Domingo 8 de noviembre 2015
Semana XXXII del Tiempo Ordinario
Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu, que renueve la faz de la Tierra.
La actividad de Jesús en Jerusalén gira en torno al templo y al culto. Se inicia con unos gestos simbólicos que manifiestan quién es Jesús (Mc 11,1-25) y que enseguida encuentran réplica por parte de los dirigentes del judaísmo oficial (Mc 11,27-12,35). Éste es el ambiente polémico en el que se inserta el texto del evangelio de hoy. Una vez que Jesús ha respondido con autoridad a las cuestiones que le plantean distintos grupos judíos, se dirige a sus discípulos para mostrarles qué actitudes deben rechazar y cuáles
Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Amén.
favorecer en su relación con Dios. Es fácil descubrir dos partes en el pasaje evangélico de este domingo, una que marca las actitudes a rechazar y otra en la que aparecen las que hay que favorecer. Los escribas: son los primeros enemigos del proyecto de Jesús cuando actúan en grupo. Reclaman los puestos de honor en el culto y en los banquetes. (12, 39). Estafan a los indefensos y débiles que confían en ellos. Piensan que el conocimiento de la ley eterna, de la que se creen de alguna forma dueños, les da derecho para vivir a costa de los otros. Son peligrosos
y
aprovechados, han construido su mundo sobre lo que puedan aparentar: piensan que son
y valen únicamente con lo que
muestran externamente como sus vestidos y por eso necesitan que les saluden, que les hagan reverencias, carecen de transparencia. Los Discípulos: entre ellos corría la idea de que el problema del pueblo sólo se resolvería con mucho dinero. Ya en la multiplicación de los panes habían dicho a Jesús: "¿Cómo vamos a comprar nosotros pan por valor de doscientos denarios para darles de comer?" (6,37). Para quien piensa así, las dos monedas de la viuda no servían para nada.
Marcos 12, 38-44. En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.» Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». Palabra del Señor, Gloria a ti, Señor Jesús.
Para entender mejor… La viuda: las viudas sufrían una doble desventaja en la sociedad de entonces, como mujer que estaba sola y como representante de la clase social pobre. Incluso eran reconocidas por sus vestiduras (Gen 38,14). Cuando no les era posible regresar a su casa paterna, contraer matrimonio o cuando no tenían hijos que las alimentaran, rápidamente podían llegar a la pobreza. Viudas y huérfanos tenían que ser protegidos por la Ley (Éx 22,21-23) y pertenecían a los “pobres”, defendidos por los profetas. Posiblemente las moneditas a las que se refiere el evangelio eran las denominadas leptón que es la moneda de cobre más pequeña. La viuda ofrece dos lepta y con ello entrega su amarga pobreza, es decir ella da de su carencia. Ella da lo que necesitaba para el sustento de vida, que en el pobre, suele abarcar lo que necesita para el día presente. Jesús: llama a los discípulos para dar una enseñanza importante, por eso enfatiza diciendo “Yo les aseguro”. La donación de toda la vida suena simbólicamente a lo que Jesús va a vivir en la cruz. La ofrenda de la viuda no es razonable, de igual manera que la de Jesús tampoco le parece razonable a Pedro.
• La viuda es la contraposición de los escribas En el fondo de su sufrimiento tras la muerte del esposo y el abandono social, ha sabido encontrar y cultivar el principio de la gratuidad, ofreciendo a Dios todo lo que poseía. •
Dios me da la vida allí donde la entrego
• También en la comunidad cristiana, los pobres corren el peligro de ser menospreciados. Ante esto se recalca el valor de la entrega personal, y que la ofrenda a Dios no se mide por criterios monetarios o externos, sino en la donación a Dios y la entrega propia al servicio del prójimo. Justamente esta entrega debe ser gratuita sin buscar poder ni posiciones. • Quienes trabajamos en la Iglesia tenemos la seria responsabilidad de no aprovecharnos de nadie con pretextos religiosos. Esta responsabilidad crece ante los más pobres y desprotegidos. En ningún momento y bajo ninguna circunstancia con excusas religiosas se debe hundir más en la pobreza y miseria a nuestra gente. •
¿En qué me hacen reflexionar los puntos anteriores?
• Pidamos perdón a Dios por las veces en que no hemos sido auténticos y hemos buscado aparentar para que los demás nos reverencien y por esa razón nuestra entrega no ha sido generosa. Roguémosle que cuando sirvamos en la Iglesia, en nuestra familia o barrio no busquemos nuestros propios intereses. • Pongamos en sus manos a tantas personas que conocemos y que son generosas en la entrega de su vida, como alguna mamá, papá, hermanos o amigos, algún sacerdote, religiosa o miembros de nuestra comunidad cristiana. También oremos por tantos pobres que son sumamente generosos, para que el Señor premie su actitud y nos ayude a nosotros a ser como ellos. • Pidámosle por las personas que trabajan por tener una Iglesia más solidaria, más cercana a las personas desprotegidas y más fiel a Dios.
Podemos ver un paralelo entre la ofrenda de la viuda y la entrega total de Cristo por los hombres, contemplemos esta donación de amor: «¿Sabes,Padre? Siempre quise a los hombres, pero ahora se diría que me he enamorado de ellos, precisamente porque son tan pequeños y necesitan tanto. Ahora ya no sabría vivir sin ser humano y por eso te pido —es mi último deseo en este mundo— que me permitas seguir siéndolo en las anchas praderas de lo eterno.» «Has cumplido tu oficio de buen hijo anunciándome y atando para siempre mis manos de justicia que ya se han vuelto manos solamente de amor. Y sé muy bien cuánto dolor ha sido necesario para lograrlo. ¿Crees que no he visto tu espalda flagelada, tus sienes destrozadas, tus manos malheridas? ¡Si apenas puedo mirarte,Hijo, sin romper a llorar! MARTÍN DESCALZO: Diálogos de Pasión
Actio A partir de este evangelio pienso en un compromiso que pueda ayudarme a vivirlo.
Autores consultados: Borobio, D (1975),
Gnilfa, J (2001),
Delorme, J (1990).
Pikaza, X (1997).
« Pero ésta en su pobreza ha echado todo lo que tenía para vivir »