Derecho al ejercicio de la propia cultura en un entorno ajeno. Estudio sobre la inmigración indígena en Santiago de Chile Sergio Arenas Benavides* Resumen: La inmigración que las personas de zonas rurales o pueblos pequeños realizan a ciudades grandes tiene su consecuencia en la colisión que se produce entre la cultura adquirida en el medio originario y la que predomina en el ambiente del lugar de destino. Este conflicto es de mayor envergadura cuando el inmigrante pertenece a una minoría étnica –en el caso chileno, de preferencia, pueblos originarios- y el lugar de destino sea la capital de Chile, ciudad de vocación europeísta. Así las cosas, se realiza un estudio tanto teórico como en terreno para ver cómo es este conflicto cultural y las posibilidades que ofrece el Derecho para que los inmigrantes puedan preservar parte de su acervo intangible en el medio citadino. Introducción La emigración indígena a centros urbanos, especialmente a Santiago, es un fenómeno que, si bien ha venido ocurriendo desde hace varios años, recién en los últimos tiempos ha sido objeto de mayor atención. La migración de pueblos cuya cultura aparece como diversa a aquella que predomina en el espacio urbano, ha provocado una serie de conflictos y realidades que marcan la convivencia de los grupos involucrados. En este sentido, la pertenencia cultural juega un importante rol, ya que define la actitud de los grupos y las personas. Y dentro de esta realidad, la necesidad de poder vivir de acuerdo a los patrones culturales del pueblo al que se pertenece destaca como un derecho al cual se le ha dado una importancia creciente en los últimos años. Entonces, cabe hacerse una pregunta, que representa la cuestión principal a la que nos abocaremos en este trabajo. Este cuestionamiento se refiere a la posibilidad de poder vivir de acuerdo a las propias concepciones culturales en un medio que tiene las suyas propias y que son distintas de las de uno. En otras palabras, nos preguntaremos acerca del ejercicio de la propia cultura en un entorno diferente, como es el capitalino.
*
Abogado, Licenciado en Ciencias Jurídicas por la Universidad de Chile (2012),
Nuestro análisis se centrará en averiguar si este derecho a ejercer la propia cultura está debidamente resguardado en el Derecho chileno y la realidad misma. Sin perjuicio de que sólo tras el desarrollo del trabajo podremos dar respuesta a esta pregunta, nosotros somos de la hipótesis de que los pueblos indígenas no pueden ejercer de modo satisfactorio su cultura propia en el medio capitalino, ya que éste tiende a absorberlos en la cultura “santiaguina”. Esto, obviamente, involucra preguntarse qué entendemos por una “sociedad santiaguina”, y cómo ello incide en la problemática que estamos estudiando. Para entender este problema, se realizará un estudio etnográfico que involucrará una parte teórica y una práctica. La primera parte comprende un análisis dogmático de lo que llamamos “Derecho a ejercer la cultura propia”, lo que comprende un estudio de las normas que tratan esta materia. Asimismo, se realizará un estudio socio-histórico de lo que ha significado para los emigrantes indígenas en la ciudad la posibilidad o no posibilidad de ejercer este derecho a lo largo de la historia. Este estudio teórico nos servirá para contextualizar la situación. La segunda parte, que comprende un análisis empírico de lo estudiado en la primera parte, tendrá por objeto comprobar las inferencias de ésta, basándose para ello en las observaciones realizadas tras visitar dos lugares que comúnmente se consideran como puntos donde puede hallarse expresiones culturales indígenas, y en las entrevistas realizadas a dos personas de ascendencia indígena que realizan labores de difusión cultural. Este estudio práctico se colocará en la parte de desarrollo de este trabajo. Contextualización: análisis teórico 1. Derecho a ejercer la cultura propia El derecho a poder ejercer las expresiones culturales propias por regla general no ha sido objeto de un reconocimiento expreso por las legislaciones nacionales o internacionales, lo que ha obligado a recurrir a otros derechos de manera indirecta1.
