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2014. Diario de un exilio. Sergio Núñez Vadillo Portada diseño: Celeste Ortega
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INDICE Capítulo uno: ilusión………… página 5 Capítulo dos: coraje…………… página 16 Capítulo tres: aflicción………. página 25 Capítulo cuatro: valor………… página 37
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Capítulo 1: ilusión No sé si fui yo quien dejó el boxeo, o, por el contrario, fue el boxeo quien me dejó a mí. Me había converUdo en un boxeador que ya no boxeaba. Había susUtuido la encrucijada del cuadrilátero por los senderos y veredas de la desazón, abandonando así los guantes para golpear por las zapaUllas para correr; ¿los moUvos? ¡Quién necesita moUvos! Y en esta situación me encontraba corriendo contra todo y contra nadie, en vez de golpear, ahora corría. Era un viernes por la mañana. Estaba corriendo por el parque talaverano de “los sifones” allá por el mes de enero del 2011 y, para ser más exactos, vísperas del fin de semana de las Fiestas populares de mi pueblo, Poyales del Hoyo, en honor a su Santo Patrón, San SebasUán. Esa mañana mientras pracUcaba running elucubraba sobre los entrenos que tendría que realizar para hacer mi primera Maratón, la de Madrid, y sobre las expectaUvas de ese finde en el pueblo, donde pensaba liarla parda; hasta que sonó el teléfono, rompiendo así mis ensoñaciones, y parar la carrera. Lo llevaba encima para escuchar música y amenizar el entrenamiento, así que paré en seco, mire la pantalla con asombro, debido a que no conocía la procedencia del número y lo cogí incrédulo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al otro lado del móvil se encontraba una señorita que en representación de una agencia de comunicación y eventos me comunicaba que había sido la persona elegida para trabajar con ellos. En ese momento el corazón me dio un vuelco, puesto que esta empresa se encuentra en Valladolid y esto suponía que tendría que cambiar de domicilio y empezar una nueva vida. Pero no me importaba, necesitaba nuevos retos e ilusiones. La pregunté por el sueldo y a pesar de que no me convenció la cifra al ser grotesca porque merecía mucho más, al haber realizado los mayores shows del sector y haber trabajado con los números uno, acepté sin paliaUvos. Realmente no estaba del todo seguro de la oferta, ya que había dejado de trabajar en la productora que estaba antes hacía un mes y medio escaso y mis propósitos para el nuevo año era descansar y desconectar de ese ambiente, pues, la profesión de producción de eventos es la quinta más estresante de todos los sectores profesionales, aunque la vida esta repleta de retos y esto me lo iba a tomar como un reto, sobre todo personal. Unos días antes había tenido una entrevista con ellos en las oficinas de Valladolid y me causaron buena impresión. Había conocido la oferta de trabajo por medio de un bolein del sector y me animé a enviar mi candidatura, a pesar de no estar muy convencido. Una vez me llamarón para la entrevista llamé a un conocido del boxeo que
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vive en Valladolid para que me informara sobre esta agencia, puesto que en este mundillo hay mucho intrusismo laboral y falta de profesionales y no quería meterme a currar en una empresa de “piratas”. Este conocido me dio buenas referencias y por eso me animé a asisUr. Una vez allí me di una vuelta por la capital pucelana, la cual no conocía y me lleve una buena impresión, a pesar del frio horrible que hacía. Cuando regresé a mi casa después del entrenamiento trasmii la noUcia a mis padres, y antes su asombro me dijeron que hiciera lo que esUmara oportuno. Procedí a hacer la maleta y desplazarme a Poyales que era en ese momento lo que me importaba y desparramar lo máximo posible, debido a que el lunes tendría que ir a pucela a buscar piso, ya que el jueves empezaba a trabajar. Por lo que auguraba dos días de fiesta total por lo que pudiera pasar en un futuro. Una vez en el pueblo trasmii la noUcia a todos mis amigos, ante la sorpresa de estos, unos me decían que si estaba loco y, otros, que era un valiente por dejar la vida acomodada que tenía e irme a una ciudad nueva sin conocer a nadie a buscarme la vida y empezar de cero. Ese viernes por la noche lo di todo como si tal cosa y como si no pasara nada. Los litros de alcohol corrieron por mis venas como dice la canción y los bailes y tonteos eran una constante, más que nada porque al no conocer a nadie en el nuevo desUno tenía que gastar algunos cartuchos que tenía en la recamara. Llego el sábado, día grande de las fiestas, con una resaca tremenda y con la mente algo nublada e inquieta. Por la tarde es la subida al Santo desde la Iglesia hasta la plaza de “las eras”, y una vez allí pujé por uno de los banzos, debido a que había ofrecido al Santo que si encontraba trabajo cogía uno de estos banzos que se subastan. Tradición ancestral de los pueblos españoles que todavía perdura en nuestros días. Y así fue, el banzo derecho de adelante llevé con orgullo y devoción mientras la gaiUlla acompañaba los pasos de devotos y devotas a la vez que rodeábamos la Ermita. Una vez dentro de la misma, los ancianos del lugar entonaron canUcos anUquísimos, trasmiUdos de padres a hijos, lo que me lleno de emoción y solté alguna lagrima conmovedora. El lunes amanecí temprano con la intención de desplazarme a Valladolid para buscar piso de alquiler en la que iba a ser mi nueva ciudad, y el desUno había elegido un día horroroso, puesto que tenía una resaca terrible y la ciudad pucelana me recibió con un frio estremecedor, lo que me llevó a pensar ¡que demonios hacía allí! Y que necesidad tenía de complicarme la vida, pero para mis adentros sabía que estaba haciendo bien, porque si me salía mal la experiencia siempre podría volver a casa.
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El barrio donde se encontraba la oficina esta en Parquesol, que es una zona relaUvamente nueva localizada en un cerro al otro lado del rio Pisuerga, en la mitad de la superficie de toda la ciudad. Así que empecé a pasear por la zona llamando a los pisos que veía que se alquilaban sin conseguir buenas sensaciones, hasta que encontré una inmobiliaria en la calle Manuel Azaña y con decisión entré a probar fortuna. Una vez allí la dependienta me informó sobre varios pisos que se alquilaban en esa zona, entre ellos un áUco, y después de ver fotos y consultar precios nos dispusimos a visitar los que más me convencían. El primero estaba justo en frente de la inmobiliaria y me pillaba al ladito de la oficina, pero era un piso algo vulgar y no me convenció. Además el estar al lado de la oficina podía ser contraproducente para mí, ya que estaba alejado de la zona centro de la ciudad y esto podía aislarme como persona. El segundo se localizaba en la parte de abajo de Parquesol, muy próximo al río Pisuerga, y estaba en medio de una cuesta. Subimos a una sépUma planta al ser un áUco y al entrar enseguida intuí que ese iba a ser mi hogar. Lo mejor de todo era la terraza, muy grande y con unas vistas maravillosas desde donde se visualizaba toda la ciudad, parte del río, y al fondo el cerro de San Cistobal con orientación este, lo que supondría que iba a ver el amanecer todos los días. El resto del piso estaba genial, un salón amplio, dos habitaciones y dos baños, la cocina bien acondicionada con una pequeña terraza que daba a la parte de la piscina con parquecito y pista de pádel. Los muebles eran sencillos y los ipicos de Ikea, y se notaba que estaba bien cuidado y limpio. Y sin pensarlo dos veces me quedé con él. ¡Ya tenía piso para vivir! Era la segunda vez que me iba de casa, la primera fue a Madrid para estudiar y vivir en una residencia de estudiantes. Esta vez era disUnto, al ser más mayor e irme a una ciudad totalmente desconocida sin conocer a nadie, a parte de estar alejada de mi ciudad natal. Así que ese lunes regresé a mi casa con piso cerrado y con la intención de volver el miércoles para conocer al casero y firmar el contrato. El martes lo pasé en casa recogiendo cosas y ropa entre nervios e incredulidad porque suponía un cambio radical tanto profesional como personal. Me podía ir bien personalmente y no encajar en la empresa, o que me fuera bien en el trabajo y que no me adaptara como persona a una nueva ciudad. Era un reto nuevo y como me decía todo el mundo, ahora te toca hacer nuevos amigos o, lo mismo te enamoras allí. Llegue por la tarde a la inmobiliaria para pagar el primer mes y conocer al casero que me tenía que dar las llaves. Fui puntual y el propietario me dijo que vivía en frente del Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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piso y me preguntó que si me importaba, a lo que contesté negaUvamente, pues me daba igual, de hecho lo prefería, puesto que si me pasaba algo le tendría al lado. Firmé él contrato, el primero en mi vida como vida de inquilino y me fui para mi nuevo domicilio. Era ya de noche y la casa estaba fría. Puse la calefacción y empecé a ubicar los utensilios y ropa en los armarios. La cena fue un poco triste, yo solo, aunque creo que era por la inquietud de lo que me esperaba en esta nueva etapa de mi vida, todo un verdadero reto, a pesar de que estaba contento e ilusionado por emprender una nueva aventura que, fuera como fuera, sería inolvidable. Me acosté pronto, había puesto el despertador a las ocho de la mañana, no quería llegar tarde a la oficina el primer día, sin embargo no dormí muy bien esa noche por los nervios y la incerUdumbre. Amanecí con ganas y esperanza en una fría mañana del mes de enero algo desubicado en mi nuevo hogar, ya que me senia desorientado. Desayuné plácidamente y me dispuse a coger el coche. Una niebla densa me esperaba en la calle, que durante todo este Uempo me ha acompañado debido a que la zona de Parquesol se encuentra en un cerro al lado del río Pisuerga y allí en invierno la niebla se cierra dotando al enclave de un tono misterioso y mísUco. Lo cual me encantaba. Aparqué en la misma zona del día de la entrevista, y a la postre ha sido una tónica constante el aparcar en el mismo siUo, una cuesta en el extremo opuesto a mi casa. Llegué con antelación a recepción y pregunté por mi responsable, el cual no tardo en bajar, procedimos a subir a la sépUma planta que era donde se encontraba la oficina, ya que el resto esta lleno de teleoperadores, debido a que la empresa es de telemarkeUng, lo único que Uene una línea de comunicación y eventos. La oficina no me gusto desde el primer momento, era algo cutre y rancia, los puestos de trabajo estaban muy juntos unos de otros y el desorden era una tónica aparente, y a lo largo del Uempo ha sido constante, tanto el desorden como la desorganización. Algo impropio de una empresa que se dedica organizar y producir eventos. Aunque, salvando este mal inicio, la gente en el turno de presentaciones me acogió con cariño y amabilidad. Señal inequívoca de la gente de esta ciudad, que con los meses he llegado a conocerlos, seres respetuosos y muy amables. Algo impropio en estos Uempos malditos que nos ha tocado vivir. Me senté en mi nuevo puesto de trabajo y encendí el ordenador. El nuevo jefe directo que tendría iba a estar unos meses con nosotros, ya que al cabo de unos días se iba a trasladar a Sudamérica, en donde iba a iniciar una etapa en la sucursal que la empresa Uene allí. El otro compi de eventos no me hizo mucho caso, imagino que sería por la novedad del momento.
