PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y CRÍTICAS (avance de lectura)

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Perspectivas teóricas y críticas El cuerpo visto desde la Filosofía y la Literatura

Adriana Sáenz Valadez (Coordinadora)


Adriana Sáenz Valadez (Coordinadora) Perspectivas teóricas y críticas. El cuerpo visto desde la Filosofía y la Literatura Maestría en Filosofía de la Cultura (UMSNH) / Coordinación de la Investigación Científica (UMSNH) / Facultad de Filosofía “Dr. Samuel Ramos Magaña” (UMSNH) / Red de Enlaces Académicos de Género de la UMSNH / Silla vacía Editorial Primera edición, septiembre mmxx Colección: Filosofía Género, literatura y pensamiento ISBN: 978-607-98916-2-6 Características gráficas y tipográficas

| Silla vacía Editorial

Corrección de estilo y cuidado de la edición

| Sr. Tarántula y Arianne Cabrera

Maquetación | Cristina Barragán Hernández | Noé Martínez

Diseño de portada Derechos reservados conforme a la ley

© Autoras de cada texto © Maestría en Filosofía de la Cultura (UMSNH) © Coordinación de la Investigación Científica (UMSNH) © Facultad de Filosofía “Dr. Samuel Ramos Magaña” (UMSNH) © Red de Enlaces Académicos de Género de la UMSNH © Silla vacía Editorial www.sillavaciaeditorial.com Miguel Cabrera 88A, Centro Histórico CP 58000, Morelia, Michoacán, México Impreso en México - Printed in Mexico


Índice

Agradecimientos 7 Introducción 9

El cuerpo visto desde la Filosofía La racionalidad patriarcal: un discurso y una ideología Adriana Sáenz Valadez 19 Micromachismos: la perpetuación desapercibida de la violencia Liliana Lázaro González 39 Sexopolítica. La legitimación de la violencia somática Claudia Guízar Vargas 65 Tecnologías sexo-políticas del cuerpo: una mirada a la “realidad” desde la Matrix Margarita Fuentes Velazquez 93


El cuerpo mirado desde la Literatura Las representaciones masculinas en el texto Dama de corazones de Xavier Villaurrutia Doraicel Vázquez Salazar 121 Las protagonistas de las novelas La última niebla y La amortajada, de María Luisa Bombal: el autodescubrimiento de la corporalidad y el deseo Natalia de la Luz Romero Castellanos 151 El cuerpo femenino frente al deseo erótico en Las Violetas son flores del deseo Ana Laura Castro Vázquez 179 Víctimas del horror: cuerpo, vulnerabilidad y violencia en La muerte me da, de Cristina Rivera Garza Verónica Zavala Tapia 211

Datos sobre las autoras 243


Agradecimientos Para la realización de todo producto interesante se necesitan muchas voluntades, en ese marco agradezco a la Facultad de Filosofía de la UMSNH su apoyo para la realización de este fruto de la investigación, por su compromiso con el pensamiento y su solidaria actitud con la formación académica. A todos los colegas de las maestrías en Filosofía de la Cultura y de Estudios del Discurso de la UMSNH, por los comentarios a las investigaciones, gracias a las cuales las creaciones fueron de gran calidad académica. Por igual agradezco a la Coordinación de la Investigación Científica de la UMSNH, dado que su labor es sustancial para la elaboración y culminación de los productos derivados de la investigación. A la Red de Enlaces Académicos de Género, su sororidad y compromiso son parte de los pilares que sostienen las elaboraciones aquí vertidas. Los afectos y las solidaridades que envuelven este proyecto son muchas. Agradezco con especial énfasis a mi círculo familiar. Gracias, por siempre estar amorosamente. Agradezco por igual a lxs evaluadorxs de este libro, sin sus valiosas aportaciones este proyecto no sería lo que es. Adriana Sáenz Valadez