La excepción a esta tendencia, durante muchos años, estuvo en el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, que en su artículo 27 señala: “En los Estados en que existan minorías étnicas, religiosas o lingüísticas, no se negará a las personas que pertenezcan a dichas minorías el derecho que les 1
Así, se ha debido recurrir a garantías como la libertad de expresión, libertad de conciencia, derecho al trabajo, entre otros, para salvaguardar el derecho de las personas a vivir y desarrollarse según sus propios patrones culturales. Esta situación, no obstante, ha tendido a cambiar en los últimos tiempos. A nivel de estados, constituciones como la colombiana garantizan la protección de las culturas minoritarias, especialmente las indígenas, y obliga al Estado a propender a su fomento. A nivel internacional, en tanto, hay una preocupación por proteger las costumbres e instituciones propias de los pueblos, especialmente los indígenas, lo que se refleja en instrumentos como la Declaración de Derechos de Pueblos Indígenas y el Convenio 169 de la OIT, que obligan a los estados signatarios a adaptar sus legislaciones a fin de permitir la expresión cultural propia de estos pueblos. La situación en Chile ha sido históricamente parecida a la regla general, o sea no ha habido un reconocimiento expreso a este derecho y se ha debido recurrir a derechos más bien conexos. No obstante, también se ha avanzado en este tema, aunque de forma menos satisfactoria que en otros países. Uno de estos avances lo constituye la ley 19.253, más conocida como “Ley Indígena”, que entre otras cosas obliga al Estado y sus órganos a apoyar y promover la expresión cultural de los pueblos indígenas del país. Una vez analizada la historia de este derecho, corresponde estudiar cuál es el contenido de esta garantía. Puede decirse que hay un derecho general del cual se desprenden algunos derechos más específicos. En el primer caso, puede decirse que la garantía primigenia es el derecho a poder vivir según la cultura propia, o sea tener una vida acorde con estos patrones. Definido el interés primordial, pueden inferirse otras prerrogativas que son una expresión concreta de aquél. Tales son el derecho a realizar manifestaciones artísticas, comunitarias, religiosas, medicinales, etc., que sean parte del acervo cultural respectivo. Asimismo, nace una obligación tanto para la autoridad pública como para los privados de no realizar ningún acto que sea un impedimento para realizar tales manifestaciones, salvo que atente contra algún bien o interés
corresponde, en común con los demás miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural, a profesar y practicar su propia religión y a emplear su propio idioma”.
superior. Igualmente, en algunas ocasiones puede establecerse como deber público el fomento, apoyo o protección estatal a estas manifestaciones culturales. 2. Problemática: emigración a Santiago La emigración de los indígenas a las ciudades es el inicio de la problemática que estamos estudiando. Hoy en día, la población indígena vive mayoritariamente en centros urbanos, siendo la ciudad de Santiago el lugar que más personas de ascendencia aborigen recibe. El establecimiento en la ciudad y la convivencia con los habitantes de ésta marcarán la vida de los indígenas urbanos y con ello la posibilidad de ejercer su cultura. A nuestro juicio, el principal problema que se genera producto de la emigración indígena es el “choque de culturas” que se produce al momento de producirse la llegada del indígena a la ciudad. Este choque se produce por varios factores, siendo el primero la gran diferencia que existe entre el ambiente citadino, caracterizado por elementos como calles, edificios, barrios, trasporte urbano, etc., y el entorno en que se ha desenvuelto el indígena, que corresponde generalmente a áreas rurales (agrícolas, desérticas, etc.) que no presentan los elementos propios del ambiente urbano, y en cambio presentan otros elementos que no se dan acá. En lo que respecta a nuestro estudio, la ciudad de Santiago se caracteriza por ser una ciudad poblada mayoritariamente por personas de origen mestizo, no obstante que en ella reside la elite dirigencial del país. Históricamente, la ciudad de Santiago ha sido fiel reflejo de las tendencias socio-culturales y políticas que han impulsado de preferencia las elites dirigentes a lo largo de la historia nacional. Consecuencia de estas políticas, en Santiago se ha observado una vocación “europeísta” 2, lo que puede observarse, por ejemplo, en las construcciones antiguas del centro de la ciudad; en lo que respecta a las relaciones sociales, se ha querido creer en la utopía de que Santiago La vocación “europeísta” de la ciudad de Santiago, a nuestro juicio, no es más que una expresión de las aspiraciones de la elite dirigencial chilena, que siempre ha mirado a Europa como el modelo a seguir para la construcción del Estado durante nuestra historia republicana, lo que ha devenido en rechazo a elementos como los indígenas o la integración latinoamericana. Para mayor información, véase BUSTAMANTE, Fabián, El violento proceso de construcción del Estado- Nación en Chile. Disponible en http://hablemosdehistoria.com/archivos/el-violento-proceso-de-construccion-del-estado-nacion-enchile 2
es una ciudad “blanca”, lo que implicado un no reconocimiento de la esencia mestiza de la población3. Producto de esta visión, ha habido un rechazo, o al menos un no reconocimiento, a la cultura indígena en la capital, especialmente la mapuche4. Este rechazo, originado en la elite, ha trascendido a la población debido a factores como la educación, la prensa, etc. Esta tensión ejercerá una enorme influencia en el comportamiento del emigrante, como veremos a continuación.
