinta a la de su natal Potosí. Pero a costa de mucho esfuerzo logró un mejor Paisaje en la comunidad del mismo nombre. Una vida dedicada al agro.
Teodosia Quiroz cosecha éxitos y los comparte con su familia O riginaria del centro minero Siglo XX de Potosí, Teodosia Quiroz Saravia llegó a Santa Cruz en 1970, junto a su padre. Tenía entonces 14 años y recuerda muy bien los motivos que obligaron a su familia dejar su tierra natal: el trabajo era escaso y, siendo una familia de ocho hermanos, a su padre le estaba resultando imposible mantenerlos. La decisión no sólo cambió la vida de Teodosia en lo social –dejó atrás familiares y amistades- sino que además la obligó a abandonar los estudios y a trabajar. Algo que lamentó entonces, sobre todo porque era la mejor alumna en matemáticas. . Pese a ello, Teodosia asegura que cuando llegó a Santa Cruz y luego a Coperal, una comunidad distante a 12 kilómetros de Warnes, lo hizo “con mucha esperanza”. Y con esa esperanza comenzó a trabajar en la cosecha de algodón, reenganchada por un contratista. Después de seis años cosechando algodón, pasó a Santa Cecilia, luego a Colpa y a otros lugares, hasta que decidió quedarse con su padre en Paisaje, donde vivían sus tíos, ayudando en el corte de caña y cargando el producto a pulso sobre los camiones. Doña Teodosia dice que desde que llegó a la localidad de Paisaje para cosechar algodón y maíz, demostró tesón en el trabajo. “Vine ande los patrones, desde la 5 de la mañana hasta las 6 de la tarde en la zafra, ganaba 10 bolivianos por quintal, 10 centavos era una libra, hacíamos 300 libras, atábamos los gangochos (bolsas grandes de yute) y así al hombro llevábamos”, indica. En Paisaje conoció a su esposo, Simón López, que había migrado también a Santa Cruz, pero desde Morochata, Cochabamba. Con su esposo Simón, Teodosia trabajó un año más en la cosecha de algodón “en propiedad ajena”, hasta que finalmente pudieron comprar sus primeras nueve hectáreas, en la que producían 120 toneladas de caña y eran entregadas al Ingenio La Bél-
gica. También sembraban pimentón, lechuga, tomate y criaron gallinas, chanchos y una vaquita. Tenían que sacar los productos en bicicleta y los vendían en el mercado “Germán Moreno”. “Con la verdura me levanté, fue muy sacrificado, pero pude crear un capital”, afirma. De esa manera adquirieron 19 hectáreas en Río Toro, sembraron caña y compraron 20 toneladas de cupo para Guabirá. “Seguíamos trabajando duro, carpida y siembra era con azadón; machetear y cargar a pulso, pero seguíamos avanzando… sólo habían dos camiones que eran muy disputados para el flete”. Teodosia recuerda cómo lograron dar un gran salto desde entonces. Hoy, después de largos años de esforzado y perseverante trabajo la familia López Quiroz es poseedora de 200 hectáreas de tierra, habiendo entregado casi 7.200 toneladas de caña al Ingenio Azucarero Guabirá en la gestión 2009. La producción, cosecha, corte y transporte son mecanizados gracias a que poseen, entre otros equipos, dos tractores, una cargadora y tres camiones. Utiliza también herbicidas, fungicidas y abono orgánico. De tener que pedir alquilado todo, instalaciones y equipos, hoy poseen también un gran galpón donde instalaron su propio taller de mecánica, con herramientas, compresora, implementos diversos se ven por doquier en el ambiente en el que caben más de un camión, además de un enorme tractor. A sus 54 años, Teodosia está lejos de ese pasado cuando, aún joven, trabajaba como reenganche en la cosecha de algodón. Ahora es una exitosa empresaria agrícola que dice con gran fuerza de espíritu: “Nadie me regaló las cosas, me ha costado sacrificio, nada fue gratis, todo lo adquirí limpiamente y con sacrificio, una vez lloré con dolor de muela en la cosecha de algodón, como ganábamos 10 pesos no alcanzaba ni para ir al dentista, pero igual así trabajé…”. Y recuerda que a la cosecha iba a las 4 de la madruga-
Teodosia y Simón conservan la casita con techo de motacú que fue su primer hogar, al lado de su actual morada, una casa de concreto y moderna. No es lo único que cambió en sus vidas.
da, y a las 8 de la noche volvía para descansar. No fue la única vez que lloró. También lloró, pero de alegría, como cuando concluyeron la construcción de su primer gran galpón. “Con mi esposo nos pusimos a bailar cuando acabamos la construcción del tinglado en medio de los camiones y sin tomar ni una copa, él también lloró de alegría. Mi primera camioneta ya tiene 27 años. Yo siempre voy con él (su esposo) de arriba abajo”, expresa satisfecha. La pareja, que tiene 32 años de matrimonio, está bien establecida. Tienen cinco hijos, tres varones y dos mujeres. Una de las hijas ya es profesional, otros dos están en la universidad, uno trabaja en el campo de la familia y otro es todavía colegial. Lo único que lamenta ahora Teodosia es que su compañero Simón está un poco delicado de salud y ya no puede trabajar en el campo como antes. Desde hace cinco años, ella se ha hecho cargo de la producción, aunque aclara que el pago a los zafreros siempre lo tuvo a su cargo. Lo que sí tuvo que hacer fue aprender a manejar tractor y camión, algo que nunca le desagradó. Por el contrario, siempre quiso hacerlo, pero Simón no compartía la idea, por temor a que en el intento arruinara las máquinas. “Simón era el único que manejaba tractor. Pero un día que no estaba, necesitábamos con urgencia utilizarlo en el campo y me propuse manejarlo.
No pude torcer y le di a un árbol de naranjas. ¡Barrimos con la escoba la huella del tractor, para que él no note el choque”, cuenta ahora, sonriente. Para ella, ahora manejar el tractor o el camión es de lo más normal, al igual que caminar por sus cañaverales, descalza, machete en mano, viendo la tierra recién arada o saludando a sus trabajadores zafreros. Sí, hasta parece mentira: ella, que ya fue cosechadora y trabajó como re-enganche, ahora contrata mano de obra para dar cuenta de su zafra. “Antes contratábamos gente de Potosí y de otros departamentos del interior, pero muchos emigraron a la Argentina. Ahora contratamos a unas 20 personas, con sus familias, que vienen de la localidad de Isoso”. Lo cierto es que Teodosia Quiroz es una verdadera empresaria agrícola que supo hacer de las adversidades alimento para fortalecerse y crecer. Las matemáticas que le gustaban en el colegio y que no pudo seguir estudiando, las aplicó en la vida que le tocó enfrentar luego y las puso en práctica con éxito, pues aprendió a sumar logros multiplicando la parcelas y productos del campo, lo que le ha valido la más alta nota como agricultora y empresaria, que además cuida de su esposo, con mucho amor. Una mujer potosina, agricultora-migrante, asentada en el Norte cruceño es el ejemplo de Mujer Exitosa para las mujeres de Bolivia. www.semanariouno.org
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a sencillez que conservan los esposos Félix y Natividad sólo puede ser resultado de una vida llena de dificultades, pero también de victorias cosechadas con trabajo y alegría. A más de cuatro décadas de iniciar su aventura en el oriente boliviano.
Félix Yupanqui y Natividad Humana, un dúo victorioso A 10
Félix Yupanqui Mamani y a su esposa Natividad Humana Condori los entrevistamos sentados en la tranquilidad del jardín de entrada de su casa, ubicada en la ciudad de Montero. Doña Natividad luce trenzas largas, mientras que él tiene puesta una gorra. Ambos rostros están bruñidos por los años de sol que han impactado su tez, dejando marcas como los surcos en la tierra. El ronquido intermitente de los motores de vehículos en la calle contrasta con el ambiente apacible del campo al que ellos están acostumbrados. . “Vine en busca de trabajo como zafrero de caña, trabajé dos meses en la propiedad Las Lomas, en una zona llamada Monte Víbora, después me fui a la zona de Minero, me gané un poco de plata y me tocó ir al cuartel a Cotagaita. Nos dieron licenciamiento y me volví el mes de octubre de 1966 a Santa Cruz, uno de mis hermanos estaba aquí y tenía sus terrenitos”, cuenta Félix. . Estos pioneros del Oriente boliviano, venidos del interior del país, llegaron al Norte de Santa Cruz y se encontraron con que “nada estaba hecho”, y que todo estaba por hacer. Dice Félix: “En aquel tiempo no había nada, era monte, una brecha con baches de agua, no se podía pasar. Por entonces solamente salía un colectivo a dormir a Chané, para volverse en la mañana, y si no se agarraba eso para ir a comprar algo, no salía. Ni tractores se conocía en la Colonia, el caminoera horrible cuando llovía”. Así comienza la hazaña, como la de centenares de bolivianos que se desplazaron al Oriente boliviano en busca de mejores días para ellos y sus familias. Una vez llegado al Norte cruceño, Félix comenzó a trabajar haciendo un chaco con hacha, machete y pala, tumbando monte. Sembró dos hectáreas de arroz en el chaco de su hermano y otro para él, según recuerda fue por el 15 y 20 de
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noviembre de 1966. “Cosechamos y me gané un poco de platita”, dice, y explica que uno de sus parientes le había dicho que volvería a su pueblo y le ofreció sus terrenos a la venta. Félix no tenía dinero, pero como su pariente le había dicho que le dé un poco y después le termine de pagar, se animó a quedarse con el terreno de 20 hectáreas. Las 20 hectáreas las trabajó con maíz y arroz durante 7 años, después plantó un poco de caña. Para ser cañero se tenía que entregar tres paquetes al año al Ingenio Guabirá. Al siguiente año fue subiendo y lo demás llevaba al Ingenio San Aurelio, porque allá no había limitaciones. “Toda la noche teníamos que andar en camión y volver; era llegar, descargar y volver. En esa época no había tanto tráfico, era tranquilo, uno iba y volvía”. Pero además, Félix era responsable y tenía objetivos claros: “No me gustaba ir a distraerme, me interesaba en aumentar mis tierras cada año por lo menos 50 hectáreas. En mi mejor momento producía 12.000 toneladas en 200 hectáreas. Ahora estoy trabajando con 150 hectáreas solo con caña, el resto se les he dado a mis hijos”. La fortaleza
institucional
Hoy el trabajo agrícola de don Félix está mecanizado con tractores, un camión, cargadora y chatas. La zafra la realiza contratando gente. “Últimamente estamos trabajando así, porque la gente ya no quiere trabajar, quiere ganar pero no quiere trabajar. Ahora no quieren cortar ni un palo de caña fresca, prefieren estar echados antes que estar cortando”, expresa, y añade: “Cuando yo era zafrero se cortaba pura caña fresca y bien peladita; ahora, uno que otro tienen voluntad”. El Ingenio condicionaba que se entregue por lo menos 70 por ciento de caña fresca. Los avances logrados en familia,
Felix y Natividad no piensan regresar a sus comunidades. Ya echaron raíces en el norte cruceño, al igual que sus ocho hijos, a quienes les inculcan el apego al estudio
primero, y luego en comunidad, no fueron logrados de la noche a la mañana, ni fácilmente, dice Félix, recordando las carencias que tenía Santa Cruz cuando él llegó. “Imagínese, si la capital cruceña de ese entonces era una plaza y sus calles sin losetas, el mercado Siete Calles y la ex Terminal de Buses eran arenales y basureros. ¡Cómo ha progresado en 40 años, a dónde está llegando la ciudad! Póngale de aquí a otros 40 años, no sé cómo irá a ser la ciudad de Santa Cruz”, se pregunta. A ese ritmo creció también Félix y su familia, la que formó con Natividad Humana, también migrante, a la que conoció en Santa Cruz. Cuando decidieron casarse, quisieron hacerlo en Cotagita, la comunidad de Natividad. Tuvieron ocho hijos, siete mujeres y un varón. Dos de ellas son profesoras; las otras, amas de casa. El varón estudió en la Escuela Muyurina y se dedica a la agricultura. “Siempre les inculqué que sigan estudiando, que para eso estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio”. El crecimiento y bienestar de la familia Yupanqui Humana, sin embargo, no es fruto sólo del esfuerzo individual de la familia, sino también de los logros conseguidos a través de los comités, cooperativas y asociaciones creadas por los estantes de Santa Cruz y por quienes, como Félix y Natividad, migraron desde diferentes partes del país al oriente boliviano. Félix lo vuelve a demostrar con el ejemplo. Su amplia experiencia institucional comienza como dirigente sindical en las fajas Tunari, Paz Estenssoro, Las Marotas y en la Cooperativa Agropecuaria Alonso
Fernández, de la que fue co-fundador. También en el Sindicato de Transportistas “18 de Septiembre”; en el Sindicato de Colectiveros Norte y en la Federación Nacional de Cooperativas Arroceras (Fenca). En dos fue director de Unagro, hoy es director de SOCA, además de accionista del Ingenio Azucarero Guabirá y participa como representante de la Cooperativa Alonso Fernández. También fue miembro de la Federación Única de Campesinos de las 4 Provincias del Norte. Preocupación compartida
Su preocupación por la posibilidad de que se convierta las tierras en comunitarias es manifiesta: “¿Qué va a pasar cuando estás en tu peor desgracia? ¿Quién te va a favorecer? ¿Qué vas a poner en garantía o qué vas a vender para que salves tu vida?”, cuestiona Félix. Luego hace las siguientes consideraciones: “Si no tengo dónde ir a trabajar, tendré que entrar en esas tierras comunitarias y ponerme a trabajar. Si me enfermo o alguien de mi familia se enferma y no tengo plata para hacerlos curar ¿qué puedo vender de ahí? No puedo vender la tierra, ni en bolsa voy a poder vender. ¿Quién me va a garantizar? Están haciendo la desgracia, tal vez sea el Estado que pueda dar cuando hay enfermedades...no lo entiendo”. Lo que es él y su esposa, no piensan regresar al pasado. “No volvería a Cotagaita, ya no nos acostumbraríamos, me siento feliz aquí, allí hay poca tierra, aquí tenemos tierras por eso no nos queremos ir”, dice con énfasis Natividad.
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a necesidad de trabajo pudo más que sus ganas de huir del calor que lo abrasó cuando llegó a Santa Cruz. En la actualidad, Eusebio Guzmán Villarroel celebra haberlo soportado, aunque no vencido.
Eusebio Guzmán, un ejemplo de trabajo y perseverancia E
usebio Guzmán Villarroel nos recibe en la sala de su vistosa casa ubicada en el centro de la ciudad de Montero. Al hacer memoria y responder a nuestras consultas, pasa sus dedos sobre la cabeza poblada de blancos cabellos por el transcurrir del tiempo; los lentes de vidrios grandes no esconden los ojos expresivos que acompañan sus respuestas; se queja del calor camba, dice que la primera vez que llegó a la capital cruceña “me hizo correr y me regresé” a la frescura del clima cochabambino. Pero, más fuerte que el calor era la necesidad de trabajo, así que retornó al Oriente para trabajar como encofrador en la construcción del puente Piraí. “Yo conozco el fundamento de cuánto mide el puente de machón a machón, mide 55 metros”, dice. Detrás del sofá donde Eusebio se sienta, hay una mesa de comedor con un jarrón de rosas y otros implementos, todo en su debido orden. Con voz ronca, Eusebio describe la primera impresión que tuvo de Santa Cruz de la Sierra. “La avenida Cañoto era un río; en la plaza principal habían ladrillos de aquí para allá; no había ni una loseta; el mercado estaba a una cuadra de la plaza; los taxis eran carretones; había que sacarse los zapatos o abarcas para cruzar de una acera a otra”. Si así era en la capital de departamento, no hace falta tener mucha imaginación para darse cuenta qué situación les esperaba a los migrantes en el campo. Creciendo
paso a paso
Primero cosechó arroz, después estuvo en la zafra durante dos años. Había una sola peladora, el arroz lo vendía en Santa Cruz. No tenía lote, trabajaba carpiendo, después se compró un terreno donde se puso a plantar caña, entonces había la limi-
tación del cupo para entregar la caña al Ingenio Azucarero Guabirá, y la primera vez que lo obtuvo fue por una camionada. Los días domingos cortaba palos para construir su casa. En Portón compró una parcela y, así, poco a poco fue adquiriendo más tierra. “Era grave para ir a cortar caña, porque había muchas garrapatas, mosquitos… íbamos coqueando para matar la sed, porque no había agua ni daba tiempo para comer, no había agua”, recuerda Eusebio una a una las dificultades que debía enfrentar para sacar su producción hasta el centro de venta más próximo, a 6 kilómetros de su tierra, hasta donde no podía entrar vehículo, debido a la falta de caminos transitables. Su trabajo con pala y machete era secundado por familiares y conocidos, “algunos se quedaron en Santa Cruz, otros hicieron platita y se fueron”. La experiencia, según Eusebio fue positiva, pues hasta papa pudo cultivar, pese a la incredulidad de muchos. Creció tanto su producción que, de cosechar a pulso, pasó a contratar mano de obra –hasta 90 personas para la zafra y 30 para la cosecha de arroz, llegando incluso a traer gente desde Cochabamba- y luego a superarlo todo, gracias a la mecanización del agro. Ahora, dice, es difícil ser cañero si uno no tiene su propio transporte. “El que tiene transporte es cañero, el que no tiene, ya no es”, sentencia. Por eso él compró un tractor, a crédito, aprovechando un pedido que hizo el Ingenio La Bélgica a una firma brasilera. “Para pagarlo tuve que sacrificarme día y noche, yo trabajaba con mis hijos”, dice. En ese tiempo, además, se quedó sin el lote de la localidad de Portón debido al desborde del río Piraí. Sin embargo, no se rindió ante la adversidad y, aunque
11 De cosechar a pulso, pasó a mecanizar toda su producción. Un éxito para celebrar junto a otros migrantes, dice ahora Eusebio Guzmán.
“Era grave para ir a cortar caña, porque había muchas garrapatas, mosquitos… íbamos coqueando para matar la sed, porque no había agua ni daba tiempo para comer, no había agua”. le costó mucho esfuerzo y sacrificio, volvió a producir. Los vínculos
institucionales
Eusebio comenzó a vincularse con un sindicato de Alonso Fernández y después con la cooperativa del mismo nombre, donde fue secretario de Hacienda. Participó de la organización del sindicato y la construcción de la sede, que se hizo con el aporte de los cañeros. Su primer contacto como cañero fue con el Ingenio Azucarero Guabirá cuando había “cupo libre”, después el precio fue en aumento y fue cañero del Ingenio La Bélgica. Como muchos productores, fue accionista de los ingenios Guabirá y Unagro. Nada de todo esto hubiera sido posible, dice, si acaso fuera cierto
que en Santa Cruz discriminaban a los migrantes del interior del país. Al menos a él, asegura, nunca nadie lo discriminó. No al menos en Santa Cruz. Al contrario, recuerda, una vez sí se sintió discriminado, pero por sus paisanos potosinos. “Se las agarraron conmigo porque no querían que yo compre tierras… lo curioso fue que en el Ingenio, los orientales se agarraron a puñetes, unos defendiendo a los collas…”. Ya casi al momento de despedirnos, Eusebio recuerdo una anécdota. Socarronamente dice que si alguna vez hubo algo que lo hizo sentirse discriminado, fue “el calor de Santa Cruz”. Sin embargo, ha sabido hacerle frente por largos años, y aunque no lo ha vencido hasta hoy, siempre la necesidad ha resultado más fuerte que el calor… www.semanariouno.org
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apacaní puede dar testimonio de la felicidad que comparten Benigno Vera y Benita Chileno, el primero migrante cochabambino y la segunda, cruceña de nacimiento pero hija de migrantes, también de Cochabamba. Sus logros están a la vista.
Benigno Vera y Benita Chileno: “Santa Cruz, ¡el mejor lugar!” A 12
mbos provienen de familias de migrantes de Cochabamba, pero se conocieron y unieron sus vidas en Santa Cruz. Benigno Vera Meneses, nacido en la zona de Azurimarca, llegó al departamento cruceño cuando tenía 12 años de edad, en 1972. Sus padres trabajaban desde hacía cinco años como arroceros en Yapacaní. El caso de Benita Chileno Illanes es distinto. Ella nació en Santa Cruz, adonde sus padres migraron desde Cochabamba, buscando mejores condiciones para el cultivo de arroz, yuca y maíz. Y la encontraron, comenta orgullosa Benita, quien asegura que “mis padres y toda la familia nos quedamos aquí y no pensamos irnos a otro lado”. Ni siquiera piensan volver a Cochabamba, no obstante que allá también poseen tierras. “Siempre vamos, pero como turistas, estamos una semana y luego nos volvemos porque Santa Cruz, y sobre todo Yapacaní, han sido todo para nosotros. Yo estoy acostumbrada con el clima, aquí hay más trabajo, allá no hallo en qué voy a trabajar. Toda mi familia está aquí radicada, acostumbrada, yo creo que ya no vamos a poder ir por allá”, dice sonriente, un estado casi permanente en Benita, a la que no le cuesta trabajo compartir su historia. Sobre todo, la escrita de la mano con Benigno, al que conoció cuando él trabajaba como ayudante en vehículos de transporte público. Pero Benigno se sorprende cuando le preguntamos si él tampoco desea volver a su tierra de origen. “Yo, la verdad, no había pensado ni en quedarme ni en irme… cuando uno es chico no sabe adónde lo lleva la vida, uno tiene que ir donde el padre lo lleva a uno y me trajeron a esta parte; algunos de mis hermanos se quedaron en Azurimarca, otros se fueron a otra parte”. Pese a la sorpresa, él dice que está muy bien en
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Santa Cruz, departamento al que considera como el mejor de Bolivia, pues permite producir y hacer negocios. Señala que el éxito depende del trabajo y concuerda con su esposa Benita, en que “al que trabaja le va bien toda la vida, pero al que no trabaja no le va a ir bien. El que no quiere trabajar estaría sufriendo, pero al que sabe trabajar no le falta nada, hay agricultura, lechería, todo depende de la habilidad que uno le ponga, no se van a arrepentir, hay tierra buena”. La que no tiene dudas sobre su sentido de pertenencia a Santa Cruz es Benita. “Santa Cruz me ha gustado, de Yapacaní ya no me puedo ir. He sabido viajar a otros lados cuando joven, pero no he podido acostumbrarme en otros departamentos, en otros países”. ¿Eso basta para que uno le vaya bien en Santa Cruz?, les preguntamos. Benigno responde: “La recomendación para la gente del interior del país que quiera venir a Santa Cruz es que lo haga siempre y cuando tenga identificado un lugar dónde trabajar. Primeramente deben tener ideas, empeño y ver de qué manera se van a agarrar, porque si usted se agarra de una cosa que no le gusta, mejor es que no se agarre porque no le va ir bien”. Otra vez, Benigno y Benita vuelven a ser los mejores ejemplos de sus enseñanzas. Los dos lograron tal comunión de ideales y de visión de vida, que pudieron pasar a limpio sus proyectos de vida y trabajar en lo que les gusta de verdad. “Nadie nace teniendo todo, tiene que ver dónde va a trabajar y así hemos podido ir adelante, trabajando, empezando de abajo hasta llegar a este estado, así hemos podido ir adelante”, dice Benita. Benigno la abraza por el hombro y vuelve a coincidir con ella. “Nosotros ni tierra teníamos, nos prestaban para sembrar. Gracias a Dios, casi siempre que
Benita y Benigno tienen cinco hijos, todos nacidos en Santa Cruz, donde radican y se educan. Uno de ellos está yendo a estudiar Agronomía en Roma, Italia.