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Era un jueves por la mañana y al día siguiente tenía previsto volver a Talavera para recoger el resto de cosas y enseres, por lo que esos dos días iba a ser una toma de contacto con la oficina, proyectos y compañeros. La primera producción que tendría que parUcipar iba a ser una convención nacional de una conocida empresa de somware, así que me puse manos a la obra y reinicié de nuevo las tareas de producción que había abandonada hace unos días. Hasta que el jefe más directo me llamó para invitarme a tomar un café en el bar de abajo. Imaginaba que sería para darme la bienvenida y charlar sobre sus expectaUvas. Y así fue, me echo una charla sobre la filosona de la empresa, su línea de negocio y las esperanzas que habían puesto en mí. A lo que respondí con seguridad y confianza en mi trabajo y el extenso curriculum que tenía, que con los días verifiqué que era el mayor de toda la gente que trabajaba allí, incluido los jefes, entre todos ellos no llegaban ni a la mitad del mío. Al terminar de hablar, este individuo me dio una palmada en la espalda a la vez que decía que si no valía para ese trabajo lo veríamos en breve. A lo que me quedé estupefacto, aunque con el Uempo he comprendido muchas cosas de semejante espécimen humano. Por la tarde tuve una charla similar con una de las jefas, allí era casi tantos jefes como currantes, que tras explicarme lo que ella hacía me hizo un par de preguntas como para ponerme a prueba, las cuales resolví adecuadamente, a pesar de que me dejó igual que su semejante de por la mañana con algo de incredulidad debido a que no esperaba que tuviera unos jefes con tan poco tacto. Llegó el viernes por la tarde y una vez en Talavera y después de haber explicado a mis padres las sensaciones del nuevo trabajo me dispuse a ir a un bareto en donde tenía la celebración de un cumpleaños. Así que me presenté allí en donde fui entrevistado por mis amigos talaveranos que no paraban de preguntarme cosas sobre mi nueva vida. Yo salía con contestaciones vacuas para quitar hierro al asunto y así centrarme en la bebida y en la música. Después de la celebración salimos a tomar copas por los garitos de moda de la ciudad, en los que tanto había salido y, ahora, me iba a Urar una larga temporada sin salir por allí. Y a la postre así ha sido, porque me he Urado largas temporadas sin volver a la ciudad que me vio nacer y crecer. De vuelta a Valladolid la nueva vida estaba llena de novedades: planchar, hacer la compra y las tareas del hogar, limpiar, poner la lavadora, tender, pagar el gas, la luz, etc. Algo nuevo para mí después de tanto Uempo en casa, a pesar de que los úlUmos años había viajado mucho por España con el anterior curro, pero esto era nuevo y a mí me fascinada. Todos los días aprendía algo nuevo. En el trabajo la cosa empezó bien, desde el primer día me he senUdo muy superior profesionalmente al resto de compañeros solamente por tres cosas: mi Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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profesionalidad, vocación y talento para la producción de eventos; ya que, en este sector se vale o no se vale, este oficio no se enseña o aprende, se nace. No obstante eso ha sido negaUvo porque no se respetaban las reglas básicas de esta labor como la profesionalidad y el rigor, sino que se hacía todo al revés, lo cual me producía rabia. Lo que hizo que la primera semana me diera cuenta que esa empresa era mero intrusismo laboral, algo que temía y trataba evitar antes de decidir trabajar allí, si bien ya no había marcha atrás. Los días se me hacían algo cortos, entre ir a la oficina, volver, hacer la comida, ir de nuevo a la oficina, volver a casa, hacer tareas del hogar o compra de alimentos o compra de utensilios o ropa se me hacían muy cortos; además reinicié mis entrenamientos de running por la rivera del Pisuerga en una senda que descubrí muy amena y transitada por numerosos runners pucelanos. El primer fin de semana en la capital de CasUlla lo dediqué a realizar visitas turísUcas: Plaza Mayor, Catedral, el casco anUguo, Caballería, Campo Grande, Poniente, la estatúa a Colón, los Teatros, La anUgua, Palacio de Santa cruz, Plaza de la Universidad, el Palacio Real, el Museo Nacional de Escultura… pero si algo me sorprendió fue San Pablo y San Gregorio, una maravilla arquitectónica su fachada góUca. Allí fueron bauUzados los reyes Felipe IV y Felipe II, que nacieron en la villa. Además de invesUgar sobre la historia de la ciudad que me pareció increíble por la canUdad de personajes ilustres y hechos históricos que en esa bella ciudad han acontecido. Como el casamiento de los Reyes Católicos en el Palacio de los Vivero; protagonistas insignes como Miguel Delibes, el poeta José Zorrilla, o la huella que dejaron en la ciudad Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes o el Cardenal Mendoza. El Rey Carlos I fue quien nombro a la ciudad Capital del Imperio Español en 1601. Los habitantes de la ciudad son conocidos popularmente como “pucelanos”, cuenta la leyenda que caballeros castellanos fueron a luchar junto a Juana de Arco en Francia a la que denominaban Doncella de Orleans, y en francés doncella de dice pucelle y en el castellano de esa época se traducía como pucela, de ahí el apodo. Algo que me atrapó gratamente de la ciudad fue el silencio y la limpieza de sus calles, no se veían coches con la música a todo trapo o gente pegando voces, además de no ver ni un solo papel en el suelo. Se podría decir que es una ciudad modelo en cuanto a convivencia y sostenibilidad. Con el Uempo he podido verificar que hace muchísimo frio, así como rasgos innatos en sus habitantes como la pasión por el deporte y la cultura. Algo totalmente envidiable. A los compañeros les pregunté sobre la zona de marcha de la villa, puesto que tendría que conocer la noche vallisoletana. Me dijeron varias zonas: San Miguel, La AnUgua, Paraiso y la zona de la plaza de coca, lo cual me sorprendió ese nombre al llamarse de Mari y Monsso, pero popularmente se conoce así porque anUguamente se localizaba Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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allí el cine coca. Lo que si me avisaron los paisanos es que la gente de marcha apenas bailaba, sino que salían a exhibirse y aparentar, y que ligar allí era misión imposible por la frialdad de las chicas pucelanas. Con el Uempo he podido corroborar ambas cosas. Se acercaba la primera producción y los nervios entre los compañeros y jefes eran constantes, si bien en este oficio esta cargado de imprevistos y alteraciones nos contrataron para realizar una presentación oficial de una marca de leche de la Región, a la que iba a asisUr el Presidente regional y los jefes decidieron que me encargará totalmente de su producción. Y dicho y hecho, me puse manos a la obra, por lo que empecé a trabajar con el diseñador de turno a plantear ideas, buscar proveedores, pedir presupuestos, negociarlos, organizar a la gente, revisar materiales, realizar localizaciones al espacio, contratar personal, planificar el plan de trabajo, horarios de motaje/desmontaje… aunque como siempre en este trabajo hay miles de imprevistos porque nunca uno más uno son dos. Todo iba bien, sin contraUempos, a pesar que la gestora de cuentas de turno solo hacia achucharme para apretar en los precios a los proveedores y hacerme numerosas preguntas para ponerme a prueba. Era como si cada día tuviera que pasar un examen. Para decir la verdad no sabía muy bien como hacer el montaje y no estaba seguro de cómo iba a quedar, ya que iba a ser un escenario con una trasera y un videowall incrustado, más moqueta, decoración, sillas, sonido, iluminación, cámaras y realización de video. Lo que me intrigaba era la escenograna, si bien al final quedo de mil maravillas, pero lo que mi jefa no sabía era que hasta que no se montó todo no sabía como iba a quedar, improvisé en todo momento, algo que siempre se me ha dado bien, pienso que puede ser por la enorme experiencia que tengo. El corazón se acelera, algo oprime el estomago, se hace un nudo en la garganta y algún temblor se apodera del cuerpo. El sonido chequeado, iluminación ok, video listo para lanzarse. Todo está en su siUo. Tenemos la absoluta certeza de que todo saldrá bien. Pero sigue pasando. El corazón se mueva cada vez más deprisa… seguimos sin poder evitarlo. Alguien grita ¡empezamos! Y las pulsaciones suben aún más. El Uempo se deUene. Nadie habla. Cada uno sabe lo que Uene que hacer. Todo sigue su curso. El evento se desarrolla. De pronto… aplausos. Esto ha terminado. Tantas horas de planificación, preparación, organización, diseños, producción, visitas y montaje para luego estar como un manojo de nervios simplemente para un momento de celebración. Realmente ¿ha merecido la pena? A veces pienso que este oficio es como cuando los toreros desean que sus hijos no sigan con la profesión del padre, porque yo no sugeriría a mi hijo que se dedicara a esto. Los días seguían pasando y conUnuaba con la siguiente producción, aunque para mi sorpresa, el viernes tuve la visita de un amigo del pueblo, ¡me vino Dios a ver!, porque
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tenía muchas ganas de ver una cara conocida y salir de fiesta para conocer la noche vallisoletana. Así que tras enseñarle mi nueva casa, hablar de doto un poco y contarle mis andanzas por la oficina, salimos en mi coche rumbo al centro para tapear y buscar la zona de copas. No empezamos con buen pie porque nos adentramos en una zona adoquinada del centro con el coche y, de inmediato, nos paró la Policía Nacional para indicarnos que en esa zona solamente podían acceder vehículos permiUdos. Ante mi asombro les mostré mi DNI para argumentar mi procedencia talaverana con el objeUvo de hacerme el despistado y que no me multaran. No empezábamos con buen pié. Tras conseguir aparcar nos adentramos por la zona de atrás de la Plaza Mayor para tapear por los bares y tabernas de “coca”, y después de varias cañas con sus respecUvas tapas empezamos la ronda de copas en los garitos que íbamos encontrando al paso. En el trabajo me habían dicho que había varias zonas de marcha, pero que “coca” era la mejor para los treintañeros. Por lo que nos movimos toda la noche por las calle aledañas y sus diversos antros: morisi, Bagur, silk, sirocco, náuUco, gold, caruso, manao… hasta que dimos con el Ohm, que es el garito de moda en la city porque concurre lo más granado de la noche, aunque a pesar del musicón que pinchaban no se movía nadie, la gente no bailaba ni desparramaba, no se oía una voz más alta que otra, no había empujones, ni se ligaba… vamos, a lo que estoy acostumbrado en otros siUos. Eso sí, las copas iban haciendo efecto y los bailes improvisados seguidos de balbuceo a la vez que pasaba una chica guapa eran frecuentes. Cerraron a las cinco y como estábamos en lo mejor de la noche nos fuimos al “TinUn”, que es una especie de disco frecuentada por la gente más rezagada y marchosa. Pero el mismo rollo que el resto de noche. Lo que me hizo pensar que se me venía encima una temporada de poco mambo y desparrame nocturno en la nueva ciudad. Acabamos en un bar de la Plaza Mayor desayunando y a duras penas llegamos a casa, debido a que volvimos en coche y posteriormente en la oficina me dijeron que los fines de semana eran constantes los controles de alcoholemia y me advirUeron de que era peligroso salir con el coche porque era fácil cazarte. Me eche las manos a la cabeza porque si me hubieran pillado hubiera acabado en Villanubla, que es donde se encuentra la cárcel, debido al pedal que llevaba. Los días iban pasando y ya me estaba familiarizando con mi nuevo hábitat. Salía a correr por la rivera del río Pisuerga varios días a la semana con el objeUvo de hacer una maratón, más que nada, por tener una meta y tener algo que me moUvara. También seguía haciendo visitas turísUcas, iba a ver parUdos de balonmano o baloncesto y, sobre todo, descansaba, a causa de que estaba trabajando mucho en la producción del Mundial de un deporte de raqueta que íbamos a organizar en Barcelona.