3. Comportamiento de los emigrantes indígenas a Santiago En América Latina, una regla general en cuanto al proceso emigratorio establece que el emigrante, sobre todo el indígena, busca reproducir su cultura y costumbres en el nuevo entorno. Así, surgen conceptos como la “ruralización de las ciudades”, así como barrios de alta concentración indígena5. En el caso chileno las cosas han sido diferentes a lo mencionado anteriormente, ya que históricamente hubo un interés de los propios emigrantes, propiciado por los conflictos con la sociedad santiaguina mencionados anteriormente, de asimilarse a la cultura de la capital y abandonar la cultura propia, lo que hoy se está revirtiendo6. En efecto, en el caso específico de la migración mapuche la doctrina reconoce tres etapas en la relación que han tenido los emigrantes de esta etnia con su cultura de origen: una primera etapa, que comprende hasta 1950, que se caracteriza por la opción de la asimilación en la cultura santiaguina en la vida pública, pero acompañada de la práctica privada de la cultura; una segunda etapa, entre 1950 y1980, en que se profundiza la asimilación pública y a su vez se busca la asimilación a nivel privado, lo que implica un alejamiento de las costumbres originarias; y una tercera etapa, a partir de 1980 y hasta nuestros días, en donde se produce una ruptura con la idea GISSI, Nicolás, Los mapuches en el Santiago del siglo XXI: desde la ciudadanía política a la demanda por el reconocimiento, página. 6. Disponible en http://www.cultura-urbana.cl/los-mapuches-en-elsantiago-del-siglo-xxi-gissi.pdf . 4 Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, Informe final del grupo de trabajo Indígenas Urbanos, páginas 521 y 525. Disponible en http://biblioteca.serindigena.org/libros_digitales/cvhynt/v_iii/t_i/pueblos/informe_indigenas_urbano s_(7).pdf. 5 GISSI, op. cit., p. 4. 6 GISSI, op. cit., p. 7. También Comisión de Verdad Histórica, op. cit., p. 525. 3
integracionista, produciéndose una búsqueda y reivindicación de la pertenencia cultural indígena7. En este proceso de integración y recuperación cultural ha tenido bastante incidencia la relación que tiene el emigrante con sus comunidades de origen. Esta relación nunca se rompió del todo pese a la migración hacia la ciudad, aunque se volvió un tanto tensa por los afanes integracionistas de los indígenas urbanos8. Sin embargo, estos lazos han devenido en un elemento que favorece la autoafirmación cultural, clave en la opción de defender la cultura originaria en el entorno capitalino9.
