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Regiomontano Enfrenta 'Esclavitud' en Granja Agrícola de Texas
El caso de Jorge Aguirre Ruiz, un joven estudioso mexicano que, motivado por la falsa propaganda, vivió un “trago amargo” que se prolongó hasta por siete meses, en que fue sujeto de una estafa por parte de empleadores deshonestos, que se llevaron mano de obra altamente calificada… pagando auténticas miserias.
Por Héctor Calderón Hallal
El caso de Jorge Aguirre Ruiz, un joven estudioso mexicano que, motivado por la falsa propaganda, vivió un “trago amargo” que se prolongó hasta por siete meses, en que fue sujeto de una estafa por parte de empleadores americanos deshonestos, que se llevaron mano de obra altamente calificada… pagando auténticas miserias.
¿Cuál fue tu experiencia Jorge, en aquella incursión a Estados Unidos buscando un mejor nivel de vida?
Mire, uno como mexicano y como joven, básicamente oye cualquier oferta laboral en Estados Unidos y da por hecho que se trata de una proposición seria y sobre todo justa… pero no siempre es así.
Hasta cierto punto yo no tenía una urgente necesidad de probar suerte como trabajador indocumentado pues, siendo mexicano, fui un joven con relativo éxito en mi país. Egresé como Ingeniero de la Universidad Autónoma de Nuevo León, una de las mejores de México y realicé estudios de posgrado, como Maestro en Ingeniería Ambiental y hasta fui catedrático en esa materia.
No obstante es uno intrépido, por lo que quise probar además las peripecias –en carne propia- de los trabajadores migrantes en Estados Unidos, buscando un mejor ambiente laboral y una mejor vida.
Yo tenía planes de casarme con la chica que entonces era mi novia formal; teníamos una estrategia de ahorros, era congruente mi ida a Estados Unidos.
¿Qué te ofrecieron Ingeniero?
Un trabajo de “manager” en un rancho ubicado en el área de influencia de Amarillo, al norte de Texas, con veranos de 45 grados celsius e inviernos de hasta menos 20 grados; con un sueldo de 160 dólares diarios y alojamiento… lo cual para mí resultó formidable, pues ya vivía con mi novia. Además, supuestamente habría una visa 'perenne' o de trabajo.
Pero…¡Oh sorpresa!... al llegar nos percatamos de numerosas “imprecisiones” en las condiciones de trabajo planteadas.
¿No te cumplieron lo prometido en el sueldo… en tus funciones?
No… el empleador tenía un carácter voluble…
De hecho, argumentó que empezaría pagándome solo 120 dólares de los 160 acordados, “quesque” debido a que el resto nos lo pagarían en especie; es decir, con clases de inglés que nunca tuvimos y por lo equivalente a los trámites de la visa de trabajo.
Cabe señalar que de por sí, a la tercera jornada de trabajo más o menos, un servidor y otros compañeros –mexicanos también- que provenían de los estados de Puebla, Oaxaca y Coahuila, nos convencimos de que habíamos sido engañados o defraudaods.
Nunca nos dijeron que los horarios a cubrir eran tan excesivos o “matados”: de 4:30 a 20 horas; después de las 8 de la noche había que ir a verificar que los corrales estuvieran cerrados con candado; y así todos los días, a excepción de un día a la semana, sábado o domingo, el que escogiéramos, para ir al Condado al servicio religioso o de plano, simplemente a comprar víveres para la semana… pero deseo asentar que había días de descanso en que nos pedían “de manera extraordinaria o especial” que nos quedáramos a ayudar en algún “pendiente”, para hacer bonos con el patrón.
Y hay que decir también, que la cabecera de ese Condado más cercano, de nombre Dalhart, Texas; estaba a 20 millas del centro laboral, por lo que sin un servicio de transporte público fluido como en nuestro país, dado que en esos lugares todo mundo tiene su carrito viejo, pues teníamos que cooperar todos los paisanos para pagar el “ride” que nos daba algún vecino, por cierto nada barato.
¿Algún mensaje que te quede de esta esta experiencia de vida?
Decirles a todos los lectores de su prestigiada revista, que en Estados Unidos -como en todo el mundo- “no todo lo que brilla es oro”.
Estén atentos a este tipo de promociones laborales, no se precipiten a internarse en EU si no es realmente una oportunidad laboral seria.
Para mí, definitivamente no fue lo esperado. Me fui pesando 67 kilogramos y volví a México pesando 49. Perdí mi noviazgo aquel, aunque me casé después aquí en México con otra muchacha. Eso sí, al trabajo jamás me le rajé, al igual que el resto de mis compatriotas. Allá, el tema fue un asunto de incumplimiento de condiciones laborales, y sí, como se ha dicho ya en otros casos una forma de esclavitud laboral disfrazada.
* Héctor Calderón Hallal es un abogado mexicano, con experiencia en el servicio público en las áreas de seguridad pública y los derechos humanos. Con experiencia en el litigio en las materias familiar y penal. Actualmente practica el periodismo en diferentes portales noticiosos electrónicos. Cursa la Maestría en Derechos Humanos por la Universidad Iberoamericana, Campus Ciudad de México.
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