IIIDomingo de Pascua Lectio Divina II PASOS A UTILIZAR: ORACIÓN INCIAL- LECTIO- MEDITATIO-ORATIO-ACTIO
Oración Inicial Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente. Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente. Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas. Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas santas. Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas santas. Amén San Agustín
Lectio ¿Qué dice el texto?
Lectura del santo Evangelio según san Juan 21,1-19 En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tibiríades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Cana de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.
Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros dos discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea a mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta a mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”. Palabra del Señor Análisis del texto: Nos encontramos ante el último diálogo del evangelio de Juan. Es un diálogo mayor que se compone de tres pequeños. Estilísticamente perfecto y reducido al mínimun, encierra doctrinas teológicas de primera importancia. Es interesante señalar que el evangelista, cuando en su narración se refiere al apóstol, le llama Simón Pedro o Pedro, pero, cuando hace hablar a Jesús, éste le llama con el nombre primitivo de Simón, sin aludir al apelativo teológico de “Kefás-Roca-Pedro”. Esto significa que, antes de confiarle una misión de trascendencia, es necesaria la rehabilitación en el amor. El texto del Evangelio para este domingo es muy rico en contenido, vivencia y de experiencia en Dios, por esta razón hemos seleccionado una parte del mismo para realizar una mejor profundización del mismo. Dice Salvador Carillo Alday, en su libro “Evangelio según San Juan”, acerca de las tres interlocuciones entre Jesús y Pedro: “todo los comentadores están de acuerdo en afirmar que esta triple interrogación del amor es contrapartida de la triple negación de Pedro (Jn 15, 15-18.25-27).
Pero no se agota en esto la significación del diálogo. Están en escena Pedro, Santiago, Juan, Tomás, Natanael y otros dos discípulos. Jesús quiere arrancar de Simón una confesión de amor mayor que el que le profesan los demás presentes. Y como Simón, aunque sin presunción y con timidez, responde afirmativamente, Jesús rehabilita a Pedro y lo establece como pastor y jefe de sus corderos y de sus ovejas. Los corderos y las ovejas representan a todos los que siguen o seguirán a Jesús, entre los cuales se encuentran, en primer lugar, los otros compañeros presentes, sean apóstoles o solamente discípulos. Algunos exégetas establecen una diferencia entre “corderos” y “ovejas”, entendiendo por los primeros a los otros apóstoles y viendo en las ovejas a los demás creyentes. No es necesario marcar esta diferencia, pues, habiendo en el grupo apóstoles y discípulos, las dos categorías quedan incluidas en la recomendación que Jesús hace a Simón: “ Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”. Tampoco deben buscarse en los verbos “amar” y “querer” significados diferentes de mayor o menor amor. Ambos parecen ser sinónimos. Estos cambios de vocabulario obedecen únicamente a razones estilísticas. También son sinónimos “ser pastor de las ovejas” y “apacentar las ovejas”. Este texto de Juan, unido al de Jn 1, 42 al de Mt 16, 15-19 y al de Lc 22, 3134, es el fundamento del primado de Pedro. Pero es constituido en ellos roca, responsable de las llaves, sostén en la fe, pastor del rebaño de Jesús. Simón Pedro recibe una jurisdicción universal. Pedro no sólo es centro de unidad, sino que participa de manera muy particular del oficio mismo de Jesús, quien había dicho que él era el pastor de las ovejas y que habría “un solo rebaño, un solo Pastor” (Jn 10, 16). Siendo así, Pedro no es otro pastor, sino que ocupa el lugar de Jesús, hace sus veces, es realmente su vicario y sucesor. Juan ha subrayado este oficio de Simón en tres textos importantes de su evangelio: al principio, cuando Jesús llama a Simón y le da su nuevo nombre, Kefá; a la mitad del ministerio de Jesús, cuando Simón pronuncia esta confesión: “Nosotros hemos creído y sabido que tú eres el Santo de Dios ” (6, 69) y ahora, al final de su obra ( 21, 15-17).”
Meditatio
¿Qué me dice Dios en este Texto? Vuelve sobre el texto, reléelo y trata de comprender su contenido, piensa en tu historia personal de vida y busca momentos en donde sientas que Dios te pide amar, luego formúlate estas preguntas: • ¿Cómo es mi amor a Dios? • ¿Cómo es mi amor al prójimo? • ¿Estoy dispuesto a reconocer el gran Amor que Dios me tiene?
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Luego… ¿Qué te dice Jesús? ¿Qué te pide? ¿Qué quiere de ti? Oratio
¿Qué me hace decirle a Dios este texto? Te damos gracias Señor por tu misericordia, porque eres bueno y tu amor nos hace libres, te pedimos que al ser levantados del pecado por la acción de tu Hijo, hagas de nosotros personas capaces de no volver atrás, sino más bien, que podamos seguirte donde quieras que vayas y desear lo que tú desees. Amén. Contemplatio
¿Cómo es la mirada de Dios al meditar en este texto? Contemplar es dejarse absorber por lo que se contempla, al pensar en este pasaje del Evangelio de San Juan que hemos leído, te proponemos imaginar cómo Jesús te invita amarlo y amar a los demás. Actio
¿Qué me invita el texto a vivir? Formula un propósito concreto para intentar vivir la misericordia en esta semana, y así puedas vivir el amor a Dios y a los demás.