“Donde voy, me llevo bien con cualquier persona’, dice Benigno, y recomienda: ‘Eso sí, una persona tiene que tener más contactos, porque el que no habla nada, no pilla nada; uno tiene que ser entrador”. hemos sembrado nos ha ido bien”. Así, dicen, comenzaron a crecer y a mejorar su economía. “Toda esa suerte no la tiene cualquiera, es rara la gente que la puede tener. Este año a mí me ha ido muy bien, pero hay mucha gente que está fregada”. No siempre fue así, aclara Benigno. “Cuando llegué a Yapacaní, no había nada; en la plaza sólo había caballos y barro. Cuando cosechábamos el arroz, teníamos que llevarlo nosotros mismos hasta Portachuelo para poder vender; y no siempre lo podíamos hacer, porque el camino se ponía intransitable”. Eran tantas las dificultades y tanta la imposibilidad de que alguna autoridad o institución del Estado los escucha y resuelta sus problemas, compartidos con otros productores, que Benigno y Benita también abrazaron la idea de participar de comités, asociaciones y cooperativas para buscar soluciones por su propia cuenta. Fue así que Benigno llegó
a ser parte de los sindicatos agrarios de su zona, sobre todo del Sindicato “15 de Agosto”. Tanto esfuerzo valió la pena, como lo demuestra la actual bonanza de Benigno y Benita, que se refleja en lo que cosechan cada año. En promedio, producen 200 hectáreas cada año, de 3 mil a 4 mil fanegas por gestión. Si bien al principio el trabajo lo realizaban con machete, luego lo hicieron con moto-sierra, después con tractores y ahora hacen todo sólo con maquinaria. “Tenemos varias maquinarias completas para lo que es agricultura”, dice Benigno. Dependiendo de cómo sea la siembra y en qué tiempo la realizan, contratan unas 20 personas, entre trabajadores de campo y choferes. Cada uno tiene su área de trabajo, a los que hacen servicio se los ocupa unos tres meses. De hecho, al entrevistarlos podíamos ver centenares de bolsas de arroz estocadas en galpones dentro del Ingenio.
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l principal logro del tarijeño Andrés Cruz Díaz fue independizarse. Cómo no, después de haber trabajo durante veinte años, desde sus 12 años, en la zafra y como empleado. Sus hijos cosechan sus logros y la responsabilidad de administrar todo lo conseguido.
Andrés Cruz, de empleado a patrón A
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ndrés Cruz Díaz sale de en medio de uno de sus cañaverales a un camino que colinda con una tierra que está lista para la siembra. “Esta es una caña de primera calidad, UCG 90-20”, indica. Un camión arrastra una chata con caña, “pasémoslo por un costado, si se puede”, le dice al tractorista. Luego se dirige a nosotros y señala: “Aprendí a trabajar como carpidor, corta-caña, tractorista, chofer y ahora ya soy patrón”, afirma complacido. Tiene una extensión de tierra en Portachuelo que se llama “El Bañadito” y otra en San Juan de Los Amarillos. En cada una posee 100 hectáreas. Una cantidad extraordinaria para quien hace solo un par de décadas no tenía ni un pedazo de tierra y trabajaba en siembra y cosecha ajenas. O para quien luego de mucho esfuerzo comenzó a cortar su propia caña, alcanzado máximo 30 toneladas, y ahora entrega 14.500 toneladas de caña a los ingenios cruceños. Parece mentira, pero sólo para quien no vivió lo que pasó Andrés desde antes de migrar de Iscayachi, cantón de la provincia Méndez de Tarija, al oriente boliviano. Tenía 12 años cuando se vio obligado a ese traslado, necesitado ya de trabajo. Era 1964 y la única posibilidad de trabajo entonces estaba en la zafra. “Llegué para ser zafrero, en una campaña, pero me quedé porque me agradó el clima, con el trabajo siempre uno agarra plata y cambia la figura, vi que era mucho mejor que el lugar donde yo nací”, dice ahora. Según relata, en Tarija la situación en esos años era difícil, “uno nunca conoció una camisa buena, un pantalón, he sufrido bastante y, entonces, al ver que otros muchachos mayores que yo se venían a Santa Cruz, yo también opté por venirme porque siempre escuché que Santa Cruz era buena tierra y que había bastante trabajo”. Se enganchó con un grupo de 60 personas de diferentes partes de Tarija, de las cuales fue el único que se quedó en Santa Cruz, pues el resto con el tiempo retornó a Tarija. Andrés trabajó en la propiedad www.semanariouno.org
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“La Victoria” de Pablo Fernández, donde permaneció tres años. “Yo no veía mucho la cara del patrón, más eran los administradores y capataces. Nos pagaban en sobre cerrado, con nombre y apellido, no contábamos plata, poco le conocí al dueño de la propiedad”, recuerda. El pago por su trabajo era cada 15 días, y tras recibir su paga, viajaba a Santa Cruz de la Sierra subido en una chata que el patrón ponía a disposición de todos los trabajadores. Luego pasó a la propiedad de Rolando Gutiérrez en “La Abra”, donde trabajó diez años. Buscando un mejor salario conoció otros patrones como Hernán Arredondo, en Minero, que “fue el cañero más grande del Norte cruceño en esa época”. A los 20 años empezó a forjar su ansiada independencia, obtuvo una extensión de tierra, pero conservó su empleo. Andrés no se queja ni de sus antiguos patrones, ni del duro trabajo que hacía: “cuando el patrón es bueno, no hay empleo malo”, dice. Y eso se da cuando se trata bien al empleado, cuando se lo ayuda. Discriminación, sí, pero ni tanto A diferencia de otros migrantes, Andrés Cruz sí confiesa haber sentido discriminación. “Al principio, como pensaban que yo era colla, era discriminado por la gente oriental, a uno lo trataban de colla, de indio, pero con el tiempo eso fue cambiando y ahora me trataron bien”. En todo caso, dice Andrés, más pesa la gente que lo ayudó en sus tiempos mozos: “Por lo menos no trataron de abusar, como cuando uno es indefenso por la edad que tiene”. Así como tuvo suerte de encontrar gente que lo ayudó cuando no tenía nada más que su fuerza de trabajo, él dice que también la tuvo cuando conoció a la mujer de la que se enamoró, con la que luego se casó y comenzó a fortalecer su patrimonio. Ella también era migrante. Por supuesto que nada de todo lo logrado fue sólo fruto del azar. “Pude crecer, gracias a Dios y a que siempre
Andrés Cruz logró emanciparse laboralmente cuando se privatizó el Ingenio Azucarero Guabirá. De una siembra de 26 hectáreas de caña, pasó a 14.500 hectáreas.
“La caña es una planta bendita, nunca pensé estar donde estoy, pero querer es poder y realmente hemos ido trabajando duro y parejo con mi familia, lo que significó levantarme a las 3 ó 4 de la mañana y siempre ser optimista” trabajé honestamente, con la moral en alto, haciendo mucho sacrificio. Por eso progresé mucho en relación a mis paisanos, a los familiares que se quedaron en mi pueblo. De eso ellos se admiran, pero yo siempre les digo que a mí me costó mucho sacrificio”. Un sacrificio también valorado por las familias con las que trabajó cuando aún no era solvente. “Es que siempre fui respetuoso –dice- y nunca me creí distinto o mejor que los demás”. Una enseñanza que transmite a sus cinco hijos, dos de ellos profesionales –uno es agrónomo; otra, enfermera- y tres se dedican a la agricultura, como empresarios, al igual que él. Pero sus hijos han comenzado a trabajar, sin tener que pasar tantas penurias como las que Andrés padeció cuando arrancó como zafrero. Por suerte, dice él, que destaca también que esas mejoras se notan también en la calidad de la producción que logran los tres que le siguen el camino en el agro. “Ahora ya sabemos que hay que rotar cultivos, para
que la tierra no se canse; que hay que darle vitaminas. Que podemos usar la tecnología para mejorar la calidad del cultivo y del trabajo en el campo, a la vez que generar trabajo también de calidad para la gente que lo necesita”. En su caso, gente venida de Isoso. Y algo más. Sus hijos ya conocen la ventaja que representa el trabajo asociado, la participación en la creación y fortalecimiento de instituciones que representan al sector y que les han permitido sortear todo tipo de dificultades. Que lo diga Andrés, que viste con orgullo la camiseta de la Federación de Pequeños Cañeros de Santa Cruz, institución que preside, y lleva puesta con no menos orgullo una gorra del Ingenio Azucarero Guabirá, del que forma parte. Antes ya fue presidente de la Cooperativa Agrícola San Félix Ltda. “Para mí es importante que el agricultor se relacione con empresas, instituciones, cooperativas y principalmente con la empresa donde o con quien trabaja”.
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s cochabambino de nacimiento, pero cruceño de corazón. Benjamín se jacta de ello sin complejos, porque la felicidad está de su parte. Una felicidad construida en Santa Cruz, de la mano de una familia numerosa.
Santa Cruz le cambió la vida a Benjamín Arana L
a alegría en la familia de Benjamín Arana Panozo es contagiante. Por lo numerosa, dice él, que presenta con orgullo a sus ocho hijos nacidos en Santa Cruz: Carlos Alberto, Elvis Jorge y Rosario son profesores, Raquel es auditora, Nicolás es obrero, José Luis radica en España, Noel estudia contaduría pública y la última, Rosa Leny, cursa el último grado del colegio. En su hogar también viven dos de sus nietos. Los niños más pequeños se inquietan ante nuestra presencia. “Vení hijita, vení, si por vos estamos sacando la foto”, consiente Benjamín a su hija, mientras su esposa e hijos lo rodean. Le preguntamos qué se siente ser parte de Santa Cruz. Él sonríe y dice: "De eso pues me reclaman: ¿Por qué decís que soj cochabambino, si vos soj máscamba que todos?". Dos antenas parabólicas -su conexión con el mundo moderno- se muestran detrás de la familia reunida en la parte posterior de su casa en el campo. “Santa Cruz me dio un ambiente cómodo para poder vivir”, afirma. La primera vez que llegó a Santa Cruz fue para estudiar en el Colegio Berea, luego regresó a Cochabamba. Después de salir del cuartel, retornó a Santa Cruz a trabajar en agricultura. El primer lugar que conoció fue El Carmen, asentada en una de las bandas del Río Grande. Luego se trasladó a Chané Bedoya, donde tiene una propiedad. Benjamín no duda en decir que Santa Cruz le cambió la vida. Para comenzar, le abrió la mente y le ofreció muchas oportunidades para crecer. “Y yo, gracias a mis padres que me hicieron estudiar, sé captar, he aprovechado lo máximo, cada evento que me invitan lo capto, es algo que lo aprovecho”. Esa capacidad de captar dónde están las oportunidades y cómo aprovecharlas es la que llevó a Benjamín a destacarse en uno de los sectores más competitivos, como es el soyero, y ser galardonado con el “Grano de Oro” por la Asociación Nacional de Productores de Oleagi-
nosas (Anapo). “Yo aplaudo a Anapo. En primer lugar, porque a mí siempre me han considerado, no me han dicho que si era muy negro, blanco, chico o flaco; y luego, porque está ahí para apoyar al productor”, enfatiza. Cuando afirmamos que Benjamín es un productor de mente abierta a los cambios, lo hacemos recogiendo algunas de sus reflexiones, además de los logros cosechados como productor, empresario y dirigente. “Recién hubo un encuentro sobre el desarrollo humano y sobre cuánto están mermando los cultivos por la destrucción de la tierra productiva. Ese día se dijo que tenemos que acostumbrarnos a lo antiguo; yo no lo acepto, porque antes con una papa se producía 4 a 5 papas, pero ahora con la tecnología se produce 20 papas y alcanza para comer” señala y comenta con ironía lo que dijo un Viceministro, que no había que olvidar la "papa chaucha" (variedad de papa producida en América Latina antes de la colonia), que se la debía seguir cultivando y que no se debía utilizar transgénicos. “No hay otra salida, si no lo hacemos no alcanza la comida –critica Benjamín, y sigue- … haciendo una comparación del crecimiento del ser humano, es tremendo lo que dice ese viceministro; no creo que comamos nubes, tiene que haber producción... ¡desespera, tenemos que irnos a la tecnología!”. Gran conocedor de la soya, dice que “hay que sembrarla en grandes cantidades y con más tecnología, buscando mejor fertilización”. Según Benjamín, ahora la soya no es rentable debido a la plaga de la roya que es la peor de las enfermedades, en algunos casos, combatirla consume hasta el 70 por ciento de los ingresos del agricultor. Pero “no sólo de soya vive un buen agricultor”, parece decir Benjamín al recordar sus inicios en Santa Cruz, cultivando hortalizas. “Vengo de un pueblo donde se siembra mucho tomate. Así que hice un experimento y dio de lo mejor; empecé a sembrar para vender, para la gente
“No soy rico, no me gusta serlo para dormir tranquilo”, dice Benjamín Arana. Modesto, sin lugar a dudas.
“Recién hubo un encuentro sobre desarrollo humano y sobre los cultivos por la destrucción de la tierra productiva. Ese día dijeron que tenemos que acostumbrarnos a los antiguo, yo no lo acepto”. era algo nuevo que yo sacara camionadas de tomate para vender, también pimentón; ni siquiera había en el mercado pimentón, yo sembraba y sacaba camionadas de pimentón”. Luego empezó a sembrar caña, pero le resultó dificultoso por el transporte, no tenía camión, la caña se secaba. Dejó de sembrar caña y cuando empezaba a sembrar soya, se fue a vivir a Montero. Pero la novedad fue el cultivo del tomate, pues todo el producto se traía a Santa Cruz de Saipina, de Cochabamba. “En esa ocasión sembré una hectárea de tomate, daba más de mil cajones, como 20 camionadas. Recuerdo que cuando supieron que vendía tomate, venían de Saipina los encajonadores y lo vendían por tomate saipineño, que es más duro, como si fuera de allá. A partir de ahí comencé a tener muy buen vínculo social, todo el mundo me decía ‘¡Vamos al tomate, don Arana!’ Para mí era lindo que la gente venga y me compre en mi propiedad, feliz de la
vida estaba”, dice. Cómo no: entonces no necesitaba muchos controles de herbicidas ni insecticidas, el terreno era fértil y había un rendimiento de 3 a 4 toneladas por hectárea, a bajo costo. Ese espíritu emprendedor acompaña hasta ahora a Benjamín, y es el que le ha permitido destacarse no sólo por sus logros en la producción e innovación agrícola, sino también en las instituciones de las que ha sido y es parte. Entre otras, la Cooperativa Agrícola Ganadera Norte Ltda, de Chané, de la que ha sido vocal, secretario de actas –“porque sabía escribir bien”- y presidente. También, la Cooperativa Éufrates en El Carmen, de la que fue su principal gestor. Pero el insiste en decir que su principal logro no está en el campo ni en las instituciones, sino en su hogar: su familia, en la que juega un rol central su esposa, cruceña nacida en Chané, donde han construido su “casita, humilde, pero en la que no nos falta nada”. www.semanariouno.org
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o hay obstáculo que no se pueda superar, si uno es capaz de sumar esfuerzos con otros que tienen las mismas dificultades e ideales. Bernardo Yupanqui y su trayectoria institucional es la mejor prueba de ello. Con el trabajo compartido se logra llegar lejos
Bernardo Yupanqui, fortalecido por su vida institucional N
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os encontramos con Bernardo Yupanqui Mamani en el elegante salón de reuniones de la Corporación Unagro. Su disposición para atendernos es única, viste una sencilla ropa de calle. Además de productor agrícola, es técnico agropecuario formado en la Escuela Técnica Agropecuaria de Muyurina, y egresado de la carrera de Derecho. Está preparando su tesis para conseguir su título. Bernardo tenía 14 años cuando dejó Cotagaita, en la provincia potosina Nor Chichas, para migrar a Santa Cruz, después de un paso breve por Oruro y Cochabamba. La motivación fue la misma que impulso a cientos de miles de otros bolivianos a migrar hacia el oriente boliviano: búsqueda de mejores condiciones de vida. Alcanzar ese ideal no fue tarea sencilla, como recuerda ahora Bernardo, que comenzó como jornalero, en la cosecha de arroz, siguiendo los pasos de dos de sus hermanos que en 1964 ya trabajaban en Santa Cruz. Pero antes de comprar sus primeras parcelas, volvió a Potosí a ver a sus padres y a cumplir con su servicio militar. No se acostumbró y decidió regresar a Cuatro Ojitos, donde consiguió comprar sus primeras veinte hectáreas en las que sembró maíz y arroz. En poco tiempo Benjamín amplió sus cultivos a la caña de azúcar, que se convirtió en su principal cultivo, aunque también produce arroz, dependiendo de la campaña. Trabaja además con frejol, sorgo y trigo. Produce unas 65 toneladas de caña en 40 hectáreas. Tenía preparadas 60 hectáreas de arroz, pero debido a las inundaciones las perdió. Su trabajo ahora es mecanizado, cuenta con tractores, chatas cañeras y otros equipos. Un gran avance que sólo fue posible después de años de trabajo duro y de mucha paciencia para no dejarse vencer por las adversidades. Cuando comenzó su trabajo como agricultor, también hizo otros trabajos buscándole a la vida. Los domingos vendía carne, picolé y hasta trabajaba como peluquero en www.semanariouno.org
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las comunidades donde había feria. Es que la vida en el campo no era fácil para un colono, recuerda. “Al principio era trabajar con hacha y machete, no había agua potable, no había caminos, apenas había un sendero y no se podía entrar en cualquier época”, indica. “No hubo orientación de parte del Gobierno, ni apoyo de nadie, fue sólo con el criterio de la gente. En la cola para entregar caña al Ingenio San Aurelio, que era hasta el Cristo Redentor, se demoraba 24 horas para la entrega”, afirma. De la mano de
las instituciones
Su esposa -que también es de Cotagaita- vino a Santa Cruz y se pusieron a trabajar juntos, dos semanas para otros y otras dos para ellos. “Es bueno reconocer a la mujer, la compañera de uno es importante, ella es la que ve por la economía, la familia, la casa; como todos hemos nacido de mujer, yo la saludo, nuestro respeto y admiración a la compañera mujer”, expresa. Con ella tuvo seis hijos, cinco varones y una mujer. Uno es ingeniero agrónomo, otro es metalurgista, el tercer es mecánico agrónomo, otro es técnico agrónomo y electricista, el último es ingeniero en sistemas y contador; la mujer está estudiando Abogacía. Todos ellos han ayudado, dice Bernardo, a consolidar los logros construidos desde cero por él y su esposa. Unos logros a los que se suman los que Bernardo ha conquistado también en una trayectoria institucional amplia e impecable. Bernardo fue dirigente en la Subcentral de Campesinos, ejecutivo de las Cuatro Provincias del Norte, cofundador de la Federación de Colonizadores de Santa Cruz y de la Confederación de Colonizadores de Bolivia, presidente de la Federación Nacional de Arroceros de Bolivia, cofundador y accionista del Ingenio Azucarero Unagro, dirigente en la Federación Nacional de Cooperativas. A través de esas funciones llegó a ser director en la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO). Actual-
De Potosí a Minero, una trayectoria que le cambió la vida a Bernardo Yupanqui, a su esposa y a sus seis hijos.
“No hubo orientación de parte del Gobierno, ni apoyo de nadie, fue sólo con el criterio de la gente. En la cola para entregar caña al ingenio San Aurelio, que era hasta el Cristo Redentor, se demoraba 24 horas para la entrega”. mente es dirigente de la Asociación de Productores de Arroz y de la Asociación de Pequeños Productores del Norte. Y además, fue fundador de la Asamblea de Derechos Humanos en Minero y concejal por el mismo municipio. Por su actividad institucional, se precia de conocer muy bien el país –“como pocos bolivianos”, dicepues ya viajó por los nueve departamentos. “He viajado por las tres capas ecológicas de país, conozco la idiosincrasia de los bolivianos”, dice. También estuvo en Argentina, Perú, Brasil Paraguay, Colombia, Venezuela, Uruguay, España y China Popular. “Andando uno aprende muchísimo, la vida que he llevado ha sido una gran universidad para mí, todavía hay mucho qué hacer”, manifiesta. Es lo que también quisiera para cada uno de sus seis hijos. Con semejante trayectoria, es difícil lamentarse de haber sido discriminado, dice Bernardo, aunque en algún momento pudo haberse sentido como una persona de segunda. “Eso dio lugar para que nos organicemos más para trabajar en lo fundamental por el bienestar de
la familia, de la comunidad y la provincia donde vivimos; en la salud, educación, en vinculaciones camineras, viendo que se industrialice, como los ingenios azucareros, los graneros y otros complejos industriales”, sostiene. Según él, “no es la población en general que discrimina, sino pequeños grupos. Bolivia, Santa Cruz, es de los boliviano”. Y asegura que quienes han venido a trabajar al Oriente boliviano son “más cruceños que cualquier otro cruceño, porque cumplimos con nuestros deberes aportando a la vinculación caminera, en la forma de asentamientos humanos, en desarrollo de la producción agropecuaria”. Bernardo Yupanqui dice haber dado toda su vida por el desarrollo agrícola del Norte cruceño y ahora su deseo es aportar al lugar donde nació, con los conocimientos que ha adquirido. Sobre todo, en la visión educativa. “Ahora tengo mejor visión de las cosas, he asistido a cursos, seminarios, talleres, estoy en condiciones de compartir mi experiencia. Hay que colaborar, hay que ser solidario con la gente que más necesita”.
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a tristeza de no tener traje a estrenar para la fiesta de su pueblo le cambió la vida a Faustino Castillo. Por eso dejó Lanza y se aventuró a Santa Cruz. Una historia llena de enseñanzas y marcada por la fe. Emplea a 200 personas y aprovecha la tecnología.
