periodos historicos II

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EL MUNDO MODERNO Desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX se iniciaron en Europa una serie de cambios que produjeron una profunda transformación en la sociedad. La población inicia y mantiene un ritmo de crecimiento regular y continuado, que caracteriza ya a la época contemporánea, y que supuso un aumento y rejuvenecimiento de la misma. A esta transformación demográfica van unidos cambios sociales, económicos y políticos:

• La clase dominante (la aristocracia y el clero) fue siendo desplazada por la burguesía que adquiere de forma creciente el poder económico y social. • Se produjo el paso de una sociedad de estructura agrícola y mercantil a otra de carácter industrial y financiero y esta primera revolución industrial constituyó el inicio del proceso capitalista. • Se produjo una revolución intelectual (Siglo de las Luces) • La asistencia pública fue reformada estimulando la Beneficencia, y se atenuó la miseria de algunos ancianos. A pesar de todos estos cambios, las ideas respecto al papel del anciano no se modificaron en general. En las clases privilegiadas, los ancianos se beneficiaron ligeramente de

las costumbres, donde una vida social más compleja exigía cualidades de experiencia, de inteligencia y menos esfuerzo físico. El tiempo de la vida activa se alargó y los sexagenarios intervenían en la vida social. La burguesía en ascenso creó una ideología que valorizó la vejez, porque el anciano simboliza la unidad y la permanencia de la familia, permitiendo a través de ella la transmisión de las riquezas y su acumulación, que es la base del capitalismo y el individualismo burgués. El jefe de familia envejecido gozó de prestigio conservando sus propiedades. El Estado del mundo moderno fue impersonal, reglamentado y el poder se caracterizaba por ser representativo, es decir, basado en la delegación del pueblo. Se entiende que, en este sistema, surgiera la progresiva despersonalización y el creciente predominio de los funcionarios de la nueva organización, para cuyo retiro se inventó lo que hasta nuestros días se ha llamado


“jubilación”. Este fenómeno supone una visión economicista y especializada del cuidado del anciano que durante siglos había sido realizado desde la familia, sin ningún tipo de remuneración y entendido como un deber independiente y familiar, mientras que es a partir de este momento y con la llegada de la Revolución Industrial, cuando al ser humano se le valora por el trabajo que ha realizado al servicio de una institución pública, privada, de forma autónoma, etc... y el Estado se siente obligado a compensarle ante el resto de la sociedad. En la actualidad, un hito muy significativo en la biografía de todo ciudadano laborante, dentro de la estructura económica del Estado es la jubilación. Palabra tomada del latín “jubilare” que significaba “lanzar gritos de júbilo” En su origen nació como una recompensa a los trabajadores de más de cincuenta años. Según Simone de Beauvoir esta era la recomendación que hacía Tom Paine en 1796. Ya se conocen pensiones en los Países Bajos a los funcionarios públicos en 1844. En Francia los primeros en obtenerlos fueron los militares y funcionarios públicos; luego a los mineros y otras labores consideradas peligrosas. Desde un punto de vista económico, se pasa de una gratificación benevolente a un derecho adquirido para dar un estipendio unos pocos años después de cierta edad, en la cual, probabilísticamente, hay una declinación

de rendimiento. Así se crean los sistemas de seguros sociales y todo un modo de estudio de probabilidades de sobrevida. Con el aumento de las expectativas de vida, se mantiene el procedimiento, aunque postergando la edad de jubilación, en el bien entendido que si el viejo ya no es productor, a lo menos, mantenerles un cierto nivel de consumidor.

Sin embargo, es en esta época todavía cuando el anciano continúa recibiendo los cuidados desde dentro de la familia. La incorporación de las mujeres al mundo laboral estaba despegando, así que en general, todavía se consideraba labor para ella el prestar los cuidados domésticos, entre los que se encontraban el de los ancianos de la familia. En países como España, todavía existía un gran número de habitantes en las zonas rurales, lo cual ayudaría a que el problema no trascendiera al Estado de forma tan apresurada hasta más tarde. Es ya a finales del siglo XIX cuando se comienza a separar a la vejez de la enfermedad del anciano y nace por un lado la Gerontología y por el otro la Geriatría. Tomado de Antropología de los Cuidados en el Anciano .