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Llegó el mes de marzo y para el puente del día del padre iba a ir al pueblo. Era la primera vez desde mi marcha en enero que iba a ver a mis padres y amigos, además, a mi vuelta tendría que viajar a Barcelona para currar, por lo que como tantas otras veces estaba deseando ir al pueblo para darlo todo, contar mis vivencias y desahogarme un poco. Dicho y hecho. Pasé un sensacional fin de semana cargado de marchuqui y fiestuqui en una finca a las afueras de Poyales denominada “los lanchares”, en donde hicimos una barbacoa que se alargó hasta la noche. El día anterior se complico la cosa, debido a que solo quedamos para tomar una caña después de cenar y terminamos en la churrería de Poyales, para luego ir a la fábrica de pan y para rematar el jolgorio visitar a los inquilinos de la finca anteriormente citada, ante su asombro. Creo que alguno se quedo por allí para coger espárragos de temporada. A mi vuelta a pucelandia seguía con el curro al cien por cien, ulUmando los úlUmos detalles de la producción de Barcelona. Se podía decir que mi vida se resumía “de casa al trabajo y del trabajo a casa”, una vida algo absurda y sin un senUdo aparente, pero parece ser que para algunos la vida es así ¿? Yo estaba con ganas e ilusión en esta nueva aventura, si bien, estaba currando como nunca y la recompensa no era lo que digamos muy digna. La úlUma vez que estuve en Barcelona fue en el 2007 y tenía ganas de volver a la ciudad condal, pues tenía un agradable recuerdo de la anterior visita que, como tantas y tantas veces, había sido por moUvos laborales. Es por ello que cogí el viaje con ganas y moUvado, además, los primeros días íbamos a estar solos un compañero y yo, por lo que estaríamos a nuestra bola. Al mismo Uempo que estaba allí trabajando se celebró la Maratón, y vi pasar por la Diagonal a los miles de corredores que parUciparon en esta legendaria compeUción, lo que hizo acrecentar mis ganas de parUcipar en una carrera de esta dimensión. Mi objeUvo era hacer una antes del verano, como acto de superación personal y amor propio. El periplo en Barcelona fue muy interesante, puesto que conocí el mundillo del pádel y todo lo que engloba, hice amistades con todo el equipo, conocí a los jefes y empecé a percatarme de la idiosincrasia de la empresa. Una experiencia muy posiUva y graUficadora, por lo demás, el Palau Sant Jordi una maravilla arquitectónica y un placer trabajar en ese enclave. Fue allí donde sucedió un hecho muy significaUvo que hacer ver, a ciencia super-exacta, la valía y calidad de cada persona. Y es el hecho célebre que aconteció cuando tuve que meterme en una alcantarilla boca abajo sujetado por las piernas para recuperar el I Phone de una persona a la que no conocía de nada y que lo único que me dijo es que en ese teléfono estaba “toda su vida”. Al rato conocí que esa persona era el Director Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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Gral. de la empresa, y algunos pensaban que lo había hecho porque era él, pero lo que estos cobardes no sabían es que este acto lo hubiera hecho por cualquiera de ellos, debido a mi profundo valor y solidaridad, algo impropio de los Uempos que corren. En mi vida nunca he dejado Urado a nadie. A mi vuelta a la ciudad del Pisuerga reinicié mi vida donde la dejé: trabajo, tareas del hogar, compras, turismo por la city, deporte…una vida anodina, y sin ninguna salida nocturna, debido a que no tenía ningún amigo, salvo los compañeros de trabajo. De hecho, a lo largo de todo este Uempo no he llegado a tener ningún amigo, solo conocidos, además más chicas que chicos, por no contar los aferes que he tenido temporalmente con varias y variadas chicas, pero que no llegaron a nada más que un breve noviazgo, las cuales eran del circulo cercano a la empresa, aunque nadie se enteró de lo nuestro. En uno de ellos me dio mucha pena al cogerla verdadero cariño, pero ella tenía innumerables problemas y la cabeza no la regía muy bien que digamos. Con el paso del Uempo pienso que fue lo mejor que podía pasar. En Semana Santa estuve en el pueblo y a mi vuelta mis padres me visitaron unos días para conocer mi entorno, el piso y la ciudad. En la oficina estaba ahora organizando la prueba de pádel que se iba a celebrar en la Plaza Mayor y que llevaba enorme trabajo y dificultades. Al mismo Uempo que desde la dirección de la empresa estaban empeñados en que saliera perfecto, al ser el evento estrella de la empresa, aunque a mí me parecía que lo que se iba a hacer era semejante a la plaza de toros de mi pueblo. Señal inequívoca de donde estaba trabajando. Por esas fechas lo que más me inquietaba era prepararme bien para la primera Maratón que iba a realizar en mi vida en la ciudad de Bilbao el 4 de junio, la cual conseguí terminar muy a duras penas en cuatro horas. Ya estaba totalmente adaptado a la ciudad y la conocía al completo, a parte de los pueblos de la comarca y ampliar el número de personas conocidas. Me encontraba a gusto en Valladolid por diversos moUvos: es una ciudad muy acogedora, está repleta de jardines y parques, la gente es muy amable, es una ciudad muy limpia, Uene una agenda cultural excelente, existe gran variedad de servicios públicos, se fomenta el deporte… el único y gran inconveniente es el Uempo. Hace un frio horroroso. El primer invierno lo pasé muy mal porque no me habituaba a ese frio seco castellano. Se suele decir que en Valladolid hay dos estaciones: la de invierno y la de tren. La prueba de pádel fue un existo y todo el mundo me felicitó, incluso me decían los compañeros que de todos los años que se había celebrado este era el mejor. Además me sirvió para hacer nuevas amistades y darme a conocer con más proveedores y clientes. Lo único que me pasé tres semanas en la Plaza Mayor echando 15 horas al día de lunes a domingo y no tuve ninguna compensación económica, ya que seguía cobrando lo mismo. Algo totalmente injusto e ilegal que me hacía desesperar. Lo único
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que el verano ya había entrado y mi perspecUva ahora era irme al pueblo de vacaciones. En el mes de julio estuve una semana en Poyales de vacaciones, tal y como llevo haciendo toda la vida, pero tuve que volver para currar en la prueba de pádel de Gijón. Estaba empezando a odiar el pádel, puesto que en esta ocasión me perdí las fiestas de Poyales, aunque pasado esta prueba volví otra semana más de vacaciones al Hoyo. Ese verano lo pasé sin más pena que gloria y fue bastante insulso y aburrido, ni siquiera me fui a ningún siUo con los colegas. El final de verano coincide, como siempre, con las fiestas de Talavera y por primera vez en muchísimos años no pude ir porque me obligaron otra vez a ir al pádel de Madrid, ahora si que odiaba de verdad este deporte absurdo que se realizó en la Caja Mágica o trágica que algunos decíamos. Y tras pasar esta prueba empecé a currar en la organización de la SEMINCI, que es el FesUval de Cine de Valladolid. Estaba currando como nunca sin tener ningún Upo de vida social ni personal, mi vida se resumía en una palabra: curro. En muchos momentos llegué a pensar que en enero cuando cumpliera mi contrato no iba a renovar debido a que con las condiciones salariales y laborales que tenía no me interesaba seguir allí, estaba mega-explotado. Por no decir de las innumerables incoherencias, faltas de profesionalidad e inoperancia de los jefes, que no eran del sector, sino meros intrusos, y eso a mí me encrespaba. La parte final de año hubo mucho más trabajo y lo termine en la Caja Mágica, de nuevo, con la producción del Máster de pádel. Odiaba este deporte, a parte que nunca lo había jugado y con el odio que lo estaba cogiendo espero no jugarlo en la vida. Aunque en las vísperas de Nochebuena me fui con unos amigos a Marrakech varios días. Fue una experiencia muy posiUva al estar por primera vez en un país musulmán y conocer la peculiaridad de esta gente a la que tenía y tengo verdadera anUpaia, pero que durante unos días pude comprender sus costumbres ancestrales que chocan totalmente con el esUlo de vida occidental al que estamos acostumbrados.
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Capitulo 2: coraje Se inició el año con la misma ruUna que lo había dejado, es decir, trabajar mucho, lo que me llevo a meditar si me interesaba conUnuar allí. El corazón me decía que me fuera, pero la cabeza decía que conUnuara porque me podía servir como trampolín para conseguir otro trabajo, aunque creo que eso era auto-engañarme y a la postre ha sido así. De hecho cuando me noUficaron la renovación del contrato me dijeron que me hacían indefinido y me fasUdió bastante, debido a que sabía que tarde o temprano me iba a ir y eso iba a dificultar mi salida en un futuro. En la vida hay aspectos más importantes que el trabajo, como la vida de uno mismo, su amor propio y dignidad. Había sido un año muy duro profesionalmente con mulUtud de producciones: presentación de la leche Tierra de Sabor, Convención de SAP, Mundial de Pádel en Barcelona, Feria del libro de Valladolid, Gala de los Premios digitales del periódico El Norte de CasUlla, Pádel Pro Tour en la Plaza Mayor de Valladolid, Pádel en Gijón y Madrid, Congreso de Bibliotecas en Burgos, SEMINCI (FesUval de Cine), minuto de gloria de Vodafone en la gala de innovación digital, FesUval de Cine de Gijón y Máster de Pádel en la Caja Mágica. Para una persona de producción esto era mucho trabajo, puesto que estamos someUdos a enorme presión y estrés, de hecho organizador de eventos es la quinta profesión más estresante de todos los oficios. Y lo peor de todo es que a cambio solamente me llevaba un salario ridículo porque las miles de horas extra que realizaba no se pagaban. Creo que de los 12 meses que Uene un año, yo trabajaba 14. Llegué a baUr el record de horas trabajadas en mi vida, fue en el FesUval de Cine de Gijón y fueron 31 horas seguidas, de 8 de la mañana a 3 de la tarde del día siguiente. A pesar de mi desilusión profesional conUnuaba trabajando con profesionalidad esperando que vinieran nuevos Uempos o un golpe de suerte que me llevara a otro lugar, puesto que después de esta experiencia no me importaba irme a otra ciudad visto que me había adaptado perfectamente a Valladolid. Aunque también Uene sus cosas malas, como que perdí el contacto con los grupos de amigos que tengo en Talavera y Poyales, la distancia es el olvido se suele decir, y el maldito whatsapp no facilita las relaciones personales, sino que las enfría y convierte en frívolas. Y, para ser sincero, la edad, la madurez y el aburguesamiento personal hacen que me estuviera convirUendo en algo soso y casero, apenas salía de casa, salvo para ir a correr o hacer la compra. Todo hay que decirlo, tampoco tenía con quien salir. Por esa época me aficioné al Rugby, en concreto al equipo “chami” El Salvador del que un compañero de curro era aficionado y me llevó a ver un parUdo. Lo bueno de vivir en una ciudad con deporte de élite es que te ofrece la oportunidad de ver parUdos de primera división, como el fútbol, balonmano, baloncesto o rugby, del que Valladolid cuenta con dos equipos en división de honor. Por no decir de que también se organizaban periódicamente veladas de Boxeo, deporte del que seguían siendo apasionado, he hecho esperaba con fervor que el Campeón del Mundo Kiko Marinez Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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pusiera en juego su corona de campeón mundial para poder asisUr a la velada. Esto era algo que me fascinaba de la ciudad, que te ofrecía una gran variedad de alternaUvas de ocio, como el fesUval de teatro de calle, conciertos, concentración de motos, etc. Personalmente me senia fuerte, algo solo, pero con el paso del Uempo ya me había acostumbrado a la soledad y al no contar con nadie. Era como un árbitro de boxeo, el tercer hombre, que se siente solo en el cuadrilátero. De vez en cuando quedaba para salir