Faustino Castilo, agradecido a Dios y a la tierra camba que lo acogió F 18
austino Castillo Morales nació en Choro Sacramento, cantón Lanza de la provincia Inquisivi de La Paz. Allá trabajaba día y noche y descansaba pocas horas, hasta que uno de sus hermanos le habló de Santa Cruz. “Yo me vine con la ropa en el cuerpo a Santa Cruz, un 13 de septiembre de 1969, a los 22 años. Recorrí 87 kilómetros hasta el Norte, a la Colonia San Juan de Los Amarillos, a la faja 6 de Agosto; ese fue el inicio de mi vida en esta tierra”, señala. Curiosamente, fue la falta de ropa lo que le hizo decidirse a dejar Choro Sacramento. “Cada 8 de septiembre había fiesta en mi pueblo y yo siempre estrenaba traje en esa fecha. Pero ese año, 1969, no tuve traje para estrenar y me entristecí”. Estaba dispuesto a todo para salir adelante, y así lo hizo. Pero no le gustó su primer trabajo, como mozo, y decidió aventurarse en el monte. Ahí comenzó su verdadero sacrificio. “El récord de mi sufrimiento fue el recorrido que hice en bicicleta desde esa comunidad en la provincia Ñuflo de Chávez hasta San Juan de Yapacaní, el corazón de Ichilo, cruzando el Río Grande con mi bici al hombro; no lo hice por deporte ni por jactancia, sino porque no tenía ni un solo centavo en el bolsillo, ni para tomar un vaso de mocochinchi”, dice. Siguió trabajando de todo, hasta que vio la oportunidad de comprarse sus primeras 20 hectáreas. “Antes alguien me había sugerido tomar las tierras de Raúl Bedoya, que ya habían sido asaltadas. Pero recuerdo haber pensado: Yo no he venido a tocar los bienes de nadie, sino a hacer mi vida con el sudor de mi frente. ¡Gloria a Dios que hoy lo he podido lograr!”. Lo que hizo Faustino fue vender una yunta de bueyes que tenía en La Paz y, con la ayuda de una tía y de un amigo, Emiliano Quevedo Severiche, pudo comprar
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y sembrar caña en esas veinte hectáreas. Fue el comienzo de una seguidilla de compras que siguió con otras seis parcelas de 130 hectáreas en Colonia Berlín, que hoy ya suman 10 parcelas, es decir, 200 hectáreas. A esas se fueron sumando otras, que Faustino toma como una herencia espiritual y de formación que él y su esposa dejarán a sus hijos: 80 hectáreas en Puesto Fernández, 75 en San Pedro, 30 en Saavedra, 50 en Sara y 200 hectáreas en Minero, cerca de 500 hectáreas en total. Faustino espera que sus hijos sean bendecidos por Dios como lo ha sido él. “Para mi primer cultivo cargué caña picada y recorrí cinco kilómetros a pie, para poder venderla; las había sembrado con la ayuda de cuatro peones. Hoy puedo producir 32.000 toneladas, gracias al Señor". Sumando la producción de sus hijos, que ya se dedican a cultivar las tierras recibidas de herencia, la familia llega a cosechar 50.000 toneladas por año. Los hijos de Faustino están produciendo caña de azúcar, arroz, soya, trigo, maíz y sorgo. A diferencia de lo que tuvo que enfrentar su padre, ellos no tienen que realizar el trabajo agrícola a pulso, pues Faustino ya les dotó de siete máquinas de gran envergadura, entre cargadoras de caña, cosechadora de grano, fumigadora, tractores agrícolas y los “10 camioncitos” que posee con orgullo; uno de ellos, de color naranja, su preferido porque fue el primer camión que pudo comprar. “Dios me mandó este camión desde Brasil, que jamás había soñado tener”, Además de una retro-excavadora para drenajes que está importando de Estados Unidos. Toda esa maquinaria le permite a él y a sus tres hijos asegurar buena producción. Dependiendo del clima, producen además de las casi 50 mil toneladas de caña, alrededor de 20 fanegas de arroz por hectárea
en Urucú, a 20 kilómetros de Portachuelo, donde da empleo a 200 personas. Faustino aclara: tienen maquinaria para aliviar el trabajo duro, pero no se aferran a ella en toda la cadena agrícola, porque siempre están buscando cómo generar más trabajo para la gente. Por eso, dice, el corte de la zafra es manual y el carguío mecánico. Además de la producción, Faustino genera ingresos y trabajo con los servicios que presta a otros productores en carguíos y transporte de los productos cosechados. Pero no todo ha sido color de rosa en su vida, dice él. Si no fuera la fe puesta en el Señor, añade, nada hubiera sido posible. Una fe que está presente en cada acto y gesto de Faustino. Por ejemplo, siguiendo el precepto bíblico, paga impuestos en seis municipios donde trabaja y produce: Montero, Saavedra, Minero, Alonso Fernández, San Pedro y Sara. Recordando sus dificultades, dice que como todo hombre de Dios, tiene sus pruebas: su esposa se halla delicada de salud. “Hoy estoy con un pie en Santa Cruz y otro en Cochabamba por la salud de mi esposa, nos sacrificamos mucho, el sacrificio que hicimos no ha sido poco”, enfatiza, y destaca: “Mi señora vale más que el oro, ella es luchadora y revolucionaria. ¡Gloria a Dios, bendito sea siempre el Señor, mi esposa es mi puntal!”. Como todos los productores que comenzaron de abajo, Faustino también tuvo dificultades con el dinero. Y tuvo que recurrir a los bancos. El primer crédito que obtuvieron como familia fue gracias a que su esposa era socia de la Cooperativa de Aho-
Faustino Castillo trabaja todos los días para que los bolivianos “no seamos inmigrantes en nuestra propia tierra, porque Bolivia es de todos”. Vive en Montero.
rro y Crédito San Gerardo, en Oruro. “Si no era mi esposa, yo no hubiera podido sacar crédito, y no es que los bancos no quieran dar créditos, sino que también hay desconfianza porque prestan la plata que no es de ellos”, reflexiona, y recuerda que el primero que le prestó dinero fue el Banco Santa Cruz, aunque hoy trabaja con el Banco Económico. A la fecha amortiza un crédito, “porque el desarrollo va con el apoyo económico, si no hay éste no hay desarrollo, aunque den millones de hectáreas de terreno no vale nada”. Sin apoyo económico no hay nada, y sin vida institucional, tampoco, añade luego al destacar su paso por las instituciones del sector productivo. Para comenzar, por la Asociación de Productores Campesinos y Productores Agrícolas que se fundó en 1972, año que empezó a dedicarse al cultivo de la caña. “Dios hizo que yo entre a ser cañero, porque yo nunca había pensado serlo, ya que el cupo era más caro que la caña”, dice. Aunque en realidad su trayectoria institucional arrancó cuando tenía 12 años, como dirigente en Choro Sacramento, adonde regresa siempre y donde ya inauguró dos escuelas. La trayectoria institucional de Faustino Castillo incluye su dirigencia en la provincia Ñuflo de Chávez, fue co-fundador de la Federación de Cañeros Campesinos y Productores Agrícolas de Santa Cruz; también en la Cooperativa del Norte Cruceño, la Asociación de Cañeros Guabirá y la Federación de Cañeros Santa Cruz; además fue Presidente de la organización “San Isidro” en Portachuelo.
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ació en Potosí, se crió en Argentina y allá conoció la discriminación. En Santa Cruz se siente respetado y asegura que el futuro se construye sólo con trabajo. Pide a las autoridades que no falte el diésel.
Sabino Acsama Segovia: lo que se siembra, se cosecha S abino Acsama Segovia, nacido en Cotagaita, provincia Nor Chichas de Potosí, pide que no falte el diésel y que se abran mercados. Si bien fue criado en Argentina donde sus padres habían migrado, vino a Santa Cruz a los 22 años de edad, contratado para la zafra, y de esa forma se radicó en el Oriente y trabajó en el Ingenio Alcoholero Santa Cecilia hasta 1970. Después adquirió un terreno para trabajar y así fue prosperando. "Gracias a Dios me fue bien, me casé, hemos trabajado juntos con mi esposa y hemos venido a ser pequeños empresarios", manifiesta. Tiene un hijo que es agricultor y también estudia Leyes, mientras que sus nietos estudian Medicina. Se estableció en un lugar denominado “El Tajibo”, en el cantón Los Chacos. Comenzó cultivando arroz, maíz, yuca, maní y hortalizas. En 1972 sembró caña a partir de 5 hectáreas y fue creciendo, después se cambió al rubro de la soya. Actualmente cultiva caña en 140 hectáreas. Para sus labores agrícolas cuenta con un tractor, chatas, camión y cargadora de caña.. Al servicio de los demás y se siente camba Sabino dice que desde joven le gustó colaborar a los demás, fue Corregidor en su comunidad, Secretario General del Transporte, tres años Presidente en la Cooperativa "Copaibo", y es Subalcalde de su comunidad. Actualmente Presidente de la Asociación Civil de Cañeros "Bolivia Productiva", que aglutina a 80 socios. Sabino, habiendo estado en Argentina dice haber conocido la discriminación. En cuanto a Santa Cruz, dice que se siente más camba que cualquiera, y que todo el mundo lo respeta, así como también él respeta a los lugareños, "esa la forma de vivir en la vida, el respeto mutuo". Para Santa Cruz, sólo tiene buenos conceptos, diciendo que esta tierra "es bella", pero además, que el departamento es el primer productor,
"un tesoro nacional" que aporta con el 40% en el rubro de alimentos, y que los productores pagan impuestos al Estado. Tierra de oportunidades, pero pide diésel y mercados “El que no siembra no cosecha, vale la pena sembrar; el que siembra en buen terreno tiene buena cosecha", sostiene con firmeza. Para él, Santa Cruz es una tierra de oportunidades, que permite progresar, a diferencia de donde él nació. "En nuestro pago (Cotagaita) no hay desarrollo, no hay donde crecer y hasta de alimentación se sufre, en medio de las cañadas no hay dónde salir, aquí todo lo tenemos servido, siempre y cuando lo hagamos pensando, y hacerlo bien para nuestro futuro". ¿Qué puede pedir a las autoridades alguien que sabe lo que quiere, que tiene experiencia en producir y que se siente orgulloso porque está viendo de que haya más trabajo y tranquilidad para producir?" Sabino afirma que, "para el agricultor tiene que haber suficiente diésel y mercado, para invertir y generar empleo, para que llegue la plata y también para que salga". Solicitado un mensaje de Sabino para el país, responde lo siguiente: "Yo les diría que trabajen, que no piensen en la destrucción de su hogar, que no piensen solamente en la fiesta, en los churrascos, eso no es para un pobre que trabaja, que quiere progresar para el futuro de su familia", recomienda a todos los bolivianos. También se refiere a sus paisanos-migrantes en Argentina que sólo piensan en el churrasco del día, sin pensar en el futuro de mañana y reitera: "Les diría que trabajen, que hagan futuro, que prosperen, que salgan de la miseria y no como nuestros abuelos que pensaban para su día y no para el día de mañana", reflexiona. Sabino también echó raíces en Santa Cruz. Se enomoró de la tierra productiva que le permitió desarrollarse como agricultor y dirigente de instituciones
Se crió en Argentina y aprendió a valorar el esfuerzo viendo cómo otros se la pasan en fiestas y no progresan.
“En nuestro pago no hay desarrollo, no hay dónde crecer y hasta de alimentación se sufre, en medio de las cañadas no hay a dónde salir; aquí todo lo tenemos servido, siempre y cuando lo hagamos pensando hacerlo bien”.
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orado llegó a tierra camba a los 21 años. Trabajó como cargador y carpidor. Ahora es el presidente de la Unión de Cañeros Guabirá y es dueño de 140 hectáreas con las que produce alrededor de 7 mil toneladas de caña. Su cultivo está mecanizado.
Francisco Dorado, un potosino líder de los cañeros en Santa Cruz E 20
l trabajo en la agricultura lo realiza hace más de 30 años y es uno de los principales dirigentes de los agricultores de caña. Francisco Dorado llegó a Santa Cruz en 1976 a la edad de 21 años, en busca de oportunidades que le permitieran salir adelante. Proveniente de Potosí, Francisco dejó su tierra por falta de incentivos. “Llegué a Montero y comencé como trabajador rural. Este es un trabajo duro, no es sencillo ser trabajador de campo. La diferencia de lo que es ahora la ciudad de Montero a la de aquel entonces es grande, de hecho en el casco viejo había todavía monte, no estaba la ciudad establecida, igual que la ciudad capital que ha crecido bastante", recuerda. Agrega, “cuando llegué trabajé de cargador en una desmotadora, después me fui a carpir algodón, caña y a veces no podía ganarme ni para comer. Es complicado para aquel que llega, es difícil establecerse, porque el que me daba trabajo tenía que conocerme para confiar en mí; entonces, ganar la confianza de la gente fue difícil, yo sé que es difícil; pero eso no sirve para que uno sea un resentido, sino ser agradecido con esa gente porque le dio el apoyo para salir adelante”, afirma. Este potosino sabía que en Santa Cruz podía llegar a conseguir grandes cosas. En ese momento las oportunidades las tuvo, aunque fueron muy sacrificadas las tareas, como él mismo cuenta, sin embargo tenía sus objetivos claros y eso solo lo conseguiría con mucho trabajo y ahorro. “En mi caso comencé a ahorrar para comprar mis primeras 6 hectáreas y así comenzar en la agricultura”, comenta. Al inicio de su actividad agrícola sembraba maíz en el terreno que consiguió y caña en otro prestado. “Me transformé en legítimo productor de caña, entrego aproximadamente unas 7 mil toneladas al Ingenio Guabirá y tengo unas 140 hectáreas. También sembraba arroz pero lo he dejado porque la ca-
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ña ocupa todo el terreno que tengo”, señala. Dorado añade que el crecimiento de la producción obliga a implementar nuevas tecnologías para los cultivos. “Hoy ya sembramos de una manera diferente, mi cultivo en su mayoría es mecanizado, tengo mi tractor y siembro de otra forma”, aclara. Posee una infraestructura de trabajo agrícola modernizada: tractores, camiones y adquirirá próximamente una máquina integral para seguir creciendo. Sin embargo, don Francisco también ha demostrado su capacidad de liderazgo. En la actualidad es presidente de la Unión de Cañeros Guabirá (UCG). “Es la más grande y más organizada del país. Aglutina a 42 instituciones y estamos cerca de los 1.500 productores” indica. Su carrera como dirigente ha ido en ascenso. Fue tesorero en la Cooperativa Nueva Aroma; Presidente de la Federación de Pequeños Cañeros y tesorero primero. “Para mi es algo increíble lo que yo pude hacer trabajando en forma honesta y sacrificada, porque para lograr ser presidente de esta institución uno tiene que hacer méritos. No tenía nada y ahora tengo una capacidad de producción de 7 mil toneladas de caña. También es un logro importante como boliviano que soy”, enfatiza. Don Francisco se casó con una cruceña, de padre cochabambino y hecho raíces en tierra camba. Tiene dos hijos, uno es ingeniero electromecánico y el otro está por concluir ingeniería en agropecuaria. “He cumplido como padre y espero que todos los ciudadanos que han llegado aquí, hagan lo mismo para el futuro de nuestros hijos, y sobre todo, por nuestro pueblo y nuestra Santa Cruz”, manifiesta. Dorado tiene el sueño de lograr desde su posición mejores condiciones para los productores y conseguir recursos a través de la banca. Los pequeños productores no pueden llegar hasta
Es accionista de una industria modelo y además preside la organización más grande de productores de caña.
“Es difícil establecerse, porque el que me iba dar trabajo tenía que conocerme para confiar en mí. Ganar la confianza de la gente fue difícil, pero eso no sirve para que uno sea un resentido, sino para ser agradecido con esa gente”. el sistema financiero, pero la UCG lo hace y consigue recursos para modernizar y tecnificar el cultivo de la caña. “En la actualidad soy accionista del Ingenio Azucarero Guabirá, una industria modelo. Por eso me siento contento, la Sociedad funciona, es increíble una institución de cañeros, trabajamos en forma coordinada y sin pelear. Todos tiramos el carro para un solo lado que es el engrandecimiento, no solamente como institución y como Ingenio, sino también con nuestro pueblo", afirma. El dirigente cañero considera a la institución gremial que representa, como la mejor, porque genera fuentes de trabajo y le da importancia al aspecto social. Destaca que se está trabajando en las Buenas Prácticas Laborales. “No se si otras instituciones tienen lo de nosotros, trabajamos para concienciar a nuestros productores, enseñarles cómo tienen que trabajar, también a esa gente que viene a ser parte de nuestro trabajo porque esta cadena del rubro azucarero es inmensa, genera muchas fuentes laborales”, apunta. Don Francisco afirma nunca ha-
berse sentido discriminado, “falta de apoyo, sí”, indica. “Uno tiene que conseguir todo a base de sacrificio, de trabajo, para poder salir adelante. Discriminación nunca sentí, en los lugares que estuve me sentí bien recibido y bien tratado, y gracias a eso también pude expandirme como ciudadano en este pueblo, en el roce con la gente oriunda”, comenta. El principal dirigente de la UCG muestra su elevado espíritu humano. Por ello vienen a su mente el recuerdo de la pobreza que dejó atrás en su terruño, evoca el sufrimiento de su madre, y se conmueve, pero reacciona y reconoce que “gracias a la gente linda de este pueblo, a los cruceños más que todo, que me han apoyado para ser lo que soy; no solamente mi trabajo, también ellos han reconocido mi condición de productor, de ciudadano, de dirigente para poder salir adelante; porque nadie puede superarse sin el apoyo de nuestras bases y de la gente que nos rodea, y al final, uno tiene que corresponder a ese apoyo para hacer una buena gestión, para el beneficio de todo nuestro gremio”, concluye.
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ulián Cruz Noguera llegó a Santa Cruz a los 12 años de edad. Trabajó la tierra junto a su padre. Tiene 41 años de trayectoria en la agricultura. y en la actualidad es dueño de 200 hectáreas y maquinaria pesada para el desarrollo de su actividad.
Julián Cruz echó raíces en Santa Cruz y trabaja por el desarrollo
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a historia de Julián Cruz Noguera en la agricultura lleva muchos años. Nació en el cantón Caiza “D”, provincia Linares del departamento de Potosí. A los 12 años de edad llegó a la localidad de San Julián traído por su padre en la primera colonización de esa zona. Aunque tenía poca experiencia en la vida y sin saber las oportunidades que se le presentarían, Julián trabajó al lado de su progenitor en busca de mejores días para ellos. Sin saberlo, el pequeño Julián comenzó a conocer las virtudes de la tierra y a producirla con mucho esfuerzo. "Todo era monte no había caminos, apenas una senda. El año 1969 recibí del Gobierno una parcela de tierra de 50 hectáreas, desde entonces hemos trabajado en la zona de San Julián, mucha gente se fue porque no había agua, caminos, trabajo; había producción pero no había por dónde sacar los productos. Son 41 años que estoy trabajando aquí y voy a seguir porque ya tengo mi familia, y estoy trabajando en la agricultura como empecé", manifiesta parado en medio de un "mar verde", de su últimasiembra de grano. Ahora Julián es un ejemplo de perseverancia, porque como él muchos tuvieron el temple para continuar a pesar de las adversidades que se les presentaron. Comenta que cuando se inició en la agricultura se trabajaba con hacha y machete para tumbar el monte, no había tecnología, sembrar a pura matraca y cosechar a pulso era parte de la rutina. Sin embargo, hace unos 15 años empezó a sustituir las herramientas rudimentarias por maquinaria, y ahora realiza su trabajo agrícola con tecnología.
“Con el tiempo pude ahorrar y me compré un tractor y después otro. Tengo dos cosechadoras, con más los implementos, estoy a pull con maquinaria, no me falta casi nada”, afirma el productor. Inicialmente sembró arroz y maíz, posteriormente soya. “Dio buen resultado y sigue dando, antes era una vez al año ahora ya son dos veces. En invierno siembro soya y en verano girasol, también trigo y sorgo, así es como avanzamos”, señala. Comenzó a trabajar con poco y hasta ahora ha progresado bastante: en la actualidad siembra 500 hectáreas, de las cuales 200 son de su propiedad. Este año cosechó 1.100 toneladas de soya, el año pasado fueron 300 toneladas de girasol y 100 de sorgo. Según Cruz la zona de San Julián es muy productiva, el mercado de Santa Cruz no abastece por lo que se necesita el mercado internacional para la colocación del grano. Hace dos años el precio del girasol bajó porque no había exportación, de 400 dólares a 150, por ahora se mantiene a ese precio porque nadie quiere comprar. Por otra parte, quienes compran el producto ponen su precio, y eso a veces desmotiva una mayor producción. Consultado sobre la existencia o no de discriminación en Santa Cruz, dice que él sin olvidar sus raíces se siente un cruceño más, porque ha trabajado y echó raíces en esta región. Su objetivo en tierra camba fue trabajar honestamente y así fue como pasó su vida. "De que soy colla, soy colla, pero también soy cruceño", afirma.
Cruz ha logrado el desarrollo con perseverancia en el trabajo. Ahora cuenta con el equipamiento necesario.
“Con el tiempo pude ahorrar y me compré un tractor y después otro. Tengo dos cosechadoras, con más los implementos, estoy a pull con maquinaria, no me falta casi nada. Soy colla pero también cruceño”.
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iscarra dejó muy joven su profesión como ingeniero electromecánico para convertirse en un productor agrícola más que aporta al desarrollo del sector en Santa Cruz. Lo hace con gusto y está muy feliz. Tanto, que no piensa moverse de suelo cruceño.