Introducción Érase una vez hace 10 años. Sí, el tiempo imparable y al mismo instante, incognoscible. Fue ayer y fueron 10 años. En 2010, en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, inicié la línea de generación y aplicación del conocimiento sobre los estudios feministas y de género, en ese entonces de la Literatura, hoy de los textos culturales. Este libro es el fruto de la investigación y la docencia de los análisis del cuerpo desde esta línea de trabajo. Para realizar este producto fueron necesarios varios momentos. Primero cada autora realizó una investigación de largo aliento, que fue reconocida por su sobrada pericia. Elaborados, mayoritariamente en el marco de las investigaciones de posgrado, evidencian análisis, creatividad, pensamiento y una toma de postura frente al devenir. En ese marco, los capítulos son la síntesis de esas investigaciones, que tienen como pretensión hacer pensamiento de cara al acontecer. Con la intención de generar diálogo y productos con alta disposición académica, cada uno fue presentado en el Seminario de Investigación sobre el cuerpo y comentado por cuatro analistas. Así, una vez discutidos, volvimos a la reflexión. Este libro está integrado por ocho capítulos que tienen como mira el acontecer, mas como el conocimiento no es atómico, sino que al igual que el acaecer, está intervinculado a través de varias raíces; se observa que entre los capítulos hay relaciones temáticas, discusión e incluso discrepancias teóricas. El cuerpo es el leitmotiv que hila los diferentes estudios. A partir de dicha reflexión, el texto está dividido en dos grandes apartados. El cuerpo visto desde la filosofía y desde la literatura, todo con la intención de comprender que hay más uniones que diferencias. Como bien dice la filósofa y escritora Rosario Castellanos:


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El filósofo concibe lo absoluto como verdad y por medio de su razón va “rodeándolo, asediándolo, fatigándolo hasta vencerlo”. El poeta percibe lo absoluto como belleza y por medio del sentimiento se comunica con él de manera inmediata y traspasa su revelación a los demás en palabras que resplandecen aún de la armonía fundamental que ha sorprendido. Por eso, pocas veces un libro nos plantea el problema de si es filosófico o es poético.1

Teniendo la propuesta de la filósofa como contraseña que brinda sentidos de comprensión, las autoras realizan, desde las herramientas de la filosofía de la cultura, análisis de diferentes productos culturales. Algunos textos parten de la lectura de escritos que desde el canon son catalogados como literarios, otros como filosóficos. Por esta distinción, que siempre tendrá algo de arbitraria, se dividió el libro en dos grandes apartados. Cuatro capítulos conforman el apartado El cuerpo visto desde la Filosofía, y otros cuatro El cuerpo mirado desde la Literatura. Mas las exégesis se realizan bajo la sospecha como elemento metodológico para ver lo que no es evidente o que de tan dado no se tamiza. En la búsqueda de explicar horizontes de lo dicho, de lo escondido, de la racionalidad patriarcal implicada en las normas para los géneros, de la ideología sexista expuesta y de las tecnologías sexo-políticas que estructuran a los cuerpos. Varias nociones cohesionan a los capítulos. La postura de asumir al género como una construcción discursiva y normativa de los seres en el mundo. La comprensión de que los seres somos y tenemos cuerpo, y que los discursos crean seres y a su vez los norman. Que los textos culturales pueden normar, crear seres y a su vez, tienen la potencia de ser puentes que generen crítica a la racionalidad patriarcal. Sin que la ontología de los textos implique visiones totalizadoras, la mirada está puesta en la compleja relación que guardan los discursos con la performatividad del género, dado que un texto puede fungir de elemento crítico y de tecnología del género. Por lo demás existen diferencias metodológicas, de corpus de análisis, de cuerpos genéricos y de tiempos de producción de dichos productos, mas todos analizan a los géneros y los seres en el mundo que los viven. Castellanos, Rosario (1947). Poetas filósofos, en Reyes, Andrea (Comp.) (2003). Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos. Volumen I. México: CONACULTA. LECTURAS MEXICANAS, pp. 39-40. 1


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Así, una vez enfocado el horizonte, el barco del pensamiento se echó a la mar. El primer capítulo parte de pensar que una de las caras de la filosofía es reflexionar sobre la autoconciencia. Para ello las categorías de análisis estudiadas son un hacer político y ético, que buscan acercamientos hacia la comprensión del mundo, para el caso que nos concierne, a partir de la mirada del feminismo y la teoría de género. Desde el discernimiento de que los conceptos son acercamientos de análisis metaestables y devienen en el tiempo. En el texto se hace un recorrido conceptual sobre la relación entre la racionalidad patriarcal, el discurso y la ideología como formas de crear y normar a los seres en el mundo. La intención es proponer algunas categorías de análisis para los estudios de los productos culturales, en la conciencia de que las realidades siempre son más grandes que las categorías, pero que los conceptos permiten comprender al mundo, sin que ello sea un corset, más bien son propuestos como ventanas para mirar, en el conocimiento de que la vidriera tiene límites y en ello, es una observancia parcial. Es una apuesta a la razón analítica como espacio para mantener la sospecha y la crítica a las nociones de la racionalidad patriarcal. El capítulo mantiene la brújula en la experiencia y en ello, en el devenir. Liliana Lázaro González, en el texto: “Micromachismos: la perpetuación desapercibida de la violencia”, realiza una muy pertinente investigación de cara a nuestro acontecer. A partir de vincular algunos de los conceptos planteados en el primer capítulo, analiza una de las formas discursivas conocidas como “micromachismos” o epístolas que norman, sancionan y pueden brindar legibilidad en el mismo acto. Para la realización del estudio, la autora muestra varios ejemplos de “micromachismos” presentes en las redes sociales. Evidencia la relación entre el humor y la sanción y llama al pensamiento crítico ante lo que se presenta de manera hilarante. Señala que las nociones de los patriarcados son metaestables, pero que el pensamiento binario y normativo continúa, en muchos casos, delimitando el hacer y el pensar a las mujeres. La autora evidencia la intrínseca relación entre las ideologías y el discurso. En ello demuestra que el pensamiento sexista continúa vigente en muchas


