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La Servidumbre Voluntaria de La Boetie: discusión sobre el abuso de poder, la falta de autoridad y la crisis de legitimidad. Sergio Arenas B.* Resumen: En su obra “La Servidumbre Voluntaria”, La Boetie estudia el fenómeno del Poder ejercido por un hombre, al que llama “el Uno”, sobre una pluralidad más grande y más fuerte, en teoría, que él, y que podría sacarlo de su sitio pero no lo hace. Ahí el autor se pregunta el porqué de esto. En síntesis, el Poder y la Autoridad son los que nos menos atención parecen tener del autor, ya que presentan el menor problema a la hora de entender el fenómeno. En realidad, el problema radicaría en una “Crisis de Legitimidad”, que no surge del hecho de que haya un ejercicio ilegítimo de la autoridad o un abuso de poder, sino que nace de la incapacidad del pueblo de discernir acerca de esos elementos.

A manera de nota bene Este ensayo nace de las clases de Teoría Social que impartiera el dr. Ricardo Camargo en la Universidad de Chile, allá por el año 2009, y cuyo eje o génesis partía por la obra que se está analizando en este ensayo, para luego examinar las concepciones sobre poder, potestad, autoridad, legitimidad, ideología y comunicación, que daban sentido al curso impartido. Introducción La Boetie, en su ensayo “Sobre la Servidumbre Voluntaria”, busca dar una respuesta al problema característico del sistema absolutista de su época, en donde se acepta que una sola persona, el Uno, concentre todo el poder sobre millares de otras, sin que éstas se nieguen a obedecerle o le cuestionen su proceder. La Boetie dice “maravillarse” ante este espectáculo, contrario según sus palabras a la lógica natural que debería regir al mundo. Sobre la situación referida en este ensayo pueden hacerse muchas preguntas. En este trabajo queremos centrarnos en tres conceptos fundamentales para responder las inquietudes de La Boetie, cuales son el Poder, la Autoridad y la Legitimidad. A nuestro juicio, diremos que de los tres conceptos mencionados anteriormente, el Poder y la Autoridad son los que nos merecen menos atención, por ser evidente que presentan el menor problema a la hora de entender el fenómeno. En otras palabras, el problema radicaría principalmente en una “Crisis de Legitimidad”, que no surge del hecho de que haya un

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Licenciado en Ciencias Jurídicas por la U. de Chile. Magister en Derecho por la U. de Talca.


ejercicio ilegítimo de la autoridad o un abuso de poder, sino que nace de la incapacidad del pueblo de discernir acerca de esos elementos. Para demostrar nuestra tesis, creemos que lo mejor es analizar cada propuesta por separado, establecer su correlato con lo descrito en el ensayo de La Boetie, para así llegar a una conclusión particular en cada caso, lo que nos llevará a una conclusión general acerca del fenómeno llamado Servidumbre Voluntaria.