Guillermo Viscarra, de ingeniero a agricultor L
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a historia del migrante Guillermo Raúl Viscarra Grunig es muy diferente a la de muchos otros que llegaron a Santa Cruz buscando mejor suerte. Guillermo tenía 26 años y ya ejercía su profesión en la Empresa Nacional de Electrificación (ENDE), que tenía su base en Cochabamba. Fueron sus jefes en ENDE quienes le abrieron las puertas de Santa Cruz: lo designaron jefe técnico de un proyecto de electrificación que estaban por iniciar en el departamento cruceño. Fue así que, un 6 de mayo de 1966, Guillermo dejó Cochabamba y llegó a la capital cruceña. Le gustó tanto lo que conoció, que ya no quiso regresar a su tierra. Guillermo decidió independizarse formando su empresa en el mismo rubro en el que se desempeñaba, pero el mercado se saturó rápido y se le hizo difícil ejercer su profesión de ingeniero electromecánico, por lo que decidió cambiar de actividad y dedicarse a la actividad cañera, de la que ya había conocido bastante durante los cuatro años que dirigió el proyecto de ENDE. Además, se había comprando una quinta “para pasar los fines de semana con mi familia”, y eso lo puso más en contacto con el campo. Era una parcela de 25 hectáreas. De tener apenas “unos caballitos, para que los monten mis hijos”, pasó a sembrar caña de azúcar. Era inicios de 1990. Desde entonces hasta 2008 se dedicó solo a este cultivo, pero luego empezó a rotar cultivos “para reanimar a la tierra”, sembrando soya y trigo en invierno. Comenzó con 25 hectáreas y hoy cultiva 450 hectáreas. Guillermo ha llegado a producir 40.000 toneladas de caña. En granos, generó 1.200 toneladas de soya, y ya prepara la siembra de trigo en casi toda su tierra. Por la zona www.semanariouno.org
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la producción está en torno a 1,8 a 2 toneladas por hectárea, y estima que producirá 800 toneladas de trigo. Cuenta con un personal permanente de 8 personas para la producción cañero, que crece en la zafra, pero solo con mano de obra eventual, ya que su labor agrícola está mecanizada casi en toda la cadena. Aunque se considera nuevo en el sector productivo, celebra los logros alcanzados “no sin tener que pasar dificultades y sinsabores, como cualquier productor”. Para vencerlos, dice, aprendió del cruceño su capacidad de arriesgar y determinación de emprender cualquier actividad económica. También, su apego al trabajo institucional. Por eso se animó a participar en las instituciones del gremio. Fue director del Consejo Nacional Cañero y de la Asociación de Productores Cañeros; además de ser parte de otras organizaciones sociales y deportivas: fue presidente nacional del Karting, de la Federación Nacional de Automovilismo de Bolivia y de la Asociación de Automovilismo de Santa Cruz. Cuando se le consulta si volvería a su tierra natal, Guillermo es enfático en señalar que no. “He pasado la mayor parte de mi vida en Santa Cruz, no reniego de mi lugar de origen y nacimiento, pero debo decirles que soy un cruceño más, así me siento por lo que he recibido de Santa Cruz, por lo que hice aquí, por las oportunidades que me dieron. Creo que vamos a dejar los huesos en esta tierra, nomás”, afirma. Y al hablar en plural, incluye en sus sentimientos y deseos a su esposa Maggy Gil Quiroga, también cochabambina, aunque de familia cruceña, con quien se casó en la capital valluna poco antes de trasladarse a Santa Cruz de forma definitiva, y con la que tuvo cinco hijos, dos varones y tres mujeres.
El trabajo agrícola que realiza Guillermo se sitúa en el cantón Tocomechi de la provincia Warnes.
“Cuando llegué a Santa Cruz, la ciudad era una aldea de 63.000 habitantes, no tenía alcantarillado, el agua era de noria, la electricidad sólo era accesible por horas y no había pavimento. ¡Cómo ha cambiado en cincuenta años!”. El mayor es dueño de discotecas; con el segundo es socio en la actividad agrícola; la mayor de sus hijas es diputada suplente; las otras son profesionales, una vive en Tokio, Japón, y la última es arquitecta y vive en Houston, Estados Unidos. Tiene ya siete nietos. “Mis hijos y mis nietos son todos cruceños; en realidad ya componemos una familia cruceña”, indica. Pero a pesar de tantos años en Santa Cruz y de sentirse un cruceño más, Guillermo no pierde su acento valluno y, lejos de creerse “empresario”, dice que es un campesino más. Tanto, que habla quechua, lo que le permite comunicarse mejor con los cientos de miles migrantes que siguen llegando desde Occidente para trabajar en el agro cruceño. De esta manera, añade, logra romp er la timidez que caracteriza a los migrantes recién llegados al oriente y que, de a poco, van asi-
milando la forma de ser de los cruceños. Una forma que también ha cambiado en los últimos años. “La Santa Cruz de antaño era muy hermosa, era un pueblo del cual uno se enamoraba muy fácilmente, un pueblo simple donde no había las complicaciones de las urbes modernas. La Santa Cruz de ahora, si bien es una ciudad muy desarrollada que crece rápido, va acarreando problemas de inseguridad ciudadana y una serie de problemas”, analiza Guillermo. Y eso lo deja en una disyuntiva, ¿con cuál Santa Cruz es mejor quedarse? “Yo no sé, es muy difícil poder determinar con cuál de las dos yo me quedaría para vivir. En la Santa Cruz de antaño vivía más feliz, más tranquilo, más descansado; en la Santa Cruz de hoy, se vive más tenso, pero al mismo tiempo es admirable el progreso que tiene, también va creando comodidades para la vida de uno”.
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ay que escuchar a Ivar Perales para entender lo que padecieron quienes se atrevieron a desencantar tierras en el oriente, para hacerlas productivas. Un vida de luchas, pero también de logros, asegura el actual vicepresidente del Ingenio Guabirá.
Ivar Perales, un guerrero pero no sólo de nombre I
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var Perales nació en el cantón Paicho, provincia Méndez de Tarija. Proviene de una familia campesina que cayó en desgracia a raíz de la Reforma Agraria de 1952, quedándose sin nada, como él mismo relata. Al ponerse en práctica los preceptos de la Reforma Agraria, cada lote de terreno tenía derecho a una determinada cantidad de agua, lo que hizo debilitar las tierras en la parte alta y quedar sin agua a las tierras que tenían regadío. La ley protegía el derecho al uso del agua, y un juez administraba el manejo del agua en la región. Eso le hizo decidirse por dejar su pago y migrar a Santa Cruz, adonde ya había estado fruto del azar. Un incidente fronterizo en la población fronteriza de Yacuiba, cuando se dirigía a la ciudad de Tucumán, Argentina, hizo con que el joven Ivar Perales y 15 egresados de Agronomía de la Universidad Misael Saracho de Tarija llegaran a Santa Cruz y, hospedados en el internado de la Escuela de Agronomía de Santa Cruz, visitaran por 15 días la producción de cafetales en la cercanía, la Escuela Salesiana de Muyurina, el núcleo de Minero, el Punto IV que apoyaba logísticamente a las escuelas campesinas y otros centros. Eso fue el año 1951, cuanto Ivar tenía 19 años de edad. Llegó el año 1964 a la Colonia Cuatro Ojitos, donde permaneció por 4 años para trasladarse luego a Guabirá y de allí a Montero, donde vive actualmente. Se dedicó primero a sembrar arroz y maíz, en sociedad con su hermano. Recuerda que con ayuda del gobierno consiguieron cupo para entregar caña al Ingenio Azucarero Guabirá, y ese año comenzó a ser productor cañero. Al principio le dieron apenas unas 120 toneladas, si bien ello significaba producir tan sólo 3 hectáreas calculadas a 40 toneladas www.semanariouno.org
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por hectárea de caña. Para transportarla, compraron un camión de segunda mano, que pagaron con el flete. Al año ya tenían un camión Toyota cero kilómetros. De las 40 hectaráes con las que arrancaron los hermanos Perales, pasaron a 100 por un azar del destino. “Ya se sentía la invasión a las tierras, así que un señor Tufiño, que tenía aserradero en la zona, ofreció a varios productores de a 50 hectáreas alrededor de su propiedad, para protegerla. Mi hermano y yo recibimos de a 50 cada uno”, recuerda Ivar que posee ahora 250 hectáreas de caña y otras tantas dedicadas a la ganadería, en la provincia Santiestevan. En 180 hectáreas produce 10 mil toneladas de caña, y espera aumentar un poco este año. “Debo ser uno de los cañeros que ha tenido un crecimiento no vertiginoso, me he contentado con poco; si bien es cierto que me gusta vivir bien, mi fórmula es vivir bien con poco”. Ha incursionado en el rubro de la ganadería, siendo que la mano de obra para la zafra es una dificultad, mientras que con la ganadería se requiere menos personal. Piensa dejar en algún momento la caña para seguir con la ganadería, en función de lo cual cuenta ya con 400 cabezas de ganado vacuno. “Fuimos de los primeros productores de arroz antes de que haya San Pedro”, dice y señala que ese lugar estaba constituido por dos casas, el único habitante era don Luis Becerra y “de ahí para allá no había nadie”. Cuando se tenía que empezar la cosecha de arroz en la zona, no se podía transitar con vehículos y no se podía entrar. Por el mes de abril compraron un macho, que es el híbrido entre el burro y la yegua, en el que llevaban unas 10 arrobas de víveres para los trabajadores, eso lo hacían semanalmente, recorrían 30 kilómetros.
Afirma que se ha contentado con poco; que no es de los cañeros que han crecido de manera vertiginosa
“Ya se sentía la invasión a las tierras, así que un señor Tufiño, que tenía aserradero en la zona, ofreció a varios productores de a 50 hectáreas alrededor de su propiedad, para protegerla. Mi hermano y yo recibimos de a 50 cada uno”. El peso de las instituciones Ivar Perales es hoy vicepresidente del Ingenio Azucarero Guabirá, que representa a 1.600 accionistas, de los cuales un buen número son trabajadores de la industria. “Este Ingenio es la síntesis de la bolivianidad”, dice orgulloso. A esa vicepresidencia llegó después de una larga trayectoria como dirigente en varias organizaciones, la que comenzó en la Cooperativa Independencia de Cuatro Ojitos. Fundó la Federación Nacional de Cañeros, la que presidió en dos oportunidades; ahí nació la idea de la compra del Ingenio Azucarero Guabirá. Se creó la Unión de Cañeros Guabirá, asociación gremial que reúne el cien por ciento de los productores que entregan la caña a dicho Ingenio, con más de 40 cooperativas y asociaciones afiliadas, de la que fue presidente durante siete años. También fue director en la Fundación Trópico Húmedo. En 1970 se involucró en la dirigencia de los transportistas de la región, porque en Santa Cruz algunas resoluciones monopólicas daban lugar a que
los agentes de tránsito extorsionaran a los transportistas. “Gracias a don Juan Carlos Velarde rompimos el monopolio, y conseguimos que lleguen los camiones desde la Colonia a Santa Cruz con su producción, porque ni su carga les dejaban llevar”, recuerda. Gracias a esa participación institucional, recuerda haber resuelto otros problemas graves. Entre ellos, la falta de agua. Como cooperativa le pidieron al presidente René Barrientos que dotará de pozos de agua. “¿Cuántos necesitan?”, les preguntó. Seis, respondieron. “¡Barrientos hizo una carta al presidente del Comité de Obras Públicas de Santa Cruz, Mario Foianini, ordenando la construcción de veinte pozos!”, recuerda emocionado. Cuando Foianini leyó la carta, puso el grito al cielo “y casi nos sacan a patadas, porque era una barbaridad”. Para cumplir la orden, el Comité les exigió a los productores que hicieran 2.500 metros de destronque y de limpieza. “Cumplimos y de los 20 pozos programados se perforaron doce, desde Chané Magallanes hasta San Pedro .”
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acinto Arellano y Marcelina Barrios empezaron como empleados y ahora son propietarios de tierras y maquinaria. Lograron criar a sus 5 hijos y tuvieron éxito en la actividad agrícola. Ambos cuentan su trayectoria en el campo.
Pareja ejemplar que hizo producir a la tierra para criar a sus hijos “Llegamos a este lugar, sufrimos con L el calor y los mosquitos, pero nos acosLa voluntad de trabajo para criar a sus 5 hijos fue el principal objetivo para el desarrollo.
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a historia de esta pareja es de lucha y mucho sacrificio. “Le agradezco al Señor porque me dio la tierra prometida”, dice doña Marcelina Barrios Quispe. Mientras que por su parte, Jacinto Arellano Quimpe, trabajó en Chile en una mina de cobre. “Había que buscarse la vida; no teniendo padre, mi madre falleció en 1966, vivimos sin padre ni madre”, recuerda. La sencillez adorna a estos esforzados productores agrícolas: en su vestir, en su hablar no han perdido sus raíces pero aman y agradecen a la tierra cruceña que los cobijó. Hacen un alto en su faena de abonar la tierra para plantar caña. Según lo narrado por Jacinto Arellano, en 1960 varios de sus familiares se vieron obligados a escapar de su comunidad por su creencia evangélica-cristiana. "Venir aquí para nosotros fue una bendición, yo le agradezco al Señor porque aquí sí hay vida", señala. Supieron que estaban repartiendo tierras en el Oriente boliviano y se fueron a la Colonia "4 Ojitos". . Él y su esposa llegaron a ChanéIndependencia donde actualmente viven. Junto con sus hermanos trabajaron como empleados por 5 años, después se independizaron para trabajar solos. Su primer cultivo fue de arroz y maíz, y después caña. "Gracias al Padre porque me dio una tierra prometida, es esta tierra, este lugar Chané, aunque sea 4 ó 6 hectáreas la tierra es una bendición; cuando uno sabe trabajar,se trabaja bien", afirma doña Marcelina... . En realidad el trabajo que realizaron al comienzo era mixto, chaqueando 10 hectáreas para otra persona y para ellos. "¡La cosecha fue muy linda!", exclama don Jacinto. Después compartían 10 a 10, las hectáreas de arroz y maíz. Contrataban gente de Sucre y Cochabamba, el trabajo era todo a pulso pues no había maquinaria. "Para
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el arroz tendimos la paja, lo quemamos, se hace como rosarito así pelado", describe don Jacinto. Indica que el maíz estaba barato por lo que lo guardaron por tres meses, para luego venderlo a buen precio. "Eso nos ayudó mucho y nos pudimos levantar y, como nos criamos sin padre y madre, éramos hombres de trabajo, sabíamos cómo defendernos en la vida", explica. El trabajo familiar comenzó con 15 hectáreas que generó 40 fanegas de arroz por hectárea, luego sembraron maíz para que uno de sus hermanos llevara el producto a Sucre, Cochabamba, La Paz y Oruro. Don Jacinto compraba arroz en chala, en tanto que su esposa puso una granja de gallinas. "Hemos trabajado fuerte y duro", enfatiza. Sembraron maíz y aunque que el precio estuvo bajo, duplicaron la producción y lo vendieron en Santa Cruz ganando bien. En la venta del arroz en el interior les fue bien. En 1978, Guabirá ya era una corporación, y Jacinto y su familia comenzaron a producir primero 20 hectáreas de caña, siguieron adelante, y compraron una movilidad para hacer el trabajo. Ahora tienen 140 hectáreas que producen 4 mil 800 toneladas de caña, aunque 30 toneladas se perdieron por la lluvia. También tienen preparadas 40 hectáreas para papa. El año pasado sembró 40 hectáreas del tubérculo, la arroba la vendió apenas a Bs 7, siendo que el producto se revende en el mercado hasta en Bs 40. En la actualidad el trabajo agrícola lo hacen de manera mecanizada. "Tengo cosechadoras de grano de soya y de trigo, son cuatro, las he repartido a mis hijos, ellos tienen que administrar, yo estoy con una. Tengo dos camiones para transportar caña, una máquina cargadora, dos tractores, chata, fumigadoras, sembradoras, todo completo y una camioneta", dice con sencillez. Un año ganaron
tumbramos, es un lugar de bendición, maduran bien las verduras, algunos años hay sequía, pero no es como en el interior con helada y la granizada”
casi $us 60 mil, con lo que pudieron comprar una camioneta y un lote en Santa Cruz. Agrega que "llegamos a este lugar, sufrimos con el calor y los mosquitos, pero nos acostumbramos, es un lugar de bendición, maduran bien las verduras, algunos años hay sequía, pero no es como en el interior con helada y la granizada donde hay que esperar un año”. Doña Marcelina manifiesta que además de caña, producen fréjol, maíz, arroz, papa, zanahorias, cebolla, arveja, vainitas, remolacha, acelga, yuca y plátano. "Este es un lugar del Señor por eso yo le agradezco muchísimo. Yo vivía en el interior, algunos años a veces venía la granizada, había que esperar hasta el año siguiente; otras veces la helada, sembrábamos papa, estando floreciendo y todo se congelaba, no quedaba nada, había que esperar otro año", recuerda con tristeza. Por su parte don Jacinto manifiesta su orgullo por los hijos que tiene. “No he tenido ningún problema con ellos, tomaron una decisión y han cumplido lo que dijeron”, afirma el productor, que vino a Santa Cruz casado con doña Marcelina, oriunda de la misma región que él. La pareja tiene 5 hijos, en función de los cuales cumplieron con el objetivo de "rascar" la tierra para verlos profesionales: la primera hija es profesora, licenciada y abogada, tiene 3
carreras; la segunda es profesora de Religión, tiene un almacén, tuvo un accidente muy grave, pero Dios le devolvió la vida, trabaja en un Colegio evangélico, "es querida y respetada"; la tercera es Bioquímica, está atendiendo a la comunidad, "Dios le ha dado una inteligencia buena, ha ido a Israel y aprendió muchas cosas, ella responde como creyente", manifiesta don Jacinto; el cuarto es Ingeniero Agrónomo, cuando salió de la Universidad asumió responsabilidades, igual que sus hermanas que "se sacrificaron para obtener sus títulos". El otro hijo es Agrónomo también y está siguiendo su carrera, "él siembra papa, si quiere hacerla amarillar, la hace; si quiere verde, también, la maneja a su manera. Valoro a mi hijo porque responde, tiene respeto, es amable con su familia, nunca ha peleado", señala. El quinto es Farmacéutico, pero no ejerce su profesión, don Jacinto le dio la cosechadora para que la trabaje y administre, y ahora ya tiene una cosechadora más. Le consultamos a don Jacinto cuál habría sido la situación de sus hijos si él se quedaba en Oruro. Sin dudar responde: "difícil, no hubieran estudiado si se quedaban allí, no hubieran sido profesionales, los que se quedaron allá no son nada. En buena hora hemos llegado a este lugar, no somos tan ricos, estamos como para defendernos en la vida", reflexiona.
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obert Brockmann, ofical Nacional de Información del Sistema de las Naciones Unidas en Bolivia, estuvo en la presentación del documental y dirigió algunas palabras a los protagonistas del filme elogiando su labor en el desarrollo productivo del país.
“Santa Cruz brinda liderazgos positivos y que construyen" “
Es un enorme privilegio para mí estar en Santa Cruz, en este mi pequeño homenaje al Bicentenario del departamento. Esta no es la primera vez que veo la película, desde luego, y cada vez que la veo no puedo dejar de tener una gran sonrisa y un nudo en la garganta. Es una película profundamente emocionante. Alguien decía en la presentación en La Paz, que estamos ante la presencia de héroes, y es verdad: quiero decirles que estamos ante la presencia de héroes. Yo me siento particularmente empequeñecido ante la presencia de todas estas personas que han aparecido en la película, y quiero mencionar algunos de los nombres simplemente: Teodosia, Marcelina, Benjamín, Francisco, Jacinto, Tito, Bernardo, Tomás, Sinforosa, Lucio, entre algunos otros que aparecen en la película, mi más profundo sentido de admiración y homenaje para todos ustedes. El ex presidente del Banco Central de Bolivia, Armando Méndez, que fue el moderador en el Foro, dijo: “estamos ante gente de ñeque, esta gente nos está dando una verdadera lección de economía práctica, estamos ante gente que ha triunfado contra la adversidad y contra todas las probabilidades”. Yoriko Yasukawa, representante Residente de Naciones Unidas en Bolivia, manifestó que los bolivianos en esta época de polarización, todavía muy aguda, estamos enfrentados, sobre todo, por abstracciones como la izquierda y la derecha, el capitalismo y el socialismo, el oriente y el occidente. Pero esta película nos muestra cosas que son realmente concretas; nos pone de manifiesto que el hombre y la mujer -la persona humana- son absolutamente concretas, que tienen aspiraciones, que buscan un ingreso digno, que tienen la necesidad de cosas concretas como un préstamo en un banco para poder surgir, para poder comenzar.
Así es como funciona la vida real, como nos lo han mostrado en la película sus protagonistas. No sé si a ustedes les sucede -a mí me sucede con frecuencia- cuando vemos noticias que se refieren a Santa Cruz, como el departamento más rico de Bolivia. Y esa denominación tiene una cierta malicia, porque uno tendería a pensar que Santa Cruz viene a ser algo así como Canadá. Pero en realidad Santa Cruz sigue estando en Bolivia, y Bolivia es el país más pobre de Sudamérica. Y si bien Santa Cruz tiene la mitad de pobreza del promedio de Bolivia, sigue habiendo muchos pobres, aquí hay el doble de pobres que el promedio de América Latina. Es decir que en tierra cruceña se ha avanzado realmente muchísimo respecto del desarrollo del país. Eso está bien, es un gran mérito. Pero todavía le queda mucho por avanzar. Y es en esa Santa Cruz, que tiene tremendas limitaciones. Limitaciones absolutas de presupuesto, de dinero y de recursos. Se hace los mejores esfuerzos, se hace lo que se puede con lo que se tiene. Y es en esta tierra donde han triunfado estos hombres y estas mujeres, que salieron prácticamente de la nada, y eso es un mérito. Ha sido gracias a Santa Cruz, y probablemente no hubiera podido ser así en ninguno de los otros departamentos del país, gracias al suelo bendito que por lo visto da todo lo que se planta en él, y gracias a la gente cruceña que tiene un espíritu positivo. Benjamín Arana, destacó el hecho que aquí en Santa Cruz se dan liderazgos positivos que apuntan hacia lo constructivo; que hacen de la región lo que es. La generosidad del suelo, el clima y la gente. Pero además la sicología del cruceño, que apunta hacia lo positivo. Esta sicología emprendedora de Santa Cruz no está presente de la misma manera y en la misma intensidad en el resto del país. Santa Cruz tiene fe en su propia
Brockmann se emocionó con las historias de los productores bolivianos y elogió el trabajo de las instituciones que ayudaron.
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"En tierra cruceña se ha avanzado realmente muchísimo respecto del desarrollo del país. Eso está bien, es un gran mérito. Pero todavía le queda mucho por avanzar. Y es que Santa Cruz tiene tremendas limitaciones". mentalidad. Porque la verdadera riqueza no es precisamente la que se extrae, la que se explota, sino la que se produce. Habría que preguntarse lo que sería de Santa Cruz con políticas públicas y locales apropiadas, de largo plazo y sostenibles, equivalentes a todas estas bondades que hemos apuntado: al buen suelo, al buen clima, al liderazgo positivo, a la sicología positiva. No serían solamente estos treinta y tres. Serían centenares, serían decenas de miles quizás, no serían la excepción. Esta tierra tiene rumbo porque sabe lo que está haciendo y lo está haciendo bien. Pero un día estos ejemplos que estamos viendo no serán la excepción, serán lo normal, y ese día dejará de haber pobres, o por lo menos, los pobres
serán la excepción. Por el momento, estos treinta y tres que hemos visto son el ejemplo, son los que están abriendo senda, y Santa Cruz está demostrando que es el crisol de la bolivianidad. Estos treinta y tres que hemos visto son los más bolivianos de los bolivianos. Además son los más cruceños de los cruceños. “Yo soy más camba que los cambas”, decía uno de ustedes. Estos treinta y tres son los que ya han cumplido, son los que seguirán cumpliendo, son los que verdaderamente hacen patria. Yo les rindo mi más profundo homenaje y les pido a todos ustedes que les den a estos treinta y tres (agricultores migrantes), un caluroso aplauso de pie. Muchísimas gracias”.
