Guillermo Perry

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Rentas petroleras y mineras: generación, distribución y uso en Colombia

Guillermo Perry COLOMBIA

Doctor en Economía e Investigación de Operaciones del Massachusetts Institute of Technology, e ingeniero de la Universidad de los Andes. Es profesor en la Universidad de los Andes, Non Resident Fellow del Center for Global Development y asesor del presidente del Banco de Desarrollo de América Latina. Ha sido profesor en la Universidad de Harvard, economista jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, ministro de Hacienda y Crédito Público (1994-96), director de Fedesarrollo (198889), ministro de Minas y Energía (1986-88), director nacional de Impuestos (1974-76), director del CEDE Universidad de los Andes (1972-74) y subdirector del Departamento Nacional de Planeación (1969-70). Fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente y el Senado. EDICION 2 / 2013

Debido a su escasez, los recursos naturales generan rentas más allá de las utilidades normales de cualquier actividad económica. La teoría económica ha estudiado este tema desde su inicio y hay una abundante literatura sobre cómo medir las rentas, cómo distribuirlas (entre quien explota el recurso y la sociedad a través del Estado), y cómo utilizar las que corresponden al Estado. En el contexto colombiano, resulta de particular importancia la discusión alrededor de las rentas generadas de la explotación petrolera y minera1.

Las rentas petroleras En el caso del petróleo, el Estado colombiano captura parte de las rentas generadas a través de tres instrumentos: las regalías, el impuesto a la renta y la participación de la empresa estatal Ecopetrol. En 1972, un estudio que hicimos con Hernando Gómez Otálora en Fedesarrollo demostró que el Estado capturaba hasta entonces una fracción muy baja de las rentas a través de estos instrumentos, debido a deducciones excesivas (¡como la deducción por agotamiento de recursos que pertenecen al Estado!) y otras fallas en el diseño de las regalías, los impuestos y la supervisión. En parte para compensar por la baja tributación efectiva, el Gobierno obligaba a las empresas a vender el crudo necesario para refinación interna a Ecopetrol a un precio arbitrario, y a entregar dólares al Banco de la República a una tasa especial de cambio. Esta forma heterodoxa de capturar rentas (y otras deficiencias de los Contratos de Concesión de la época, que permitían a las empresas “congelar” grandes áreas) desincentivó gravemente la exploración al generar gran incertidumbre sobre el retorno de las inversiones, que quedaba sujeto a decisiones discrecionales del Gobierno. El país estaba en el peor de los mundos: se convirtió en importador neto de petróleo, justo cuando los precios se cuadruplicaron en 1972 y el Estado recibía muy pocos recursos de esta actividad.

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