Tema No. 3: Teorías Sociales

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Teoría de la Desvinculación Tomado de: Teorías psicosociales sobre el envejecimiento. Instituto Da Edad a los. [Documento en línea] Disponible en: http://institutodaedalos.blogspot.com/2009/03/ teorias-psicosociales-sobre-el.html [Consulta: 2011-10-27] La consideración del envejecimiento como proceso de transformación esencialmente físico y biológico ha producido que los aspectos geriátricos sean los que hayan primado en el abordaje científico del envejecimiento. Es a partir de la década de los 60 que teorías de la psicología social, tales como el interaccionismo simbólico o la teoría de la vejez como subcultura, entre otras, pretenden completar el estudio tradicional del proceso de envejecimiento desde un nuevo enfoque. En esta línea, se incorporan al estudio aspectos como la actividad social, la imagen y rol sociales de las personas mayores, así como su autoconcepto, autoestima o satisfacción vital en función a su participación en la sociedad. La primera de estas aportaciones psicosociales al estudio del envejecimiento es la Teoría de la Desvinculación (Disengagement Theory). Desarrollada al inicio de los años 60 por un grupo de investigadores sociales pertenecientes al Comité de Desarrollo Humano de la Universidad de Chicago - Cumming, Henry, Havighurst y Neugarten. Este grupo, al tener en cuenta que la mayor parte de los ancianos continuaban viviendo en la comunidad social durante toda su vida, planteó la necesidad metodológica de estudiar a las personas mayores en su ambiente natural de forma continuada, dentro de su entorno cotidiano, y no en los hospitales, asilos o residencias. Los investigadores observaron un progresivo abandono con el paso de los años de una gran proporción de las actividades que formaban parte de la actividad diaria de las personas evaluadas. Así, su argumento central se basó en la desvinculación o desconexión como un proceso inevitable que acompaña al envejecimiento, en el que gran parte de los lazos entre el individuo y la sociedad cambian cualitativamente, se alteran o llegaban a romperse. En este sentido, éste sería el proceso normal que tiene lugar durante el envejecimiento. El proceso de retirada, desconexión o desvinculación tendrá un carácter bidireccional,


es decir, tanto de la sociedad hacia el individuo como del individuo hacia la sociedad. En esta línea, definirá posteriormente Cumming la “vinculación” (engagement) como: “la interpenetración entre una persona y la sociedad a la que pertenece”. Según Cumming y Henry este distanciamiento es de carácter universal, es decir, los mayores de cualquier cultura son proclives a ciertas formas de distanciamiento social, adoptando modelos de interacción que conllevan la reducción de contactos sociales. Estos autores afirman que esta mutua desconexión es beneficiosa tanto para la sociedad, que de esta manera facilita la incorporación de otras generaciones a la compleja maquinaria social, como para la persona, que se ve liberada de una serie de compromisos y obligaciones sociales implícitas a su anterior rol más activo. Desde un contexto más socioeconómico, la teoría de la Modernización, ha justificado esta desvinculación a partir del descenso del status del adulto mayor, como consecuencia de su dependencia social y económica, favorecida por una cultura basada en el trabajo y en el culto a la juventud. El individuo “desvinculado”, siempre y cuando asuma ese nuevo papel, tiene una sensación de bienestar psicológico. Es decir, conforme envejece, su acción en el plano social decrecerá voluntariamente en la misma medida, produciéndose un alejamiento mutuo de la sociedad y de la persona, que será percibido por el sujeto como “liberador” y que, por lo tanto, contribuirá a incrementar su satisfacción personal. Esta teoría afirma que las personas mayores desean precisamente esa reducción de los contactos y compromisos sociales, por lo que buscan la tranquilidad por medio de un aislamiento. A esta teoría no le han faltado críticas, ya que basta analizar sus postulados para darse cuenta de sus inconsistencias al sostener afirmaciones tan dispares como, por ejemplo: que es un proceso que no depende de la cultura pero que va a verse limitado por ella (postulado n° 9); o que, en el mismo seno de la sociedad americana en la que se circunscribe, se verá matizada por las diferencias socioculturales que afectan a hombres y mujeres (postulado n° 3). Las críticas también alcanzan al carácter global y permanente del proceso. En este sentido, Havighurst destaca la necesidad de contemplar aspectos cualitativos. Es decir, para este autor lo que se produce no es tanto una disminución cuantitativa en las


actividades sociales, sino más bien una reestructuración cualitativa que denomina proceso de “desvinculación-vinculación selectiva”, y que lleva a continuar, e incluso potenciar, determinados tipos de actividades. Esta misma idea aparece recogida en el concepto de “Desvinculación transitoria” desarrollado posteriormente por Lehr, o en el metamodelo de “Optimización Selectiva con Compensación”. Otra serie de críticas incidieron en la necesidad de considerar las diferencias de personalidad y su repercusión sobre los patrones de envejecimiento. En este sentido, desde la perspectiva del intercambio social, para la Teoría de los roles, la participación social va a cambiar a lo largo de la existencia. El envejecimiento del individuo supone la adopción de nuevas formas de participación. En la base de la organización social se hallan unas posiciones reconocidas, unas normas y unas expectativas de comportamiento tácitas que son necesarias tener en cuenta a la hora de analizar el papel del mayor en la sociedad. La principal teoría alternativa a la Teoría de la Desvinculación Social es la Teoría de la Actividad de Tartler. Desde sus formulaciones iníciales han sido muchos los trabajos que se han dedicado a investigar el papel que juegan las actividades en el mantenimiento del bienestar subjetivo entre los mayores. Esta teoría, a diferencia de la anterior, predice que la satisfacción de los mayores, independientemente de su edad, estará positivamente relacionada con el número de actividades en que participen. En este sentido, su formulación se planteó con la intención de explicar el envejecimiento exitoso. Lemon, Bengtson y Peterson enuncian postulados básicos: (a) cuanto mayor es la pérdida de rol que se produce durante el envejecimiento, mayor es la probabilidad de que la persona reduzca su actividad. (b) a mayor frecuencia y grado de intimidad de la actividad, mayor apoyo del rol recibe la persona, (c) el apoyo de rol que se recibe se relaciona directamente con el autoconcepto experimentado por la persona y (d) el autoconcepto positivo, se relaciona directamente con la satisfacción vital. Según esta perspectiva, la desvinculación operaría sólo en el sentido de la sociedad hacia los mayores. Frente a esto, el desempeño de roles activos durante el proceso de envejecimiento resulta crucial para la percepción que tiene la persona de sí misma y para su adaptación social. Por ello, sus autores defienden la idea de que para alcanzar este objetivo, las personas, a medida que envejecen, deben reemplazar aquellos roles y actividades que formaban parte de su vida adulta, por otros nuevos, de forma que puedan mantener estilos de vida activos. Esta cuestión es, sin lugar a dudas, una de las que más debates ha generado a lo largo de la historia de la Gerontología como disciplina. La principal crítica que ha recibido esta