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e sus 48 años, 47 los vivió como migrante en Santa Cruz. Casi todos ellos dedicados a la agricultura, arte que aprendió de su padre. Hoy preside Anapo, considerada la “poderosa” del sector productivo cruceño, tras una larga trayectoria.
Demetrio Pérez, de migrante a líder en el agro y en las instituciones D 28
emetrio Pérez tenía un año cuando llegó a Santa Cruz, junto a su familia. Su padre así lo había decidido, después de escuchar en la radio que el gobierno estaba ofreciendo tierras a los colonos, que daba alimentos y herramientas, y que los soldados los resguardaban, ya que en la zona habían muchos bárbaros...”. De Inchasi, la comunidad potosina que los vio nacer, los Pérez Flores no trajeron sino esperanzas en días mejores, además del bolsoncito con el que el papá de Demetrio llegó primero a la capital cruceña y luego a Yapacaní. Corría el año 1963. “Mi padre divisó una tierra, y sembró ahí”. Nunca más volvió a Potosí. Por eso Demetrio se crió en el campo, junto a su familia. “Recuerdo que mi casa era muy humilde, de motacú, mi madre criaba muchas gallinas, yo me encantaba recoger los
no era fácil. Tenían dificultades para trasladarse de un lugar a otro, los vehículos no podían ingresar al campo por falta de caminos y carecían de maquinarias para ayudarse en las tareas agrícolas. “El arroz se arrancaba a mano, se trillaba con trilladoras, se desgranaba manualmente, no había cosechadoras”, cuenta Demetrio. Su padre sembraba entre 15 y 30 hectáreas de arroz. “Me recuerdo que mi madre se levantaba a las tres de la madrugada, porque a las cinco de la mañana la gente ya estaba saliendo a cosechar, aprovechando la temperatura más fresca”. No hay duda que Demetrio aprendió a trabajar con su padre, ayudándole a sembrar. Recuerda que manejaba la matraca que era pesada y más grande que él. A la par que trabajaba en el campo, seguía sus estudios de secundaria. Cuando concluyó su
“Recuerdo que mi madre se levantaba a las tres de la madrugada , porque a las cinco de la mañana la gente ya estaba saliendo a cosechar, aprovechando la temperatura más fresca. Ahora, tener a disposición maquinaria es una gran ventaja”. huevos”. Así estuvo hasta sus ocho años, cuando la familia decidió otro traslado: de Yapacaní a San Pedro, motivada por la necesidad de mejorar la producción arroz a la que se dedicaba y que había bajado en Yapacaní. En San Pedro había más familiares de los Pérez. Con la ayuda del Sindicato Calama, consiguieron 30 hectáreas en Hardemann. Fueron las primeras inscritas a nombre de Demetrio. Buscando siempre mejoras para la familia, el padre de Demetrio pensó en otro traslado. Esta vez a San Pedro. Quería una casa sobre la carretera o avenida, parque su esposa pudiera tener también su propio negocio. Es que el trabajo en el campo www.semanariouno.org
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bachillerato, entró a la universidad a estudiar Veterinaria. No terminó la carrera porque al segundo semestre se le presentó una oportunidad irresistible: viajar a Italia, favorecido por una beca para realizar un curso sobre el cultivo del arroz. “No lo pensé dos veces, porque tal vez era la única oportunidad que se me iba a presentar de viajar a otro país”, dice satisfecho. Fue así que llegó a Fermo, al sur de Italia. Tenía 22 años. Durante un año y medio aprendió más sobre la organización de los productores, sus sistemas de riego, cuáles eran las bondades de una máquina u otra, aspectos que no se veía en Bolivia, salvo en Argentina donde ya había una alta
dinámica de mecanización agrícola. Por eso destaca la importancia de conocer la experiencia de otros países que han logrado mejores niveles de vida. “Estando sólo dentro de Bolivia muy poco se puede progresar, tengo esa política, de que aquel que pueda salir a otro país no debe desaprovechar tal posibilidad, independiente del nivel en el que esté", sustenta. . Del trabajo manual al mecanizado Demetrio ya lo dijo antes. Cuando comenzó a trabajar en el campo, casi todo era manual. Se sembraba con la matraca, se separaba por hectáreas, no había fumigación, se carpía por hectáreas, tampoco había mucha maleza cuando se hacía el primer chaqueo, no había muchas enfermedades. “Después se fue aplicando químicos con la mochila a cuestas para fumigar, recuerdo que tuve una reacción en la espalda, bueno, hasta ahora hay poco cuidado con el manejo del veneno, los productores no hemos tomado conciencia sobre el peligro para el organismo si no tenemos cuidado al manipular agroquímicos”. La bonanza cosechada con tanto esfuerzo le permitió, sin embargo, mejorar en todo. Comenzó a comprar maquinaria y a hacer uso de las ventajas de la tecnología que llegó con la modernidad. Al presente cultiva entre 200 y 300 hectáreas de so-
Demetrio Pérez llegó de Potosí a Santa Cruz en 1963, de la mano de su padre, con nada más que “una bolsita”. Más de cuatro décadas después, celebra los éxitos logrados como agricultor y dirigente agrícola. Hoy preside Anapo y es líder de 14.000 productores.
ya, que va rotando con trigo, girasol, sorgo, maíz, arroz y chía, a fin de no desgastar la tierra con un monocultivo. Tiene tractor, sembradoras, cosechadoras y fumigadoras. Gracias a la mecanización, trabaja una extensión mucho mayor con menos personal, en relación a lo que hacía su padre, lo que le permite ahorrar tiempo, depender menos del personal, menos sacrificio y mejores horarios para atender a su familia. “Tener a disposición la maquinaria es una gran ventaja para mí. El depender de otras personas implica más riesgo y se encarecen los costos para el productor”, enfatiza. . Si bien antes se dedicaba más a administrar y contrataba personas para medir las hectáreas con huinchas, ahora lo hace con la tecnología del GPS (Global Positioning System). Para carpir y realizar las tareas agrícolas, prefería hacerlo todo bajo el trato de obra vendida y no por jornal, a fin de darle la responsabilidad al trabajador, pagándole bien una vez que hubiera realizado el trabajo según lo convenido. Actualmente no utiliza carpidores, alguna vez para el secado y cosechado contrata 4 ó 5 personas de forma eventual. Tiene dos personas permanentes que le ayudan en la faena. Los trabajadores son de la comunidad y eso hace más fáciles las cosas. En todos los sentidos, dice Demetrio y recuerda que la presencia de gente del interior para las labores
agrícolas había fomentado la aparición de cantinas y chicherías. “Hoy en día ya no llegan como antes, ya no existen chicherías porque ya no hay esa gente que consumía; todos los domingos era fiesta, hoy es como un domingo normal. Pero eso es para bien, porque no se desperdician los ingresos y esto demuestra que hemos ido desarrollando nuestra actividad agrícola con responsabilidad y estamos creciendo”, afirma. Una trayectoria
institucional exitosa
La trayectoria institucional de Demetrio Pérez, hoy presidente de la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas y Trigo, la poderosa Anapo, comienza en la época de su padre. Los sindicatos de transportistas estaban monopolizados y pertenecían sólo al Sindicato “21 de Enero” en San Pedro, donde su padre ocupaba una cartera y él ayudaba. Llegó a ser tesorero del Sindicato, donde hizo sus primeras armas en lo institucional. Fue vicepresidente y presidente de la Cooperativa de Aguas “San Pedro” Ltda.; tesorero del Comité de Caminos Guabirá-Chané-Colonia Piraí y director de la oficina central de Anapo en San Pedro, de la que luego fue director, luego vicepresidente y, finalmente, presidente. Pero hasta para ascender tanto en el liderazgo institucional, Demetrio
trabajó mucho. No sólo dedicándoles tiempo a las instituciones, sino también al estudio en liderazgo y formación ciudadana. Hizo un curso para capacitarse y lo logró. “No es tan fácil llevar adelante una gestión, pero tampoco es imposible”, dice ahora, en su segunda gestión como presidente de Anapo, desde donde se empeña en demostrar que un líder no siempre debe estar esperando que le den plata, sino más bien despojarse de sus intereses personales y trabajar en equipo para beneficio de todos los afiliados a su institución. Esa filosofía le ha dado buenos resultados también en este campo institucional. “Yo agradezco al Señor por haberme re-direccionado y tener una buena reputación en este momento”. Demetrio valora la confianza depositada en su persona, el apoyo que recibió desde que fue elegido presidente de Anapo. Sólo así fue posible superar los momentos difíciles que confrontó al apostar por una línea institucional que rompía esquemas, lo que le valió críticas de otras instituciones. Pero el tiempo le dio la razón, dice, y agradece el apoyo de sus directores. Sostiene que el impacto que ha tenido la relación de diálogo con el Gobierno está funcionando y dando resultados, no con la agilidad esperada, “pero todo cambio tiene un proceso, y hay que trabajar a la par de ese proceso, para ver de qué manera
“No es tan fácil llevar adelante una gestión, pero tampoco es imposible. Agradezco al Señor por haberme redireccionado y tener una buena reputación en este momento. Si a los productores les va bien, le irá bien al propio Gobierno”. se puede ir ajustando y llegar a los fines deseados que, al final, eso es lo que le interesa a uno”. Dice que “si a los productores les va bien, le va ir bien al departamento, al país y al propio Gobierno”. Demetrio Pérez tiene clara la proyección de su sector para el futuro y explica que de lo que se trata es de implementar tecnología para progresar. “Tenemos que apostar por la tecnología para sacar a Bolivia del atraso”, dice con un entusiasmo que, cree, contagió también al Presidente Evo Morales. “Creo que el Presidente ya entendió este tema; inclusive, en la última visita le dijimos que es importante realizar una revolución tecnológica, para que podamos convertirnos como país en un gran exportador de alimentos. Para lograrlo, hay que trabajar para que el productor, de aquí a 10 a 15 años, ya no sea un agricultor de abarcas, un empresario, como en otros países, trabajando dignamente con sacrificio, y que su producción
sea valorada”. “Yo le decía al Presidente que no estamos hablando sólo a favor de los cruceños, hay que hablar con la gente del Occidente que, hasta ahora, está trillando con animales y no usa una trilladora mecánica, una cosechadora, maquinaria adecuada para esas áreas". Demetrio está convencido de que el Estado debe estar presente en este momento, apoyando la investigación, no de manera politizada, para que las cosas funcionen por el bien del país y de los bolivianos. Y recuerda: “Para lograr el éxito alcanzado fue necesario poner empeño y ser consecuente con la realidad”. De hecho, él se preocupa por sus paisanos, por la gente de Occidente, a la que quiere ayudar con su experiencia y la de su institución para que no migren más y se arraiguen en sus comunidades. Por ejemplo, produciendo trigo en base a la experiencia lograda en el Oriente. “Toda migración implica mucho dolor, por la separación familiar”.
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n buey-caballo lo trajo de Trinidad a Santa Cruz. Tenía ocho años y sueños de niño que se hicieron realidad cuando ya se vio como productor y empresario. “La caña me endulzó la vida”, celebra hoy junto a su esposa y tres hijos.
Luciano Coimbra, líder en buenas prácticas laborales E
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l día en que Luciano Coimbra llegó al Norte cruceño, “el día amaneció con un nuevo sol”, dice él con una voz que sabe a verso. No es para menos, añade, después de haber enfrentado tantas dificultades en su nata Trinidad, siendo aún niño. Para superarlas, recuerda, su madre decidió trasladarse a Santa Cruz para trabajar en la cosecha de café, siguiendo el ejemplo de miles de migrantes que, desde la década de los ’50 y desde todos los confines de Bolivia, llegaban al oriente boliviano por diferentes medios de transporte. La mamá de Luciano no tuvo muchas opciones: no le quedó otra que acarrear a sus tres hijos con ella, en un buey-caballo. Pero la travesía terminó en tragedia: dos de sus hermanos fallecieron durante el penoso trayecto de 40 días, abriendo senda en medio del monte. Era 1960 y Luciano, que tenía ocho años, sobrevivió junto a su madre. Llegaron a Naranjal. Y su vida comenzó a cambiar allí. Su madre conoció al que luego sería su esposo y padrastro de Luciano, aunque él le llama “papá”. “Me reconoció como hijo, me hizo estudiar y me dio cinco hermanos; tal vez, para recompensar la pérdida de mis otros dos hermanos”. De Naranjal fueron a Saavedra y de allí a Naranjal Don Bosco, donde su padre tenía una propiedad. Con su madre comenzaron a sembrar caña y, aunque no tenían cupo, la vendían a terceros y “ganaban platita”. Trabajó en Naranjal con su padre, que cultivaba yuca, arroz, maíz y un poco de caña. Tenía una molienda que elaboraba azúcar para consumo propio. A los 18 años se fue a Warnes a trabajar durante seis años en una desmotadora de algodón. También trabajó por dos años como chofer en
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Montero, Valerio Molina, transportando caña en un camión Nissan al Ingenio Azucarero Guabirá. Después lo hizo con Wilfredo Soleto, por 3 años y, finalmente con Hugo Parada, por casi 10 años. “Él fue muy caballero conmigo y me dio un camión para que lo trabaje”, recuerda. Hizo un poco de capital para sembrar arroz, maíz, tomate y pimentón en Naranjal, donde utilizó 25 hectáreas. “Empecé tumbando monte, sacaba leña para pagar, eso fue durante 5 años, hasta que logré mecanizar la actividad. He chaqueao, sembrao, cortao y cargao caña. Ahora, gracias a Dios tengo un implemento completo de trabajo: dos camiones, tres chatas, tractor y estoy por comprar una máquina cargadora: empleo en promedio 25 personas”. Si bien empezó en la siembra de caña con solo media hectárea, ahora genera entre 6.000 y 7.000 toneladas por zafra. El trabajo es en familia, sus hijos lo colaboran. Antes cultivó papaya, “un negocio al que no se le da importancia pero que es redondo", apunta, pues genera más réditos que el arroz y la caña. “Trabajé tres años con la papaya, pero empezaron a robar y robar...", lamenta, lo que le obligó a dejar la actividad. Ahora se dedicado a producir sólo caña en las 130 hectáreas que posee. En su opinión, la caña es el producto más noble del Norte cruceño porque aún para cosecharla se puede esperar hasta dos meses, “y si alguien se la quiere robar, sólo puede llevarse una o dos hojas porque no podrá chupar más”, dice sonriente. Pero no olvida cuánto trabajó y cuántas dificultades venció para lograr lo que tiene. “Después de más de 20 años de trabajo duro, recién pude contar con agua potable, por lo que da gracias al
Luiciano agradece cada día a Dios por las bendiciones recibidas. Su vida ha sido una tierra tan fértil como la que cultiva desde hace décadas
“Si me quedaba en el Beni, creo que yo ya no existiría, seguramente también hubiera fallecido, no estaría aquí, además también hay el fenómeno de las inundaciones en el Beni”. Creador. También rinde tributo a Dios “por estar vivo; no hubiera tenido esta oportunidad, porque la situación para nosotros en Trinidad era muy difícil” dice y agradece a Santa Cruz por haberlo acogido “con los brazos abiertos”. La mañana con un nuevo sol nació para don Luciano, día en que llegó al Norte cruceño. Una vida dedicada al servicio común
En 1992 ingresó a la Asociación de Cañeros Guabirá, y al segundo año ya era vicepresidente. Desde 1998 hasta 2005 fue presidente de la Cooperativa de Servicios Públicos del lugar donde reside. Ocupó el cargo de Subalcalde de Naranjal, al que renunció por un problema limítrofe entre Warnes y Montero. Desde 2004 preside la Asociación de Pequeños Campesinos Cañeros. Es director desde hace 5 años de la Unión de Cañeros Guabirá, y dirige
desde hace seis años el Centro de Investigación y Transferencia de Tecnología de la Caña de Azúcar, una institución que tiene carácter científico-tecnológica que funciona con el respaldo del Ingenio Azucarero Guabirá y la Unión de Cañeros Guabirá, generando tecnología agrícola que ha permitido a los productores trabajar con muchas variedades de caña de azúcar, beneficiándolos económicamente. Es uno de los pioneros del Grupo Piloto de Trabajo para la regulación del precio de corte de caña, en el que participan el Ministerio de Trabajo, el sector cañero y el sector zafrero. Ese trabajo garantiza el cumplimiento de compromisos en los contratos que suscriben los cañeros con los zafreros, entre los que destaca la dotación de servicios de agua potable, energía, salud, alimentación y la dotación de herramientas adecuadas para la zafra.
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roveniente de Cochabamba, Lucio aprendió a producir la tierra. Aunque al principio le costó un poco, su perseverancia lo llevó a ser un ganador. "El que se dedica más, más tiene; el se dedica menos, menos tiene", sentencia como parte de su experiencia.
Lucio Córdova y el sueño de trabajar en ‘la tierra grande’ L ucio Córdova llegó a Santa Cruz desde Carcaje, Cochabamba, en 1956, con 16 años. El Ingenio Azucarero Guabirá iniciaba sus actividades. Él ayudaba a su padre en el chaqueado y siembra de arroz, maíz, urucú y yuca. “Entonces el arroz era barato, uno lo producía y había que vender calle por calle porque no había comprador. Yo aprendí a cultivar viendo a mi padre cómo lo hacía”. Después llegaron su madre y su hermano. Desde entonces hasta que él se independizó y comenzó a trabajar con la familia que formó en Santa Cruz, pasó mucho tiempo. Cuenta que la primera siembra de arroz la hizo con su hijo, fueron 50 hectáreas, pero como habían fumigado se perdió. “Entonces dije que eran burreras”, recuerda. Para la siguiente siembra preparó la tierra y añadió 30 hectáreas más, llegó su hijo con una camionada de 250 quintales para vender, “¿Y si esto se me friega? Al final ya estaba preparada la tierra, sembramos, fumigamos y una vez sembrado el muchacho me dice: están atacando los gusanos...era un sábado y fumigamos con 5 muchachos más”. Recuerda que ese día era el matrimonio de una de sus hijas, “cuando volví todo estaba raso, los gusanos se habían comido la cosecha”, lamenta. Por ese tiempo había comprado las fumigadoras y el tractor. Dijo a su yerno que irían a sembrar de nuevo, él con el tractor rastreando y la familia por detrás sembrando, “el arroz no dio, se enyerbó y fue un fracaso total”, cuenta con cierta nostalgia. Dice también que la caña “en lo que está germinando, si llueve es adiós, una desilusión”. Sin embargo, agrega que “si fuera como el primer año que sembré arroz, lindo fuera”. Tierra tomada,
tierra pagada
Comenzó a sembrar arroz y maíz, pero como no había mercado, entonces sembró caña. Cada hectárea que chaqueaba sembraba caña, porque si lo dejaba otra vez se hacía monte y era doble trabajo, así es que fue avanzando con la ayuda de los obreros. De unas 350 hectáreas producía cerca de 12 mil toneladas de caña, como grupo familiar. “El que se dedica más, más tiene; el que se dedica menos, menos tiene”, sentencia una moraleja sacada de su experiencia. Actualmente, cuando el tiempo le permite realiza rotación de tierra con soya o maíz, pero manifiesta que el cien por ciento es caña. Su esposa también es de Carcaje , tienen 5 hijos, dos mujeres y tres varones, además de 11 nietos, todos nacidos en Santa Cruz. Uno de sus hijos es agrónomo, y ayuda en las faenas agrícolas; otro es agricultor; una es bioquímica y la otra, ama de casa; el último es economista y miembro del Directorio de la Unión de Cañeros Guabirá. “Mi hijo, el agrónomo, me ayuda al cien por ciento; al otro ya le di su parte, compré para él la tierra porque uno siempre tiene que pensar como padre”, manifiesta. Lució recuerda que el presidente Víctor Paz iba periódicamente a la zona de colonización. Las tierras de la colonización habían sido compradas por la Corporación Boliviana de Fomento y donadas a los colonos. “En la última (visita) vino Walter Guevara Arce, habían unas tierras al frente de la colonización. La gente reclamó que faltaban tierras y Guevara les dijo: ‘¡Qué hacen aquí, por qué no se entran!’, y comenzaron a entrar”. Pero lo que los colonizadores “ganaron” con esa acción fue en lluvia de demandas y audiencias judiciales. “Perdíamos el tiempo en las audiencias, en una reunión dijimos ‘hasta cuándo vamos a estar en juicios, ¡es mejor comprar las tie-
Lucio está sobre una moderna cosechadora de caña estacionada dentro de un taller mecánico construido en su propiedad. “Las cosas salen con sacrificio”.
"El trabajo en el campo no es fácil, pero valió la pena. Unos han quedado como han venido, otros hemos progresado", dice Lucio que ahora brinda servicio de transporte y corte de caña. rras!’ Fuimos donde el propietario y le dijimos que queríamos terminar la demanda y que queríamos comprar las tierras, y cuánto nos iría a cobrar. Compré ahí 34 hectáreas, eso sucedió más o menos por el año 1968”, relata. Comenzando
como zafrero
Lucio trabajó al inicio como zafrero en la compañía La Loma del Oriente. “No era buen zafrero, pero tampoco flojo, cortábamos caña entre 5 personas, nos ayudábamos en grupo, cargábamos a pulso y después fuimos mejorando”. Después sembró caña, y vendía el producto a la alcoholería Zaragoza, que nunca le pagó. La primera camionada metió al Ingenio Azucarero Guabirá en un cupo libre, hasta que llegó a mil toneladas de las cuales llevaba 500 al Ingenio La Bélgica, “a partir de ahí me hice cañero”, apunta. Al comienzo trabajó en familia y formaba grupo con los vecinos para llegar a las 600 toneladas que era el cupo del Ingenio Guabirá. “Yo decía que eso era el comunismo, trabajábamos desde las 8 de la mañana, pero no nos gustó porque había miramientos, el uno trabaja más que el otro, unos tenían más
que otros o menos”, dice. Al final, esa forma de trabajo duró sólo dos años y comenzaron a trabajar cada uno por su cuenta. “Algunos han quedado como han venido, otros hemos progresado, yo entre ellos”, destaca. Ahora, Lucio trabaja con un cuñado, han adquirido tierras de la gente que no trabaja, que se desanima. De esa manera fue adquiriendo terrenos de sus vecinos. Desde hace cuatro años, hace uso de la mecanización para producir caña, aunque antes ya tenía tractor. En 1982 compró su primer tractor. Cuando Guabirá ofreció cargadoras, no desperdició la oportunidad porque era un crédito sencillo. Hoy, Lucio brinda servicio de transporte y corte de caña a sus vecinos. “El trabajo del campo no es fácil, pero valió la pena”, afirma y recuerda que luego de casarse quiso irse a la Argentina por no haber podido entrar al Ingenio Azucarero Guabirá: “hice cola, los que estaban detrás de mí entraron antes, porque eran emenerristas, y yo no entré”, indica, aunque se desanimó del viaje y decidió más bien quedarse a trabajar. Finalmente, un día su padre vendió las tierras que tenían en Cochabamba por la Angostura y se quedaron en Santa Cruz a vivir y trabajar. www.semanariouno.org
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legó siendo niño con un grupo de familias de mineros. Estuvieron en la zona este y luego cerca de Yapacaní. Ahora es productor lechero y tiene una granja de pollos. Confiesa que las condiciones climática le hicieron dejar el agro.