con algún compi o azafata del curro a tomar copas hasta altas horas, tenía que aprovechar al máximo las pocas veces que salía. También tenía momentos de bajones emocionales temporales o de cambios de humor repenUnos que desequilibraban mi espíritu y mente, si bien al ser una persona valiente solventaba esa carencia con altas dosis de running o desazón. Lo único que me mantenía firme y moUvado era la Maratón de Madrid que tenía previsto hacer a finales de abril de 2012, la cual terminé cojeando debido a una tendiniUs que arrastraba desde hacía unas semanas y que en la carrera se acrecentó, pero logré terminar la carrera con una marca de tres horas y cincuenta minutos. A decir verdad el running y las carreras ha sido un salvavidas para mi ego en este exilio profesional, ya que al estar solo y no poner mucho interés en hacer amigos, me ha servido como distracción y moUvación al estar siempre pensando en prepararme para bajar marca en la siguiente carrera que hacía, un 10 K, media maratón o las maratones. Además, corriendo se olvidan los problemas, la angusUa, los sinsabores, la amargura… sirve para centrar la ideas u olvidarlas, también para evadirte de la realidad, soñar, imaginar, enfrentarte a los problemas, maldecir al sistema, a tus jefes, al enemigo… creo que el running has sido el mejor compañero vital que he tenido en esta aventura en Valladolid. Respecto a mi verdadera pasión, el boxeo, no la había olvidado, de hecho el masajista al que acudía cada mes es el Presidente de la Federación de CasUlla y León de boxeo y da los masajes en las instalaciones de la Federación, que es un viejo barracón reconverUdo en gimnasio de boxeo. La primera vez que conocí el gimnasio me quedé fascinado por su misUcismo y magia. Era como si entrara en un plató de cine. De hecho allí se rodó una escena de un peli americana de boxeo. Así que aprovechaba cada vez que iba al masajista para hablar de boxeo y ver a los chavales entrenar. De vez en cuando sigo haciendo algo de sombra en casa sorteando golpes invisibles que me lanza algún púgil imaginario y soltando golpes intangibles a una sombra ficUcia con la esperanza de no olvidar los ocho años que he pracUcado el noble deporte de las 16 cuerdas al que debo tanto como persona. Algún día devolveré al boxeo lo que tanto el boxeo a mí me ha dado. Se acercaba el verano y en la agencia se preparaba lo que iba a ser el nuevo producto estrella de la empresa: el circuito profesional de voley-playa, y el elegido para llevar la Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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producción era, como de costumbre, el menda. Yo esperaba que finalmente no se hiciera al no haber conseguido ningún patrocinador que financiara el proyecto, pero el jefe estaba empeñado en hacerlo y finalmente lo financió en su totalidad todos los gatos, aproximadamente doscientos mil euros de perdidas el primer año de producción de cinco pruebas de balonvolea playero. Algo de locos y de empresarios que no viven en la realidad. Lo dicho, ellos con bajar luego los sueldos o echar a gente les bastaba para ajustar las pérdidas. Me esperaba si esto saliera adelante un verano de viajes y problemas debido a que era la primera vez que se hacía este circuito e iba a estar lleno de imprevistos, por lo que aproveché para correrme un par de juergas por lo que pudiera pasar, una de ellas en Burela (Lugo) en donde fui a pasar las fiestas locales en compañía de un amigo hoyanco que vivía allí, aunque tenía la esperanza de que al final no saliera el voley y pudiera tener un verano de descanso. Y es que, por aquel entonces había afianzado mi amistad con un grupo de gente, amigos de una azafata que curraba con nosotros con la que hice algo más que amistad y solíamos salir en pandilla los sábados. Yo me encontraba a gusto con ellos y me servía para estar acompañado y salir un poco, porque úlUmamente los días se me estaban haciendo eternos. Durante una temporada salía todos lo findes e, incluso, iba al vermut, que en pucela es muy tradicional al mediodía en vez de tomar las ipicas cañas. Parecía que de manera imprevista había conseguido amigos. En la vida el desUno es muy caprichoso y hace con nosotros lo que quiere, no siempre el buscar algo lo encuentras, ni tratar bien a la gente significa que respondan de manera recíproca o que por mucho que persigas las cosas sea señal de que no se te pase algo; es por ello que, con el Uempo la naturalidad y la sinceridad se han converUdo es dos de los más úUles consejos y prácUcas que se puede tener para desarrollar todas las facetas de la vida. A pesar de que siempre existe alguien que te pone obstáculos para que no triunfes y fracases, y siempre son los mismos frustrados y acomplejados que su baja autoesUma y envidia les empuja a protegerse fasUdiando a los demás. Por ejemplo en la oficina donde he trabajado estos años era muy fácil descubrir a estos seres, pues siempre solían presumir de sus logros para jusUficar su trabajo y suelen aparentar lo que no son, señal inequívoca de falta de seguridad y confianza en sí mismos. En las relaciones personales son acomplejados, presuntuosos, desconfiados y desleales, te dejan Urado a la mínima en detrimento de si mismos para auto protegerse, lo que les convierte en seres miserables, superficiales y hedonistas, o, lo que es lo mismo, un vendido cobarde y traidor. Si el lector piensa en estas cualidades descritas seguro que conoce a más de uno.
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Volvamos a la cruda realidad, y como cruda y amarga que es, finalmente salió adelante el proyecto de voley-playa al sufragar toda la inversión íntegramente la empresa, fue un duro golpe personal el recibir esta noUcia porque suponía perder gran parte del verano y, sobre todo, ver como esta demencia empresarial injusUficada iba a suponer que muchos tuviéramos que perder vacaciones, dinero y quietud por un antojo del capo, que a la larga iba a sufrir, y así ha sido, diversos despidos, dimisiones, más explotación, innumerables perdidas y recortes salariales. A mi modo de ver considero que el actual sistema financiero es un lastre abusivo para el trabajador, el emprendedor y el desarrollo de la economía. Debe crearse una banca pública que haga competencia a la privada, los bancos están para servir al pueblo y no al revés, consiguiendo a través de ciertas medidas económicas (bajos intereses, prestamos a fondo perdido, limitación de sueldos de direcUvos, mejora de servicios…) que desaparezcan los intereses usureros y transformar a la banca en un conjunto de empresas de servicios. El sistema actual considera al trabajo como mercancía y los trabajadores como lacayos a su servicio, si bien es posible susUtuirlo por un sistema socialmente más justo y moralmente más digno, es decir, más nacionalista; en el que el individuo se realice como persona por medio de su trabajo y en beneficio de la comunidad y de España. El capital es un medio y no un fin. La plusvalía ha de reparUrse de forma justa y equitaUva porque gracias a España y su Uerra, servicios, materia prima, recursos, industria, mano de obra, pueblos, trabajadores españoles, tradiciones, cultura, historia… favorece que las empresas crezcan y progresen, por eso las empresas y el empresario debe algo al Estado y a España, puesto que si nacieran o estuvieran en otro país, esos beneficios no los tendrían. En la actualidad los pilares básicos de el mundo moderno son el mundialismo y su globalización homogeneizante e igualitarismo, el consumismo omnipresente (trabajar más para producir más por el mismo o menor salario con el único objeUvo de consumir más), hedonismo, avaricia y cobardía traidora. Todo ello hace pensar que es poco menos que imposible enderezar la situación, quizás sea mejor esperar el momento en el que llegue a tocar fondo, y mientras tanto, luchar para que esta dinámica no nos absorba, porque si te vendes una vez, estás vendido para siempre. Un hombre que sepa estar de pie entre las ruinas y engendre una nueva moral, una éUca del honor y del vigor, de valor y lealtad, que permanezca en su puesto mientras los demás giran. La forma de entender la vida se basa en una intensa y constante lucha interior y exterior, donde el hombre es el centro de la naturaleza. Primero el hombre, donde se ha de ejecutar la profunda revolución y transformación interior para luego realizar la desconocida y aún pendiente revolución que nuestra Nación necesita. Si no puedes cambiar el mundo, por lo menos que el mundo no te cambie a U. No es lo mismo “tener libertad” que “ser libre”, pues hay muchas personas que, aún teniendo libertad,
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no son libres enredados en sus propias cadenas o en el miedo, sobre todo por el temor a la verdad. Algún día nosotros dirigiremos el cotarro. Pero hasta que llegue ese momento me tenía que centrar en la producción del circuito de voley, que se iba a desarrollar en Valladolid, Cambrils, Laredo, Mallorca y Fuengirola. Fueron días dinciles de mucho trabajo y estrés, viajé por todas esas ciudades perdiendo gran parte de mi Uempo y mi vida sin tener ninguna graUficación. Al final mi parte salió fenomenal a pesar de los impedimentos que tenía, sobre todo por parte de los jefes, que solo hacían incordiar y presionarme. Lo que falló fue la asistencia de público que fue flojísima, era de esperar, y que no hubo nada de ingresos, lo que me hizo denominar a este proyecto como el más ruinoso de toda mi vida. A pesar de todo, pude ir al pueblo unos días de vacaciones y algunos findes para disfrutar del río Arbillas, la leche helada del Moral, las cañitas del medio día, los campeonatos de futbito, las fiestas, o los innumerables paseos, entre otras diversiones caracterísUcas de Poyales. Asimismo me sirvió para volver a ver a amigos que hacía mucho Uempo que no veía, y que al reencontrarnos y ponernos al día, podíamos comprobar que seguíamos siendo los mismos. En la parte final del verano cumplí 37 años y lo celebramos en la famosa finca de “los lanchares” junto con otro amigo que también cumple años por esa fecha. Lo pasamos genial en armonía. Y es que con el paso de los años las amistades del pueblo se han ido afianzando, a pesar de que con la edad y la distancia las relaciones se dividen, pero en Poyales es disUnto, las viejas amistades perduran por siempre, lo que hace converUr a sus integrantes en verdaderos protagonistas de nuestras vidas, porque sabes que siempre van a estar en los momentos más importantes. A Talavera ya no iba. Lo que me daba mucha pena por el apego que tengo a la ciudad. Siempre se ha dicho que los talaveranos llevamos muy dentro a nuestra ciudad, aunque la distancia es el olvido y el vivir alejado de allí verdaderamente ha hecho que me olvidara de Talavera y se me quitaron las ganas de volver. Fijaros como ha sido que hasta las ferias de mayo y sepUembre, que para los talaveranos son sagradas, no me importaba perdérmelas. Respecto a los amigos de allí seguía manteniendo el contacto, y teníamos pendiente una visita suya a Valladolid para enseñarles la ciudad, comer lechazo y corrernos una juerga. Es curioso porque de los integrantes de la pandilla cada uno ha Urado para un lado y solamente dos se manUenen en Talavera, el resto nos hemos ido a vivir a una ciudad disUnta, señal inequívoca de cómo está la vida. Y llegó la SEMINCI, la 58 edición del FesUval Internacional de Cine de Valladolid, que es la única producción que me ha gustado y merece la pena de todas las que he hecho, al estar durante un mes trabajando en el Teatro Calderón rodeado de cinéfilos, gente Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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culta y acompañado de actores y directores de cine. Una buena experiencia muy posiUva y en la que me lo pasaba genial. También era porque me lo tomaba muy a la ligera y éramos un gran equipo; puede ser porque la producción dejaba mucho dinero en las arcas de la empresa, y por eso no escaUmaban