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de las interacciones digitales: es una mirada crítica a las vidas de las mujeres normadas a partir de los likes. Los capítulos tres y cuatro están engarzados por la discusión con la propuesta filosófica de Paul B. Preciado.2 El texto “Sexopolítica. La legitimación de la violencia somática”, de Claudia Guízar Vargas, propone a la sexualidad como un régimen político de gobierno. En este marco formula a la infancia como una etapa sustantiva para ser estudiada, dado que en ella se asumen las condiciones de pertenencia al sistema, pero, en tanto posibilidad, también de resistencia. Algunos aportes significativos de este capítulo son la denuncia a la violencia en el cuerpo, así como a pensar a la infancia como espacio de resistencia. Es un hacer pensamiento de cara al acontecer, una apuesta crítica al pensamiento esencialista y una imputación a la “sexopolítica”. Margarita Fuentes Velazquez3 en “Tecnologías sexo-políticas del cuerpo: una mirada a la ‘realidad’ desde la Matrix”, discurre desde la mirada de Preciado sobre dos aspectos. Digamos que el texto está construido a partir de una arriesgada unión, que la autora logra presentar con excelente retal. Se pregunta ¿cómo el cuerpo es construido a partir de las tecnologías sexo-políticas? Y a su vez, a partir de este “cuerpo construido” que se convierte en nuestra expresión de quienes somos en el mundo, se cuestiona por la “realidad”, todo a través de un recorrido metafórico por la Matrix. A decir, denuncia las violencias al cuerpo realizadas por el régimen farmacopornográfico, que las simula como género. Es una apuesta a la narrativa de la construcción del ser que se niega a las delimitaciones lingüístico patriarcales y sexobinarias, y que, en un continuo devenir, se deconstruye y reconfigura. El segundo apartado, dedicado a los análisis de textos literarios, está ordenado a partir del año de publicación de la ficción que configura el En algunos capítulos se utilizará la x porque consideramos que el discurso que utiliza el llamado en masculino no incluye a las mujeres y a los demás seres que no se representan a partir del género binario. A su vez, la propuesta teórica que Preciado discurre es justamente la no pertenencia en su ser, a alguno de los géneros binarios. Su apuesta es ser trans, en términos de transición. 3 El apellido de la autora se escribe sin tilde. 2


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corpus. Inicia el capítulo de Doraicel Vázquez Salazar, “Las representaciones masculinas en el texto Dama de corazones de Xavier Villaurrutia”, estudio original de la deliciosa prosa poética de Villaurrutia desde las herramientas analíticas de los estudios de género. En el texto se evidencia la relación que los géneros binarios mantienen para su legitimación. A partir del estudio del personaje masculino principal se cuestionan las normas, desde la racionalidad patriarcal, para la masculinidad hegemónica o tradicional y su relación con el cuerpo. A su vez, se presenta la correspondencia que estas normas mantienen con la feminidad. De tal que en el análisis se evidencia cómo desde la familia patriarcal, la libertad, la autonomía y la elección son formas de vida negadas que se patentizan en los cuerpos. A través de las miradas, los roces y los anhelos van apareciendo la sumisión al deber ser y los deseos de libertad. Desde un estudio que vincula las herramientas literarias y las filosóficas, la autora demuestra la función que las ficciones pueden realizar como tecnologías del género. Pone la vista en un puerto donde los deberes ser para los géneros se deconstruyan y la vivencia en el mundo se pueda ejercer a partir de la experiencia y el goce. Natalia de la Luz Romero Castellanos, en “Las protagonistas de las novelas La última niebla y La amortajada, de María Luisa Bombal: el autodescubrimiento de la corporalidad y el deseo”, hace justicia al visibilizar la apasionada escritura de Bombal. Durante un siglo Bombal ha permanecido en el margen de los estudios literarios de algunos países, en parte por su forma “libre” de vivir, por ser mujer y por escribir sobre temas que narran experiencias femeninas que quizá el pudor conservador califique como ostentosas. Desde un meticuloso estudio, la autora presenta cómo las mujeres sin nombre (pero con cuerpo) de La última niebla y de La amortajada, descubren a partir del goce, del erotismo, del encuentro con su propio tacto, una conciencia de sí que cuestiona el deber ser de la mujer casada en el ámbito latinoamericano de inicios del siglo XX. El capítulo es una algazara del descubrimiento de la piel como espacio del goce y de la memoria erótica, de la participación en el erotismo femenino de los sentidos, del recuerdo y de la autoficción como recurso narrativo para la construcción del ser para sí.