Luis Vásquez dice que el secreto es meterse de lleno al trabajo P
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ese a los beneficios que se supone iban a derivar de la nacionalización de las minas, durante varios años la minería boliviana enfrentó una crisis que repercutió en la economía y la vida de los trabajadores bolivianos. La situación descrita por Luis Vásquez Luna, iría a repetirse indefinidamente para que posteriormente resultara para bien de todos aquellos migrantes que venidos desde el Occidente boliviano, triunfarían en tierras orientales. Natural de la provincia Bustillos de Potosí, Vásquez Luna llegó primero a las Tierras Bajas del Oriente (al Este del departamento) el año 1967 junto con sus hermanos mayores y su cuñado, quienes trabajaban en las minas y que fueron retirados de la Empresa Minera Catavi, siendo él aún menor de edad. “Nos vinimos en camión con todas nuestras pertenencias, con lo poco que teníamos”, recuerda. Un engaño: de Pailón a Yapacaní Explica que cuando vino a Santa cruz, llegó con sus hermanos a la región de Pailón, traídos por un hombre que engañosamente les había mostrado unas bellas fotografías del Oriente para animarse a venir, pero cuando llegaron fue a un lugar seco que no daba para la agricultura. Así, permanecieron poco tiempo en la zona, para luego pasar a Yapacaní. Luis tiene 60 hectáreas de tierra por la zona de Cascabel y, con proyección a criar ganado, ha instalado una lechería. “Hemos estado siempre trabajando unos 10 años con agricultura, puro chaqueado de maíz y arroz, rústicamente”, dice. Explica que actualmente el terreno ya no es apto para cultivar en el mismo lugar, ya no rinde como antes como cuando no se ocupaba herbicidas, insecticiwww.semanariouno.org
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das, “hoy en día sin químicos ya no se hace nada, tiene que ser mecanizado, al principio usábamos hacha, machete, azadón, las sembradoras manuales, las matracas”, especifica, "pero los tiempos van cambiando las cosas", acota. Para la lechería no utiliza aún ordeñadora, lo realiza manualmente, son 5 vacas que tiene para entregar leche a la Planta Industrializadora de Leche (PIL). Considera esta actividad más productiva que la agricultura del arroz, “porque la entrada es diaria”, mientras que la agricultura rinde una vez al año. Por día entrega 45 litros de leche. Piensa en un tractor pequeño para cultivar más pasto y distintas clases de forraje, además de una ordeñadora, “siempre es mejor con herramienta mecánica, mecanizarlo para que rinda más”, reflexiona. Los vaivenes del
clima y la agricultura
Luis Vásquez también indica que “hay años que son lluviosos, otros secos; unos en que se cosecha bien y otros que va mal”. Eso obliga muchas veces al agricultor a cambiar de rubro. Los tres últimos años que cultivó arroz le fue muy bien. “Esa vez hemos producido 15 fanegas por hectárea, para nosotros era una gran cosa que hubiera dado así, en otras zonas producen más, levantan más cosechas, nosotros trabajando rústicamente en un chaco donde hay mucho tronco no aprovechamos toda la tierra, sino en un 60% a 70% sólo es aprovechada, no se produce como debería en un terreno mecanizado”, manifiesta. En la colonia que vivía conoció a su esposa, se llama Gregoria Cahuasiri, con quien tiene 5 hijos, 4 hombres y una mujer, “ella es doctora ginecóloga”, dice con orgullo; el hermano que le sigue, es odontólogo; los otros dos estudian
Sufrió una decepción cuando llegó porque lo llevaron a un paraje seco después de mostrarle unas bellas fotos del Oriente.
“Hay años que son lluviosos, otros secos; unos en que se cosecha bien y otros que va mal". Eso obliga muchas veces al agricultor a cambiar de rubro. Con la leche, la entrada es diaria”. en la Universidad, uno agronomía y el otro ingeniería petrolera, dice brotando pecho. El hijo mayor lo acompaña y ayuda en los trabajos de campo. Y añade con gran satisfacción: “la tarea está cumplida, aquí he hecho platita para que ellos puedan estudiar”. Un trabajo de lleno, no a medias La dedicación al rubro y estar metido “bien de lleno, no hacerlo a medias”, es la clave para salir adelante. Luis destaca que el compromiso con la actividad que uno realiza es importante para conseguir resultados positivos. “Si uno se mete a una plantación de cítricos, que también es apto en la zona, hay que estar metido en eso, y ahora la lechería lo mismo, tiene uno que estar abocado a eso, sólo así se sale adelante porque si hurga una y otra cosa, al final no saca nada bueno. Tengo la lechería y una pequeña granjita que esto me da, parece que no diera, pero
da”, afirma. La familia de don Luis Vásquez cría 150 gallinas, que dan de 60 a 70 huevos por día, que son entregados en Yapacaní. Luis asegura nunca haber sido discriminado en Santa Cruz, sin embargo, relata como anécdota lo que sigue: “Tenía mis ahorros en la Cooperativa La Merced en la agencia de Yapacaní, pero me mandaron a Santa Cruz, donde me apersoné a la oficina central para sacar algo de plata que tenía. Las cajeras me dijeron que para los campesinos la atención era en el segundo piso. Eso fue lo único que me dolió”, refiere en medio de una amplia sonrisa. . Tras de la malla, dentro del galpón en el gallinero las inquietas aves han distraído el lente de nuestras cámaras y también la atención del entrevistador. Bolsas de alimento balanceado están a la puerta del gallinero para nutrir a las aves. Don Luis está en su ambiente de granjero, al concluir la entrevista, se levanta de su silla y agradecido dice: “¡Estoy feliz de la vida!”.
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n anuncio en el periódico lo animó a cambiar de residencia. Con sus estudios y experiencia contribuyó a que Unagro se consolide. Está convencido de que el trabajo es la única vía para el desarrollo y que se debe aprovechar la experiencia ajena.
Marcelo Fraija vio crecer la industria que hoy es orgullo nacional M
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arcelo Franja Sauma es un chuquisaqueño que vio nacer el ingenio Roberto Barbery Paz y ahora es su Gerente General. Ingeniero Químico de profesión, había trabajado antes en el Ingenio Azucarero "Stephan Leigh" (Bermejo, Tarija) y en la Fábrica de Aceite de Villamontes, siendo empleado de la Corporación Boliviana de Fomento, cuando por medio de un anuncio en un periódico se enteró que se requería profesionales para un ingenio azucarero en Santa Cruz. Se presentó a la convocatoria y fue seleccionado, era el año 1977 justo cuando Unagro daba inicio a su primera zafra histórica. Fraija había cumplido 28 años de edad. Inicialmente trabajó como Asistente Principal, luego pasó a ser Jefe de Fábrica, después Director de Producción y Director Técnico- Administrativo. Testigo del desarrollo en el Norte cruceño Fraija es un fiel testigo del crecimiento económico de la región norteña de Santa Cruz: "Cuando llegamos aquí no había campamento, teníamos que vivir en el pueblo, habían deficiencias de todo tipo, habían pocos ventiladores, no había aire acondicionado, el pueblo era pequeño. Al tener relación directa con los cañeros y ver cómo empezaron, observé el progreso de toda la región", afirma. Su vasta experiencia en el ámbito cañero-azucarero tiene que ver con la oportunidad que le dio Unagro, de conocer otros países que se han desarrollado ampliamente en ese ámbito, así como de participar en seminarios y congresos internacionales. El logro profesional del Ing. Fraija es el haber empezado con una industria pequeña, produciendo a media fuerza, que después creció 3 a 4 veces más en su capacidad. "El haber viajado mucho y parwww.semanariouno.org
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ticipado conociendo muchos Ingenios, nos ha permitido incursionar en tecnologías nuevas, mejorar los procesos. Por el conocimiento que tengo, no estamos atrasados con ningún país en cuanto a calidad del producto final", dice. Otro de sus logros es el haber formado equipos de trabajo. “Todo lo que se puede hacer en el país, se lo hace; aquí juntamos los elementos con personal boliviano y algo de apoyo de Brasil, como por ejemplo, construimos una caldera de alta tecnología, de alta presión, con gran capacidad”, destaca. El Ingenio Azucarero "Roberto Barbery Paz" cuenta con tecnología de punta tanto estadounidense, inglesa, francesa, argentina y brasileña. Para hacer una adquisición, primero se realiza una evaluación de cada equipo y se escoge lo mejor que ofrece cada tecnología. Por la cercanía y avance en la producción de azúcar gran parte está más ligada al Brasil, pero el diseño, el know-how es inglés, y también francés. Un crecimiento acelerado En el ámbito del crecimiento tecnológico comenta que, por ejemplo, la destilería del Ingenio comenzó con una producción muy pequeña de 30 mil litros/día, después subió a 50 mil y ahora son 70 mil litros. Este año 2010 llegará a 150 mil y para el próximo año será de 250 mil litros por día, lo cual es un crecimiento verdaderamente importante. . "No se puede pensar en el rubro azucarero sin pensar en el medio ambiente, para nosotros ambas cosas se han integrado", dice Fraija. Señala que una desventaja de la industria azucarera es que está estigmatizada por el tema del medio ambiente, ya que contaminaba ríos, mataba peces, además de la polución del aire. Sin embargo, eso ha pasado y la industria sucroalco-
Todo lo que se puede hacer en el país, se lo hace, es la filosofía de este ingeniero que está al tanto de las innovaciones en la industria. Por ello, asegura Marcelo Fraija, Bolivia no está atrasada con relación a otros países en cuanto a la calidad del producto final.
"El haber viajado mucho y participado conociendo muchos Ingenios, nos ha permitido incursionar en tecnologías nuevas, mejorar los procesos conociendo el know how de otros países”. holera "más bien ahora reemplaza el petróleo", enfatiza. Satisfacción por tener una familia realizada Siendo recién egresado de la Universidad conoció a su esposa en Tarija, quien en su condición de profesora realizaba su año de provincia. Son felices padres de 3 hijos y, “mucho más felices abuelos”, con 3 nietos. La hija mayor es tarijeña, los dos siguientes son nacidos en Santa Cruz. Los 3 son profesionales, la mayor es Auditora, otra Arquitecta y el último Abogado. "Cumplí los deseos que tenía, me siento satisfecho por lo que va hasta el momento", comenta. "A la gente del interior les diría que vengan con confianza porque aquí se los acoge con los brazos abiertos, que trabajemos en forma unida y así lograremos el desarrollo no sólo de Santa
Cruz sino de todo el país", expresa, y enfatiza que "la cuestión es que todos tengamos esa fe, esa esperanza porque aquí sí se encuentra mucha prosperidad, mucho desarrollo y eso podemos infundir a todos los departamentos", sostiene. Sugiere que sería importante también, que el desarrollo y el éxito logrado por Santa Cruz, se lo replique en otros Departamentos. La sirena de la factoría de caña de azúcar suena anunciándonos que es el medio día, que se debe dar una pausa a las labores, si bien siempre habrá quienes permanezcan vigilantes al incesante funcionar de máquinas y calderos, porque el desarrollo en el Norte cruceño debe continuar, no puede parar para cumplir con su misión de generar progreso, rentabilidad y bienestar para todos los bolivianos.
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n Santa Cruz aprendió el trabajo en el campo. Desempeñó labores como albañil y comerciante pero la agricultura le dio mejores resultados. Estuvo en Argentina y en La Paz, pero prefirió quedarse a trabajar en tierra cruceña y echar raíces.
Tomás Juchani aprendió el oficio con sacrificio T
omás Juchani nació en Potosí, cantón Puna de la provincia Linares. A los 10 años se había ido a la Argentina, donde aprendió a trabajar como albañil, tractorista y agricultor. Allí vio una forma diferente de producir y trabajar la tierra. Volvió a Bolivia, a su pueblo natal, y luego a Santa Cruz. Antes de asentarse definitivamente en el oriente boliviano, volvió a Potosí y trabajó como comerciante llevando pollos a La Paz, pero sufría con el frío, lo que le obligó a buscar una tierra más cálida. Parado delante de una cosechadora de envergadura, color naranja, Tomás viste una camisa con diferentes logos de prestigiosas empresas, y un pantalón de calle. Deja la gorra encima de una de las cuatro ruedas de la máquina, y de una manera afable responde a la entrevista planteada, relatando que cuando volvió a Santa Cruz, ya casado, comenzó a ayudar a su hermano, después trabajó de tractorista en la localidad de Campanero y, como le pagaban poco, se puso a destroncar. “Ganaba más platita, trabajaba a pulso, destroncaba para una cooperativa”, señala. Recuerda que su hermano que ya vivía en Santa Cruz le dijo que no se vaya de regreso a la Argentina, para lo cual le dio una hectárea para que la trabaje. “La destronqué a pulso, con hacha, la quemé y empecé a sembrar trigo, papa, tomate, sandía, cebolla; sembré luego poroto en cuatro hectáreas y me fue muy bien”, indica. Un cotoqueño de apellido Ruiz le compraba el producto y lo exportaba a Brasil con lo que ganó dinero, y pudo comprar 10 hectáreas de tierra entre Cotoca y Campanero. Por tres años sembró verdura cultivando la tierra con hacha y dos caballos. Luego compró un tractor. Posteriormente, en 5 hectáreas de terreno sembró con su esposa y sus hijos, quienes participaban de las labores agrícolas. Por el año 1977 fue a trabajar con José Romero Loza en Warnes, donde sembraron verduras. Intentaron exportar pimentón y tomate a la Argentina, para lo cual contrataron un agrónomo argentino,
pero no lograron su objetivo. “Métase en el algodón...” “José Romero fue de los primeros algodoneros, le pregunté cómo me podía ir”, recuerda Tomás. Él me dijo: ‘Métase en el algodón, siembre en Campanero’. Cultivó algodón en 4 hectáreas, le fue bien y desde ese año lo siembra hasta hace dos años. En Campanero sembraba de 20 a 30 hectáreas, luego cambió el caballo por el tractor, que lo usaba para fumigar, “30 hectáreas resultaron pocas y todos necesitábamos más tierras para trabajar”, indica. Los primeros en pasar el río en agricultura “Toda la familia cultivamos ahora más de 3 mil hectáreas, crecimos con trabajo, sacrificio, sufriendo a veces”, expresa. En Pailón construyeron un camino. Por el año 1980, comenzaron a explotar en el lado sur de Pailón, “los primeros que pasaron el río en agricultura fueron collas: potosinos, cochabambinos, tarijeños, paceños, que son los que hicieron caminos, después llegó la gente de empresa, la de los grandes capitales. “Hoy por hoy los caminos son buenos; antes, ni una camioneta 4x4 entraba”, enfatiza. La primera asociación Un grupo de jóvenes algodoneros conformaron la Asociación de Pequeños Productores de Algodón y decidieron ir a Pailón en busca de tierras. “Las autoridades jamás me regalaron el terreno, yo lo compré a base de sacrificio y trabajo”, aclara. Llegaron en un día a la región, sólo se podía ir en tractor porque “todo era arenales y ríos”. Ahí compró poco a poco las tierras, sembró algodón, soya, maíz y dejó las verduras. Refiere que el precio de la soya, hasta hace tres años era bajo, y lo que daba mayor ganancia era el algodón. Formó parte de los Directorios de las asociaciones de algodoneros, soyeros y Anapo. “Me gusta Pailón” Dice haber trabajado en varias partes de Santa Cruz, pero la zona que más le gustó fue Pailón. “No me gusta salir de este lugar, otros compañeros están en otros lados,
Juchani prefirió Santa Cruz por las bondades de la tierra y los beneficios que le brindó el agro.
"Toda la familia cultivamos ahora más de 3 mil hectáreas, crecimos con trabajo, sacrificio y sufriendo a veces. Las autoridades jamás me regalaron terreno, yo lo compré a base de sacrificio y trabajo". parece que las tierras están regaladas por allá; aquí hay que pagar, pero aquí vale la pena porque para ir a trabajar a Guarayos es un día en camioneta y otro para volver, una vez que haya mejor infraestructura el costo de producción va a ser más barato”, explica. . Maquinaria y tecnología Tomás y su familia tienen 14 tractores, y hace 5 años optaron por la técnica de la “siembra directa”. Indica que el suelo se compacta con el manejo de maquinaria, y es algo con lo que tienen que lidiar. “Tenemos un pull de maquinarias, cosechadoras, sembradoras y fumigadoras, son muy importantes pues uno las usa a la hora que quiere”. Está orgulloso de que al inicio construyó su propia fumigadora de cañería galvanizada, así como las fumigadoras con tubos de cuatro surcos, “así mi progreso fue más productivo”, acota. Las cosechadoras sirven para toda clase de granos: arroz, trigo, para siembra directa. “Es cara, pero muy útil, puede rendir hasta 120 hectáreas por día”. Produce soya en 3.500 hectáreas, lo que da 8 mil toneladas, y hace rotación de cultivos para devolver
nutrientes a la tierra. Además, se ha propuesto no usar tanto químico y abonar orgánicamente la tierra, para lo cual se guarda los troncos y palitos del desbosque y ya no los quema, para que se pudran con el tiempo y sirvan como abono natural. Los hijos formados en Santa Cruz Su esposa es del mismo lugar donde él nació en Potosí. Tienen 4 hijos, 3 hombres y una mujer, todos crecieron en Campanero, después se fueron a Santa Cruz de la Sierra para seguir estudiando. El mayor es agrónomo por la práctica, el segundo es administrador de empresas, el tercero es Ingeniero Agrónomo, y la última es Odontóloga. Tomás está orgulloso de la formación de sus hijos. Santa Cruz me dio el clima “Santa Cruz me acogió bien, no me regaló nada, yo compré las tierras, eso quiere decir que no me dio nada, me dio el clima, yo compré con mi esfuerzo, nadie me ha regalado ni un metro. La riqueza que tengo es de mis padres, es la herencia que estoy explotando, estoy produciendo, aquí la riqueza noes la plata es la de los progenitores”, sentencia con vehemencia. www.semanariouno.org
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yudó a su padre hasta que se independizó. Adquirió parcelas a precio catastral y con lo que producía se mecanizaba. La crisis económica no lo desanimó y está muy agradecido con el trato que recibió. Todos sus hijos lograron tener una profesión.
Félix Sejas siguió apostando al agro, devaluación tras devaluación D 36
on Felix Sejas se trasladó con su padre desde Cochabamba a la Argentina, donde vivió 10 años y trabajó en la zafra en la provincia Jujuy. En 1954 su padre vino a Santa Cruz. Arce Loreiro, Jefe de Colonias Espontáneas en el Oriente boliviano había formado una Colonia y le dieron un terreno de 15 hectáreas. Fue entonces que su padre lo llamó y se vino de la Argentina. El año 1959 hizo su servicio militar en el cuartel de San Juan de Los Amarillos, oportunidad en que participó del desmonte en la Colonia "4 Ojitos". Terminado el servicio militar volvió a trabajar con su padre. Un precio catastral por las tierras El entrevistado dice que por los años ´60, varios migrantes llegados de occidente formaron un sindicato y adquirieron tierras que eran monte, las que ocuparon y pagaron un precio catastral de Bs 34. Así accedió a sus primeras parcelas. El año 1964 ayudó a formar la Cooperativa Agropecuaria San Félix, que coincide con su nombre, la que aún existe. Tramitó la personería jurídica de la misma en la ciudad de La Paz, y llegó a ser Presidente de la entidad. Trabajaron una parcela en conjunto, sembrando maíz y arroz, lo que comercializaron. Posteriormente consiguieron un cupo diario en el Ingenio Azucarero Guabirá, y fueron cultivando caña comenzando por una parcela. El año 1964 Guabirá les ofreció camiones, entonces compraron uno denominado en ese tiempo "sapito". Con el motorizado realizaban fletes y los usaban para las necesidades de los socios de la cooperativa. De esa forma, fueron creciendo económicamente, hasta dejar de trabajar en forma cooperativa, haciéndolo después ya individualmente. La caña hace crecer Llegó a hacer entregas de hasta 4 viajes diarios de caña al Ingenio
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Azucarero Guabirá, y las 34 hectáreas que tenía ya no le alcanzaban para plantar caña, así que compró otras 5 parcelas en otros lugares. Hoy tiene 70 hectáreas de caña, que entrega al Ingenio. El año pasado cosechó 5.500 toneladas, y aún tiene un saldo de 10 hectáreas del producto para entrega. Compró un tractor Valmet 1580, que lo tiene hace 20 años, también una fumigadora, 4 chatas (carrocerías) y un camión grande marca Isuzu "Así hemos crecido, vamos plantando, vamos yendo", expresa con satisfacción. Posteriormente entró hacia el lado de San Pedro, hacia un pueblito llamado San José del Norte, ahí compró un terreno donde sembró soya, arroz y otros productos. El año 1971 se compró un camioncito. Cuenta que tenía solo Bs 20.000 y no se podía comprar uno usado. Entonces se fue a la casa Toyota -que en ese entonces se llamaba Faremafu- y explicándole al Gerente su situación, éste se lo dio a crédito sobre la base de 18.000 Bs., dejándole 2.000 Bs. Libres para que pudiera hacer su carrocería, con el compromiso de que pagaría el camión en tres zafras, a condición de que trajera un garante personal. El garante fue su padre, quien tenía su vivienda en Montero con las escrituras en orden. "En la mañana fui (a Toyota), y en la tarde llegué aquí con el camión, yo no sabía manejar, agarré un chofer y en tres meses aprendí a trabajar", comenta. De devaluación en devaluación Félix tuvo que sobrellevar la coyuntura económica y social de la década de los ochenta, con la hiperinflación y sus respectivas consecuencias. Recuerda que ese año hubo un golpe de Estado en el país y llegó la devaluación que lo agarró con unas tres letras por pagar su deuda con la importadora Toyota; su padre dijo
Logró sobreponerse a las pruebas del destino y salió airoso. Desde que hizo el servicio militar supo que iba a vivir en Santa Cruz.
