Conglomerados económicos
medios poder
Telecracia: y en México
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ocas cosas definen tan bien a nuestra pintoresca y turbulenta América Latina como las telenovelas. Una bocanada de una vida que la mayoría añora: una historia de amor, el rubio rico que se enamora de María, la de la servidumbre; Gaviota y el hacendado, la fea de la oficina que enamora al apuesto dueño de la compañía. Intrigas y traiciones. Reconciliación. Pan y circo. Las telenovelas son un reflejo de lo que somos como sociedades. Las grandes casas productoras (las televisoras), confeccionan las historias a la medida de lo que las grandes audiencias piden, ¿o necesitan?: el final de “Café, con aroma de mujer”, por ejemplo. Tampoco es muy diferente un partido de futbol: un Boca – River en La Bombonera, en cadena nacional, también logra paralizar a toda una nación. EDICION 1 / 2013
Pero, ¿quién crea esa necesidad? ¿Quién querría que el pueblo pase más tiempo viendo televisión que haciendo otra cosa, por ejemplo, participando en los asuntos públicos? ¿Quién querría manipularlos dirigiéndoles mensajes (y vendiéndoles productos) entre drama y drama, entre beso y beso, entre patada y patada? La televisión vende. La televisión paraliza o mueve. Por algo los argentinos pasan frente al televisor un promedio de 6 horas diarias, más tiempo que cualquier otro latinoamericano1. En los medios no hay nada más masivo, todavía, que la tele. En México, el 87% de los hogares cuenta con televisión y sólo el 27% con radio. En Uruguay, Venezuela y Costa Rica más del 90% de los hogares tienen al menos un televisor2. Las redes sociales -el internet-, están muy lejos aún de esa masividad; son un medio para personas con recursos. En 11 de 14 países de la región, el acceso a internet en los hogares más ricos supera en 30 veces al acceso de los hogares con menos recursos3.
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