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Posterior al estudio de Bombal, Ana Laura Castro Vázquez, en continuidad con los análisis sobre la violencia y el erotismo, estudia la obra de Ana Clavel Las Violetas son flores del deseo. Presenta los elementos narrativos que vinculan a una prosa erótica y emotiva con la violencia del incesto. Tres mujeres creadas a partir del deseo. Helena, cansada de la asexualidad que la racionalidad patriarcal le exige, busca nuevas miradas, distintos roces que hagan sentir a su piel. La sanción por recusar al rol de madre se evidencia en las miradas inquisitivas que la señalan como traidora. Susana expresa su cuerpo y sus anhelos, y por ello vive la aplastante degradación. Violeta, púber erótica, es simbólicamente violada por su padre y por todos los compradores de las plásticas muñecas que el padre inventó para penetrar a la hija sin tocarle la piel. El texto es un excelente análisis de los enramados que existen entre los deseos, las prohibiciones a la sexualidad femenina y la displicente mirada ante las violencias a las niñas. Finalmente cierra el libro el trabajo de Verónica Zavala Tapia. Desde la mirada puesta en la violencia en los cuerpos masculinos, realiza el análisis de una obra que expone la fragmentación de las subjetividades a través de la segmentación. Desde un íncipit fogoso en “Víctimas del horror: cuerpo, vulnerabilidad y violencia en La muerte me da, de Cristina Rivera Garza”, pone la mirada en la violencia que vive México. A partir de un estudio intertextual y extratextual entre la violencia en el país, las posibilidades de las herramientas narratológicas y las violencias a los cuerpos en la ficción, greña varios elementos. La des-subjetivación que se produce al vulnerar a los seres y las implicaciones éticas que las lecto-escrituras de violencia pueden implicar. A su vez, expone a la novela como una propuesta novedosa que intima al lector y a su conciencia. Es una apuesta valiente y crítica, no se propone como atalaya, sino que se interpela e insta a la escritura de ficción. La pregunta ética sobre la lecto-escritura de estos textos nos cuestiona y permanece... En el libro se muestran los resultados de investigaciones de largo aliento, unidos por distintos acercamientos sobre el cuerpo. Ya sea desde los estudios filosóficos o desde el análisis de género a los textos lite-


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rarios, se abren puertas al pensamiento, al análisis y al diálogo. Ahora soltamos el cordel y dejamos ir a la carabela, serán lxs lectorxs quienes reharán lo dicho y con quienes iniciamos el diálogo. Adriana Sáenz Valadez Verano 2020



El cuerpo visto desde la Filosofía



La racionalidad patriarcal: un discurso y una ideología1 Adriana Sáenz Valadez Aún en el dolor, con la alegría del acompañamiento.

La racionalidad patriarcal como concepto surgió en la investigación: Una mirada a la racionalidad patriarcal en México en los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Estudios de Los años falsos de Josefina Vicens. A su vez, en otros textos he estado pensando sobre esta noción, mas dada su complejidad considero necesario volver a ella. Esta racionalidad que se relaciona con la razón patriarcal y con el patriarcado analizados por Amorós, a su vez se desliga de ambas. Si bien podemos decir, a manera de íncipit que es una razón de razones y un discurso en tanto ideología que sustenta nociones desiguales para los géneros, en este texto la estudiaremos con mayor profundidad. En anteriores trabajos hemos establecido a la racionalidad patriarcal como una categoría que su estudio abona elementos a los análisis de los productos culturales. En el marco de que este concepto es un constructo que no ha permanecido estático, sino que a partir de las razones que lo integran ha devenido en el tiempo. Por ello, en el presente texto se presenta una breve disertación sobre la racionalidad patriarcal desde dos de sus funciones, a decir, como discurso y como ideología. La intención es proponer algunas líneas en el marco de continuar el debate. El objetivo es presentar algunas de las razones y sentidos que participan en la construcción de esta racionalidad, así como estableAgradezco lxs recomendaciones que lxs colegas revisorxs hicieron a este texto: sus sugerencias me permitieron pensar nuevos horizontes. 1