¿Abuso de Poder? Poder puede definirse, dentro de las relaciones entre personas, como una posibilidad de la persona para determinar la conducta, en especial la de otra persona, aún contra la voluntad de ésta1. Analizando la obra, hallamos que de las tres facetas en que el poder se muestra como fenómeno2, la Boetie lo entiende ante todo como una capacidad que posee el Uno para imponerse a sus súbditos, lo que unido a un consentimiento tácito a su poder (consentimiento “viciado” como veremos más adelante) lleva a que se convierta en parte de la estructura social de entonces. Una paradoja que observa La Boetie en su obra es la relación inversamente proporcional entre la cuantía del poder manejado por el Uno y la naturaleza misma de ese Uno. Increíble es para el autor que “Uno solo, que no es ni un Hércules ni un Sansón; de un hombrecillo, y con frecuencia el más cobarde y afeminado de la nación” tenga un poder casi omnímodo sobre sus gobernados, al punto de que éstos sean capaces hasta de renunciar a su dignidad por servirle. A nuestro juicio, esta situación se da porque el poder que el Uno ejerce no es un poder originario, autónomo, sino uno heterónomo, otorgado. Ocurre tal como lo dicen los filósofos contractualistas, como Hobbes y Locke, y lo refiere el propio La Boetie al decir que “Este tirano sería destruido por sí mismo, sin necesidad de combate ni de defensa, con tal que el país no consintiera en sufrir su yugo; no quitándole nada sino con dejar de darle”. O sea, es un poder dependiente, especialmente cuando ese Uno requiere de adláteres que, en palabras de La Boetie, suelen ser un elemento muy traicionero por ser más conscientes que el resto de los dominados de la realidad del mando. Por otro lado, entendemos que el Poder como elemento aislado no sirve de nada, si no hay una razón de ser para el ejercicio de tal3. La duda se halla cuando queremos saber en dónde y quién determina esa razón. ¿Es el mismo Weber, citado por Fernández (2000) Estas tres facetas son: 1) como capacidad que se tiene o se carece (Weber) 2) como resultado del consentimiento hacia la autoridad (Weber, Hobbes); y 3) como elemento inherente de la relación social (Foucault). Sobre el particular, ver Fernández (2000) 3 Pemán, citado por Bidart (1961), p. 40. 1 2


Uno quien lo determina o son sus gobernados? No olvidemos que esta obra se desarrolla en pleno auge del Absolutismo, cuando recién se escriben las primeras obras que defienden la tesis contractualistas y todavía permanece fuerte la idea del origen divino del poder4. La verdad, es que no puede hablarse de “abuso de poder” en la situación de la Servidumbre Voluntaria si es que el ejercicio del poder se desvincula de la idea de los otros elementos como Autoridad o Legitimidad 5. Un poder muy fuerte no será abusivo si se reconoce que su cuantía de acción es la correcta o aceptada, de lo contrario la estabilidad del régimen estaría en peligro6. Y como veremos, al no haber mayor discusión acerca de su legitimidad o autoridad, el Uno no está usando abusivamente de su poder. Puede ser que este ejercicio se vuelva abusivo, pero eso depende de dos cosas: o que el Uno vaya más allá y termine socavando la conformidad que hasta el momento tenían los gobernados, o que éstos comprendan que la razón de ser de la autoridad es el bien común, entendido como fin social y no como interés privado del Uno7. ¿Falta de autoridad? La Autoridad puede definirse como el derecho o capacidad para formular propuestas que son aceptadas sin que se requiera recurrir a la persuasión, negociación o fuerza. La autoridad tiene la virtud de fundamentar el ejercicio regular y ordenado del poder, evitando las amenazas de rebelión que existirían en el caso de un poder basado en el solo temor8. Atendiendo la clasificación weberiana9, podemos calificar la autoridad del Uno como una autoridad eminentemente tradicional que deviene parcialmente en legal, ya que el súbdito acepta su autoridad más por hábito de vida que por una convicción de que debe ser así, todo esto ayudado por un aparato público que consolida la situación. Nos queda la duda si en el origen hubo algún elemento carismático (que no debió faltar alguna vez). En el caso de la Servidumbre Voluntaria, la relación existente entre la autoridad y el poder deriva en considerar aquélla como una especie de poder “formal”, en contraposición a la idea de poder informal pero real10. Así, ocurre que el poder del Uno nace de su autoridad, es ésta la que le otorga tal facultad.