4. Cultura indígena ¿es o no una “cultura societal”? Un tema con el cual queremos terminar antes de pasar al análisis empírico es la discusión acerca de si la cultura indígena puede considerarse, en el lenguaje de Kymlicka, como una cultura societal. Hay argumentos que apoyarían una tesis así, pero también pudieran haber razones para desecharla. Entre las primeras podemos señalar que, primero, las culturas indígenas han ofrecido a sus integrantes una serie de opciones significativas en distintos ámbitos de su vida10; en segundo lugar, puede decirse que tales culturas han permitido y permiten el desarrollo personal de sus integrantes11; y finalmente, puede argüirse que la pertenencia a tales culturas da un sentido a las acciones de las personas12. Como argumentos que pudieran desvirtuar esta tesis, puede decirse, primero, que la cultura santiaguina parece tener mayor fuerza que la originaria, atendiendo al número de habitantes de uno respecto del otro, a la posibilidad de acceder a medios de difusión, etc.; otra evidencia al respecto sería la opción previa de los emigrantes
GISSI, op. cit., p. 9. GISSI, op. cit., p. 7; Comisión de Verdad Histórica, op. cit., p. 519-520 y 526. 9 GISSI, p. 4-5; Comisión de Verdad Histórica, op. cit., p. 527. 10 KYMLICKA, Will, Ciudadanía Multicultural: Una teoría liberal de los Derechos de las Minorías. Ediciones Paidos Ibérica S.A. España, 1996, p. 112. 11 Ibíd., p. 128. 12 TAMIR, citado por Kymlicka, op. cit., p. 129. 7 8
por la adaptación o asimilación a la cultura citadina. Esto es un tema que deberá ser demostrado en la sección siguiente, dedicada a la investigación empírica del tema. Desarrollo: observación empírica Buscando comprobar lo señalado en la sección anterior, hemos realizado una comprobación en terreno de aquellas situaciones que habíamos advertido. Para ello recurrimos a la observación de lugares con alta presencia indígena en santiago, donde además tuvimos la ocasión de conversar con personas de ascendencia indígena sobre el tema que tratamos en este trabajo.
1. Observación participante a. Visita al Cerro Santa Lucía (Centro de Exposición de Arte Indígena, CENWE) Este recinto está ubicado en el sector poniente del cerro, casi como un anexo del parque que lo conforma, frente a la plaza Vicuña Mackenna, cercano a lugares como la Biblioteca Nacional o la Universidad Católica. La primera impresión que observa el visitante al llegar al lugar es que se trata de un recinto más bien pequeño, estrecho, un poco oscuro, con un aspecto parecido a una caverna (de hecho así le llaman). No obstante lo anterior, es un lugar acogedor, grato para estar, donde las muestras de arte indígena le dan un aire pintoresco que atrae al visitante. No se advierte la presencia de elementos “ajenos” a la realidad indígena, ya que todo se enfoca en la promoción y difusión del arte de las comunidades aborígenes. El centro sólo acoge expositores nacionales, predominando tres pueblos: mapuches, pascuenses y aimaras. Este centro es frecuentado casi exclusivamente por turistas, principalmente extranjeros. De lo observado en el lugar, podemos colegir que este centro claramente tiene por fin la exposición y difusión de las expresiones artístico culturales indígenas, si
bien también se realizan actividades comerciales, aunque es una actividad secundaria y anexa al objeto principal del lugar. Por otra parte, como está en un sitio administrado por la Municipalidad de Santiago, hemos de considerar que está patrocinada o al menos hay un apoyo de la autoridad comunal a estas expresiones culturales indígenas. Luego de observar el lugar, podemos dar nuestro juicio, y la verdad es que acá sí se puede ejercer el derecho a la cultura propia, aunque de una forma un tanto limitada, por las razones que se dirán en las entrevistas. Podría decirse que la existencia de este centro es un logro del proceso de reafirmación identitaria que están viviendo las comunidades indígenas hoy día, y si bien parece haber surgido casi con un fin asistencial, casi de caridad de la Municipalidad, ha servido para los intereses culturales de los indígenas urbanos. Eso sí, creemos que hace falta difundir más este centro en la población urbana de Santiago, ya que con los turistas no basta, pues hay un interés de esta gente de insertarse dentro de la sociedad citadina, para lo cual requieren mayor contacto con la ciudadanía. b. Visita a la Feria de Santo Domingo Este recinto está ubicado en un sector muy concurrido del centro de Santiago, casi en la esquina de San Antonio, a pocas cuadras de la Plaza de Armas. Consiste fundamentalmente en una serie de pasajes estrechos y locales amontonados y chicos, bastante desordenado. Es un lugar dedicado casi enteramente al comercio, donde las muestras culturales indígenas son bastante menos frecuentes, predominando más el comercio de artefactos más considerados como “occidentales”, llámese bolsos, cosméticos, aparatos para celulares, entre otras cosas. En cuanto a la población que integra la feria, hay una mezcla de chilenos comunes, indígenas y extranjeros entre los locatarios. En cuanto a la población de origen indígena, en su mayoría corresponde extranjeros, principalmente de la zona andina, a juzgar por los productos que ellos ofrecen (mantas, artesanía, etc.). Este lugar es frecuentado generalmente por gente común, nacionales y extranjeros residentes, quienes vienen con ánimo de comprar a bajo precio, aunque también pasan de vez en cuando algunos turistas. Esta feria no parece patrocinada o auspiciada por nadie.