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cer su sentido como ideología. De tal que la racionalidad patriarcal se postula como un discurso y en ello como una ideología. Una razón de razones que en el trenzado propone como ontológicos sustratos que son históricos y culturales. La metodología que hemos utilizado para llevar a cabo esta reflexión son las herramientas del hacer filosófico, desde la exégesis hermenéutica, donde a partir de algunas preguntas he realizado una lectura de las propuestas filosóficas sobre el tema, para poder confrontar la relación entre la racionalidad propuesta y la ideología sexista. En esta intención se presentarán los elementos que conforman a dicha racionalidad como discurso, que en su ontología conlleva una ideología sexista (Comesaña, 2005). La propuesta está en el marco de considerar que la racionalidad patriarcal es un discurso que suma los supuestos de varias razones, una de ellas la patriarcal, y en ello es un discurso ideológico y a su vez una ideología que normaliza pactos metaestables, de normas metaestables que se postulan como ontologías para los géneros. Dado que la intención es de corte conceptual, se asume que las categorías no abarcan todo el acontecer, pero que son necesarias para realizar análisis y que la racionalidad patriarcal está integrada por nociones móviles y metaestables, por lo que se presentará la discusión sobre algunos de los elementos que implican cada concepto, sin la pretensión, dada su metaestabilidad, de que todas las nociones estén siempre presentes. Para realizar un acercamiento a una definición de racionalidad patriarcal como discurso, es necesario tamizar los elementos que la integran, por ello, iniciaré con la discusión de la definición de ideología para continuar con racionalidad y después los elementos que integran a la racionalidad patriarcal.


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Ideología La ideología atraviesa las conciencias y los cuerpos. Mario Magallón

Ideología es un término que durante los años sesenta y setenta estuvo en el tintero del debate (Ramírez, 2011: 122).2 Algunxs han postulado por su desaparición en tanto esquema que niega la posibilidad de subjetivación y otrxs proponen que toda subjetivación está asumida desde el acicate de la ideología, o que hablar de ideología como concepto vertical se contrapone con los preceptos democráticos, en fin, muchas son las comprensiones. Si bien, en este texto asumimos que los grupos sociales participan de una ideología, sea ésta un elemento de la superestructura o un discurso, sin que ello conlleve la total asunción de los elementos político sustantivos del grupo, llamémosle clase, etnia, pacto, agrupación, etc. En el marco de este posicionamiento es sustantivo explicar por qué se postula que toda sociedad participa de un hacer ideológico, en tanto discurso. Para ello podemos decir que Amorós, desde la crítica a la ideología sexista, delimita el concepto desde dos acepciones a mi parecer complementarias: Al hablar de ideología sexista empleamos la palabra ideología en el sentido marxista de percepción distorsionada de la realidad en función de unos intereses de clase, concepción que puede ser ampliada a cualquier deformación específica de la visión y valoración de los hechos condicionados por las necesidades de un determinado sistema de dominación. Este sentido marxista no excluye la concepción más neutral de ideología como conjunto de representaciones socialmente compartidas que cumplen una función importante como condición de reproducción de la misma sociedad que representa. Ahora bien, en la medida en que no conocemos sociedades que no estén estructuradas conforme a ningún sistema de dominación, todo conjunto de representaciones socialmente compartidas se configuran como tal afectada por los mecanismos de distorsión, inversión y deformación que le impone el propio sistema de dominación que ha de reproducir y que solamente puede reproducir al precio de incorporar dichos mecanismos (1985/1991: 23). 2

En dicho trabajo, véase un estudio de la ideología en Luis Villoro.


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Desde esta propuesta surgen varios elementos a analizar. La ideología como una falsa conciencia, concepción que implica la existencia de una consciencia falsa y una verdadera. Donde la distorsión/falsedad está dada por los intereses de clase, que en el sentido de dominio, ya sea desde el mundo de las ideas, desde el mundo de las cosas o desde la suma de ambos, establece su sistema de valores como el Sistema Universal de valor. En este sentido la distorsión está en la negación de la posibilidad de pensamiento y en ello de divergencia, donde se establece que un solo pensamiento es el válido y que éste está atravesado por los intereses de clase. Por lo tanto, el valor está dado por la adscripción a los principios taxonómicos desde postulados de distinción a partir de elementos como las posesiones, el acceso a determinadas costumbres y al mundo de los satisfactores económicos. Desde la línea crítica a la visión de Adolfo Sánchez Vázquez como filósofo de adscripción marxista, Luis Villoro postula: Por una parte, es un pensamiento crítico y libertario. A la vez que desmitifica las ideologías opresoras, puede orientar una práctica social que conduzca a una liberación real. Pero también suele convertirse ella misma en ideología. Aparece como una concepción del mundo y de la vida, que presenta un punto de vista sobre todos los problemas filosóficos. Ya no es reflexión crítica de las creencias recibidas, sino doctrina que inculca creencias; como tal, se considera en oposición a todas las demás filosofías. Puede entonces dejar de cumplir una función liberadora, para asumir la de encuadrar a las mentes en una doctrina indiscutida (1995: 577).