EL MUNDO CONTEMPORÁNEO El siguiente texto es tomado de la Revista Electrónica editada y publicada por el CDPIP de la Universidad de Ciencias Pedagógicas. “Conrado Benitez Garcia” Cienfuegos- Cuba ISSN: 1990-8644 Hoy emerge un proceso de envejecimiento, que algunos lo han designado como silencioso y sostenido. “Los cambios en la estructura demográfica de la población y el crecimiento del número de personas mayores de 60 años es uno de los eventos más destacados acaecidos en este siglo” (Quintero, 1999). Ciertamente se han producido criterios diversos acerca del límite de edad para la clasificación y el estudio, tanto poblacional como individual de esta etapa de la vida. Por ejemplo, tomando el criterio de Oddonne, MJ (1999), el que refiere que: “A partir de la Asamblea Mundial acerca del envejecimiento (Viena, 1982), se denomina anciano a toda persona mayor de 60 años de edad. Esta definición, que generaliza el concepto y desde la cual se parte para estudiar el objeto “anciano”, si bien permite comparar los productos de las investigaciones entre distintos países y regiones, implica una limitación para el estudio del proceso de envejecimiento y la vejez. Estudios realizados en áreas geográficas consideradas pobres, demuestran que es un hecho común que se defina como a un anciano a personas


mucho más jóvenes que lo indicado por la definición operativa. Por otra parte, como producto de un proceso biológico y social de desgaste, en estos lugares las personas suelen “ser viejos” prematuramente. Teniendo en cuenta la edad cronológica, surge la que divide al grupo de las personas de mayor edad entre los viejos- jóvenes (6074) y los viejos- viejos (75 años o más). Estas definiciones presupone distintos grados de autonomía ligados a la edad, comprensibles cuando se explica que viejosjóvenes son los más activos y los viejos- viejos los más dependientes y enfermos”. Si analizamos este criterio referido por Oddonne, acerca del concepto de envejecimiento, apreciamos no solamente implicado el factor biológico, sino también el sociocultural y el psicológico. Martí también pensó y escribió acerca de la vejez, como experiencia o capacidad de síntesis, de resumen de compendio o sabiduría, sin mencionar una edad cronológica específica, lo cual expresó de la siguiente manera: “La ancianidad es sublimemente sintética. Habla como los pueblos antiguos, en frases cortas, con grandes palabras”. (Valdés, 2002). Lo cierto es que en esa época, la esperanza de vida era baja comparada con las cifras actuales y las personas maduraban y envejecían más tempranamente, se ha di-

cho que por una combinación multifactorial de elementos: hoy día, hay mayor desarrollo social y tecnológico, las personas pasan más años de escolaridad y por ende mayor nivel cultural, se incorporan a la vida laboral más tardíamente, entre muchos otros. Este controvertido tema de los años cronológicos, la madurez y el envejecimiento nos provoca a expresar una sabia reflexión de nuestra poeta cubana Dulce María Loynaz cuando expresó: “He aprendido que la madurez tiene más que ver con las experiencias que he tenido y aquello que he aprendido de ellas, que con el número de años cumplidos”. Lo cierto es, que para cualquier disciplina resulta necesario el estudio del hombre y los grupos humanos y esto hace imprescindible la agrupación por etapas o grupos de edades. Es así, que varias disciplinas y organizaciones, como la psicología, la medicina, la Sociedad Cubana de Estudios de Población, entre otros, colocan el inicio de la Tercera Edad, Persona Mayor (AM) o vejez, a partir de los 60 años de edad cronológica. Otro aspecto de interés, resulta de las interrogantes que se han hecho muchos investigadores acerca de si todos envejecemos de la misma forma y velocidad. Se sabe que el envejecimiento es un fenómeno universal de los seres vivos y que a pesar de estar bajo el control de condiciones genéticas su


