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El Migrante Mexicano: Producto del Estado-nación

Por B. Eduardo Rivera Villalobos

La migración es un fenómeno internacional que ha sido estudiado desde diferentes ópticas, como es la economía, sociedad, cultura, por mencionar algunas, sin embargo, poco se ha hablado de la condición política como modo de responsabilidad directa de los gobiernos nacionales, pues esto implica una autocrítica a la práctica gubernamental y la toma de decisiones de presidentes, diputados, senadores, entre otros, pero también demanda reflexionar sobre el orden global de los últimos siglos.

El mundo actual supone la existencia de un orden internacional sustentado en la idea de la globalización, donde existe una gran red de comercio de mercancías, explotación de recursos, libre mercado, etcétera; sin embargo, las personas siguen sin adquirir este carácter internacional y están sometidos a la propiedad de los Estados nacionales. Cada país se presenta como la máxima autoridad frente a sus ciudadanos, pero: ¿no se supondría que un ente como el Estado nacional debería tener la capacidad y responsabilidad de brindar condiciones de vida dignas a sus ciudadanos?

Para nadie es un secreto que la migración se produce más en unos países que en otros, que los países ricos son los espacios a los que la gente emigra y que los países pobres son los abandonados por sus ciudadanos. El ejemplo más popular, recurrente y masivo es el caso de México y Estados Unidos, donde este país recibe el mayor número de emigrantes mexicanos, pues según la American Immigration Council, México representa el 23.7% de la población total de migrantes.

La migración adquiere la condición de una disputa moral, pero también legal, donde se discute si se debe restringir el acceso a los seres humanos a un área geográfica o no, pues a fin de cuentas ¿Qué no todos somos humanos con condición de libertad e igualdad? Estos argumentos no interesan al orden global, pues la economía internacional se mantiene gracias a las condiciones desiguales, de exclusión, de pobreza y vulnerabilidad; es el capitalismo el que impide que las personas busquen la forma de solventar sus necesidades básicas sin desplazarse a otros lugares, mientras el Estado-nación es un vehículo para lograr este propósito.

La vulnerabilidad del mirrante ocurre no sólo porque hay un modelo económico que le obliga a cambiar de domicilio en busca de mejores oportunidades laborales, sino en la imposibilidad de los gobiernos para hacer frente a las condiciones del capitalismo. El migrante mexicano se halla infestado de problemas, como la violencia, la discriminación, la pérdida de identidad, las condiciones de vida, entre otros, pero su mayor obstáculo es el propio país que le obliga a migrar.

La falla del Estado mexicano es la ineficacia política, la incapacidad de brindar condiciones de vida dignas a sus ciudadanos. El migrante mexicano se desplaza a Estados Unidos, en búsqueda de condiciones favorables para existir, pero su llegada a otro país significa enfrentar a un Estado que puede llegar a ser más violento, pues el migrante es objeto de la xenofobia, del racismo, de la discriminación, de la exclusión. La única diferencia es que, aparentemente, logra solucionar su necesidad principal: alimentarse a él y su familia.

La solución a la migración no radica en la competencia de partidos políticos para saber quién es de izquierda o de derecha, sino en la colaboración conjunta de las autoridades de cada nación; pues se requiere de acciones encaminadas al desarrollo de empleos estables, donde se aseguren las posibilidades de existir dignamente. 

Es clara la necesidad de leyes y reformas, pero también se deben desarrollar organismos capaces de actuar por el bienestar de los migrantes. Las leyes pueden ser el instrumento para regular las condiciones migratorias de los mexicanos, pero hasta ahora, han sido herramienta para proteger la propiedad privada de empresarios que suplican libertad de tránsito de mercancías, pero condenan el libre tránsito de las personas en el mundo. 

*B. Eduardo Rivera Villalobos: Profesor Universitario maestrante en Gestión y Políticas Metropolitanas en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Investigador social de laceraciones sociales e idealidad económica, además de la construcción de paralelismos políticos e ideológicos y de dispositivos digitales como sujeción cultural en los jóvenes del siglo XXI.

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