"Nunca he sentido discriminación con nadie; más bien yo, con mi propia voluntad ayudo a la gente; a las personas que vienen a pedirme alguna ayuda, les presto mis chatas; cuando me dicen 'por favor arámelo', lo hago gratis". que le ayudaría a pagar. Fue donde el Gerente de la importadora de vehículos y le dijo que podía pagar el saldo de su deuda, y en ese mismo momento pagó, y no le cobraron el incremento por la devaluación.También adquirió un tractor marca Ford, pero llegó la hiperinflación en el gobierno de Siles Zuazo, y tenía que pagar entre 30 mil a 40 mil dólares. Su alternativa era, devolver el tractor o venderlo a cualquier precio, afortunadamente se prestó el dinero de la Cooperativa y consiguió terminar de pagar el préstamo. Sin duda que el optimismo fue la gran virtud para continuar en la actividad. Casa en Montero para el descanso Don Félix se casó a los 37 años de edad, ahora está con 74 años. Tiene 4 hijos, de los cuales el mayor es economista, el otro estudió veterinaria, la hija es secretaria ejecutiva y la última estudió contabilidad. Él se siente realizado por haber hecho estudiar a todos sus hijos.
Tres de ellos viven independientemente, el hijo mayor trabaja con él. La familia tiene una casa en Montero donde él y su esposa descansan, luego que durante el día están en el campo en las labores agrícolas. . "Nunca he sentido discriminación con nadie; más bien yo, con mi propia voluntad ayudo a la gente; a las personas que vienen a pedirme alguna ayuda, les presto mis chatas; cuando me dicen "por favor arámelo", yo lo hago arar su terreno, me lo pagan, no es gratis, yo les ayudo", expresa. El Gerente del IBCE, Gary Rodríguez felicita a don Félix, y le obsequia una gorra de la Unión de Cañeros Guabirá, el cual la recibe con muestras de aprecio. El significado de este hecho tan sencillo nos está diciendo cómo, además de crear desarrollo y fuentes de trabajo, las industrias cruceñas han creado lazos de amistad no sólo con los lugareños, sino también con los migrantes que continuan llegando a tierra cruceña.
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ra niño cuando llegó de Punata y tomó el ejemplo de su padre, que soportó lo que no pudieron las familias que llegaron con ellos en un camión encima de una carga. Hoy es un gran productor. Hizo carrera como dirigente en instituciones de su región.
Rodolfo Parra, un luchador tenaz y victorioso C 38
orría el año 1956, cuando Rodolfo Parra García, niño aún, salió de su pueblo Punata, Cochabamba, en un camión carguero con destino al Norte cruceño. "Yo tendría unos 8 años cuando nos vinimos a Santa Cruz, casi una semana demoramos para llegar a nuestro destino. Viajamos como pasajeros en un camión encima de la carga. Trajimos nuestros animalitos, gallinas, un perrito, y todas nuestras pilchas. Con nosotros vinieron unas seis familias más que eran del lugar, pero ellos no pudieron aguantar el calor del monte y retornaron casi todos a Cochabamba. Mi padre quedó como guerrero valiente", relata con voz emocionada. Su padre, que había viajado por el Oriente boliviano en 1955, se enteró que el gobierno boliviano estaba dotando tierras a colonizadores que iban a esa región. "Mi padre vio que aquí había vida, había tierras que entregaban a los colonizadores. Él pensó que con 20 hectáreas tenía suficiente. Eso es lo que le había motivado, el tener su propia tierra donde podía desarrollar y trabajar", dice. Le preguntamos si en Punata no había tierras. Él responde que "allá era una zona comercial donde se ganaba haciendo negocios". El lugar de destino: "4 Ojitos" Hecha la travesía, la familia Parra y sus paisanos se establecieron en la Colonia "4 Ojitos". Rodolfo nos hace una descripción del lugar: "Cuando llegamos no había electricidad, era sólo a mechero con querosén; no había caminos, desde Montero hacia adelante era llegar a pié; no había movilidades, era andar en bicicleta o a caballo, aunque nosotros lo hacíamos a pié porque no teníamos ni caballo ni bicicleta". Una vez que se independizó del trabajo de ayudante, el joven Rodolfo Parra adquirió un terreno de 20 hectáreas y sembró dos de caña, una de maíz y otra de arroz. La caña era llevada a los Ingenios azucareros San Aurelio y La Bélgica; el maíz y el arroz lo vendían en Santa Cruz. En
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la actualidad cuenta con 1.500 hectáreas por toda la zona de "4 Ojitos", donde produce 500 hectáreas de caña, soya, y logra hasta 20 fanegas de arroz por hectárea. "Gracias a que la caña es muy noble", según dice don Rodolfo, siempre le fue bien, y su balance general es positivo. La realización familiar Estando vinculado a la Iglesia Metodista conoció a la que ahora es su esposa, la señora Dora Ojeda de Parra, con quien contrajo matrimonio a los 22 años de edad, "ha sido una buena compañera de apoyo, de esfuerzo, juntos hemos podido triunfar en este emprendimiento de la vida", indica. Tienen 5 hijos, nacidos en Santa Cruz, "son fernandeños" dice refiriéndose a la colonia Fernández Alonso. Tres son profesionales y dos están en la Universidad; una sola mujer, Dalcy, es Médico, quien se fue a especializar a España y se quedó a trabajar allá. Su hijo mayor es Ingeniero Agrónomo, trabaja independientemente con soya y caña; el tercero, es Administrador de Empresas y ayuda a su padre en las labores agrícolas y "ya quiere administrar la pequeña empresa que he formado", dice sonriendo. Los dos menores estudian en Utepsa, uno Auditoría y el otro Agronomía. Experiencia institucional y sindical Don Rodolfo manifiesta que su actividad institucional se inicia siendo dirigente en una Liga de Jóvenes; posteriormente se introdujo en el sindicalismo que era influyente en aquel tiempo porque cada faja en las colonias representaba un sindicato organizado. Con el transcurso de los años como agricultor, fue Vicepresidente y Secretario de la Cooperativa "4 Ojitos", de la cual dice que es la “cooperativa madre” de todos los cañeros de la Colonia, es la más grande del país constituida por migrantes del interior, es la pequeña Bolivia", indica. En la actualidad es Tesorero de la Federación de Cañeros del Norte, que es la que financia a todos los
Llegaron otras familias con ellos, pero no soportaron el clima y se fueron. Su padre se quedó como un guerrero y les inculcó esa templanza.
"Mi esposa, la señora Dora Ojeda de Parra ha sido una buena compañera de apoyo, de esfuerzo, juntos hemos podido triunfar en este emprendimiento de la vida por el bien de nuestros cinco hijos que son fernandeños" . cañeros otorgando anticipos contra la entrega de la caña; también fue Presidente del Sindicato de Transportistas; fue cofundador y es Accionista de Unagro, y desde hace 8 años es miembro del Directorio. Visitó varios países adquiriendo experiencias sobre el sindicalismo. Por otra parte, el productor dice que en los primeros tiempos, al colla se lo miraba como colla y al camba como camba; sin embargo, opina que nunca hubo discriminación, y pese a las diferencias "había una integración". Y fue por eso que muchos de los migrantes lograron crecer y construir en Santa Cruz, por las oportunidades que tuvieron. Así lo reconoce Rodolfo, que al igual que otros productores vinieron a temprana edad y formaron familias y con el producto de su trabajo lograron criar a sus hijos. Añoranza por su tierra natal y mensaje Sin embargo, Parra no olvida su lugar de origen. Por ello va a Pu-
nata cada año, "no me olvido del pueblo que me vio nacer, al final de cada año lo he visitado recorriendo por donde caminaba de niño, por donde iba a la escuela, me gusta el clima, la comida. Como estoy en una edad avanzada, el calor a uno a veces lo ataca, tengo mi casita en Punata,pienso retornar para pasar unas vacaciones por unos meses", concluye. "Lo más importante es que hubo un hombre soñador que quiso hacer un ingenio azucarero, fue don Roberto Barbery Paz. Gracias a este Ingenio los pueblos del Norte han podido desarrollarse. Yo nací como cañero, soy accionista de Unagro y me da satisfacción ver crecer a mi empresa; comenzó con una producción mínima y hemos crecido, todos los cañeros igual, nos hemos desarrollado juntos", enfatiza. En la actualidad Rodolfo y su esposa Dora continuan trabajando la tierra y con su labor son el ejemplo para los nuevos migrantes que llegan cada año a Santa Cruz.
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mpresionado con el buen recibimiento que tuvo se quedó a producir en la zona Norte. El desborde del Piraí el año 1983 fue la única contrariedad que tuvo, pero supo sobreponerse y cultivar muchas amistades. Vio en Santa Cruz la oportunidad para el desarrollo.
Toribio Orosco es impulsor de instituciones y productor de caña de azúcar V iste pantalón y camisa blancos, también lleva puesto un elegante sombrerito que va muy bien con las gafas protectoras del abrazador sol que lo ilumina y calienta todo. El tejado rojo de una casa se deja ver entre lo verde de los árboles, estamos en la zona de Bella Vista, en el Norte Integrado cruceño. Toribio Orosco, siendo propietario de 400 hectáreas de tierras productivas genera mucho trabajo, tiene una familia bien constituida y una vida social muy activa, siendo respetado y conocido por muchos amigos. Trabajaba en el Cuarto Grupo de la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) y como suele ocurrir con casi toda empresa estatal, "iba de caída, no había ni el trabajo, ni la organización que antes tenía cuando era empresa privada y, sin conocer Santa Cruz, me vine porque pensé que aquí estaba mi futuro", sostiene. Toribio Orosco es hoy Vicepresidente de la Corporación Unagro S.A. Primero llegó a Buena Vista, luego pasó a la localidad de Guaitú sacando madera, e incursionó en el rubro de arroz, y pese a que la producción era poca, igual era difícil llegar al lugar pues no había caminos. Recuerda que la población donde llegó inicialmente, Bella Vista, "era pequeña pero la gente muy amable,muy buena". Inicialmente cultivó arroz, a pequeña escala. Comenta que siendo el trabajo rústico y manual no le fue muy bien en la producción, por lo que luego de dar servicio de transporte para madera y granos con un camión que se compró, ingresó definitivamente al cultivo de caña, rubro en el que ahora sigue y el que más satisfacciones le brindó. Comenzó con 25 hectáreas, sus
tierras están distribuidas en tres lugares diferentes: Villa Yanice, Villa Kelly y Los Totaíses, en las que produce 12 mil toneladas de caña, dice que en la última tiene un poco de ganado vacuno, unas 50 cabezas "El único sinsabor que tuve fue en 1983, cuando el río Piraí se desbordó y me partió la propiedad de Río Hondo en dos, durante tres años no pude sacar caña y tuve que buscar otros lugares para cultivarla. Activa
vida social
Toribio no disimula su satisfacción y alegría al hablar de su familia: su esposa Leny Subirana, es oriunda de Montero. Sus 4 hijos, un hombre y tres mujeres nacieron en Santa Cruz, y todos son profesionales. Una es Secretaria Ejecutiva y los tres restantes son Administradoras de Empresas. Así, Santa Cruz le prodigó una buena esposa, hijos, y con todos ellos se siente realizado al verlos profesionales. “Desde que llegué la gente me trató muy bien, tuve muchos amigos y hasta ahora los tengo. Nunca he tenido ningún problema con nadie y, hasta la fecha, mantengo buenas relaciones con todo el mundo, soy muy conocido en todos los pueblos que he estado”, afirma. Participó en la fundación de la Corporación. Además, fue nombrado Presidente del Ingenio azucarero tras el fallecimiento de don Roberto Barbery Paz, siendo actualmente Vicepresidente de la Corporación Unagro S.A. Fue presidente en la Cooperativa Integral Guabirá, y también fue parte del Comité de Vigilancia de su municipio como Presidente y como Secretario General del Directorio. Formó parte del Comité Pro Lo-
Desde que llegó, asegura, fue tratado muy bien y pronto se rodeó de amigos con los que puso los cimientos de instituciones de todo tipo.
"A todas las personas que han trabajado honestamente y han crecido, sean consecuentes, den gracias a esta tierra y a esta gente y, para todas aquellas que desean venir, vengan con sanos propósitos a trabajar en esta Bolivia chica”. setas de Montero, oportunidad en la que se enlosetaron 40 cuadras, según relata. Participó también en clubes sociales como el Rotary Club de Montero, donde fue dos veces Presidente y también Tesorero; ocupó la Presidencia del Club Social de la ciudad norteña; fundó el Tenis Club. Hace diez años propició el envío de listas para ser firmadas por los interesados, promoviendo la instalación de energía eléctrica en su zona, hasta que logró tal objetivo. También es fundador del Comité Pro Caminos para el arreglo de las vías de acceso, dentro de un proyecto con la Gobernación de Santa Cruz. “Después pensamos en que se podía asfaltar esta carretera -pensaron que yo estaba loco o estaba soñando (sonríe)- pero ahora estoy viendo que se está haciendo realidad, es con el aporte de las alcaldías, la Prefectura y del sector productivo”, refiere. La única vez que Toribio visitó Potosí, desde 1958, fue para asistir
a una convención del Rotary Club. Las tierras que sus padres tenían en un lugar denominado El Molino, fueron inutilizadas por las riadas. "No es que no me guste o no tenga sentimientos (con Potosí), añoro volver", aclara; pero, explica que ya no volvería porque después de vivir más de 50 años en Santa Cruz, su edad no le favorece, el clima y la altura le sientan mal. Le pedimos a Toribio dé un mensaje a los bolivianos, en su condición de migrante. Conocedor del hombre, el alma y la tierra cambas, reverente se saca el pequeño sombrero y dice: “A todas las personas que han venido a Santa Cruz, que han trabajado honestamente y han crecido, que han surgido (les pido) que sean consecuentes con este noble pueblo, que den gracias a esta tierra y a esta gente que realmente los cobijó bien; y, para todas aquellas personas que desean venir, que vengan con sanos propósitos a trabajar y a continuar con esta Bolivia Chica”. www.semanariouno.org
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or su trabajo honrado y esforzado desde joven, don Roberto Barbery Paz lo animó a estudiar y no defraudó la confianza. Se graduó y se ganó el puesto con empeño y dedicación. Del mismo modo logró ser reconocido como Hijo Predilecto de Minero.
Timoteo Callejas, de carpidor a asesor legal T 40
imoteo Callejas vino a Santa Cruz desde Azurduy,Chuquisaca. Supo ganarse el aprecio del fallecido Roberto Barbery Paz, mentor de la Unión Agroindustrial de Cañeros (Unagro), quien con la visión que le caracterizaba lo apoyó y proyectó para estudiar una profesión, la abogacía, hasta asumir el importante cargo de Asesor Legal dentro de la Corporación. El ahora Doctor Callejas -como se suele llamar a los abogados en Santa Cruz- se remonta a enero de 1979 cuando tenía 15 años de edad y decidió ir a la localidad de Minero en busca de su hermano Antonio, que estaba trabajando en el montaje del Ingenio Unagro. Los primeros meses, de enero a julio se dedicó a estudiar. "El primero de julio le pedí a mi hermano que yo deseaba trabajar y estudiar y que no quería ser una carga más para él porque tenía su familia que mantener", recuerda. Si bien su hermano no estuvo de acuerdo al principio, viendo la determinación del joven Timoteo, el mismo lo presentó al encargado de Trabajos Agrícolas de Unagro, Lino Vaca Mancilla, dándole entonces el trabajo de carpido de caña, limpiar jardines, recoger las cañas que caían de los camiones, hacer galpones para los zafreros, todos trabajos agrícolas. "Por la confianza que me había ganado y porque demostré que era una persona honrada, me encomendaron atender las oficinas que incluía la Presidencia Ejecutiva, de la cual era titular don Roberto Barbery Paz", agrega. Luego, pasó a ser jardinero en la casa del señor Roberto Barbery hasta salir bachiller en 1984. "A don Roberto lo considero como un padre por todo lo que hizo por mí”, señala. De carpidor a asesor legal Un día don Roberto le preguntó a Timoteo qué pensaba hacer una vez que saliera Bachiller, a lo que él respondió que había venido del interior para poder superarse. "Me preguntó
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si quería estudiar, yo le respondí que sí". De esa manera es que fue a estudiar Derecho en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, en Santa Cruz de la Sierra. Le dieron el cargo de sereno en las oficinas de Unagro. Trabajaba en la noche y por la mañana estudiaba. La fecha exacta de su ida a Santa Cruz está firmemente grabada en su memoria: 31 de marzo de 1984. Y es que para Timoteo fue algo fundamental este nuevo paso en su vida. Su visión pudo hacerla realidad gracias a la confianza que ganó con este industrial. Estuvo de sereno unos dos años y, a medida que se fue superando, le dieron cargos superiores: Auxiliar de servicios administrativos y encargado de archivo, luego como encargado de almacén. Cuando egresó como licenciado en Derecho, dos años antes que Roberto Barbery falleciera, fue distinguido como "Trabajador Sobresaliente". Pasó a ser entonces Asistente de Asesoría Legal por seis años, a modo de realizar "prácticas", sin saber que el destino le estaba preparando para un cargo mucho más importante. Recompensa al esfuerzo, sin discriminación Como todavía no había dado aún su Examen de Grado, el Gerente de Administración y Finanzas de Unagro le dijo: "Mirá Timoteo, tenés cuatro meses para dar tu Examen de Grado; si no, vamos a tener que poner a otro...". No se lo dijeron a un sordo rindió el Examen de Grado, presentó su título y le dieron el cargo. Luego fue transferido a la Corporación Unagro S.A., cargo que ostenta actualmente. Callejas dice que jamás fue discriminado. "Santa Cruz es un departamento que acoge a todos los que llegan, no hay discriminación de ninguna naturaleza, ni de sus autoridades ni de sus habitantes" indica. "Cuando viajo a La Paz a veces me encuentro con taxistas, que dicen que a los collas se los trata mal acá. Yo les digo: Nunca, falso, men-
Sus virtudes en el trabajo no pasaron desapercibidas para su jefe, el mentor de la Unión Agroindustrial de Cañeros (Unagro), Roberto Barbery Paz que lo apoyó para que pueda profesionalizarse.
"Santa Cruz es un departamento que acoge a todos los que llegan aquí, no hay discriminación de ninguna naturaleza, ni de sus autoridades ni de sus habitantes". Es hijo ilustre de Minero tira, a mí nunca me han tratado mal, nunca. Ahí está la prueba, que don Roberto Barbery me dio la oportunidad de crecer siendo colla". El llanto de una madre... y ahora Hijo Ilustre Su madre Luciana Callejas, con mucho sacrificio lo hizo estudiar en el colegio hasta el 5° Básico, pero al ver el jovencito Timoteo que la situación económica de su madre no le permitiría seguir cursos superiores, comenzó a trabajar como peón. "Logré juntar para mi pasaje y le dije a mi madre que quería irme donde mi hermano a Santa Cruz, para seguir estudiando. Mi madre con lágrimas en los ojos me dijo: Bueno -. Me pagaban dos pesos por jornal, junté 70 pesos y compré el pasaje, la ropa y dejé a mi madre. Ahora doña Luciana lo visita y dice que "está feliz", pese a que recuerda con dolor sus lágrimas y la forma cómo su hijo se vino a Santa Cruz. Para su hermano Antonio, que
sigue trabajando en el rubro de la caña con Unagro, es una satisfacción personal. Timoteo Callejas tiene un hijo de 21 años que estudia Electromecánica en la Universidad "Gabriel René Moreno". Si bien la vida le sonrió en muchos aspectos, también le quitó a su esposa y dos de sus hijos en un fatal accidente. Él, como hombre de temple que es, sigue adelante. El 14 de mayo de 2007 Timoteo Callejas, por su demostrada capacidad de sacrificio y determinación personal, recibió la más alta distinción que otorga el Concejo Municipal de Minero, el título de "Hijo Ilustre de Minero" en reconocimiento a su trabajo y esfuerzo constante, aportando al desarrollo de su pueblo como profesional destacado. Ahora, también tiene el reconocimiento de la población en general, y junto a otros migrantes, es uno de los responsables del desarrollo productivo de Santa Cruz.
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l potosino empezó con 20 hectáreas para sembrar arroz. En la actualidad todavía roza y fumiga de la manera antigua. Llegó a los 12 años de edad de Potosi y es uno de los fundadores de la Cooperativa Alonso Fernández, que hasta ahora sigue vigente.
Nilo Melgarejo se formó como agricultor y fundó una cooperativa N
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uestro entrevistado nos sorprende, pues a diferencia de casi todos que utilizan gorras, él lleva sobre su cabeza un “sombrero e saó”, característico en todo el Oriente boliviano. Sus pies pisan la tierra lista para ser sembrada; a sus espaldas hay un gran cañaveral a punto para la zafra. Don Nilo Melgarejo fue traído a Santa Cruz por sus padres desde Cotagaita, provincia Nor Chichas, del Departamento de Potosí, su lugar de origen. “Entonces tenía 12 años de edad, era un 20 de enero de 1960”, recuerda. Su padre trabajó el año 1959 como zafrero en la localidad de Santa María, y obtuvo una parcela en la faja Portón Cotagaita como colonizador, y empezaron a plantar arroz. Cuando hubo una ampliación del cupo en el Ingenio Azucarero Guabirá, trabajaron con la caña. Organizaron la Cooperativa “Alonso Fernández” de la cual es socio hasta hoy. “Llegamos casi caminando”Nilo recuerda que se establecieron en la Colonia “4 Ojitos”, donde adquirió un lote de 20 hectáreas, para sembrar arroz. La familia regresó a Potosí pero luego retornaron definitivamente a Santa Cruz. “Llegamos a Puesto Fernández casi caminando porque en ese tiempo no había movilidad, cuando llovía era difícil ingresar o salir”, apunta. A su arribo, el arroz estaba a punto de florecer. Con el arroz maduro, su padre le dijo que venderían el cereal y que le compraría una bicicleta, “yo nunca había conocido bicicleta; para mí, me parecía un camión cuando me hablaba de bicicleta, y justo el arroz maduró y cosechamos 30 fanegas de arroz, muy lindo”, recuerda con cariño. Con el paso del tiempo se trasladó a faja Tunari y se compró una parcela, donde ahora vive y trabaja, en sus inicios la parcela le costó 5 mil dólares. Como era todo monte, se puso a desmontar y a sembrar caña otra vez. Mosquitos y calor Nilo describe www.semanariouno.org
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de la siguiente manera su llegada a Puesto Fernández: “Cargados de nuestras bolsitas llegamos; yo, llorando por el mosquito y el calor que me afectó. Nos quedamos en Puesto Fernández, hay una faja que se llama Portón Cotagaita”. Empezaron con 10 hectáreas de caña. Aquel lugar es ahora un desierto por los desbordes del río Piraí. A veces se pierde todo Una experiencia triste en la vida de Nilo, fue cuando el río Piraí se desbordó, arrastró todo a su paso, y se perdieron 50 hectáreas de siembra. “Quedé como recién llegadito del interior, sin nada, cargamos en un camioncito lo que teníamos, nuestras cositas que salvamos, y nos fuimos a un pueblito de Puesto Fernández”, balbucea todavía entristecido. Según él, el problema habría afectado a su padre, quien enfermó y murió el mismo año del desborde, allá por el año 1986. Tributo a su padreCon más de medio siglo de experiencias vividas, Nilo Melgarejo rinde un tributo a su padre y dice: “Mi padre era muy valiente, fue ex combatiente de la Guerra del Chaco, él era muy dedicado a la agricultura, desde la 3 de la mañana empezaba a trabajar”. Su progenitor conformó la Federación de Beneméritos de la Guerra del Chaco, creando la Colonia “Las Marotas”, de 2 mil hectáreas, para los beneméritos de la cruenta guerra que sostuvo Bolivia con el Paraguay. “Yo y mi padre agarramos 50 hectáreas cada uno, hasta el año 1986 teníamos 150 hectáreas”, dice. Un “hachero” de primeraSe define como “un buen hachero”, pues explica que tumbaba hasta 75 motacús (palmera silvestre) por día. Desde muy joven fue bueno con el hacha y, hasta la fecha no utiliza maquinaria, pues prefiere trabajar manualmente, solo utiliza una sembradora que alquila de sus vecinos.
