Domingo 1 de noviembre 2015
Semana XXXI del Tiempo Ordinario
Padre de la luz, tú has enviado al mundo tu Palabra, has querido que a través de Moisés, los Profetas y los Salmos ella manifieste tu voluntad. Finalmente, has querido que tu propio Hijo, Palabra Eterna, se hiciese carne y naciera de la Virgen María. Envía ahora tu Espíritu sobre mí: que Él me dé un corazón capaz de escuchar, me permita encontrarte en tu Palabra, ponerla en práctica, vivirla y así ilumine toda mi existencia.. Amén.
El evangelio de Mateo puede ser estructurado en torno a cinco grandes discursos que armonizan el discurrir de los capítulos. El primer gran discurso tiene su comienzo en este fragmento que conocemos como las bienaventuranzas. Estas bienaventuranzas están construidas siguiendo un modelo semejante. Se parte de la proclamación de la bienaventuranza, que se dirige siempre a categorías «débiles» en la historia, para anunciar que esta debilidad está puesta en las manos de Dios. En todas ellas, en efecto, la promesa contenida en la segunda parte corresponde a la expectativa de la primera. A los que lloran les corresponde el consuelo de Dios (v. 4); a los humildes, Dios les entregará la tierra (v. 5); a quienes tienen hambre y sed de hacer la voluntad de Dios o de justicia, Dios los saciará; con los que tienen un corazón misericordioso, Dios se mostrará misericordioso (v. 7); se mostrará plenamente transparente a los que tienen limpio el corazón (v. 8); tomará como hijos e hijas a quienes construyen la paz (v. 9). De este esquema general se apartan, en cierto modo, la primera y la octava bienaventuranzas, que forman una gran inclusión, puesto que ambas prometen a «los pobres en el espíritu» (v. 3) y a «los perseguidos por hacer la voluntad de Dios» (la justicia, según otras traducciones) (v. 10) el Reino de los Cielos. Estas dos bienaventuranzas adquieren así una densidad especial, mientras que la última aplica este anuncio evangélico a la situación de persecución por la que pasa la comunidad cristiana. El «Reino de los Cielos» se con- vierte de este modo en el código que permite comprender las bienaventuranzas y, además, todo el Evangelio. GIORGIO ZEVINI. Lectio Divina para cada día del año. Domingos del Tiempo Ordinario. España 2012
Mateo 5, 1-12a. En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. En seguida comenzó a enseñarles, hablándoles así: -«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos». Palabra del Señor, Gloria a ti, Señor Jesús.
Para entender mejor… Extracto de la homilía del Papa emérito Benedicto XVI en la Solemnidad de todos los Santos.
“… En realidad, el bienaventurado por excelencia es sólo él, Jesús. En efecto, él es el verdadero pobre de espíritu, el que llora, el manso, el que tiene hambre y sed de justicia, el misericordioso, el puro de corazón, el artífice de paz; él es el perseguido por causa de la justicia. Las Bienaventuranzas nos muestran la fisonomía espiritual de Jesús y así manifiestan su misterio, el misterio de muerte y resurrección, de pasión y de alegría de la resurrección. Este misterio, que es misterio de la verdadera bienaventuranza, nos invita al seguimiento de Jesús y así al camino que lleva a ella. En la medida en que acogemos su propuesta y lo seguimos, cada uno con sus circunstancias, también nosotros podemos participar de su bienaventuranza. Con él lo imposible resulta posible e incluso un camello pasa por el ojo de una aguja; con su ayuda, sólo con su ayuda, podemos llegar a ser perfectos como es perfecto el Padre celestial”.
¿Me siento necesitado de Dios, soy pobre de espíritu? ¿Asumo con esperanza las dificultades de la vida con la fe de ser consolado? ¿Practico la misericordia que el mismo Dios tiene conmigo? ¿Lucho por limpiar mi corazón de todo aquellos que me aleja del amor de Dios? ¿La paz que recibo de Dios, soy capaz de transmitirla? ¿Qué estoy dispuesto a hacer por la causa de Dios?
Las bienaventuranzas son la guía que nos permite alcanzar la santidad. Por eso en este momento, hablemos con Jesús que nos ha llevado hasta el monte para enseñarnos a vivir las virtudes que nos ayudan a ser santos. Amén.
Realizamos nuestra oración personal.
Nuestra verdadera identidad es ser hijo de Dios. Esa es la identidad que debemos aceptar. Una vez que la hayamos reivindicado y nos hayamos instalado en ella, podremos vivir en un mundo que nos proporciona mucha alegría y, también, mucho dolor. Por eso en este momento, adquirimos un compromiso para poner en práctica las bienaventuranzas desde nuestra condición de hijos de Dios. Recordemos que Dios nos quiere santos como él que es Santo.
ACTIO Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: « Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48) .