López (2009), p. 156. Marías (1955), p. 204. 6 Light et al. (1991), p. 389. 7 Vives (1957), p. 148. 8 Ídem. 9 Weber clasifica las autoridades en tres tipos: tradicional, basado en la costumbre inmemorial; carismática, basada en aptitudes extraordinarias del líder; y normativa, establecida por reglas positivas y claras que la otorgan. Sobre el particular, ver Light et al (1991), p. 390-392. 10 Stoppino (2005), p. 121. 4 5


En síntesis, uno podría dudar de que haya una falta de autoridad si es que sin ella no hay un ejercicio del poder. Así, en el caso del ensayo de La Boetie, debemos calificar la autoridad del Uno como una “autoridad como poder estabilizado” donde se consigue el propósito de obediencia incondicional de los súbditos11, sin que ello constituya por sí mismo una suerte de legitimación racional de esta autoridad por aceptación de los gobernados12. Esto refuerza su carácter tradicional en desmedro del legal, y nos confirmaría, prima facie, la idea de una “legitimación por descarte”. Vemos que el régimen del Uno descrito por La Boetie es estable, se consigue el cumplimiento de su voluntad y las rebeliones son reprimidas con éxito. Es una situación favorable para el Uno ¿Para qué entonces dudar de la existencia de una autoridad?13 A modo de conclusión particular, deberíamos decir que no podría haber falta de autoridad porque hay un ejercicio efectivo de ella, como se desprende de las tesis principales del texto de La Boetie. Además, autoridad y poder no pueden ser una respuesta por sí al problema de la Servidumbre Voluntaria si no analizamos el tercer elemento del problema: la Legitimidad. Crisis de legitimidad La Legitimidad tiene muchas acepciones14, pero para el caso a analizar la definiremos como el respaldo moral que tiene la autoridad para que su ejercicio del poder sea considerado justo15. Así, este concepto completa y complementa la relación entre autoridad y poder, y permite el análisis de éstos en su justa dimensión. También, la legitimidad puede trasformar el poder en autoridad y le da eficacia y estabilidad16. En otras palabras, la legitimidad actúa como un “pegamento” que une la pretensión de obediencia del gobernante con la creencia de los gobernados en la figura de aquél17. Una de las críticas que recibe la idea de legitimidad es que suele tener un cariz más subjetivo que objetivo, amén de sufrir las influencias de la costumbre Stoppino (2005), p. 118. Stoppino (2005), p. 120. 13 Véase Light et al. (1991), p. 389. 14 Citando a Bensman, Monedero distingue cinco conceptos de legitimidad: creencia en la bondad de un orden social o político; reclamación desde el poder político, militar o religioso sobre la base de elementos legales racionales, carismáticos o tradicionales); sinónimo de justificación de un régimen (“legitimaciones de la dominación”); promesa de un futuro mejor (muy vinculado a la dominación carismática); y autojustificación que hacen los gobernantes de su buena fortuna en aras de asegurar o monopolizar una distribución desigual de los beneficios sociales en su favor. Ver Monedero (2008) 15 Levi (2005), p. 862. 16 Stoppino (2005-A), p. 122. 17 Monedero (2008) 11 12