gastos. Lo mejor es la fiesta final de cierre del fesUval, en la que la gente ya se relaja y suelta el nerviosismo de los días precedentes con altas dosis de alcohol. Al terminar me tomé unos días de los miles que me debía la empresa de vacaciones y me fui al pueblo para descansar y meditar un poco sobre lo que estaba haciendo con mi vida. Tenía 37 años, estaba soltero, tenía un curro totalmente inestable e inseguro, me gustaba el boxeo, era un inconformista anU-sistema, mi personalidad estaba totalmente afianzada, me había converUdo en un fanáUco del running, salía poco… lo que converia mi vida en un sinsenUdo que no sabía muy bien como acabaría este cuento si seguía por estos derroteros. Sin embargo las vacaciones terminaron y seguía sin saber que hacer con mi vida. Decidí dejarme llevar por el desUno. Con el paso de los años he aprendido que lo mejor es no obsesionarse por las cosas y dejarse llevar. Como se suele decir: “que sea lo que Dios quiera”. En la parte final del año sucedió un hecho que marcaría el resto de mis días en Valladolid. Y fue el día que nos reunimos con nuestro jefe directo para reconsiderar nuestra situación en la empresa y, ante nuestras quejas y solicitud de mejoras, el susodicho nos dijo: “esto es lo que hay, sino lo queréis, ya sabéis donde esta la puerta, de hecho, si yo fuera vosotros me iría”. Y todo esto fue por solicitarle que las miles de horas extra que hacíamos tuvieran una recompensa porque estaba, sobre todo yo, cobrando un sueldo menor que si trabajaba en un taller de confección en China. Lo cual es ilegal en España, y yo estaba siendo cómplice de un delito. Ese día me fui a casa con una enorme rabia, pesadumbre y resignación. Pase unos días bastante malos apenado y triste. Me habían tratado como un mero esclavo. A parUr de ese día mi único objeUvo era buscar el momento más adecuado para irme de esa “secta”. Hasta que llegara ese día tendría que aprovechar al máximo mi estancia en Valladolid, sobre todo, para salir lo máximo posible y procurar desconectar del trabajo. Salí alguna noche hasta altas horas volviendo a casa andando en compañía de mi sombra, y en una ocasión tarde unas dos horas en volver, debido a que pillé un taxi para ir a casa y cuando llegué a la puerta me di cuenta que las llaves las tenía en el coche, así que tuve que coger otro taxi y regresar a por el coche. Una vez allí decidí pillarlo y viendo que no me encontraba nada bien lo aparque en una calle al azar. De nuevo me puse a andar y al llegar a casa, de repente, me percaté que me había vuelto a dejar las llaves, por lo que una vez más tuve que volver, en esta ocasión andando a
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buscar el coche y las llaves. Cuando las tenía en la mano otra vez me puse a andar rumbo a casa. Lo bueno es que cada vez que salía de marcha siempre me pasaba algo: algún ligue, alguna aventura, presenciaba algo, conocía a alguien, y siempre procuraba darlo todo como si fuera la úlUma noche. En otra ocasión fui invitado al cumpleaños de una compañera que le gustan mucho las bebidas energéUcas en un garito muy conocido de la capital pucelana denominado “OHM”, y a pesar de que no conocía a nadie de los invitados allí me presenté. A los pocos minutos y tras tomar un par de copas entable amistad con todos y me integré en el grupo sin problemas. Además, dió la casualidad que un chico iba a correr también la maratón de Sevilla, lo que propinó que toda la noche la pasáramos hablando de running. Me lo pasé bastante bien. Y, sobre todo, cuando descubrí que una chica era la actual Miss CasUlla y León y un chico el Míster España, lo que converia a esa noche insólita en mi vida porque me estaba codeando con los más guapos de España. La verdad es que era gente corriente y moliente y pasaban bastante desapercibidos entre la muchedumbre, aunque algunas risas si que nos echamos comentando su condición de “guaperas del Reino”. Para finalizar el año me fui a Elche a presenciar una velada de boxeo en la que el Campeón del mundo IBF del peso gallo, Kiko Marinez, ponía el itulo en juego contra el púgil sudafricano Jeffrey Mathdebula. Como muchos saben me encanta el boxeo. Creo que mi vida no sería lo mismo si no hubiera descubierto este deporte al que nadie juega. Pienso que no se si fui yo quien descubrió el boxeo o, por el contrario, fue el boxeo quien me descubrió a mí. La idea de ir a Elche a ver este histórico combate es porque desde hace años sigo la carrera de Kiko “la sensación” Marinez, un púgil que a los 21 años ya era campeón de Europa y en la Cubierta de Leganés en 2011 le vi proclamarse por tercera vez consecuUva campeón EBU de Europa. Posteriormente perdió el cetro europeo y el verano de 2013 conseguía el Utulo mundial en EE.UU y, como la normaUva boxísUca obliga, cada seis meses Uene que poner el itulo en juego, y la ciudad elegida fue Elche, al ganar su promotora “Maravilla Box” la subasta. Kiko es un chico humilde y sencillo, se crió en un barrio obrero en donde había que abrirse camino a base de puños, pero él consiguió con su carácter aguerrido labrarse su futuro en el deporte de las 16 cuerdas que le ayudó a canalizar la agresividad y olvidar malos hábitos que frecuentaban en su entorno social.
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El pabellón donde se celebró la velada estaba abarrotado. Al entrar fue como si me introdujera en un estudio de cine, por el ambiente mísUco y lúgubre que envuelve el mundillo del boxeo, cargado de misterio y liturgia. Los combates se iban sucediendo y el ambiente se iba cargando a medida que pasaban los minutos. Y llegó el combate de fondo que todos estábamos esperando. Yo permanecía impertérrito en primera silla de ring “ring side”, justo en una esquina que, gratamente ocupó el protagonista del momento. En la esquina de Kiko Marinez hay un entrenador, Gabriel Sarmiento, que entre asalto y asalto le ensancha el elásUco de sus pantalones de boxeo. Su hermano Pablo Sarmiento se ocupa de la botella del agua, del protector bucal y los cortes (cutman), y un tercero, Oscar “rayito”, vigila todo lo que está haciendo el aspirante. Un cuarto individuo, el manager, en este caso Sergio “maravilla” Marinez, es quien habla entre los asaltos al cuerpo técnico. Pero el ritual empieza mucho antes cuando comienzan a vendarle las manos y ayudarle a vesUrse. Después, una sesión de manoplas servirá para calentar al Campeón. Y antes de empezar el combate el juez de la Federación Internacional y el árbitro visitan a ambos púgiles para verificar el vendaje y recordarles la normaUva. Seguidamente, los tres hombres seguirán a Kiko hasta el cuadrilátero lentamente mientras el público encolerizado anima a Kiko para llevarlo junto a su canción favorita a las postrimerías de la “tarima brava”, en donde al subirse su entrenador encoje las cuerdas para que su púgil acceda al cuadrilátero. Cada uno de sus ayudantes Uene una misión: cuando termine cada asalto, sus manos se moverán frenéUcas durante los sesenta segundos de intermedio para colocarle el taburete, otro le Urará de la cintura de los pantalones del campeón para ayudarle a respirar, se le limpiará la cara con almohadillas esterilizadas, le sujetarán el protector bucal, le darán de beber, escupirá, y aplicaran sales aromáUcas a la nariz si está grogui. Y todo esto mientras el entrenador normalmente intenta animarlo, indicarle lo que está haciendo mal, y a menudo le dice que está perdiendo si va ganando o ganando si va perdiendo. A veces lo que se dice en el rincón durante o antes de la pelea ejerce un efecto sorprendente en el desarrollo del combate. Un buen púgil debe aprender a mantener el gesto imperturbable tras haber recibido un buen puñetazo. El combate lo ganó Kiko por KO en el décimo asalto tras asestar un hulk de izquierda en el hígado de su contrincante que le dejó sin aire y obligo a hincar la rodilla. Seguidamente el árbitro realizó la cuenta de protección y, al no levantarse el sudafricano, dio vencedor al español. Había sido una estrategia muy sabia la emprendida por la esquina de Kiko, que consisia en degastar a su oponente en los primeros asaltos con golpes en el costado e ir dejándole sin aliento, para en los úlUmos Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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asaltos Urarle golpes a la cara. Y así fue, en un rápido uno-dos el aspirante bajo la guardia y nuestro campeón aprovecho para golpearle con un crochet de derechas que su rival quiso aplacar, pero dejó guarnecida la parte inferior del costado derecho, la cual el campeón aprovechó para golpear. Al día siguiente al combate volví directamente a Poyales para disfrutar de las Navidades, aunque como viene siendo habitual en los úlUmos años, cogí un resfriado importante que me dejó en el dique seco unos días sin salir a la calle. Esto es debido a que en la fase final del año con las vacaciones mi cuerpo se relaja, y como durante todo el año vive en constante estado de tensión, al relajarse las defensas los virus aprovechan para atacar mi maltrecho y, a veces frágil, organismo.
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Capítulo 3: aflicción Empecé el año con ganas pasando unos días en Talavera para ver a los amigos antes de regresar a Valladolid, ya que, llevaba sin pisar la ciudad de la cerámica muchos meses y me apetecía ver a las viejas amistades y salir una noche de mambo. Fue la víspera de Reyes, en la que salimos varios “espadas” a parUr la pana por la noche talavera, sin embargo, a nuestro pesar, la inmensa mayoría de los “garitos” habían cerrado como consecuencia de la maldita crisis y quedaban apenas un puñado de pafetos abiertos. Llegue a pensar que si volvía a Talavera ¿que iba a ser de mí?, al no quedar allí apenas amigos y la noche había cambiado mucho. Vamos, todo un drama se me podía avecinar. Lo que me he dado cuenta todo este Uempo que he vivido fuera es que Talavera es un cero a la izquierda comparada con otras ciudades como Valladolid o Toledo, por ejemplo, en la que he trabajado media vida, en donde la variedad de acUvidades culturales, deporUvas, entretenimiento, ocio, zonas verdes… o servicios es muy amplia en comparación de Talavera que es una ciudad que no ha progresado nada y se ha quedado anclada. También es debido a que es una ciudad muy pobre, social, económica e industrialmente hablando. Las fiestas de San SebasUán de este año fueron muy diverUdas, e, incluso, llegamos a tener verbena con orquesta después de muchos años sin tenerla, lo que saUsfizo las necesidades de cachondeo de todos los devotos y devotas que, año tras año, seguimos yendo a nuestro querido pueblo a quemar romero: “romero quemo, salga lo malo y entre lo bueno”; tradición anUquísima que desciende de la época de la peste en la que los hoyancos realizaban este magnánimo ritual para espantar el mal agüero, y se ha mantenido impertérrito en el Uempo de la manera habitual en los pueblos castellanos: legado de nuestros ancestros. A la vuelta a pucelandia reinicié las ruUnas habituales del día a día, entre ellas entrenar duro para correr la Maratón de Sevilla del 28 de febrero, en la cual pretendía bajar de marca hasta alcanzar las 3 horas y 30 minutos. Pero como antesala tenía varios contraUempos. Y es que en la oficina se estaban realizando varios cambios en la dirección, a parte de un despido y una dimisión. De hecho el compañero que demiUó llevaba un proyecto que la nuevo dirección me adjudicó y consisia en viajar una vez al mes durante todo el año a una Universidad durante tres días, y lo más gracioso es que tenía que viajar en la furgo con los montadores para ahorrar costes. Algo insólito en mi vida. Empezábamos mal año. Yo me mantuve firme porque esperaba la ronda de reuniones con los empleados en donde iba a reclamar mis derechos como trabajador, puesto que llevaba dos años en la empresa y no estaba dispuesto a soportar jornadas interminables, despoUsmo y un salario que no me daba ni para “pipas”, y