Cultivo y producción “La guerra no es cosa de armas, las más de las veces, sino de dinero, gracias al cual las armas son eficaces”. Tucídides I, § 83
La rentabilidad
de la droga como del
combustible
conflicto armado colombiano
Fernando Cubides colombia
Sociólogo de la Universidad Nacional, con estudios de maestría en Ciencia Política en la Universidad de los Andes. Desde 1975 hasta 2012 fue profesor e investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. Como docente, tuvo a su cargo cursos introductorios para sociólogos, así como seminarios para la especialidad de Sociología Política. Otro de sus campos de trabajo ha sido la historia de las ideas políticas. Hizo parte del grupo sobre Pensamiento Colombiano, que sostiene un seminario sobre el tema en el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional.
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s una constante en la literatura sobre asuntos bélicos, desde la antigüedad clásica y en las más diversas latitudes y culturas, el postulado analítico según el cual la economía que sustenta a la guerra es determinante del resultado. Si como postulado es inobjetable, llevarlo a un grado de corroboración es difícil, en particular cuando de lo que se trata es de una guerra irregular, una guerra al margen de las convenciones, incluidas las convenciones analíticas. Si al menos uno de los contendientes trata a sus recursos como el más sensible de los datos de inteligencia y se esmera en ocultar su origen y su magnitud, es imperativo entonces, para el análisis, acudir a métodos no convencionales, e inferir los principales parámetros de las evidencias anecdóticas, testimonios sueltos y estudios de casos individuales. En Colombia la cuestión se ha ido desmitificando en la medida en que se acumulan evidencias que, aunque dispersas e insuficientes para precisar la magnitud, en conjunto son concluyentes en cuanto a lo que ha significado la rentabilidad de los cultivos ilícitos: marihuana,
primero, y coca y amapola desde mediados de los años 70 del siglo pasado, para financiar a los grupos irregulares, guerrillas y paramilitares, pero también para inducir la corrupción y la conducta desviada en las fuerzas regulares (Ejército, Policía), así como en los organismos de seguridad y en el aparato de justicia. En cuanto a las organizaciones guerrilleras, dado que practican la clandestinidad con virtuosismo, los primeros indicios del modo en que se irían a involucrar a medida que dichos cultivos se propagaron, los iremos a encontrar, cifrados o eufemísticos, en algunos de los múltiples testimonios, entrevistas y observaciones sobre el terreno en zonas de su influencia, que hicieron posible los acercamientos durante el primero de los procesos de paz (1982-1986). Una escueta y un tanto esotérica alusión de Jacobo Arenas al pasado inmediato1, corroborada con observaciones de corte etnográfico en algunas de las regiones de colonización, podrían constituir el hito para señalar la nueva etapa. El hecho geopolítico de que se declarara una “guerra contra las drogas” como meta principal de la política exterior norteamericana, y al considerase la droga en 1986, durante la segunda administración EDICION 4 / 2014