forma de darse y expresarse, depende, en gran medida de condiciones ambientales y de características individuales. No todos los organismos envejecen de la misma manera, ni a la misma velocidad. Con mucha frecuencia escuchamos una frase muy socorrida por los estudiosos de la calidad de vida: “El hombre envejece como vive”… aquí está implícito el tema “calidad de vida”, muy tratado por variados especialistas, es decir, cómo ha sido la ontogénesis de ese individuo que ahora está en la Tercera Edad. Es así, que resulta interesante la tipología que Fritz Giese propuso en el X Congreso de Psicología en Bonn. Giese. Refiere que se diferencian tres tipos de viejos y de ancianidad: 1) el viejo negativito, que niega poseer cualquier rasgo de vejez; 2) el viejo extravertido (según la terminología de C. Jung), quien reconoce la llegada de la ancianidad, pero lo hace por presión de influencias externas y por observación de la realidad circundante, especialmente cuando se jubila (observaciones sobre la juventud que crece, desacuerdo con ella en los puntos de vista e intereses, muerte de parientes y amigos, novedades en la técnica y en la vida social, cambios en la situación de la familia);3) el tipo introvertido, que vivencia la vejez en el plano de ciertas vivencias intelectuales y

emocionales (embotamiento en relación con nuevos intereses, vivida reconstrucción del pasado, reminiscencias, interés por cuestiones metafísicas, poca movilidad, debilitamiento de las emociones y de las tendencias sexuales, aspiración a la tranquilidad). A propósito de este aspecto de la vejez, el Dr. Dionisio Zaldivar Pérez, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana refiere: “Numerosas investigaciones han mostrado que la tercera edad no tiene necesariamente que ser un período de la vida en el que predomine o se haga inevitable un deterioro fatal de las capacidades físicas e intelectuales, ya que si los sujetos muestran la necesaria motivación y la intención de mantener un estilo de vida activo y productivo, y se les propician las condiciones para desenvolverse en un entorno rico y estimulante, en el cual se favorezcan experiencias de aprendizajes y se reconozcan y estimulen los esfuerzos por alcanzar determinados logros, en cuanto a participación en actividades de diversa índole, la senectud puede evitarse o demorarse. En la tercera edad, la actividad física-intelectual y el interés por el entorno canalizadas a través de actividades de recreación y ocio productivo, favorecen el bienestar y la calidad de vida de los individuos” (Zaldivar, 2005).


Al respecto, encontramos una interesante reflexión de nuestro Apóstol: “Cuando no se ha cuidado el corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste”. (Valdés, 2002). El veterano del trabajo, el veterano de la familia, cualquier persona que ha entregado sus fuerzas en beneficio de la sociedad, trabajando en la construcción de una familia, luchando en variados frentes para alcanzar el bienestar personal, familiar y social, y que acumula una importante sabiduría, debiera gozar de todo el respeto y admiración de sus familiares y sociedad en general. Sin embargo no siempre sucede así. De esto se ha escrito mucho, por variados especialistas: es así que en el tema de Psicología de Familia se ha investigado y escrito acerca de las crisis intra- generacionales, de crisis normativas cuando las personas llegan a la jubilación y el rol que ocupan en sus familias, de la necesidad y no posibilidad de auto trascender que debiera realizar el anciano, entre mucho otros eventos, que colocan desventajosamente a estas personas mayores, incluso, dentro de su seno familiar. Este tema ha sido exhaustivamente tratados por las profesoras de la Universidad de La Habana Patricia Arés y Teresa Orosa (Arés, 2002 y Orosa, 2000).