solamente Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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como graUficación el hecho de “tener trabajo”, frase infame que en nuestros días está en la boca de algunos; y digo yo: “de que me sirve tener trabajo si no tengo vida, curro mil horas incluido fines de semana, y como compensación un sueldo mísero”. Como he dicho en la parte central de este dilatado relato, se puede “tener libertad”, pero eso no significa que seas “libre”; lo que lleva a pensar que se puede “tener trabajo”, pero eso puede significar que seas un “explotado”. Y así fue, llego la ronda de reuniones y después de exponer detenidamente mis quejas sobre mi situación, solamente me dijeron que lo iban a estudiar. Lo que mi hizo pensar que era el momento de ir preparando mi salida lo antes posible. Con gente así no se puede trabajar ni vivir. Todavía me acuerdo un hecho inolvidable, de tantos, en el que “cierto individuo” me dijo que echara a un proveedor de vídeo de un evento, simplemente porque no estaba invitado. Lo que no hice, obviamente, debido a que se pensaba que ese lugar era su corUjo. O un hecho que nunca se me olvidará y fue en el Máster de pádel, en la pista central se había dejado una zona escorada para que un padre con su hijo disminuido nsico en silla de ruedas y una niña pequeña de unos 5 años vieran los parUdos. La niña se movía levemente del siUo y uno de los jefes me dijo que advirUera al padre de que si la niña se seguía moviendo habría que echarlos. En ese momento mi corazón se detuvo, no daba crédito a lo oído, mi puño se cerro con la única intención de golpear a ese ser miserable, pero la cabeza sosegó mi ímpetu e hice con que no había oído nada. Con gente así no se puede vivir ni trabajar. Llegó la Maratón de Sevilla que tanto ansiaba, a pesar de no encontrarme bien nsicamente, al ser muy duro el invierno en Valladolid y el frio agarrota los músculos, pero mi fervor por esta legendaria prueba cargada de dramaUsmo y leyenda me empujaban a no tener temor, de hecho me había marcado un objeUvo muy ambicioso que era hacer tres horas y media. Y a la postre, no lo puede realizar, puesto que en los úlUmos 5 kilómetros sufrí una “pájara” tremenda que me dejó sin fuerzas y a duras penas logré terminar la carrera con un Uempo de tres horas y cuarenta y siete minutos. Es curioso, pero parece que vas bien corriendo y, de repente, el cuerpo se vacía y no puedes Urar más. No Uenes ni energías y fuerzas. Solo puedes poner corazón y voluntad para terminar. Aunque al llegar al Estadio Olímpico de “La Cartuja” y dar la vuelta sobre la pista de AtleUsmo todos los dolores se olvidan. Después de la maratón recapacité sobre mis métodos de entrenamiento para analizar que tenía que modificar para progresar porque no era normal que con tanto entreno que llevaba bajara levemente la anterior marca. Así que indague sobre diversos métodos y empecé a la semana siguiente entrenando series cortas y largas, que parece ser es fundamental para conseguir objeUvos en distancias largas, como es mi caso. A mi vuelta a la oficina ocurrió un hecho que era la primera vez que sucedía en mi vida. Y fue que la semana de la maratón viajé a Xerez con el proyecto de las Universidades y
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al haberse cambiado la fecha del evento perdí parte del viaje en AVE que ya tenía reservado. Lo que conllevó que uno de los jefes y un compañero intercambiaran pareceres sobre la necesidad de pagarme el importe del billete anulado o el hotel de la noche anterior a la víspera de la maratón. Vamos, que se corrió el rumor por la oficina de que yo había solicitado a los jefes que me pagaran los perjuicios. Algo totalmente falso. No daba crédito a lo sucedido, por culpa de varios “boca-chanclas” me hicieron pasar un mal rato y disgustarme. Aunque lo peor fue que un jefe me dijo que me pagan la noche de hotel, ya que por culpa de la empresa había perdido dinero, pero que dijera que había salido de ellos, lo cual era falso. Me estaban haciendo menUr para lavarse la cara ellos y quedar como generosos. Increíble lo que estaba soportando. Mi vida era un sinsenUdo. No estaba moUvado, ni ilusionado, me faltaba chispa y alegría para seguir luchando; lo único que me mantenía allí era que me encantaba la ciudad y el volver a Talavera iba a ser un suplicio para mi persona. No va conmigo el “Urar al toalla” porque significa declinar o que otros venzan, si bien, en esta ocasión la renuncia era por moUvos evidentes: explotación laboral. Más vale vivir un día como un león que cien años como un cordero. Con estos precedentes era imposible que me mejoraran las condiciones. Gente así no cambia. Tienen la empresa que ellos quieren basada en la explotación profesional y hasta personal, además del miedo que infringen a la gente al aprovecharse de los que necesitan ese puñado de euros para vivir. Eso es lo más rastrero del mundo. Y yo estaba siendo parUcipe. Además, se estaba sucediendo numerosas dimisiones, una por mes, de compañeros que vivían mucho mejor y no aguantaban más, y no contrataban gente para suplirles, sino que éramos el resto quienes acarreaban esa carga de trabajo. Intentaba olvidar estos asuntos y centrarme en la visita que iban a hacerme mis amigos de Talavera para conocer la city y darnos una buena “juerga” como en los viejos Uempos. Vinieron tres y se presentaron bien temprano en la rivera del Pisuerga. Nada más llegar rebosaban ganas de pasárselo bien y “desparramar” a nuestra manera, de forma nada sana y provocadora. Y así fue. Desde el mediodía las cervezas de los bares de la zona de la plaza de “coca” empezaron a correr por nuestras gargantas mientras que contábamos anécdotas y viejas batallas que no nos cansamos de rememorar. Como la de las vacaciones en Alicante o Tenerife, alguna de las ferias, el día del carro por la “venta”, los regalos nocturnos a casa de un ex-amigo, algunas aventuras de las fiestas de los pueblos, sacar a relucir los ligues… mil historias inolvidables y magnificas. Después de comer un majestuoso “lechazo” y tomar café en la zona de “la AnUgua”, les ensañé lo más vistoso de la ciudad, o como diría un salmanUno, cuatro alcázares, terminando la visita turísUca en San Pablo y el Museo Nacional de Escultura.
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Llegó la noche y lo dimos todos hasta altas horas recorriendo diversos pafetos de San Miguel y Coca, terminando la noche en “mambo”. Se tuvo que fraccionar la llegada a casa en dos grupos, uno compuesto por mis amigos, y otro por el menda, que se entretuvo apurando una copa en buena compañía. Una vez que se fueron a sus respecUvas casas y, tras salir a correr un poquito para despejarme, ya que no quería perder los entrenamientos esperando parUcipar lo antes posible en una media maratón, me preparé para lo que se me avecinaba esa semana: una feria en Madrid. Y es que como había dimiUdo tanta gente y no se habían buscado susUtutos tuve que ir a echarles una mano, no sin antes de recibir palabras amenazantes por parte de mi jefe, no era la primera vez, avisándome de que no me iba a librar de currar en Madrid. Esto se debió a que como me lo olía, les dije que el fin de semana tenía que currar en el pueblo “quemando talleras”, lo cual era totalmente falso, pero tenía que aludir a estas menUras para no ser vilipendiado; y eso les fasUdiaba que no estuviera en su redil. En la feria debido a mi estado de “cabreo constante” tuve un momento de arrebato y amenaza de dimisión debido a que, como tantas y tantas veces, me dejaban solo y tenía que comerme todos los “marrones”, y la gota que colmó el vaso era que tenía más producciones la siguiente semana y los jefes habían decidido que “yo podía con todo” a lo que me rebelé diciéndoles que por qué yo tenía que estar en varios siUos a la vez y otros en solo uno, a lo que me contestaron que ha sido la decisión que se había tomado. Lo que me provocó un gran cabreo y desilusión porque estaba siendo vejado constantemente. Mantuve una conversación con la jefa directa argumentando que no era justo lo que estaba soportando, a lo que ella no supo darme argumentos convincentes ni profesionales. Y la situación se agravó cuando después de volver de viaje de una ciudad andaluza la susodicha me llamó para reunirnos e, ingenuo de mí, pensaba que me llamaba para hablar sobre mis condiciones laborales, las cuales en repeUdas ocasiones la había dicho que así no podían conUnuar. Pero, para mi sorpresa me dijo que en la úlUma semana había hecho 3 horas de menos que no salían reflejadas en el contador de fichar. Me quede muerto al oír esas palabras. No daba crédito a lo odio. No me podía creer que después de haberme oído mil veces decirla que echaba mil horas sin tener ninguna compensación, me estuviera echando en cara que no había hecho 3 horas una semana, lo cual era verdad, ¡como si no hubiera ido en días!… ante mi asombro y perplejidad la dije que lo que no podía ser es que cobrara 3 € la hora en las producciones grandes y que me reclamara esto, a lo que me dijo que no era el momento de tratar ese asunto. Lo que hizo acrecentar mi desazón. Encima me dijo que el proyecto del voley-playa estaba en punto muerto y que tenía muchas cosas que hacer, lo cual era totalmente
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falso, pues yo mejor que nadie sabía marcar los ritmos de producción y lo estaba llevando en la medida que permiia la escasa información que me estaban danto. No contenta con eso me obligó a enviar a todo el equipo de ese proyecto un calendario de actuaciones para marcar mis pautas. Lo nunca visto. Me fui a casa con enorme resignación y con ganas de llorar. Estaba desesperado. Lo único que me consolaba era que el momento que había esta esperando para irme y dimiUr de la empresa había llegado. Era el momento, solamente tenía que buscar el día adecuado. A todo esto, llevaba una semana sin ordenador. El portáUl había sufrido un “accidente” en la feria y no funcionaba la pantalla, por lo que tenía que enchufarlo a una pantalla de un ordenador de “torre”, ante el asombro de propios y extraños, debido a la penosa imagen que daba. En el departamento de informáUca me dijeron que esperara un mes para recibir uno nuevo, debido a que eran numerosos los trámites burocráUcos para la compra. Algo insólito en una agencia de producciones. ¡Nada nuevo bajo el sol! Aunque ahí no quedó la cosa. Y es que el viernes antes de Semana Santa salió en todos los medios de comunicación de la ciudad que a la agencia el Ayuntamiento le adjudicaba contratos “a dedo” sin sacarlos a concurso. Lo cual es verdad. De hecho donaron gran canUdad de dinero a un club de la ciudad y, claro está, que como contraprestación algo tendría que recibir. O en cierta ocasión financiaron el alquiler de una pantalla gigante para que la ciudad viera una final de fútbol. U otro caso como el realizar cierto evento graUs porque nadie quería hacerlo. A eso se llama prevaricación y corrupción. Esto suponía que durante una temporada la empresa no la iban a conceder ningún concurso o licitación para lavar la imagen. Lo que llevó a nuestra jefa a denegarnos las vacaciones que nos había concedido días antes, argumentando que no era el momento, cuando el resto de compañeros si las podía disfrutar. Esto me hacía pensar que algunos teníamos que pagar sus frustraciones. Menos mal que llegó Jueves Santo y vinieron mis padres de visita, ya que conocían mi decisión de abandonar la empresa, de esta manera podíamos conocer las famosas procesiones vallisoletanas, puesto que mi marcha de la ciudad era definiUva. La decisión estaba tomada. Incluso el día: sería el lunes de pascua cuando iba a informar de mi dimisión irrevocable. Aquí paz y después gloria. Y llegó el día señalado. Lo tenía totalmente decidido, incluso el argumento de renuncia, de hecho días antes hablé con uno de los compañeros que había dimiUdo para que me informara como lo hizo, puesto que tenía que quedar bien con ellos para que me arreglaran el paro, que es lo que me importaba.