Nuestra opinión, después de recorrer este lugar, es que un lugar como éste no parece ser un buen sitio para el desarrollo de la cultura indígena. Lejos de servir para la promoción, el ambiente más bien tiende a ahuyentar al turista, o al menos no tiene la publicidad suficiente como para atraerlo, aparte de que por su objeto no sirve para la difusión cultural. c. Comparaciones y comentarios a lo observado Los lugares que hemos visitado comparten la característica de concentrar algún grado importante de presencia de personas de ascendencia indígena como participantes regulares en ellos. Sin embargo, los objetivos muy diversos de cada uno hacen que el efecto sobre la difusión cultural sea muy diferente en cada caso. Así, el Cenwe, al tener un objetivo claro como es la difusión del arte indígena chileno y al tener un apoyo aunque sea mínimo de órganos estatales (como la Municipalidad de Santiago, administradora del lugar), puede considerarse como un buen bastión del ejercicio de la propia cultura por parte de las comunidades participantes. Al revés, la Feria de Santo Domingo carece de esos objetivos, y el estado de abandono que parece tener no permiten que pueda ejercerse el derecho que estamos estudiando acá, ya sea por la falta de difusión, sea por la falta de espacio. A nuestro juicio, la tendencia que debería prevalecer, tanto a nivel de las autoridades como de los propios indígenas y de la ciudadanía en general, es fomentar la creación de centros como el que existe en Santa Lucía. Al mismo tiempo, debería sacarse a los indígenas de ferias como la de Santo Domingo, o en su defecto darles un apoyo especial para que se conviertan en atractivos turísticos y, mediante ello, sirvan para la difusión cultural y, en definitiva, para favorecer el ejercicio de la propia cultura. Antes de terminar, quisiéramos hacer una precisión. Las observaciones realizadas hasta el momento se refieren sólo a la difusión de expresiones artísticoculturales para el conocimiento de la ciudadanía santiaguina. Sin embargo eso puede servir como punta de lanza para abarcar otros derechos culturales de los indígenas urbanos, ya que la difusión, a nuestro juicio, permitirá que el ciudadano común conozca y acepte la existencia de personas, como las indígenas, que tienen una forma
de vivir que no necesariamente es la que uno acostumbra ver, lo que facilitará su integración en el medio capitalino. 2. Entrevistas Ambas entrevistas fueron realizadas en el CENWE a expositoras de ascendencia mapuche. Intentamos conseguir entrevistas en el otro lugar que visitamos, pero nadie accedió a realizar declaraciones, quizás por la desconfianza que inspiramos, lo que obviamente no hallamos en un centro como el del cerro Santa Lucía, donde hay más predisposición a resolver dudas dado su carácter difusor. Hemos de advertir que en ambas entrevistas usamos las mismas preguntas, atendido el tema común que se quiso tratar. a. J.Q.13 Llegamos de tarde al lugar de encuentro, a la hora en que los expositores están terminando su jornada. La señora Q. nos pide que seamos breves, a lo que accedimos. Una de las cosas con las cuales partió el encuentro con esta entrevistada es la aseveración, según ella, de que la gente no indígena carece de una cultura, a diferencia de los indígenas que sí tienen. Según nuestra entrevistada, el principal problema de la vida del indígena urbano a su juicio es la discriminación que sufre por parte de la sociedad citadina. En cuanto a poder ejercer la cultura propia, la señora Q. ha notado una apertura en cuanto a poder hacer expresiones culturales, pero esto a veces esto se frustra debido al desconocimiento de la población ante esta realidad. Aunque ha notado una mayor preocupación por querer aprender, al menos por gente más ilustrada (turistas, universitarios, etc.). En cuanto a la difusión y ejercicio de la cultura, para nuestra entrevistada el principal problema para difundir la cultura es la falta de espacios para realizarlo. Por otra parte, respecto del aporte del Estado para realizar estas actividades, considera que ha sido mínimo, y por lo general ha tenido un interés político detrás. Otros
13
Los nombres de ambas entrevistadas fueron borrados para preservar su privacidad.