Al respecto Walt Whitman, ofrece los siguientes criterios: “En nuestra época, a pesar de la benevolente actitud hacia el trabajo de los ancianos, existe la opinión de que la tendencia general del siglo no es mirar al pasado, sino dirigir la mirada al futuro y. al parecer, la experiencia individual del hombre viejo no tiene importancia: todo lo nuevo, se afirma, se puede leer en los libros y las revistas científicas. Al oponerse a este punto de vista, el gerontólogo soviético Ippolit Davidovski, autor de una de las investigaciones contemporáneas más interesantes sobre la vejez, que impresiona por el volumen del material y el nivel filosófico de comprensión de los problemas actuales de la gerontología, escribe: “La experiencia y la sabiduría siempre fueron función del tiempo; hoy siguen constituyendo el privilegio de las personas maduras y de edad avanzada. Para la gerontología como ciencia no es tan importante “agregar años a la vida”; es más importante “agregar vida a los años”. Con esta opinión del científico contemporáneo coincide la idea de Leonardo da Vinci referida a que el trabajo genera experiencia y la experiencia sabiduría, ésta es hija de la sabiduría” Resulta interesante, cómo personalidades de la cultura universal, sin ser necesariamente


científicos ni expertos en el tema, tuvieron la lucidez suficiente para avizorar, este aspecto de la Tercera Edad, que en la actualidad ha sido estudiada y demostrada con evidencias científicas contundentes. Esto nos motiva a expresar algunos apuntes de nuestro José Martí cuando escribía: “… y enternece de vera, como todo hombre que defiende a los humildes, y toda cabeza blanca en la que no se ha apagado el entusiasmo. ¡Cansa tanto la vida! En la calle nos deberíamos quitar el sombrero cuando pasan los ancianos” (Valdés, 2002). “… Cómo son venerables los ancianos que trabajan, y cómo excitan a tener pena de ellos los jóvenes, más que a estudios fructíferos, dados a vano empleo y a futilezas”. (Valdés, 2002). ¿Por qué se infravalora la importancia de la sabiduría del anciano?, ¿será que algunas personas no ven que la sabiduría de los adultos mayores tiene una significación histórico, social y humana para el mundo contemporáneo?, ¿en esa desestimación estará la falta de amor?. Hay un interesante eslogan, que expresa de una forma sintética y futurista una sabia reflexión para los más jóvenes. Se trata de un anciano diciéndole a un jóven: “Como me ves, te verás”. José Martí en una sublime inspiración escribió al respecto: “¡Ah! ¡Que culpa tan grande es la de no amar, y mimar a nuestros ancianos!”. “¡Oh, que bien hace el que consuela a los ancianos!”. (Valdés, 2002). En nuestro país tenemos evidencias concretas, no solo de la sabiduría de los ancianos, sino de las potencialidades de desarrollo que acumulan. En el proceso de medición

de impacto de la Cátedra Universitaria del Persona Mayor (CUAM) en la Universidad “Carlos R. Rodríguez” de Cienfuegos, nos ha demostrado las posibilidades de desarrollo que la Persona Mayor posee y lo mucho que nos queda a los profesionales por conocer de este grupo etáreo. Al respecto, Martínez en una de sus consideraciones finales refiere: “En la dimensión práctica, la solución de implementar, extender y sostener proyectos comunitarios de esta índole estará en alternativas que se fundamenten con una percepción ideológica y científica verdaderamente humana, y que sea sustentado por políticas gubernamentales con una nueva y óptima escala de valores” (Martínez, 2008). Como resultados de estas mediciones las Persona Mayores perciben que la CUAM les ha proporcionado: • Elevación del conocimiento. • Disfrute en la comunicación intra generacional y Mejoramiento de la autoestima. Es así que la autora llega a otra conclusión: “En una dimensión más individual, algunas evidencias, que bien pudieran tener carácter probatorio, nos han permitido percibir una alta movilidad de la imagen que se va formando en estos adultos mayores, en los que los aspectos emocional- racional coexisten con una adecuada interdependencia, observándose un mejoramiento significativo en la integración social” (Martínez 2008) ANTROPOLOGÍA DE LOS CUIDADOS EN EL ANCIANO: evolución de los valores sociales sobre la vejez a través de la historia. Manuel Lillo Crespo. [documento en línea] Disponible en: http://www.naya.org.ar/congreso2002/ponencias/manuel_lillo_crespo2. htm [Consultado:2011-09-22


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