Adriana Amado

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Consumo mediático

Periodismo interesante o interesado

Lo que el público quiere

Adriana Amado argentina

Es doctora en Ciencias Sociales de la FLACSO, especializada en temas de comunicación pública y medios. Es docente e investigadora en Argentina y profesora visitante en Ecuador y Colombia. Cuenta con varias publicaciones académicas, entre las que destacan más de veinte obras colectivas. Es divulgadora de su especialidad en medios de prensa y redes sociales desde su blog catedraa.com.ar y es activista social desde la ONG infociudadana.org.ar.

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Asistimos a un divorcio impensable desde la idea tradicional del periodismo: noticias e información ya no van necesariamente juntas. Basta hojear los periódicos o pasar por los canales noticiosos para encontrar una enorme cantidad de noticias insustanciales, irrelevantes, innecesarias. Lejos de las recomendaciones de los clásicos manuales de periodismo que prescribían seleccionar la información por su importancia, el mandato comenzó a ser despertar el interés de los lectores. En el siglo pasado la información tenía alto valor porque era un bien escaso en manos de unos pocos. Pero por estos días sobra, está por todos lados, es mayormente gratuita, con lo que para la economía de medios es un bien en constante depreciación. Lo que está en falta son audiencias atentas. De ahí que hoy los medios, como dijo Zygmunt Bauman, busquen “acaparar la atención del público, una mercancía asaz escasa en el sobresaturado mercado de la información, y su capacidad para lograrlo se disipa día a día”1. En ese afán es que los medios se ocupan menos de los sucesos trascendentes que debe conocer un ciudadano responsable, para probar fórmulas más atractivas para grandes audiencias. Hacia fines del siglo pasado, Furio Colombo criticaba esta justificación que hacían ciertos medios de que su oferta es “lo que la gente quiere”. Decía el analista que “el periodismo está en su mejor momento cuando es un asesor independiente del público, no cuando se inclina ante sus humores”2. Porque no se trata únicamente de un giro hacia

noticias más triviales o formatos propios del entretenimiento. Ocurre también que, como planteó la académica Eliana Rozas, con la pretensión de atraer a muchos, se reemplaza la importancia (que tiene como referente lo comunitario, lo objetivo) por el interés (que tiene como referente lo individual, lo subjetivo)3, lo que implica una decisión de priorizar al consumidor por encima del ciudadano. Sin embargo, estos medios que recurren a la demagogia del mercado para no perder su cuota de lectores y la rentabilidad del negocio, no parecen haber revertido las pérdidas que la industria viene acusando hace más de una década. Para colmo, mientras los medios se distraían en el entretenimiento, las redes que permitieron

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tejer las tecnologías de la comunicación hicieron emerger otros espacios informativos, con demandas ciudadanas y temas no considerados por la prensa tradicional. Manuel Castells, en su imprescindible obra sobre el poder y los nuevos protocolos de comunicación, señala que “la ausencia de noticias sobre acontecimientos conocidos o la descarada manipulación de la información socavan la capacidad de los medios para influir en el receptor”4. Más aún, las manifestaciones sociales como las que se vieron recientemente en Argentina y en Brasil, empiezan a mostrar colectivos con otras demandas, que sorprenden a la elite informada, sencillamente porque vienen a plantear cuestiones omitidas en la agenda publicada. Lo que parece estar en crisis es el papel de intérprete de la sociedad que se atribuía el periodista, pues en ese diálogo horizontal que posibilitan las tecnologías, ha perdido ese privilegio de mediador entre las fuentes de poder y la ciudadanía. No se trata ya del periodismo ciudadano que intentaba plantear una agenda propia en medios alternativos, sino de nuevas formas de colaboración en la construcción de información.

Del espectáculo a la conversación En un mundo en donde la información sobra y hay muchos produciendo la propia, el periodista se parece más a un DJ, para usar la metáfora del profesor Omar Rincón, que “junta-conecta-narra” en lenguajes transmediales lo que circula frenéticamente por ahí. En este contexto, el medio que destaca no es el que produce información, sino el que mejor es capaz de articular, organizar y dar sentido a las enormes cantidades circulantes. Entonces aparecen nuevas propuestas como la curaduría de contenidos o el periodismo de datos, que explota bases informativas que serían inaccesibles sin un análisis, como ocurre con los terabytes del Wikileaks, la mayoría de los cuales siguen a la espera

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Basta hojear los periódicos o pasar por los canales noticiosos para encontrar una enorme cantidad de noticias insustanciales, irrelevantes, innecesarias. de que alguien los vuelva amigables al lego. Pero el aspecto más renovador de esta colectivización de la información está en el control de calidad cruzado que pone a los lectores, fuentes y competencia a corregir, comentar y solicitar enmienda de las noticias, con una eficiencia y rapidez que nunca alcanzaron las instituciones éticas de los medios. El eslogan de Huffington Post, medio nacido en esta tendencia, es “usar es publicar”, lo que pone al usuario a prescribir información en los circuitos vinculares en los que participa. Cada uno de nosotros cuenta en algunas de las pantallas móviles que nos acompañan de un propio digesto armado con las sugerencias que envían nuestros referidos por correo, redes, textos. Incluso las fuentes envían sus novedades al mismo tiempo a lectores y periodistas poniendo a estos en el desafío de agregar un diferencial a toda celeridad. Howard Rheingold5 plantea que los periodistas no son solo reporteros que tuitean desde una manifestación o publican fotos de eventos potencialmente noticiosos. Eso lo puede hacer cualquier persona con su teléfono móvil. Sin embargo, la necesidad de verificación, contextualización y narración de esas historias no va a desaparecer sino que, al contrario, será cada vez mayor, por lo que hacia esas tareas deberían orientar sus esfuerzos medios y periodistas. Dan Gillmor, otro analista de los medios actuales, dice que este periodismo participativo demanda del reportero la misma precisión y honestidad de antaño, pero que ya no se trata de recopilar y reportar hechos, sino de estar dispuesto a mantener una conversación con las audiencias6. Los periodistas tradicionalmente se veían a sí mismos como observadores neutrales, como críticos opositores o como activos participantes de la vida política, que sabían priorizar el interés general a la hora de publicar información calificada. A esta posición de superioridad se fue oponiendo la crítica de que el periodista está en inferioridad de condiciones para dar esa batalla frente al cruce de intereses entre política y medios. Lo novedoso es que los ciudadanos comienzan a funcionar, más que nunca antes, como contrapeso en ese triángulo que conforman con los medios y los políticos. Muchos empiezan a levantarse del sillón frente al televisor para empujar las noticias desde su computadora. Del otro lado, interpretar cuál es la información que la ciudadanía quiere, es hoy mucho más sencillo que antaño. Basta acompañar la conversación y aceptar ese intercambio que propone esta construcción más horizontal de la información.

notasNotas

1. Bauman, Z. (2009). Ética posmoderna. Madrid: Siglo XXI., p. 158. 2. Colombo, F. (1997). Últimas noticias sobre el periodismo. Barcelona: Anagrama, p. 16. 3. Rozas, E. (1997). La selección noticiosa, entre la importancia y el interés. Cuadernos de Información, 12, p. 25, 4. Manuel Castells, 2009 5. Rheingold, H. (2011). Periodismo ciudadano: ¿Por qué las democracias deberían depender de él?, y ¿por qué el periodismo digital no es suficiente? En Periodismo ciudadano: una evolución positiva de la comunicación. Barcelona: Ariel, Fundación Telefónica. 6. Gillmor, D. (2004). We the media. Sebastopol CA: O’Reilly, p. XV.

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