aportes han venido de algunas municipalidades, que prestan espacios para el desarrollo de las actividades que realizan. Según nuestra entrevistada, para que pueda haber una mejor recepción a los indígenas y su cultura se debe poner énfasis en la educación. Asimismo, cree que las universidades deberían liderar el proceso de difusión de la cultura indígena, creando ferias o foros al efecto. b. E.P. Considerando que la entrevista anterior resultó un tanto escueta, creímos necesario hacer otra, no sólo para complementar, sino para ver otras visiones. Para ello, volvimos al Centro del Santa Lucía y encontramos a la señora P. Esta entrevistada tiene, a nuestro parecer, una visión más positiva que la anterior en cuanto a la situación general que han vivido los mapuches urbanos, si bien reconoce que los problemas que más aquejan a los indígenas urbanos son la discriminación y la falta de cultura de la población. A su juicio, la vida en Santiago ha traído ventajas y desventajas para las comunidades indígenas que residen acá. Entre las primeras nuestra entrevistada cuenta el acceso a la modernización y a las autoridades, lo que permite satisfacer de algún modo sus demandas. Entre las desventajas menciona la pérdida de la lengua originaria (lo que, en nuestra opinión, refleja cierta pérdida cultural). En cuanto a las oportunidades que pudieran darse a nivel institucional o social, nuestra entrevistada reconoce que hay cierto apoyo del Estado para la realización de su difusión cultural, pero no con la fuerza que quisieran. Por otro lado, ha notado en la gente una apertura y aceptación de la cultura mapuche, lo que a su juicio favorece la inserción social del indígena urbano en el medio capitalino, tanto a nivel individual como de comunidad. Nuestra entrevistada cree necesario iniciar un proceso de educación en la población para revertir las situaciones negativas que los han afectado como pueblo. En efecto, a su juicio debe favorecerse en los colegios la enseñanza de la cultura y el idioma mapuche, lo que permitiría avanzar en el tema de integración.
Además de la falta de espacios, según la entrevistada un problema para ejercer el derecho a la cultura ha sido la falta de recursos económicos, lo que ha impedido a algunos poder ejercer su cultura de una forma satisfactoria. Un efecto positivo que ha tenido esta apertura cultural, a su juicio, ha sido la autoafirmación de la identidad en la juventud indígena, la que ahora no se deja intimidar ante los actos de los otros. c. Comentarios Luego de realizar las entrevistas, podemos comprobar, y en eso ambas entrevistadas concuerdan, en que ha habido una apertura de la sociedad santiaguina y el Estado a las expresiones culturales indígenas, aunque podría ser mejor, ya que todavía hay barreras institucionales y sociales a la realización de las actividades. Se reconocen como principales problemas para el ejercicio de la cultura la discriminación, la falta de espacios y la incultura de la gente. En sus declaraciones se puede observar que esta apertura ha ayudado al desarrollo personal de los indígenas urbanos, no solamente en cuanto a poder expresarse como culturas, sino también en cuanto a poder hacerse respetar como personas frente a la gente no indígena de la capital. Por otro lado, hemos encontrado algunas diferencias entre las entrevistadas en cuanto al rol que tienen o deben tener los organismos públicos para la difusión cultural. Para la señora Q., el aporte del Estado ha dejado mucho que desear frente a otros órganos públicos como municipalidades o universidades, mientras que la señora P. tiene una visión más positiva respecto del aporte estatal a la promoción de la cultura indígena, aunque aún falta mayor fuerza. En conclusión, puede decirse que para las entrevistadas la posibilidad de difundir su obra no es más que una parte de algo más general, que es poder vivir de acuerdo a su cultura en el medio capitalino. A juicio de las entrevistadas, la necesidad de más apoyo y divulgación de estas expresiones tiene por fin que el ciudadano conozca y comprenda que los indígenas son parte integrante de su ciudad, y que sus expresiones culturales, lejos de “desculturizar”, ayuda a enriquecer el acervo cultural del santiaguino común.