Este potosino llegó a Santa Cruz con su padre y con él aprendió a trabajar y aprovechar la tierra.
"Cargados de nuestras bolsitas llegamnos; yo, llorando por el mosquito y el calor que me afectó. Nos quedamos en Puesto Fernándes, hay una franja que se llama Portón Cotagaita. Yo, personalmente voy a rozar y a carpir". “Yo, personalmente, voy a rozar, a carpir, a fumigar, estamos empezando a rozar la caña para la zafra. La carga es integral casi no utilizamos con máquina”, especifica. SANTA CRUZ, UN LUGAR LINDO PARA PRODUCIR “Dios quiso que nos vengamos aquí”Entre víboras y tigresUn día cuando cosechaban, vio debajo de un árbol grueso una víbora. “Yo no conocía la víbora, hay víbora boyé hasta de 2 metros que se pueden comer un jochi (chancho de monte) o una urina (venado pequeño)”, comenta y sigue: le dije a mi padre: “Mira papi qué bonito este tronco. Mi padre me dijo que era una víbora y con un machete cañero le tiró un machetazo en la cabeza, la sacamos con gancho hasta una chocita que teníamos; yo, envuelto en una bolsa, me monté sobre la víbora para que mi padre la pele, la víbora sin cabeza me trajinaba...”, recuerda sonriente. Después de sacarle el cuero llevaron la víbora al campamento, la cocieron y al día siguiente comieron un picante de víbora. Desde entonces, el plato se repetiría muchas veces. Recuerda también, que por la zo-
na rondaba el tigre; por esa razón, don Nilo y sus parientes se juntaban a cuidarse todos en la noche, bajo un techito de motacú. Agradecido a Dios por su esposaDespués de volver del cuartel se casó con la hija de un colono venido de Cochabamba que vivía al frente de su chaco, se casaron el año 1968. “Agradezco a Dios por mi esposa, ella es muy humilde, muyrespetuosa, es una persona muy sociable, es hermana evangélica, agradezco a Dios que me dio esta pareja”, expresa don Nilo que también agradece a Santa Cruz por tener una casa en Montero, donde vive con su familia. Tienen 8 hijos, 3 hombres y 5 mujeres –dice que “todos son cambitas”- y se goza porque todos salieron bachilleres, algunos se han dedicado al transporte. Tiene 10 nietos, 7 nacidos en Santa Cruz y 3 en España.El intento por ser taxista Después de la triste experiencia de perderlo todo a consecuencia de la riada, don Nilo Melgarejo decidió ir a trabajar como taxista a la Capital cruceña y compró un lotecito en el barrio Las Cabañas, donde
construyó una casa, pero también -pensando siempre en la agricultura- compró una parcela en un lugar alto, al otro lado del río. Como él ya estaba acostumbrado al campo, donde vive actualmente -en la faja Tunari- recuperó 50 hectáreas que tenía en “Las Marotas” y que, ahora, están en producción de caña, soya, maíz y frejol. Hoy por hoy está dedicado exclusivamente a la agricultura, tiene 40 hectáreas de caña que rinden hasta 2 mil toneladas; está sembrando maíz, con una producción de sólo 60 quintales por hectárea por las lluvias y 35 quintales de frejol. Saber escribir, fue bueno Agradece a Dios por haber estudiado hasta el 4° Curso Básico, porque no habiendo jóvenes que supieran escribir en el lugar donde se encontraba siendo que él sí sabía- lo designaron Secretario de Actas en el Sindicato “Portón Cotagaita”, llegando posteriormente a ser Secretario General. . Fue además Secretario General del Sindicato “Las Marotas”, y uno de los fundadores de la faja Portón Cotagaita; varios años Presidente de la Cooperativa “Alonso Fernández” y, a partir de una invitación que le hiciera el señor Roberto Barbery Paz, formó parte de la Corporación Unagro S.A. como Director, cargo que conserva hasta la fecha. También fue Secretario de Actas de la Federación Departamental de
Campesinos Productores Cañeros, y Presidente del Consejo de Vigilancia; Secretario de Actas en la Federación Nacional de Cooperativas, y Delegado de la Federación de Cañeros ante el Sindicato “13 de Mayo”. Recuerda que adquirió un manzano de lotes para los socios de la Cooperativa, donde ahora los hijos de los socios tienen sus casas. . Un agradecido a Dios Participó del Décimo Primer Congreso Iberoamericano de Cañeros en Argentina
fuerza, siempre agradezco a Dios porque todas las cosas son pasajeras”, afirma. El pequeño productor, el más perjudicado.En opinión de don Nilo Melgarejo, la prohibición de exportación de alimentos afecta más al pequeño productor. “El productor grande puede aguantar y sobrevivir, el pequeño productor con un Decreto de esos nos tira al suelo y no tenemos donde almacenar nuestros productos, obligados tenemos
"Soy evangélico, me gusta hablar de Dios porque sin él no hay nada. Él nos da valor y la fuerza, siempre agradezco a Dios. Además, les digo a las autoridades que piensen en los pequeños productores". y, en otro similar, en el Brasil. Fue invitado a la Tercera Sección Municipal como candidato a Concejal en Minero, en la Comisión de Educación y Deporte. Don Nilo Melgarejo aduce sus triunfos al favor de Dios, como miembro de la Iglesia Adventista. “Soy evangélico, me gusta hablar de Dios porque sin Él no hay nada, Él nos da el valor y la
que sacar al centro donde se vende al precio que nos ofrezcan. Nos están matando sobre todo al pequeño productor, yo les diría a las autoridades que piensen en los pequeños productores”, recomienda. Afirma que en todos los años que vivió en el Norte cruceño no había visto las colas para diésel que ahora se ven. El pequeño productor que no tiene
tractor, pide a un vecino para que le trabaje dos o tres hectáreas, pero tiene que conseguir el diésel; el no lograrlo representa pérdida de tiempo y de dinero. “Jamás en mi vida había visto las colas que se han hecho desde la rotonda de Montero, esperando hasta 24 horas para comprar gas, todo eso nos afecta”, dice. Allá bien, pero aquí mejor .Tiene algunos parientes en Cotagaita, “he visto que están tal como se han quedado, siguen igual; no sufren, tienen suficiente para comer, pero aquí tenemos un camión, una moto para movilizarnos. Si estuviera en Cotagaita yo creo que estaría como están mis parientes: tienen para comer, pero aquí estamos mejor”, señala indicando que, por esa razón, no piensa regresar a su lugar de origen. .Agradecido a Santa Cruz Don Nilo es un agradecido a la tierra camba: “Agradezco a Santa Cruz por habernos recibido con los brazos abiertos, yo creo que para nadie se cierran las puertas de Santa Cruz; el que quiere, viene y puede trabajar así como nosotros, pero sin afectar a los que ya tienen dueño, porque últimamente se han estado acostumbrando a avasallar tierras que tienen dueño, cuesta mucho reservar una parcela, hay muchas obligaciones que cumplir, pero llegan a avasallar, a entrarse, eso no me gustaría”, sostiene convencido.
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uando llegó no había vías habilitadas para vehículos en el puente sobre el río, de Yapacaní al puerto, así que un día tuvo que cargar 20 fanegas al hombro para pasarlas con el boyero y opina que la situación hoy en día sigue igual en las colonias.
Roberto Soliz, un productor de pocas palabras A
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la hora de entrevistarlo, Roberto Soliz Velásquez se encuentra en el depósito de almacenamiento de arroz, con centenares de bolsas que lo rodean por todo lado. Actualmente tiene 50 hectáreas de tierra, entrega 375 fanegas de arroz a la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa, entidad gubernamental). Tiene un tractor, una peladora y su propio Ingenio Arrocero. En su momento formó parte del Sindicato de Transporte “10 de Febrero”, pero lo dejó pa-
ra dedicarse exclusivamente a la agricultura. Su labor se ve acompañada por sus dos hijas que le colaboran con manifiesto cariño, así como su esposa también lo hizo ayudándole en la rústica siembra, en todo momento. Sostiene que todo lo que se produce en Santa Cruz se manda al interior y que el precio del arroz es bajo, mientras que los insecticidas que se utilizan son caros. Afirma que, “aquí da de todo, papa, lechuga; lo que sea que aquí se pone, produce de todo, pero en el interior
A Roberto Solíz lo rodean las mujeres: su esposa y sus dos hijas, puntuales en la consolidación de su patrimonio.
poco llueve” puntualiza. Roberto hace memoria de cuando llegó a Santa Cruz. No había vías habilitadas para vehículos en el puente sobre el río, de Yapacaní al puerto, así que en un día tuvo que cargar 20 fanegas al hombro para pasarlas con el boyero. Después del río el camino
era estable. Opina que actualmente la situación sigue igual en las colonias, “pero queremos trabajar para el país, eso es lo que nos duele a nosotros, además el flete nos cobran caro”. Sus cinco hijos han nacido en Santa Cruz: 3 varones y 2 mujeres. Una vez terminado el ciclo medio en el colegio, tuvieron la oportunidad de ir estudiar a Buenos Aires, Argentina, y así lo hicieron. Las mujeres son ahora profesionales, mientras que los varones están dedicados a la agricultura, trabajando de forma individual. Todos ellos son personas que han podido realizarse en buena forma en la región. Un camba más Le consultamos si él retornaría a su lugar de origen, Potosí, y nos indica que no, porque allá no genera nada, “allá tenemos dos hectáreas, media hectárea; viene la helada, la granizada y lo arruina. Aquí estamos más de 40 años, y yo me creo un camba más”, afirma, a tiempo de enfatizar que nunca se ha sentido discriminado, y por el contrario afirma: “Santa Cruz debería ser atendida bien y respetada. Hasta yo digo: gracias a Santa Cruz. Deberían pensar un poquito: si no viene de Santa Cruz ¿de dónde va a venir la materia prima? Aquí uno es bienvenido, hasta un refresquero, uno que vende comida, recibe sus quintos y ya hay para mantener a su familia”. La entrevista a Roberto Solíz resulta la más breve de todas. Nos dice con respeto, “bueno queridos, ahí nomás”, señala con la mano y se despide apresurado. Tiene muchas tareas por hacer, asegura; al fin de cuentas, además de agricultor es un empresario que debe dirigir toda la cadena de su producción, para cumplir con su familia, con la región y como él dice, “para alimentar al país.
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Dando fe de lo que es posible con trabajo y convivencia en paz E M l documental y el libro presente “Historias de migrantes bolivianos exitosos en la agricultura cruceña” realizados por el IBCE como homenaje al Bicentenario del departamento de Santa Cruz, con apoyo del PNUD, relata el éxodo desde hace más de 50 años cuando miles y miles de compatriotas de todas las latitudes del país llegaron a Santa Cruz para “buscarse la vida”. Casi todos llegaron pobres y hoy son pequeños, medianos y grandes productores, al haber aprovechado la oportunidad que les dio Santa Cruz para “hacer”, pero también para “ser”; esto es, para realizarse como personas en los planos económico, social e institucional. Seguramente, no faltará quien pregunte el por qué el IBCE ha emprendido un libro y un filme con un fuerte contenido social sobre la experiencia de decenas de miles de migrantes bolivianos en el Norte Integrado primero, y en el área de
uchos se preguntarán por qué el Instituto Boliviano de Comercio Exterior decidió hacer un documental y luego un libro sobre las historias de migrantes exitosos.
“Casi todos llegaron pobres y hoy son pequeños, medianos y grandes productores, al haber aprovechado la oportunidad que les dio Santa Cruz para 'hacer', pero también para 'ser', realizarse en los planos económico, social e institucional”. expansión del departamento de Santa Cruz después, que lograron consolidarse como productores agrícolas. La respuesta es sencilla: el IBCE aboga por la producción, el comercio exterior y la integración, y es precisamente éste el enfoque del trabajo realizado: mostrar a exitosos productores, sustituidores de importaciones, generadores de exportación y empleos, y todo ello, en pacífica convivencia entre los bolivianos y bolivianas llegados de todas partes. Estos migrantes anónimos que llegaron a caballo, en camión, en bicicleta, a pié y muy pocos en avión, son los que anduvieron luego en mula y carretón y los que con su cotidiano trabajo coadyuvan por décadas a forjar la soberanía alimentaria de Bolivia; pero además, generan excedentes para la exportación y fuentes de empleo para los bolivianos. Su presencia en tierras cruceñas desde hace más de cinco www.semanariouno.org
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décadas, muestra algo más grande: que -pese a todas las diferencias existentes- una pacífica convivencia intercultural es posible con mensajes positivos para un país que precisa pacificarse y volverse a abrazar. Para orgullo de Bolivia, estos migrantes que empezaron como trabajadores rurales, y que representan a una inmensa mayoría que se trasladó a Santa Cruz con la ilusión de triunfar, son hoy solventes productores con una orientación hacia el mercado, tienen sus familias bien establecidas y sus hijos profesionales, son los herederos de un importante patrimonio moral y económico. Otros que aún están avanzando, han pasado de trabajadores rurales, a ser técnicos, mecánicos, tractoristas, maquinistas y pequeños empresarios, y absolutamente todos han mejorado sus ingresos y su calidad de vida. . A través del documental y del libro que recoge esos testimonios
de vida, el lector podrá encontrar conceptos vertidos por los migrantes que tienen que ver con valores que deberían ser inmutables en toda sociedad, como ser la fe en Dios, el trabajo duro y sacrificado, el amor por la familia, el entusiasmo y la valentía, acompañados de la honestidad y sencillez en medio del éxito logrado; asimismo, su agradecimiento a Santa Cruz, mostrando un amplio sentido de pertenencia: “Soy más camba que los cambas”, “Soy colla, pero también soy camba”, dicen. “Historia de migrantes bolivianos exitosos en la agricultura cruceña” dará fe de la generosidad de la región oriental para quienes lograron aquí un mejor futuro que el que les ofrecía su propia tierra, un logro alcanzado sin que su pobreza y menos su origen étnico, cultural o racial impidieran su éxito. A través de los testimonios se encuentran expresiones admirables y genuinas sobre lo que representan el progreso, el desarrollo, el mercado, las instituciones y empresas, así como la tecnología y la sostenibilidad productiva, aspectos que son reiteradamente destacados. El libro refleja sentimientos profundos de estos esforzados y bien reali-
zados productores agrícolas, fruto de su rica experiencia -la unidad, la solidaridad y la integración- y si hay algo verdaderamente digno de destacar, es la pacífica convivencia con los cruceños. Si esto ha venido ocurriendo en el oriente boliviano, ¿por qué no replicarlo en otros departamentos del país con plataformas productivas que arraiguen a la gente en su tierra?, ¿por qué no forjar un gran acuerdo nacional por la producción, la competitividad y el empleo para desarrollar otras regiones del país?, ¿por qué no dar sostenibilidad a la política social con oportunidades productivas para los ciudadanos?, ¿por qué no educar a nuestros hijos con una visión correcta como forma para solucionar el flagelo de la pobreza?, ¿por qué no ponernos de acuerdo para que todos los bolivianos puedan hacer empresa o acceder a un empleo digno y bien remunerado?, ¿por qué no transversalizar el esfuerzo público para todos los ciudadanos sin distingos, salvo -tal vez- una discriminación positiva para los más necesitados?, ¿por qué no decir sí al mercado y al desarrollo sostenible?, ¿por qué no forjar sólidas instituciones que viabilicen el desarrollo con paz social entre los bolivianos, a fin de que todos podamos progresar armónicamente? Como el lector podrá apreciar, muchas de las respuestas a estas interrogantes se las puede encontrar en las declaraciones testimoniales de los protagonistas del documental y del libro “Historias de migrantes bolivianos exitosos en la agricultura cruceña”. Nuestra gratitud a las instituciones y empresas que confiaron en el IBCE para llevar adelante este emprendimiento. Un especial reconocimiento para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), por brindarnos su invalorable apoyo. Finalmente, nuestro convencimiento de que sólo el haber contado con el favor de Dios hizo posible llevar a buen término esta obra. Por tanto, nuestra mayor gratitud para Él, pues fue su Amor nuestra principal inspiración, y lo que nos dio fuerzas para lograrlo.
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uando hablamos de convivencia, se trata de conocer y reconocer a las personas que integran la nación boliviana y valorarlas y quererlas así como son, en toda su diversidad, su singularidad, como individuos. Y en ese sentido realmente felicito mucho a los colegas del IBCE por haber producido este lindo documental. Es una celebración de los migrantes que llegaron a Santa Cruz y echaron raíces en el mundo de la agricultura y tuvieron éxito además como colectividad, como individuos Y también es una celebración del departamento de Santa Cruz, que ha acogido a estas personas de tan diversas partes del país y les ha ofrecido la oportunidad de superarse. Realmente la experiencia particular de cada una, su testimonio tan personal, su sacrificio, sus sueños, conmueven mucho. Y creo que vale la pena mencionar que este ambiente de polarización política que todavía persiste en el país, las descalificaciones, las agresiones contra los que piensan distinto a uno, se dan en gran parte en torno a ideas y conceptos y categorías abstractas: socialista-capitalista, derecha-izquierda, oriente-occidente. En ese sentido, creo que una gran contribución de la película es que nos recuerda que el ser humano no es una abstracción, es algo muy concreto y real. Ahí está la persona en toda su particularidad de pensamiento, de emociones, incluso de físico. En ese sentido, cada cara que aparece en la película plasma de una manera única todo lo que cada uno de ustedes ha vivido y ha sentido; todas sus alegrías, sus frustraciones, sus tristezas, sus pasiones. Son realmente conmovedoras. Expresan el hecho de que ustedes son personas que han abrazado plenamente la vida sin condiciones, sin vacilar, con toda su dureza y su abundancia. Quizás no tenían elección, pero eso se expresa en sus caras, y realmente conmueve más allá de las palabras de sus testimonios. Y las sonrisas son bellas. Especialmente me impactó la sonrisa de don Fausti-
Santa Cruz y sus migrantes, la celebración compartida
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l PNUD no dudó en apoyar el proyecto del IBCE sobre los migrantes exitosos en la agricultura cruceña, por una sencilla razón: coincide en sus objetivos con los de la campaña
no, cuando hablaba de sus camiones, es como el sol; a mí, personalmente, me llena de luz, de felicidad. La película nos hace entender que detrás de todos los avances que Bolivia ha tenido en su desarrollo, hay personas como ustedes: con sus sueños, con sus enormes sacrificios y su perseverancia contra toda adversidad, su dignidad, su orgullo, su optimismo. Y una cosa que también me impactó, es escuchar lo que todo padre y madre compartimos: ese deseo de que la vida sea mejor para nuestros hijos e hijas, que sean felices. En ese sentido nos recuerda también que nuestro deber más importante como padres y madres, es heredar más allá de bienes materiales, heredar amor para que las futuras generaciones también hagan lo mismo. Y al mismo tiempo, todo esto también nos debe hacer pensar en cuál debe ser el papel del Estado y las políticas públicas en el desarrollo del país. Por un lado, yo creo que un deber es que estos éxitos no sean la minoría de los casos. Y todavía es una minoría, pensando que en Bolivia seis de cada 10 personas viven en la pobreza; tres de cada 10 viven sin la posibilidad ni siquiera de satisfacer sus necesidades más básicas. Y un deber, también del Estado, de las políticas públicas, es que este tipo de éxito no sea puramente producto del sacrificio y el esfuerzo personales, sino que el éxito sea lo normal, en cierto sentido, y que cuente con el apoyo sistemático del Estado, de la Nación. Y también, que
el Estado y las políticas aseguren que el éxito o la pura supervivencia no sea tan difícil y duro, y que no requiera tanto sacrificio y dolor. Y otra cosa, que la gente no se vea forzada a dejar sus comunidades de origen y sus familias para tener una vida decente. Una de las personas habló de lo duro y difícil que es, y yo como miembro de una comunidad que vive en el vagabundaje, en la comunidad de Naciones Unidas, sé algo de lo difícil que es. Claro, en mi caso, es por elección. No fui obligada a hacerlo. Eso de ser forzado a dejar el hogar, la familia, la comunidad, es una injusticia y hay que corregirla. En fin, el Estado -entendido como el conjunto de Gobierno y la sociedad de Bolivia- tiene la obligación de asegurar las condiciones básicas para el bienestar de todos los bolivianos y bolivianas, donde quiera que estén, y son cosas
país donde uno de cada cuatro niños no termina siquiera la primaria, es un deber asegurar que todos los niños y niñas por lo menos terminen la secundaria. Les mencioné que seis de cada 10 bolivianos viven en pobreza. Es un deber asegurar que todas las familias cuenten con medios económicos para satisfacer por lo menos sus necesidades básicas. Quiero mencionar, en ese sentido, ahora que la Asamblea Plurinacional comienza a debatir la Ley Marco de Autonomías, un tema central tiene que ser cómo el nuevo esquema autonómico va a asegurar estos derechos fundamentales para todos los bolivianos en todos los departamentos, en todos los municipios. Finalmente, quiero mencionar un deber de la política: el de forta-
Yoriko Yasukawa Representante residente del PNUD en Bolivia
“Todo esto nos hace pensar en cuál debe ser el rol del Estado y las políticas públicas en el desarrollo. Un deber es que estos éxitos no sean la minoría de los casos. Y todavía es una minoría porque seis de cada diez bolivianos viven en la pobreza”. muy sencillas. En un país donde todos los años mueren 14 mil guaguas antes de cumplir un año, es un deber asegurar que todos los bolivianos y bolivianas tengan acceso a buenos servicios de salud básica. En un
lecer y promover la convivencia, el respeto por la diversidad, no sólo de identidades colectivas sino también individuales, para construir una comunidad que incluya de verdad a todos y a todas.
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