aproximación teórica es que existen personas mayores satisfechas con la desvinculación. Lo que sugiere que la persona representa un papel crucial para determinar la relación entre los niveles de actividad y su bienestar. La más reciente Teoría de la Continuidad ha tratado de encontrar un punto intermedio entre las dos aproximaciones anteriores. Su autor, Atchley propone este modelo en un intento de superar las críticas recibidas por las dos teorías precedentes. Según esta teoría, el ser humano lleva a cabo una serie de elecciones adaptativas a lo largo de la etapa adulta y del envejecimiento que suponen una continuación de los patrones de comportamiento mantenidos de manera más o menos estable a lo largo de su ciclo vital. Se asume, por tanto, que las habilidades y patrones adaptativos que una persona ha ido forjando durante su vida, van a persistir en el tiempo, estando presentes también en este último tramo. La Teoría de la Continuidad tiene un enfoque constructivista, ya que asume que las personas, en función de sus experiencias vitales, desarrollan activamente, sus propias concepciones tanto acerca de sí mismos como de su estilo de vida y su integración social . Durante el proceso de envejecimiento no se puede afirmar con carácter general que se produce una desvinculación social del sujeto, ni que un aumento de su actividad o participación llevará al incremento en su nivel de bienestar subjetivo. Lo que establece es que el nivel de actividad que una persona va a manifestar en este proceso estará en función de su trayectoria vital y del patrón de actividades que haya presentado durante las etapas anteriores. La continuidad representa, de esta manera, un modo de afrontar los cambios físicos, mentales y sociales que acompañan al proceso de envejecimiento. Teoría de la Desvinculación Tomado De: Tesis: Factores Para Optimizar La Calidad Del Envejecimiento Través De Las Cogniciones En Las Sociedades Occidentales. Navidia Garcia Rodriguez. Tecana American


University. Accelerated Degree Progam. Doctorate Of Science In Cognitive Psychology. Caracas, Octubre De 2009. Pag.39 Y 40. [Documento En Línea] Disponible En: Www. Tauniversity.Org/.../Tesis-%20%20aprobada%20navidia%20. [Consulta: 2011-10-27] Esta teoría afirma que las personas van haciéndose cargo del declive de sus habilidades a medida que envejecen y en ese mismo grado se van desvinculando de su entorno. La desvinculación empieza con una reducción de actividades que tienen que ver con la competitividad y con la productividad, es aceptado y practicado a su vez también por parte de la sociedad que va acomodando sus demandas, expectativas y encargos al progresivo deterioro que produce el envejecimiento. (Buendía, 1994. p 62). Podría ser cierto que los adultos mayores y/o senectos no están en condiciones de competir ni de producir al ritmo que los jóvenes, pero en ellos también puede haber un tipo diferente de competitividad y de producción. Además, esta desvinculación también se puede estar dando más por lo estereotipos y prejuicios que en el envejeciente y en la sociedad existen por una desvinculación real. Pero, por qué no todos los adultos mayores o senectos que se han aislados de la sociedad se encuentran felices, de la forma planteada en esta teoría. Hace implícito el hecho de que el adulto mayor o senecto si se le brindan los satisfactores a sus necesidades primarias se irá aislando del contexto social, siendo que es lo deseado por él y requiere, pero se insiste en que, ¿será que cada uno de los adultos mayores o senectos lo requieren, o son sólo algunos de ellos los que tienen esta tendencia? Es verdad que muchos adultos mayores o senectos se encuentran aislados del contexto social, pero habría que corroborar y cerciorarse de las motivaciones intrínsecas y extrínsecas que hay de por medio para la existencia de este fenómeno. Así mismo esta teoría nos dice “... una vez transpuesta una determinada edad, es normal que las personas vayan reduciendo los roles más activos, busquen otros de menor actividad, reduzcan la intensidad y frecuencia de las interacciones sociales y se vayan centrando cada vez más en su propia vida interior.” (ob. cit. 1994 p 63). Se está de acuerdo que con la vejez se busquen roles de menor actividad (aunque esto no es generalizable), sin embargo, esto no justifica el hecho de encontrar envejecientes en el completo abandono y aislados del contacto social, siendo que en buena medida son rechazados por la sociedad misma. REFERENCIAS Buendía, J. (1994). Envejecimiento y psicología de la salud. Madrid. Siglo XXI. Buendía, J. (1997). Gerontología y salud. Madrid. Biblioteca Nueva.


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