Conclusiones Luego de las observaciones teóricas y prácticas realizadas, nos hallamos en situación de poder responder la pregunta que nos realizamos al iniciar este trabajo, además de comprobar la hipótesis planteada al principio. Y podemos decir que nuestra tesis, de que el derecho a ejercer la propia cultura en la capital no puede ejercerse de un modo satisfactorio, ha sido comprobada. Si bien se reconoce un avance en cuanto a que hay instancias donde se produce el encuentro entre la cultura indígena y la sociedad santiaguina, todavía existe la sensación de falta de acogimiento por parte del entorno a estas expresiones culturales. Si bien es difícil establecer un “parámetro de lo satisfactorio” para determinar cuándo este derecho se entienda garantizado a cabalidad, se demuestra esto cuando queda demostrado, tanto teórica como empíricamente, que existen barreras institucionales y sociales que impiden o dificultan el ejercicio de la propia cultura, que son varias, pero podemos citar la discriminación, la falta de cultura de la sociedad santiaguina, los espacios, las tendencias modernistas de las elites dirigentes, entre otras, que van refrenando el avance que a juicio de los interesados debiera tener el reconocimiento de los derechos culturales de los pueblos indígenas residentes en las ciudades. De lo observado y comentado por nuestras entrevistadas, hemos de concluir que, si ha habido algún avance, ha sido por acción de los propios interesados que han buscado hacerse espacios, lo que va acompañado, o es alentado derechamente, por el proceso de reivindicación cultural que está viviendo sobre todo la generación más joven de inmigrantes indígenas urbanos. Pero paradójicamente, estos avances también tienen como aliciente la misma situación de los indígenas de acceder al mundo “occidental” de la capital, y con ello a instancias como la tecnología y las comunicaciones, que han ayudado a este proceso. Esto ha determinado un fenómeno conocido como “dualidad y complementariedad cultural” en los indígenas urbanos14. Una idea importante, a la hora de entender este derecho a ejercer la propia cultura, es que no es posible separarlo de otros derechos, tales como salud, vivienda,
14
GISSI, op. cit., p. 3; Comisión de Verdad Histórica, op. cit., p. 518.
educación, etc. Y es que el derecho a ejercer la cultura propia involucra todos o la mayoría de los aspectos de la vida cotidiana, que en las comunidades indígenas tienen una respuesta, que en definitiva determinan un modo de pensamiento en las personas que integran estos grupos. Lo anterior nos hace pensar que la cultura indígena está recuperando su carácter de cultura societal, pese a que durante mucho tiempo la integración a la vida capitalina hizo peligrar tal carácter al menos en los emigrantes. En palabras de Rawls, “los vínculos culturales normalmente son demasiado fuertes como para abandonarlos; las personas nacen y se espera que lleven una vida pelan dentro de la misma sociedad”15. La emigración nos demuestra otra verdad innegable: las culturas no son estructuras estáticas, sino que permiten aportes foráneos y además evolucionan según diversos factores16. No podemos pensar en que la cultura indígena, al contacto con la sociedad citadina, deje de existir, sino que se complementa de elementos de ella para reafirmarse como cultura propia. En este proceso, pareciera producirse una paradoja, en el sentido de que el Estado actúe como garante de los derechos culturales indígenas. En palabras de Clastres, el Estado, debido a sus ideas y prácticas unificadoras, es un ente naturalmente “etnocida”, es decir, ha buscado eliminar las diferencias culturales entre sus ciudadanos17. Esto ha sido patente en países como el nuestro, en que el Estado ha buscado construir la Nación cuando la tendencia histórica es al revés. Sin embargo, en los últimos años en muchos países que tienen minorías nacionales los Estados han querido proteger o fomentar las manifestaciones culturales de tales grupos. Pueden mencionarse el caso de Colombia, que reconoce en varios artículos de su Constitución el derecho al ejercicio de la cultura propia. Y sin mencionar los instrumentos internacionales mencionados anteriormente. Sin embargo, puede decirse que estos logros se deben más a las luchas que han realizado los propios interesados que a un interés serio de la autoridad pública. Además, esta garantía en muchos países aparece como muy limitada y no oculta cierto interés asimilacionista por parte de los estados.