Esta postura pone el énfasis en el doble frente que puede asumir la ideología como una falsa conciencia, en donde si bien se pueden tejer caminos que busquen generar horizontes hacia la liberación social, es también peligrosa al postular que las vertientes son antagónicas. Falsa conciencia frente a conciencia libertaria, que puede, y como lo ha demostrado la historia, en muchas narrativas, así ha sido. El acicate de la ideología se convirtió en ideología. El otro sentido que Amorós menciona, aquella que ella llama “la concepción más neutral”, la cual no me parece del todo así, sino que demarca en el mismo lindero conceptual, a decir, en términos de variables qui-


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zá más amplias donde el contenido de género no se explicita. Veamos. Si son un conjunto de representaciones que establecen un sistema de dominación a partir de un sistema de distorsión del mundo de las cosas, con especial énfasis en el mundo de las ideas, estamos postulando que el término ideología es un conjunto de ideas que sustenta creencias que establece mecanismos que postulan y vigilan los valores de un sector. Así desde ambas acepciones, ya sea desde el sistema que establece el valor a partir de los intereses de clase o de un sistema de dominación donde no se postula que sean las variables de clase o de género las que marquen la pauta, ambas concluyen que son sistemas que deforman en tanto invisibilizan la diversidad o visibilizan como lo universal los intereses o elementos de valor de un determinado pensamiento. Así, la ideología surge como un mecanismo que distorsiona/falsea en tanto establece los elementos de valor que una razón establece y los asume como los universales. Otro elemento que la autora menciona es la relación entre ideología y poder, donde el dominio del/la otro/a son para, nuestro análisis, prioritarios de analizar. Estos elementos son entonces indisociables en tanto establecen categorías de valor a partir de la sumisión y el dominio. A decir de esta discusión, Terry Eagleton tiene ciertas puntualizaciones. El autor comenta que la noción de falsa conciencia es bastante impopular en nuestros días: Puede concebirse la idea de falsa conciencia como si implicara la posibilidad de percibir el mundo en cierto modo de manera inequívocamente correcta, lo que hoy suscita una profunda sospecha. Además, la creencia de que una minoría de teóricos monopolizan un conocimiento basado científicamente en cómo es la sociedad, mientras que el resto de la gente está sumida en una conciencia falsa o poco clara no encaja particularmente en una sensibilidad democrática (2005: 31).

Si bien, esta concepción puede no ser popular y ciertamente no es fácil imaginarla desde la sensibilidad democrática, tampoco implica que el hecho de que un grupo esté ideologizado (falseado) y otro no, no contradice que no sea una falsa conciencia, desde la que muchos/as conformemos nuestras nociones de seres y haceres.


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Si asumimos a la sensibilidad democrática como una conciencia del poder del sujeto/a frente a las decisiones del Estado, donde están implicados los derechos y los deberes de la ciudadanía; como un gobierno, ya sea de cualquiera de los tipos de representación que estemos pensando, donde los postulados de la mayoría y participación están presentes. En este sentido estaríamos pensando en la subjetividad autoconsciente como una posibilidad, entonces la falsa consciencia y la consciencia no falsa no entonan en este concierto. A decir, pensar que existen sujetxs ideologizados y otros no, sería difícil de sostener, lo que quizá podemos afirmar es que existen sujetxs más conscientes de las nociones que delimitan su ideología y otros menos. Nuevamente desde México, Luis Villoro propone una definición de Ideología a partir de dos elementos: Llegamos así a una definición de ideología que podríamos enlistar como C5: Las creencias compartidas por un grupo social son ideológicas si y sólo si: 1) No están suficientemente justificadas; es decir, el conjunto de enunciados que las expresan no se funda en razones objetivamente suficientes. 2) Cumplen la función social de promover el poder político de ese grupo; es decir, la aceptación de los enunciados en que se expresan esas creencias favorece el logro o la conservación del poder de ese grupo (2007: 27).