y la variación conceptual según tiempos y lugares, lo que lleva a concepciones equívocas de ella.18. Esto lleva a cuestionar que la legitimidad sea un elemento imprescindible para el ejercicio de la autoridad o poder, ya que un sistema político no necesariamente está condenado a su destrucción si carece de legitimidad, y una autoridad legítima puede a veces verse carente de poder19. Así, lo que ocurre en el caso de la Servidumbre Voluntaria bien puede calificarse como un caso de ejercicio ilegítimo de la autoridad o poder, o bien puede señalarse que hay un tipo especial de legitimidad, o por último, como un caso de crisis de ella. ¿Puede hablarse de un ejercicio ilegítimo del poder? A primera vista pareciera que fuese así, pero considerando las circunstancias de la época, debe descartarse esta idea. La Boetie está solo en su argumentación, y no puede presumirse la injusticia o ilegitimidad de un gobernante, sino que se requiere una masa crítica de los gobernados que lo considere así20. Y como vemos, hay una aceptación casi indiscutible de la soberanía del Uno por parte de la población ¿Puede hablarse entonces una aceptación del poder del Uno como “legítimo”? A nuestro modo, hay, si no una legitimación en sentido estricto, un atisbo de ella, entendida como una actitud colectiva de sometimiento, una “legitimación” para ser exactos21. En nuestra opinión, el verdadero problema a propósito de la legitimidad del Uno como autoridad no radica en su figura, sino en la de los gobernados. El problema está en la falta de discernimiento de los dominados, quienes, incapaces de discernir sobre la importancia de ellos mismos en el otorgamiento de legitimidad a la autoridad del Uno, terminan por entregar un verdadero “cheque en blanco” a esta persona. Confirma esto que el poder del Uno no es sino un poder heterónomo dado por sus propios súbditos. Así lo dice el propio La Boetie: “Este poderoso que os avasalla, este tirano que os oprime, sólo tiene dos ojos, dos manos, un cuerpo, ni más ni menos que el, hombre más insignificante de vuestras ciudades. Si en algo os aventaja es en el poder que le habéis consentido de destruirnos”. Por tanto, la verdadera “crisis” no es la de la legitimidad, porque ésta existe, aunque ésta surja no por el consenso, sino por la falta de disenso. Si bien La Boetie tiene cierta concepción contractualista en su análisis, reconoce que el origen de la fuerza del Uno es, precisamente, lo contrario. Hay un consentimiento tácito, basado en la ausencia de una oposición fuerte y en la desidia o incapacidad de los gobernados para proponer reformas, que es el que a fin de cuentas proporciona la legitimidad22. Levi, citado por Monedero (2008) Monedero (2008). 20 Vives (1957), p. 148. 21 Stoppino (2005), p. 120, Levi (2005), p. 864. 22 Light et al. (1991), p. 390. 18 19


¿Por qué no hay reacción, o si la hay, ésta no es exitosa? Puede deberse a la relación entre fuerza y legitimidad. Como se dijo antes, el poder fundado sólo en el temor tiende a ser inestable, y al poder coercitivo debe agregarse la existencia de una autoridad legítima o legitimada23. Así, confirmamos la idea de que la “crisis de legitimidad” no proviene de la figura del gobernante (el Uno) sino de la de los gobernados que otorgan su favor a aquél. Conclusión Cerrando el análisis, hemos visto que la Servidumbre Voluntaria no constituye un caso de abuso de poder ni de falta de autoridad. En primer lugar, la autoridad existe y es exitosa en sus cometidos. En segundo término, mediante el poder se consiguen los objetivos del soberano y no necesita expandirse más allá. El problema, al final, tiene su razón de ser en una cuestión de legitimidad. Si bien no creemos que se trate de una “crisis” en el sentido de que se dude o no de esta cualidad en el ejercicio del poder o autoridad, sí pensamos que el problema está en la incapacidad del pueblo de discernir sobre el tema, lo que en último término, lleva a una “renuncia tácita” de los dominados de su libertad ante el Uno, el cual se ve legitimado “por descarte”, porque no se considera en principio que se vulnere el sistema de creencias de los regidos24. Dicho esto, podemos concluir que el Uno tiene una autoridad legítima, en el sentido de aceptada por sus gobernados, que le permite ejercer legítimamente su poder. No hay autoritarismo en sentido estricto, ya que la regla general es la docilidad del gobernado hacia el gobernante antes que la resistencia25. La Boetie, con su ensayo, pretende de algún modo reparar en esta incapacidad y “abrir los ojos” a sus lectores, recriminando la actitud que han tenido hasta el momento. Advierte que la Servidumbre Voluntaria como fenómeno seguirá creciendo mientras mayor sea el desinterés de los gobernados en la situación. Creemos que de su ensayo podemos extraer la siguiente moraleja: Los pueblos tienen los gobernantes que se merecen. O en palabras de La Boetie: “Los pueblos deben atribuirse a sí mismos la culpa si sufren el dominio de un bárbaro opresor”.

Bibliografía: 

BIDART, Germán. 1961. Doctrina del Estado Democrático. Buenos Aires: Editorial Jurídica Europa-América.

Light et al. (1991), p. 389. Levi (2005), p. 864. 25 Stoppino (2005), p. 124. 23 24


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