Rawls, citado KYMLICKA, op. cit., p. 125. GISSI, op. cit., p. 2-3; Comisión de Verdad Histórica, op. cit., p. 520 y 526. 17 CLASTRES, Pierre, Investigaciones en Antropología Política, Ed. Gedisa, Barcelona, 2001, p. 60-62. 15 16
Como vimos, en nuestro país y específicamente en nuestra capital todavía hace falta crear más iniciativas para garantizar el derecho a ejercer la cultura propia. Propuestas ha habido, destacando en este sentido la realizada por la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato. Enmarcada dentro de propuestas más generales, que por cierto podemos considerar relacionadas con la cultura indígena, hace proposiciones para fomentar las expresiones culturales indígenas, a través principalmente del apoyo estatal, sea financiero o institucional18. Esta propuesta, a nuestro juicio, adolece de algunas fallas, como la no inclusión de instancias de participación activa de las comunidades indígenas urbanas, y más bien parece ser un apoyo asistencial para la muestra de elementos “folklóricos” que un verdadero plan para favorecer el ejercicio de este derecho. A nuestro juicio, las bases para elaborar una propuesta que permita el ejercicio del derecho a la propia cultura en el medio capitalino deben considerar elementos como la bidireccionalidad de la integración, es decir, hacer partícipe no sólo a los indígenas urbanos, sino también a la ciudadanía no indígena para que ésta acepte la diversidad cultural en el espacio urbano como parte de su ser social19. Por otro lado, la propuesta debe considerar que las culturas no son estructuras estáticas, sino que permiten aportes foráneos y además evolucionan según diversos factores20. Las observaciones realizadas demuestran esto último, la riqueza que se produce en la conjunción de elementos culturales de ambos bandos, que no deben pensarse como una forma de destrucción cultural, sino como un elemento más de la evolución que toda cultura debe tener. Sólo integrando estos elementos, podremos lograr que los indígenas urbanos puedan vivir en Santiago sin renunciar a su ser cultural.
BIBLIOGRAFÍA BUSTAMANTE, Fabián, El violento proceso de construcción del Estado- Nación en Chile. Disponible en http://hablemosdehistoria.com/archivos/el-violentoproceso-de-construccion-del-estado-nacion-en-chile
Comisión de Verdad Histórica, op. cit., p. 535. Parekh, citado por KYMLICKA, op. cit., p. 137. 20 GISSI, op. cit., p. 2-3; Comisión de Verdad Histórica, op. cit., p. 520 y 526. 18 19
GISSI, Nicolás, Los mapuches en el Santiago del siglo XXI: desde la ciudadanía política a la demanda por el reconocimiento. Disponible en http://www.culturaurbana.cl/los-mapuches-en-el-santiago-del-siglo-xxi-gissi.pdf . Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, Informe final del grupo de trabajo Indígenas Urbanos. Disponible en http://biblioteca.serindigena.org/libros_digitales/cvhynt/v_iii/t_i/pueblos/informe_ indigenas_urbanos_(7).pdf.
KYMLICKA, Will, Ciudadanía Multicultural: Una teoría liberal de los Derechos de las Minorías. Ediciones Paidos Ibérica S.A. España, 1996. CLASTRES, Pierre, Investigaciones en Antropología Política, Ed. Gedisa, Barcelona, 2001.