Esta definición asume a las creencias como cimientos ideológicos cuando éstas sustentan al poder del grupo (social, político, etc). Si bien podríamos decir que es una definición más “neutral” desde la posición de que no existe tal situación, en el marco de que cada ser en el mundo está inscrito en un contexto, al cual implica muchos elementos, entre otros un hacer político, una racionalidad, un estar en. Sí podemos sospechar que esta definición no postula al poder pensando en los pactos del patriarcado o los grupos juramentados o los pactos autolegitimadores, pero sí al poder del grupo en un marco regulatorio más amplio, por lo que desde una lógica hiponímica podemos decir que también puede implicar a los grupos-pactos que sustentan al patriarcado y que el poder


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político también puede ser patriarcal. Así es como se establece la relación entre las creencias que sustentan a la racionalidad patriarcal como sustratos ideológicos que legitiman a estos grupos-pactos y les brindan poder. Sin que ello borre por completo el sentido de que la ideología es un conjunto de falsas conciencias, sino que sumamos la importante variable de pensar que estas creencias son nociones que legitiman a ciertos grupos-pactos en el poder. En cuanto a la postura de Villoro sobre la crítica a la ideología como revés de la falsa conciencia, como una no conciencia ideológica, es un elemento sustantivo a pensar y a dar curso a toda diatriba. No se debe asumir que el cuestionamiento implica la total libertad, debería, pero pensémoslo. Se puede especular que al analizar las creencias que una ideología sustenta como sentidos de razón, se estudia la totalidad, pero no es así. Hacer dicho tamiz no necesariamente involucra que se cuestionen todas las creencias o todas las nociones de las razones que están involucradas en dicho discurso. Pasar por el tamiz de la razón todas las cosas implica un ejercicio racional de deliberar las creencias que conforman nuestro existir en el mundo, lo que obliga a deconstruir muchos de los supuestos que hemos dado por válidos en el devenir del vivir. En este sentido, si bien es una propuesta para el ejercicio del pensar, no es una realidad en el hacer de todas las creencias que sustentan nuestro actuar en el mundo. Si bien este tipo de posicionamiento quisiéramos implicara un pasar por el tamiz de la razón todas las cosas, como nos sugiere Amorós, en la praxis no necesariamente es así. Sólo a manera de ejemplo, en los países que han intentado posicionar el gobierno del proletariado no se avanzó necesariamente en cuestionar o desarticular las taxonomías verticales de género. Con lo cual se constata que se puede trabajar analizando las nociones de la ideología de clase, pero esto no necesariamente deslegitima las dicotomías entre los géneros. A la vez que, como señala Villoro, la crítica se convirtió en ideología. Amén de esta propuesta, no asumo que exista una razón objetiva, más bien postulo que este ejercicio de tamiz implicaría una razón analítica y una reflexión arqueológica, a la manera que propone Nancy Piedra en la relectura de Foucault, de retrotraer y tamizar las raíces ideo-


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lógicas de nuestras ideas y creencias. La relación entre la episteme o discursos, saber y poder. ¿Por qué es importante este aspecto? ¿Qué tiene de relevante? En primer lugar nos brinda una orientación metodológica, y nos dice, desde un principio, que para analizar las relaciones de poder es necesario conocer los “saberes” que se han construido como hegemónicos en un momento histórico determinado. Estos son saberes que han dado forma a los discursos, que tienen una lógica y racionalidad propia; de ahí que su origen es de carácter histórico (2004: 125).

En este marco no hablamos de ideología en singular, ya que existen diferentes razones que están permeadas por varias ideologías, podemos decir que existen razones de clase, de raza,3 de blanquitud, etc.; a decir concurren varias ideologías. Entonces coexisten varias ideologías trenzadas con diferentes razones o esquemas que dan sentido a ciertas taxonomías de valor, así como lo señala Amorós y como lo hemos trabajado con antelación, la razón sexista atraviesa a la razón patriarcal. La premisa de la que parte la autora es la de que la Razón se ha constituido históricamente como un logos patriarcal. Si la filosofía es una reflexión a través de la cual se expresan determinadas formas de la autoconsciencia de la especie, el hecho de que la mitad de la especie se quede al margen producirá necesariamente distorsiones gnoseológicas en el discurso filosófico, que se define precisamente por sus pretensiones de universalidad (Cobo, 1993: 167).