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Así que como cada día aparecí en la oficina a las nueve en punto y tras ver los correos y mirar el reloj esperando que llegara las diez y al ver que estaban solos los jefes en el “despacho de la muerte”, para allá que fui. Al entrar les dije que si tenían un momento les tenía que contar una cosa importe, a lo que contestaron afirmaUvamente. Me senté, y con una voz firme y decidida inicié mi argumentación diciendo que necesitaba abandonar la empresa lo antes posible. Su cara fue de asombro y sorpresa. Antes de qué preguntaran los moUvos de mi renuncia les dije que no era viable personal, económica y profesionalmente seguir allí con las condiciones actuales, puesto que no merecía la pena y no estaba dispuesto a seguir trabajando allí en esas circunstancias, ya que podría suponer problemas personales en mi vida. Se quedaron mudos. Lo único que dijeron es que si era una decisión personal que adelante. A los pocos días envié un correo electrónico a los compañeros y proveedores para despedirme. En recursos humanos me llamaron para preguntar los moUvos de mi dimisión al estar sorprendidos que tanta gente se fuera por voluntad propia, a lo que les dije que yo era un profesional y con esas condiciones míseras no podía conUnuar. Llevaba toda la vida trabajando en este sector y existen unas normas y códigos establecidos y allí no se cumplían. Yo trato siempre bien a la gente porque esto significa que luego te tratarán bien a U. Pero allí no me trataban bien ni como persona ni como empleado. Yo a la mala gente o a la chusma la aparto de mi vida, y procuro no relacionarme con gente así. Y, obviamente, en el trabajo no iba a ser menos. También me informaron que tenía que entregar la carta de renuncia y que no me preocupara porque iba a tener prestación por desempleo, lo cual me alegró. Estaba contento. Había conseguido lo que quería hace Uempo, pues si hubiera seguido me hubiera arrepenUdo y, además, me hubiera vendido y traicionado a mi mismo, y eso es mucho peor. Quien se vende una vez, está vendido para siempre. Mucha gente me decía que era un valiente y que era una decisión acertada, otros se sorprendían, pero después de explicar las condiciones abusivas que sufría, me decían que era una sabia decisión. No es lo mismo “tener libertad” que “ser libre”, y ahora podía ser totalmente libre. Si algo reUene a la gente que se quedó allí es el miedo o, mejor dicho, la necesidad; y no hay peor cosa en la vida que aprovecharse de la gente necesitada. Eso es lo más miserable. Aunque, a decir verdad, también hay algo de cobardía. No todos somos leales y valientes. Los días iban pasando y me pusieron un chaval tres días para que le enseñara la producción de la prueba deporUva, a lo cual acepte sin miramientos, me daba igual, muestra inequívoca de lo ignorante que es esta gente; como les dije: “en esta profesión no vale con enseñar, eso no sirve de nada, o se vale o no se vale, para esto no sirve Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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cualquiera”. Y así fue, el susodicho duró cuatro días, al dimiUr por circunstancias personales. Lo cual me alegré, no por el chaval, sino porque se jodieran mis exjefes. Me despedí de todos los compañeros de todas las plantas del edificio y ellos me congratularon con varios regalos sorpresa. Empezaba ahora lo que iba a ser mi nueva vida. Como celebración me fui a San SebasUán un fin de semana a correr la media maratón popular, además así podía conocer la ciudad, que me encantó sobradamente, al ser la primera vez que visitaba la ciudad guipuzcoana. A mi vuelta a Valladolid me matriculé en un curso de diseño grafico: photoshop, illustator e indesing, los meses de junio y julio por la tarde. De esta manera alargaba mi periplo en la ciudad y me venía muy bien el curso para ampliar conocimientos y actualizar el curriculum. Me programé el día realizando deporte y las ipicas tareas del hogar por la mañana y por la tarde lo dediqué al curso y a mis movidas. Ahora tenía todo el Uempo del mundo para mi mismo, desconectar y descansar. Mucha gente me preguntaba qué si me aburría, a lo que respondía: ¡tengo demasiada imaginación para aburrirme! Ahora si que era libre por completo. Sin ataduras, preocupaciones, problemas, estrés, obligaciones, sin ser un ser cauUvo. Dueño de mi mismo y feliz. El sistema sionista imperante en la actualidad ha conseguido robar el Uempo de la gente para que sean sus rehenes, y que el poco Uempo que tengan lo ocupen en consumir o desahogarse con futbol, así Uenen al público entretenido y no puede pensar. Y una persona que no piensa no puede revelarse contra quien lo oprime. Han impuesto unos sueldos míseros de supervivencia para que la muchedumbre dependa exclusivamente de “su trabajo”, y sean meros lacayos o esbirros; de esta manera, están a su redil; viviendo con miedo a perder el trabajo y, por ende, su pésima vida cargada de hipotecas y letras que, el sistema se ha encargado de diseñar de tal manera que estén bien atados. Son ciudadanos que Uenen libertad, pero que no son libres. Y yo no quería ser uno de ellos. De mi anterior trabajo me enteré de que habían meUdo a un “enchufado” para suplirme, y que mi trabajo lo estaban haciendo entre dos, uno de los cuales le habían subido el sueldo de manera repenUna para atarle a la empresa y que no se fuera. Una manera muy propia de estos especímenes de comprar a la gente. Lo peor de todo es que tuve que irme yo de la empresa para que se cambiaran algunas cosas u algunos las consiguieran. Eso si que es lamentable, que alguien sin hacer nada consiga sus propósitos, sino que tengan que ser otros los que moviendo ficha y siendo valientes les dejen el camino allanado a este Upo de cobardes que, sin mover un solo dedo,
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simplemente arrastrándose por “un plato de lentejas”. A esto se le llama no tener personalidad. Pasados unos días devolví la visita que me hicieron mis amigos talaveranos y fui a Salamanca, al vivir dos de ellos en la capital charra. Lo pasamos bien entre chuletas y cervezas; por la noche hicimos nuestros pinitos por los antros del casco anUguo. A pesar de que no tenía ninguna carrera a la vista me puse una ruUna de entrenamiento compuesta por 4 días a la semana de entreno: cuestas, series, carrea conUnua y velocidad. Además de gimnasio, y en julio iba a incorporar la piscina de la urbanización. Me había puesto como objeUvo realizar el la Maratón de Valencia y conseguir el propósito inalcanzable, por el momento, de las 3 horas y media. El curso lo empecé con ganas al ser muy interesante y diverUdo, además el horario era muy propicio, tres horas se pasan rápido. Iba en autobús y volvía andando. A pesar de que no iba a dedicarme a ello profesionalmente me servía para adquirir conocimientos con el objeUvo de hacer dossieres y presentaciones, por si en un futuro profesional reconducía mi labor y la enfocaba más al ámbito de gesUonar cuentas o me montaba por mi cuenta. A Talavera también fui un finde para empezar a llevar cosas, sobre todo ropa. La verdad es que me dio un poco de pena el recoger, puesto que veía como era verdad que volvía a casa. A pesar de que lo peor estaba por llegar en sepUembre cuando volviera a vivir con mis padres, con un futuro incierto personal y profesionalmente y, además, en Talavera, en donde iba a estar completamente solo. Aunque, a decir verdad, eso me importaba bien poco. Me había acostumbrado a la soledad. Sabía que iba a ser duro. Talavera esta acabado. No hay nada. Me recordaba a ese míUco párrafo del periplo de Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador” al recorrer CasUlla desterrado: “por la terrible estepa castellana, al des4erro, con doce de los suyos, polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga” Y como llevo realizando durante toda la vida, me tocó inaugurar el verano en Poyales del Hoyo. Además, aproveché para seguir llevando enseres que ya sobraban en pucela. Llevaba 37 años yendo al pueblo en verano, al ir durante toda la vida al pueblo de mis padres a pasar el verano entre las charcas del río Arbillas, “el moral”, el campo de futbito, las “eras”, leches heladas, paseos, fincas, botellines, fiestas, copeo nocturno y terracitas. El fin de semana transcurrió hasta el domingo de la manera esperada, botellines, conversaciones para actualizar nuestras vidas, comida en el río y copeo nocturno. Pero el domingo por la mañana sucedió un hecho que era la primera vez que me pasaba. Y fue que estaba corriendo por la ladera sur de la Sierra de Gredos, lo que se llama como Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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“la barrera”, por un camino forestal que tengo localizado muy propicio para el running de montaña y sorprendentemente en una larga recta, entre los pinos, me asaltó un perro masin de color blanco. No me dio Uempo a reaccionar y el susodicho me mordió en el gemelo izquierdo con virulencia. Mi reacción fue mover la pierna, pero debido al sobresalto caí al suelo, lo que precipito que el perro me soltara. Me levanté rápidamente y salí corriendo de manera veloz con la pierna sangrando. Miraba para atrás mientras corría, pero el perro se quedó en el siUo de nuestro faidico encuentro. Según iba corriendo camino del pueblo analizaba la situación acaecida mientras mi pulso no dejaba de acelerarse por el tremendo susto. Estaba asustado por lo acontecido. Ese perro lo había visto más veces en una finca de por allí próxima y siempre estaba encerrado, a lo que siempre pensaba cuando le veía y me ladraba “el día que me pille me machaca”, y así fue. Aunque analizándolo fríamente pasó poco para lo que podía haber pasado, ya que estaba solo y en ese monte no pasa nadie. Una vez curada la herida en el ambulatorio de Candeleda y tras ponerme la anUtetánica fui al Cuartel de la Guardia Civil para poner la denuncia perUnente. Les indiqué el lugar de los hechos y descubrí de manera exacta lo acontecido con el propósito de que el dueño tuviera un escarmiento. Aunque lo peor de todo era que ese verano ya no podría correr por ese camino, el cual me encantaba. A la vuelta a Valladolid le dije al casero la noUcia de que abandonaría el piso a finales de mes con el consiguiente disgusto del mismo, puesto que era un alquilado ejemplar que no daba “nada de guerra” y pagaba el alquiler religiosamente. Pero él me contesto de una manera noble y posiUva, dándome ánimos para mi nuevo rumbo, del cual no estaba seguro. Pero de lo que si estaba seguro era que no quería irme a Madrid. Pues había tenido en el úlUmo mes dos entrevistas en Madrid y me seni agobiado por el ambiente de la capital, la muchedumbre, el metro, el estrés que transmiten los transeúntes, la inseguridad… pensaba que si mi futuro estaba en Madrid tendría que alargarlo. Ahora no era el momento. En este momento lo que tenía en mente era asisUr a la velada de boxeo que en Belfast el 6 de sepUembre iban a medir las caras Kiko Marinez y Carl Frampton por el Campeonato del Mundo IBF del peso Gallo. El español ponía el Utulo en juego y no quería perdérmelo, al igual que las otras veces que había seguido los combates de Kiko. La pierna me dolía y estuve unos días con un vendaje aparatoso, pero enseguida recuperé los entrenamientos apurando así mis úlUmos días en la capital Castellana. Era cuesUón de días mi salida definiUva de Valladolid y empezaba a darme pena mi salida, aunque como iba a pasar el mes de agosto en el pueblo no era del todo consciente de
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lo que se me avecinaba en sepUembre con mi regreso a Talavera. Hasta entonces tenía que disfrutar de mis úlUmos momentos en la ciudad del Pisuerga, y para eso empecé a llamar a las pocas amistades que allí tenia para despedirme amistosamente y correrme una buena fiesta de despedida. Como una noche de un viernes que quedé con una chica que lleva siempre la sonrisa puesta y trasmite muy buenas vibraciones. Es realmente curioso porque la conocí nada más aterrizar en Valladolid y, al poco Uempo, ella marchó para Canadá a buscarse la vida, como tantos y tantos jóvenes españoles en la actualidad; y su vida y la mía tenían ese denominador común, que ambos habíamos tenido que emigrar de nuestras respecUvas ciudades para buscar un futuro laboral, nuevas experiencias o, simplemente, en plan aventura. No perdimos el contacto y al cabo de casi dos años ella regresó de nuevo a Valladolid. Nos volvimos a encontrar después de tanto Uempo una tarde fría de enero para comentar lo que habían dado nuestras vidas de sí durante todo este período y, como el desUno es caprichoso, ahora nos volvíamos a reunir para despedirnos porque era yo el que se volvía para casa. El desUno volvía a ser antojadizo, junta y separa a la gente. Esa noche de despedida lo pasamos realmente bien charlando sobre el pasado y el futuro incierto que ambos teníamos, y terminamos en un garito de pachangueo llamado “zumo” entre bailes improvisados y carcajadas. Una anécdota diverUda que tengo suya es que al poco Uempo de volver de Canadá quedamos una noche para tomar algo y me dijo que si no me importaba podíamos ir a un siUo peculiar, a lo que contesté afirmaUvamente, pero que me dijera de qué iba ese siUo y, ante mi asombro, me dijo que era un “siUo de intercambio”. Lo primero que pensé es que era un lugar de intercambio de parejas, pero sin dejarme terminar el pensamiento, puntualizó que era para intercambiar idiomas con gente extranjera que vive en Valladolid y quería perfeccionar idiomas hablando con naUvos. Lo cual me tranquilizó. Y ahí me presenté, sin apenas haber hablado inglés en los úlUmos tres años, pero con ganas de vivir una nueva experiencia que, a la postre, resulto muy enriquecedora. Obviamente al entrar al garito me tomé un par de cervezas rápidas para soltarme. Una vez integrado con la gente nos dividimos por niveles y a duras penas empecé a chapurrear inglés con unas chinas y un australiano. Algunas veces me trababa sin encontrar la palabra exacta, lo que dejaba al descubierto que, realmente, estaba allí no por el simple hecho de aprender inglés, sino de acompañante. Ya era cuesUón de días mi parUda de la ciudad y la pesadumbre se cernía sobre mi cuerpo y mente. PrácUcamente no me quedaba gente por despedirme porque a algunos prefiero olvidarlos y otros u otras los obvié por completo. Había sido una
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experiencia maravillosa e inolvidable la que había vivido en ese áUco con vistas magistrales; en la ciudad, en sus calles, sus antros… pero ahora tenía que pasar página y enfrentarme a nuevos retos y buscar nuevas moUvaciones, aún sabiendo que iba a ser muy duro y dincil. Intenté aprovechar los úlUmos días de piscina, pasear por las calles vallisoletanas, visitar enclaves de los que guardaba especial recuerdo, rememorar aventuras, salir a correr como si fuera el primer día allí… hasta que llegó el día de parUda. Esto me recordaba a la legendaria escena del Cid Campeador atravesando CasUlla desterrado ante el asombro de sus paisanos que decían: “Dios que buen vasallo, si tuviera buen señor” Era un viernes y amanecí temprano, desayuné por úlUma vez en la casa que había vivido los úlUmos dos años y medio y me dispuse a recoger los pocos enseres que me quedaban. Algunos de ellos junto con comida los llevé a Caritas el día anterior, como prácUcamente cada mes que dono ropa o comida a este organización que tanto ayuda a mis paisanos españoles, porque eso es el verdadero significado de ser español, ayudar a los demás y senUrse orgulloso de ser español los 365 días del año, no solo cuando un equipo juega al balompié, sino por su historia, cultura, tradiciones…; el resto es hipocresía. Llamé al casero para que viera el estado del piso y devolverle las llaves. Baje en el ascensor rumbo a mi nuevo desUno con la mente limpia y serena, no pensaba en nada, solamente intentaba no cavilar y disfrutar de ese amargo momento intentando guardar en la reUna ese sinsabor nuevo y sincero, cargado de misterio. Mientras conducía lentamente por la avenida de Salamanca camino a la salida de la ciudad escuchando por la radio a “Dani Marin” solté un lagrima de tristeza al ver que dejaba atrás un relato auténUco de mi vida lleno de aflicciones y alegrías, memorable y único que nunca olvidaré, y que marcará para siempre el resto de mi vida. Aunque en un hueco de mi maltrecho corazón permanecerá por siempre una espina clavada del trato ignominioso que he tenido en determinados momentos, lo cual prefiero olvidar. El camino de vuelta a Talavera fue indescripUble. No pensaba en nada, solamente conducía plácidamente disfrutando de la soledad que infunde la carretera, e intentando alargar el trayecto de vuelta a mi nueva morada. Por un momento parecía como si estuviera conduciendo sin rumbo. La carretera se había converUdo en una pasarela improvisada de emociones divergentes y opuestas. Los kilómetros pasaban y por mi cabeza empezaron a florecer recuerdos de mi época pucelana. Mirada al lado opuesto de la autovía intentando imaginar el momento en el que yo iba de camino cargado de ilusión y sueños, y no como ahora que voy de vuelta desilusionado y resignado. En aquel preciso instante me embargué de aflicción, era como si esa sensación la hubiera vivido anteriormente. Y así era. Pues si la memoria no me falla en Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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julio del año 1999, es decir, 15 años atrás, tuve una experiencia muy similar cuando terminó mi estancia en Madrid como estudiante y regrese a Talavera. Ya que pasé allí 3 años como universitario en la míUca Residencia Universitaria ARTI, localizada en la mismísima Gran Vía; encima del ya desaparecido Cine Azul. Ahora volvía a senUr las mismas emociones que por entonces. La diferencia es que la anterior vez tenía 22 años y toda una vida por inventar; ahora tengo 37 años y media vida por improvisar. Tras tres horas de trayecto llegué a Talavera con cara triste y afligida. Conducía por las calles que tanto había pateado, pero ahora no senia nada al pasar por ellas. Noté solo indiferencia y hasUó oculto. Al llegar a casa deshice el equipaje rápidamente, y en menos de media hora volví a coger el coche rumbo a Poyales. No quería estar mucho Uempo allí porque me podía venir abajo totalmente, ya tendría Uempo en sepUembre cuando volviera de afligirme. Ahora era el momento de cambiar de cara, pensar que tenía todo el mes de agosto para disfrutar en mi pueblo y olvidarme de épocas pasadas intentando cargar las pilas para un nuevo amanecer. Así que, insUnUvamente, cogí un CD al azar, subí la música, baje la ventanilla y me puse rumbo a pasar un desconocido verano sin ataduras, ni preocupaciones, ni obligaciones; solamente con una idea fija en la cabeza: desconectar y diverUrme lo máximo posible. Como diría Víctor Hugo sobre el futuro: “el futuro 4ene muchos nombres, para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Y para los valientes, la oportunidad”
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Capítulo 4: valor El mes de agosto de 2014 en Poyales del Hoyo transcurrió según lo esperado: paseos, tardes de río Arbillas y de campo de fútbol, noches en el moral, piscinas en la fincas, leches heladas… y poco más que reseñar, salvo que hicimos varias barbacoas que se alargaron hasta altas horas de la mañana al son de la música del verano y de bailes improvisados. Respecto a mi entrenamiento de runnig seguía saliendo 4 días a la semana por los alrededores del pueblo: “el mazo”, “los robles”, “las herrezuelas”, “las canUnas”, “los enriaderos”… que es el topónimo con el que se define a estos enclaves próximos al pueblo. Además parUcipé en le milla nocturna de Candeleda haciendo un Uempo magnifico de 5:45 que, para ser un corredor de fondo, está sensacional. Cabe destacar, que durante esos días tuve para mi asombro un reencuentro sorprendente e imprevisto que no esperaba, pero que me alegró gratamente. Espero que la vida y el desUno no nos vuelvan a separar jamás. Respecto a las fiestas del pueblo se celebraron en “las eras” sembrando la discordia entre los vecinos, dividiendo al pueblo en dos: por un lado los parUdarios de las fiestas en “la plaza” y, por otro, los parUdarios de las fiestas en “las eras”. A mi me daba igual, puesto que en “la plaza” son a la puerta de mi casa, pero como yo soy el úlUmo en acostarme me da absolutamente lo mismo. A finales del mes de agosto es mi cumpleaños, 38 primaveras me tocaba cumplir este año, una edad muy interesante que ronda la temida cuarentena. El mes de agosto terminó en Poyales sin más pena que gloria, con una año más a mis espaldas y con un veraneo que, por primera vez en mi vida, lo había dedicado más al deporte que al ocio de los bares, algo que ya no es que no me divirUera, sino que no me aportaba nada. Pues, tenia como único objeUvo personal el conseguir la tan ansiada marca de 3 horas 30 minutos en la Maratón del 16 de noviembre en Valencia, y ese era mi máximo pensamiento. Y, como tanto temía llegó el mes de sepUembre. Lo que suponía que tenía que volver a Talavera de la Reina. Aunque como el día 5 de sepUembre me iba a Belfast al boxeo, esos primeros días de mes los ocupé en organizar el viaje a la isla irlandesa. La visita a Belfast fue inolvidable y muy emocionante. Kiko Marinez perdió a los puntos contra Carl Frampton que fue mucho mejor, pero el resultado no empañó esa jornada histórica para mi persona, puesto que la ciudad se volcó con el noble arte del boxeo y 16.000 espectadores abarrotaron un estadio montado exclusivamente para la ocasión en los asUlleros donde se fabricó el Titanic. Por un día, el boxeo fue el Rey de todos los deportes y yo tuve la oportunidad de presenciar el espectáculo.
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Pasada la resaca del boxeo empecé a adaptarme a mi nuevo hábitat: Talavera, una ciudad en la que ahora me senia un desconocido. Puesto que la inmensa mayoría de los amigos de toda la vida se habían ido de la ciudad a buscarse la vida en otros lugares, debido a que la ciudad de la cerámica esta en la ruina. PrácUcamente no me quedaban amistades. Volvía a estar solo. Lo que supuso que mi vuelta fuera muy dura y cruel. Tenía una sensación extraña, ya que los primeros meses en Valladolid sin conocer a nadie y sin relacionarme con nadie no me importaban en absoluto, y ahora volvía a tener esa misma sensación, aunque era totalmente disUnta, ya que parecía un extraño en mi ciudad natal. Al volver a Talavera intenté reiniciar mis entrenamientos de running con la mirada puesta en la Maratón de Valencia, así que, como hacía casi 3 años cuando abandoné la ciudad, volví al parque de “los sifones” para entrenar plácidamente pero con un sinsabor que hasta ahora no había conocido: el desencanto. Esa mañana de sepUembre los pasos de mis zapaUllas Mizuno no marchaban como otras veces. Ese faidico día de vísperas del otoño no solo las hojas de los arboles amenazaban con caerse, sino que mis fantasías e ilusiones estaban a punto de derrumbarse por el simple hecho del volver al mismo parque en donde se inicio esta sorprendente historia o pasaje de mi vida. Había retrocedido, aunque algunos me decían que era para coger carrerilla. La amargura, la desazón y la desesperanza eran mis compañeros de carrera. Intente subir el volumen de la música del MP3 para no escuchar el jadeo de mi respiración entrecortada, aunque ese día ni siquiera mi espíritu me acompañaba. Habían pasado unos veinUcinco minutos desde que había salido de mi casa a correr, pero el ritmo de carrera ese día no lo conseguía coger. Me senia abaUdo, una sensación que nunca había sufrido en un entrenamiento. Intente bajar la intensidad de la marcha, sin embargo las piernas no me respondían; si bien, la cabeza la tenía en otro siUo y no estaba moUvado. Hasta que llegué al lugar exacto en donde ese día del mes de enero de 2012 sonó mi teléfono móvil para informarme de que había sido elegido para currar en la empresa de la que he salido despavorido, e, inconscientemente, mi cuerpo se paró en seco. Me quite los cascos de la orejas, curve mi cuerpo y apoye los dos brazos en las rodillas intentando buscar el aire que en ese preciso instante me faltaba. Mi mente se quedó en blanco y pasados unos segundos levanté el abdomen, al mismo Uempo que una bocanada de viento insolente empezó a soplar a mi favor precipitando que reiniciara mi carrera. Era como si ese suave viento lo hubiera enviado el Dios Eolo para que comenzara a flotar y no desvanecerme. Empecé a correr como nunca lo había hecho. Las piernas me Escrito por Sergio Núñez Vadillo
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respondían, la mente se despejó, la sonrisa tomo mi boca, y las hojas del suelo que se habían anUcipado al otoño volaban con el mismo viento que a mí me estaba empujando a correr, o, lo que es lo igual, a enfrentarme a mi mismo y al desUno. En ese preciso instante pensé que el futuro es incierto, pero que está por descubrir. Me puedo reinventar a mi mismo y uUlizar la perseverancia, el esfuerzo, el sacrificio y el valor, que tanto he impuesto en las maratones y, por que no decirlo, a mi vida; como únicas credenciales para afrontar el día de mañana con decisión y esperanza, con la mente serena y siendo siempre fiel a mi moralidad y principios. En la vida, lo que a veces parece un final, es realmente un nuevo comienzo.
“cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia”
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