El segundo elemento que aporta Eagleton (2005) se refiere a la negativa a que sea una minoría académica, política o científica, quienes de manera intencionada sean los creadores de la ideología dominante. Este elemento se relaciona con lo que mencionan Foucault y Piedra sobre el poder en tanto un saber o un hacer de un grupo y no una esencia o una ontología. Es una red de relaciones, un hacer en contexto. A decir las El concepto raza es una de las delimitaciones de los seres en el mundo, evidentemente, del pensamiento colonial. Es claro que este concepto ha sido cuestionado por la antropología contemporánea, ello por su sentido peyorativo y que demarca las nociones del pensamiento colonial. En este sentido es que se utiliza para este trabajo, con la intención de evidenciar que estas nociones siguen vivas en el marco de la racionalidad patriarcal. 3


La racionalidad patriarcal: un discurso y una ideología

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ideologías, en ello los discursos, como veremos más adelante, son decires desde los cuales se legitiman privilegios, diferencias y costumbres a manera de ontología. En este sentido toda ideología se liga con el poder, porque sustenta las nociones que validan esa forma de poder. A partir de la relación saber-poder como relación ideológica en tanto discursiva, es que se evidencia la relación entre la ideología y el poder y la necesidad de suscribir la importancia del concepto. “No se trata de que el saber produzca efectos de poder, como de que el saber es intrínsecamente poder” (Ovejero y Pastor, 2001: 100). Si el saber es poder, las creencias que legitiman un poder son un saber que no implica un sentido de veracidad, sino en su sentido de creencias, para el caso de lo patriarcal, son nociones que se sustentan en creencias que se dan por ontológicas, se establecen como saberes y en ello legitiman los pactos que brindan poder. A su vez, cabe señalar que, si bien no es un grupo de “ideólogos” el que desde la consciencia de sus privilegios establece la ideología dominante, tampoco negamos que existe la autolegitimación, o que se han dado casos en donde desde el percibir un determinado actuar como peligroso para la racionalidad imperante, se creen determinadas estrategias para validar, promocionar y establecer las nociones de una ideología para deslegitimar un movimiento o un pensamiento. Para casos específicos veamos el del término feminazi que bien analiza Liliana Lázaro González en el siguiente capítulo o el caso del festejo del 10 de mayo en México que analizamos en una investigación anterior (Sáenz, 2011), donde se estable la relación entre las esferas del poder político y económico en contra de la autoconsciencia sobre los derechos de las mujeres que se discutieron en el primer congreso feminista realizado en el sureste mexicano. Es claro que no es un grupo el que determina en qué deberán creer los demás y los otros de manera obediente lo acatan, sino un ejercicio mucho más complejo que ha permitido su metaestabilidad y permanencia. Ciertamente existen grupos que asumen la vida desde esta forma vertical de ideologización, no podemos decir que es el hacer de la ideología. Estos grupos mayoritariamente se caracterizan por ser en-


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Adriana Sáenz Valadez

dogámicos y verticales, donde el no pensamiento se establece como el deber ser. La historia ha dado cuenta de muchos de ellos, algunos de los cuales terminan sus días en hechos violentos. La microfísica de las ideologías está en sus posibilidades discursivas: es un hacer en sociedad, donde los saberes, los poderes y los mecanismos de vigilancia rizomáticos están presentes y por ello es que postulamos que la racionalidad patriarcal es una ideología y un discurso.4 Ahora bien, para Foucault ideología es un discurso (Eagleton, 2005: 27), a decir acontecimientos ligados por prácticas discursivas (Morey en: Foucault, 1990: 16, obtenido de: Piedra, 2004: 125), así la ideología es la que delimita las normas de dichas prácticas. Si bien desde dichos supuestos el discurso aparece como un constructo que pudiera sustituir a la ideología, no debemos olvidar que la fuerza del concepto ideología está en evidenciar las fuerzas de poder que están intrínsecas en las formas de vida (Eagleton, 2005: 27). Un discurso en tanto ideología implica, desde este pensar, intereses que están en el marco del poder, donde los estatutos que validan la dominación no se borran. La relación entre ideología, discurso y poder es de hermanamiento. No se puede ejercer poder sobre otrxs si no se tiene sometimiento, sea éste consensuado o no. Amén de que el poder lo brinda la red de relaciones para lo cual el discurso como ideología es el mecanismo y la sustancia a manera de ideas que legitiman esa forma de poder. La ideología como discurso es un arma dual, es mecanismo y un sistema de ideas. Desde su bifronte se ejerce en el decir y en el hablar se viven en las ideas, en las normas y en ello y desde ello, habita el poder. Así la ideología es una forma de discurso que valida una serie de nociones que delimitan lo valioso en dicho contexto o grupo. Es un decir que establece creencias que para el caso de la racionalidad patriarcal son nociones de los géneros que en el devenir cultural se han validado como sustancias a manera de ontología, en el olvido de que son culturales y, para este caso, son falsas creencias sobre los seres y haceres. “...un método para una genealogía histórica, que toma como dominio de análisis los discursos; los discursos considerados como acontecimientos; ligados por reglas de prácticas discursivas” (Morey en: Foucault, 1990: 16, obtenido de: Piedra, 2004: 125). 4


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